CAPÍTULO 13: YO SÓLO TENÍA SEIS AÑOS

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Abrí mis inundados y frágiles ojos de golpe. Lo primero que logré observar fue el cielo azul. Volteé mi cabeza de un lado al otro, sin alzarla del suelo. Mi vista estaba algo nublada, pero el olor a pasto húmedo vino a mis fosas nasales, haciéndome pensar que me hallaba en el bosque; poco después mi mirada se recuperó y confirmó mi teoría.

El sol estaba radiante y las flores de diferentes tipos nacían de la tierra para seguir su ciclo de vida. La naturaleza emanaba sus propios sonidos mágicos y las bellas aves volaban entre las nubes.

Me senté delicadamente para que no me doliera la cabeza, parecía que me había golpeado fuertemente. Traía puesta la ropa que usé el día anterior, que según recuerdo, fue cuando la Serpiente me había espetado que yo mataría. ¿Cómo escapé de un lugar tan sombrío y llegué a este paraíso? Ni siquiera creí que fuera el bosque de Burdeos, era otoño, todo estaba muriendo; en cambio aquí nada nunca perecía, era la eterna vida y felicidad.

Escuché un ruido a mis espaldas que me hizo voltear con violencia. Había una mujer. No podía observar su rostro porque ella contemplaba las flores de los arbustos. El único rasgo que tenía visible era su cabello: Tenía unos hermosos rizos rubios de un tono tan encendido, que era imposible no notarlo. Traía puesto un vestido blanco que cubría desde sus hombros hasta sus pies, era una tela muy liviana.

Me levanté sigilosamente para poder preguntarle mi paradero. Me acerqué lo más que pude, pero ella ni siquiera se había girado. Encontrándome tan cerca, me entró un aroma que me endulzó el alma, sin embargo, después me percaté de que el olor me resultaba extrañamente familiar. La carne se me puso de gallina y un hormigueo durmió mi cuerpo de la cintura para abajo. Mis ojos, cansados de tanto llorar, se cristalizaron. Coloqué suavemente mi mano sobre el hombro de la hermosa mujer rubia.

—Sarah.

Al escuchar su nombre, ella volteó a verme. Inmediatamente, solté su hombro y di varios pasos hacia atrás para alejarme por el temor. Abrí la boca en signo de total estupefacción y las lágrimas empezaron a emanar de mis ojos. La mujer tornó todo su cuerpo hacia mí y puso su mano en el pecho como si pudiera contener su corazón. En su mirada se acumularon lágrimas, sonriéndome de una manera cálida tal como una madre le sonríe a su hija. Experimenté una sensación indescriptible. La alegría, el amor, el alivio...: Todas nutrieron a mi alma oscura.

—Emily. Ay, mi dulce Emily —empezó Sarah—; ven aquí, por favor. Necesito abrazarte, pequeña mía —sollozó.

Corrí justo después de que terminó la petición, teniendo cuidado de no tropezarme por mi nublada vista. Cuando llegué a sus brazos, el mal se fue; la crueldad, el orgullo y la tortura se esfumaron. Fueron derrotados por el amor: El amor que Sarah le tenía a su propia hija y el amor que yo le tenía a mi propia madre.

Chillé sin remedio en su pecho como una niña de seis años; Sarah se dedicó a consolarme, besando mi frente, acariciando mis mejillas, apartándome el cabello de la cara y sobándome la espalda como una cariñosa madre... ¿Mi madre estaba viva? ¡Claro que no!, falleció hace más de dieciséis años en el incendio de la casa del bosque. ¿Por qué podía verla?, ¿por qué podía sentirla? ¿Acaso yo también había muerto? La noche anterior, en el parque, ¿la Serpiente me había asesinado? Traté de hacer memoria, pero no había nada en mi mente que indicara que fui aniquilada por la mujer. Entonces, ¿qué estaba ocurriendo?

—Sarah... —susurré con un hilo de voz—, mamá, ¿dónde estamos?, ¿qué está pasando?

—Estamos en el sitio más recóndito del bosque. Eres la primera persona viva que ha logrado llegar hasta él, cariño —me respondió.

El corazón me dio un vuelco. Se me había olvidado que su voz era tan armoniosa.

—¿Aquí has estado siempre? —pregunté de una manera que apenas fue audible.

—Sí, he vivido aquí desde el incendio.

—¿Por qué? —dije con un horrible dolor en el pecho. Ella se quedó callada— Mamá, ¿tienes idea de cuánto le hiciste falta a la familia? —bajó la cabeza— Lorraine tuvo que hacerse cargo en tu lugar, Jennifer y Jane crecieron con mucho dolor por verte morir en ese infierno. Jack, ay Dios mío, Sarah, él te amaba demasiado, lo sigue haciendo. Ni hablar de Victoria y Charlotte —al pronunciar sus nombres, ella me miró con curiosidad, supongo que no esperó que las conociera—: Tu hermana te quiere entrañablemente y Charlotte, ay madre, ella haría lo que fuera por traerte de vuelta.

Sarah empezó alejarse de mí con la melancolía inundando su rostro.

—¡Yo te necesito! No sabes por lo que tuve que pasar. La muerte me alejó de ti, haciéndome pensar que te había perdido para siempre, pero ahora estás aquí. ¡Tienes que regresar conmigo! La familia entera se alegrará al saber que estás viva...

—Emily..., no puedo —me interrumpió, su expresión era tímida y triste.

—¿Cómo que no puedes? —ella no me veía, frunció los labios— ¡No!, ¡mamá, no me hagas esto otra vez! Prometiste que bajarías después de mí para estar conmigo a salvo ¡y no lo cumpliste! —grité con furia.

Estaba a punto de ahogarme por el terrible nudo en mi garganta. El enojo atacaba mi cuerpo, perdía el control. Si nadie me detenía, pronto haría alguna tontería por la rabia. Sarah se acercó rápidamente a mí y tomó mis manos para evitar que las siguiera moviendo de una manera agresiva hacia mi ser.

—Cariño, mírame —murmuró—. Emily, veme a los ojos —espetó con más firmeza. Me obligué a observarla. Relajé el rostro y dejé de temblar. Mi madre dio un suspiro—. Quiero que pienses esto: Si hubiera regresado, ¿te habrías ido a Bérgamo, donde conociste la tristeza, el sufrimiento, pero también la verdadera amistad? Si hubiera regresado, ¿te habrías ido a Londres, donde conociste el amor y la felicidad? Si hubiera regresado, ¿te habrías enamorado de Peter Bennet? Si hubiera regresado, ¿tendrías la vida que tú amas ahora? Creo que no, cariño. Todo esto pasó por una razón. Y créeme, no hay un día en que no agradezca que tú estés viva. Aun sabiendo que fallecería en ese incendio, te seguiría salvando de las llamas una y otra vez.

Sus palabras me hicieron derramar más lágrimas de las que ya había dejado caer. La ira se largó de mi alma, ahora sólo me sentía débil y vulnerable. Tenía razón: Si ella no hubiera muerto, esta sería una historia completamente distinta.

—Pero puedes regresar ahora, ¿cierto? Ya todo está hecho, tú no afectarás en nada el curso de las cosas —ella no se encontraba convencida—. ¡Debes volver! Harás que todos seamos felices otra vez, y, además, pronto serás abuela...

—¿Abuela? —preguntó con curiosidad, no dejándome terminar la oración.

—Sí, Lorraine está embarazada.

En su rostro se dibujó una hermosa sonrisa.

—¿Ya ves?, tienes que regresar.

Su rostro se ensombreció.

—No puedo... Es cierto que estoy viva, pero sólo en ti.

El alma se me cayó a los pies. Me había hecho miles de ilusiones en la cabeza de lo que por fin podríamos hacer juntas, ahora todo se hallaba enterrado.

—¿Yo también estoy muerta?

—No, cariño, no lo estás.

—¿Qué ocurre, entonces?

El bosque empezó a hacer ruidos extraños, como si cada ser vivo se pusiera alerta. Sentía que el lugar empezaba a desvanecerse... Me esforcé por no entrar en pánico.

—Emily, no nos queda mucho tiempo; tengo algo muy importante que decirte —murmuró entre los sonidos del bosque.

—¿Qué pasa? —pregunté angustiada.

—La Serpiente se aproxima, y con ella, la muerte. Está a punto de llegar, pero no viene por ti, sino por tu pequeña amiga: Amanda Breslow.

Mis ojos se abrieron mucho y el corazón empezó a latirme de una manera explosiva. Estaba cansada de la Serpiente; ni en un millón de años tocaría un solo pelo de Amanda, yo se lo impediría. La adrenalina me invadió, aunque el pavor también.

—Tienes que protegerla, hija. No pierdas a Amanda de vista ni por un segundo, ella corre un grave peligro. Tal como yo soy tu Hombre Armado, tú eres el de ella. Debes de pelear contra todo imprevisto y evitar que la Serpiente llegue, porque si lo hace, la matará.

Lo entendía. No me despegaría de Amanda hasta afrontar a la Serpiente y asesinarla yo misma.

El bosque siguió haciendo ruidos raros, pero esta vez más estruendosos y molestos. El cielo se nubló y parecía que todo daba vueltas. Ya iba a desaparecer. Un remolino de viento nos atrapó a mi madre y a mí. Traté de tomar su mano en medio de la nostalgia, sin embargo, no podía.

—¡Ven conmigo! —exclamé en medio del ruido.

—Me quedaré a tu lado, te lo aseguro —respondió, sonriendo—. No me podrás ver, pero estaré ahí siempre que me necesites.

Nos quedamos en silencio. Hubo unos segundos en los que intenté alcanzarla, pero me rendí. Comprendía que ella ya no pertenecía a este mundo y era una pérdida de tiempo luchar por lo contrario. Entonces sólo la miré. Sarah emanaba la misma expresión amorosa y firme con la que me defendió de aquel brutal incendio. No sé por qué, pero, a pesar de que ya conocía el final de aquel suceso, volví a sentirme a salvo.

—¿Mamá?

—¿Sí, querida?

—Te amo.

—Yo mucho más —me devolvió el gesto tan dulcemente, que deseé ir a abrazarla para despedirme—. Por cierto, ¿Emily...?

—¿Qué sucede?

—No necesito volver para que tu padre, tus hermanas y tú sean felices; yo sé que ya lo son.

Una poderosa oleada de aire tomó mi cuerpo desprevenido y me sacó del remolino de tiempo, alejándome de mi madre.

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