Caítulo 10: Abismo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


CAPITULO 10

Abismo


BRUCE

Esperó hasta el último momento para decidirse. Pensó que lo sabía desde hacía tiempo pero se resistía a que fuera tan evidente y siguió negándolo ante la insistencia de Alfred.

Pero allí estaba Wayne, aparcando su moto a dos calles de la Comisaría Central de Bludhaven donde hoy se celebraba la graduación de los nuevos cadetes.

Accionó un aparato en su bolsillo que bloqueaba la señal de video de las cámaras e inutilizaba los sensores de movimiento y saltó una de las vallas de seguridad que daba al patio de banderas, con la pericia de un gran felino.

No iba a entrar por la puerta principal ¿Qué demonios haría Bruce Wayne en un sitio así? No quería dar explicaciones, ni poner en un aprieto a Dick, que seguro, había mantenido su ascendencia familiar en el anonimato.

Así que Bruce se puso su gorra de los Bulls de Chicago, sus gafas de aviador, unos vaqueros rotos azul marino, un sencillo jersey de lana negro y unas deportivas.

La ceremonia ya había empezado.

Una banda de policías aporreaban los instrumentos musicales, en su mayoría de percusión, con más pena que gloria. Pero el sol lucía sobre aquel césped plagado de aspirantes y las familias, engalanadas con sus mejores trajes quemaban las tarjetas de memoria de sus móviles y de sus cámaras digitales con más fotos que las que una celebrity puede digerir.

Hileras e hileras de cadetes, chicos jóvenes de Bludhaven y de la vecina Gotham, con sus zapatos lustrosos y sus camisas impecables. Aquellos uniformes no tardarían ni dos días en mancharse con la mugre de las calles una vez empezaran a patrullarlas.

No dudaba de que Dick iba a ser un buen policía. Sabía que tenía más formación que cualquiera de sus compañeros y de sus superiores, ataviados con todas aquellas medallas que otros sin renombre habían ganado por ellos, adjudicándose el mérito.

Grayson nunca quiso un puesto en Wayne Industries.  Era un chico listo, espabilado, que no sentía inquietud por los estudios. De hecho había dejado la universidad en su primer año y siempre prefirió las lecciones que se aprenden en la calle.

Era un gato callejero.

En eso se parecían pero por suerte, en poco más.

Bruce le hacía transferencias de dinero mensuales. Cinco mil dólares al mes desde hacía años. El sueño de cualquier chico joven, pero Dick no había tocado ni un centavo y había preferido mantenerse por sí mismo.

Loable, pero totalmente innecesario, pensó Bruce.

Lo vio en una de las filas. Impecablemente vestido con su uniforme de policía, aguantando la sonrisa, fingiendo escuchar al comisionado Gordon, el invitado de honor de la ciudad vecina, que pronunciaba un discurso que se notaba que no había escrito él.

Ya era todo un hombre.

Aquel niño perdido que acogió en su casa y en su vida era ya un adulto del cual cualquier padre se sentiría orgulloso.

Bruce lo sentía de esa manera también, pero nunca había sido capaz de decírselo con palabras, y quizás sus gestos no habían sido suficientes.

El chico había tenido que aguantar mucho en los últimos años y Bruce se había distanciado de todo y de todos, pero sobre todo de Dick, ya que era una de las pocas personas en las que había llegado a confiar y ellas precisamente, eran las que más habían pagado su decepción.

No quería que él lo viera, no quería que supiera que estaba allí, por eso se escondía entre la multitud, al igual que se escondía de él cuando vivían bajo el mismo techo.

Dick tomó la decisión de alejarse de él y la iba a respetar.

¿La tomó, o se vio forzado a irse?

No quería pensarlo. No quería rememorar el día en el que le gritó que se largaba de casa, que ya estaba harto de su afán de autodestrucción y de su violencia tanto para sí mismo como para con los demás.

Bruce le dijo dónde estaba la puerta. Estaba furioso.

Últimamente, siempre estaba furioso.

En el fondo, no creía que lo haría, pero lo hizo.

Cuando volvió de su ronda aquella fría noche de invierno, sólo la soledad le acompañó en la mansión.

Era la primera vez que se separaban desde aquella fatídica noche en la que los Grayson voladores surcaron el cielo por última vez.

Bruce había decidido ir al circo Haly ante la insistencia del padre Michael. Los niños llevaban semanas esperando la tan ansiada excursión y ver allí a su héroe era la mejor compañía que podían tener.

Así es, para ellos, Bruce Wayne es el huérfano que triunfó más allá de la pérdida de sus padres. Todos lo idolatraban. Incluso ahora lo seguían haciendo, pese a su inmunda fama. Parecía que aquellos pequeños veían más de lo que los adultos son capaces de ver, parecía que te desnudan el alma y se adentraban en tu verdadero ser. Sin prejuicios. Sin maldad.

La inocencia de la infancia, que se irá para no volver.

Jonh y Mary Grayson volaban de un lado a otro de la pista con agilidad pasmosa ante los vítores del público. Sus brazos se encontraban como si tirara de ellos una fuerza magnética de precisión matemática.

A Bruce le parecía una temeridad que hicieran su espectáculo sin red de seguridad pero a los espectadores parecía encantarles esa morbosa peligrosidad superflua.

Incluso su pequeño hijo, Richard, participaba en algún salto con una sonrisa ingenua que no presagiaba el desenlace fatal.

En uno de los triples mortales, la polea de una de las cuerdas se rompió.

El padre cayó al vacío mientras veía la cara de pánico de su mujer, que ya se había soltado de su trapecio y se precipitaba hacia una muerte segura, pues no había nada al otro lado que la sujetara a la vida.

El hijo se quedó agarrado en lo alto del más alto mástil de la carpa del circo, viendo horrorizado el cuerpo ensangrentado de sus padres que yacían inertes al final del abismo.

Sin vida.

El público chilló horrorizado y los integrantes del circo corrieron a socorrer a los Grayson, pero nada se pudo hacer después de caer de una altura como esa. Bruce lo sabía.

No era la primera vez que veía morir a alguien.

Alzó su vista y observó al chico.

Estaba en shock, agarrado a un de las plataformas del mástil, negando con la cabeza, con sus ojos claros inundados por las lágrimas.

Nadie se atrevía a subir para bajarlo de allí.

Llamaron a los bomberos.

Bruce no lo dudó ni un segundo más. Se encaramó al mástil con una facilidad sorprendente y empezó a subir hasta que llegó a la plataforma donde se encontraba el chico de apenas ocho años.

No hicieron falta palabras.

El pequeño de los Grayson se agarró a él tan fuerte que Bruce tuvo que bajarlo de allí en brazos.

Desde aquel entonces nunca habían vuelto a separarse.

Hasta ese día.

Dick y Alfred era su única familia.

No sabía cómo el viejo Pennyworth todavía le soportaba. Ese hombre se había ganado el cielo y Bruce sabía que no se lo merecía. No sabía qué habría sido de su vida sin él o sin Dick. Sus anclas en el oleaje más extremo de todo el odio que se escondía en su interior.

Lo buscó entre el público, sin dudar allí estaría, con su exquisita postura refinada, apoyado en un bastón que escondía la hoja de una afilada espada.

El caballero inglés sonreía al chico y le saludaba con la mano. Tenían suerte de tenerse el uno al otro.

¿Por qué tenía que alejar a todos los que le importaban? ¿Por qué no era capaz de ...

- Hola, Bruce – Se sobresaltó y todos los poros de su piel se erizaron al escuchar esa voz grave a su espalda.

- ¿Qué demonios haces aquí, Clark? – Preguntó furioso aún afectado por los recuerdos. Su instinto lo hizo retroceder y  alejarse de la multitud.

- He venido a ver a Dick.

- Te dije que no me contactaras.

- Y no lo he hecho – replicó el kriptoniano perdiendo un poco la compostura.

- ¡No me jodas, Kent!– Le amenazó con uno de sus dedos y dio unos pasos para tomar distancia entre ellos. No estaba preparado para encarar al kriptoniano en ese momento. Se encontraba totalmente desubicado.

- ¿Eso es lo único que tienes que decirme? ¿Después de dos meses de esperar en vano a que me llamaras?

- ¡Supéralo! Yo esperé tres años por ti – Apretó la mandíbula con fuerza intentando no alzar la voz.

- No es cierto – Negó Clark con la cabeza – No me esperaste. Quizás al principio lo hicieras, pero después ... dejaste de hacerlo. Si no, por qué no me has llamado, ni has intentado verme ¿Es que no te importo?– Bruce lanzó un bufido de desesperación, mientras una señora de pelo canoso los miraba de reojo.

- No puedo creer que estemos teniendo esta conversación aquí – La banda volvía a tocar de fondo entre los aplausos de las familias al ver cómo sus hijos, maridos y nietos recogían sus diplomas.

- ¿Por qué me diste esperanzas en el espacio cuando regresábamos a La Tierra?

- ¿Esperanzas? Nos acostamos un par de veces. Sólo fue sexo – Empezó a caminar alejándose del kriptoniano – El resto son elucubraciones tuyas – Ahora la señora mayor de pelo plateado los miraba con gesto de desaprobación absoluta y los ojos como platos.

- ¿Me estás castigando? – Volvió a arremeter el kriptoniano – ¿Es eso? ¿Es por venganza, o porque te sientes inseguro?

Ahora sí que le había hecho salirse de sus casillas. Bruce le agarró esa camisa de cuadros ochentera que llevaba y le rompió uno de los botones mientras la retorcía en su puño cerrado en un gesto claramente amenazador.

- ¿Inseguro? ¿Yo? Has debido de perder el poco juicio alienígena que te quedaba Kal-El... - Bruce observó el rostro de Clark, que ni siquiera le estaba prestando atención ¿Pero qué coño estaba haciendo? ¿Ahora pasaba de él? Parecía concentrado en otra cosa, sus ojos se movían rápidos de derecha a izquierda. Ya conocía esa expresión. Algo iba mal. - ¿Qué pasa?

- Una bomba.

- ¿Dónde? – Bruce aflojó su brazo y se giró hacia la multitud.

- Entre el público – Trató de focalizar sus sentidos para escuchar el leve pitido de la cuenta atrás inaudible para el oído humano – Va a explotar.

- ¡Joder, Clark! ¿Dónde exactamente?

- No lo sé ... - Trató de concentrarse - Hay mucho ruido – La gente seguía aplaudiendo y vitoreando los nombres de sus familiares mientras la banda tocaba de nuevo y los cañones disparaban las salvas honoríficas. Clark se llevó las manos a los oídos como le fueran a sangrar.

- Utiliza tu visión de rayos X.

- ¿Qué crees que estoy haciendo? Pero no es tan sencillo – Los ojos de Clark se volvieron mucho más claros y su pupila de dilató al máximo escudriñando al público – Lo tengo – Dijo calmado – El chico del abrigo verde, a la derecha, al lado del palco de autoridades ...

- Lo veo. Tú encárgate de la bomba yo me encargo del chico – Le ordenó Batman - ¿Cuánto tiempo tenemos?

El kriptoniano se concentró en la cadencia del detonador – Menos de dos minutos.

Bruce activó de nuevo el dispositivo de su bolsillo que inhibía cualquier aparato electrónico que estuviera en un radio de doscientos metros alrededor suyo y empezó a correr como solo él sabía hacerlo. Este hecho no pasó desapercibido por un par de policías próximos al palco, cuya misión consistía en proteger a las personalidades, entre ellas al comisionado Gordon.

El primero vio a Wayne corriendo a toda velocidad, apartando a la gente violentamente. No se andaba con contemplaciones. El policía intentó pararlo, pero Bruce lo esquivó girando sobre si mismo y al otro lo dribló como si fuera un quarterback de la NFL.

El chico de chaqueta verde había dejado la mochila en el suelo y se alejaba de allí a toda prisa, por la cuenta que corría.


CLARK

Clark estaba indeciso ... No había vuelto a utilizar sus superpoderes desde que había llegado a La Tierra. Batman le había dicho que mantuviera un perfil bajo y ahora le dejaba todo el marrón para que lo solucionara.

Se le acababa el tiempo, debía hacer algo, y rápido o las consecuencias serían devastadoras.

Allí había cientos de personas inocentes. No sabía qué hacer pero de lo único que estaba seguro era que allí no moriría nadie si él podía evitarlo.

¡A la mierda el perfil bajo! – Pensó quitándose las gafas y guardándolas en su bolsillo. Sacó una especie de escudo pequeño, de no más de un palmo, con la S grabada y se lo colocó en el pecho desnudo. Al instante, el pequeño artilugio empezó a expandirse en pequeñas placas metálicas que cubrieron la piel de Clark con los colores de la casa de El.

Azul y rojo.

Alzó el vuelo, moviéndose lo más rápido que pudo por encima de todas aquellas miradas que lo observaban estupefactas. Faltaban treinta segundos, tiempo de sobras para coger la mochila y llevársela bien lejos de allí pero, al tocarla, el detonador se puso a cero.

Superman escuchó un pequeño chasquido en el mecanismo y solo tuvo tiempo de mover uno de sus brazos rápidamente, para provocar una onda expansiva que lanzó a los asistentes lejos de su posición. Con el otro brazo sujetó la mochila acercándola a su pecho, acurrucándose sobre ella en el suelo para paliar los efectos de la explosión.


BRUCE

Bruce notó cómo el aire se escapaba de sus pulmones violentamente y se quedó sin aliento. Un fogonazo nubló su vista y por último un ensordecedor ruido hizo que sus oídos pitaran haciéndole creer que sus tímpanos explotarían.

A pesar de ello, consiguió guardar el equilibrio y alcanzó al chico del abrigo verde que yacían en el suelo, aturdido por la detonación. Bruce le dio un codazo en la sien que lo dejó inconsciente. Hurgó en sus bolsillos y se hizo con su documentación, la memorizó y la volvió a dejar en su lugar. También le quitó dos teléfonos móviles que más tarde investigaría. Estaba claro que aquel chico de apenas diecisiete años no había sido más que la mano ejecutora de otra mente criminal.

Un peón reemplazable.

El aire olía a nitrato de amonio y a queroseno, un explosivo frecuente en la minería. Sería difícil de rastrear.

Se giró para observar la escena dantesca. La bomba había detonado a ras de suelo, la gente corría arriba y abajo sin rumbo, buscando a sus familiares, quizás tan solo buscando una manera de huir ¿Clark?

¿Dónde estaban Clark?

Corrió hacia el origen de la explosión y lo vio arrodillado en el suelo, cubierto por su flamante capa roja, ahora algo pálida por el polvo de la detonación.

"¡CLARK!" – Gritó en su mente mientras empezaba a correr hacia él.



SUPERMAN

Un corrillo de gente se empezó a agolpar a su lado, manteniendo una prudente distancia de seguridad de unos tres o cuatro metros mientras miraban atónitos la figura de aquel hombre cubierto por aquella capa carmesí.



- ¿Sería él? – Se preguntaban los unos a los otros.

Superman se alzó, con ese porte majestuoso que sólo los Dioses pueden llegar a tener. No tenía ni un rasguño, tan sólo lucía algo despeinado como si las banalidades terrestres no pudieran llegar a tocarle.

Sonrió serenamente a la multitud mirando de derecha a izquierda como sólo él sabía hacer, transmitiendo tranquilidad. Dejó que la multitud observara el escudo con la "S" sobre su pecho. Un emblema que transmitía paz. Esperanza. Como si nada malo pudiera pasarles ya que él velaba por ellos.

Una niña empezó a sollozar por la emoción y rompió el silencio.

- ¡SUPERMAN! – Gritó soltándose del agarre de su madre - ¡HAS VUELTO! – Y se abalanzó sobre él, siendo correspondida por el kriptoniano con un fuerte abrazo.

La madre de la pequeña empezó a llorar y muchos de los asistentes se unieron a esa alegría colectiva que les embargaba, más allá de toda comprensión. Se abrazaron los unos a los otros por el tan ansiado regreso y aunque no se conocieran, no importaba, ahora todos sentían lo mismo.

Nadie parecía estar herido, al menos no de gravedad.

El comisionado Gordon se acercó a Superman estupefacto. Le estrechó la mano y aprovechando la cercanía le habló - Hijo ¿Qué ha pasado?

- Una mochila bomba. Detonó en cuanto la toqué, no tuve tiempo de hacer nada más.

- Has hecho bastante, créeme. - El público empezó a inundarlos con los flashes -Esto hubiera sido una masacre si no hubieras estado aquí – Le sonrió para la foto en una forzada pose– Me alegro de tu regreso.

La gente empezaba a acercarse demasiado, rozando su piel.

Todos querían un pedazo de él.

- Gracias, comisionado – Dijo solemne antes de saludar con la mano y retirarse volando sin prisa aparente.

Superman escudriñó el lugar desde el aire. Vio los ojos de Bruce clavados en su figura. Al chico del abrigo verde noqueado en el suelo, atado de pies y manos con su propio cinturón. Casi pudo sentir sus afiladas palabras aunque sus labios no se movieron, mientras los aplausos y los vítores se extendían más allá de lo razonable.

¿Qué acababa de pasar?

Aceleró el vuelo, rompiendo la barrera del sonido y se detuvo cuando llegó a la estratosfera.  Se dejó llevar por la falta de gravedad como un pez se deja llevar por las olas del mar.

Se llevó una mano a la cabeza frotándose el pelo, nervioso como pocas veces lo había estado.

No había programado la vuelta de Superman tan pronto. Ni siquiera tenía pensado si debía hacerlo volver, después de lo que pasó, pero qué alternativa tenía ¿Dejarlos morir? ¿Exponer su identidad secreta? 

Demasiadas imágenes, demasiados recuerdos agolpándose en su memoria. Nadie con quien compartirlos.

Pensó ir a Smallville y encerrarse en su casa, lejos de todo el mundanal ruido entre el alto trigal. Se escondía de sí mismo allí cuando era un niño.

Los pitidos de millones de teléfonos móviles sonaban al unísono en la corteza terrestre, comentando la vuelta del Hombre de Acero.

No quería ir a la granja de sus padres, donde todo empezó. Se avergonzaba. Empezó a sudar y sus manos temblaron.

Observó la Luna majestuosa brillando en el horizonte, como un faro en mitad de la tormenta, tan cerca y tan lejos, tan enigmática como siempre. Puso rumbo hacia ella.

Al llegar a la cara oculta desde La Tierra, la escoltilla de su nave se abrió con precisión para permitir la entrada de su piloto.

Bat le esperaba en el hangar y al verlo se puso como loco y saltó hasta sus brazos, aunque tan sólo hiciera dos días que no le veía.

Kal-El correspondió ese gesto de cariño con ansiada desesperación y acarició el pelo áspero del Morwing, que se acurrucó sobre su pecho.

- Hola, bolita peluda – Le dijo en un susurro - ¿Me has echado de menos? –sonrió tristemente por ser un insuficiente consuelo – Yo a ti también *\_/-:. __//¬|-·..| ] [ (*Yo a ti también)



***


Clark esperó varios días encerrado en la protección que le brindaba su nave, dejando pasar el tiempo hasta que las cosas se calmaran, pero se dio cuenta de que eso no iba a pasar en cuanto puso un pie en Metropolis.

Cada escaparate, cada diario, cada revista y  canal de noticias, rememoraba una y otra vez las imágenes de la vuelta de Superman. Supuso que ese dispositivo distorsionador de Bruce se estropeó con la explosión, así que había imágenes suyas grabadas desde prácticamente todos los teléfonos y cámaras de videoaficionado de los familiares a la graduación.

En otras cadenas internacionales se podía ver cómo las autoridades rusas clamaban al hombre de acero que salvara las vidas de sus compatriotas, encerrados en un submarino que había perdido su sistema de navegación y se precipitaba hacia las profundidades del océano atlántico.

Tomó la decisión.

Sobrevoló las oscuras aguas marinas hasta el mar de Barents, donde se detuvo al ver a los equipos de rescate, situados a una distancia prudencial.

El pelo enmarañado del rey del mar asomó tenuemente antes de dejar ver el rostro de piedra y sal. Lo justo para poder hablar.

- Superman – Dijo solemne viendo la figura del hombre de acero a dos metros sobre el agua.

- Aquaman – Asintió el hombre de acero guardando las formalidades. Sabía que los estaban grabando.

Arthur nunca había sido un hombre de muchas palabras pero hacía su trabajo y cumplía con sus obligaciones como rey de los océanos.

Kal-El lo admiraba aunque a veces no comprendía sus prioridades.

- El submarino está a unos trescientos metros de profundidad, pero tiene una fuga radioactiva en uno de los misiles nucleares del que tu gobierno afirma no saber nada. No pondré en riesgo a ninguno de los atlantes para mitigar su falta de responsabilidad.

- ¿Los tripulantes?

- A salvo, dentro del casco. La fuga es sólo hacia el exterior – Su semblante era de rabia, por la contaminación del medio marítimo que eso suponía.

- Yo lo haré - Dijo Superman apretando el escudo de su pecho. Al instante, la capa escarlata desapareció recogiéndose sobre sí misma, para que le fuera más cómodo sumergirse.

- ¿El traje es nuevo?

- Así es – La tecnología kriptoniana tenía sus ventajas.

- Me gusta – Asintió Arthur sonriendo por primera vez – Es ... práctico.


Dos horas más tarde ya estaba en Metrópolis de vuelta. Hubiera regresado mucho antes, pero la descompresión del casco debía hacerse para poner a salvo a los más de ciento diecinueve tripulantes del submarino. Después lanzó las ojivas nucleares hacia el Sol.

No podía entrar en su apartamento por la claraboya del lavabo, había visto con su visión que Jimmy estaba en el salón viendo el rescate con la exaltación reflejada en sus ojos. Así que debía entrar por las alcantarillas y de allí al metro. No debía descuidar su identidad secreta, tal y como le había enseñado Bruce a hacer.

Parecía estar bien después de la explosión ... había pasado unos días en su nave y no se había llevado el teléfono ¿Y si le había llamado?

Se sorprendió a sí mismo por lo patético que podía llegar a ser ¿Pero a quién estaba tratando de engañar?

Bruce no le llamaría. Empezaba a dudar que algún día lo hiciera y menos ahora que Superman había vuelto.

"¿Cuándo se hizo tan complicada su vida?"

Le incomodaba volver a verse a sí mismo vistiendo aquel traje kriptoniano rojo y azul que sentía que simbolizaba algo de lo que ya no era merecedor.

Todas las conversaciones de la gente de la calle, en sus casas, en sus trabajos, hablaban de lo mismo. Trató de aislarse, anulándolas, concentrándose en los latidos de su propio corazón acelerado.

En un gesto instintivo, se colocó el puente de sus gafas antes de meter la llave en la cerradura de su apartamento.

Nada más abrir, Wonder Woman se avalanzó sobre él rodeándolo fuertemente con sus brazos.

Clark se quedó sin palabras. Jimmy estaba sentado en el sofá disfrutando de la imagen del trasero de Diana Prince que vestía ropa de mortal. Al menos no la relacionaría con la superheroína. Aunque tampoco es que estuviera mirándola a la cara.

La amazona le besó en la mejilla. Se separó un poco de él y le acarició la cara con la mano.

- Has vuelto ... - Le dijo con ojos humedecidos totalmente conmocionada – Y estás bien – Su voz se quebró como nunca antes la había escuchado – Me alegro tanto, Clark - La amazona atrajo el rostro de él hasta que sus frentes se juntaron.

- Estoy bien – Entrelazó sus dedos con los de ella mientras seguía rozando su rostro.

- ¿Cuándo has vuelto?

Clark dudó qué contestar pero estaba cansado de mentiras. Sobre todo si eran su amigos los que las escuchaban.

- Hace dos meses.

La respuesta no se hizo esperar.

La princesa amazona retiró la mano de su rostro como si éste le quemara y le abofeteó.

Eso había dolido ¡Y mucho!

Clark sintió como su mejilla se inflamaba y después de recuperar la compostura tan sólo asintió.

- Me lo tengo merecido - Sabía que Diana estaba probando en qué medida su fuerza había vuelto aparte de la evidente indignación por su desaparición.

La orgullosa amazona se apartó un poco y le lanzó un directo a la mandíbula que Clark interceptó sin problemas con una de sus manos.

- Me alegra ver que te has recuperado pero han sido tres largos años en los que no recibimos noticias tuyas – Clark abrió su mano y liberó la de la princesa – Te esperamos esta noche, a las diez en la Atalaya.

- Yo ... no voy a ir.

- Sí que vendrás – Dijo la amazona amenazante – Nos lo debes. ¡Me lo debes! – Cruzó la puerta y se fue, sin darle tiempo a más réplicas.

Orgullosa y tajante, como siempre.


- Oye – Dijo Jimmy – ¿Seguro que eres gay? – Dejó el mando de la playstation sobre el sofá – Y eso de la Atalaya ¿Qué es? ¿Un bar de moda? Porque si va a estar esa piba, me apunto – Sonrió metiendo la mano en su tazón de palomitas.

Lois se cruzó con Diana por la escalera.

La amazona no llegó ni a mirarla, estaba demasiado furiosa, pero una mujer morena de uno noventa de altura y con el porte de una semidiosa no pasaba desapercibida y menos para el ojo clínico de la periodista.

- Ya voy yo – Jimmy se levantó del sofá al oír que tocaban a la puerta ya que Clark se había ido directo a su habitación.

- ¿Dónde está Clark? – Le preguntó.

- ¡Pero qué os pasa a todas con Clark! ¿Acaso no sabéis que es gay?

Lois bufó y atravesó el salón, picando directamente a la puerta del dormitorio de Kent.

Abrió la puerta tan solo vistiendo un pantalón de chándal.

- ¿Qué quieres Lois?

La reportera iba a protestar por tan escueto saludo pero al ver el torso desnudo del kriptoniano se quedó sin palabras. Clark escuchó los latidos de la reportera dispararse y el rubor llegando a sus mejillas por el aumento de temperatura.

- No estoy de humor para sermones – Le dijo mientras se ponía una camiseta.

- No he venido a sermonearte.

- Debes ser la única – Salió de su habitación y se fue a la cocina donde abrió el frigorífico y tomó una cerveza.

- ¿Podemos hablar en privado? – Le dijo mirando a Olsen.

- ¿Os molesto? – Preguntó el irlandés condescendiente.

- ¡NO! ¡SÍ!– Contestaron al unísono.

- Jimmy, porque no vas a comparar unas pizzas o algo – Le dio cuarenta pavos – Puedes quedarte el cambio.

- A la orden – Dijo saliendo por la puerta sonriente contando los billetes.

- ¿Estás bien? – preguntó la periodista – Con la vuelta de Superm...

- Estoy bien – Contestó algo irritado - ¿Por qué no debería estarlo? Soy invulnerable.

- ¿Por qué estás enfadado?

- Yo no estoy enfadado – Negó lo innegable mientras la periodista se cruzaba de brazos ante él – Vale – Se sentó en el sofá – Es que ... esto es demasiado ... yo no tenía pensado que Superman volviera, es demasiado pronto. No estoy preparado Lois – Agarró un cojín y lo abrazó en su regazo. No tenía a nadie con quien hablarlo. Pensó en su madre. Estoy solo.

Lane se sentó a su lado en el sofá y lo obligó a girarse para encararlo.

- No estás solo Clark. Esto tarde o temprano tenía que pasar – Se separó un poco para mirarle – Estando aquí, en La Tierra, sólo era cuestión de tiempo que Superman apareciera, porque él y tú, sois la misma persona. Y tú eras y sigues siendo un buen hombre – Le sonrió triste sabiendo que quizás Clark ya no compartía esa percepción de sí mismo – Y lo que hiciste en la graduación de Blüdhaven y en el rescate del submarino, lo confirma. Fuiste incapaz de dejar que toda esa gente muriera, aunque ello supuso sacrificar una parte de ti que pretendías olvidar.

El kriptoniano permaneció en silencio, profundizando en las palabras de Lois. Pensó que era tan buena dando consejos como escribiendo noticias y le devolvió la sonrisa. Esa mujer le vendería hielo a un esquimal.

Era una gran reportera, y una gran amiga.

- Gracias Lois.

- De nada.



CONTINUARÁ ...



Notas de la autora:

Bueno, no querían acción? Pues aquí la tienen. Y les advierto que ya no va a parar en unos capítulos intenpestivos.

Espero que os haya gustado la vuelta de Superman, que plagiando las sabias palabras de Lois (¿¿Es plagio cuando las escribe uno mismo??!!) era del todo inevitable.

Clark sigue siendo Clark. En eso sabéis que me mantengo fiel, solo que ahora es un poco más irascible, emocional, habla más idiomas y tiene un traje cuya idea copié de los comics de los nuevos 52. Me encanta ese traje, de veras. Lo encuentro super práctico, como dice Aquaman.

¿Qué pasará en la reunión con la Justice League?

Espero que os haya gustado y muchas gracias por leer.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro