Capítulo 12: Ciclón

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CAPITULO 12

Ciclón


BRUCE

- ¡Cógelo tú! – Dijo el kriptoniano sensualmente con su voz varonil. Se echó un paso atrás para que Bruce pudiera deleitarse la vista con semejante cuerpo venido de las estrellas – Lo tengo justo aquí – Agachó la mirada hasta la parte baja de su abdomen, sonriendo de forma maliciosa.

Bruce entrecerró los ojos sin acabar de creérselo. ¿Estaba provocándolo? ¿A él? Sus labios también se torcieron en una fina curva juguetona. Se pasó la lengua humedeciéndose los labios, como si estuviera a punto de devorar su plato favorito.

Si el alienígena quería jugar, él no se quedaría corto. Se preguntaba hasta dónde estaría dispuesto a llegar el granjero de Kansas, en un lugar abarrotado como aquel, entre aquellos cuerpos desconocidos bailando al son de la última música house ensordecedora.

Bruce se apoyó contra la pared, aguantándole la mirada lasciva, y le hizo un gesto con la mano para que se acercara.

Superman podría ser invulnerable, pero él tendría el control de esa situación. Él decidiría hasta dónde.


Se acercó, lentamente. Casi parecía como si sus caderas se contonearan con la música como un enorme depredador. Aquella camisa blanca arremangada resaltaba el moreno de sus musculosos brazos. La tela resplandecía con las luces ultravioletas de la discoteca y el contraste era ... abrumador.

Clark se desabotonó la camisa, para dejar ver su impresionante pecho, firme y fuerte, sin apenas vello, mostró la mercancía.

Tan sólo dejó un par de botones en su sitio, en la zona del abdomen.

Se metió una de sus manos en el interior de la camisa medio abierta para rozar uno de sus pezones y gimió, quedándose a un par de pasos del murciélago.

Exponiéndose.

¿Dónde habría aprendido eso? Sonrió pensando en el gran imitador que era.

¿Cómo es que ahora aquel boy scout le seducía con aquella mirada oscura y lujuriosa? Con aquellos gestos obscenos que tan buen resultado le estaban dando ...

Quería tocar aquella piel de otro mundo, impenetrable como el acero. Era algo físico, químico. Más allá de toda la razón que le gritaba que saliera huyendo de aquel contacto.

Indestructible.

Aunque no fuera plenamente consciente de ello, fue Wayne el que acabó acortando la poca distancia que los separaba. Llevó sus sinuosos dedos al torso moreno entre los dos pectorales, y trazó aquella marcada línea, arañándole, deleitándose con el tacto abrasador de su piel, hasta que se topó con el primer botón.

Con extrema pericia lo desabotonó con una mano. Primero uno, luego el otro, hasta que pudo notar, sin más impedimentos, las abdominales perfectamente definidas de aquel espécimen que cerraba los ojos mientras ladeaba la cabeza hacia atrás, en señal de lujurioso placer.

Gozando con el tacto de sus fríos y expertos dedos.

Entreabrió los labios y exhaló con un leve temblor. Motivándolo. Excitándolo.

¡Maldito kriptoniano!

Se estaba poniendo duro y húmedo por momentos.

Todo era culpa suya. Ponía su mundo patas arriba con la mejor de las sonrisas, con esa dentadura perfecta que tenía, ese cuerpo nacido para el pecado y esos labios carnosos y sensuales ... Y lo peor de todo, es que le pareció que Clark era por primera vez consciente de ello.

¡Dios!

Debía hacer algo para remediar aquello que se le escapaba totalmente a su control, pero por más que lo ansiara, estar ante su mera presencia hacía que todas sus barreras emocionales y físicas se derrumbaran, como un castillo de naipes azotado por un ciclón.

Un ciclón llamado Clark Kent, que lo devastaba todo a su paso.

Así se sentía.

El murciélago no pudo resistirlo y empezó a atacar con su boca toda la extensión de aquel cuello, debiendo casi ponerse de puntillas para llegar hasta la marcada línea de la mandíbula del kriptoniano, resiguiendo con su lengua hasta la clavícula, humedeciéndola y lanzando pequeños mordiscos en toda su extensión que únicamente le provocarían cosquillas.

Le cogió con ambas manos por las caderas y lo atrajo hacia sí de forma ruda. Quería tener pegado ese cuerpo del demonio y sentirlo sobre el suyo propio.

Deshacer cualquier distancia que hubiera entre los dos.

Había perdido el control de la situación.

Se había sometido a las exigencias de su cuerpo, mucho menos racionales que las que le había impuesto a su mente.

Toda la traición, toda la culpa se esfumaron en un instante en el que fue débil.

Se odió por ello y cuando su rostro se ensombreció, Clark lo llevó hasta la pared, viendo las dudas, empotrándolo contra el muro de mármol violentamente.

Bruce se golpeó la cabeza contra la fría superficie pero en ese momento no fue consciente de ello, ni tampoco de las miradas curiosas que depositaban sus ojos en aquellos dos cuerpos que se besaban ansiosos.

Cuerpos que no pasarían desapercibidos aún no montando semejante arrebato pasional.

El kriptoniano había pasado a la acción, y con sus dedos tirándole del pelo, lo obligaba a mirar hacia arriba, mientras se lo comía con besos salvajes, en la danza tribal de la victoria en el que las dos lenguas tenían ya un único sabor.

Bruce se sintió deslumbrado por las luces del techo y por las atenciones del público no deseado, mientras Clark empezaba a envestirlo con la ropa puesta.

Cerraba los ojos, intentando que Clark le diera suficiente tregua como para poder tomar aire.

Hizo su mejor esfuerzo por deshacerse de esos labios demandantes que lo aprisionaban con lujuria.

- ¿Piensas hacérmelo aquí mismo? – Le preguntó sorprendido de que no fuera el otro quien se avergonzara primero.

- Te follaría en cualquier parte ... - Siguió besándole, mordiéndole levemente el labio inferior, fuera de sí, excitado como nunca lo había visto.

- ¿Quieres ser la portada de todos los diarios de mañana?

El kriptoniano se detuvo, aunque sin soltar su agarre. No iba a dejar que su presa se escapara pero pensó que lo de la prensa podía resultar "incómodo" y en un instante de lucidez, le cogió de la mano y se lo llevó hacía unas escaleras que subían, ante los cuchicheos de varios grupos de jóvenes que se habían deleitado con la escena prácticamente pornográfica que les habían brindado esos dos.

Bruce agachaba la mirada, se pasaba una mano por su rostro, intentando ocultarlo. Clark sin embargo, iba a pecho descubierto, orgulloso, altivo e imponente. Como siempre.

Incluso más.

Les mostraba a todos su trofeo, sin vergüenza.

Sin dificultad rompió la cerradura de una puerta en el piso superior que daba lugar a una sala donde los camareros almacenaban la bebida, desde allí se podía ver todo el local y escuchar la música perfectamente.

Clark lo llevó hasta un hueco donde la pared llegaba hasta la cintura. Seguramente, en otro momento, se habría utilizado como palco para clientes preferentes.

Allí lo encastó contra el muro, cogiéndole ambas manos con una sola de las suyas, y llevándoselas a la espalda, impidiendo que se moviera. Con la otra le bajó los pantalones y la ropa interior en una estocada certera, mientras Bruce se sentía totalmente dominado por aquella bestia alienígena que no tenía intenciones de parar.

Intentó revolverse, pero aquel yugo era inquebrantable.

Sabía que no podría hacerle parar, a no ser que fuera él mismo el que tomara esa decisión. Se decía eso una y otra vez sin mostrar ningún  indicio de desacuerdo en lo que estaba pasando entre ellos.

Clark le metió dos dedos en la boca, que él ensalivó con ganas. Mordió la punta de uno de ellos, clavándole los dientes con toda la fuerza de la que fue capaz, intentando desgarrar la yema.

Clark gimió, retirándolo de su boca.

Soltó el agarre de sus manos.

No le habría dolido, pero sin duda, notaba el contacto y las ganas de sexo duro demandadas por el murciélago y eso lo excitaba aún más.

Lo podía sentir en el aliento entrecortado sobre su espalda, en su pecho algo sudado contra la camisa negra que todavía Bruce llevaba abrochada, subiendo y bajando.

Jadeante, como si necesitara respirar.

No podía aguantar más.

Lo necesitaba dentro suyo.

Sintió como el otro se desabrochaba el cinturón y se bajaba los pantalones, como si fuera capaz de leerle la mente, apresuradamente, buscando su orificio de entrada. Le dio la vuelta para que quedara de espaldas al kriptoniano.

Se lo folló primero con los dedos ensalivados.

Sin contemplación.

Poco después notó toda la extensión del miembro erecto de Superman entre sus nalgas, totalmente empalmado, como una vara de acero incandescente que luchaba por colarse en su entrada la cual todavía no estaba del todo dilatada.

Aún así, no pudo contenerse y a la fuerza, le penetró.

Cuando el glande estuvo en su estrecho interior, los dos gimieron. No había necesidad de reprimirse, sus gritos placenteros quedaban ahogados por la música del local.

La espalda de Bruce se arqueó al sentir el dolor recorrer toda su extensión, expandiéndose como veneno por su espina dorsal.

El kriptoniano empezó a embestirle, despacio al principio, pero Bruce quería más. Lo quería todo, y lo quería ¡YA! Pese al dolor latente en su interior.

- Hazlo, ya – Rogó – Te quiero dentro del todo.

Kal-El intentó frenarlo, posando sus manos en las caderas, pero el murciélago aprovechó para llevar una de sus manos hacia atrás, hasta que consiguió agarrar el pelo azabache y clavó sus garras en el cuello cabelludo alienígena.

No tener que contener su fuerza lo hacía todo más fácil.

Excitante.

De ninguna de las maneras, conseguiría lastimar o herir aquel cuerpo que lo sometía a un apareamiento salvaje.

Era él, el siempre frío y calculador Batman el que se encontraba totalmente a su merced.

Pero también era una realidad que no podía negar. Batman añoraba la violencia, la necesitaba como un adicto necesita su droga, aún sabiendo que acabaría por destruirle.

Su vulnerabilidad era evidente. El kriptoniano podría hacer con él lo que quisiera. Partirlo en dos, con un golpe, con tan solo un movimiento fuera de control.

Su propia debilidad, era ahora un sentimiento que lo excitaba. Deleitándose en la inusual situación de no controlar absolutamente nada a su alrededor.

- ¡Dame más! – Dijo el murciélago con los ojos entrecerrados, resguardados en la oscuridad, mientas observaba aquellas figuras anónimas bailando en la pista, a tan solo unos metros debajo de ellos, ajenas a todo.

Curiosamente eso le provocaba. Estar allí, siendo penetrado salvajemente por Superman, mientras abajo aquellos cuerpos bailaban su propio baile lujurioso como si se tratara de un mercado de carne para disfrutar.

Viendo, sin ser vistos, amparados por su amada oscuridad.

Clark seguía al mismo ritmo, pausado. Dejó que el interior de Bruce se acostumbrara a semejante intromisión.

Wayne empezó a mover más las caderas, alzando su culo hacia arriba y separando las piernas para facilitar más la penetración.

- Estate quieto ... Bruce – Gruñó el kriptoniano a modo de advertencia, utilizando toda su voluntad para no sucumbir a estocadas más violentas – No quiero hacerte daño – Volvió a gruñir. Ésta vez sonó como una amenaza.

"Bien" – pensó Bruce  "Si yo no tengo el control de la situación, él tampoco lo tendrá"



CLARK

Su cuerpo era maravilloso. Su mente era inteligente, rápida, ágil.

Adoraba a Bruce tanto por dentro como por fuera.

No podía vivir ni un solo día más sin él.

No pensaba alejarse ni un instante más.

Su interior era cálido. Apretado. Húmedo.

Delicioso.

Aún habiéndole hecho daño, lo sabía por la leve flaccidez del miembro ajeno, se movía ansioso por más.

"Mi adorable masoquista"

Lo rodeó por la cintura atrayéndolo hacia sí, intentando que cesara en su vaivén. No quería lastimarlo.

No quería dañarlo, nunca más.

"Sólo tú puedes encontrar placer en el sufrimiento"

El murciélago se molestó.

- ¡Muévete de una puta vez! – Alzó la voz indignado, con el rubor instalado en sus mejillas, agarrándose a la baranda de aquel muro que les ofrecía el anonimato.

- No hagas eso ... - Kal-El sabía que no iba a poder aguantar mucho más y no lo hizo.

Con un golpe certero, su polla dura entró en su totalidad en el interior de Bruce abriéndose paso entre la carne.

Implacable.

Wayne agachó la mirada y escondió la cabeza entre sus brazos estirados que aguantaban su propio peso sujetándose al pequeño muro, apenas sin poder mantenerse en pie. Las piernas le temblaron y el kriptoniano tuvo que sujetarlo con fuerza para que no cayera.

Lanzó un alarido de dolor a la misma vez que sonreía.

Pero Clark no podía parar. Todo era demasiado intenso como para detenerse ... casi no podía racionalizar lo que estaba ocurriendo.

Simplemente estaba pasando.

Era una verdad absoluta el hecho que sus cuerpos se buscaran y se atrajeran como dos fuertes imanes.

La luz y la oscuridad.

Las envestidas de Clark eran cada vez más profundas y más fuertes y pronto el dolor se confundió con el placer en una perfecta fusión familiar.

Bruce empezó a disfrutar y se lo hizo saber con sus gemidos, con su pulso acelerado, con el aumento de temperatura. La polla humana se alzó dura como una barra de hierro y podía escuchar la sangre de sus venas bombeando en el interior.

¿Era sólo sexo para él?

El kriptoniano le agarró la polla con una de sus poderosas manos y empezó a masturbarlo. Ya estaba húmedo por el calor del momento y gotas de líquido seminal escapaban por la punta.

La erección se volvió más dura.

Las piernas del murciélago apenas mantenían el equilibrio.

Clark se puso a cien, contagiando su propia excitación con la de su amante y sus caderas se movieron violentamente, empalando aquel cuerpo marcado por tantas batallas, que ahora sucumbía ante él.

- Afloja ... un poco ... - Consiguió decirle Bruce, sobrepasado por el momento – El ritmo que estaba tomando era demasiado ... Ningún humano podría moverse así de rápido. Parecía que algo vibraba en su interior.

Quizás el dolor le estuviera pasando factura pero su pene seguía erguido y Clark pudo notar los espasmos que preceden al orgasmo.

Ahora no pensaba parar.

No podía.

Batman se corrió en su mano, escondiendo su mirada, cerrando los ojos y Superman no le dio tregua.

Era la imagen más erótica y sensual que el kriptoniano había visto. Miró el cuello perfecto de Bruce, largo y elegante, estirado, con sus venas marcándose a través de la piel.

¿Qué era para él?

¿Uno más entre tantos?

No quería creerlo.

Era suyo.

Sólo suyo y de nadie más.

Le mordió.

Ni siquiera supo por qué.

Ni siquiera pudo evitarlo.

Simplemente sucedió. Hundió sus dientes en el cuello del contrario, atravesando la piel, recorriendo su lengua por la herida.

Lamiéndolo.

Se excitó tanto por esa acción que se corrió en el interior de Bruce, lanzando chorros de semen mientras jadeaba sobre la herida de su amante, dejando caer todo el peso de su cuerpo sobre el del humano cuando fueron sus propias piernas de acero las que fallaron.



BRUCE

Cuando ambos se hubieron recobrado un poco, Clark sacó su polla del interior del murciélago mientras ríos de su esencia resbalaban por sus muslos.

Bruce se llevó una mano a la mordida de su cuello y vio sus dedos teñidos de sangre.

Le había mordido.

El muy animal, le había marcado, como si fuera de su propiedad.

Él no era de nadie, ni lo sería nunca.

Se volteó para encararlo.

- Limpia tu desastre – Le dijo con voz oscura.

La cara del kriptoniano era un poema dramático.

Apenas se había recuperado un poco, que había visto la herida sobre el cuello de Bruce. Una fea herida de color morado, con los surcos de sus dientes marcados y el color rojo de la sangre resbalando sobre ellos.

- Lo ... lo siento ... Bruce ... ni siquiera sé ... porqué lo he hecho.

¿Ahora le ponía cara de cordero degollado? ¿Se hacía la víctima después de habérselo follado en un sitio público?

- Límpialo – Clark se subió los pantalones e hizo ademán de buscar algo en el bolsillo de sus vaqueros – No, con la lengua.

El kriptoniano observó los ojos lascivos de su amante. Seguro de sí mismo.

Dominante.

Imposible de desobedecer.

Se acercó dudoso y sacó lentamente la lengua, lamiendo la herida tímidamente. Ensalivando la piel del cuello.

Sintió el sabor metálico de la sangre de Batman en sus papilas.

Sus labios temblaron y ahondó más en la piel desgarrada.

Le agradó.

Bruce gimió.

La cálida lengua alienígena sobre su piel era deliciosa.

Sonrió mordiéndose el labio, excitado.

¿Por qué aquello tan impúdico le resultaba tan jodidamente erótico?

Notó su excitación en su entrepierna y pudo ver su miembro erguirse de nuevo abultando la camisa que aún llevaba puesta.

Agarró el pelo de Clark con los dedos y lo guio hasta la zona baja de su vientre, por debajo de sus abdominales.

No había duda de cuál era su intención, así que el kriptoniano empezó a chupar el tronco de su pene, de abajo hasta arriba como un cachorro obediente.  Sus manos se aposentaban en su perfecto culo, sobándolo con rudeza.

Clark se metió uno de sus testículos en su boca y succionó.

Bendito sea , por no hacerle falta respirar – pensó Bruce sonriendo de nuevo - ¡Cómo estaba disfrutando aquello!

Pero Batman quería más. Lo necesitaba. Notaba los espasmos recorrer su cuerpo y la electricidad escaparse por la punta de sus dedos. Se cogió la polla con sus propias manos y se la metió a su amante en la boca.

Notó su glande adentrándose en la húmeda boca de Clark, mientras apretaba lo justo con los labios, apartando aquellos perfectos dientes blancos con pericia.

El kriptoniano era un amante excelente. Siempre lo había sido, pero ahora se sentía diferente.

Más salvaje.

Eso le encantaba.

Entre gimoteos y sonidos roncos se corrió en la boca de Superman sin avisarle, agarrándole por los cabellos, obligándolo a chupar su polla hasta la entrada de la garganta.

Clark bebió el líquido blanquecino, caliente. Incluso después, lamió con ahínco sus muslos con su propia esencia, que había vertido instantes antes en el interior del caballero oscuro.

No dejó ni una gota de semen expuesta, a excepción del sabor de su saliva combinado con el de la sangre, por toda la piel del murciélago.

Él podía sentirlo. Podía sentir el aroma de Clark fundido con el suyo recorriendo todo su cuerpo.

Embriagándolo.

La herida en su cuello no le dolía.

En el fondo, ni siquiera le molestaba que lo hubiera hecho, pero no se lo confesaría.

Suerte que llevaba una camisa negra y ayudada por la escasa luminosidad del local, nadie notaría la manchas de sangre en la solapa.

Bruce se subió la ropa interior y los pantalones. Abrochándose con parsimonia. Se peinó el pelo con los dedos y observó cómo Clark seguía arrodillado ante él.

Se sentó en cuclillas en frente y le tomó la cara con las manos de forma suave.

- Eres un animal – Le dijo para que se sintiera culpable llevándose los dedos al cuello herido – Y me encanta – Tampoco era cuestión de hacerlo sufrir demasiado.

El sexo había sido bueno.

Había sido espectacular y quería hacérselo saber, pero sin que llegara a creérselo demasiado.

Se alzó para acabar de colocarse bien la camisa. Sólo un par de botones rotos. Era todo un logro tratándose de sexo con el kriptoniano.

Clark se puso también en pie y cuando Bruce había acabado de arreglarse, empezó a abrocharle los botones de los vaqueros al kriptoniano y de la camisa, rozando adrede el cuerpo escultural del que acababa de disfrutar.

Su cuerpo le dolía ¿Entonces por qué clamaba por más?

- Esto no cambia las cosas, Clark – Le dijo poniéndole bien el cuello de la camisa – Ha sido solo un momento pasajero – Era tan jodidamente guapo, que hasta le dolía verle. Más de lo que recordaba.

- Habla por ti – Los ojos del kriptoniano se oscurecieron levemente- Yo soy libre de sentir lo que siento. Sabes que te quie...

- Vamos abajo – Se apresuró a decir, guardándose el móvil en el bolsillo trasero de su pantalón – Tengo que despedirme de Harvey – No pensaba dejar que acabara aquella frase, de ninguna de las maneras.


CLARK

Clark no podía creerse que Bruce estuviera cogiéndole de la mano mientras se abría paso entre el gentío de la discoteca. 

Era un hambriento que se contentaba solo con las migajas del camino.

Aún así, ese sencillo gesto significaba mucho para él. Todavía se sentía culpable por haberse dejado llevar antes cuando le mordió. Su rostro se torció al recordarlo, avergonzado y se torció aún más cuando vio a Oliver Queen hablando con Dent.

¿Qué demonios hacía Arrow allí?

- ¿Qué estás haciendo aquí? – Le preguntó Bruce al oído algo contrariado, a la vez que soltaba la mano de Superman como si fuera un niño al que acaban de pillar haciendo una fechoría.

- Harvey me llamó y no quise perderme la oportunidad de disfrutar con dos viejos amigos.

Queen estaba más que feliz de ver a Bruce allí. Clark podía ver cómo le rodeaba tímidamente la cintura con la mano ¿Por qué el murciélago no lo apartaba?

La sangre le hirvió y su mandíbula se tensó.

El kriptoniano, que se había quedado algo rezagado, salió de entre la gente como una pantera sale de entre la espesura selvática.

El rostro de Óliver palideció al instante. Se puso en situación de alerta.

Lo último que vio de él, fue como Batman le gritaba que ya no era parte de la Liga de la Justicia. Fue un momento muy tenso y no sabía de qué manera se lo habían tomado los demás, pero sabía que Arrow y Bruce eran amigos, "muy buenos amigos" desde la infancia, así que podía saber hacia qué héroe se decantaría la balanza.

El arquero sacó su anillo de kriptonita de la caja de plomo de su chaqueta y se lo puso en el dedo.

¿Es que los regalan? – Bufó Clark.

- Bruce ... está aquí ... - Dijo tironeando del brazo de su amigo, mientras que Harvey lo interpretaba todo como una patética escenas de celos – Superman – Podía reconocerlo por muchas gafas de pasta que llevara.

- No te preocupes. Ha venido conmigo – Dijo Bruce calmado.

Arrow no podía entender la situación. Él se volvía loco. Lo abandonaba. Se peleaban delante de toda La Liga hacía apenas un día y ahora ¿Se iban juntos de fiesta?

- ¿Tanto te cuesta de aceptar, Queen? – Interrogó desafiante Clark.


BRUCE

La respuesta de Óliver fue apretar más por el brazo a Bruce para atraerlo hacia sí, pero Kal-El anuló la distancia que los separaba y se puso a escasos centímetros de su rostro, mirándole hacia abajo, alardeando de su superior estatura.

- Aparta ese brazo si no quieres perderlo – Amenazó el kriptoniano con un leve tinte rojizo en sus ojos.

Bruce observó la patética escena.

No podía creerse que aquellos dos tuvieran más de doce años.

- Harvey, me voy a casa – Le dijo a su amigo. Debía salir a patrullar esa noche, si es que podía caminar, cuando su cuerpo se enfriara - ¿Te llevo?

- ¡Claro! ¿Pero y esos dos? – Dent estaba disfrutando.

- Ya son mayorcitos – Les lanzó una mirada que hizo que los dos se callaran al instante - Aunque no lo parezcan.

Cuando el chofer le abría la puerta del auto, Clark apareció con gesto de preocupación.

- Te veo mañana, Bruce.

- Mañana no puedo.

- No era una pregunta – Sonrió.

Wayne cerró la puerta – Arranque – Le indicó al chófer.

¡Maldito ciclón!

Lo peor era precisamente eso, que no tenía que preguntar o pedir permiso para hacer las cosas. Si decidía hacer algo, simplemente, lo haría, porque nadie era capaz de detenerle.

¿Por qué la kriptonita no funcionaba?

¿Por qué había cedido a sus instintos más básicos?

¿Por qué no era capaz de resistirse a él?

- ¿Vas en serio con el grandullón? – Preguntó divertido Harvey sacándolo de su ensimismamiento. Bruce enarcó una ceja sin querer responder. Pese a ser amigos desde la infancia, Wayne rara vez confesaba algo de su vida privada – Me gusta – Sonrió el fiscal- A propósito ¿Quién es el que recibe? ¿Él o tú? Porque a juzgar por su envergadura seguro que te pone contra las cuerdas.

- ¡Pare el coche! – Le ordenó en voz alta al conductor.

Antes de que éste se detuviera del todo, salió del auto y abrió la puerta del lado donde estaba sentado Harvey.

- Fuera.

- ¿Qué? – Se extrañó Harvey – No te lo tomes así, ha sido una broma Wayne.

- ¡FUERA!

- Al menos podrías haberme acercado a una parada de taxis – Le gritó al coche viendo cómo se alejaban – Joder – Chisteó molesto – ¡Que poco sentido del humor!



CONTINUARÁ ...


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