Capítulo 13: Novato

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Notas de la autora:

La primera parte de este capítulo ya se publicó en el spin-of de "Nido de Avispas", otra de mis historias. La segunda parte, la que está narrada desde la perspectiva de Bruce es inédita, así que no se salten este capítulo aunque hayan leído el otro fic.



CAPITULO 13

Novato

Esa misma noche en Blüdhaven

DICK

Estaba cansado de llevar dos semanas haciendo lo mismo. Un día tras otro.

Parecía que a su teniente le gustaba la cara que ponía cuando le mandaba a hacer fotocopias o a traerle el café, a lo que Dick contestaba asintiendo con una sonrisa forzada.

¿Qué podía esperar? Tan solo era el último en llegar a la comisaría del distrito trece de Blüdhaven.

Tan solo era otro novato más.

Por supuesto que se moría de ganas por patrullar las calles, pero se empeñaban en encerrarlo entre aquellas cuatro paredes de ladrillos atestadas de delincuentes, putas y gente que venía a interponer denuncia por los crímenes más espantosos que se te pudieran ocurrir.

Bruce apenas le dejó patrullar con él.  "Demasiado peligroso" Le decía siempre, pero entonces ¿Por qué se esforzó tanto por entrenarle?

Además, los pandilleros estaban revolucionados y él sabía que podría haber ayudado. Estaban más activos que de costumbre y eso se notaba en las calles. Más violencia, más policías heridos, más detenidos que acababan en el hospital.

Todo ese sentimiento de impotencia acompañado por el olor a raído y a moho de la vieja comisaría, que se te metía en las fosas nasales y no te abandonaba, por mucho que Dick se duchara tres veces cuando llegaba a casa.

Dejó su moto, como siempre, encima de una acera ancha a más de dos manzanas del trabajo, ya que si alguno de los clientes/delincuentes habituales asociaba su vehículo con el hecho de que era poli, ya la podía dar por perdida y el dinero no le sobraba precisamente.

"Su dinero" Ya que Bruce le había estado ingresando en su cuenta cifras astronómicas, pero siempre pensó que en cierta manera no le pertenecía y jamás lo gastó.

Entró en el viejo edificio por la gran escalinata de piedra, con su casco en la mano.

Un par de vagabundos se lo quedaron mirando.

- ¿Tienes tabaco? – Le preguntó uno de ellos tosiendo.

Dick negó con la cabeza.

Todos los días tenían esa misma conversación.

Se apresuró a llegar al vestuario y abrir su taquilla. Todavía le costaba ponerse el traje de agente de la ley. Era como si no se reconociera en el espejo, pero allí estaba él, con aquellos botones de mentira y aquella camisa negra elástica que marcaba su esbelta y fibrosa musculatura.

- ¡Grayson, Mendoza! – Gritó el sargento en la sala de brífing – Tenéis que llevar un detenido al hospital.

¡Dick no podía creérselo! Al fin iba a pisar la calle, aunque fuera para llevar a curar a un maleante que lo había pedido en sus derechos.

- Cuidado con ese Hijo de Puta ...– Continuó el sargento – ... Es un cabrón de mucho cuidado.

Mendoza, el agente veterano al mando de la patrulla asintió y le hizo un gesto a Dick para que lo acompañara escaleras abajo, no sin antes zamparse un par de rosquillas con extra de colesterol.

¡Así estaba! Tenía tanta panza que Richard dudaba que se la viera desde hacía años. 

Debía mear por intuición, pensó antes de intentar zafarse de esa penosa imagen mental.

Cuando llegaron a la zona de custodia que en estaba ubicada en el sótano, el olor a sudor y a suciedad se hizo prácticamente tangible.

Dick permaneció callado.

Es lo primero que le dijeron al entrar en la estación de policía: "Calla y aprende y donde fueres, haz lo que vieres"

- Sácame a ... Todd – Le dijo Mendoza al agente encargado de la custodia.

- ¡Menos mal que os lo lleváis! La última vez que estuvo detenido la lió bien gorda en una de las celdas y tuvieron que sacarlo los SWAT.

- ¿Qué cojones le pasa?

- Se ha estado quejando del brazo desde que entró.

- Que se joda ... - Contestó Mendoza.

- ¡TODD! – Gritó el oficial hacia el pasillo de las celdas – Te vas al médico.

Dick agarró los documentos de encima de la mesa que debían firmar para llevarse al detenido. Lo habían arrestado por robarle las llantas del coche oficial al capitán de la comisaría. No pudo evitar reírse por lo bajo. Ese hombre era un capullo integral y se merecía todo lo que le pasara.

Leyó la ficha policial.

El tal Todd tenía bastantes antecedentes de menor, pero tan solo un par de mayor. Casi todos por hurto y por robos de poca importancia. Había pasado su infancia yendo de un correccional de menores a otro, pero hacía bastante que se portaba bien o al menos había aprendido a que no lo pillara la poli tan a menudo.

Sería joven ... Sí, diecinueve años. Uno ochenta y cinco de estatura, ochenta y dos kilos de peso, complexión fuerte y en letras grandes se leía: PROCLIVE A LA FUGA - ALTAMENTE PELIGROSO

El oficial sacó a Todd esposado a la espalda.

- Agente, podría haberme puesto las esposas delante. Tengo el brazo roto – Se quejaba el detenido, aunque con evidente tono de burla.

- Y tú podrías chupármela aquí mismo – Le contestó Mendoza.

- ¿Eso te gustaría? ¡Puto gordo!

La respuesta de Mendoza no se hizo esperar y golpeó al chico en la barriga con todas sus fuerzas.

Dick no pudo evitar sentir cómo el tal Todd encajaba aquel golpe con más entereza que un boxeador profesional a pesar de no haber podido esquivarlo por estar maniatado.

El detenido le lanzó una mirada desafiante al agente que hubiera derretido los casquetes polares.

- Esta te la pienso devolver ¡ Cabrón! – Le insultó de nuevo revolviéndose.

Mendoza volvió a golpearle, esta vez en la cara.

Todd escupió algo de sangre por el labio partido, ansiando un tercer golpe.

Parecía que lo estaba disfrutando porque la sonrisa lasciva no se borraba de su cara.

- ¿Te crees muy hombre golpeando a alguien que no puede defenderse? – Su comportamiento era temerario.

- Basta – Dijo Dick calmado mientras le sujetaba el brazo a su compañero – Hay cámaras de seguridad y el chico está esposado.

- ¿Chico? Este hijo de puta es tan solo una rata callejera más, que no tiene dónde caerse muerto – Miró a Todd – Naciste rata callejera y morirás siendo rata callejera.

Richard firmó la salida del detenido y tomó a Todd por las muñecas esposadas. Prefirió llevarlo él a que lo hiciera Mendoza, el cual era un policía como los de antes. Golpear antes de preguntar.

Lo llevó hasta el coche patrulla y lo introdujo en los asientos de atrás, separados de los de delante por una dura mampara de plástico.

Llegaron al hospital central de Blüdhaven en quince minutos. No es que estuviera muy lejos, pero el tráfico en esa ciudad era infernal aunque fueran las doce de la noche.

Ni el detenido ni Mendoza dijeron nada durante el trayecto.

Ya casi añoraba traerle el café al capitán ¡Qué noche más larga!, suspiró el novato.

La estadía en el box de urgencias se hizo eterna.

Era sábado y los heridos de las peleas de bar y los borrachos se agolpaban en la sala de espera y en los pasillos. Se notaba que el poco personal sanitario que quedaba sin desbordar, era el que tenía escasas ganas de trabajar.

Mendoza no hacía más que quejarse al personal de admisión que ya no había respeto por la policía, que no tenían toda la noche para esperar a ser atendidos.

El fuerte aliento a alcohol le restaba credibilidad. El bulto en su bolsillo derecho delataba la petaca llena de whisky que siempre le acompañaba.

Todd estaba sentado en una silla de plástico. Era un cubículo apartado del resto de pacientes donde siempre colocaban a los que la policía traía arrestados. Nadie quería juntar a los parias con el resto de la sociedad respetable.

Se había espatarrado con las piernas abiertas y lo miraba desafiante.

Vestía una camiseta negra apretada de manga larga, un pantalón negro ancho tipo militar algo roto y desgastado y unas botas sin cordones. Se los quitaban a todos los detenidos al entrar en la zona de custodia, para que no se ahorcaran con ellos.

Extrañamente, Todd no dejó de mirarle fijamente a los ojos. Tratando de intimidarlo.

¿Por qué hacía eso?

Dick no pudo evitar sentirse algo agobiado. Quizás solo fueran los nervios del principiante, pero es que aquella mirada tenía algo que le resultaba extrañamente familiar. Puede que se sintiera identificado. Puede que si Bruce no lo hubiera acogido fuera él que estaría sentado y esposado en esa silla.

La rabia del que ha mirado el abismo llenaba aquellos irises que lo escudriñaban con la fiereza de un animal salvaje enjaulado. Uno que atacaría a sus captores si éstos se lo permiten.

Se fijó que Todd tenía un ojo verde y otro azul.

Esa discromatopsia lo hacía único, al igual que un mechón de pelo más claro que caía sobre su frente.

- ¿Te gusta lo que ves, novato? – Le preguntó frunciendo el ceño, con una voz sensual. Buscando la provocación.

Ansiándola.

No sabía qué le había molestado más, que se le notara su interés en el joven delincuente, o que se hubiera dado cuenta de que era un novato ¿Tanto se le notaba que acaba de empezar o es que se había fijado en el número de placa que lucía sobre su pecho?

Dick dio gracias a que en ese instante, una doctora joven de pelo moreno alborotado y con gafas de pasta entró en el box donde se encontraban rompiendo la tensión entre los dos hombres.

- Buenas noches doctora ... Lyra ... – Saludó el delincuente fijándose en la identificación que colgaba de su bata.

¿De dónde había sacado esa voz suave y melosa? se preguntaba Dick.

Ahora parecía un cachorrito lastimero y actuaba como tal.

La médico no sucumbió a sus encantos. Ni siquiera le miró.

- Dígame qué le pasa – Se notaba que la mujer estaba cansada y que su interminable jornada laboral llegaba a su esperado final.

- Me duele el brazo.

La doctora hizo un mohín al ver que no podría examinar al paciente si continuaba esposado a la espalda, pero efectivamente veía que tenía un hematoma de mal aspecto que podía suponer una fractura.

- ¿Le pueden quitar las esposas? – Pidió a los agentes.

Dick ya estaba sacando la llave cuando su compañero lo detuvo en seco – ¡De ninguna de las maneras! – Se alteró Mendoza.

- ¿Y cómo se supone que tengo que examinarlo? – La doctora se quejó y vio las dudas en los ojos del oficial mientras Todd tenía una mirada inocente de niño que jamás ha roto un plato.

- Como intentes alguna tontería Todd ... – Le advirtió Mendoza acercándose – ... Te juro que van a tener razones para ingresarte en la UCI – Sacó las llaves a la vez que el detenido levantaba sus brazos separándolos de su espalada, para facilitarle el acceso a la cerradura de los grilletes.

A continuación todo sucedió demasiado rápido.

En cuanto quedó liberado de las dos manos le propinó tal codazo a Mendoza en toda la sien, que éste cayó fulminado al suelo inconsciente.

Un solo golpe certero.

Entrenado – Pensó Dick.

- ¡Te dije que te la devolvería, gordo cabrón! – Le dijo, volviéndole a golpear, escupiéndole en la cara.

Dick se abalanzó sobre él con habilidad gatuna pero Todd le propinó una patada a la silla que salió despedida en su dirección y contra la que se golpeó las piernas. Cayó al suelo.

Error de novato.

Bruce lo pondría a hacer flexiones durante tres días si le hubiera visto hacer una cosa semejante.

Antes de levantarse, Todd ya le había esposado la muñeca a Dick con la de la doctora, que ni siquiera se mostraba asustada. Tan solo un poco sorprendida por tan mañosa destreza.

Seguro que había visto más escenas como esa a lo largo de su corta carrera profesional, aunque no tan corta como la de Dick si no conseguía alcanzar al maldito niñato que acababa de fugarse en sus narices.

- No es nada personal, doctora – Sonrió Todd al irse corriendo por el pasillo, lazándole un beso.

Dick no tardó ni cinco segundos en quitarse las esposas y salió corriendo tras él, saltando una camilla que había dejado en la puerta del box con una facilidad pasmosa.

No tropezaría dos veces en la misma piedra.

El muy cerdo corría como alma que lleva el diablo, eso se lo tenía que conceder.

Se había metido en las escaleras. Dick empujó la puerta pero la había atrancado con algo. Retrocedió tres pasos y le lanzó una patada que la sacó de las guías. Subió piso tras piso.

La adrenalina hacía su trabajo y todos sus músculos trabajaban al cien por cien.

No iba a dejar que se escapara.

No quería tener que dar explicaciones a su capitán y menos estando en período de prácticas, pero sobre todo, era su orgullo el que le forzaba a correr cada vez más rápido.

Salió a la azotea donde un par de enfermeras que fumaban a escondidas le indicaron con la mano la dirección correcta "Por allí"

Todd había bajado por la escalera de incendios y al asomarse hasta la calle, le hizo una señal con la mano levantando el dedo corazón. Había descuadrado la escalera para que no pudiera volver a subirse. Estaba atrapado en aquel tejado, o seguramente eso pensó el delincuente.

Dick observó el entorno. Divisó el mástil de una bandera que en otra hora seguro había albergado algo más que los retazos de una tela hecha jirones. Ni siquiera se lo pensó. Sabía que sería capaz.

Se lanzó al vacío ante el grito de una de las enfermeras y se colgó del mástil situado cinco metros más abajo. Dio un par de vueltas alrededor de él y cogió impulso para saltar hasta una plataforma y desde allí dio otro salto hasta la calle. Cayó como sólo saben caer los gatos,  siempre de pie, como si fuera fácil lo que acababa de hacer.

Todd se quedó sin habla por primera vez en la vida, pero ¿De dónde sacaban a esos novatos? ¿Del circo? Después de un segundo de vacilar, se dio la vuelta y siguió corriendo.

Se persiguieron por varios callejones en los que la gente tan solo se paraba observarlos como si se tratara de una película de acción. ¡Joder! ¿Es que nadie iba a ayudarle? - Pensaba Dick

Esa maldita ciudad era igual que Gotham.

O espabilabas, o morías en sus calles.

Casi deseó que Batman apareciera con su Batmobil y lo noqueara con su estilo inigualable. No como él, que había sido un chapuzero.

Pensándolo bien ... Mejor no toparse con Batman en esa situación vergonzosa. 

Él, que le había pedido al murciélago mil veces que lo dejara acompañarlo en sus patrullajes. ¿Qué clase de compañero habría sido si ni siquiera podía atrapar a un delincuente común?

Quizás estuviera en lo cierto cuando le dijo que no estaba preparado.

Además hacía meses que no se hablaban y solo lo había visto fugazmente en su ceremonia de graduación ¿Acudió porque sabía que habría una bomba o se la encontró inesperadamente? Pero ¿Qué hacía Superman allí? ¿Volvían a estar juntos?

No sabía si alegrarse o preocuparse por eso.

Por fin Todd aminoraba la carrera. Dick no estaba cansado en absoluto, pero era debido a su estricto entrenamiento.

Se mantenía en plena forma. Se alegró ver que al menos tantos años bajo el yugo de Batman servían para algo.

Lo acorraló en un callejón solitario y oscuro tapiado por un muro de ladrillos grafiteados.

Sin salida.

Todd jadeaba, parecía como si le costara  respirar. Le lanzó una patada certera que Dick esquivó, después un puñetazo tras otro.

Grayson tuvo que esforzarse. Era rápido y sabía cómo golpear y dónde hacerlo. Tras un par de minutos de intensa lucha, se desplomó al suelo sin que él llegara a tocarlo.

Pero ¿Qué le había pasado?

¿Otra treta?

No pensaba volver a subestimarlo.

Se mantuvo a distancia para observarlo. Estaba temblando y su tez demasiado pálida para alguien que lleva más de diez minutos corriendo.

Se agachó ante él y le tocó la frente. Estaba helado.

Le puso la mano en el pecho y sintió las fuertes palpitaciones.

- ¡TODD! – Le llamó - ¡TODD! – Pero el chico no respondía.

Empezó a ponerse nervioso. Eso no lo estaba fingiendo y Dick no era la primera vez que veía esos síntomas. Los recordaba de una niña rusa del circo en sus tiempos de infancia.

Le levantó las mangas de la camiseta para ver las marcas de pinchazos.

O era un yonqui que se pinchaba vete tú a saber qué droga o era diabético y estaba entrando en shock hipoglucémico.

Había un cincuenta por ciento de posibilidades para cada opción, pero decidió darle algo de confianza a aquel maleante que estaba a punto de costarle su corta carrera como agente de la ley.

Cogió el extensible de su emisora de radio y llamó a su central para reclamar una ambulancia, pero no obtuvo respuesta.

Miró el aparato: sin cobertura  "¡Mierda! ¡Joder!"

Qué puto día para olvidarse el móvil en casa.

- Todd – Le dijo cogiéndole de la mano mientras el chico lo miraba casi sin verlo – Voy a buscar ayuda ¿Me oyes? Voy a buscar ayuda – Le acarició suavemente la frente perlada por el sudor.

Estaba semiinconsciente y tembloroso, con la mirada perdida.  Lo dejó tumbado contra la pared, entre dos contenedores de basura y salió corriendo de nuevo. Por suerte, o estaba lejos del hospital.

Entró en urgencias como una exhalación y apartó a la gente que hacía cola en el mostrador de admisiones.

- Necesito ayuda, por favor ... hay un chico en la calle que ...

- Rellene este formulario – Le dijo con total desidia el administrativo.

- ¿Qué? ¡NO! - Negó con la cabeza desesperado -No tengo tiempo para eso, le digo que ...

- Si tiene una urgencia llame a una ambulancia. ¡SIGUIENTE! – Gritó el hombre.

Dick no podía creerlo. Se llevó las manos a la cabeza mientras escuchaba los comentarios de la gente.

- ¡Vaya oficial! ¡Qué haga cola como todo el mundo!

- Se creen que por llevar una placa están por encima de todo.

Richard intentó focalizarse. Buscó a una enfermera. Le explicó rápidamente lo sucedido.

- No podemos salir del hospital, lo tenemos prohibido.

Se dirigió a unos sanitarios que tenían estacionada la ambulancia a la salida de urgencias y volvió a relatarles lo sucedido.

- Estamos esperando por un traslado de órganos – Le dijo el conductor mientras seguía mirando el diario apoyado en su volante – Pregunta dentro en admisiones.

Dick se hartó de todos.

Estaba claro que nadie le ayudaría.

Se metió dentro de la ambulancia ante las sonoras quejas de los sanitarios y empezó a abrir los cajones reseñando con los dedos los nombres de los medicamentos que se almacenaban en su interior.

- U-300 Inyectable – La agarró y salió despedido de allí escuchando los insultos del conductor, haciendo caso omiso a las alusiones nada bonitas de su familia.

Llegó al callejón respirando entrecortadamente. Había sido una carrera digna de una competición olímpica. Se tiró al suelo delante de Todd y le inyectó la insulina en el brazo.

- Venga ... venga ... vamos chaval ... no te me mueras aquí ... - Movía sus manos nervioso mientras esperaba alguna clase de reacción por parte del otro.

Al cabo de un par de minutos que se le hicieron eternos, Todd empezó a reaccionar, mirándole de nuevo a los ojos.

Eran unos hermosos ojos.

El chico vio la jeringuilla tendida en el suelo y reconoció la familiar medicina – Tú ... ¿Cómo lo supiste? – Le costaba respirar.

- No hables – Apuntó Dick que seguía cogiéndole de la mano tomándole el pulso – Traeré a alguien del hospital.

Todd asintió con la cabeza y se dejó caer de nuevo sobre la mugrienta acera del callejón – Gracias novato – Le dijo siendo consciente de que le había salvado la vida.

El joven policía asintió y se fue a buscar ayuda.

Cuando volvió al callejón con la misma doctora que les había atendido, se le quedó cara de bobo y sonrió.

- ¿De veras esperabas que siguiera ahí? – Preguntó la mujer.

- No - En el fondo, deseaba que no estuviera ahí, para no tener que arrestarlo de nuevo.

¿Eso tenía sentido?



BRUCE

- Señor Wayne ¿Lo pasó bien anoche? – Dijo su mayordomo mientras abría las cortinas y dejaba que la luz tenue del atardecer entrara por el enorme ventanal de la habitación.

Aunque Batman salió a patrullar esa misma noche, Bruce sabía que se refería a la mordida sobre su hombro, claramente visible. Se tapó con las sábanas de seda, como si eso pudiera cubrir la debilidad a la que sucumbió la noche anterior.

La imagen de Clark sobre él, chupándole la sangre que resbalaba de su cuello, mientras la música golpeaba sus oídos se cruzó en su mente como una daga directa a su orgullo de murciélago.

- No me refiero a eso, señor Wayne.

Bruce se incorporó sobre las almohadas y bebió el jugo de naranjas recién exprimidas que le había traído Alfred. Odiaba cuando se ponía tan ... misterioso.

El mayordomo le lanzó a los pies de la cama el diario Gotham Gazzete.

El titular era: BRUCE WAYNE Y SU NUEVO LIGUE

La foto hablaba por sí sola. Él aplastado por una enorme mole de dos metros, contra una de las paredes de la discoteca de moda de Gotham mientras le besaban el cuello.

Lo peor era la cara de placer que estaba poniendo.

Había salido en muchas otras revistas, innumerables veces y en actitudes más comprometidas, pero siempre fueron falsas, siempre fueron controladas por él para alimentar a la prensa, pero eso ... eso era verdad.

Era un atentado a su intimidad.

Una intimidad de la que recelaba como el maestro de la teatralidad y el engaño que era.

Se llevó las manos a la sien, sobándosela. "Sabía que esto iba a pasar" Se cabreó consigo mismo cada vez más.

Al menos, a Clark no se le veía la cara. La foto era de mala calidad, hecha con un móvil y sin flash, pero aún así, no estaba seguro que la gente que conocía al kriptoniano no lo identificara.

Pensó en los miembros de la Liga de la Justicia y se exasperó.

- Alfred, tráeme a alguien que se parezca a Clark.

- Y ¿De dónde lo saco, señor?

- ¡Yo que sé! - Dijo frustrado levantándose y yendo hacia el lavabo – De la mejor agencia de modelos ¡Lo necesito ya! – Dijo mirándose al espejo ¡Joder!  pensó al verse la marca de los dientes sobre su hombro. Realmente tenía mal aspecto – Tráeme un antiséptico y gasas.

- Las tiene sobre el mueble del lavabo ¿Necesita ayuda con el mordisco?

- No – Bruce estaba verdaderamente furioso. Se limpiaba la herida sin contemplaciones, como si eso fuera a borrar las marcas sobre su piel.

- Otra cosa, señor Wayne – Parecía algo contrariado – Ha llegado un paquete para usted.

- ¿Y bien? – Preguntó esperando que se lo entregara - ¿Dónde está?

- Eso me gustaría saber a mí también – Bruce lo miraba como si no entendiera – Me temo que se ha "escapado".

Wayne enarcó una ceja. Su mayordomo no solía ser tan enigmático y eso empezaba a sacarlo de sus casillas.

- Dejé la caja en la entrada y poco después estaba abierta y no había nada en el interior.

- ¿La pasaste por el escáner?

- No dio tiempo – El mayordomo observó la cara de preocupación de Bruce y antes de que éste tomara la decisión de desalojar la mansión ante la más catastrófica de las realidades imaginables por su paranoica mente, se apresuró a decir – Había un sobre con una nota. En el sobre se leía "Para Bruce, de CK"

- ¿Qué pone en la nota?

- ¡Por quién me ha tomado señor!

- Alfred ... - Suspiró llevándose los dedos al puente de su nariz. No estaba de humor.

- Ponía, y cito textualmente : "Le gustan los lugares oscuros y húmedos. En tu cueva se sentirá como en su planeta natal. No te preocupes por la comida y recuerda, no le hagas enfadar"

Bruce puso cara de pocos amigos. No podía creérselo.

Estaba indignado, contrariado y rabioso.

¡Sólo le faltaba tener que cuidar de la maldita mascota de Superman!

- ¡BAT! – Empezó a gritar furioso. Se puso una bata y salió de la habitación - ¡BAT!

- ¿Qué se supone que estamos buscando? – Preguntó el mayordomo manteniendo la compostura en todo momento.

- Un morwing.

- ¿Y qué es un morwing?

- ¡BAT! – Alzó aún más la voz – ¡SAL DE UNA VEZ MALDITA BOLA PELUDA O TE ARRANCARÉ LOS ...

Bat apareció temeroso en lo alto de la gran escalinata doble. Bajó rodando los peldaños hasta quedar a escasos metros de los dos hombres.

- Entiendo que el nombre no se lo ha puesto usted – Dijo el mayordomo que caminaba detrás de él – Que sepa que no pienso limpiar excrementos de ... lo que quiera que sea eso y otra cosa más, señor – Carraspeó un poco – Si se presenta el señor Kent, qué debo hacer ¿Dispararle, o abrirle cordialmente la puerta?


- Esta me la pagas, Clark – Dijo Bruce apretando el diario entre sus manos.


CONTINUARÁ ...



Notas finales de la autora:

Espero que les haya gustado y espero sus reviews.

No pongo foto de Bat porque me gusta que cada cual se lo imagine a su manera.

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