Capítulo 16: Antiguas y nuevas heridas

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CAPÍTULO 16

Antiguas y nuevas heridas

· Estos hechos transcurren inmediatamente después del capítulo de "Nido de Avispas" del fic que lleva ese mismo nombre y que podéis encontrar en mi cuenta.

SUPERMAN

Clark admiraba las vistas nocturnas desde el gran balcón de la habitación de Bruce. La Luna creciente se mostraba solitaria en lo alto del cielo nocturno de Gotham, extrañamente despejado.

La brisa hacia que las cortinas ondearan con el viento, al igual que las copas de los árboles susurraban en la oscuridad.

Podía decirse que se respiraba una inusual paz en el ambiente.

Había echado de menos aquel lugar en el que vivió tiempo atrás. Un tiempo que quedó muy lejos en la memoria. Se apoyó en la barandilla y esperó pacientemente a que Batman llegara. Ya estaba por amanecer y los tonos rojizos empezaban a despuntar, así que no tardaría demasiado.

Él siempre volvía antes de la salida del Sol.

Escuchó sus latidos a kilómetros de distancia y respiró tranquilo al fin. No podía evitar preocuparse por él, por más que se autoconvenciera de que debía darle su espacio, de que sabía cuidarse solo.

Sin embargo, sus palpitaciones eran irregulares y más aceleradas que de costumbre.

Algo le había pasado.

El kriptoniano ya estaba en la cueva cuando Batman detuvo su coche sin demasiados miramientos. Lo había revestido de plomo así que no podía ver qué había en su interior.

Bruce nunca cambiaría.

Una de las puertas se abrió y salió del interior, vestido con unos vaqueros y una sudadera negra con capucha.

Clark estaba atónito. Nunca había visto que Bruce expusiera su doble identidad de esa manera, saliendo como el multimillonario al que todos conocían del coche de Batman. El cual, precisamente, no pasaba desapercibido.

- ¿Qué ha pasado? - Preguntó ansioso dirigiéndose hasta su posición. Clark podía oler la sangre que se derramaba sobre la piel del humano.

- ¡Nada! - Caminó, no sin dificultad, y atravesó la pasarela por delante del kriptoniano, obviándolo.

Kal-El desapareció en un parpadeo, para volver a aparecer justo delante, barrándole el paso al héroe de Gotham.

- ¡Sal de mi camino! - Estaba enfadado - Hoy no estoy de humor - Miró a Alfred - Tráeme medio litro.

Bruce se dejó caer sobre la silla, delante de la computadora. No dejaba de tocarse la axila derecha, presionando con fuerza con su mano izquierda. La ropa se quedó pegada a la carne por la sangre que brotaba de la herida. Retiró la prenda torpemente y la tiró al suelo empapada.

Clark cerró los ojos y apretó los puños con fuerza al ver el líquido carmesí teñir aquel cuerpo. Una nueva cicatriz.

Alguna vez, sería una última cicatriz la que acabaría con él.

Empezó a teclear una serie de códigos en la pantalla "RED HOOD" y movió sus dedos ensangrentados con nerviosismo buscando datos, una nueva pista que arrojara luz sobre su paradero.

Mientras, Alfred se acercó y en silencio alzó el brazo de su protegido para ver la profunda incisión. Él se dejó hacer. Dejó la bolsa de O negativo sobre los controles y empezó a prepararla.

- ¿Llevaba puesto el traje cuando sucedió? - Preguntó el mayordomo.

Bruce asintió pero siguió concentrado en lo que le mostraba el ordenador, cotejando bases de datos policiales y de agencias de inteligencia.

- Puede que necesite algo más que unos puntos de sutura y una trasfusión - Clark habló lento, intentando contener todos sus sentimientos.

- Este hijo de puta sabía exactamente donde pinchar - Hablaba para sí. El rostro de Batman era sombrío y amenazador. Miraba la pantalla donde se mostraba la única foto que existía de Red Hood con su traje paramilitar puesto y su máscara roja metalizada - Alguien lo ha entrenado.

- ¿Quién, señor Bruce? - Extrañamente, los signos vitales de Pennyworth se mostraban impertérritos, como si la costumbre de ver esas heridas superara el temor de las posibles consecuencias.

Bruce le tendió el brazo izquierdo y Alfred encontró el lugar adecuado para pinchar la aguja. Podría haberlo hecho con los ojos cerrados sin efuerzo.

- Sólo conozco a una persona capaz de moverse así, con esa precisión y rapidez y que pueda dotarle de toda la inversión armamentística de la que dispone. Ese subfusil de asalto es el que utilizan los rebeldes de Oriente Medio. - Batmana abría y cerraba el puño de la mano mientras la sangre bombeaba hasta su interior.

En la pantalla podían verse unos momentos previos a la actuación policial, grabados por la cámara de seguridad de un establecimiento cercano, en la que Red Hood asesinaba a varios de los secuaces de Máscara negra.

- Ra's al Ghul - El mayordomo no dudó y Bruce no desmintió el nombre.

Clark se armó de valor para dejar de ser ignorado en aquella conversación y se colocó detrás del murciélago. Puso su mano sobre su hombro con miedo a ser rechazado por él, pero no obtuvo respuesta alguna por su parte, lo cual ya significaba mucho tratándose de Batman.

- ¿Qué ha pasado? - Volvió a preguntar el kirtoniano intentando sonar calmado.

- ¿Qué ha pasado? - Sólo dejó de teclear para quejarse, cuando Alfred empezó a desinfectar la herida - Pasó que me dejé apuñalar, eso es todo.

- Llamaré a la doctora Hopkins - Alfred sacó el móvil de su bolsillo. La herida era demasiado profunda.

- Eso no será necesario - El kriptoniano alzó el brazo de Bruce pese al tirón instintivo de éste por mantenerlo en una posición menos dolorosa - Esto te va a doler - Le advirtió.

Sus ojos se tornaron incandescentes y un fino brillo rojizo apenas visible se incrustó dentro de la herida, abriéndose paso entre los tejidos inflamados. Cauterizó la herida. Debió de ser extremadamente doloroso pero Batman mantuvo la compostura sin replicar y sin moverse un ápice. Su tolerancia al sufrimiento era sobrehumana.

- Ahora ya puedes coserle - Explicó el kriptoniano al mayordomo. Su rostro se giró y sus ojos se entrecerraron. Siempre hacía eso cuando se concentraba en su super oído - Bruce, tengo que irme. Me necesitan en otro lugar. 

- Haz lo que tengas que hacer - Se limitó a decir él mientras Alfred sacaba aguja e hilo - Voy a encerrar a ese hijo de puta en una celda y tiraré la llave para que se pudra el resto de su miserable vida.

Superman desapareció más rápido de lo que pudieron captar aquel par de ojos humanos.

***

Kal-El buscó en la inmensidad del espacio.

El oscuro espacio profundo al que él recurría en busca de paz, era ahora la perdición para esos humanos que trataban desesperadamente de remontar el núcleo de la nave espacial.

El kriptoniano aceleró. Se movía rápido en la ingravidez. Trataba por todos los medios de frenar la caída de la estación espacial, que se encontraba en llamas. Un fuego que solo se alimentaba del oxígeno del interior, que quitaría vidas y que al fin ya al cabo, resultaría fatal.

Escuchó los corazones de los humanos latiendo con fuerza, frenéticos ante la situación de peligro. Un total de siete. Eran plenamente conscientes de la situación y por eso lanzaron la señal de auxilio a Cañaveral. Una señal que los técnicos de la NASA revotaron en la JLA, y a sus vez éstos en el único ser capaz de frenar tal catástrofe ya que Jordan estaba en un sector lejano de la Galaxia.

Superman

El casco estaba ardiendo por la fricción con la atmósfera terrestre, lo pudo sentir en sus manos cuando el metal se deshizo entre sus dedos. Trató por todos los medios de frenar esa caída, pero ya no era posible. La desaceleración los mataría. Se quedaban sin oxígeno en el interior.

Todos llevaban puestos los trajes espaciales, así que había una oportunidad de salvarlos. De llevarlos a tierra firme, vivos.

Con eso bastaba para intentarlo. No les dejaría morir allí.

Sopló sobre las llamas invisibles y apagó el fuego azul.

Gritó. Utilizó todas sus fuerzas para menguar la velocidad y que así el fuselaje no se hiciera pedazos. Debía frenar el casco desde delante o se partiría en dos.

Entonces lo oyó.

Un octavo corazón, latiendo desacompasado, débil. Lejos.

Eso sólo quería decir que no estaba en el interior de la nave con los demás.

Con su visión escrutó el monstruoso desierto de oscuridad y lo vio.

Ya estaba muy lejos, a cientos de kilómetros. Era una astronauta, una mujer joven, vagando sola por el espacio, con el cable de sujeción roto y quemado por el extremo.

¿Qué hacer?

Si iba a buscarla el casco se partiría en dos al cruzar la estratosfera y sin duda eso mataría a los siete tripulantes de la estación espacial que trataba por todos los medios de salvar, pero si no lo hacía, estaba condenándola a morir.

Cerró los ojos con fuerza y apretó la mandíbula.

Haría lo que tenía que hacer, lo que hacía siempre, por mucho que le doliera. Mientras, un escalofrío recorrió su médula espinal, uno cargado de culpabilidad.

No podía hacerse lo más rápido que hubiera deseado. Debía ir con cuidado con la velocidad, mantenerla constante para atravesar las capas de la atmósfera de La Tierra sin que el interior de la nave sufriese más daños. Aún así, la nave se incendió al atravesar la estratosfera terrestre. Era una enorme bola de fuego y amasijos de hierro que Clark apagó con su aliento helado en pleno vuelo.

Minutos después, sus pies se apoyaron en Cabo Cañaveral, donde lo esperaban todos los servicios de emergencia.

Dejó lo que quedaba de la estación espacial sobre el suelo y rápidamente arrancó una de las escotillas del puente, donde se encontraban todos los humanos, sanos y salvos.

No se quedó a esperar los vítores ni los aplausos.

Subió hasta romper la barrera del sonido. Él no debía ser prudente. La fricción no le afectaba, su cuerpo no podía quemarse ni su sangre congelarse.

Desaceleró al ver aquella silueta fantasmagórica en medio de la negrura. 

La mujer era efectivamente joven. Sólo podía ver su rostro a través de la visera trasparente de su casco de astronauta, la tez blanca, las cejas cobrizas y los ojos verdes. Su respiración se aceleró al ver aquel traje rojo y azul que solo significaba una cosa para ella: Esperanza.

Gritó en el interior de su traje espacial -"Superman"- pero pronto se dio cuenta de la inevitable realidad.

Él la cogió de las manos y la miró, pero no hizo nada más.

Aquel Dios no estaba allí para salvarla, sino para acompañarla en el peor de los destinos.

El kriptoniano sonrió. Una sonrisa que se notó forzada, aún así ella le correspondió.

No podía hablar, pues en el espacio no hay oxigeno, pero podía escucharla a ella. Su respiración nerviosa y acelerada.

Había sopesado todas las opciones en su ascenso. No podía bajarla de allí hasta La Tierra. Aquel traje no disponía de tanto oxígeno, igualmente, su frágil cuerpo humano no aguantaría la reentrada y se quemaría viva antes de que ni siquiera él pudiera hacer nada.

No quedaría nada más que polvo entre sus manos.

Buscó con su visión otras naves cercanas, alguna sin tripulación, alguna abandonada con suficiente oxígeno donde pudiera resguardarla y llegar hasta el planeta, pero estaban demasiado lejos. Aquellos satélites abandonados no aguantaría la presión del viaje.

Tampoco su propia nave estaba lo bastante cerca y no disponía de reservas de aire en su interior.

- ¿No puedes hacer nada? - Preguntó con acento francés.

Él negó con la cabeza y apartó la vista.

La mujer era astrofísica y en un instante llegó a la misma conclusión que el kriptoniano. Soltó una de sus manos y la llevó hasta su rostro. Tocó su mejilla de acero con aquellos aparatosos guantes blancos de su traje espacial. Observó unos pequeños cristales de hielo bajo los ojos celestes.

- No te preocupes - Entendió que eran lágrimas - Sabía que esto podía pasar - Lloraba por ella - ¿Te quedarás a mi lado?

Superman asintió.

- Bien - La mujer inspiró y tragó el nudo de la garganta. Exhaló - Pensé que moriría sola, pero ahora estás aquí... conmigo... compartiendo estas espectaculares vistas - Sonrió nerviosa y empezó a llorar - Es hermoso - Le miró - No estés triste por mí, Superman. Esta es la vida que escogí y si tiene que acabar, prefiero que sea aquí.

El silencio.

La mujer se tranquilizó y su respiración se tornó suave y pausada. Se quedaron mirando la curvatura del gran planeta azul y de La Luna, que ya empezaba a despuntar por el horizonte.

Por unos minutos sintió que la paz la invadía.

- Si yo fuera tú, viviría siempre aquí, en el espacio - Le miró de nuevo a los ojos apartando su vista de La Tierra - ¿Puedo pedirte un favor?

Superman asintió con la cabeza.

- Cuando pase ¿Podrías llevarme hasta La Luna? No me imagino un lugar mejor para pasar la eternidad. Mi sueño, desde pequeña, siempre fue pisar La enigmática Luna.

Él sonrió.

Después de un par de minutos, la astronauta empezó a notar que le faltaba el oxígeno. Quiso serenarse, pero sus intentos fueron infructuosos.

- Quítame el casco, por favor.

Sabía que el cambio de presión acabaría con ella en pocos segundos. Sería rápido, prácticamente indoloro.

Superman se negó al principio, pero aunque la mujer ya no podía hablar, sus ojos le suplicaban con silenciosas lágrimas.

Lo hizo. No podía dejarla sufrir.

Su corazón dejó de latir en pocos segundos.

Mató a aquella mujer. Con sus propias manos.

Se repitió una y otra vez que no podía haber hecho nada más, pero eso no le consoló.

El rostro de la astronauta se tornó blanco, de un ligero tono azulado, mientras sus cabellos cobrizos bailaban con la ingravidez ajenos al desenlace final. Sus ojos perdieron todo el brillo y se volvieron opacos. Sus labios morados dejaron de moverse y se paralizaron en una suave sonrisa melancólica.

La vida se le escapó mientras él seguía tomándola de las manos.

La fragilidad humana ... era algo que había visto demasiadas veces. La crueldad irónica residía en que ésta no se atreviera siquiera a rozarle, mientras destrozaba a todos los que tenía a su alrededor.

Superman ya se había dado cuenta de que no envejecía hacía años.

Tardó un tiempo en recobrarse de la situación, tardaría mucho más en superarlo, aún así, aunque le resultó difícil, la llevó hasta la cara vista de La Luna.

Hizo un agujero en la tierra estéril y la depositó con sumo cuidado, como si aún pudiera causarle dolor.

Tomó una enorme piedra y grabó el nombre que llevaba escrito en el traje con su visión de calor: Brigitte.

Descansa en paz.


***


No quería estar solo en esos momentos.

Cuando llegó a la mansión Wayne, Bruce ya estaba dormido entre las oscuras sábanas de su habitación. Una venda cubría su brazo ocultando la más reciente de sus heridas.

Voló hasta su posición y se coló por la ventana sin hacer ruido. Cerró las cortinas para que no entrara el Sol que ya brillaba con fuerza. Se quitó su traje de Superman y solo quedó el hombre. Un hombre atormentado por lo que acababa de suceder.

Se metió en la cama sigilosamente, ocupando el menor espacio posible, acurrucándose sobre sí mismo en el extremo del enorme lecho.

Bruce se giró en su dirección y le pasó uno de sus brazos sobre el pecho, pegando todo su torso contra la espalda del kriptoniano, entrelazando sus piernas con las de él.

Clark acarició su mano, atrayéndolo más hacia sí, acomodándose sobre la piel caliente de su amante, agradeciendo ese gesto hasta el infinito.

Era todo lo que necesitaba para no sucumbir, para no echarse a llorar por el que sentía que era otro de sus fracasos.

Para soportar la pesada carga que a veces suponía ser el héroe de la humanidad.



BRUCE

Durmió al menos cinco horas seguidas. Eso era todo un logro para el murciélago. No tuvo pesadillas.

Otro logro que se debía a la extenuación por la falta de sangre, a la pelea con Dick o a la presencia de Clark.

Prefería no plantearse la respuesta.

Se puso su bata mientras observaba la ropa de reportero de Clark en uno de los sillones de la habitación.

No lo echó de su cama la noche anterior. Un gesto muy significativo para Batman, pero quizás no tanto para Clark. No, después de cómo lo trató.

Bajó una de las escaleras de la mansión y se topó con Alfred.

- ¿Ha dormido bien, señor Wayne?

Bruce asintió.

- Alfred ¿Crees que tengo miedo? - Soltó la pregunta a bocajarro.

El mayordomo dejó lo que estaba haciendo pues eso era algo que no pensaba escuchar nunca de los labios de su protegido. Suspiró y le miró a los ojos.

- ¿Por qué me lo pregunta?  - El rostro del inglés era de preocupación - ¿Por qué ahora? - Dejó clara su repuesta.

- Dick dijo que tenía miedo.

- El joven Grayson siempre fue muy perceptivo.

- ¿Así que tú también lo crees? - Preguntó retóricamente, apoyando la espalda contra una de las paredes. Todavía se sentía débil por la pérdida de sangre.

- Pienso que tiene miedo a volver a sentir ... miedo - Sonrió triste, como si se apiadara de él, recordando al niño de aquel callejón al que le arrebataron la capacidad de ser feliz - Pero un hombre que no siente, es un hombre que no tiene nada y una vida vacía, es una vida que no merece la pena vivir.

Bruce recapacitó las palabras de su amigo. Nadie lo conocía mejor que él. Lo admiraba, lo respetaba y siempre tomaba muy en serio sus escuetas palabras.

- Gracias, Alfred - Puso una mano sobre su hombro - Gracias.

- No hay de qué, señor Wayne, espero haberle sido de ayuda.

Bruce no contestó y bajó los enormes peldaños de mármol. Cuando llegó a la cocina esperaba que Clark le hubiera hecho una de esas tortitas dulces que tanto le gustaban. En vez de eso, observó el rostro del kriptoniano mirándolo con furia.

Le tiró el diario Gotham Gazzette abierto por una página donde podía leerse que esa misma tarde la Lex Corp y Wayne Industries firmarían un acuerdo de fusión de sus departamentos de tecnología y ciencia. En la foto, que ocupaba la mitad de la página se veía a Lex Luthor y a Bruce estrechándose la mano.

Wayne recogió el semanario del suelo con cara de pocos amigos, dispuesto a aguantar lo que se le venía encima.

- ¿Qué significa esto? - El kriptoniano estaba fuera de sí.

- Significa justo lo que pone el titular - Abrió uno de los armarios dispuesto a coger una taza para hacerse el té - Nada más.

Sin embargo, la taza acabó hecha añicos, pues Clark se movió tan rápido que provocó un pequeño huracán en la cocina.

- ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? - Le hablaba encolerizado a menos de dos centímetro de la cara - ¿Es que has olvidado lo que me hizo?

Bruce trató de no dejarse arrastrar por la furia del kriptoniano.

- Yo nunca olvido nada.

- ¿Entonces? - Posó su dedo sobre la foto haciendo crujir la madera donde Wayne había dejado el diario.

- Tengo muchos motivos para esta fusión y el principal es mantener vigilado a Lex - Tomó otra taza que de nuevo acabó en el suelo.- Prefiero ... 

- Ese hombre me torturó durante semanas - Le interrumpió Clark. Estaba fuera de sí - *" /\¬.-__/ .-]]__^> \| -//\__|¨¨ -:\\|V ../| ¨¨ (*Me arrancó los dedos con sus propias manos. Traducido del kriptoniano)

- ¡Joder, Clark! - Su poca paciencia había llegado al límite - ¿Qué debería haberle hecho? - Se plantó ante él desafiante - ¿¡Matarlo como hiciste con Tinyenko o El Joker!?

En menos de una fracción de segundo, la figura de Superman no era más que un borrón en la retina de Bruce.

Se había ido.

- ¡Mierda! - Gritó soltando todo el aire que había retenido en sus pulmones. Clark estaba enfadado. Muy enfadado y la culpa era suya, por no haber sabido gestionar esa crisis. Sus dotes sociales no eran una de sus virtudes y el kriptoniano no se definía tampoco por ser una persona precisamente serena desde su tiempo en el espacio.

La sangre le hervía, como cuando planea la estrategia de un combate inminente. El ligero temblor en su ojo derecho no presagiaba nada bueno. No quería luchar con Clark. Había entrado en aquella cocina con la simple intención de abrazarlo, de disfrutar de su compañía ¿Cómo podía haberse torcido todo de esa manera?



Esa misma tarde

Gotam city hall (Hotel Metro W)

Rara vez Bruce llegaba puntual a un evento público. Realmente le traía sin cuidado lo que pensaran de él esos hipócritas de la alta sociedad. Incluso eso acrecentaba su publicidad engañosa de extravagante y libertino playboy y encima, sin tener que fingir.

Sin embargo, allí estaba. Diez minutos antes de que diera comienzo el acuerdo de nuevos prototipos de I+D firmados por la Lexc Corp y Wayne Industries.

Una maquilladora se empeñaba en arreglar aquellas marcadas ojeras pero bastó una mirada sincera del murciélago, fuera de su imagen forzada, para que huyera del lugar sin dejar rastro.

Wayne sabía que Clark había estado buscando a Lex desde su regreso, pero la alimaña era escurridiza y difícil de encontrar. Ahora el kriptoniano sabía la hora exacta y dónde estaría el magnate de Metropolis.

Lo buscaba entre la gente ¡Maldita sea! Sabía que estaba allí pero no se dejaba ver. Era como si notara su presencia, su aliento sobre su cuello y al girarse, se desvaneciera.

Optó por la opción más lógica. Hablarle. Sabía que le escucharía estuviera donde estuviese pues su atención rara vez se desviaba de él.

- Clark - Suspiró sin saber bien cómo abordarlo - Clark, sé que estás aquí. Tenemos que hablar - Un camarero pasó por su lado y tomó una de las copas de champagne. Se la bebió de un sorbo - Clark, sal de una puta vez donde quiera que estés - Dejó la copa sobre un macetero sin dejar de examinar a todo y a todos.

Allí había al menos doscientas personas, entre representantes de las dos empresas, servicio de catering y periodistas. No creía capaz a Superman de hacer nada violento en un sitio como aquel, pero tampoco lo creyó cuando quemó vivo al ruso y le aplastó la cabeza al Joker.

Y Lex era tan culpable de lo que le sucedió como ellos dos.

Empezó a ponerse nervioso de verdad. Tomó otra copa y bebió con rapidez. Su tolerancia al alcohol era extrema.

- ¿Alfred, lo ves? - Preguntó por el intercomunicador.

- No, señor, pero Luthor acaba de atravesar la puerta de entrada con su séquito de escoltas.

La decepción se apoderó de Wayne. Por una vez esperaba que aquel hombre repugnante y esquivo, le dejara en la estacada como en otras ocasiones. Se dirigió a la entrada para abordarlo antes que el otro hiciera acto de presencia.

Pero ya era tarde.

Demasiado tarde.

Fijó sus ojos en los verdes de Luthor y sintió el furor de su obsesión que le irradiaba creando un aura de maldad. El calvo tenía la mirada clavada en un punto distante a varios metros de él y la gente que pasaba entre ambos, ajenos a la situación, no lo desconcentraba de su cometido.

 Bruce se giró para ver el objeto de estos ojos inquisidores.

Clark avanzó hasta él y se detuvo a menos de dos metros.

La escolta privada del magnate de Metropolis intentó parar su avance pero no consiguieron mover aquel cuerpo ni un ápice. Antes de que se dispusieran a golpearlo y se rompieran las manos o algo peor, Lex habló.

- Señor Kent - Sonrió lascivo - ¡Cuánto tiempo sin verle!

El kriptoniano no se movía. Sus manos estaban cerradas en puños y su pecho subía y bajaba violentamente, como si respirara con dificultad. Como si le hiciera falta el aire que entraba y salía de sus pulmones. Sus ojos eran el vivo retrato de la violencia de la que podía hacer gala.

Bruce le agarró por el brazo pero él parecía no darse cuenta. Tenía claro su cometido. Su propósito allí. El objeto de su venganza.

- Clark - Le llamó para sacarlo de su ensimismamiento - ¡Clark!

Bruce tenía miedo.

Nunca lo admitiría, pero tenía miedo.

Dick tenía razón. Temblaba por la posibilidad de perderlo todo de nuevo. Si desataba su furia sobre Luthor delante de todas esas personas , le perdería de nuevo.

- Clark - Le habló sobre el oído - Si lo haces, si lo matas ... lo nuestro se habrá acabado ¿Me oyes? - Apretó su bíceps con fuerza, clavando sus dedos en la piel indestructible - Acabado.

Jugó su última carta. La única de la que disponía para pararlo, para hacerle entrar en razón. Deseó con todas sus fuerzas que el amor que decía que le profesaba fuera tan fuerte como creía.

Sintió que el kriptoniano desviaba levemente la mirada, notó su estremecimiento. Su fuerza de voluntad intentando abrirse paso sobre sus deseos más primitivos, su aliento caliente escapándose por la nariz. Tragó saliva y Kal-El le miró a él con la misma rabia contenida.

La expresión de su rostro le partió el frío corazón al murciélago.

Clark se dio media vuelta y con andares temblorosos desapareció entre los asistentes al evento.

- Wayne, acabas de fastidiar el espectáculo, como siempre - Luthor levantaba sus labios como si algo que hubiera comido le hubiera provocado arcadas.

¡Maldito hijo de perra! Bruce odiaba a ese tipo con todas las ganas, y no era decir poco en alguien que acumulaba el bagaje de ser Batman.

Sin embargo, prefería tenerlo cerca para acorralarlo, para encontrar la evidencia y poder encerrarlo en una celda de por vida, pero ajustándose a la ley. Quería confiar en que el sistema funcionaba, en que las leyes de los hombres hacían de este mundo un lugar mejor.

No se rebajaría a ser como ellos. No sería juez, jurado y verdugo. No se dejaría llevar por el ansia de acabar con la vida de aquel miserable.

Él era más fuerte que todo aquello.

Luthor ignoró a su homónimo de Gotham y se mezcló entre los periodistas que empezaron a avasallarlo a preguntas. Cuando estuvo suficientemente lejos, unas palabras cortantes salieron de sus finos labios.

- A media noche, alienígena - Lex pronunció las palabras con la auténtica seguridad de que Superman estaría escuchando - En mi despacho de Metropolis.

CONTINUARÁ ...







Notas de la autora:

Sé que he tardado una eternidad, y sé que muchos me ha animado a actualizar. A tod@s ell@s les agradezco la paciencia que han tenido.

¡Qué remedio! ¿Verdad?

Podría darles mil explicaciones pero lo importante es que ya tienen aquí la actualización y que empezamos a entrar en terreno pantanoso.

Bueno, no es como si hubiéramos salido de él, pero la aparición estelar de Luthor bien vale lo que vendrá a continuación.

¿Debería matarlo? ¿Dejarlo vivir?

¿Será su amor por Bruce mayor que el odio hacia Lex?

Me encantará saber sus opiniones, ya que toda la trama está abierta.

Como siempre, muchas gracias por leer y por comentar.

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