Capítulo 18: Hielo en el Infierno

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CAPITULO 18

Hielo en el Infierno

CLARK

Escuchó aquellas ansiadas palabras de sus labios. Apretó los ojos con fuerza y enterró más su rostro bajo el musculoso hombro de su amante.

Aquella era la peor situación. El peor de los contextos imaginables. Clark se revolvía en su interior por el descubrimiento de la arrolladora verdad del pasado de Bruce. Sentía rabia y tristeza a partes iguales por lo que le pasó. Por no haberse dado cuenta antes. Por no ser digno de su confianza.

Había vendido su alma al diablo para proteger ese secreto.

No hacía falta pensar.

Era lo que tenía que hacer.

Se juró a sí mismo que jamás volvería a causarle ningún daño a Bruce, y estaba dispuesto a cumplir esa promesa, a cualquier precio.

Incluso el de su libertad.

La que juró no volver a perder jamás.

Le estrechó hacia sí. Haría lo que fuera necesario. Por él, helaría el mismísimo Infierno.

- Yo también te amo, Bruce - Sollozó escondiéndose de sí mismo en los brazos de su amor. Sentía el sabor de Luthor y el de Bruce mezclándose en su boca y una punzada lo hizo doblarse por la mitad.

El humano lo separó lentamente, hundiendo suavemente sus dedos bajo sus cabellos para que le dejara ver su rostro.

- ¿Estás bien? - Bruce le sonrió sincero y volvió a abrazarle, pero Clark solo lo abrazó con más fuerza.

Esta vez no lo había perdido.

Esta vez, nadie los separaría.




BRUCE

Bajó del Maserati Ghibli con una leve sonrisa en los labios que poco a poco se ganaba su sitio en su sombrío semblante. Tenía motivos más que de sobra para sonreír.

Los mismos que tenía para no hacerlo.

Sin embargo hoy se sentía particularmente feliz, lo cual no era demasiado frecuente en la vida de Bruce Wayne, alter ego de Batman.

Saludó a las más de diez recepcionistas rubias del hall de su propio edificio y esperó pacientemente a tomar el ascensor con el resto de ejecutivos, que lo miraban de reojo, sin que fuera demasiado evidente su envidia y su sorpresa al ver al CEO en el lugar.

Cuando bajó en la planta donde estaba situado su despacho, Earle ya estaba esperándole.

- Señor Wayne, qué sorpresa tenerlo en el edificio.

- Lo mismo digo, Earle - Ambos omitieron la palabra "grata" antes de la "sorpresa" - Empiezo a pensar que trabajas en mi despacho - Le respondió altanero sin detenerse - Yukio - Tomó la mano de su exótica secretaria y le besó el dorso como solo un Casanova como él sabía hacer - Estás tan preciosa como siempre.

- Gracias a usted luzco un bronceado caribeño - La japonesa acababa de venir de sus vacaciones pagadas por la compañía - ¿Le apetece un té, señor Wayne?

- ¡Qué bien me conoces! ¿Tú quieres otro? - Le preguntó a la hermosa mujer - Earle, trae dos tés. El mío sin azúcar, como siempre - Bruce sabía lo mucho que le fastidiaba al vicepresidente que lo tratara como a un simple becario más. Precisamente por eso lo hacía.

Una vez en su despacho, Wayne se sentó sobre la silla y cruzó sus piernas encima de la mesa. Tenía muchas cosas en qué pensar, y sin embargo, una sola de ellas copaba completamente su mente.

- Señor Wayne - Escuchó la voz de Yukio por el intercomunicador de su mesa - Hay un periodista que dice que ha concertado una entrevista con usted - Su voz denotaba nerviosismo.

La expresión del multimillonario se ensombreció.

- Es el mismo reportero que la otra vez entró en su despa ...

Yukio no tuvo tiempo para acabar la frase cuando Bruce abrió la puerta, impaciente.

- Señor Kent, pensaba que habíamos quedado para comer - Dijo con gesto pícaro.

- Lo siento, es que pasaba por aquí, pero puedo volver más tarde si ahora está ocupado.

Clark vestía unos vaqueros apretados que le marcaban su espectacular trasero, y una de esas camisas de cuadros marrones que, pese a estar completamente pasadas de moda, empezaban a ser la debilidad de Bruce Wayne. Aquel estilo de granjero fuerte y rudo lo llevaba por el camino de la perdición y Kent empezaba a darse cuenta de ello, por mucho que se esforzara el multimillonario en tratar de disimularlo.

- Pasa - Hizo un gesto con la mano para que entrara en su despacho - Yukio, preciosa, no me pases llamadas - La secretaria asintió.

A buena entendedora, pocas palabras bastaban.

Bruce se paseó tranquilamente por su despacho hasta sentarse en su enorme butaca de cuero negro. Por su parte, Clark hizo lo mismo, sentándose en una de las dos sillas de delante de su escritorio, donde acostumbraban a sentarse las visitas.

Se quedaron mirándose en uno al otro largo rato. Bruce, como siempre, iba impecablemente vestido con un traje sastre de chaqueta, camisa y corbata negras.

Bruce sonrió sin saber bien qué decir. A veces, se sentía abrumado por sus sentimientos.

El presidente ejecutivo de empresas Wayne accionó un mecanismo situado bajo la mesa. Todos los dispositivos de grabación de su despacho se apagaron y Clark se quitó las gafas.

- ¿Qué llevas en los ojos? - Preguntó curioso el kriptoniano.

- Lentillas - Se había dado cuenta. No esperaba menos de sus habilidades.

- Tú no necesitas lentillas.

- Están conectadas con el ordenador de la cueva. Ahora tengo visión infrarroja, térmica, zoom óptico y también veo a través de las paredes - Sonrió - Casi como tú.

- ¿Puedes ver por debajo de mi ropa? - Preguntó con mirada lujuriosa.

- No - Tardó algo en contestar. A Wayne nunca le gustaron sus propias debilidades - Pero tú tampoco - Wayne recordaba muy bien que la visión de Clark no funcionaba de esa manera.

- Entonces no se parece en nada a lo que yo estoy viendo ahora mismo - Clark sonrió y se humedeció el labio inferior.

La mirada oscura del murciélago no tardó en aparecer. Aquello era un desafío en toda regla, y no había nadie más competitivo que Wayne.

- ¿Qué debería ver? - Aceptó el reto.

Clark obedeció al instante y se desabrochó el primer botón de su camisa, luego otro, y otro más. Lentamente ... torturando a su tenebroso espectador.

- ¿No hace calor en tu despacho? - Le preguntó el kriptoniano.

Bruce lo miraba fijamente, disfrutando del espectáculo. Por más que contemplaba aquel cuerpo forjado a miles de años luz, nunca tenía suficiente. Nunca se saciaba de él.

Clark se abrió la camisa y dejó al descubierto sus perfectas abdominales y su cuerpo bronceado por el Sol. Vio como deslizaba una de sus manos por sus marcados pectorales y se entretenía con uno de sus pezones, lanzando un pequeño gemido mientras echaba su cabeza para atrás.

- No te detengas ahora, cowboy - Ordenó Wayne al sentir el calor creciendo en su entrepierna.

El reportero empezó a desabrocharse la hebilla del pantalón y coló su mano por dentro, pero el murciélago había llegado a su límite. Lo que sentía por aquel hombre al que le había confesado su amor, escapaba a su raciocinio.

Tomó el camino más rápido entre ambos. Se subió encima de la mesa y caminó sobre ella a cuatro patas como si de una enorme pantera se tratase. En menos de un segundo estaba sentado a horcajadas sobre el kriptoniano, devorando su boca. Ansiaba degustar su sabor, tocar su piel, disfrutar de su cuerpo, de su mente y de su corazón.

Le tiró del cabello para obligarle a estirar el cuello y así besarlo y morderlo en toda su extensión. Con la mano libre le sacó el miembro que ya prácticamente asomaba por encima de aquellos vaqueros y empezó a acariciarlo con destreza y necesidad, porque eso era aquello, una necesidad del uno con el otro, como lo era el respirar.

Así, la polla dentro de sus pantalones golpeaba la kriptoniana que ya estaba liberada de sus ataduras. El vaivén de sus caderas resultaba imposible de frenar.

Clark tampoco estuvo quieto y le quitó la chaqueta lo más rápido que pudo, y tratándose de quien era, Bruce no supo ni en qué momento se quedó completamente desnudo encima de él.

La complicidad entre ambos era apabullante.

Cada uno sabía lo que le gustaba al otro y de qué manera debían hacerlo. El kriptoniano lo agarró de los glúteos y alzándolo, lo dejó caer sobre su miembro con cuidado, para no lastimarlo.

Wayne cerró los ojos al sentirlo dentro. Su tamaño, como todo lo demás, era superior a la media pero las paredes estrechas de su interior habían aprendido a adaptarse a aquella preciada intromisión.

Bruce empezó a subir y bajar, montándolo como si fuera un potro salvaje. En cierta manera, eso es lo que era: Una fiera imposible de domar.

Clark no tardó mucho en llegar al clímax. Lo sabía por las contracciones de su vientre, por las sacudidas de su polla en su interior. Lo conocía.

Sabía que momentos antes al clímax, la respiración del kriptoniano se cortaba, como si se le olvidara que simulaba necesitar el aire para pasar desapercibido. El roce de su nariz escondiéndose en su cuello le hizo cosquillas sobre la piel.

Cuando hubo acabado, se dejó caer sobre él abrazándolo, pero el kriptoniano apenas le dio tregua. Volvió a agarrarlo por los muslos y lo alzó poniéndose de pie él mismo. Lo dejó caer salvajemente sobre el escritorio y la cabeza de Wayne se golpeó con la noble madera.

- Bestia - Masculló el murciélago al recibir el impacto.

- Perdona - La cara de Superman era la de preocupación personificada -¿Estás bien?

Wayne sonrió al ver aquella expresión. Por más que Clark supiera lo que era capaz de hacer, por más que aquellas cicatrices hicieran patente que le habían disparado, quemado y torturado de mil maneras diferentes, el kriptoniano se preocupaba por algo como aquello.

- Tendrás que llevarme al hospital - Rió sin poderse contener.

Clark se dio cuenta de la burla y quiso tomarse su placentera revancha. Sabía que su propio semen serviría de lubricante y pensaba aprovecharse de ello. Le agarró la polla a Bruce y empezó a masajearla siguiendo el propio ritmo de sus arremetidas, cada vez más fuertes y profundas. Superman tomó los dos miembros con una sola mano para moverlos al unísono en perfecta sincronía.

Aquel hombre ... aquel ser ... era insaciable ... y nunca le hacía falta descansar entre orgasmo y orgasmo.

Nunca.

Cuando ambos acabaron, estaban tirados en el frio suelo de mármol blanco del despacho. Bruce se recostaba sobre él y sentía los lentos latidos de su amante, apenas dos o tres por minuto. El suelo estaba frío pero su amante era abrasador y lo compensaba con creces.

- Vayámonos lejos. Tomemos unas vacaciones - Dijo el humano.

- ¡Qué! - Clark se sorprendió por sus palabras. Era extraño que Batman quisiera abandonar su trabajo nocturno en Gotham.

- Tan solo unos días, dos o tres. Hay una casa en ...

Clark se lo quitó de encima suavemente para poder encararlo. Su cara era de preocupación.

- Yo no puedo tomarme unas vacaciones - Negó con la cabeza - Acaban de volver a contratarme en el Planet y ahora no puedo irme, Grant me matará o peor, me despedirá.

Bruce se maravillaba cuando Superman empezaba a hablar como si fuera un simple humano, con problemas humanos, como la falta de empleo o de dinero para pagar las facturas.

- Déjame a mí a Cat, la conozco desde hace años - Bruce se puso en pie y sintió como los restos de semen se deslizaban por sus muslos. Le miró. Él le conocía demasiado bien. No hicieron falta palabras, sólo estirar la mano para que se acercara.

Superman se arrodilló sobre el suelo y restregó el rostro contra el dorso de Bruce como si fuera una fiel mascota buscando atención. Le separó las piernas al multimillonario que lo observaba desde arriba con agrado. El kriptoniano deslizó su lengua chupando los vestigios de su esencia sobre la piel caliente del interior de sus muslos. Lamió con ahínco cada recoveco hasta acabar engulléndole el miembro que se alzaba otra vez en alto, como un tremendo mástil.

- Mmmnnnnnn, me encanta que no tengas que respirar ni que descansar, pero yo soy humano y necesito algo más de tiempo.

Clark se retiró no sin antes darle una suave lamida al glande ajeno y se puso de pie mirandole ligeramente hacia abajo.

Cómo odiaba Bruce que ese maldito kriptoniano fuera más alto y grande que él, aunque solo fueran unos pocos centímetros.

- Lástima - Se quejó Clark burlonamente.

Bruce se molestó, aunque no demasiado, y empezó a buscar su ropa debajo de las sillas. Clark hizo lo mismo y cuando se agachó, el humano no pudo contenerse y le palmeó uno de los glúteos.

- Auch - Se quejó Clark.

- Cómo si te hubiera dolido - Bruce le tiró a la cara su camisa negra, cogió la de cuadros y empezó a abrochársela.

Kent sonrió al ver que no era la primera vez que Bruce intercambiaba prendas de vestir entre los dos.  Le acompañó hasta la salida y le abrió la puerta del despacho.

Él debía quedarse para tratar unos asuntos con Fox.

- Gracias por la entrevista, señor Wayne - Dijo un muy educado Clark, poniéndose bien las gafas mientras la secretaria le sonreía.

- Gracias a ti - Bruce le agarró por la solapa de la camisa y lo atrajo hacia sí para plantarle un pasional beso en los labios.

El kriptoniano se puso rojo como un tomate, escandalizado por esa muestra de afecto frente a otra persona. Era la primera vez que Bruce se mostraba cariñoso con él fuera de la intimidad. Incluso se tropezó al encaminarse hasta el ascensor mientras él y su secretaria le miraban intentándose aguantar la risa.

- ¡Qué buen gusto tiene, señor Wayne! - Admitió su secretaria - Me alegra que haya decidido ampliar sus "horizontes".

Bruce cerró la puerta de su despacho. No sabía por qué lo había hecho. Por qué lo había besado en público. Simplemente no había podido contenerse y Yukio se había ganado su puesto en la empresa guardando sus más tórridos secretos, así que podía confiar en su silencio.

Tan solo era una conquista más en la extensa lista de Bruce Wayne, pensaría la secretaria.

No había nada más alejado de la realidad, pensó inhalando el suave aroma de Superman en su camisa de cuadros del más puro estilo Kansas.

---


Dos días más tarde, Bruce bajaba la ventanilla de su coche para disfrutar del olor a pino de aquella carretera sinuosa que cruzaba por el bosque. Conducía un amplio todoterreno mientras se peleaba con Clark por el control de la radio del coche.

- No pienso escuchar otra canción de Johnny Cash - Dijo el humano muy seguro de sí mismo y con rostro de pocos amigos - Son lastimeras y deprimentes.

- ¿Otra? ¡Pero si solo llevamos dos!

Bruce apretó un botón del cuadro de mandos del BMW que lo conectó a su IPOD y empezó a sonar Coldplay, concretamente Princess of China. Clark no tardó en bufar por su desagrado y a Wayne le pareció gracioso que discutieran por algo tan trivial como la música. Casi parecían una pareja normal que se va de escapada el fin de semana.

- Como vuelvas a tocar la radio, te vas andan... volando, alienígena - Amenazó cuando vio el dedo de Clark acercándose de nuevo al cuadro de mandos, aunque su sonrisa bromista le restó credibilidad a sus palabras.

- Seguro que llegaba antes - Replicó el kriptoniano. Bruce sabía que le molestaba que lo llamaran así.

- ¿Por qué te crees que no te he dicho a donde vamos? - Rió.

Clark iba a contestar de nuevo, pero cedió ante los deseos de su amor, al fin y al cabo era su coche y su idea, y no quería tirar por tierra la oportunidad de pasar juntos unos días a solas. Ya sabía lo rápido que Bruce se enfadaba.

Dos horas más tarde, y después de haber hecho una parada para comer, Clark le pidió de nuevo que le cediera el volante.

- ¿Por qué no quieres que conduzca? - El kriptoniano se cruzó de brazos - ¡Pero mira que eres terco!

Los ojos de Bruce se entrecerraban. Estaba cansado. Los últimos días los había pasado investigando sobre Red Hood y su banda de capuchas rojas. Se decía a sí mismo que era importante, pero en el fondo sabía que era para despejar la mente de algo que le preocupaba aún más.

- Está bien - Detuvo el todo terreno y ambos se intercambiaron los roles - Supongo que sabes conducir un coche con marchas.

Disfrutó de su belleza al verlo conducir. Parecía concentrado en el trazado de la carretera, y eso le dio total libertad para admirar su perfil griego. Su perfecta nariz recta, sus carnosos labios y marcados pómulos. Su fuerte y cuadrada mandíbula, sus lentes, que lo escondían del resto del mundo. Él se daba cuenta y de vez en cuando, sus ojos turquesa se posaban en los de Bruce y le devolvían la sonrisa. Incluso llegó a acariciarle el muslo sin que el murciélago se mostrara reticente.

Parecía algo ausente, como si su mente estuviera preocupada por algo más.

No podía culparle.

Seguramente a los dos les atormentaba lo mismo: La más que evidente falta de control de Superman, el ataque de los Linternas y la vendetta personal de Siniestro contra él.

Bruce desvió la mirada hacia el paisaje que se deslizaba borroso por su retina.

No quería pensar en ello.

No quería pensar en lo que Clark había hecho durante los años que estuvo ausente. No quería pensar en lo que había hecho antes de desaparecer. No quería pensar en lo que era capaz de hacer. En lo que Leocadio le confesó que se convertiría.

Se frotó el rostro con las manos como si eso pudiera llevarse sus últimos pensamientos.

- ¿Qué te preocupa? - Interrogó el kriptoniano.

Bruce suspiró.

- Sólo estoy algo cansado.

El Sol brillante del mediodía se colaba por la luna delantera y le hacía cerrar los párpados ... lentamente.

El pitido del GPS despertó a Wayne de su letargo. Ni siquiera se dio cuenta de que el ruido del motor había dejado de rugir.

- Buenas tarde, Bella Durmiente - Le susurró Clark al oído - Ya hemos llegado.

De inmediato, Bruce dio un respingo en su asiento "¿Bella Durmiente?" Alzó una de sus cejas mirándolo pero antes de que pudiera soltar una de sus contestaciones, Clark le besó en los labios para acallar su queja y salió para sacar las bolsas del maletero.

- ¡Es precioso, Bruce! De verdad.

Sinceramente, Wayne nunca había estado allí. Aquella era una propiedad que Alfred tenía en las afueras de Central City, casi tocando con la frontera canadiense. La casa era pequeña, de piedra oscura teñida de verde por la enredadera que se adhería a sus paredes. Tenía un pequeño porche con una tarima de madera y en conjunto resultaba acogedora, pero lo mejor era la ubicación.

No había otra vivienda en más de treinta kilómetros a la redonda y ésta se situaba en lo alto de las montañas, donde se abría un prado salpicado por los colores de las flores silvestres.

Cuando fue a ayudar a Clark a llevar el equipaje se dio cuenta de que ya lo había cargado todo. Quiso quejarse, pero era inútil ¿A quien quería engañar? Aquel hombre podía sacar a La Tierra de órbita con un empujón. No iba a cansarse por llevar cuatro bolsas.

Bruce subió las escaleras de la entrada de la casa y sacó la llave de su bolsillo. Le resultó increíble que Pennyworth no hubiera instalado algún tipo de seguridad electrónica de último nivel como las que tenían en la mansión.

Aquella pequeña cabaña parecía haberse detenido en el tiempo y estar anclada en un pasado remoto donde no existían los allanamientos de morada.

Cuando iba a introducirla en la cerradura sintió el aliento de Clark en su nuca y su vello se erizó. Cerró los ojos cuando sus labios se posaron sobre su piel y un escalofrío recorrió su espalda.

Era otoño y hacía frío.

Sintió el cuerpo caliente del kriptoniano a su espalda y sus manos deslizarse entre sus dedos, acariciándole como sólo él sabía hacer, despertando su pasión. Bruce volteó su cuello para buscar sus labios. Echaba de menos su sabor, aunque todavía lo sentía en la boca.

Le besaría a cada instante, de cada día, de cada año de su vida sabiendo que nunca se saciaría.

El kriptoniano se abrió paso a través del abrigo del humano y coló sus manos en el interior de sus pantalones, rozando la entrepierna húmeda y dura, tomando su miembro con una mano mientras con la otra le desabrochaba el pantalón.

Bruce se apresuró a entrar la llave pero apenas atinaba a ver el pomo de la puerta. Intentó serenarse para que el otro no viera hasta que punto le afectaban sus atenciones, pero efectivamente, su pasional amante no era muy paciente. Bruce se hartó y de un empujón abrió la puerta, haciendo saltar el cierre. No quería hacerlo a la intemperie, el ambiente era gélido, al menos, para él.

Se dio la vuelta y lo encaró, rodeando su cuello con ambas manos. Dio un salto y se puso a horcajadas sobre él. Clark le respondió agarrándolo por debajo de los muslos y empotrándolo contra una de las paredes. Impetuoso, pero cuidadoso, como siempre se mostraba desde su regreso.

Bruce sintió sus embestidas, tanto por el movimiento de sus caderas como en su boca, notando aquella lengua que se deslizaba salvajemente, escudriñando todos los rincones de su boca.

Ambos jadeaban y por un momento Bruce sintió que se lo follaría con la ropa puesta. Ante esa idea, empezó a desnudarlo. No era la primera vez que les pasaba y no parecía que en aquel paraje hubiera servicio de lavandería. Le quitó camisa de cuadros verdes que le volvía loco y le desabrochó el pantalón hasta bajárselo a las rodillas. 

Clark a su vez, le rompió todos los botones de la camisa de un solo movimiento y dejó que posara sus pies en el suelo solo para bajarle aquellos carísimos pantalones de corte diplomático.

Bruce ya había perdido la cuenta de las camisas que llegaban a casa sin botones y la imagen mental del descontento de Alfred le hizo reírse.

- ¿Pero qué te pasa con mis botones? - Le preguntó indignado

- Son mis archienemigos - Se quejó alzando las manos en señal de derrota.

Al verse libre de sus ataduras, Bruce volvió a colgarse de los hombros de su amante y arremetió contra su boca violentamente. Lo deseaba tanto, que hasta le dolía pensarlo.

Sintió el miembro alienígena abriéndose paso en su interior, aplastando las paredes de carne, buscando un punto erógeno que no tardó en hallar. Cuando el cuerpo de Bruce le hizo saber que ése era el lugar correcto, empezó el lento vaivén de movimientos eróticos que lo llevaron al paraíso en La Tierra.

Wayne se ponía tan caliente con el más leve de sus contactos que pensó que volvía a tener las hormonas de un adolescente.

Clark lo llevó en volando hasta el piso de arriba donde se situaban los tres dormitorios de los que constaba la casa. Lo tumbó sobre la cama sin salir de dentro de él y Bruce le abrazó con sus piernas para hacerle ver que eso le gustaba.

No podían estar más cerca ni más unidos que cuando el uno estaba dentro del otro.

Estaban solos en medio de la naturaleza, sin miradas ajenas, sin tener que aparentar la frialdad que nunca más sentirían el uno por el otro.

- Te amo, Bruce - Le susurró mientras le miraba como si el murciélago fuera lo más hermoso que había visto en todos los Mundos que había conocido.

Él no contestó.

La respuesta se atragantaba entre su orgullo y su sentido común. Sin embargo, le abrazó pegándose a su cuerpo lo más que pudo, para empaparse de su esencia y de su sudor, dándole a entender las palabras que sus labios no pronunciaban.

- Haría cualquier cosa por ti - Continuó diciendo el kriptoniano - Cualquier cosa, por dolorosa que me resultara.

El gesto en el rostro de Superman se torció, como si realmente sintiera daño o temor. Eso puso en alerta al caballero oscuro que se apartó un poco, buscando su mirada.

Bruce no sabía qué era lo que pasaba por la mente del kriptoniano. No sabía cuánto de humano quedaba en Clark. No sabía si el ser que se aferraba a sus brazos podría hacerle frente a sus propios demonios. La aplastante verdad de que Superman había cambiado con los terribles hechos que salpicaban su vida en los últimos años era innegable. Sin embargo, él se estaba esforzando por recuperar la inocencia perdida. Se esforzaba todos y cada uno de los instantes que dejaba de lado todo lo demás para estar con él.

- ¿Qué te pasa, Clark?- Preguntó susurrando, admirando la tristeza en sus ojos azul cielo. Le tomó la cara con las manos, para que no la desviara -Sabes que puedes contarme lo que sea.

Clark negó con la cabeza, enterrando sus secretos.

- No es nada - Intentó sonreír sin demasiado éxito - No es nada. De repente, salió de su interior y se tumbó boca arriba en la cama mirando al techo.

Le mentía.

Puede que Batman no escuchara los latidos de su corazón o el sutil cambio en sus constantes vitales, pero sabía cuando alguien no decía la verdad.

Bruce apoyó la mitad de su cuerpo contra el de su amante. Aquella casa no tenía calefacción y su contacto resultaba caliente y acogedor.

El ruido de un ave nocturna despertó a Wayne poco después. Miró por la ventana y vio que ya había oscurecido. Sintió sus manos heladas y palpó las sábanas para darse cuenta de que el kriptoniano había desaparecido.

Envolvió su cuerpo desnudo con una gruesa manta y bajó las escaleras, alerta. Siempre alerta.

No se escuchaba nada y reinaba una calma aparente.




LUTHOR

- Llegas tarde - Dijo mirándolo con desprecio.

Alexander Joseph Luthor estaba sentado en el despacho de una de sus muchas casas. Podía decirse que entre ellas, ésta era la que consideraba su hogar.

Era un honor que recibiera a su visitante allí.

Había hecho traer desde Europa aquel viejo castillo olvidado.  Lo había reconstruido piedra a piedra adecuándose a sus delirios de grandeza. Grandeza que veía mermada en presencia de aquel Dios de ondeante capa roja.

Él no contestó. Se quedó inmóvil, con sus ojos del color del fuego clavándose sobre sus iris verdes. Aquella mirada haría correr al más valiente de los guerreros, pero ése no era él. Él no era el más fuerte, ni el más valeroso, él era ... el más inteligente y la sabiduría era lo que ansiaba.

El conocimiento es poder.

El poder más absoluto de todos.

- Siéntate - Le dijo moviendo el peón blanco - Jugaremos un rato.

- No he venido a ... - Pero el kriptoniano no pudo acabar su frase.

- Tú has venido a hacer lo que yo te diga que hagas - Le desafió mirándolo sin pestañear con su semblante soberbio de autosuficiencia y su voz prosódica, ausente de emoción.

El alienígena frunció el ceño y apretó los puños con fuerza. El ambiente alrededor suyo empezó a vibrar. Incluso las copas de cristal apiladas en las estanterías antiguas tintinearon con la ira que emanaba aquel ser de otro mundo. Aquel conquistador conquistado por un vulgar humano y por el que se dejaba humillar de ese modo.

Uno que no era él.

El mal nombrado héroe se dio la vuelta para encaminarse hacia la ventana. Quizá eso había sido demasiado, pero tan solo estaba tanteando sus límites. Probando su autoestima.

- Kal-El, no debí hablarte así - Aquello se parecía a una disculpa sin serlo - Pero teníamos un trato.

El kriptoniano se detuvo, pero seguía dándole la espalda.

- Tan solo quiero un poco de tu tiempo, no es pedir demasiado, considerando el precio de tu falta de "actitud" - Le dio la vuelta al reloj de arena de la pequeña mesa - Juguemos un rato.

El alienígena se dio la vuelta y sus manos se destensaron. Bien. Había conseguido aplacar a la fiera.

- Siéntate - Él se acercó, pero permaneció de pie a escasa distancia de Luthor - De acuerdo, como quieras - Lex sonrió - Podrás irte cuando uno de los dos gane.

Clark movió otro peón un gesto casi imperceptible, del que Luthor solo pudo ver el resultado. Era rápido.

Muy rápido.

- Segundo peón de reina a D5 - Lex estaba disfrutando y Clark volvió a mover sin dejar que Lex le diera la vuelta al reloj - Peón de rey a C4, bien hecho Kal - Las jugadas rápidas por parte de ambos proseguían - Defensa francesa, muy inteligente, ante mi gambito de dama - Se detuvo un momento - ¿Sabes cual es la paradoja del Ajedrez, Kal? Que la figura principal, el Rey, no suele durar mucho sin su reina.

El kriptoniano volvió a revolverse sobre sus pies y sus labios temblaron ¿Eso había sido demasiado? Acto seguido, la mesa saltó por los aires y las piezas talladas con más de tres siglos de antigüedad se volatilizaron.

Sí.

Había sido demasiado.

La metáfora había sido demasiado "evidente"

Aquel chico no tocado por el tiempo era demasiado paciente si sabías que teclas tocar.

- Muy mal, Kal-El - Chisteó con la boca - Ahora tendremos que empezar de nuevo y pasarás aquí más tiempo del que habría sido necesario.

Lex se levantó y de un cajón sacó otro tablero persa, tallado con los rebordes en oro.

- Podrás irte cuando uno de los dos gane - Volvió a decirle impasible colocando las piezas sobre los cuadrados - Tengo muchas más piezas guardadas.

CONTINUARÁ ...




Notas de la autora:

Espero que os haya gustado y tan solo daros las gracias por vuestra paciencia. Mi ritmo de actualización es un insulto al fanático de los fics, pero hey ¡Yo no gano pasta con esto! Y me alcanzó la vida, el trabajo, las vacaciones y la falta de tiempo ...

Así que, toca ser pacientes.

Como siempre, vuestros comentarios son bien recibidos. Explicadme todo lo que se os pasa por la mente al leer mi historia. Me encanta escucharos y siempre contesto.

Espero que os haya gustado el capítulo.





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