Capítulo 19: Espejismo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Espejismo


DICK

- Hey, Murray ¿Tienes un cigarro? – Le preguntó Dick al agente situado en la recepción de la comisaria - ¡Murray! – Volvió a insistir ante el ensoñamiento del veterano.

- ¿Desde cuándo fumas, muchacho? – Se extrañó aquel oficial al que le faltaba poco para jubilarse - ¿Es que quieres tener mis pulmones? Apenas puedo dormir por las noches – Dijo dándole uno.

- No es para mí – Tomó el cigarro – Y no puedes dormir por las noches porque te pasas todo el día durmiendo en el trabajó – Bromeó.

- ¡Eh, novato, no te pases de listo! – Pero en el fondo, Murray se estaba riendo. Le caía bien aquel chico y no decía ninguna mentira.

Al salir, y antes de que el vagabundo que vivía en las escaleras de la comisaría pudiera abrir la boca, se lo lanzó.

- Hoy sí, amigo – Le sonrió como solo él sabía hacer y esperó que fuera suficiente, pero no.

- ¿Un cigarro? – El vagabundo ni siquiera le había dado las gracias – Yo no fumo, dame dinero.

- ¡Pero si llevas cuatro meses pidiéndome un pitillo todos los malditos días! – Exclamó. Había tenido un día de perros en las calles – Toma – Le lanzó diez dólares.

- Con esto no me llega ni para una cajetilla – farfulló el hombre.

Dick había cambiado hacerle las fotocopias y el café al capitán, por peleas entre borrachos, putas, borrachos y putas ... Lo normal para ser un triste viernes otoñal en Blüdhaven. Ah, tampoco podía olvidarse de los drogadictos. 

Pero no iba a quejarse. Al menos no lo tenían encerrado dentro de las oficinas. Ya era bastante que Bruce no lo dejara pisar las calles con Batman, hubiera sido demasiado que sus superiores actuaran igual.

Quería pensar que como agente de la ley, estaba ayudando a alguien, pero sinceramente, lo dudaba, pues parecía que tan solo conseguía aplazar lo inevitable. Aquel padre seguiría pegando a su mujer y a su hijo, pues ninguno de los vecinos estaba dispuesto a hablar de los malos tratos que habían presenciado durante años. Ella tampoco quería hablar y el chico estaba muerto de miedo. Sumidos en un sistema que no funcionaba y una burocracia que lo único que hacía era retrasar la impartición de justicia.

Si él hubiera sido Batman, habría sacado a ese hijo de puta de la cama en plena noche y le habría amenazado de muerte si volvía a tocarle un pelo a su familia. El cabrón se habría meado encima, le habría troto algún hueso y se aseguraría de que su amenaza fuera cumplida.

El murciélago causaba ese efecto en la gente. Les inspiraba miedo y terror más allá de lo imaginable. Era la parca que envíaba la muerte antes de darse el festín con tu alma.

Si él fuera Batman...

Pero no lo era.




De hecho ya no sabía qué tipo de relación tenía con él, si es que había alguna. No habían hablado desde el hospital y aquel encuentro había sido de todo menos amigable.

Le echaba de menos.

Solo quería irse a casa y dormir dos días seguidos.

Chascó los labios. No le apetecía en absoluto ir a la fiesta por el funeral de Mendoza, pero no podía faltar. Se lo debía.

Había sido su compañero. Por vago que fuera, había sido su compañero y el resto lo justificaban diciendo que era eso lo que te hacía la calle, volverte indiferente en un claro intento para que hicieras cada vez menos.

¿Indiferencia, o supervivencia?

Muchos en la comisaría pensaban que se trataba de lo mismo.

Dick no lo creía.

Quería ser distinto. Marcar la diferencia, pero empezaba a darse cuenta de que le resultaría muy difícil hacerlo con la placa puesta en su pecho.

Cuando entró en el bar, la mitad del departamento ya estaba medio borracho. Era una tradición beber hasta perder el sentido cuando uno de los suyos moría en acto de servicio. Curiosa manera de homenajear al difunto, pero en el caso de Mendoza, Richard creyó que efectivamente, a él le hubiera gustado verlos a todos brindando por él sin tenerse de pie.

Se tomó un par de cervezas y charló con algunos de sus compañeros, al menos con lo que se dignaban a dirigirle la palabra a un novato que poco se dejaba corromper. Quería volver a casa. Dejó la botella vacía sobre la barra y se dirigió a los servicios.

Entró en uno de los cubículos. No es que estuviera impoluto, pero los había visto peor, total, solo era para orinar. Escuchó las risas de otros oficiales afuera, meando en los urinarios de pared. Él prefería hacerlo a solas.

Cuando acabó y subió la cremallera de su pantalón esa intimidad se vio truncada por alguien que lo agarró por la espalda.

Pero ¿qué demonios? Estaba seguro que había cerrado la puerta. Fuera quien fuera, se había colado desde arriba pues las paredes de aquellos cubículos no llegaban hasta el techo. Se giró con el codo en alto preparado para golpear al intruso pero se detuvo a un par de centímetros de la sien ajena.

- ¿Jay? – Preguntó contrariado - ¿Qué estás haciendo aquí?

- No llegabas a casa ... – Contestó el chico de apenas diecinueve años – Así que salí a buscarte – Le agarró las manos para no dejar que se guardara la polla dentro de los vaqueros.

- ¿Cómo se te ocurre? – Aquel muchacho debía estar loco - ¡Esto está lleno de policías! - Si alguno de sus compañeros lo veía allí, no tardarían en saldar sus ganas de bronca con él, pues era un delincuente de poca monta conocido por todos en la comisaría al que muchos le tenían manía.

- Verte, merece el riesgo – Dijo y le dio un beso sobre el cuello.

- No, no, no – Negó Dick con la cabeza. No pensaba hacerlo en un lavabo cochambroso mientras escuchaba las risotadas de sus compañeros a fuera.

- ¿Grayson, necesitas ayuda con eso? – Preguntó burlón uno de los oficiales al escucharle a través de la delgada puerta de madera - ¡Por mucho que lo niegues, tu polla no va a crecer más! – Todos los agentes se rieron al unísono.

Todd llevó sus manos al miembro flácido de Dick.

- Yo creo que sí que va a hacerse más grande – Susurró, empezando el firme vaivén arriba y abajo - ¿Tú no? – Preguntó sobre el lóbulo de la oreja de Grayson mientras éste se estremecía.

Estar allí con aquel crío era la peor de las situaciones ¿Por qué no era capaz de sacárselo de encima? ¿Por qué no era capaz de apartarlo de su vida?

De todos los errores que había cometido, aquel chico era el peor sin duda. Joven por fuera e irreverente, maleducado y egoísta. Un hombre por dentro, seguro de sí mismo, cruel y letal. Uno de los mayores y mejor forjados asesinos de la historia reciente de la ciudad.

Aquel joven al que todos en comisaría trataban como un vulgar chico de la calle era realmente Red Hood, el líder de la banda de los capuchas Rojas, que sumía la ciudad en una desesperación no vivida desde los tiempos en los que Máscara Negra le arrebató el trono del Ampa a Fish Money.

- ¡Todd, no!– Casi suplicaba – No puedo hacer esto – Le dijo sincero, pero el chico no desistió en su intento por mejorar su humor. Dick le tomó las manos y las apartó de su cuerpo – No puedo estar aquí contigo – Debería entregarlo, debería decírselo a Bruce. Seguro que no se tomaría bien que se hubiera follado al tipo que lo apuñaló ¡Joder! Ni siquiera lo había llamado para ver si estaba recuperado, ni siquiera.... No podía ... no podía hacerlo ... esto no podía estar pasándole a él. Bruce no lo educó para esto.- - ¡Suéltame!

- Está bien – Susurró Jason para que los oficiales de fuera no pudieran escucharle – Incluso me pone a tono que seas tan mojigato Dick – Le sonrió lascivo pasándose la lengua por los labios – Lo haremos en tu casa, con la intimidad que necesitas.

- ¡No, Jay! – Exclamó algo más alto – No puedo estar contigo. Lo nuestro no puede ser – Acabó diciendo justo lo contrario de lo que su cuerpo demandaba ¿Por qué su miembro seguía alzado? ¿Por qué un roce de sus dedos se convertía en una descarga eléctrica que se alojaba en su estómago y no lo dejaba ni comer? – Lo siento.

Dick saltó por encima de la pared del lavabo y salió por el espacio libre que quedaba hasta el techo. No le costó mucho pasar al otro lado, ante la mirada atónita de algunos de sus compañeros que estaban esperando fuera su turno para mear.

- Se ha atrancado la puerta – Les dijo a sus compañeros sin querer delatar a Todd. Lo último que quería era volver a ver a Jay entre rejas, que era precisamente donde debería estar – Me voy a casa.

No quería seguir ni un instante más en aquel bar, porque en el fondo sabía, que si tentaba a su voluntad, volvería a caer en las redes de aquella criatura mortífera.



BRUCE

Bruce bajó las escaleras envuelto en una gruesa manta. Sintió la gélida madera bajo sus pies descalzos. No sabía exactamente qué hora era, pero afuera era bien entrada la noche. Lo buscó en la cocina y en el comedor, miró al exterior por la ventana y lo vio vestido como Superman, oteando el vacío oscuro de unas montañas que ni siquiera se distinguían, al menos, él no.

Abrió la puerta y se colocó a su lado en el porche.

Al principio no dijo nada, pero el kriptoniano parecía estar sumido en sus pensamientos y no reaccionaba. Estaba allí parado, sin parpadear, sin ni siquiera respirar.

- Hace frío – Susurró el murciélago para romper el silencio.

Clark salió de su letargo y lo abrazó de inmediato, frotando su espalda con aquellas manos que nunca perdían temperatura. Lo envolvió en su espesa capa roja.

- Vayamos dentro – Le dijo – Encenderé un fuego para que entres en calor.

Una vez dentro de la casa, Clark encendió los troncos secos de la chimenea con su visión de calor y le preparó un té caliente a Bruce que no dudó en estrechar entre sus dedos y se acomodó en el sofá.

- ¿Dónde estabas? – No quería que sonara como un interrogatorio pero algunas costumbres no se perdían fácilmente.

- Tuve que ir a atender unos asuntos como Superman, ya sabes... - No quiso dar más explicaciones pero Clark desvió la mirada hacia abajo y a la izquierda, y eso solo sucedía cuando no le decía la verdad. Al menos, no toda la verdad.

- Podía haberlo hecho alguien de la Liga – Dio por supuesto que Superman se refería a algún rescate o emergencia.

- Yo no estoy en la Liga ¿Recuerdas?

Eso había dolido.

No admitirle fue una decisión difícil, pero pese a todo, pese a la fractura con su corazón, su sentido común le decía que había hecho lo correcto.

- No lo he olvidado – Dijo dando un sorbo a su té. Bruce no se acobardaba ante nadie – Fui yo el que tomó esa decisión.

- Hiciste bien – Sentenció Clark tras varios instantes – No merezco menos. Se frotó los ojos con las manos como si estuviera cansado, aunque eso no era posible, al menos, no físicamente.

- Ven aquí – Le ordenó Bruce abriendo sus piernas.

Superman avanzó hasta su posición. Resultaba imponente con su atuendo kriptoniano azul y rojo. Se tumbó entre sus piernas y apoyó la espalda sobre el pecho de Bruce que no dudó en abrazarle.

Paseó sus dedos por el símbolo de la casa de El, resiguiendo el contorno de la "S" con una suave caricia.

Clark tocó un pequeño mecanismo en el escudo y el traje se plegó sobre sí mismo, dejando su cuerpo desnudo debajo. Ventajas de la última vanguardia kriptoniana.

Ahora solo quedaba el hombre con el hombre.

Piel con piel.

Una ilusión.

Un espejismo.

Un sueño del que tarde o temprano, sabía que despertaría.




CLARK

Hicieron el amor dos veces más. Una en el comedor y otra en la habitación, hasta que Bruce cayó en un liviano sueño.

Clark lo miraba respirar. Oía el aire pasar a través de sus pulmones, asimilándose en sus alveolos y en las células de su cuerpo. Todo ello acompasado por un corazón que latía fuerte dentro de su pecho.

Era un humano fuerte y vigoroso. Se veía mucho más joven de lo que realmente era. Empezó a pensar qué sentiría cuando viera su cabello volverse blanco y cuando las arrugas surcaran su rostro de piedra. 

Era humano y no engañaría el paso de los años durante mucho más tiempo. in embargo, en el fondo de su corazón kriptoniano sabía que no debía preocuparse por eso. Nunca pensó que ninguno de los dos llegaría a viejo, hasta ahora.

Ahora la idea de perderse los años de juventud que le quedaban a su amado eran como un hierro incandescente quemándole las entrañas.

Cerró los ojos para concentrarse en el aquí y en el ahora. N dejaría que sus preocupaciones le quitaran estos momentos de felicidad.

Le gustaba verle dormir. Solo entonces podía entretenerse en memorizar cada rasgo, cada facción, para no olvidarlos nunca. Para disuadir a su mente de pensar en Luthor, en aquellas fotografías, en Siniestro... Esa noche no dormiría.

Ya había salido el sol afuera cuando decidió bajar a hacer el desayuno. Café recién hecho, algo de leche, y tortitas con mermelada de fresa.

- ¿Lo has hecho tú? – Preguntó incrédulo el murciélago bajando por las escaleras con la bata puesta.

- ¿Quién si no? – Sonrió el kriptoniano – Alfred no está aquí.

Bruce tomó una de las tortitas y le dio un bocado. Alzó una de las cejas.

- No está mal granjero, nada mal – Se llevó toda el dulce a la boca – Alfred necesita un ayudante y ...

- No, no – Negó Clark – No quiero tu dinero, ni trabajar para ti. Ya tengo bastante con que hayas comprado la granja y mi piso de Metropolis.

Bruce tragó con dificultad.

- Yo no he comprado nada de eso – Dijo extrañado mirándolo fijamente.

Clark empezó a mirar hacia todos los lados y se puso visiblemente nervioso. Había dado por hecho que había sido él, pues al llegar de su larga ausencia todo había sido puesto a su nombre y libre de cargas.

No sabía por qué había supuesto sin dudas que había sido él. Bruce jamás se había metido en sus finanzas desde que él se lo pidió. Sabía lo mucho que le molestaba a Clark que hiciera valer su dinero o su alto cargo en su relación y le diera ventajas que de no estar con él, no tendría.

Se llevó una mano a la nuca. Si no había sido él ¿quién había sido?

La respuesta era clara.

Luthor.

- ¿Han comprado la granja, Clark? – Por supuesto, Batman no lo iba a dejar ahí.

- Sí – Era inútil mentirle, pero su expresión angustiada era imposible de disimular.

Las tortitas empezaron a quemarse en la sartén y Kent tomó el mango para apartarlas del fuego, pero lo hizo con demasiada fuerza. A veces eso le pasaba cuando no se concentraba lo suficiente. La sartén acabó hecha trizas en el suelo, al igual que las tortitas que se escamparon por toda la cocina.

Clark se agachó de inmediato dispuesto a recoger aquel desastre que al menos había desviado algo la conversación.

Bruce se inclinó a su lado y recogió lo poco que quedaba de la sartén.

- Ey – Le llamó para captar su atención – No te preocupes, averiguaré quién ha sido – Le tomó de la mano – Tranquilo, Clark – Intentó serenarlo con esa voz grave y autoritaria que hacía que creyeras con determinación todo lo que salía de sus labios - Le besó en los nudillos cariñosamente como si fuera una damisela en apuros.

- Gracias – No podía decir nada más e intentó desviar de nuevo el tema – He visto un lago cerca de aquí, podríamos ir a bañarnos.

- ¿Estás loco? El agua debe estar helada.

- ¡Ohhhh, vamos! – Se quejó Clark intentando dejar de lado su preocupación – Pensé que Batman no le tenía miedo a nada – Estaba decidido a disfrutar esos momentos que raramente compartían juntos.

- Confundes valentía con estupidez, kriptoniano.

Clark lo tomó en brazos pese a la resistencia de Bruce por dejarse llevar. Sabía que no le gustaba lo más mínimo que lo cargara como una novia cruzando el umbral.

- ¡Maldita sea, Clark! – El humano clavaba sus uñas en el pecho de Clark, que solo llevaba un pantalón de pijama puesto – ¡Suéltame ahora mismo!

El kriptoniano lo dejó sobre la hierba, pero solo cuando llegaron a la orilla del lago y no dudó en quitarse el pantalón para meterse dentro del agua.

Clark entró hasta media cintura y le salpicó con las manos hasta que ríos de agua helada bajaron por el brillante cabello castaño de Wayne.

El humano empezó a farfullar improperios a todas las constelaciones conocidas y acabó sentándose más lejos de la orilla para no acabar chorreando de nuevo.



BRUCE

Ya no era ninguna sorpresa para Wayne, que su amante no llevara ropa interior, aunque no dejaba de asombrarse por su imponente tamaño. Nunca lo haría.

Ahora tendría que esperar a que el maldito kriptoniano se decidiera a salir a la superficie y eso podría ser mañana ... o pasado.

Su semblante se tornó más serio cuando pensó quién podría haber comprado la granja y el apartamento de Clark. Evidentemente, el candidato más probable era Luthor.

Ese malnacido estaba dispuesto a meterse a la fuerza en la vida de Clark, y lo más probable era que eso le costase la vida, cosa que no lamentaría en sí, pero sí lo haría el cómo y sobre todo, el quién.

Dejó que los rayos de Sol le bañaran la piel y agradeció su calor.

El paisaje era hermoso. Vegetación exuberante de árboles centenarios que tocaban el agua turquesa de aquel lago encantado. Olía a verde y al violeta de las flores silvestres.

Otro espejismo.

No quería preocupar a Clark, pero tarde o temprano, muchas de las cuestiones que acuciaban la mente de Batman acabarían por explotar. Lo que había pasado con los Linternas no era algo que debiera tomarse a la ligera. Contactaría con Jordan para que investigara sobre el paradero de ambos, aunque lo más probable es que el irresponsable de Hal no quisiera mover un dedo sin una explicación detallada y sinceramente, no sabría qué decirle.

Otro salpicón de agua fría lo sacó de sus pensamientos.

- Pero ¿qué?

Clark se reía mientras el agua gélida resbalaba por su piel convirtiéndose en vapor antes de tocar el suelo.

- ¿Seguro que no quieres meterte? – Preguntó moviendo su cabeza rápidamente, sacándose las gotas de encima – Hay unas carpas preciosas en la otra orilla.

- No.

- Pero, las pobres carpas se van a poner tristes por no ver a un murciélago mojado – Se burló como si fuera un niño de primaria.

- Las carpas no tienen sentimientos – Le miró fijamente a los ojos, siempre desafiante.

- Podríamos decirle a Arthur que viniera a comprobarlo, pero ... – Clark se sentó a su lado, imitando la posición de sus piernas – ... no podemos permitir que vea que estamos juntos.

Ahí estaba otra vez esa palabra que le repateaba el hígado a heredero Wayne. Algo que sonaba tan natural en los labios de Clark, pero que a él se le atragantaba en el gaznate.

- ¿Por qué no podemos decirle a los de la Liga que estamos saliendo? – Insistió el reportero.

Bruce se llevó una mano a la sien. Otra vez la misma molesta conversación.

- Es que ... entiendo que no quieras hacerlo público. Pero ellos, son nuestros amigos.

- Tuyos, no míos.

- ¿No los consideras tus amigos? – Se sorprendió molesto el kriptoniano.

- No. Son compañeros de armas, nada más – Clark frunció el ceño. Aquella charla no estaba yendo por buen camino y sabía que no acabaría ahí por más que esa fuera su intención – Las personas que más me importan, lo saben. Eso debería bastarte – El kriptoniano alzó una mano y dispuesto a contar con los dedos como dándole pie a que las enumerara – Bien, pues ... Alfred.

- Una – contó el kriptoniano.

- Dick.

- Dos.

- Diana

- ¿Se lo has dicho a Diana?

- No ha hecho falta.

- ¿Cómo lo ha sabido entonces? Yo he intentado ser cuidadoso.

- Supongo que cinco mil años de intuición femenina son suficientes como para darse cuenta de algunas sutilezas – Aclaró Wayne.

Clark se mostró algo más satisfecho ya que parecía que a Bruce no le molestara demasiado que la amazona supiera de su relación y eso le abrió el apetito. Decidió ir a comer al pueblo. El murciélago hubiera preferido la privacidad de la pequeña casa de la montaña, pero quería complacerle al menos en las cosas para las que se sentía dispuesto.

Bruce condujo por la carretera de curvas hasta llegar al pequeño núcleo urbano. No había demasiado tráfico, pues aún no era temporada de nieve y los esquiadores iban a cotas más altas.

Se sentaron en la mesa más alejada del único bar que servía comidas al mediodía y pidieron dos especiales de la casa.

- Gracias – Clark sonrió a la camarera, que no podía quitarles los ojos de encima a ninguno de los dos, pues ambos era con mucha diferencia, lo más novedoso, exótico y sexy que había pasado por aquel local en años, y eso que Wayne ocultaba su rostro con unas gafas negras de sol y una gorra para evitar ser reconocido.

- ¿De dónde sois chicos? – Preguntó curiosa la mesera.

- De muy lejos – Contestó Bruce secamente.

- Bien, que aproveche - A la mujer le quedó claro que no sacaría nada más del moreno de la gorra – Si me necesitan, estaré en la barra.

Kent estaba disfrutando aquella hamburguesa pringosa que difícilmente cabía en la boca de nadie, mientras el multimillonario se percataba de que eran el foco de atención.

- ¿No te gusta el sitio? – Preguntó Clark al darse cuenta de que algo turbaba a su amante.

- No tiene nada que ver con el sitio – Wayne desistió de comerse la carne con las manos y tomó el tenedor y el cuchillo – Es por todo lo que ha pasado ... quieras o no, tendremos que hablar de ello, tendremos que ...

- Sé que te acostaste con Lois.

Bruce se quedó con la boca abierta y le costó unos segundos procesar aquella información. Sonrió forzado y dejó los cubiertos sobre la mesa. 

Muy hábil.

Evidentemente, no era de eso de lo que quería hablar sino de lo sucedido durante las supuestas pérdidas de memoria de Superman, pero aquella conversación era algo que debía abordar ineludiblemente y Clark lo sabía.

Y ya iban dos. Sin duda, el día de hoy prometía a nivel confesional.

- Debí suponer que esa mujer no podría callarse.

- ¿Por qué lo haría? – Clark también había dejado de comer y ahora lo miraba reservado – Ella confía en mí.

- ¿Estás dando a entender que yo no? – Ahora era el murciélago el que se ponía a la defensiva.

- Bueno, no al mismo nivel que ella.

- Entonces quizás debas follártela a ella – Wayne alzó la mano pidiéndole la cuenta a la camarera, dispuesto a salir de allí lo antes posible.

- Ey ey ey – Se quejó Clark agarrándole ambas manos – Solo estamos hablando ¿Por qué esta actitud?

- ¿Me dices cómo debo comportarme? – El murciélago no podía creer lo que estaba oyendo.

- No, para nada – El semblante de Superman se volvió más amigable – Lois me lo explicó todo y sé que no merezco pedirte explicaciones sobre lo que pasó cuando me marché – Acarició sus dedos mientras intentaba relajar los ánimos del de Gotham – Pero hubiera agradecido que me lo hubieras dicho tú – Le sonrió afable – Sé que confías en mí, al menos, todo lo que puedes confiar y ...

Clark giró la cabeza hacia atrás y cuando volvió a posar los ojos en Bruce su expresión había cambiado, como si estuviera reteniendo algo.

- Yo no te juzgo, pero ... Disculpa un momento – Le dijo con los ojos llenos de ira mientras se levantaba.

¿Qué rayos había pasado? Bruce miró hacia todos los lados y vio un grupo de cuatro hombres de mediana edad sentados en una mesa que estaba en la dirección en la que Clark había echado a andar.

- ¿Tenéis algo en contra de los homosexuales? – Espetó al estar delante de ellos - O debería decir, maricones, tal y como vosotros nos habéis llamado.

¡Mierda! En serio que Clark debía aprender a controlar ese super oído que tenía. 

Clark casi temblaba y su voz era un grito afilado que todos los presentes podían oír. El aire a su alrededor se deformó al igual que se deforma cuando choca con el asfalto abrasador del verano.

Uno de aquellos hombres, se alzó.

- No queremos gente rara como vosotros en nuestro pueblo - Debía ser el más insensato de todos ellos. Se dio cuenta de su estupidez cuando observó que el kriptoniano le sacaba dos palmos de altura y más de cincuenta kilos de peso.

Kent alzó el puño y parecía dispuesto a desquitarse con el infeliz, pero se topó con la mirada gélida de Wayne que se había posicionado entre aquel payaso y el alienígena.

- ¿¡Se puede saber qué estás haciendo!? – Batman estaba furioso - 

- ¿Tu novio sale al rescate, paleto? – Escupió el homófobo, ignorando que estaba firmando su sentencia de muerte.

- ¡Cállate! – Le recriminó Wayne mientras lo mandaba a su silla de un empujón. Con un movimiento demasiado rápido para aquellos cuatro lograran verlo, agarró un cuchillo de encima de la mesa y lo clavó en la madera entre las piernas de aquel capullo – Como no te calles, el próximo te lo hundo donde toque carne – Le amenazó, agarrándole por la pechera - ¡Vámonos! – Tiró del brazo de Clark con fuerza, pero como era de prever, éste no se movió – Clark, vámonos – Insistió rogando a Dioses de los que negaba la existencia.

Lo último que necesitaban era una escena y menos con los dos polis que estaban en la barra tomando café.

El cuerpo del kriptoniano cedió y empezó a moverse, dejándose arrastrar hasta el aparcamiento.

Bruce le abrió la puerta del coche y se metieron dentro.

- Pero ¿Qué diablos ibas a hacer, Clark? – El millonario se llevó las manos a la cabeza.

- Lo siento – Dijo condescendiente.

- ¿Lo sientes? – Preguntó indignado sin esperar respuesta – Lo sientes ... Por supuesto ... Lo sientes, y con eso se excusa que estuvieras a punto de golpear a ese grupo de mierdas solo por habernos llamado maricones.

- Se merecían que ...

- ¿Qué? 

- No ... no iba a matarle.

Bruce no estaba pensando en algo tan definitivo y le sorprendió que el kriptoniano sí lo hiciera.

- ¿Y que crees que hubiera pasado si le hubieras golpeado en el estado en el que estabas?

- No ... no lo sé.

- Pues yo te lo diré – Le miró desafiante – Que los forenses estarían sacando trozos de cerebro de las paredes de ese bar durante meses.

Clark no fue capaz de decir nada más. Se tapó el rostro con las manos y se echó para adelante, comprendiendo lo que podía haber pasado.

- Yo ... no iba a hacerle daño ... - Se decía una y otra vez, tratándose de autoconvencer.

Se quedaron así durante varios minutos que parecieron horas.

- ¡Joder, Clark! - Bruce se hundió en su asiento - Tú, de entre todos, tienes que saber controlarte. No puedes dejar que lo que piensen los demás te afecte de esa manera.

Bruce no sabía qué hacer. No sabía si algunas de sus palabras serían capaces de consolarle, reprenderle o ... Sinceramente, no sabía qué más decir y prefirió quedarse callado. Tan solo le puso la mano en el hombro y Clark la tomó entre las suyas al instante, besándola con desesperación.





CONTINUARÁ ...

Notas de la autora:

Sé que he tardado siglos pero es que he ocupado mis ratos libres con otras cosas, como dibujar, viajar ...

Sí, ahora también dibujo. Les invito a pasarse por mi Facebook para ver mis obras, o también por DevianArt.

Tenéis el link en mi perfil.

Espero que os haya gustado este capítulo de transición, que yo misma necesitaba para ponerme al día con la historia después de varios meses de abandono. Ahora que he tomado empuje, espero actualizar más seguido.

Como siempre, espero vuestros comentarios. Me encanta saber lo que opinan de cómo se desarrolla la acción de los personajes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro