Capítulo 3: Sin perdón

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CAPITULO 3

Sin perdón

En el presente

JORDAN

Hal Jordan llevaba más de dos semanas en OA, el planeta de Los Guardianes. Ser el Green Lantern del sector 2814 empezaba a ser claramente incompatible con su vida en La Tierra.

Sus largas ausencias inexcusables le pasaban factura a su vida social y laboral y sus vínculos con el planeta azul iban desapareciendo muy a su pesar, pero su trabajo en Los Corps era realmente importante y lo disfrutaba. Así que asumía las consecuencias.

Se sentó en el comedor en su mesa habitual, con sus compañeros de escuadrón.

- Kilowog, por favor, come una persona normal – Le dijo al enorme extraterrestre de apariencia brutal y un poco porcina.

- ¿Qué es una persona? – Siguió engullendo su plato sin utilizar los cubiertos - ¿Te vas a comer eso? –Le preguntó a Jordan que sólo miraba a su plato con cara de asco.

- Todo tuyo amigo – Suspiró harto de tener que alimentarse siempre con la misma bazofia interestelar – Oye ¿Sabéis dónde iba Siniestro? Le he visto salir con una sonrisa en los labios.

- ¿Siniestro sonriendo? Eso sí que es una novedad – Dijo Arisia sin poder creérselo.

- Es por lo de ese tipo en el planeta Nebari – Contestó sin demasiado interés Boodikka.

- ¿Qué tipo? – Preguntó Jordan

- Una información facilitada por un nativo, diciendo que había visto a un kriptoniano.

Hal casi se atraganta con su vaso, lleno de un líquido azul que cumplía las funciones de hidratación, tratando de no parecer demasiado sorprendido ante sus compañeros. No quería delatarse a sí mismo, pues los Corps que él consideraba sus amigos y camaradas de armas, poco sabían sobre los demás miembros de la JLA.

Durante la formación como Green Lantern, escuchó viejas historias sobre los kriptonianos y no quiso creérselas, ya que uno de sus mejores amigos de La Tierra lo era, pero tuvo la precaución de no hablar de Superman más de lo debido, nunca nombrando su planeta natal.

Al igual que nunca conversó con Superman sobre este tema, quizás por incredulidad, quizás por precaución.

- ¡Eso es ridículo! – Exclamó Kilowog sin dejar de tragar – Todo el mundo sabe que los kriptonianos se extinguieron hace más de mil años – Sonrió para sí – No serían tan duros.

- ¡No sabes lo que dices! – Le reprendió Boodikka – Los kriptonianos arrasaron prácticamente con todo el Universo Conocido, devastándolo todo a su paso, incluido el planeta natal de Siniestro. Toda su familia pereció por culpa de esos asesinos sin escrúpulos.

- Pero ... eso pasó hace cientos de años – Intentó tranquilizar los ánimos Hal.

- No para Siniestro. Su raza es longeva. Él lo vivió todo siendo un niño y tiene buena memoria. Además, sabemos que es un tanto ... rencoroso.

¿Rencoroso? Pensó Hal para sí mismo. Siniestro era vengativo e implacable y nunca olvidaba.

A veces Jordan, sabía mantener esa bocaza cerrada, y cuando Siniestro le habló en primera persona sobre los hijos de Kripton, las violentas leyendas se transformaron en recuerdos verídicos en boca del más efectivo y agresivo Lantern que nunca había existido.

Sus palabras estaban llenas de odio para con la raza Kriptoniana.

Con un estricto sentido del bien y del mal, Siniestro había amoldado su anillo, durante siglos a su moralidad algo más que dudosa.

Siniestro, ni siquiera era su nombre Korugariano, planeta de donde era originario, era un apodo que se había ganado a pulso durante su extensa carrera en Los Corps.

Nadie se acordaba ya de cómo se llamaba en realidad. Ni siquiera él.

Hal recordó sus primeros años como Green Lantern en los que le asignaron a Siniestro como instructor y después como compañero.

No se podía negar que conseguía resultados que complacían a los Guardianes, pero ¿A qué precio? Sus interrogatorios solían acabar con los detenidos en la enfermería, o incluso en la morgue.

Jordan no aprobaba esos métodos, así que en cuanto tuvo el poder y la experiencia suficiente, pidió un cambio de compañero.

Los Guardianes recelaron de sus motivos, pero él no era un chivato y sabía que el Korugariano no le perdonaría esa acción. Sólo apeló "diferencia de caracteres"

Finalmente le asignaron al equipo formado por Kilowog y por Arisia, aunque habitualmente, trabajaban en solitario.

¿Podría ser Clark? Se preguntó el Lantern – Después de varios años ...

No podía creer que el día después de aquella fiesta hiciera lo que Batman había dicho que hizo. Matar a dos personas a sangre fría. Aunque fueran dos indeseables asesinos como aquellos, nadie se merece morir así, sin ninguna posibilidad de defenderse.

Entendía la sed de venganza de su compañero de la JLA, después de lo que le habían hecho, después de que Barry le confesara que El Joker asesinó a su madre, después de que Batman y ellos dos lo supieran y no fueran capaces de confesárselo a él ...

Se arrepentía de eso y de mucho más.

Pero nunca le creyó capaz de algo así.

No a él.

Él era el mejor de todos. El más fuerte y poderoso, por eso precisamente, no podía ni debía dejarse llevar por sus instintos, y así había sido hasta entonces. Había demostrado seguir unos estrictos valores morales y jamás le había hecho daño a nadie, a no ser que fuera para defender a otros, pero siempre utilizaba la menor fuerza posible.

Clark era un buen hombre, incluso demasiado bueno, a veces.

Sólo Diana parecía darse cuenta de que algo extraño pasaba por la cabeza de Superman, pero nadie quiso creerla, ni siquiera el insanamente desconfiado de Wayne.

- Voy a seguirlo – Dijo Hal levantándose de la silla.

- Te va a matar – Dijo Boodikka sin levantar la vista del plato – No te metas en sus asuntos o saldrás mal parado. Esto es personal para Siniestro.

- Da igual, pienso ir de todos modos.

- Bueno ... – Kilowog se llevó las manos a la enorme panza y alzó sus casi tres metros de altura – Yo cuidaré de Jordan.

- ¡Y yo de ti! – Dijo la joven Arisia, feliz por volver a la acción y abandonar aquel gélido planeta - ¿Qué le diremos a los guardianes?

- No le diremos nada, Ari – Jordan sonrió – Porque cuanto menos sepan esos viejos cabezones de piel azul, mejor para nosotros. Esta es una misión encubierta.

- Siniestro os matará – Alzó la vista Boodikka – Y si él no lo hace, y resulta que la información es verdad , el kriptoniano lo hará.

- Tú siempre tan positiva, guapa – Se molestó el Lantern Terrícola abandonando el lugar.

- Ha sido un placer conoceros – Se despidió Boodikka saludó con la mano y volvió a comer de  su plato – Llevaré flores a vuestras tumbas.



Unas horas antes

XTEC

- Kal ¿Quieres quedarte a cenar?

- No, pero se lo agradezco señor Xtec.

- Por favor Kal, ha venido el abuelo a visitarnos y vamos a hacer una gran comida – Le suplicó la pequeña cría de Xtec.

- No puedo, otro día – Le contestó agarrando una pequeña pieza metálica para luego introducirla en aquel motor destrozado.

Xtec observó trabajar sin descanso a aquel alienígena. Recordó cuando lo vio por primera vez, hacía ya unas cuantas Lunas. No era muy frecuente ver forasteros en el planeta Nebari. Allí no había nada de interés. Tan sólo era un planeta fronterizo últimamente utilizado por buscavidas y cazarecompensas que huían de los acólitos de Darkseid o de los Lanterns de Los Guardianes.

Casi todos tenían un precio por su cabeza. Unos más que otros.

La abrasadora temperatura del planeta contrastaba con su oscuridad, pues Nebari era un pequeño satélite de un planeta gigante que siempre lo mantenía a la sombra. La noche perpetua y la hostilidad de la vida casi inexistente, disuadía a los foráneos de quedarse mucho tiempo allí, pero Kal parecía llevarlo muy bien, ni siquiera lo había visto sudar.

A decir verdad, ni siquiera lo había visto comer. "Quizás su raza no come" – Pensó sin darle más vueltas al asunto.

Cuando apareció por el taller, Xtec desconfió, como con todos los desconocidos. Sacó su arma y le preguntó qué quería.

Por lo que dijo, necesitaba unas piezas muy específicas para reparar su nave. El Nebari nunca la había visto, pero debía ser tecnología punta, pues disponía de motor de curvatura, capaz de desplazarse por el espacio a la velocidad de la luz, y eso no era tan normal de encontrar, al menos en aquel sector estelar.

Le dijo que no tenía dinero y que trabajaría para pagar los recambios y así fue.

Resultó ser un estupendo mecánico de todo tipo de vehículos y naves espaciales.

Era capaz de arreglarlo todo, y aunque no era un tipo muy hablador, el negocio estaba prosperando gracias a él. Así que Xtec le propuso quedarse durante el tiempo que quisiera en la planta de arriba del negocio, un taller medio abandonado a las afueras del pueblo.

"Es un lugar como cualquier otro" – Le respondió aceptando su oferta.

De él tan solo sabía su nombre: Kal-El, y que era del planeta Kansas, del cual jamás había oído hablar.

No preguntó.


KAL-EL

Cuando el dueño y su cría se marcharon para asistir a la reunión familiar, Kal-El se quedó solo. Entonces fue cuando realmente empezó a avanzar en sus tareas. Levantaba los trozos de las naves aunque con algo de esfuerzo y con su visión calorífica soldaba las piezas con una velocidad vertiginosa.

A Kal le gustaba arreglar cosas, le mantenían la mente ocupada.

Su nave kriptoniana no pasaba fácilmente desapercibida en el espacio exterior, y sabía que le estaban buscando los acólitos de Apokolips, así que la había escondido en un asteroide lo bastante grande como ocultarla, en los anillos del planeta gigante cercano a Nebari.

Llevaba allí unos treinta días. Suficiente para despistar a los seguidores de Darkseid. En dos o tres días abandonaría aquel planeta penumbroso. Sus poderes empezaban a acusar la falta de luz solar, pero precisamente, era lo que lo hacía más seguro.

Allí no lo buscarían.

Era un buen lugar para esconderse, y Xtec, el nebari nativo de pelo canoso y piel de color púrpura, no era curioso, cosa que el kriptoniano agradecía.

Eso es lo que había estado haciendo desde que abandonó La Tierra, huir y luchar por su vida.

Desarraigado, sin familia, sin amigos, su herencia kriptoniana le arrastraba hasta un odio primario que luchaba por emerger, cada día con mayor intensidad.

Tan sólo su corazón partido en pedazos le mantenía anclado a un vestigio de lo que una vez fue, pero que ya no volvería a ser.

El dolor le hacía no perderse del todo.

Cuando pensó que ya sería demasiado trabajo como para podérselo justificar a Xtec, subió volando hasta el piso de arriba y sacó unas migas de comida que dejó caer en un pequeño recipiente.

- Hola Bat, amigo – Saludó a una pequeña bola peluda de color negro con forma esférica - ¿Me has echado de menos? – Le acarició el cabello suavemente para después dejar que el animal comiera a su antojo.

Se tumbó en la incómoda cama y miró por la pequeña ventana desde donde podía ver aquel cielo negro plagado de estrellas, como nunca podían verse desde la Tierra.

¡Cómo añoraba su hogar! Los verdes prados de Kansas, el olor de la hierba recién cortada ... la lluvia ... Un hogar al que juró no volver nunca.

No podría soportar el rechazo.

No se merecía el perdón y no lo tendría.

Era mejor así ... para todos – Se decía para sí mismo una y otra vez.

Porque Kansas tampoco era su hogar, ni Metropolis, ni Gotham y Kripton ya no existía ... Era un paria que había caído en la traición más absoluta.

Tan solo tenía aquella bola peluda que había rescatado malherido de otro planeta agonizante, tiempo atrás.

Sonrió ante la pésima autocomplacencia de sí mismo.

Hacía semanas que no dormía. Se había dado cuenta de que no lo necesitaba. Pero a medida que el Sol dejaba de alimentarle, sentía que el sueño empezaba a invadirle, aunque sólo fueran unos minutos. Lo había estado evitando durante días , pero finalmente cayó desplomado en brazos de Morfeo.

Se despertó sobresaltado, con la respiración entrecortada, envuelto en un sudor frío. Jadeando observó a la pequeña mascota huyendo de la habitación. Se llevó las manos a la frente intentando tranquilizarse.

Escuchó que a unos quinientos metros se acercaba alguien. Cuatro latidos conocidos, que eran de los corazones de Xtec y de su cría, pero había dos latidos más que no había escuchado hasta ahora. Eran más irregulares, cansados ... viejos.

Seguramente el abuelo del que habían hablado ayer, aunque diferenciar el día de la noche en aquel planeta se hacía imposible, pues su oscuridad perpetua engullía el firmamento.

- ¡Kal! Hemos venido con el abu – Le gritó la cría que curiosamente le había cogido mucho apego al ayudante de su padre/madre.

Kal-El bajó tranquilo por las escaleras y sus ojos se detuvieron ante el hombre mayor.

Debió haberlo supuesto, debido a la longevidad de la raza de los Nebari.

El viejo se quedó paralizado al verlo, realmente aterrado. Sus cansadas piernas y extremidades superiores temblaron visiblemente. Escuchó su latido irregular, bombeando con demasiada fuerza para sus cansadas venas.

- ¿Qué ocurre? – Preguntó preocupado Xtec.

El anciano levantó la mano señalando a Kal-El que también se había quedado parado observando la reacción del mayor.

- ¿Qué hace eso aquí? – Dijo el abuelo en un acto loable de valor, aunque con voz temblorosa - ¡FUERA! – Le gritó ahora más alto, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad - ¡MISERABLE!

- Pero ¿Se puede saber qué te pasa? – Le recriminó su hijo - ¿Es que le conoces?

- Yo era sólo una cría, pero no olvidaría el color de esos ojos, el olor, aunque pasaran mil años más ¡ASESINO!

- No quiero problemas – Dijo Kal-El bajando las escaleras con las manos en alto – Me iré.

- ¡ALÉJATE DE MI FAMILIA! – Volvió a chillar el anciano, que se había sujetado a una de las paredes para no caerse por la abrumadora emoción de la reminiscencia de sus recuerdos.

- Kal no le ha hecho daño a nadie, él sólo ... - Trató de justificar Xtec.

- ¡ÉL! – dijo señalándole de nuevo el mayor – ¡Es un KRIPTONIANO! ¡Que niegue que sus manos están manchadas de sangre!

Xtec se volteó atemorizado, para encarar a Kal-El sin dar crédito a lo que su padre decía. ¿Cómo podía ser posible? ¡Se habían extinguido! Nadie había vuelto a ver a un kriptoniano durante más de un milenio, pero la verdad se reflejaba en los ojos de su padre.

- ¡Bat! – Llamó el kriptoniano a su mascota, que bajó rodando por las escaleras, ajeno a la tensa escena que se estaba viviendo – Nos vamos.

Se dirigió al pueblo, lo más rápido que pudo sin levantar sospechas con su súper velocidad.

(Traducido del kriptoniano)

- *Kelex ¿Me oyes?

- *Perfectamente piloto – Dijo la inteligencia artificial de su nave, en el interior de su cabeza.

- *Activa escudos de defensa, prepara los motores y ... arma los cañones.

- *Entendido piloto.

- *Ven a recogerme pero no utilices curvatura.

- *Tiempo estimado de llegada, treinta y siete minutos terrícolas.

- *Mantente fuera de los escáneres terrestres, yo subiré volando al hangar.

Entró al bar del pueblo tan sólo con la intención de coger algo de comida para Bat, y al hacerlo sintió que algo iba mal. Por primera vez en aquel antro lleno de contrabandistas se respiraba algo de tranquilidad, el inusual silencio reinaba e incluso podía escucharse aquello que los Nebari llamaban música de fondo.

La calma que precede a la tormenta.

Kal-El esquivó el primer y el segundo disparo, pero sus poderes no estaban a su máximo nivel y fue más lento de lo que debió. Un tercer disparo de un arma larga laser de máximo nivel le alcanzó en el brazo y empezó a sangrar.

El cazarecompensas se extrañó ya que aquello le habría volatilizado el brazo a cualquier otro ser, pero supuso que si Darkseid pagaba tanto por su captura, no iba a ser fácil someterlo. Cargó de nuevo su arma, con destreza y rapidez, pero aquel humanoide avanzó tan veloz hacia él que no pudo reaccionar a tiempo.

Sin poder evitarlo, cerró los ojos cuando vio que levantaba el puño cerrado y lo dirigía sin contemplaciones sobre su cara.

Le golpeó ante la mirada atónita de los demás clientes del bar, que empezaron a huir despavoridos del local.

Kal-El recibió otro tiro, esta vez en la espalda. Un segundo cazarecompensas.

Gritó de dolor.

Aunque la herida no le mataría, era grave , sangraba y le quemaba la piel . Giró el rostro buscando el origen de la agresión, y lo encontró agazapado detrás de la barra. De un salto se plantó allí, derribando todas las sillas y mesas que osaban interponerse en su camino. Le agarró por el cuello para golpearlo contra la pared, desatando toda su furia contenida, hasta que éste perdió el conocimiento.

El tercer y cuarto miembro de la banda, que esperaban afuera, armaron sus láseres de largo alcance. Volarían el bar si era necesario. Poco les importaba que siguiera lleno de gente. Poco les importaba matar a sus propios compañeros.

Darkseid también les pagaría por su cadáver y aunque en menor cantidad que si estuviera vivo, seguro que les daba como para retirarse.

El kriptoniano se llevó las manos al rostro en un instinto básico de protección cuando escuchó acercarse el proyectil que hizo que el local saltara por los aires.

Los dos cazarecompensas se carcajearon ante las llamas, pero sus risas quedaron apagadas cuando de entre las cenizas que teñían el cielo de gris, emergió Kal-El.

Su ropa estaba carbonizada y hecha girones. Su piel humeaba por la alta temperatura, se tambaleaba. Sus ojos incandescentes abrieron fuego hasta calcinar el arma con que lo habían atacado. Como un animal salvaje, saltó sobre uno de aquellos mercenarios y le golpeó en la sien, dejándolo inconsciente.

El otro, disparó sobre la cara del kriptoniano a bocajarro.

Kal-El bramó y la sangre de su ceja tiñó el lado derecho de su cara, le arrebató el arma con un rápido movimiento y le golpeó en el estómago con ella, lanzándolo contra una pared de un edificio cercano.

No volvió a moverse, aunque seguía respirando.

Cuando estuvo seguro que no había más amenazas potenciales, el kriptoniano cayó de rodillas al suelo, atormentado por sus actos, furioso, sintiendo como el odio recorría todos los poros de su piel desnuda.


El odio que poco a poco consumía su dolor y la culpa y lo dejaba ... sin nada.

El pasado le perseguía allá donde fuera y empezó a pensar que no habría lugar en el universo donde se sintiera a salvo.

Con esfuerzo, se levantó y alzó el vuelo, oliendo la muerte sobre él y los gritos de desesperación de los supervivientes que dejaba atrás.

En ese instante, un haz de luz verde lo golpeó tan duro que cayó varios cientos de metros más allá, entre un montón de rocas.

Kal-El se incorporó y de nuevo volvió a golpearle esa luz esmeralda que no le era desconocida. Las venas de su rostro se hincharon y volvió a hacer uso de su visión calorífica para hacer blanco en la figura que lo observaba airoso, sonriendo ante su dolor.

Él esquivó el rayo y un segundo ser de piel color púrpura se acercó para golpearle.

"Bien – pensó Kal-El – Acércate"

El kriptoniano lanzó su puño directo a la mandíbula de aquel ser que retrocedió unos pasos ante el ataque, pero Kal-El no le dio tregua y se le tiró encima. Siguió golpeándolo hasta que el ser agarró el brazo del kriptoniano y lo golpeó con la rodilla en la boca del estómago, pero el kriptoniano se recuperó pronto y volvió a propinarle otro puñetazo, que ésta vez impactó de lleno en la cara del ser envuelto en aquella energía verde.

- ¡Apártate Qarrigat, no lo vencerás cuerpo a cuerpo! – Le ordenó el otro Lantern a su subordinado, mientras levitaba a unos metros de ellos.

El ser púrpura, obedeció gustoso e intentó coger distancia. De nuevo otro golpe con energía verde derribó a Kal-El hasta besar el suelo.

Dos Lanterns podrían ser demasiado en su condición. Estaba herido, y hacía más de cuatro semanas que no recibía ningún tipo de energía solar. Sus reservas se agotaban por momentos y estaba cansado, apenas podía pensar, pero tenía claro que no se dejaría apresar.

Éste segundo Lantern de tez magenta era más poderoso que el de piel púrpura. Lo había golpeado con toda la fuerza de su anillo. Sin duda, hubiera matado a a cualquier otro ser que no tuviera la resistencia de Kal-El.

Lanzó otro rayo verdoso que impactó contra el pecho del kriptoniano que casi perdió el conocimiento.

No se contenía.

Kal-El haciendo acopio de todas sus reservas de energía se dirigió al eslabón más débil y agarró a Qarrigat por la espalda, estrangulándolo el cuello. El Linterna llevó sus manos a los brazos del kriptoniano para intentar zafarse pero era demasiado fuerte.

- ¡Déjadme irme y le soltaré! – Gritó el kriptoniano al de tez magenta.

Aquel ser le miró imperturbable, como si poco le importara lo que le ocurriera a su compañero, casi parecía desearlo, para no tener testigos sobre lo que pensaba hacerle al kriptoniano después.

- Vas a morir Kriptoniano - Le dijo Siniestro disfrutando de cada palabra, apuntando a ambos con su anillo.

- ¡NO! – Gritó Jordan saliendo de la nada, junto con sus dos compañeros – ¡Nadie va a morir aquí!

Hal intentó saber quién estaba detrás de Raker Qarrigat, el Linterna del sector 0038. Se desplazó en el aire intentando buscar un mejor ángulo de visión y lo vio, desnudo, destrozado y lleno de sangre.

- ¡Dios mio! CLARK ... - Susurró de manera que tan sólo el kriptoniano pudiera oírlo.

Kal-El perdió la concentración tan solo un segundo, al escuchar ese nombre.

Hacía años que nadie le llamaba así, ya no sabía si quiera si debía responder ante ese nombre, pero el dolor, volvió a atravesarle el alma.

- Por favor, suéltalo – Suplicó Jordan nervioso, poniéndose ante Siniestro y él – Por favor, sé que no quieres hacerle daño ... - Pero el kriptoniano volvió a apretar con más fuerza el cuello de Qarrigat, que ya apenas seguía consciente por la falta de aire.

- ¡Jordan! – Le gritó Kilowog - ¡Apártate! – Apuntó su anillo directamente al kriptoniano mientras Arisia tomaba una posición estratégica a la espalda del ser que pensaban capturar.

- No empeores más las cosas – Le imploró Jordan temiéndose lo peor - ¿En serio quieres matar a un Lantern?

- ¡ELLOS ME ATACARON PRIMERO! – Gritó el kritoniano sin retroceder.

- Tranquilo, suéltale y me lo podrás explicar todo. Te prometo que hablaremos y que nadie más saldrá herido – Jordan tenía las manos en alto en señal de sumisión, pero sabía que ni Siniestro ni Kilowog podrían contenerse mucho más – No queremos hacerte daño.

En ese instante, Kal-El liberó a su presa y Arisia se apresuró a encadenar al kriptoniano con grilletes hechos con la voluntad de su anillo. Éste se revolvió en el aire como una anguila, intentando liberarse, pero Siniestro volvió a golpearle con sus propias manos.

Para él era personal.

- Siniestro ¡PARA! – Le ordenó Hal agarrándolo por detrás. El Linterna magenta miró con instinto asesino a su compañero, sin casi poder reprimir su sed de venganza, se soltó y volvió a patear al kriptoniano en las costillas, hasta que Kilowog fue a ayudar a Jordan y lograron detener a Siniestro.

- ¡Debemos llevarlo a una enfermería! – Dijo Arisia que había cogido en pleno vuelo a Qarrigat – Saldrá de ésta, pero necesita atención médica.

- Aquí el Linterna Kilowog del sector 0674, solicitando permiso para el traslado de un preso de clase Alfa- Alzó su anillo utilizándolo como un trasmisor de comunicaciones – Repito, solicito traslado y contención de máxima seguridad para preso de clase Alfa.

- Pero ... no sabemos qué es lo que ha pasado – Intentó razonar Jordan – Dejemos que se explique.

Siniestro miró a Jordan como si le estuviera perdonando la vida.

- Es un kriptoniano y ha hecho lo único que sabe hacer: Asesinar a más de quince aldeanos de un pueblo cercano.

- ¡MENTIRA! – Gritó Kal-El sin poder soltarse de sus ataduras.

- El transporte ya ha llegado– Dijo Siniestro mirando al cielo, recuperando su impasibilidad - Llevadlo a la celda de contención, allí lo someteré a interrogatorio y lo haré confesar.



CONTINUARÁ ...

Notas finales de la autora:

Al fin le tocó a Kal-El, o a Clark, no sé como llamarlo ... pues no sé si es más kriptoniano que humano a estas alturas.

Su periplo durante estos tres años ha sido muy duro, me gustaría haber transmtido precisamente eso en este episodio que sin demasiados preánbulos se mete de lleno en la acción.

La lucha interna, el no poder escapar de su pasado, de lo que hizo ... que cada un@ saque sus propias conclusiones.

Espero que no os lieis mucho con los Lanterns, he escogido los más conocidos, precisamente para no tener que perderme en descripciones extensas, que sabéis que no son lo mío.

Espero que os haya gustado este capitulo, tanto como a mí escribirlo.

¿Qué pasará con Kal-El? ...

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