Capítulo 4: La fragilidad Humana

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CAPITULO 4

La fragilidad humana

JORDAN- LINTERNA VERDE 2814

- Vas a tener que hacerlo mejor si quieres oírme gritar – Le dijo amenazante el kriptoniano a Siniestro. El Linterna casi podía ver un pequeño esbozo de sonrisa en aquel ser ensangrentado y encadenado de pies y manos que despertaba su lado más salvaje y que parecía reírse de él.

Con furia, volvió a golpearle una y otra vez, pero no parecía inmutarse. Sin embargo a Siniestro empezaban a dolerle los nudillos que ya sufrían desgarros su la piel magenta.

"Nadie se reía de él ¡NADIE!"

Con su anillo de poder, se concentró y formó una barra de metal con la que golpeó de nuevo el rostro del prisionero. Eso sí lo notó el kriptoniano, pero su reacción fue la misma.

- Eres un aficionado – Sentenció Kal-El escupiendo su propia sangre en el rostro del policía estelar.

Siniestro volvió a alzar la barra, dispuesto a apalearle, perdiendo su cordura consumido por la rabia de ver cómo aquel ser se le resistía.

- ¡¿Pero qué crees que haces?! – Preguntó Jordan angustiado, desde la entrada a la sala de interrogación. Al fin había conseguido persuadir a Tomar-Re, el Linterna que custodiaba esa instalación, para que le dejara acceder, consciente de lo que era capaz Siniestro y sus métodos para sonsacar información a los prisioneros – ¡Baja esa barra ahora mismo! – Ordenó el Linterna humano con convicción – Bájala o me veré obligado a denunciarte ante los Guardianes.

- Los Guardianes me darán la razón – Siniestro ni siquiera se había dignado a mirarle – Entienden la amenaza que supone la mera existencia de este ser.

- Bien, entonces no habrá problema con su comparecencia ante ellos, puesto que estamos a punto de llegar a OA – Sonrió triunfante Jordan, que había cambiado el rumbo de la nave de traslado de presos. Originariamente, y por orden de Siniestro, debían dirigirse a un planeta prisión situado en una de las lunas del sector 3159.

La barra esmeralda desapareció engullida por el anillo de Siniestro que frunció el ceño mirando al terrícola, intimidándolo. "No era tan tonto, después de todo" – Pensó.

- Algún día ... - Le dijo peligrosamente – Algún día ... – Y salió por la puerta.

- ¿Algún día, qué? ¿Algún día me vas a invitar a cenar? – Sonrió Jordan – ¡Lo siento pero no eres mi tipo Siniestro, tus orejas puntiagudas no me ponen en absoluto! – Le gritó para que pudiera oírle, sabiendo que cabrearlo aún más no era lo más sensato que podía hacer.

Aún así, no pudo resistirse.

Hal cerró la puerta y se quedó solo con el kriptoniano, que lo miraba fijamente.

No sabía qué decir, ni qué hacer así que actuó por instinto. Un instinto que nunca le había traicionado.

Aquel hombre encadenado, ensangrentado y desnudo era su compañero. Aquel hombre, kriptoniano o no, le había salvado la vida más veces de las que quería reconocer y aquel hombre ... no sabía en qué se había convertido, pero seguía siendo su ... amigo.

- Clark, pero ¿Qué te ha pasado? – Le preguntó desatándole de sus cadenas.

El kriptoniano cayó al suelo y se frotó las muñecas, magulladas y en carne viva por sus intentos de liberarse.


En un acto reflejo, posó su mano sobre el hombro del kriptoniano, pero éste se apartó rápidamente y lo miró con fiereza.

Jordan retrocedió dos pasos, cogiendo distancia.

- Pasa que tus compañeros me han atacado sin provocación alguna.

- Nos dijeron que hubo ... - Jordan dudó por un instante - ... Heridos ... en el bar del pueblo ... en Nebari. – El Linterna se sorprendía de la entereza del hombre de acero, que a pesar de sus heridas, no mostraba ni un atisbo de dolor, pero al menos parecía reconocerle y eso era buena señal.

- Hubo dieciséis muertos, pero yo no los maté.

- Entonces ¿Quién?

- Los cazarecompensas de Darkseid me quieren vivo o muerto, y pensaron que hacer explotar el bar conmigo dentro era la manera más fácil de cobrar el precio por mi cabeza.

- ¿Darkseid? – Se extrañó Jordan - ¿Por qué te persigue Darkseid?

Kal-El le miró, como si Jordan no supiera la mitad de lo que debería saber .

- Por la misma razón por la que todos me quieren muerto – Sonrió condescendiente, sentándose en el fondo de la celda – Por ser simplemente lo que soy.

Hal se sentó al lado del Kriptoniano, en el suelo.

- Te creo – El Linterna suspiró - Pronto llegaremos a OA. Los Guardianes quieren verte. Allí podrás explicar todo el malentendido.

- No querrán escucharme.

- Sí lo harán. Ellos pueden ser algo .... tercos a veces ... pero siempre son justos.

- No conmigo – Negó el kriptoniano, seguro de sus palabras.

- No te preocupes Clark, todo saldrá bien – Se levantó dirigiéndose a la puerta de salida – Te traeré algo de agua para que puedas lavarte y ropa. No quiero que les provoques un infarto a las féminas de los Lanterns con ese cuerpo que tienes– Intentó banalizar un poco el asunto – Y Clark ... lo siento.

- ¿Qué es exactamente lo que sientes? – Preguntó encarándolo.

- Todo esto ... que estés aquí encerrado y herido.

- No será la primera vez ni la última – El kriptoniano miraba al suelo, y en sus ojos había rabia.

En OA, el gélido y nocturno planeta de los Guardianes, se escuchaban las voces de cientos de linternas concentrados alrededor del gran templo.

Rara vez Jordan había visto a tantos de sus compañeros reunidos en el mismo lugar y menos cuando no se trataba de planear una estrategia contra algún peligro potencial. "¿O sí se trataba de eso?"

Los seres inmortales situados en sus altos pedestales, dispuestos en círculo, miraban con recelo al kriptoniano, que había accedido voluntariamente a que lo esposaran y esperaba paciente en el centro de aquella esfera inquisidora.

- Es por eso que el kriptoniano debe ser condenado a muerte – Sentenció Siniestro acusando al prisionero con el dedo, después de dar su versión de los hechos.

Un gran tumulto se formó entre los Corps que allí se encontraban mientras los Guardianes se miraban los unos a los otros, sin duda, comunicándose a través de la telepatía.

Hal sintió resquebrajarse las cadenas que mantenían aprisionado a Clark, a punto de romperse ante la fuerza del superhombre.

- Permiso para hablar – Dijo Jordan avanzando un paso. No quería dar crédito a las últimas palabras que Clark le había dicho en la celda.

- ¡Pero qué crees que estás haciendo! – Susurró Kilowog intentado devolver al terrícola a la fila.

- ¡Permiso para hablar! – Volvió a solicitar el Linterna, esta vez elevando más su voz.

- Adelante 2814 - Dijo uno de los Guardianes con su habitual prosodia.

- Este ser se merece un juicio justo – Alzó la mirada intentando establecer contacto visual con todos y cada uno de aquellos seres inmortales – No hay ningún testigo que haya informado sobre que el kriptoniano causara las muertes en Nebari.

- Porque los muertos no hablan – Interrumpió Siniestro.

- También hubo heridos – Prosiguió Jordan – Que manifestaron que este hombre llevaba más de un mes viviendo en Nebari y nunca protagonizó altercado alguno. De hecho, vivió con una familia nativa durante su estancia allí, sin causarle ningún daño.

- ¿Quién los asesinó entonces? – Preguntó Siniestro que se había auto otorgado el papel de fiscal  sin escrúpulos.

- Los cazarecompensas de Darkseid que ha puesto precio a su cabeza.

Nombrar a Darkseid hizo que algunos de los Guardianes olvidaran su pose de imperturbabilidad y fruncieran el ceño, pues era un enemigo que no se debía tomar a la ligera, al igual que aquel kriptoniano que se postraba ante ellos.

- Y eso quien te lo ha dicho ¿Él? – Rió Siniestro para hacer a todos partícipes.

- Disculpa, pero pensé que estaba hablando con los guardianes, y no dándote             explicaciones personales a ti – Encaró Jordan a su compañero de piel magenta.

- 1417, guarda silencio – Ordenó un Guardián poniendo a Siniestro en su lugar – Prosigue 2814.

- Al kriptoniano se le está prejuzgando por los hechos que cometió su raza hace cientos de años, cuando él ni siquiera había nacido. Nadie puede asegurar que haya matado a ninguno de los Nebari.

- El kriptoniano es una amenaza potencial – Habló un Guardián, que sin duda había vivido las invasiones kriptonianas.

- ¿Desde cuándo se juzga a alguien por lo que puede llegar a ser? Cada cual es libre de escoger su destino, y este hombre ha escogido ser el más grande héroe de la Tierra. Salvó a miles de personas de mi planeta natal, sin pedir nada a cambio – Jordan jugó su última carta. Estaba seguro que los guardianes sabrían sobre las hazañas de Superman.

- Este hombre asesinó a dos personas a sangre fría en tu sector.

¡Mierda! Lo saben – pensó Jordan, que no sabía cómo librar a su amigo de ésa afirmación.

- Esas dos personas lo mutilaron y lo torturaron en cuerpo y alma, más allá de lo humanamente tolerable. Incluso mataron a la mujer que lo crió como si fuera hijo suyo. Estoy seguro que por un momento ... perdió la razón ... hecho totalmente justificable después de lo que le pasó – Jordan trató de parecer convincente aunque le molestó tener que sacar los trapos sucios de Clark ante todo aquel espectáculo en el que se había convertido la comparecencia del Kriptoniano.

Los Guardianes volvieron a mirarse los unos a los otros en un silencio perpetuo.

- ¿Tiene algo que decir el kriptoniano en su defensa?Preguntaron dos Guardianes al unísono

Jordan, suplicó con la mirada a Clark, para que le diera la razón, quizás de ese modo saldría de ésta. Que dijera que había perdido la cabeza por un instante, que estaba drogado, o algo. Lo que fuera, pero el kriptoniano no cedió.

- *Yo soy Kal-El de Kripton – Dijo rompiendo sus cadenas sin demasiado esfuerzo – Y no reconozco a este tribunal – La cara de Hal era un poema – Presidido por una raza que exterminó a mi pueblo – Empezó a caminar hacia los Guardines mientras los Lanterns tomaban posiciones defensivas – A mujeres, y a niños indefensos, sin excepción – Su mandíbula estaba tensa y sus ojos se tornaron incandescentes.

(*traducido del kriptoniano)

¡Joder, Joder! Pensaba Jordan sin poder evitar la batalla que se avecinaba

- *¿Quién es aquí el asesino? – Se encolerizó Kal-El.

- No nos es posible adentrarnos en la mente del kriptoniano para saber qué pasó en realidad en La Tierra, y sin testigos, no hay pruebas suficientes de su inocencia Habló con premura otro de los Guardianes – Por ese motivo, determino condenarlo a ...

- ¡NO! – Gritó Jordan poniéndose entre los Guardines y su amigo. Tenía que hacer algo y rápido, o aquello iba a ser una masacre – Hay un testigo – No le dio tiempo a pensar demasiado, pero lo que sí sabía era que Superman permanecía sumiso por voluntad propia y que en cuanto aquella Guardiana dictaminara sentencia, se desataría una batalla sin igual - Uno al que podréis leerle la mente fácilmente, que es humano, y que estuvo allí.

Kal-El miró al Hal cerrando los puños, como si no se creyera lo que acababa de escuchar.

- Perdóname, Clark – le dijo en un susurro – Pero no hay otra opción. Vosotros lo conocéis. Sabéis quién es y sabéis de su imparcialidad, y de su recta moral. Nadie mejor que él para saber la verdad de lo sucedido – Jordan pensó que así ganaría un tiempo precioso. Traer a un humano desde La Tierra, al menos le daría unos días de margen para calmar los ánimos. Prepararía una buena defensa y hacer entrar en razón tanto a su compañero de la JLA, como a aquellos seres inmortales llamados los Guardianes, a los que él había jurado lealtad.

Éstos cerraron los ojos al unísono, concentrándose, y su piel azul tomó un tono resplandeciente

- ¡NO NO NO! – Gritó Jordan que empezaba a entender lo que estaban dispuestos a hacer ¡No podían teletransportarlo hasta OA!

El cuerpo humano no estaba preparado para esa desintegración y reestructuración molecular a tanta distancia. ¡Es que se habían vuelto locos! Tan sólo los portadores del anillo podían aguantar ese proceso, y aún salvaguardados por la fuerza de la voluntad del mismo, resultaba violentamente doloroso para los Lanterns. Tardaban días en recuperarse tanto física como mentalmente.

El aire alrededor de Kal-El empezó a vibrar y poco a poco, comenzó a materializarse una figura humanoide, que acabó tomando forma en un par de minutos.

El proceso no podía interrumpirse una vez iniciado.

Jordan rezó para que la fortaleza de la que había visto hacer gala a Batman tantas veces, fuera suficiente como para aguantar lo que le esperaba.

BATMAN

El humano cayó al suelo tembloroso, aún así intentó ponerse de pie.

¿Dónde diablos estaba?

La habitación de su mansión había desaparecido ante sus ojos y ahora apenas podía ver nada. Distinguía formas oscuras sin poder definir, por mucho que intentara abrir los ojos y la cabeza le iba a estallar.

Debía recuperarse, pero sus músculos le dolían, se agarrotaban con el gélido ambiente y el frío se clavaba en las articulaciones perforando la piel, como diminutas agujas atravesándole los nervios.

Consiguió ponerse de pie ... en guardia ... esperando una agresión.

Una mano abrasadora le tocó y golpeó en esa dirección, sin llegar a impactar con nada. La vista no servía.

El aliento le fallaba.

No podía respirar.

No había aire que respirar.

¿Dónde estaba?

Debía recuperarse.

Se focalizó en los demás sentidos, el oído ... un murmullo de voces extrañas, diferentes idiomas ... ninguno conocido. Estaban por todas partes ... eran demasiados.

No servía.

Cayó al suelo. Su cuerpo pesaba como el plomo.

Algo evitó que se golpeara la cara contra la helada superficie que se extendía bajo sus pies desnudos.

Alguien.

Si no hacía algo pronto iba a perder la consciencia ...

No podía respirar.

¡Demasiado frío!

El pánico no servía de nada, pero era un hecho aplastante que si la situación no cambiaba iba a morir.

El murciélago empezó a convulsionar.

¡No podía respirar!

Debía recuperar la calma, mantener el poco aire que le quedaba en los pulmones.

¡Demasiado frío!

- ¡Necesita Oxigeno! – Escuchó gritar en inglés, algo que debería haberlo reconfortado, pero nada más lejos de la realidad. Aquella voz desesperada que tan dolorosamente familiar le resultaba, aquel sofocante calor en aquellas manos que lo sujetaban.

No podía creérselo. No quería creérselo.

- ¡Kilowog! – Reconoció otra voz - ¡Mascarilla!

Al instante, el enorme Linterna materializó con su anillo una mascarilla que simulaba el ambiente terrestre y Kal-El se la colocó a Bruce, que inhaló el aire agarrándose a ella, sabiendo que su supervivencia dependía de ello.

En apenas unos segundos, sus pulmones parecieron recuperarse. Su pecho se movía violentamente arriba y abajo, pero Los Guardianes, no dieron ni un momento de respiro al humano y penetraron en su mente.

La capacidad para resistir el ataque psíquico de aquel humano era algo que no esperaban.

El murciélago se llevó las manos a la cabeza, en un intento desesperado por liberarse del dolor, mientras aquellos seres profundizaban en su memoria. Hurgaban entre sus más dolorosos recuerdos, mientras éste se retorcía de dolor contrayendo todos los músculos de su cuerpo.

Sus más oscuros secretos quedaron expuestos de una manera que Bruce jamás concibió imaginar.

Aunando las psiques de todos Los Guardianes, derribaron las barreras que contenían su odio, la rabia y el dolor, desgarrando recuerdos reprimidos que había enterrado en lo más profundo de su mente.

Despedazaron su alma.

Anularon las defensas que le protegían de caer en el más absoluto de los abismos.

El grito agónico de Bruce fue ensordecedor y Kal-El alzó el vuelo dispuesto a todo, para detener aquella atrocidad.

- ¡No hagas que todo sea en vano, Clark! – Le dijo Jordan sujetándolo por la espalda – ¡ESPERA UN POCO MÁS! – Le suplicó notando que la fuerza del kriptoniano rompería su agarre – Él es fuerte, aguantará...

De repente el más absoluto silencio, tan solo roto por el jadeo del humano que seguía temblando en el suelo, con las extremidades rígidas.

Habían acabado.

Los Guardianes lo sabían todo.

Lo sabían todo sobre Bruce ... sobre Batman y sobre lo que le había pasado a Superman.

Kal-El voló como una exhalación hasta el cuerpo del humano y lo tomó entre sus brazos atrayéndolo hacia sí, protegiéndolo. Enseñando los dientes, como una madre protegiendo a su cría ante una amenaza.

El rostro de Los Guardianes era de terror, algunos de pánico, otros de frustración, de tristeza.

Por primera vez, Jordan los veía abandonando esa máscara de indiferencia que les caracterizaba, e incluso esa mente colectiva que hacía que todos sintieran lo mismo en el mismo momento.

Cada uno intentaba digerir los recuerdos de aquel humano, tal y como podían. Desde luego, de haberlo sabido, no hubieran invadido su mente, por el bien de ellos mismos.

Lo que quisiera que hubieran visto en la mente de Batman, les había afectado a sobremanera.

Hasta Siniestro los miraba expectante, sin saber bien qué pensar.

Uno de los Guardianes, una hembra, habló por fin, sabiéndose en el foco de atención.

- El kriptoniano es libre de irse, de momento, pero no deberá salir de su Planeta adoptivo, La Tierra, bajo ningún concepto - Estaba visiblemente afectada – Puede llevarse al humano con él.

Kal-El no dudó.

Tampoco se lo hubiera planteado si el veredicto no hubiera fallado a su favor y menos después de lo que acababan de hacer.

Debía sacar de allí a Bruce si no quería que muriera congelado, ya que la temperatura de OA oscilaba entre los treinta y los cuarenta grados bajo cero.

La fragilidad humana ...

Jordan se dispuso a seguirlos cuando Kal-El le propinó tal puñetazo que le partió la ceja, aún estando protegido por su anillo.

- ¡Kilowog! – Le gritó a su compañero que ya estaba dispuesto a vengarse – Deja que se vayan. Me merezco esto y más – Arisia ayudó a Jordan a ponerse de pie.

Al menos podría ver la cara que se le había quedado a Siniestro, aunque sabía que se lo iba a hacer pagar. Le había declarado la guerra al Lantern de piel magenta y éste no era de los que olvidaban.

***

El kriptoninano hizo bajar su nave hasta el límite de distancia desde la que podría evitar los radares de OA.

Al entrar en la misma todavía hacía más frío dentro, que afuera. Se apresuró volando por los pasillos de material kriptoniano, llevando entre sus brazos al murciélago.

El cuerpo de Bruce, que vestía sólo con una camiseta blanca de tirantes y un pantalón deportivo largo de color negro, se sacudía violentamente por los temblores.

- *Kelex, necesito una mascarilla compatible con la atmosfera terrestre altitud cero metros.

- *Preparando en sala médica. Tiempo estimado: dos minutos.

- También necesito que subas la temperatura de la nave a veinticinco grados centígrados.

- *Preparando nave. Tiempo estimado: cuarenta y dos minutos.

- *¡QUE! NO TENGO CUARENTA Y DOS MINUTOS – Gritó desesperado el kriptoniano que veía como los dedos del murciélago se tornaban morados.

- *Se necesita reiniciar el sistema para lograr gravedad y atmósfera en el interior de la nave, antes de poder aumentar la temperatura.

- *¡Hazlo primero en el tanque médico! – Kal-El dejó a Bruce en el suelo, aunque seguía estrechándolo contra su cuerpo. Al verse liberado intentó golpearle.

- No ... me ... toques – Consiguió decir tiritando.

- *Preparando tanque médico. Tiempo estimado catorce minutos. Mascarilla a disposición.

- ¡Éstate quieto! – Le ordenó Kal enojado – Sólo conseguirás romperte tus dedos congelados.

Clark cogió la mano de Bruce entre una de las suyas y empezó a frotarla, en un claro intento por darle algo de calor. Con la otra agarró la mascarilla y se la cambió por la que Kilowog le había facilitado.

El murciélago pareció recuperar algo de su fuerza, aunque el cuerpo, al borde de la hipotermia severa, no le respondía, aún así intentó volver a golpearle en el rostro, pero Kal-El le sujetó ambas manos por las muñecas.

Bruce sentía como miles de agujas se clavaban en todos los músculos, y curiosamente se quemaba en un calor doloroso.

- *Kelex, ¿CUÁNTO FALTA? – Bramaba el kriptoniano que todavía lo sujetaba entre sus brazos y se lo acercaba al pecho.

- *Tiempo estimado para alcanzar temperatura en tanque médico: Doce minutos.

¡Mierda! – Pensó Clark –¡No tiene doce minutos! Las pupilas de Bruce estaban completamente dilatadas, la tensión había caído en picado y su latido era casi indetectable. Ya era un milagro que no hubiera perdido la consciencia, aunque sus párpados empezaban a cerrarse, aún así, seguía revolviéndose como un pez apresado en una red.

Desde luego, Batman, no era un humano común.

Kal-El se quitó la camiseta negra que llevaba y también los pantalones. La ropa que le había dado Hal que, evidentemente, no había pensado en la interior. El kriptoniano, ni se había percatado de eso, ya que esa era la menor de sus preocupaciones.

Los ojos de Wayne volvieron a abrirse y con un sonido algo distorsionado por la mascarilla, le dijo – Ni ... te ... atrevas ... a ... tocarme.

- No puedes impedirlo – Le habló Kal-El con firmeza - No permitiré que mueras aquí.

Kal-El hizo caso omiso a las amenazas y cogió al humano para meterlo dentro del tanque médico. Lo estrechó entre sus poderosos brazos atrayéndolo para sí, intentando que la mayor extensión de piel congelada tocara su abrasadora carne kriptoniana que se mantenía sin esfuerzo a más de cuarenta grados.

El rostro de Bruce estaba apretado contra el pecho desnudo de Superman, que masajeaba su espalda con sus manos, intentando darle calor. El cuerpo del murciélago sentía alivio ante ese contacto, pero su mente le gritaba que se alejara, hasta el punto que no podía escuchar nada más.

Los temblores volvieron otra vez, como violentas sacudidas, que podrían ser más por la rabia contenida, que por el frío en sí.

Intentó separar el rostro de la piel de aquel ser que tantísimo sufrimiento le había causado en el pasado ... y que aún se lo causaba en el presente, pero sus músculos entumecidos no le obedecían.

¡Maldito seas Clark! – Pensó para sí mientras trataba de concentrarse en su recuperación. ¡Demasiados recuerdos! Su olor ... su aliento sobre el oído ... los días que pasaron en su mansión ... sus besos ... sus dedos acariciando sus cicatrices cuando yacían sobre las sábanas.

Debía huir, quería salir de allí como fuera. Quería dejar de sentir aquella presencia abrasadora y sofocante que no dejaba que entrara una brizna de aire entre sus dos cuerpos mientras lo abrazaba contra él.

Entonces ¿Por qué cuando el murciélago al fin pudo mover sus brazos, sus manos se aferraron a la espalda del Kriptoniano en vez de rechazarlo?

Se odió a sí mismo por eso. Por no ser fuerte, por no soportar la tentación de sentir de nuevo esa piel, por faltar a su propio juramento de que no volvería a su lado.

La cabeza le iba a estallar, el corazón se le iba a romper, el alma clamaba por liberarse de la agonía.

El kriptoniano se acomodó más sobre su cuerpo, que ya tenía la temperatura normal de un humano. Escuchó el latido, fuerte aunque irregular.

- ¿Por qué me abandonaste? – Le preguntó hundiendo el rostro en el pecho del alienígena, agarrándose a él con más fuerza, como si estuviera a punto de caer.

- Lo siento Bruce ... - Susurró sujetándole la cabeza con su mano, acariciándole el cabello con los dedos.

- Con una miserable nota ... En la tumba de mis padres ... ¿No merecía más explicación?

- Yo ... lo ... sient ...

- Si lo sientes tanto ... – No dejó que acabara la frase - ... ¿Por qué no viniste a buscarme? – El rencor se agolpaba en sus palabras alimentado su rabia.

- Tenía miedo – Acabó diciendo después de pensarlo mucho.

- ¿Miedo de qué?

- De que me rechazaras... por lo que había hecho – El kriptoniano hundió su cara en el cabello de Bruce – No hubiera podido soportarlo Bruce ... no hubiera podido – Hizo una pausa y su voz tembló - Espero que puedas perdonarme ... Algún día.


CONTINUARÁ ...







NOTAS FINALES DE LA AUTORA:

Me tomé mi tiempo para escribir este capítulo ...

De hecho el final lo reescribí tantats veces que ya no me acuerdo.

¿Os gusta el nuevo Kal-El? Básicamente sigue siendo el mismo, pero cabreado.

Y ahora ¿Qué debería hacer Bruce?

¿Perdonarlo, hacerle sufrir, polvo de reconciliación, golpearle hasta que sangre?

He puesto un montón de imágenes para los que no estén familiarizados con el universo de los Linternas verdes, o Lantern Corps ... llamémosles como sea.

Además, una imagen vale más que mil palabras, no?

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