Capítulo 6: Tu locura es mi ciencia

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CAPITULO 6

Tu locura es mi ciencia

BRUCE

Bruce observó a Clark. Estaba como ido, y éste no le miraba a los ojos. Casi parecía como si no lo oyera, como si estuviera cegado por el ansia de la batalla.

Había visto muchas veces aquella mirada desoladora y perdida, cuando se miraba al espejo, pero en Clark, sólo la había observado una vez anterior a ésta y prefería no recordarla.

Llevó su mano a la mejilla del kriptoniano, haciendo uso de toda su fuerza para girarle la cara, pero fue en vano.

- Suéltalo, Clark – Le dijo en voz baja – Suéltalo – Le ordenó.

El kriptoniano seguía cerrando su mano alrededor del cuello del Lantern, que pese al dolor, permanecía con aquella sonrisa macabra... Casi podía escuchar su risa a través de la música. Estaba seguro que para Clark aquel sonido estridente resonaba en su cabeza como el más fuerte de ...

- *¡CÁLLATE, MALDITO MANÍACO! – Le gritó el kriptoniano al Lantern.

(*Traducido del kriptoniano)

Bruce lo entendió todo de repente.

- Clark – El murciélago, nervioso, le tomó la cara con ambas manos, poniéndose en su trayectoria visual – Clark ... él está muerto ... está muerto – El kriptoniano reaccionó posando sus ojos rojizos sobre los grises del humano – Ya no puede hacerte daño ... ni a ti, ni a nadie – Le miró a los ojos sin apartar la vista, forzando al otro para que también le mirara.

Al instante, el de kriptón abrió su mano, ante la mirada atenta de los demás Lanterns que adoptaban una posición defensiva y ante la decepción de Siniestro. Miró a Bruce viéndolo por primera vez desde que empezó la pelea, siendo consciente de su presencia.

Se llevó la mano a la sien, como si saliera de su trance.



- Tengo que salir de aquí – Caminó apresurado en dirección a una de las salidas del local, empujando a la gente en su huida.

Siniestro se disponía a seguirlo cuando Bruce le sujetó fuertemente por el brazo.

- *¿Dónde crees que vas? – Le preguntó Batman en kriptoniano, con su voz grave y rasposa. Sabía que ese lenguaje era conocido por la mayoría de los Lanterns.

El de Korugar le miró con desprecio, sorprendido ante tal atrevimiento, y más viniendo de un simple humano. Pero el murciélago no le dejó tiempo a réplica.

- *Entiendo que has venido por algún asunto personal – Alzó la voz Wayne, para que los demás Lanterns, que ya no se escondían, pudieran oírle – Ya que Los Guardianes, a los que debes obediencia – Recalcó - Decidieron poner en libertad a Kal-El, después de demostrarse que él no mató a los Nebari – Hizo una pausa para mirarle a los ojos desafiante – Así que si esto es personal, deja tu anillo de Lantern sobre la mesa y vete a buscar la muerte segura que encontrarás.

Siniestro se volteó para mirar a sus compañeros de armas, que empezaban a relajar posiciones, siendo conscientes de la verdad en las palabras de aquel humano, del que tanto habían oído hablar en boca de Jordan. Ninguno de sus compañeros desobedecería la orden expresa de los guardianes, al menos, no a la vista de todos.

El de piel magenta maldijo por lo bajo a Batman. Era más inteligente de lo que había pensado.

- *Esto no va a quedar así – Le dijo mientras se zafaba de su agarre.

- *Cuando te atrevas a venir sin tus compañeros y quieras una pelea de hombre a hombre, quítate ese anillo y allí estaré – Le susurró al oído provocándole – Dispuesto a escuchar cómo pides mi clemencia.

Siniestro arrugó el ceño y con sus pequeños ojos negros miró al humano pendenciero.

– Ya nos veremos – Le advirtió. Después hizo un gesto con la cabeza para que los demás Lanterns le siguieran fuera del local.

Bruce suspiró al saberse tentador de su suerte. En su estado de desnutrición y contra ese animal Korugariano hábilmente entrenado, no creía que hubiera durado mucho tiempo, pero a veces, hay que marcarse algún farol para llevarse las fichas de la mesa.

Y nadie como Batman para poner cara de póker, aunque no llevara la máscara.

Wayne salió por la pequeña puerta por la que había visto desaparecer a Clark, ante la mirada atónita de las pocas criaturas que no habían abandonado el local en cuanto aparecieron los Lanterns con ganas de camorra.

Miró a lado y lado del callejón oscuro sin encontrarlo. Por un momento se angustió al haberlo perdido.

Corrió desesperado hacia la derecha y lo vio sentado en el suelo, abrazándose las rodillas, con el rostro hundido entre sus piernas.

- Estás aquí ... - le dijo al kriptoniano, aliviado y afligido a la vez.

- Lo ... siento Bruce ... de verdad que lo siento.

Bruce se puso de cuclillas ante él, para poder verle mejor la cara.

- No te preocupes – Intentó restarle importancia – Venían a por ti, es normal que te defendieras.

Clark alzó la vista y lo miró con el rostro desencajado y los labios temblorosos. Era la primera vez que el murciélago lo veía de esa manera y algo se resquebrajó en su interior al sentirlo tan vulnerable, pese a tener todos sus poderes al máximo.

- No, Bruce ... siento tanto haberme ido ... - Su voz ahogada apenas era audible – Siento haberte abandonado ... pero no podía dejarlo vivir ... el odio y la rabia me quemaban por dentro y yo ... lo intenté ... pero no pude controlarlo – Los ojos turquesa de Clark se humedecieron – Sabía que no me perdonarías ... pero lo volvería a hacer – Apretó su mandíbula y su rostro se tensó – Lo haría una y otra vez ... y no me arrepiento – Una lágrima resbaló por la mejilla del kriptoniano – Pero eso no significa que no me consuma por dentro – Hizo una pausa para tomar aire, aunque no lo necesitara – Yo les maté ... les maté a ambos ... a sangre fría ... sin que tuvieran ninguna oportunidad para defenderse ... Soy un ase ...

De repente Bruce se lanzó sobre él y lo estrechó entre sus brazos, impidiendo que continuara hablando. El cuerpo del humano también temblaba y se estremeció ante el contacto abrasador del kriptoniano.

No sabía qué decir ni qué hacer. Nunca había sido bueno con las palabras.

Se había imaginado mentalmente miles de veces aquella conversación, cuando ambos tuvieran que afrontar la verdad de los hechos de Clark y siempre había acabado de la misma manera. Con Batman hundiendo en la miseria al kriptoniano con sus palabras afiladas y carentes de emoción.

Sin embargo allí estaba, abrazando a la persona que lo había traicionado y a la vez, a la que más necesitaba del universo, detestándose por eso. Acarició suavemente sus cabellos ondulados mientras el kriptoniano buscaba refugio en su pecho y sollozaba hasta dejar que sintiera el calor de sus lágrimas resbalando sobre su piel.

- Yo te amo Bruce – Le confesó mirándole directamente – Nunca he dejado de amarte, y siento tanto haberte decepcionado... Quise alejarme, pero – Siguió con voz entrecortada, llorando – Pero ... no puedo vivir sin ti.

El corazón de Bruce se rompía en pedazos, al igual que su máscara de indiferencia. Su respiración agitada delataba su confusión y el dolor en el diafragma no le dejaba respirar.

- Estoy aquí, Clark – Le dijo suavemente cerca del oído – No voy a irme a ninguna parte – Y le estrechó más fuerte entre sus brazos. Miró al cielo y vio tres Lunas brillando en la bulliciosa noche de aquel planeta de nombre impronunciable.

Estaba tan lejos de casa, pero allí, sentado en aquel mugriento callejón que no difería mucho de los de Gotham, se sintió por primera vez como si hubiera vuelto al hogar, después de varios años viajando sin rumbo.

El murciélago dejó que Clark se tranquilizara, poco a poco, mientras seguía acariciándole el cabello, deleitándose con el añorado aroma de su piel perfecta e inmaculada.

No quería pensar en las consecuencias de aquel abrazo interminable. Por una vez se iba a dejar llevar. No tenía que demostrar nada ni esconderse de nadie en aquel planeta extraño, lleno de criaturas extrañas que no sabían quién era Bruce Wayne o quién era Batman.

Sintió una tremenda liberación al sentirse sin ataduras ni responsabilidades. Podía hacer lo que le viniera en gana, sin consecuencias para las dos vidas que se había labrado con tanto esfuerzo en La Tierra.

Se separó un poco del kriptoniano para mirarlo a los ojos – Sigo teniendo hambre – Le dijo sincero al sentir rugir su estómago – Pero esta vez escogeré yo.

Clark sonrió como no lo hacía desde hacía meses, seguramente años, y le siguió hasta la moto. Se sentó  en el sillín del acompañante sin rechistar.

Wayne arrancó, haciendo rugir el motor, saliendo a toda pastilla de aquella parte de la ciudad, hasta que llegaron a un barrio de la periferia mucho más tranquilo. Desaceleró y disfrutó de la atmósfera de aquel planeta, del insólito olor del aire que entraba por sus fosas nasales.

Había añorado respirar aire natural y sentirse libre de aquellos pasillos interminablemente monocromos de la inhóspita nave kriptoniana.

Aparcó la moto cerca de una zona llena de puestos de comida callejeros, donde algunos extraterrestres de diferentes razas se agolpaban ordenando sus pedidos. Parecía una especie de fiesta popular. La calle estaba engalanada con diferentes adornos que colgaban entre los edificios bajos que no tapaban el cielo nocturno, e incluso un grupo musical tocaba en directo.

El sonido no era muy distinto de la música pop terrestre, incluso algunos de aquellos nativos bailaban al son de la misma.

"No somos tan diferentes, aunque vivamos a miles de años de luz" pensó el humano.

Se acercó al primer local, hizo cola pacientemente y señaló con el dedo lo que quería puesto que no iba a hablar en kriptoniano delante de aquellas criaturas y dudaba mucho que no fuera el primer humano que conocieran.



CLARK

Clark lo miraba mientras se acercaba caminando entre la gente. Bruce  portaba dos enormes bocadillos de algo que sin duda, ninguno de los dos no había probado nunca.

Bruce estaba relajado. Su pulso era firme y regular.

Sin embargo el corazón del kriptoniano era como un taladro en sus propios oídos. Debía tranquilizarse.

Le había dicho lo que sentía y él seguía allí. Con él.

Al menos no había salido huyendo.

¡Pero qué estúpido era! ¿Dónde hubiera ido? Seguía con él porque le necesitaba, porque era su único medio de transporte para llegar a La Tierra. ¿A quien quería engañar? Bruce no se olvidaría tan fácilmente de todo lo ocurrido en el pasado.

Ese hombre era la venganza personificada.

No perdonaba.

No olvidaba.

Le ofreció el bocadillo y Clark lo tomó inseguro entre sus dedos. Vio como el humano le daba el primer bocado.

- Ohhh – Dijo con una mueca de satisfacción – Sabe a hot dog. Al fin algo de comida decente – Dijo relamiéndose en un gesto naturalmente sexy que no pasó desapercibido a los ojos de Clark.

- ¿Oíste lo que te dije? – Le preguntó el kriptoniano sin poder reprimirse.

- Tienes que probarlo – Siguió masticando con la boca llena.

- Bruce ... ¿Oíste lo que te dije? – insistió.

El humano tragó el bocado y le miró de frente

- Sí, te escuché.

- ¿Y?

- ¿Y qué? – Se indignó – ¿Se supone que tengo que contestar ahora? – Su pose era desafiante, aunque no todo lo que podía ser – ¿Yo te he esperado tres largos años y tú no puedes esperar unos días?

- ¿Me esperaste? – Sonrió tímido Clark.

- Al principio sí, luego ... - La música se volvió lenta y las criaturas suavizaron sus bailes. Bruce le cogió de la mano en un gesto que tomó por sorpresa al kriptoniano, tirando suavemente hacia él - ¿Bailas?

Clark no podía creerse lo que estaba oyendo ¿Bruce Wayne le pedía bailar? ¿En público? Era una oportunidad que no pensaba desaprovechar.

Sonrió sincero y se dejó llevar hasta la "pista de baile". No estaba seguro de quién iba a llevar a quién y eso hizo que su cuerpo se tensara.

- Relájate – Le susurró Bruce al oído mientras le rodeaba el cuello con los brazos.

Clark le tomó por la cintura suavemente, no quería lastimarlo y estaba tan nervioso que no sabía cuánta de su fuerza estaba utilizando, pero Bruce no se quejó. Es más, se pegó a su cuerpo estrechando la distancia que los separaba hasta que ésta desapareció.

Le agradeció a su madre las clases improvisadas que le había dado de adolescente, cuando tuvo que asistir a su primer baile del instituto de Smallville.

Bruce se movía como un felino, con movimientos ondulantes que seguían el compás de aquellos extraños acordes tocados por instrumentos que nunca habían visto. Su paso era decidido y poco a poco, Clark consiguió recobrar algo de calma, dejándose llevar por el momento, hasta que dejó de escuchar la música.

El silencio en sus oídos solo era roto por el fuerte palpitar de Bruce. Su aroma entró suave inundando sus pulmones. Instintivamente, cerró los ojos y hundió la nariz en su pelo mientras se  embriagaba con el olor de su piel. Exhaló despacio dejando que su aliento se perdiera sobre la nuca de Bruce provocándole un escalofrío.

Lo apretó más fuerte contra sí, en un instante eterno donde las palabras sobraban.

Bruce se refugió sobre su pecho frotando su mejilla contra la ropa kriptoniana, haciendo que Clark se estremeciera.

Se separaron para que sus ojos se encontraran. Sus labios se juntaron en un beso apasionado, suave y lento, que disfrutaron ambos de igual manera. Sus lenguas bailaron al unísono en una perfecta sincronía que no habían olvidado, hasta que los sabores se entremezclaron.

El dulce manjar de la pasión.

Bruce se separó buscando aire y lo miró de nuevo. Su cuerpo ardía y sus mejillas estaban enrojecidas por el calor del momento.

- Necesito ... más tiempo – Le dijo visiblemente afectado, separándose de él.

Clark asintió sin pensarlo

- Todo el que necesites, Bruce – Le dijo otorgándole la distancia que había demandado.



*DIA 18

Clark entró en su habitación de la nave kriptoniana para ducharse.

Bat estaba sentado sobre su cama acurrucado en las sábanas blancas. No tenía sentido reñirle, pues en eso también se parecía a Bruce. Era terco como el murciélago y siempre hacía lo que le venía en gana.

Dejó que el agua recorriera su piel, aunque le molestaba que se llevara algo del olor de Bruce que se le había quedado impregnado. Al menos, seguía sintiendo su sabor en los labios. Instintivamente, se llevó los dedos a la boca para recordar el contacto.

De aquel beso hacía ya varios días y el murciélago se había vuelto esquivo de nuevo, aunque al menos tenían conversaciones más largas y no rehuía del todo su compañía.

Le había pedido tiempo y estaba dispuesto a dárselo, así que no forzaba los encuentros con él. La nave era suficientemente grande para no tener que encontrarse si no se buscaban.

Acarició con sus dedos su perfecta piel bronceada, allí donde en otros tiempos no había más que cicatrices. Se estremeció por un instante deseando pensar en otra cosa, llevándose inconscientemente una de sus manos al ojo que por tanto tiempo le faltó.

Alzó la vista dejando caer sus brazos. No quería pensar en aquello.

¿Por qué no podía dejar de pensar en aquello?

Era feliz, después de más de tres años utilizando toda su fuerza de voluntad para no volver corriendo a su lado, para no arrodillarse ante él y suplicarle que le aceptara, al fin estaba con Bruce. Sin embargo las dudas asaltaban su mente y su corazón por lo forzado de a situación ¿Qué pasaría cuando llegaran a La Tierra?

Faltaban menos de cinco días.

Salió de la ducha caliente y se secó con la toalla blanca. Se puso la ropa interior y se dejó caer sobre las sábanas haciendo que Bat se sobresaltara, pero no lo bastante como para que abandonara la cama.

Se sentía cansado y quería dormir un poco, aunque su cuerpo no lo necesitara, a veces pensaba que su mente se lo agradecía.

Eso cuando no tenía pesadillas.

Escuchó la puerta de su habitación abrirse en el momento en el que caía la vigilia. Aquella bola peluda se había dado por vencido y al fin había salido rodando de la habitación como alma que se lleva el diablo.

¿Por qué tanta prisa?

Casi iba a echarla de menos.

- Clark – Escuchó como en un susurro ... - No necesito más tiempo.

El kriptoniano se incorporó dándose la vuelta y quedó sentado sobre las sábanas. Bruce estaba en la puerta de su habitación.

El humano se quitó la camiseta lentamente y la dejó caer al suelo. Volvió a apoyarse en la puerta de la entrada. Se llevó las manos a su pecho castigado por las cicatrices y empezó a acariciarse la piel con sus grandes manos de dedos largos y poderosos, entreteniéndose sobre los pezones. Lanzando un gemido de placer.

Clark no podía creer lo que estaba viendo. Era incapaz de concebir una escena así fuera de su imaginación. Pensó que estaba soñando, aunque pareciera real.

Bruce bajó una de sus manos por los marcados abdominales, sintiendo sus propias curvas bajo las yemas, hasta que se detuvo sobre su miembro, que se intuía en toda su extensión aún por encima de aquel pantalón de pijama tan sexy que llevaba puesto.

Alzó la vista para encarar al kriptoniano completamente seguro de sí mismo. Seduciéndolo, hasta que sonrió por su brutal triunfo, mordiéndose ligeramente el labio inferior. Clark no pudo resistirlo y apartó la mirada de aquellos ojos tormentosos que lo miraban con lujuria.

Su corazón iba a explotar. Sentía que el calor ruborizaba su rostro y su cuerpo ganaba temperatura.

Bruce siguió acariciando toda la extensión de su pene erecto hasta que se decidió a meter una de las manos por debajo de la tela. No llevaba ropa interior.

Echó el cuello para atrás, mostrándoselo a Clark. Exponiendo la mercancía. Aquel cuello que tanto deseaba ser mordido otra vez.

Sacó la mano y junto con la otra, empezó a deslizar quedamente el pantalón hasta que dejó ver su miembro totalmente hinchado por la erección. Con sus dedos acompañó la tela mientras se deslizaba bajo sus muslos ... sus rodillas ... hasta sus tobillos.

Aquel cuerpo escultural, plagado de heridas, se extendía ante su atenta mirada mientras se acariciaba su miembro, de arriba abajo, dándose placer a sí mismo. Masturbándose en el acto más sexy que Clark jamás había podido imaginar.

No quería estropearlo, pero en ese momento el kriptoniano actuaba más por instinto que por la razón.

Se levantó y se dirigió hasta él, incapaz de seguir siendo sólo un espectador. Se paró a tan solo unos centímetros de su cuerpo deseoso. Su respiración era entrecortada, igual que la de Bruce.

Se humedeció la boca con la lengua y lo agarró fuerte de la cintura, atrayéndolo hacia sí, devorando su boca como si fuera la primera vez que se besaban, con ansia y convicción.

Bruce correspondió su beso de manera total, salvaje y brutal, como si hubiera estado esperando que hiciera precisamente eso y sus manos se agarraron a la espalda del kriptoniano ferozmente. Sus dedos se movían deseosos, como si fueran garras, sintiendo el calor que emanaba su piel, clavándolos en esa carne donde sus acciones no tendrían consecuencias.

Se separó de sus labios para poder respirar y le mordió con todas las ganas en el hombro. Clark lanzó un gemido placentero pues había notado eso como una señal de propiedad.

Lo marcaba como suyo como tantas otras veces.

El kriptoniano lo lanzó sobre la cama sin esfuerzo quedando sobre él, incapaz de liberar los labios ajenos de los suyos. Lo agarró del cuello para profundizar más en su sabor que lo estaba enloqueciendo. Se arqueaba sobre él frotando su miembro con el de Bruce que correspondía todos sus movimientos. Estiró el cuello para que lo lamiera a placer, cosa que el kriptoniano no dudó en hacer.

Alternaba pequeños bocados con lamidas suaves de su lengua por toda su extensión. Bajó desde el lóbulo de su oreja hasta la clavícula y Bruce se retorció bajo su cuerpo, rogando por más, sin coartarse a la hora de gemir.

Era la primera vez que lo escuchaba gemir de esa manera.

Clark metió su mano bajo el glúteo tonificado de su amante y lo hizo girar sobre la cama, quedando él debajo, sin dejar de devorar su boca, incapaz de separarse.

Ahora que el murciélago estaba encima. Dirigió sus manos hasta el culo y masajeó los músculos del mismo. Rozó su entrada con las puntas de los dedos mientras chupaba uno de los pezones del humano que seguía moviéndose arrastrado por el rítmico vaivén del deseo carnal. Embistió con sus caderas libidinosamente frotando su miembro con el de Clark.

De nuevo un intercambio de besos en la boca hasta que Bruce llevó una de sus manos directa hasta el pene de Clark que seguía apresado por su ropa interior. Cuando el kriptoniano notó la fría mano dándole placer gimió deleitándose, exhalando su aliento sobre el oído del murciélago. Éste, a sabiendas del gozo que lo consumía, se deslizó sinuoso y le bajó los bóxers liberando el enorme pene del kriptoniano que engulló por completo con su boca como el sediento de lujuria como estaba.

La espalda de Clark se arqueó y lanzó un grito de placer.  Bruce no dejaba de succionar el glande, hasta la base de los testículos, para empezar de nuevo otra vez.

Cegado por el placer, el kriptoniano se llevó las manos a la nuca y embistió con un golpe de cadera la boca de Bruce, pero éste, lejos de quejarse, pareció complacerse con la rudeza de las acciones. Podía notar la punta de su pene golpear contra la garganta de su amante. Introdujo uno de sus dedos en la entrada de Clark, rozando el punto de placer infinito, recordando perfectamente su ubicación.

- Bruce , voy a correrme – Dijo entre gemidos ahogados.

- Todavía no – Contestó el murciélago abandonado la succión y atacando los testículos del kriptoniano, uno de los cuales introdujo en la boca completamente. Miró directamente a los ojos azul turquesa de su amante - Te quiero dentro de mí – Le dijo con voz grave y seductora.

Clark lo volteó tirándolo de espaldas sobre la cama, con sus fuertes manos, le levantó las caderas dejándolo a cuatro patas, exponiendo sus firmes glúteos que seguían moviéndose embistiendo al aire. Los separó y empezó a lamer su entrada, para más adelante, introducir su lengua.

Escuchó un grito de gozo de su amante que dejó caer su rostro entre las sábanas incapaz de sostenerse sobre sus brazos. Pero Clark quería verlo. Lo cogió del cuello y giró su rostro para obligarlo a mirarle. Le dio un beso largo y pasional, a la vez que introducía primero uno de sus dedos en la húmeda entrada, luego dos.

Volvió a besar la línea de su cintura y lamió suavemente la piel cubierta por las marcas de miles de batallas libradas, paseando la lengua desde el glúteo hasta la nuca, haciendo estremecer a Bruce con sus pequeños mordiscos.

¡Cuánto había añorado su sabor!

Aquel aroma nublaba su juicio. En ese instante era una fiera apareándose, incapaz de dejar ir a aquel ser que parecía disfrutar tanto como él.

Debía contenerse, refrenarse, o le haría daño.

El mar de sensaciones, de sentimientos y emociones era abrumador.

Cuando estuvo seguro que la dilatación era la adecuada, el mismo Bruce abrió sus glúteos con las manos, indicándole que estaba listo.

Se quedaron mirándose el uno al otro, mientras Clark introducía su pene en las paredes estrechas y calientes de su interior. Bruce puso cara de dolor y volvió a hundir el rostro entre la sábanas para esconderse. El kriptoniano se detuvo, dándole tiempo a su cuerpo para que se acostumbrara a la invasión. Al poco, el humano empezó a moverse, recobrando sus propias envestidas y gimiendo con el doloroso placer de sentir de nuevo a Clark dentro de él.

Las sacudidas del kriptoniano cobraron fuerza y rapidez mientras Bruce seguía gimiendo con los ojos humedecidos, formando la expresión más exquisita que nunca le había visto.

- Quiero mirarte – Le dijo Bruce.

Clark obedeció al instante, separándose de él, dejándose caer boca arriba sobre las sábanas. El murciélago se sentó a horcajadas sobre él cogiendo el pene de Clark y se lo introdujo en el interior. Ahora el humano llevaba la iniciativa y decidía el ritmo y la intensidad de las envestidas, cosa que no molestó en lo más mínimo al kriptoniano. Así podría abandonarse al placer sin necesidad de contenerse.

Bruce se separaba los glúteos para facilitar el acceso mientras Clark no dejaba de acariciarle el torso, disfrutando del roce de su piel cubierta por el sudor, complaciéndolo, impregnándose con el olor a sexo que llenaba por completo la habitación.

Acarició las mejillas de Bruce, que le correspondió acercándose hasta él y plantándole un beso salvaje en los labios que parecía nunca acabar. Sintió una de las manos del kriptoniano cerrándose sobre su pene erecto y masturbándolo hábilmente. Sabía cómo le gustaba que se lo hicieran.

No se había olvidado.

Notó el estremecimiento en el cuerpo del kriptoniano, el ligero temblor en el miembro que se colaba en su interior, hasta que Clark gritó sobrevenido por el placer del clímax.

Bruce se dejó ir también. Había estado posponiéndolo y no podía aguantar más. Los dos se miraron jadeando, con una sonrisa mutua llena de complicidad. Clark paseó sus dedos por el abdomen de Bruce mojado de la propia esencia del murciélago, para posteriormente acariciar todo su propio torso con el líquido caliente de su amante. Llenándose del olor.

Se marcó a él mismo como de su propiedad en un claro instinto kriptoniano que afloraba por primera vez.

Se sentía feliz.

Sabía que Bruce agradecía los silencios después de finalizar, así que no dijo nada, tan solo se echó boca arriba y esperó que él pasara su brazo por encima de su torso, como efectivamente hizo.

Podía escuchar el repiqueteo de corazón del murciélago intentando recuperar el ritmo cardíaco. Música para sus oídos.

Le abrazó suave, buscando su contacto.

Bruce se tapó con la sábana aunque el cuerpo del kriptoniano ya le daba calor suficiente. Le besó el pecho y cayó dormido, exhausto, ante la atenta mirada de Clark, que veía cómo la pálida piel de Bruce se tornaba morada en varias partes de su cuerpo.

CONTINUARÁ ...


Dibujo de Gesuido Megane.


Notas de la autora:

Ya no he podido esperar más.

Espero que les haya gustado el lemon y que lo hayan disfrutado tanto como yo al escribirlo. (Risita nerviosa)

Decidí darles un respiro inspirada por una canción y una autora que en mi país no había escuchado jamás, y que descubrí por casualidad.

El título es DISFRUTO, de Carla Morrisson, y les invito a tod@s a escucharla. Es simplemente ... hermosa.

Me recordó la relación que tienen los dos protagonistas así que ... espero que les haya gustado la lectura.

Muchas gracias por leer y por sus reviews, que agradezco enormemente, al igual que a los lectores y lectoras que me siguen fielmente y me dejan sus comentarios. A ellos y ellas les dedico este capitulo.

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