Capitulo 8: Por los viejos amigos

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CAPITULO 8

Por los viejos amigos


CLARK

Dudó sobre si debía entrar o no. Se quedó sentado en el porche mirando la madera blanca ahora raída de lo que había sido su hogar.

El viento movía las grandes praderas de trigo como si fueran un vasto mar esmeralda. El sol golpeaba con fuerza y las chicharras entonaban su ensordecedor canto de verano.

Se levantó, de un golpe seco abrió la puerta que se astilló un poco a la altura de la cerradura. Chirrió quejándose mientras un escalofrío recorría su cuerpo.

Allí pasó todo.

Allí él la asesinó.

Negó con la cabeza. Se frotó la cara con las manos como si eso fuera capaz de quitarle el sentimiento de culpa.

Su madre ya no estaba. Esa era una realidad que debía superar.

Se armó de valor y entró en el salón.

Todo estaba tal cual lo recordaba. Era un milagro que no se hubiera encontrado con una casa embargada o con otra familia viviendo felizmente en el lugar. En cierto modo, casi ansiaba que así hubiera sido. Se lo habría puesto más fácil.

Pero ¿En qué estaba pensando? Esa casa había sido de sus padres y de sus padres antes de éstos y así se había transmitido en varias generaciones de Kent, porque sus padres no eran sus padres, ni los padres de sus padres fueron sus abuelos.

Él no era uno de ellos.

No se merecía esa casa.

Sabía que su madre le hubiera abofeteado si hubiera escuchado esto de sus labios.

Observó los cuadros en las repisas. Las fotos de sonrisas acalladas por el tiempo, descoloridas, aunque todo parecía estar... inusitadamente limpio. Como si el tiempo no hubiera pasado. Como si esos cuatro años no hubieran sido más que un efímero instante de pesadilla.

Uno que lo cambió todo.

Demasiados recuerdos... Se estremeció.

Subió las escaleras hasta el piso de arriba. Se detuvo delante de la habitación de sus padres. La cama estaba hecha, esperándola para la hora de dormir...

Pasó de largo rápidamente hasta su cuarto. Abrió el armario y sacó una bolsa de deporte de la universidad de Kansas. Apresuradamente empezó a llenarla con varios vaqueros y alguna camisa que siempre guardaba por si se quedaba alguna noche a dormir en la granja.

Se desvistió y se puso unos vaqueros, una camisa de cuadros rojos y tomó las gafas de Zatanna que seguían encima de la mesilla.

Bendita Zatanna por salvaguardar su identidad ante los ojos de los humanos, al menos ante la mayoría, puesto que no sabría qué hacer si no pudiera esconderse de Superman.

No se sentía con fuerzas. No quería.

Ya no se sentía identificado con los ideales que un día defendió con la capa roja. Había quebrantado todo lo que alguna vez representó para la gente de este planeta. Era una farsa de lo que alguna vez fue.

No podía.

Guardó su ropa kriptoniana en la bolsa y se dispuso a bajar las escaleras.

Escuchó un latido acelerado acercándose: Humano.

Y dos latidos más, a lo lejos, irregulares: Dos niños.

- Sal de ahí, o te juro por lo que más quieras que te agujerearé la cabeza – Gritó la mujer apuntando con una escopeta de caza hacia la puerta.

- Lana – Sonrió – Soy yo.

- ¿Clark? – La mujer no podía creerlo - ¡CLARK! – Tiró la escopeta al suelo y se abalanzó sobre su amigo para abrazarlo – Clark – Le tocó la cara con ambas manos como para cerciorarse que no era una ilusión – Estás aquí – Empezó a llorar – Estás aquí ... Yo pensé que ...

- Estoy aquí – Le devolvió el abrazo con fuerza – Tus gemelos están llorando en el coche.

- Sí, es que paso por aquí de vez en cuando para limpiar y al ver la puerta forzada, los he dejado en el coche  ¡Cristopher, Margot! Ya podéis salir – Dijo gritando para que los pequeños salieran de la furgoneta.

- Están enormes.

- Bueno, ya tienen seis años – Esperó a que estuvieran a su lado, cada uno agarrado a una de sus piernas - ¿Os acordáis de Clark? – Los gemelos negaron con la cabeza – ¿No? Pues éste es Clark. Un amigo de mamá y papá. Un amigo muy especial.

- Hola – Les saludó con la mano.

- ¿Te vas? – Dijo la mujer desilusionada al ver que su amigo de la infancia llevaba una bolsa en la mano.

- Sí, yo ... estaba solo de paso. De hecho no esperé que la granja siguiera ... igual.

- Pregunté en el registro y me dijeron que tanto la casa como las tierras estaban a tu nombre y que todo estaba libre de cargos.

"Bruce" pensó el hombre de acero, poniéndose algo melancólico.

- Al ver que tardabas en volver, mi padre cultivó tus tierras y te ha ingresado una parte de los beneficios en tu cuenta bancaria. Espero que no te moleste – Clark negó con la cabeza -¿Volverás a Metrópolis?

- Creo que sí – Dijo él – Aquí hay demasiados recuerdos.

- Te entiendo – La mujer agachó la mirada – La primera vez que vuelves después de ... ya sabes ... Siempre es la más difícil. Cuando murió mi abuela, estuve meses sin poder entrar en su habitación – Suspiró - Pero seguro que antes de que salga "tu vuelo" puedes pasarte por casa y tomarte mi maravilloso pastel casero de manzana.

- ¡Sí Sí, mami! – Gritaron los niños al escuchar lo que tenían hoy para merendar.

- Claro. Será un placer ¿Estará Pete?

La mujer pelirroja metió a sus hijos en la camioneta y les abrochó el cinturón.

- Pete y yo nos hemos divorciado. Hace un par de años.

- Vaya. Lo siento.

- Bueno, las cosas no iban bien desde hacía tiempo así que, creo que fue lo mejor que pudimos hacer. Los pequeños se lo tomaron mal al principio, pero poco a poco se van acostumbrando - ¡Eh! – aporreó el cristal de la ventanilla del auto – No le claves ese lápiz a tu hermano en el ojo – Clark vio a la niña sonreír - ¡Estás castigada Margot! ¿Me oyes? ¡Castigada!



JAMES GORDON

James Gordon había salido tarde de la oficina. Podría haberlo hecho antes, pero cualquier excusa era buena para pasar tiempo fuera de casa. Llevaba caminando más de una hora por las oscuras calles de su ciudad, Gotham,  la que detestaba y amaba por igual.

Eran las dos de la mañana.

Hacía frío. Metió las manos en los bolsillos. Aquella fastidiosa humedad se te calaba hasta los huesos.

Se metió en el primer bar de mala muerte que vio abierto, con un neón lila que brillaba en un solitario callejón y como una polilla buscó su luz. "The Stacked Deck". Bajo la luz parpadeante de una de las farolas, una niña de apenas quince años vestida como una prostituta se le ofreció para hacerle un servicio,.

¡Por Dios! Era sólo una cría. Su hija era mayor que ella ... Condenada ciudad. Hacía que te volvieras insensible ante cosas así.

Le dio cincuenta pavos y le dijo que se largara.

- Como tú quieras viejo – Le sonrió mientras ante la atenta mirada de su chulo se ponía a hacer lo mismo en la acera de enfrente.

¿Viejo? Apenas tenía cincuenta años. Pero la vida, el trabajo ... le habían castigado hasta formar grandes arrugas en su rostro. El rostro del que ha visto mucho.

Demasiado.

- Un tequila doble – Le dijo al barman sentándose en la barra.

Bárbara le había dejado. Le dijo que ya no podía aguantarlo más. Que había estado esperando hasta que Babs se fuera a la universidad para que no fuera tan traumático. Se acabó su tequila de un trago.

- Otro – le dijo de nuevo al barman.

No pensó que realmente lo hiciera. No pensó que las cosas estuvieran tan mal entre los dos. Lo superarían como otras tantas veces en las que la mujer había tenido que luchar con la dedicación a su trabajo del comisario, incluso con la aventura que tuvo con Sarah y alguna más.

Le hizo otro gesto para que volviera a llenarle el vaso.

- Deje aquí la botella – Le dijo al barman.

Esta vez había sido distinto. Había hecho las maletas. Un día cuando llegó a casa después del trabajo, se había ido.

Al igual que él.

Le habían abandonado.

Dos de las tres personas que le importaban más en esta vida le habían abandonado a su suerte. Sin dar explicaciones.

Se preguntó si alguna vez el murciélago lo consideró su amigo. Después de tantos años de confidencias, después de tantos secretos. Él lo apoyó cuando toda la policía lo perseguía como si fuera un delincuente más.

Él los convenció para que confiaran en Batman como un agente de la ley, como una leyenda renacida de las cenizas de esa apestosa ciudad.

Puso en peligro toda su carrera, por él.

Se sirvió el último vaso ¿Cuándo se había acabado la botella?

Ahora ya nada importaba.

No iban a volver, ni su esposa, ni Batman.

Llevaba más de un mes llamándolo por ese dichoso chisme encriptado que él mismo le dio. Llevaba semanas encendiendo la Batseñal en el horizonte, sin obtener ninguna respuesta. Demasiado tiempo.

Sacó de su bolsillo aquel jodido celular negro y volvió a llamar al único teléfono memorizado.



- Sírvame otro – La mente se le empezaba a nublar por el alcohol.

Ninguna respuesta. Seguramente estaría muerto. Muerto. Muerto... muerto.

- ¡Joder! – Golpeó la barra desesperado – He dicho que me sirva otro.

- ¿Eres poli? – Le preguntó el camarero.

- ¿Por qué quieres saberlo? – Se preguntó cuánto se podía notar ¿Sería por el arma que se abultaba bajo su abrigo? ¿Sería por la mirada desesperada y el aliento alcoholizado?

- Más vale que te largues, viejo, o vas a tener problemas – Le dijo señalando con la vista a los habituales clientes del bar.

Gordon le sonrió. No le vendría mal desahogarse un poco con aquellos delincuentes de tres al cuarto. Contó los hombres que le miraban fijamente, ladeando un poco su cabeza. Ocho.

Puff, puede que demasiados, incluso para él.

Se llevó el vaso a los labios para darse cuenta de que seguía vacío "Mierda"

Si hubiera sido más joven. Pero ¡Qué diablos! Seguía entrenando y se mantenía en forma. Podía con esos y con más, se dijo a sí mismo engañándose.

La adrenalina hizo su trabajo. El corazón aceleró su ritmo para enviar sangre suficiente a sus extremidades, preparándolas para la lucha inminente.

Esquivó el primer golpe. El segundo. Se levantó del taburete, lo agarró y se lo partió en la cabeza a uno de los maleantes. La madera se hizo pedazos como pedazos se hizo su cabeza. Gritaba y sangraba como un cerdo. Lo que era.

Una pausa, bien, tomaría aire.

Un calvo con barba, tatuado hasta las cejas habían tomado un taco de billar. Al menos ciento veinte kilos de peso. Mucho, pensó Gordon. Rompió la botella de tequila con la barra. Si le daba en la cabeza quizás lo dejara inconsciente. Era su única oportunidad con aquella mole. Lo haría trizas si no lo tumbaba a la primera.

Intentó esquivar el taco, pero le dio en el antebrazo ¡Joder! Dolía y mucho. Tendría suerte si no le había partido los huesos. Le atestó con todas sus fuerzas en la cara, pero éste se giró en el último momento y sólo le consiguió golpear en el Hombro.

Tejido blando. Doloroso pero no incapacitante.

Esto iba a doler.

- ¿Quién es el siguiente? – Gritó Jim Gordon, más para motivarse a sí mismo que para cualquier otra cosa.

El calvo gordo le pegó un puñetazo en el pómulo. Lo escuchó crujir. Sintió la cálida sangre resbalar hasta su barbilla.

"Podría sacar la pistola, pero seguro me la quitarían, y entonces ¿Qué? Muerto con mi propia arma, envuelto en mi propia estupidez " pensó.

- ¡Vamos, maldita escoria! – Gritó. Parecía que no reaccionaban. Miraban todos hacia la puerta ¿Pero qué mierda ...?

Batman entró en el bar con su habitual porte prominente y sus más de dos metros de altura. Parecía el mismísimo demonio que venía para reclamar las almas de los condenados.

Nadie se atrevía a hacer nada. Ni siquiera Gordon podía hacer otra cosa que no apartar su vista de aquella hipnotizante visión.

- Fuera – Dijo el murciélago sin alzar la voz.

Todos los allí presentes huyeron del local pasando por su lado, sin atreverse a mirarle tan de cerca. Algunas leyendas urbanas decían que si mirabas a Batman directamente a los ojos, atrapaba tu alma para descubrir si eras inocente o culpable y entonces te hacía pagar por tus pecados. 

O te molía a golpes.

Evidentemente Gordon no creía en estas supersticiones. Le había visto sangrar en muchas ocasiones, pero a veces y sólo a veces, él también dudaba de que fuera ... Humano.

En el bar sólo quedaron el murciélago y el propio Gordon.

Batman recogió uno de los taburetes del suelo, lo acercó a la barra y se sentó tranquilo. El comisario lo imitó, sentándose a su lado en otro.

- ¿Qué estabas bebiendo? – le preguntó el murciélago.

- Tequila.

Batman miró al otro lado de la barra, estiró su brazo y agarró una botella de José Cuervo. Sacó dos vasos, los llenó y le ofreció uno de ellos a Jim.

El comisario lo bebió de un único trago, al igual que Batman, como se debe beber el tequila.

- No sabía que bebieras alcohol con el traje puesto – Le dijo el policía sin realmente saber qué tipo de conversación podían entablar. En los últimos años sólo conversaban de trabajo.

- Sólo con los amigos, Jim – Dijo sin mirarle.

Permanecieron así largo rato, haciéndose mutua compañía con sus silencios.

Gordon no era un hombre de grandes disertaciones. Sólo hablaba lo necesario cuando era necesario y ahora no había nada que decir. La presencia de Batman allí, sentado junto a él, ya decía más que mil palabras.

- Me alegro que estés ... de vuelta.

- Y yo, Jim – Se levantó del taburete y agarró la mano del comisario para pasar el brazo sobre su espalda – Vamos, te acompaño a casa.

- Espera ... - Gordon sacó su billetera y dejó doscientos pavos encima de la barra.

Era un policía decente. Un buen policía.

Un buen hombre.


La mente del comisario estaba nublada, algo confusa por el alcohol, pero sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo.

Batman lo dejó sobre la cama de su dormitorio.

- Bárbara se ha ido – Le dijo el policía – Me ha pedido el divorcio, definitivamente.

- Lo lamento – Se limitó a decir mientras le sacaba los zapatos y le tomaba el brazo. Se lo movió haciendo movimientos pendulares – No está roto – Se metió en el lavabo y sacó un pequeño botiquín que el policía ni siquiera sabía que estuviera allí.

Batman era como un gran felino sigiloso. No hacía ruido al desplazarse y se movía grácilmente pese a llevar aquella imponente armadura negra.

Siempre le había parecido que se asemejaba más a una gran pantera negra que a un murciélago, aunque nunca se le ocurriría decirlo en voz alta.

El caballero oscuro sacó una gasa, la mojó en antiséptico y sin demasiados miramientos le limpió la herida del pómulo.

Pocas veces le había tenido tan de cerca. Incluso podía notar su perfume. No es que oliera a colonia, pero sí a algo extraño ... sintético. Seguramente el material del que estaba hecho su traje. Resultaba agradable. Atrayente.

Gordon sintió su aliento, no le escuchaba respirar, pero la cálida brisa que emanaba de sus labios le rozaba su piel, erizándosela. Estaba nervioso, como puede estarlo un animal perdido en la sabana cuando siente que está a merced de un depredador.

Desde luego su magnetismo resultaba ... salvajemente inhumano.

- Ve mañana al hospital. Tendrán que darte un par de puntos – Le dijo abriendo la ventana, dispuesto a escabullirse por ella.

- Gracias, Bruce.

- De nada, Jim – Dijo antes de saltar al vacío.



CLARK

Se plantó en la puerta de su bloque de apartamentos de Metropolis. Estaba algo alterado. Todo aquel ruido contrastaba con el silencio sepulcral del espacio. Lo echaba de menos.

El silencio y el lento palpitar del corazón de Bruce.

Tenía que volver a concentrarse para aislarse de todos aquellos sonidos que le taladraban el cerebro como incesantes agujas.

No tenía dinero así que había caminado desde las afueras. Había tardado bastante y se había hecho de noche.

No le importó demasiado pues no tenía prisa por llegar a ninguna parte. Simplemente se estaba dejando llevar. Alzó la vista al cielo.

La Luna.

La Luna era hermosa.

Siempre le había recordado a él.

Majestuosa y solitaria, con su misterioso lado oculto al que sólo él podía llegar. Suspiró.

Debía comprarse un móvil, conseguir una identificación, tarjetas de crédito ... Interminables trámites burocráticos, que le mantendrían ocupado.

Hasta que supiera qué hacer o cómo actuar, se comportaría como un humano más, ya que la especie terrestre era incapaz de diferenciarlo a simple vista. Debía mantener "un perfil bajo" , como le había dicho el murciélago.

Subió las escaleras hasta su apartamento y detuvo su mano antes de forzar la puerta.

¿Música? Se extrañó.

Picó al timbre y al instante se arrepintió. No sabía por qué había pensado que su apartamento seguiría esperando por él como la granja. Estaba claro que allí vivía alguien y ... antes que diera media vuelta, la puerta se abrió.

- ¿Clark? – Preguntó Jimmy - ¡CLARK! – El pelirrojo se abrazó al kriptoniano como una lapa y empezó a besarle la cara ante el evidente rechazo de éste.

- Sí, soy yo – Lo separó de su cuerpo intentado no utilizar demasiada fuerza. No se esperaba tener que lidiar con uno de sus antiguos amigos tan pronto. Era como si pertenecieran a una vida pasada, una prácticamente olvidada y con la cual no se sentía identificado.

- Tío, pero ¿Por qué no me has dicho que venías? Te hubiera ido a buscar al aeropuerto – Le dijo, aunque nunca había tenido coche. Cogió la bolsa de deporte de Clark – Viajas ligero de equipaje – Le sonrió entrando en el apartamento – Bueno, supongo que en Afganistán no se necesita mucha ropa. ¿Allí hace calor o frío?

"¿Afganistán?" Se preguntó el kriptoniano.

- El bueno de Clark – Jimmy empezó a recoger calcetines y ropa sucia que había tirada por el piso – Esto está un poco desordenado, pero es que ya sabes ... soy un desastre con la limpieza – Siguió recogiendo latas de cerveza vacías y el resto de lo que probablemente habían sido unas patatas fritas – Te preguntarás qué hago aquí. Pues bien, sabes que con mi sueldo de fotógrafo no me llega para un apartamento en el centro y pensé que, como tú estabas fuera y habías heredado este piso, pues qué mejor que quedarme aquí para cuidártelo.

Se acercó a Clark y le puso la mano sobre el hombro.

– Por cierto, siento mucho lo de tu madre. De veras.

- Gracias, Jimmy – Dijo Clark que no se movía de la puerta, intentando procesar toda la información que escupía su acelerado amigo.

- Mañana mismo haré las maletas y me largaré de tu casa. ¡Joder Ck! Cuánto me alegro de que hayas vuelto – Le golpeó el hombro con el puño e hizo una mueca de dolor.

- No hace falta que te vayas mañana– Dijo algo dubitativo el kriptoniano – No hay prisa.

- ¡Tío, te quiero! – Suspiró aliviado y volvió a abrazar a su compañero que dio un paso atrás en vano.

- Ya verás cuando te vea Lois. No habla mucho de ti pero yo sé que te ha extrañado. Estará un poco enfadada, por no haber llamado y haber enviado solo un mail cada dos o tres meses, pero tampoco notaríamos la diferencia – Rió – Porque esa mujer está siempre enfadada – Se sentó en el sofá y puso los pies sobre la mesa – Yo lo entiendo, Afganistán, no es como estar de vacaciones en Punta Cana. Aquellos artículos que escribiste fueron geniales. Corresponsal de guerra. Tuviste mucho valor al irte tanto tiempo ¿Quieres una cerveza?

Clark se sentó en el sofá junto a su amigo. Así que alguien había preparado su coartada para justificar todo este tiempo que estuvo ausente. Debía agradecerle a Bruce, si es que éste lo contactaba.

"Yo lo haré" – Le había dicho.

- ¿Ha sido duro? – Preguntó el irlandés viendo que su amigo estaba algo ausente - Estar lejos de casa - Aclaró.

- Sí – Contestó escueto el reportero – Lo ha sido.

- Me imagino – Dijo el pelirrojo mirándole a los ojos – Te noto ... no sé ... distinto.

Clark desvió la mirada, rehuyendo el contacto.

- La guerra te cambia, Jimmy – Dijo tumbándose en el sofá sin querer decir más mentiras de las necesarias – Saca lo peor de uno mismo.

Jimmy sacó su teléfono celular.

- Lois ¿A que no adivinas quién ha vuelto? ¡Clark! – Le dijo antes de que el kriptoniano pudiera detenerlo - ¿Lois? ¿Lois? - Preguntó ante el silencio - Sí, está en mi casa ... o sea, digo, en su casa – Sonrió nervioso – ¡Venías a verme? Vale ¡Qué casualidad!

¡Maldita sea! Había escuchado la conversación y Lois iba para allá. No quería verla. Ella sabía quién era en realidad y le aterraba que lo juzgara. No sabría qué decirle. En realidad ni él mismo sabía qué pensar. Desconocía cuál era su lugar, cómo estaban las cosas desde su partida.

- Dice que viene – Volvió a darle un sorbo a su cerveza - Está subiendo las escaleras.

Pero debía afrontarlo tarde o temprano, debía hacerlo y al parecer sería en breves instantes.

Lois no picó a la puerta. También tenía las llaves de su casa ¿Todo el mundo tenía unas llaves menos él?

La reportera vestía ropa deportiva, el pelo recogido en una coleta medio desecha. Se notaba que se había puesto lo más cómodo y rápido que tenía en el armario. Seguía siendo hermosa.

- Clark – Dijo en un susurro mirándole sin llegar a creérselo.

Su cara era un verdadero poema y el kriptoniano no sabía si cerraría un puño e intentaría golpearle o si simplemente se echaría a llorar.

Avanzó lentamente, con pasos torpes, hasta que estuvo a su altura. Estiró sus brazos y le abrazó fuertemente por el cuello empezando a sollozar al instante.

La reportera lloraba desconsolada como no lo había hecho nunca. Poco le importaba que Olsen estuviera allí mirando la escena, extrañándose por el ataque de sensibilidad de la dura reportera.

Se separó para mirarle a la cara, la cual acarició con ambas manos.

- Eres tú – Las lágrimas resbalaban por sus mejillas a borbotones – Eres tú ...

- Soy yo – Le dijo devolviéndole el abrazo.

No se esperaba esa reacción por parte de su amiga. Se relajó un poco, envolviéndola por completo con la enorme envergadura de sus brazos.

- ¿Cómo estás? ¿Estás bien? – Le preguntó la reportera sin darle tiempo a contestar.

- Sí ... estoy bien.

- Y - Hizo una pausa para pensar - ¿Qué tal por Afganistán?

- Ha sido muy duro estar lejos de casa – También ella conocía su coartada solo que sabía que ésta no era más que una invención.

Lois lo agarró fuertemente por la mano y lo arrastró hasta la puerta.

- Jimmy, Clark y yo vamos a dar una vuelta.

- ¿A las once de la noche? – Preguntó extrañado

- Sí ¿Qué pasa? – Iba a cerrar la puerta pero volvió a abrirla – A ver si limpias un poco esta pocilga – Le recriminó al fotógrafo – No sé cómo puedes vivir entre tanta mierda.

- ¡Esa es mi chica! – La reconoció al fin el irlandés tumbándose de nuevo en el sofá y rebuscando debajo de los cojines el mando de la Play Station – No volváis muy tarde, que mañana trabajamos temprano.



LOIS

Se pararon en una hamburguesería cercana que cerraba pasada la madrugada. Tan solo unos pocos trabajadores nocturnos como personal sanitario y de obras públicas estaban tomando su cena. Un par de polis se tomaban su café en la barra.

Se sentaron el uno frente al otro en una mesa alejada.

- ¿Cuándo has vuelto? – Le preguntó la reportera.

- Hace un par de días.

- Un café solo, con extra de azúcar – Le pidió a la camarera - ¿Te sigue gustando el batido de chocolate? – Le preguntó a Clark que asintió con la cabeza – Y un batido de chocolate, extra grande – Le sonrió y se colocó un mechón de rebeldes cabellos detrás de la oreja - ¿Dónde has estado?

- En muchos sitios – La miró sin querer tener que mentirle – Ninguno de ellos en La Tierra.

- El espacio – Dijo pensativa - ¿Es tan grande como parece?

- Más.

La camarera les trajo sus bebidas y le echó los tres sobres de azúcar.

- Batman me lo explicó todo - Removió el café con la cuchara, nerviosa – Me dijo lo que le pasó a tu madre ... Lo que "realmente" le pasó a tu madre – Hizo una pausa sin saber si estaría bien lo que iba a decir, pero aún así, lo haría, ya que era la verdad y lo sentía de ese modo – Si yo hubiera podido ... Si me hubieran hecho lo que te hicieron a ti ... También habría matado a esos hijos de puta.

Clark se revolvió incómodo en su asiento y exhaló sin saber qué contestar.



- No tienes que decir nada – Le cogió una mano, acariciándosela, notando el cálido tacto de su piel invulnerable – Conmigo no tienes que justificarte - Clark rehuyó el contacto y apartó la mirada. Su mandíbula estaba tensa y su rostro permanecía serio con sus labios imperceptiblemente temblorosos. Su respiración se hacía más fuerte e irregular. Parecía que iba a salir corriendo de un momento a otro.

Lois se levantó y se sentó a su lado. Con una mano le acarició la cara y la alzó un poco para que le mirara.

Aquellas gafas no podían ocultar sus ojos de un azul inimaginable ... casi había olvidado lo extraordinarios que eran. De un color que no se encuentra en este mundo.

Su corazón empezó a latir con fuerza.

Podías perderte en aquella mirada penetrante si no encontrabas algo a lo que aferrarte en la tierra.

Clark la abrazó con fuerza, derrumbándose, hundiendo su rostro sobre el hombro de su amiga. Porque tan solo eso era para él. Una buena amiga.

- No hablaremos más de este tema si tú no quieres – La reportera lo estrechó entre sus brazos - Lo importante es que has vuelto y que yo te apoyaré en todo lo que necesites.


CONTINUARÁ ...



Notas de la autora:

Guau.

Aquí van algunos de los reencuentros que eran inevitables. Por supuesto, faltan muchos, pero es que si no, el capitulo hubiera salido demasiado largo, y sabéis que no me gusta hacerme pesada.

Quiero un poco de acción!!!

JE JE

Por si os lo preguntais, me imagino a James Gordon como el de la pelicula animada de BATMAN AÑO UNO, que por si alguien no la ha visto, la recomiendo totalmente.

Me parece un personaje super sexy, con ese bigote y esas gafas ... Tendré complejo de Edipo??? Consultaré a mi manual sobre Freud.

Casi casi me sale una escena yaoi, pero me contuve, aunque me muero de ganas por meterlo en la cama con Batman, aunque no es esta historia, quizás en algun one shot independiente.

Sí ¡Estoy loca! Pero acabé haciéndolo. Es como un spin-off de este fic que se llama Cómo supe que Bruce Wayne era Batman.

Ohhhh, le dediqué mucho tiempo e ilusión y creo que me salió algo que vale la pena leer, sin duda, aunque no crean en esta pareja, les aseguro que más de uno ha cambiado su opinión del Comisionado una vez lo ha terminado.

Espero que les guste.

Muchas gracias por vuestras reviews y por vuestras aportaciones sobre de los personajes que os gustaría que salieran... Os aseguro que lo tendré en cuenta.


Muchas gracias por leer. Estoy deseando saber qué les ha parecido.

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