Capitulo 10: Sin poder alejarse

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CAPITULO 10

Sin poder alejarse

BRUCE

El kriptoniano tardó una eternidad en dormirse. Bruce ya no sabía cómo ponerse en la cama. Su sigilo ya no era lo que solía ser desde que tenía que lidiar con las secuelas de la operación y el murciélago se maldecía por ello. Aún así, consiguió incorporarse dignamente sin despertar a Clark, aunque con el super oído del último hijo de Kripton nunca se sabía si realmente sólo fingía no haberse despertado.

Hacía tanto que no dormía de noche que ya no sabía cómo hacerlo y se había vuelto una criatura totalmente nocturna. Sus ojos se habían acostumbrado con los años a la oscuridad y el Sol había llegado a cegarle. Por ese motivo la piel de Bruce siempre estaba pálida.

Se dirigió hacia el comedor sin hacer ruido y cogió el móvil del reportero de encima de la mesa. El bueno de Clark ni siquiera le había puesto un PIN de bloqueo.

Escudriñó las llamadas, los mensajes y los whatsapps. Lo justo para no sentirse culpable. No había nada a destacar. Clark no parecía tener mucha vida social.

Un par de llamadas de Clark a su madre, otra al Planet, unas 30 llamadas perdidas de Lane, y un par de mensajes de Diana donde pudo leer: "Clark, llama a Bruce" y al día siguiente otro que ponía "Maldita sea, Clark llama de una puñetera a Bruce. Ha preguntado por ti¨"

Bruce sonrió al leer las palabras de la amazona, siempre tan directa, siempre diciendo lo que realmente pensaba. ¡Qué poco se parecía en eso a ella! – pensó.

Con sus ágiles dedos desactivó el programa de rastreo y de escucha que le instaló a Clark en el móvil antes de regalárselo. Por un momento dudó en borrarlo definitivamente del sistema, pero sería una insensatez por su parte.

Estaba bien saber dónde estaba Superman, pero si iban a estar juntos, no quería que nadie más oyera sus conversaciones privadas y Alfred y Dick podrían estar escuchando.

Volvió a dejar el teléfono en el mismo lugar y abrió una de sus maletas. Sacó una Tablet de última generación y visualizó con un sofisticado programa las imágenes que sus drones le enviaban. Los había distribuido por todo el sistema de alcantarillado de Gotham para ver si conseguía encontrar alguna pista de ese llamado Killer Crock.

Después entró en los archivos policiales del departamento de policía de su ciudad, el GCPD, para cotejar si había nuevos datos sobre el caso y para ver si el forense había subido ya el informe de las diez autopsias. Efectivamente, así había sido.

Bruce lo estaba leyendo cuando un sonido que salía de la habitación de Clark rompió su concentración.

Se levantó lentamente y observó el cuerpo del kriptoniano empapado en sudor. De nuevo emitió otro gemido mientras se retorcía sobre las sábanas. Sus manos sudorosas temblaban y su rostro parecía compungido por el dolor.

- Una pesadilla- Tuvo la certeza Bruce.

Él las conocía muy bien. Compartía sus horas de sueño con las peores que nadie pudiera imaginar pero no esperaba que Clark también las tuviera. ¿Qué era lo que le perturbaba al hombre del mañana?

Bruce se acercó poco a poco para despertarle, como Alfred hacía a menudo con él. Sabía que no era prudente sobresaltar al kriptoniano. Agradeció a sus reflejos haberse mantenido alerta cuando entre lamentos y aún soñando, el superhombre lanzó uno de sus puños contra la pared de la habitación, en una contracción involuntaria.

Bruce lo esquivó en el último momento.

Al impactar los nudillos contra la pared del cabezal de la cama, ésta se deshizo hecha añicos, produciendo un ruido que sin duda pudo escucharse en todo el edificio.

Clark abrió los ojos en ese instante y vio el boquete que había abierto en la pared, de más de dos metros, a través del cual se podía ver todo el comedor.

- ¡Bruce! – gritó buscándolo a su lado.

El murciélago se levantó del suelo, donde había ido a parar después del estruendoso golpe y se sentó a su lado en la cama cubierta de escombros.

- Estoy bien – le dijo mientras se sacudía restos de yeso – Tranquilo.

- ¡Oh, Gran Rao! Podía haberte matado ... podía ...

Unos golpes insistentes que aporreaban la entrada a su domicilio sacaron a Clark de su estado de angustia.

- ¡Kent, bicho raro, abre la puta puerta! – dijo una voz de hombre que parecía borracho – He escuchado el golpe ¿Qué coño le estás haciendo a mi apartamento?

- Mierda ... es mi casero – se lamentó Clark suspirando tratando de ver cómo afrontaba la situación.

- Yo me encargo – afirmó Bruce sin dejarle opción a protestar.

El multimillonario fue hacia el pasillo, cogió una pluma del bolsillo de su chaqueta y un talonario de cheques. Abrió la puerta, escribió algo y sin más le extendió uno de ellos a la escoria que tenía ante sí.

- Cógelo y lárgate – le dijo con desprecio al pestilente hombrecillo.

El casero de Clark se sorprendió al ver a un hombre algo mayor que Kent, vestido con un pijama de esos tan finos y estaba por decirle cuatro cosas cuando observó la cantidad de ceros que había en el cheque. No podía creérselo, pensó mientras se iluminaba su mirada.

Intentó articular palabra, pero la respuesta fue un portazo en las narices.

Bruce se giró para ver a Clark asomarse de brazos cruzados en el comedor.

- No tenías por qué hacerlo – le dijo Clark molesto.

- No te quejes, podría haber comprado todo el edificio – Le inquirió Bruce – No sé por qué aguantas todas estas mierdas Clark, podrías vivir donde tú quisieras, podrías ...

- Podría ... pero no quiero.

Bruce sólo pudo resignarse preguntándose por qué un Dios intentaba caminar entre mortales como ése. Por qué intentaba parecer uno de ellos, sin serlo realmente. Se apiadó un poco del ansia de Superman por querer integrarse en una sociedad que  jamás sería la suya.

- Volvamos a la cama – dijo Bruce.

- No.

- ¿Por qué no? – preguntó el murciélago sabiendo la respuesta.

- Antes ... si te hubiera golpeado a ti en vez de a la pared ... podría haberte hecho mucho daño y ni siquiera habría sido consciente de ello.

- Pero no lo hiciste, aunque entiendo tu preocupación – afirmó Bruce – Por eso te voy a poner esto.

Bruce sacó de su mano un reloj de pulsera con una pequeña pantalla digital.

- Este dispositivo emitirá una señal estridente cuando tus pulsaciones pasen de 20 por minuto, que para ti ya son suficientes  – Dijo mientras le apretaba la correa de acero – póntelo al dormir y te despertarás antes de hacerle daño a nadie.

- ¿Lo tenías preparado?

- Aunque cueste de creer, no lo sé todo de antemano, Clark. Este dispositivo es mío, me lo dio la doctora para recordarme que no puedo pasarme en la recuperación de la operación. No te preocupes, tengo dos más en la maleta.

- Así que tú también improvisas – sonrió Clark encantado con la idea que había tenido su amante.

- Sólo contigo, Clark – suspiró – Sólo contigo. Venga, volvamos a la cama. Te quedan apenas tres horas para levantarte para ir a trabajar.



CLARK

Clark iba de pie en el metro después de haberle cedido su sitio a un señor mayor que parecía tener dificultad para mantenerse en pie. Se había puesto sus vaqueros y la camisa gris de Bruce. Quería que él le viera de nuevo con ella, pero no había habido suerte.

El murciélago estaba profundamente dormido por la mañana cuando él se había despertado, seguramente ayudado por los analgésicos.

Casi llegaba tarde por haberse quedado contemplando su rostro pálido y su expresión tan serena al estar en manos de Morfeo.

Era la primera vez que había podido contemplarlo sin suponer un reto de miradas entre los dos y no había perdido la ocasión de hacerlo.

Ya en la redacción, Clark tuvo que aguantar la bronca de Lois por haber llegado casi tarde y por no haber contestado a ninguna de sus llamadas perdidas durante los días que estuvo ausente.

- Maldita sea, Clark – le espetó llevando su dedo acusador al pecho del kriptoniano – Al final tuve que llamar a tu madre para que me dijera que estabas bien.

- Lo siento Lois ¿Qué puedo decir? – preguntó sonriendo – Necesitaba unos días.

- ¿Para estar con Wayne?

- Más bien para alejarme de él – susurró resignado.

- ¿Ya te ha dejado por otro?

- Mi vida privada no es asunto tuyo Lois – se indignó Clark con la pregunta.

- No me vengas con esas Smallville. Nos conocemos desde hace cinco años y yo te lo he contado todo sobre mí y no por cotillismo, sino porque te considero mi amigo. – Hizo una pausa - Mi amigo de verdad y lo único que hago es preocuparme por ti.

Clark recordó todas las experiencias vividas con la reportera y supo que tenía razón. Ella nunca le había fallado. Siempre había sido sincera con él. Por eso Clark se molestaba tanto cuando tenía que mentirle para mantener su doble identidad. Se sentía culpable y eso había hecho que últimamente se distanciaran.  Además, más de una vez, la reportera, le había dejado entrever que sentía algo más que simple admiración por el hombre de acero.

- Tienes razón – afirmó el reportero  – Debí haberte cogido el teléfono y sé que tus intenciones son buenas.

- Bien – sonrió satisfecha mientras se sentaba en su silla de ayudante de editor jefe – Hoy es la fiesta de jubilación de Perry ¿vas a venir, o no?

- ¡Fiesta de jubilación! – exclamó Kent.

- ¡Calla, que te va a oír! – le recriminó Lois – Es una sorpresa. Lo dijo la semana pasada. Que se jubilaba – Hizo un gesto para que Clark se le acercara mientras le daba un sorbo a su café de máquina con expresión preocupada– Esto no lo sabe nadie, Smallville, pero a Perry le han diagnosticado un cáncer de pulmón. Está en una fase inicial y se lo van a tratar, por eso ha pedido la jubilación antes de lo tenía pensado.

- ¿Te lo ha dicho él? – preguntó el Kriptoniano extrañado de que su editor hubiera compartido esa información con la reportera.

- No, que va ... me lo ha dicho su mujer, Alice. La pobre lo está pasando fatal aunque Perry parece estar llevándolo muy bien. ¿Vendrás, verdad?

Clark se moría de ganas de llegar a casa y comprobar que Bruce aún seguía allí, pero qué podía hacer. No podía faltar a la fiesta de despedida de Perry White. Él había sido en muchas ocasiones, como un padre para él. Uno muy mal hablado y con muy mal genio, pero Clark lo admiraba, tanto como periodista como persona.

Se alegró que el cáncer de Perry fuera tratable y le dijo que sí a Lois.

- ¿Quién va a ser el nuevo editor? – pregunto Kent temiéndose la respuesta.

- Cambia esa cara de circunstancias Clark, no voy a ser yo – El reportero suspiró aliviado – Será Morgan Edge, del Gotham Gazzette. Un hueso duro de roer.

- Eso me han dicho.

- Sip – dijo molesta por haberse acabado su café – Oye Smallville, puedes traerme otro ...

- ¿Café?

- Sip, con extra de ...

- Azúcar, sí ya lo sé. Llevo seis años trayéndote el café, Lois – se alejó hacia la máquina mientras la reportera sonreía, pensando que le arrancaría los ojos al mimado de Bruce Wayne si hacía daño a Clark. 

 El reportero, sin embargo, se preguntaba cómo se tomaría Bruce que el primer día llegara tan tarde a casa. Le encantaba la idea de tener que darle explicaciones.

***

La cena fue realmente emotiva, sobre todo cuando Perry pronunció su discurso de despedida y se empezó a abrazar con los reporteros, por primera vez.

Marilyn lloró.

Lois lloró.

Hasta Jimmy, lloró.

- Jo tío, cómo extrañaré a ese viejo gruñón – le había admitido a Clark al despedirse de él, sonándose los mocos.

- Yo también – le contestó el reportero tratando de consolar a su amigo.

Al llegar a su parada de metro Clark estaba emocionado. Aunque fueran las dos de la mañana sabía que Bruce estaría despierto y en su rostro se dibujó una sonrisa cuando forzó su oído para tratar de escuchar su voz. Aunque éste estuviera a más de tres cuadras de distancia, oyó como hablaba por teléfono con otro hombre joven.

Lo que siguió a continuación, no le gustó tanto al kriptoniano.

-Bruce: Ahora no puedo.

- Pero es que ya casi nunca nos vemos Bruce, ¿en qué andas metido? ¿Otro lío de faldas? – rió - ¿o de pantalones?

-Nada más lejos de la realidad. Sabes que no me comprometo con nadie.

-Sí, ya me quedó claro la última vez que estuvimos juntos – Hizo una pausa al no escuchar respuesta – Bueno Bruce, tengo que colgar. Ya sabes que estoy para lo que necesites. Cuídate esa herida.

-Lo haré, Oliver.


- ¿Quién es Oliver? – Preguntó Clark con semblante serio cuando entró en casa.

- ¿No te dijo tu madre que espiar a la gente es de mala educación? – le contestó el murciélago desde el sofá y  sin mirarle a la cara mientras ojeaba el diario el Planet.

- ¿Lo pregunta el hombre que tiene tres satélites apuntándome día y noche desde hace semanas, o el que me puso un rastreador en el móvil?

Bruce levantó la mirada y cerró el periódico dejándolo sobre la mesa. Qué poco había durado la tranquilidad.

- Bueno, ahora ya sabes lo que se siente – respondió sarcásticamente Bruce, lejos de amedrentarse.

- ¡¿Qué?! – exclamó Clark enfadado por la apabullante falta de culpabilidad del murciélago.

- Tú escuchas a kilómetros mis conversaciones telefónicas, mis conversaciones privadas, incluso escuchas mi ritmo cardíaco y escrudiñas las heridas de mis huesos, y ...

- ¡No es lo mismo! – le interrumpió el reportero alzando la voz.

- ¿Por qué no, Clark? – replicó

- ¡Porque yo no puedo ... simplemente apagarlo! ... ¿Crees que yo invadiría tu privacidad de esa manera? ¿Crees que yo elegí escuchar tus pulmones encharcados cuando te ahogabas en tu propia sangre? - Caminaba de un lado para otro en el comedor, como si se tratara de un animal enjaulado. - ¿Crees que decidí sentir cómo tu corazón latía cada vez más despacio cuando te sostenía entre mis brazos y te arrancaba la barra de hierro que te atravesaba el cuerpo? – le gritó llevándose las manos a la cabeza. 

Bruce se levantó del sofá y se puso frente a él mirando los ojos encolerizados del kriptoniano. Le cogió suavemente una de las manos intentando tranquilizarlo y Clark se abalanzó sobre él perdiéndose en su abrazo.

- Lo siento, Clark – dijo suavemente – Siento lo que te hice pasar. Pero yo tampoco puedo evitar ser como soy y vas a tener que aceptarlo.

Ése era el juego de Bruce, o a mi manera o a ninguna. Clark tenía mil réplicas a las palabras de Bruce pero decidió simplemente esconder la cara sobre el pecho de su amante. Sabía que si lo forzaba se iría o le soltaría alguna amenaza peor y estaría dos semanas castigándole con su silencio y su ausencia.



BRUCE

Después de varios minutos en los que ninguno de los dos quiso moverse, el kriptoniano rompió el silencio.

- Deja de apuntarme con tus satélites. Me dan dolor de cabeza.

- Lo haré – dijo Bruce lamentándose al instante de haber accedido tan rápidamente a la petición.

- Si quieres saber algo sobre mí, sólo tienes que preguntármelo.

- ¿Dónde has estado este tiempo?

Clark se separó de él incomodo con la pregunta.

- Dijiste que preguntara – Bruce no perdía dejar pasar la ocasión.

- Estuve en ... el ártico. Necesitaba estar solo.

- ¿De vacaciones en el ártico?

- Tengo una especie de ... casa kriptoniana. Allí es donde voy cuando no quiero que nadie me encuentre.

- Así que allí escondes tu nave. Me encantaría verla algún día.

- Dudo que pudieras aguantar el frío – se alegró Clark – Ningún humano resistiría más de unos minutos allí antes de congelarse.

- ¿Quieres apostar? – le miró el millonario desafiante.

Allí estaba de nuevo. Atacando. Transformándolo todo en una competición de la tenía que salir victorioso a toda costa.

- ¿Quién es Óliver? – preguntó Clark intentando desviar la conversación a otra que le intrigaba más.

- Un amigo.

- ¿Y ya está? – preguntó Clark indignado

- Un viejo amigo.

- ¿Te has acostado con él?

Bruce alzó la ceja izquierda molesto con el atentado a su intimidad.

- ¿En serio me vas a montar una escena de celos Clark?

- ¿Cómo la que montaste tú cuando supiste que Lois se quedaba a dormir a mi casa?

Los ojos del murciélago se inyectaron en sangre y su expresión se turbó, arrugando casi imperceptiblemente la frente y la nariz, sabiendo que Clark había dado en el clavo.

- Es diferente. No tengo que darte ninguna explicación sobre mi vida privada de antes de que estuviéramos juntos.

Clark no se quedó demasiado satisfecho con la respuesta, ya que daba a entender que había alguna posibilidad de que ese tal Óliver y Bruce hubieran sido algo más que amigos, pero al menos había dicho que estaban juntos.

Bruce y él.

"Juntos" pensó el kriptoniano con una sonrisa dibujada en el rostro – Juntos ... juntos ...

Clark acarició a Bruce, que hizo ademán de retirarse pero sin poner demasiado empeño. Se dejó rozar la mejilla por la mano suave del kriptoniano. Alzó la mirada para dejarse llevar por esos ojos color turquesa. Esos ojos que lo hacían perderse en la calma de aquellas aguas cristalinas de otro mundo. Cuando Clark le miraba de esa manera, le vencía. 

Lo derrotaba por completo.

Bruce alzó las manos y le quitó las gafas. Prefería al kriptoniano sin aquellos lentes que le hacían parecer una persona corriente cuando realmente, nada más extraordinario caminaba sobre la faz de la Tierra.

Las colocó con cuidado sobre la mesa y antes de volver a mirar a Clark, éste ya había juntado los labios con los suyos.

Notó la calidez de la piel. La ardiente temperatura de sus manos cuando le agarraban la nuca obligándolo a anular la distancia entre sus cuerpos. Bruce se dejó pegar a él como una lapa y empezó a acariciar su cintura metiendo las manos por debajo de la camisa gris que era de su propiedad. Después llevó las manos al escultural pecho del alienígena y empezó a desabrocharle los botones hasta que la camisa se abrió por completo dejando ver el perfecto cuerpo de Superman.

De pronto Clark rompió la magia del momento y se apartó como si Bruce fuera un hierro ardiendo y le hubiera quemado.

- ¡No! – exclamó el kriptoniano cuando Bruce intentó acercarse de nuevo a él – Tus pulsaciones se han disparado.

- No me jodas, Clark – insistió Bruce molesto – Estoy bien.

- No, no lo estás, puedo escuchar el crujir de la cicatriz en tu interior, si sigues forzándola podría ...

- ¡Para, Clark! – se desesperó el murciélago perdiendo los estribos – Deja de mirar dentro de mí ... No sabes cuánto me irrita ... y no se te ocurra decir que no puedes evitarlo – le dijo levantando un dedo amenazador. 

Cogió un anorak que el reportero tenía colgado en la entrada y se marchó del apartamento tan sólo con el chándal de la Universidad de Kansas de Clark y que le venía ligeramente grande.

Bruce deambuló por las calles de Metropolis. Aquella urbe estaba siempre infamemente iluminada, incluso de noche y no podía encontrar la tan anhelada oscuridad de su ciudad natal. También le extrañó no oír el canto de las sirenas de los coches patrulla que le eran tan familiares.

Había salido de casa de Clark sin móvil, sin la cartera y sin un solo centavo y no tenía ni para meterse en un bar y poder pedir algo para resguardarse de la noche helada.

No importaba.

Seguro que si alzaba la vista podría ver al dichoso kriptoniano observándole. Vigilándole desde las alturas y notando como su temperatura corporal descendía por el frío intenso y la humedad de la noche.

No quiso comprobarlo y agachó la mirada.

Se sentó en un banco acurrucado bajo un árbol.

¿A quien quería engañar? Lo suyo con el kriptoniano jamás funcionaría. Por parte de Clark quizás sí, pero ... ¿por su parte?

Era injusto para el kriptoniano someterlo a esa situación. Clark era su amigo. Era el mejor de todos ellos y él lo estaba poniendo al límite. Lo arrastraría a su terreno de penumbras donde la luz no tiene cabida. Donde las sombras no te dejan dormir y te provocan pesadillas.

Bruce no había tenido ninguna relación que durara más de tres meses, ni con hombres ni con mujeres. Al final siempre era él el que ponía el freno, el que no dejaba avanzar más. Si sus amantes no le dejaban primero, hartos de tanta indiferencia, lo acababa haciendo él.

No dejaba que nadie se le acercara.

Pero de Clark ... simplemente no podía alejarse.

No podía.

Después de lo que a Bruce le pareció una eternidad, sintió los cálidos brazos de Clark rodeándole por la espalda y notó el aliento en su cuello.

- ¿Por qué has tardado tanto? – pronunció el murciélago sin ser realmente una pregunta.

- Quería darte espacio.

Bruce agarró con sus manos los brazos de Clark y suspiró agachando la cabeza, agradeciendo su calidez.

- Yo ... Sé que puedo resultar difícil de tratar – Admitió Bruce con dificultad.

Clark se sentó a su lado sonriendo.

- He lidiado con cosas más difíciles – le dijo mintiendo descaradamente – Mongul, Metalo, Savage ... Diana con síndrome premenstrual ...

Bruce le miró sonriendo también ante ese último comentario.

- Me encanta cuando sonríes, Bruce – le dijo el kriptoniano acariciándole el rostro.

Bruce sólo pudo cerrar los ojos y disfrutar de ese contacto sobre su piel, respirando profundamente y rindiéndose ante la apabullante realidad.

Ni podía, ni quería alejarse de Clark.



CONTINUARÁ ...

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