CAPITULO 9: El olor de la sangre

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CAPITULO 9

El olor de la sangre

BATMAN

Batman avanzaba por los túneles moviéndose con agilidad. Los conocía y se sentía extrañamente seguro entre las paredes mugrientas.

Ya casi se encontraba bajo la calle treinta y dos así que activó la visión calorífica de su máscara y ajustó el audio a nivel máximo.

Allí no había nada.

De repente escuchó un leve sonido parecido a un quejido. Dobló la esquina de la inmensa tubería en la que se había adentrado y vio a una puta haciéndole un servicio a un yonqui. Al verlo, el toxicómano intentó zafarse de la prostituta pero ella era ajena a la presencia del caballero oscuro y siguió chupándosela. Si no acababa, sabía que no cobraría.

- ¡Joder! – dijo la puta cuando su cliente la empujó hacía atrás. 

La mujer cayó de culo y al alzar la vista vio la figura del enorme murciélago.  

La joven balbuceó aterrorizada como si tratara de justificarse ante una figura paternal.

Mientras, el yonqui intentaba mantener el equilibrio para salir corriendo de allí sin caerse. Ningún maleante de Gotham quería cruzarse con el caballero oscuro por más de baja estopa que fuera. 

Batman sabía que el drogadicto estaba totalmente colocado y no le sacaría información pero la señorita quizás hubiera visto algo. La agarró por la muñeca para que no saliera también huyendo pero vio la jeringuilla clavada en su brazo.

Tampoco le sacaría nada así que siguió su camino sin contar con el factor sorpresa cortesía del griterío de la damisela. Cambió a visión térmica y observó un pequeño rastro de sangre salpicada en las paredes.

Puede que no tuviera nada que ver pero era un punto de partida. Tomó una muestra y la guardó en el cinturón.


CLARK

Clark entró en la granja sin avisar pillando a su madre desprevenida. Ésta se levantó apresuradamente del sofá y le dio un fuerte abrazo.

- Hijo ¿Por qué has tardado tanto en volver?

- Bueno mamá ... ya sabes que he estado ocupado.

- Sí, te he visto en las noticias – le dijo preocupada mientras le tocaba el rostro chequeándolo.

- Estoy bien, mamá. De verdad. – reconoció Clark mientras agarraba sus manos como muestra de cariño.

- Entonces ¿Qué te pasa, Clark? Últimamente pareces un poco, no sé cómo decirte ... triste o distraído ¿No te va bien con esa chica con la que sales?

Clark miró a su madre y sonrió levemente. Nunca había sido capaz de ocultarle nada. Era casi peor que Lois.

- Sí mama, puede ser por eso – asintió mientras se sentaba en el sofá delante de la tele.

- Cuéntame – Su madre se sentó a su lado y le palmeó el muslo como cuando era pequeño.

- Es un poco por todo mamá. Es que siento que no acabo de encajar en ningún sitio y con esa persona me siento realmente a gusto. Siento que puedo ser yo mismo. Sin mentiras. Pero cada vez que creo que nuestra relación avanza, él me deja claro que ...

- ¿Él? – preguntó su madre interrumpiéndolo.

De repente Clark se encendió como una cerilla. Abrió su boca sin saber qué decir. Estaba claro que acabaría por contárselo a su madre en algún momento pero no en ése. El kriptoniano observó la mirada indescifrable de su madre que lo observaba contrariada. Tampoco sabía qué pensaría su madre sobre el tema aunque esperaba el mismo apoyo que le había mostrado siempre.

- Sí mamá. Es un hombre.

Martha se levantó del sofá y empezó a caminar nerviosa por la habitación mirando las fotos  de su difunto marido, buscando consejo, pero no obtuvo respuesta. ¡Cómo echaba de menos a Jonathan!

Se quedó así durante más de cinco interminables minutos hasta que Clark no pudo soportar más el silencio 

– Lo siento, mamá.

- ¿Por qué lo sientes, hijo? –preguntó mientras se acercaba a él – Es sólo que me pillaste por sorpresa. Yo no sabía que eras ... homosexual – le costó pronunciar la palabra como si se atragantara con ella.

- Ni yo tampoco – se resignó Clark contando las veces que había tenido que escucharse decirse eso a si mismo.

- Clark - le agarró la mano con fuerza – No me importa con quien estés, si esa persona te hace feliz - Hizo una temida pausa -¿Te hace feliz?

Cómo una pregunta tan sencilla podía tener una respuesta tan complicada...

- No lo sé – susurró derrotado agachando la cabeza mientras su madre trataba de peinarle con los dedos el pelo alborotado – No lo sé, pero no puedo evitar querer acercarme más a él.

- ¡Entonces hazlo! – exclamó rotunda la anciana.

- Es que él es muy complicado ... demasiado.

- Bueno Clark, salir con un extraterrestre tampoco debe ser fácil – le reprochó.

- Yo ni siquiera recuerdo haber nacido en Kripton mamá, soy tan terrícola como cualquiera - Dijo mostrándose poco convincente.

- Eso no es cierto Clark, aunque te hayas pasado toda la vida intentando ser como uno de nosotros, no lo serás nunca. Tú eres diferente. Eres maravillosamente diferente y eso a veces puede intimidar a las personas. Tu fuerza, tu poder, pueden resultar ... apabullantes.

- ¿Intimidar? No creo que él se sienta intimidado por nadie.

- Ay hijo , todos tenemos nuestros miedos y el miedo a la pérdida es uno de los peores.

Clark se quedó pensativo, sopesando las palabras de su madre cuando el intercomunicador de su oído le devolvió a la cruda realidad.

- ¿Alfred? – preguntó extrañado Superman.

- Superman, algo le ha pasado a Batman. Ha apretado su dispositivo de emergencia del traje pero no conseguimos localizarlo.

- ¿Cúal fue su última posición? – preguntó nervioso el kriptoniano alzándose como una exhalación.

- En el sistema de alcantarillado de Gotham, debajo de la treinta y dos.

Clark se fue volando del lugar a velocidad supersónica. Tiró al suelo todos los cuadros que colgaban sobre las paredes del comedor. Martha se preocupó al ver la expresión de pánico de su hijo y rezó para que todo saliera bien mientras volvía a recogerse el pelo en su moño y empezó a colocar todo de nuevo en su sitio.

En seis minutos el kriptoniano se posó en las alcantarillas de Gotham, rompiendo todas las barreras anti crecida que encontraba a su paso. Era la primera vez que Alfred utilizaba el intercomunicador de la JLA así que tenía que ser algo serio.

- ¿Dónde, Alfred? – gritó por el intercomunicador – ¡Aquí no hay nada!

- No lo sé, esa es la última posición – se maldijo para sí el mayordomo por no poder ayudar más.

Superman intentó tranquilizarse. Respiró profundo y agudizó los oídos. Estaba demasiado nervioso y asustado como para concentrarse y por eso tardó más de lo debido en detectar un latido leve. Como un susurro.

De nuevo arrancó otra compuerta de acero de más de medio metro de espesor como si fuera mantequilla y se adentró en los túneles semi inundados del antiguo metro de Gotham. Buscó desesperado hasta que sintió el olor de la muerte en un colector cercano.

El hedor a putrefacción y a gas metano anegaba el lugar. Superman observó restos humanos que en otro momento habían sido personas.

El kriptoniano detectó el latido cerca de las vías, bajo un vagón de metro abandonado. Lo levantó con una mano y su corazón se congeló.

-¡Batman! – gritó aterrado mientras observaba una vieja viga atravesándole el abdomen - ¡Batman! – Volvió a llamar sin obtener respuesta.

Se disponía a sacar el cuerpo inconsciente del murciélago que sin duda se había escondido bajo el metro, cuando éste lanzó un grito de dolor que lo devolvió a la consciencia.

-Bruce – le llamó el kriptoniano aterrado por la situación – Aguanta, te voy a sacar de aquí.

Al no poder moverlo, Superman optó por utilizar su visión calorífica y cortar la barra de hierro que le atravesaba el abdomen dejando que tan solo sobresaliera unos centímetros de su carne. Sabía que si la extraía del todo Bruce podía morir desangrado y a juzgar por la sangre que había en el suelo, eso no tardaría mucho en suceder.

-¿Dónde te llevo Bruce? ¿Dónde? – le preguntó desesperado

- Alfred ... - susurró apenas sin fuerzas antes de perder de nuevo la consciencia.

Superman agarró a Batman con toda la delicadeza que su estado de agitación le permitía y salió del lugar cual alma que lleva el diablo en dirección a la mansión.

En apenas un minuto entraba en la Batcueva con el murciélago entre sus brazos. Alfred le hizo señas para que lo dejara sobre una camilla en una habitación que parecía un quirófano. Había todo tipo de material sanitario.

Dick, que estaba al lado del mayordomo, no paraba de temblar viendo la escena.

En el quirófano también se encontraba una mujer que vestía bata blanca y mascarilla quirúrgica. Empezó a enfocar las pupilas de Bruce con una pequeña linterna y lo auscultó rápidamente a la vez que Alfred le quitaba la armadura de Batman.

- Alfred –ordenó la mujer – anestesia, epinefrina y monitorización. Y tú – dijo señalando a Superman – Tráeme cinco bolsas de sangre. Necesita trasfusión urgente.

Clark le alcanzó las bolsas a la doctora mientras ésta seguía indicando a Alfred el instrumental necesario para la cirugía.

- Tiene el bazo perforado y el intestino delgado también, aparte de desgarro en la vena cava inferior – informó Superman a la doctora.

- ¿Eres médico? –Le preguntó ansiosa.

- No - Negó Clark con la cabeza.

- ¿Pero puedes ver dónde están las heridas?

Superman asintió.

- De acuerdo – Suspiró la doctora – lávate las manos, ponte una bata estéril, una mascarilla y ayúdame a cortar la hemorragia.

Superman sujetaba con fuerza unas gasas presionando el abdomen de Bruce, que yacía inconsciente. Estaba intubado hasta la tráquea y con bolsas de plasma sanguíneo inyectadas en diferentes vías por sus magullados brazos.

El suelo del quirófano resbalaba por toda la sangre que seguía perdiendo el murciélago mientras la doctora se maldecía por no localizar el origen de la hemorragia de la vena cava.

Dick seguía en el suelo con la cabeza hundida entre las rodillas, abrazándose las mismas con los brazos y balbuceando palabras a las que Superman no prestaba atención.

El kriptoniano observaba la escena siendo partícipe de ella. Notaba que sus piernas flojeaban. El nudo en el estómago apenas lo dejaba respirar. Sus ojos eran presa de la rabia, la frustración y la tristeza a partes iguales mientras observaba sus manos manchadas de sangre.

- ¡Joder, al fin! – gritó la doctora en el único momento en que perdió la compostura – Alfred, hilo del dos para suturar – Y tú – le dijo a Superman – aprieta fuerte aquí – parece que he detenido la hemorragia – Alfred, pásame dos bolsas más de ...

Los momentos posteriores se nublaron en la mente de Superman. Observó a la doctora cosiendo la carne, perforándola con la aguja mientras escuchaba el pitido de la maquina que monitoreaba a Bruce. Estaba allí pero contemplaba la escena  desde fuera, como si estuvieran filmando una película macabra en la que no se podía reescribir el guion.

La doctora se quitó los guantes y los tiró a la basura. Habló con Alfred sobre la conducta a seguir a partir de aquí. Se dirigió hacia Dick y se agachó para hablarle afablemente 

– Se pondrá bien. Es el hombre más fuerte que conozco.

Mientras la doctora trataba de consolar a Dick, Alfred se fijó en  Superman. Las manos del kriptoniano temblaban como hojas de papel arrastradas por el viento. Su rostro, pálido como la nieve, contrastaba con las salpicaduras del rojo vivo de la sangre que manchaba todo su cuerpo. Con la mirada perdida vio como apoyaba su cuerpo en la pared de la cueva para no caerse.

El mayordomo se acercó a Clark y le agarró suavemente por el brazo para sacarlo de su letargo.

– No se preocupe joven, ha salido de situaciones peores.

Superman le miró a los ojos. Estaba paralizado. Las palabras del mayordomo que pretendían consolarlo no hicieron más que herirlo más si cabía  "Ya ha pasado por esto otras veces" murmuró para sí mismo aterrorizado con un nudo en la garganta.

Clark salió tambaleante del lugar, se quitó la bata, la mascarilla y la dejó caer al suelo.

Ya no podía aguantar más.

Sentía que le faltaba el aire y en un abrir y cerrar de ojos se encontró en el exterior de la cueva. 

Alzó el vuelo más allá de las nubes de polución de Gotham, más allá de las luces fantasmagóricas que iluminaban aquella maldita ciudad. Traspasó la atmósfera y sintió la ingravidez y la soledad del universo. 

El Sol estaba oculto por la Tierra pero a veces la luna era una compañía más melancólicamente adecuada.

Se desplomó  consumido por las lágrimas, tapándose el rostro con las manos aún ensangrentadas.



Tres semanas después

BRUCE

Bruce abrió los ojos después de haber dormido varias horas a causa de los analgésicos.

Observó a Dick durmiendo en el sofá que estaba al lado de su cama.

Hacía ya una semana que la doctora Leslie Thompkins le había retirado la medicación que le mantenía sedado.

Bruce respondió bien a la cirugía aunque la doctora le había dejado claro que no podía realizar ningún tipo de ejercicio físico que le hiciera aumentar el ritmo cardíaco. Debía permanecer siempre acompañado y seguir una estricta dieta para que la perforación del intestino no volviera a abrirse. Insistió en que debía ir al hospital pero la negativa de Alfred fue contundente. 

Por supuesto, solo seguía las órdenes del no tan joven señor de la casa.

Dick y Alfred se turnaban para acompañarlo o más bien para vigilarlo, porque así era como lo sentía Bruce.

- ¿Otra vez despierto? – Preguntó Dick alegre.

- ¿Otra vez aquí? – contestó con cierta dificultad el murciélago. Tenía la boca seca a causa de la intubación reciente.

- Yo también me alegro de verte, Bruce – le hizo un mohín con la boca – Le diré a Alfred que te prepare algo de comer.

- No ... no pienso comer ese batido verde  – dijo categóricamente.

Dick salió contento de la enorme habitación.

 – Alfred, Bruce dice que tiene bastante apetito, así que prepárale dos de esos batidos deliciosos.

- Cuando me pueda levantar te vas a enterar pequeño mocoso – dijo sin que el joven lo escuchara.

Alfred entró en la habitación con dos batidos y Bruce giró el rostro aborrecido.

- No pienso tomarme eso otra vez – Dijo con determinación.

- Oh, yo creo que sí – sonrió Alfred retirándole la silla de ruedas que estaba al lado de la cama – Porque si no, me llevaré esto de aquí y tendrá usted que arrastrarse si quiere moverse para ir al baño.

- No serás capaz.

- Ya sabe usted que sí, señor Wayne.

Cuando Bruce se terminó uno de los batidos, el mayordomo se dio por satisfecho Tampoco iba a dejar que se tomara los dos. Dick los había probado por solidaridad y se arrepintió mientras los vomitaba en el servicio.  

Se dispuso a abandonar la estancia para dejar descansar al señor.

- Alfred – le detuvo Bruce – Clark ha venido ... ha venido a ...

- Me temo que no, señor Wayne – dijo dejando la puerta abierta.

Bruce agarró el teléfono de la mesa y buscó en sus mensajes. Lo dejó caer de nuevo con un claro gesto de dolor. 

Nada.



Dos días después, Diana, Barry, Hal y Víctor fueron a verlo por segunda vez.

A Bruce no le hacía ninguna gracia que lo vieran en ese estado y alguna vez se había negado a recibirlos pero eran sus compañeros en la JLA y no los podía evitar por siempre, o eso decía Alfred.

Bruce se sorprendió del cálido abrazo que le regaló la amazona al verlo y los demás se sorprendieron aún más de que Batman no la rechazara.

Barry pensó que Bruce debía tener todos los músculos agarrotados por llevar tantos días postrado en la cama, aunque de vez en cuando se movía en su silla de ruedas e incluso ya había empezado a caminar distancias cortas.

- Cyborg – dijo Batman –¿tienes algo más de la criatura de las alcantarillas? 

- No, Batman, la policía ha acordonado la zona y los de científica están peinando el lugar pero ... nada, ni un rastro de ADN, aparte del de los cadáveres.

Bruce hizo una mueca de desesperación y se frotó la frente. Tenía que hablar con Gordon para intercambiar información.

- No te preocupes, Bruce – Encontraré al que te ha hecho esto y se lo haré pagar – maldijo la amazona apretando los puños con fuerza.

El millonario asintió y sus compañeros se dispusieron a irse. Cuando ya salían de la habitación, Bruce llamó a Diana y ésta se acercó hasta su lado y se sentó en el borde de la cama.

- ¿Qué necesitas? – le preguntó suavemente.

- ¿Has visto ... has visto a Superman últimamente? – le preguntó intentando hacer ver que tampoco le importaba demasiado la respuesta. Me gustaría agradecerle haberme sacado de allí.

- ¿No ha venido a verte? - Preguntó sorprendida - Pensé que ... - Sopesó lo que iba a decirle - Hablé con él por el intercomunicador hace como unas dos semanas y me dijo que se tomaría unos días libres. Supuse que estaría contigo – Contestó la amazona.

- Gracias, princesa. Puedes irte – Dijo agachando la mirada – Ya le agradeceré cuando lo vea.

- Cuídate, Bruce.



CLARK

Una semana más tarde

Clark subía las escaleras de su apartamento cabizbajo por primera vez en semanas. Estaba visiblemente más delgado, llevaba barba de tres o cuatro días y su rostro había perdido color.

Por suerte, en el Daily Planet le debían varios días de vacaciones y se había refugiado en la fortaleza de la soledad desde que pasó lo de Bruce.

No había tenido contacto con nadie.

Nadie había estado en la fortaleza y nadie sabía de su ubicación. Era el secreto más recelosamente guardado del kriptoniano. Más que eso, era una necesidad.

Tan sólo había hablado un par de veces por teléfono con su madre ya que no quería preocuparla y otra vez con Diana. No quería que la Liga lo buscara.

Apenas había dormido en todos estos días.

Necesitaba aislarse de todo y de todos.

- Clark.

El kriptoniano escuchó su nombre como un susurro que le pareció de otro mundo proveniente de la más que anhelada voz. Todo su cuerpo se estremeció sin atreverse a alzar la mirada ¿Su mente le jugaba de nuevo una mala pasada?

- Clark – volvió a llamarlo Bruce desde lo alto del descansillo.

El reportero permaneció inmóvil sin respuesta alguna. Apenas un leve temblor en sus manos. No podía creer que Bruce estuviera esperando en la puerta de su casa en Metropolis.

Bruce caminó cojeando levemente hasta el peldaño en el que el Kriptoniano se había detenido. Tenía mal aspecto.

Estiró el brazo y con uno de sus dedos le tocó levemente la barbilla obligándolo a que lo mirara.

- Bruce ... yo ... - balbuceó el kriptonano.

Antes de acabar, Buce lo besó en los labios. Un dulce y breve beso que apenas duró unos segundos antes de que Clark lo estrechara suavemente entre sus brazos. Hundió la cabeza en el hombro del murciélago 

– Bruce ... lo siento tanto ... pero es que ... no podía ... yo ... no podía verte así ... soy un cobarde ... 

- Clark – le susurró mientras se separaba y le agarraba el rostro con ambas manos – Lo entiendo. No tienes que disculparte – Dejó que el otro le siguiera abrazando, rodeándole la cintura con sus enormes brazos – Vayamos dentro.

Una vez dentro, Clark se percató de las dificultades de movimiento del murciélago y le agarró por la cintura para ayudarle a sentarse en el pequeño sofá de dos plazas.

Bruce se acomodó un poco y miró su móvil que vibraba  repetidamente. Lo puso en silencio y los dos se quedaron mirándose el uno al otro sin saber bien qué decir.

- Para ser reportero eres un hombre de pocas palabras – Recriminó Wayne que difícilmente era el que iniciaba las conversaciones.

Clark siguió sin abrir la boca.

 – ¿Podrías traerme un vaso de agua? – Le pidió Bruce. Quizás saliera de su estado catatónico para complacerlo y así aliviaría el dolor que aún sentía por la intubación.

Bruce sujetó el vaso y le dio un par de tragos. Después lo dejó sobre la mesita sin hacer ruido.

- Te queda bien la barba – Le dijo al kriptoniano. 

Un atisbo de color asomó en las mejillas de Clark que sonrió por primera vez.  Bruce también lo hizo. Al menos había conseguido romper el hielo. 

– ¿Tienes hambre?

Clark negó con la cabeza - ¿Y tú?

Bruce también negó con la cabeza.

- ¡Bruce, Clark! – dijeron los dos al unísono llamándose por sus nombres.

- Tú primero por favor – le indicó el reportero.

- Bien ... Clark, no tenemos que hablar del tema si no quieres ... pero Alfred me explicó lo que hiciste por mí y te estoy muy agradecido.

Clark se estremeció al recordar esa noche y su semblante se tornó serio y sombrío.

- Tu teléfono no para de sonar Bruce, cógelo por favor - Le dijo cambiando drásticamente de tema.

- Déjalo que suene – El millonario se sorprendió al pensar que aunque estuviera en silencio, Clark podía escucharlo igualmente.

- Podría ser importante.

Al murciélago le molestó la insistencia del reportero pero acabó cediendo. Desbloqueó el teléfono, activó el manos libres  y se lo pasó a Clark directamente.

- ¿Sí? - Dudó Clark al contestar.

- Señor  Wayne, tengo que hablar con el señor Kent.

- Soy yo,  señor Pennyworth- Contestó Clark sorprendido mientras observaba como Bruce se distraía  mirando la pequeña estancia.

El señor Wayne me dijo que pasaría unos días con usted - Dijo el mayordomo después de hacer una breve pausa -  Sepa que necesita de una serie de cuidados específicos durante su convalecencia como: comer cinco veces al día, dormir al menos ocho horas y no hacer ningún tipo de actividad física ya que podría repercutir en el bypass sanguíneo del que fue operado.

Me he tomado la molestia de enviarle la dieta que debe seguir a su correo electrónico y el teléfono y dirección de la doctora Thompkins por si fuera necesario.

Sé que el testarudo de Wayne está escuchando y que no querrá hacerle caso, por eso, puede amenazarlo con que iré a buscarle y me lo traeré de vuelta a la mansión aunque sea a rastras si no cumple con lo acordado por la doctora.

Clark no pudo evitar sonreír.

- ¿Ha entendido señor Kent?

- Perfectamente, Alfred.

-Recuerde señor Kent, NINGUNA actividad física.

- Lo recordaré, Alfred – Se sonrojó mientras el mayordomo cortaba la comunicación.

Clark miró a Bruce sonriendo de nuevo - ¿Te vas a quedar conmigo unos días? – Preguntó entusiasmado.

- Sólo si tú quieres.

- Por supuesto – contestó exaltado el kriptoniano abrazando a Bruce de nuevo. Se contuvo para no estrujarlo entre sus brazos.

- No te entusiasmes - Le dejó claro - Alfred está demasiado encima de mí y he querido liberarme de ese yugo. ¿Puedes bajar a buscar mi equipaje? Lo tiene Trevor en el coche que está esperando abajo.

- ¿Por qué no lo has subido directamente?  - Preguntó el kriptoniano desde la puerta - ¿Pensaste que te diría que no?

- Bueno Clark ... a veces me sorprendes ... y no siempre es para bien.

Clark bajó las escaleras rápidamente pensando en las últimas palabras de Bruce. Evidentemente, no todo iba a ser tan fácil. 

Batman nunca ponía las cosas fáciles. 

Saludó a Trevor que estaba aparcado justo en frente. El ex marine salió del coche para abrir el maletero y le dio las maletas. Se sorprendió de que Clark pudiera llevarlas todas de golpe pues sabía que no eran precisamente ligeras.

- ¿Cuánto tiempo piensas quedarte? – preguntó a Bruce ya en el apartamento

- ¿Importa?

- No – le dijo mientras volvía a besarlo suavemente en la boca. Hizo su mayor esfuerzo por separarse de él aunque sus manos se deslizaron al abdomen de la camisa del multimillonario - Cuántos más días, mejor.

Clark dejó las maletas en el comedor y colocó encima de la mesa unas bolsas con comida rápida que Trevor había había ido a buscar. Venían perfectamente envasadas y al reportero no le sonaba ningún sitio con esas siglas así que pensó que serían de uno de los restaurantes favoritos de Bruce.

También sacó unos envases con el brebaje verde al que Alfred llamaba puré de verduras. El mayordomo le había preparado tantos que apenas cabían en el frigorífico de Clark.

- ¿Dónde está el microondas? – preguntó Bruce al no encontrarlo con uno de esos mejunjes en la mano.

- Yo ... no tengo. No lo necesito. ¿ Quieres calentarlo? Dame

Clark cogió el vaso de entre las manos de Bruce, rozándole levemente los dedos y de repente sus pupilas se incendiaron adquiriendo el característico color rojo de cuando utilizaba su visión calorífica. Enfocó hacia el envase y paró cuando empezó a humear.

- Arrogante – Le llamó Bruce.

- Creído – le replicó Clark sonriendo.


Después de ver tres episodios de juego tronos y de que Clark arrasara absolutamente con todas las cajas de comida japonesa que encontró, decidieron irse a dormir.

- ¿Quieres que duerma en el sofá? – Le preguntó temeroso.

- No seas ridículo, Kent – dijo  entrando en el único dormitorio del apartamento.

Clark sonríó enseñando su perfecta dentadura de anuncio y entró en el lavabo.

-En seguida voy ... me voy a duchar primero.

Bruce reprimió el ansía de seguirlo hasta el baño y lamer todos los rincones de su cuerpo al recordar las palabras de la doctora "Como tus pulsaciones suban por encima de cien, los puntos internos de la vena estallaran y te ahogaras en tu propia sangre" . Leslie Thompkins había curado tantas veces a Batman, que ya no se andaba con sutilezas.

De repente Bruce escuchó un sonido que proveniente del lavabo, como un pitido agudo muy bajo. Entró en el lavabo al no escuchar más el agua de la ducha y vio la imagen de Clark ante el espejo tan solo tapando sus partes con una pequeña toalla blanca.  Su corazón empezó a bombear estrepitosamente.

Bruce inhaló por la nariz y expulsó el aire por la boca e intentó tranquilizarse. Al menos todos los años de entrenamiento y meditación le servían para algo más que prepararse para la batalla.

- ¿Qué haces? – le preguntó Bruce algo más recuperado.

"¿Aparte de dispararte el ritmo cardíaco? "pensó Clark sin decirlo en voz alta al ver que las pulsaciones de Bruce volvían a la normalidad – Afeitarme – afirmó siguiendo con lo que estaba haciendo - No puedo arriesgarme a que vean a Superman y a Clark Kent con la misma barba.

El multimillonario observó como de los ojos de Clark salía un pequeño laser que rebotaba en el espejo del lavabo en el que se estaba mirando e impactaba contra el rostro de Superman, pulverizando los pelos de la barba al instante.

- No se ha inventado aún la cuchilla que pueda cortar uno de mis pelos. Imagínate hasta que aprendí a hacerlo sin desintegrar nada más que mi barba. – Dijo a punto de reír – No sé cuantos espejos tuvo que comprar mi madre.

- Seguro que a ella no le hacía tanta gracia – Dijo Bruce.

Esa simple acción tan habitual para el kriptoniano maravilló a Bruce que empezaba a tomar consciencia de que pese a su apariencia, Clark no tenía nada de normal. Era único y maravillosamente diferente. Costaba tener esa imagen de Superman tan habitual, lejos de la capa, de los flashes y de las heroicidades que mostraba la prensa. 

Volvió a la habitación y se sentó en el borde de la cama observando la pequeña habitación. La cama no era demasiado grande así que tendrían que dormir apretados. Giró el rostro para mirar hacia el aseo. 

La puerta estaba entreabierta y Clark seguía en su titánica hazaña de recortar su barba. Cambió un poco de posición y la toalla que rodeaba su cintura se cayó, deslizándose por sus piernas desnudas. bruce pudo ver al completo el escultural cuerpo del kriptoniano y tragó saliva ante tan maravillosa visión.

Negó con la cabeza al ver al reportero sonreír. Bruce estaba seguro que ese descuido era más que calculado. 

Al finalizar, Clark entró en la habitación de esta manera y se paró ante el murciélago, que seguía sentado mordiéndose el labio.

Las manos frías del caballero de Gotham se posaron sobre el abdomen del kriptoniano que seguía levemente húmedo por el agua de la ducha. Se entretuvo resiguiendo las curvas de sus abdominales perfectamente definidas. Intentó por todos los modos poder disfrutar de ese placer de manera pausada, pero su corazón no atendía a razones tan lógicas y sus pulsaciones se dispararon.

Clark dio un paso atrás y le agarró las manos suavemente para apartarlas con cariño.

- Alfred dijo que no ...

- ¿Te presentas ante mí completamente desnudo y esperas que pueda contenerme? - Preguntó el murciélago - ¿Me estás poniendo a prueba?

Clark solo pudo sonreír sin mirarlo y se arrodilló ante él.

- Estoy muy feliz de tenerte aquí - Le besó en la palma de la mano - Conmigo.

Bruce retiró sus manos y empezó a desabotonarse lentamente la camisa negra dejando ver las vendas sobre su costado y su abdomen.

Clark se estremeció y palideció al instante. La lujuria se transformó en tensión.

- Deja que te ayude – Dijo el kriptoniano.

- No – respondió tajante. 

Se tumbó sobre la cama y se volteó, dándole la espalda al kriptoniano. Le dejó claro que el espectáculo había acabado.

- Buenas noches, Bruce.



CONTINUARÁ ...

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