Capitulo 8: Cubierto de gloria

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CAPITULO 8

Cubierto de Gloria

CLARK

El despertador del móvil estaba sonando. Clark estaba tendido en la cama. Se despiertó sobresaltado. Ya no recordaba la última vez que durmió toda la noche del tirón.

De un manotazo rompió el móvil en mil pedazos aunque su intención, claro estaba, sólo era la de apagar la alarma.

¡Estupendo, Clark! –pensó – Ya llevaba tres este mes. Si esto seguía así, le dedicaría el cien por cien del sueldo a reparar todo lo que se rompía en el apartamento.

Se incorporó y se desperezó levantando los brazos. Tenía los pelos totalmente alborotados.

Se sentía bien.  Es más, se sentía genial. Sus poderes habían vuelto y ya no le dolía la entrepierna. La imagen de Bruce penetrándole volvíó a su mente y ahora que el dolor había desaparecido por completo pensó que no estuvo tan mal el precio a pagar por semejante deleite. De otra manera, jamás habría podido ser.

Todo su vello se erizó y se mordió el cuello lascivamente. Empezaba a notar como su cabeza divagaba en direccióna  Gotham, concretamente a la enorme cama de sábanas negras en las que dormía Bruce. La mano inconsciente de Clark fue a parar a su polla que había despertado mucho antes que él y empezó a masajearla suavemente mientras pensaba en unas manos enguantadas en cuero negro y púas afiladas.

En ese momento, sacudió la cabeza como para librarse de sus fantasías. Tenía que espabilarse si no quería llegar tarde al trabajo. Otra vez.

Al menos hoy podrá sentarse.

A velocidad sobrehumana apareció en el baño. Las señales de lucha habían desaparecido. Ni moratones, ni cortes, ni arañazos, ni absolutamente ninguna marca. Como siempre su piel lucía tersa e impoluta.

Clark sonrió. 

Entró en la ducha tarareando alguna canción y dejó que el agua recorriera su cuerpo sin pararse a pensar si estaba fría o caliente. Le daba igual.  Las manos de Bruce le habían acariciado en esa misma ducha el día de ayer. Todo el día juntos. Bueno, prácticamente, pues Bruce se marchó al caer el Sol. 

Salió de la ducha y se secó el cuerpo con una toalla diminuta. se puso unos vaqueros oscuros y una camisa de color blanco. Se pasó los dedos por su pelo ondulado tratando de domar sus rizos sin éxito. Sobre todo uno que tenía en la frente y que parecía tener vida propia.

-¿Dónde están mis gafas? – Preguntó mientras escudriñaba toda la casa con su visión.

De pronto su rostro palideció y negó con la cabeza -Mierda - Dijo llevándose una mano a la frente.

Recuerdó el puñetazo de Bruce y visualizó en su memoria las gafas rompiéndose en mil pedazos sobre el suelo.

¿Qué iba a hacer? No podía faltar otro día al trabajo. Perry y Lois lo matarían, aunque podía ser  que Lois lo hiciera de todos modos después de lo de antes de ayer ...

Lo único que hacía que no le reconocieran por la calle eran esas gafas a las que Zatanna les echó el conjuro. Tenía que llamar a la hechicera pero acaba de romper el móvil y no recordaba su número  "Genial, Clark"  pensó resignado.

Clark rebuscó en la caja de sus cosas de la Universidad que estaba en el armario. Recordaba que las había puesto ahí. Vio la camiseta que se había puesto Bruce el primer día que fue a visitarlo a su casa e inevitablemente la olió con algo más que ternura. Se sorprendió a sí mismo por este acto y la dejó doblada donde la había encontrado. Tenía que centrarse un poco y dejar de parecer un colegial enamorado. 

Al fin encontró lo que estaba buscando, unas gafas de sol tipo aviador y una gorra de beisbol que le regaló su padre. Cambió la camisa por una sudadera roja con capucha y se  la puso sobre la cabeza para ocultar su rostro sin llamar excesivamente la atención.

Se miró al espejo y le dio la impresión de que parecía que iba a atracar un banco.

Abrió el correo electrónico de su portátil y le envió un mensaje de correo electrónico a Bruce.

Bruce, me rompiste las gafas así que me debes unas nuevas.

Dile a Zatanna que haga lo que tenga que hacer con ellas para que no me reconozcan.

Es urgente.

Estaré en el Planet.

Cerró el ordenador, lo metió en la funda de cuero marrón de nuevo y cerró la puerta de su apartamento tras de sí.

En el rellano se cruzó con los chavales del apartamento trece, unos delincuentes juveniles que se dedicaban a robar coches por el barrio y que en ocasiones se habían reído de sus orígenes provincianos. 

Esta vez se quedaron mirando a Clark boquiabiertos. El kriptonano desvió la mirada hacia el suelo y salió de allí lo más rápido que puedo sin que su velocidad levantara sospechas.

Se metió en el vagón de metro pensando que todo el mundo lo observaba. Estaba tan nervioso que al pagar el tiquet se le cayó la bolsa del ordenador al suelo "Por favor, que no se haya roto, por favor" pensó. No podía permitirse ese gasto extra.

Se lo colgó de nuevo al hombro y alzó la vista. Ahora sí que le miraba todo el mundo.

- Clark, tranquilo– dijo para sí mismo intentando contenerse – Nadie sabe quien eres... Son todo imaginaciones tuyas...

Clark se llevó una mano a la boca intentando tapar su rostro y se apresuró a sentarse en el único asiento que quedaba libre. No es que el tren estuviera abarrotado pero había bastante gente a esta hora de la mañana.

Se arrepintió de no haberse comprado nunca una bufanda para poder taparse algo más del rostro, pero pensó que ya llamaba la atención suficientemente con las gafas del sol en el subterráneo.

Se relajó un poco. En unas pocas paradas llegaría al Planet y allí le esperaba ... allí le esparaba lo peor. En qué momento se le había ocurrido que la gente no podría reconocerlo sólo por ponerse unas gafas. Era de locos.

No levantaba la vista del suelo para evitar cruzar su mirada con la de ningún otro pasajero pero empezó a escuchar una conversación que se destacaba por encima de las demás.

Unos indeseables se habían subido en la anterior estación y estaban molestando a un chico afroamericano que no tendría más de quince años. Éstos iban en un grupo numeroso, tal y como acostumbran  viajar los pandilleros.

Al principio solo lo estaban insultando, pero al alzar la vista Clark vio que ya lo amenazaban e incluso uno de ellos lo empujó. 

Clark indignado, miró hacia a un lado y al otro del metro intentando encontrar a alguien que hiciera algo pero obtuvo la misma respuesta que él estaba dando. La mayoría de los pasajeros seguían ensimismados en sus móbiles, con los auriculares puestos, ajenos a la esperpéntia escena.

El chico empezó a temblar de miedo ante la actitud pasiva de los viajeros. Sabía que nadie movería un dedo por él.

Clark pensó en hacer escena vestido como Superman, pero no era posible utilizar su velocidad en un vagón casi abarrotado de gente. 

Repentinamente notó como le tiraban de la manga. Era una niña rubia pecosa de apenas ocho años

- ¿No vas a hacer nada, Superman? – preguntó inocente.

Clark se quedó atónito. Se dio cuenta que la mitad del pasaje le estaba mirando. Si una niña pequeña le había descubierto estaba seguro que todos los demás viajeros sabían de sobras quién era.

- Claro que sí – le respondio a la niña afablemente. Ya no había nada que ocultar.

Clark se bajó la capucha de la sudadera y se quitó las gafas de sol - ¿Me las guardas? - Le preguntó a la niña que no dudó en cogerlas sonriendo.

El kriptoniano se levantó. Sus casi dos metros de altura le delataban, su peso y su masa corporal. Aunque sólo fuera un hombre corriente ya era prácticamente suficiente para ahuyentar a unos maleantes juveniles como aquellos, ya no digamos si Superman entraba en escena.

- Yo de vosotros no lo haría – dijo intimidante Superman cruzándose de brazos desde una distancia de unos cinco metros.

Los rapados escucharon la amenaza alta y clara, pues todo el mundo había dejado de hablar y solo la voz del kriptoniano rompía el silencio. Dejaron de molestar al chico afroamericano y dieron un paso hacia atrás, cagados de miedo. Seguro que pensaban qué diablos hacía Superman en el metro en vez de estar surcando los cielos. Tan sólo uno, que debía ser nuevo en la ciudad, se atrevió a plantarle cara al hombre de acero. Avanzó unos pasos acortando la distancia que les separaba y le lazó un puñetazo a Clark en la cara.

Le puso bastantes ganas así que en vez de romperse un par de dedos de la mano, acabó por rompérselos todos cuando sus nudillos chocaron con la mandíbula del kriptoniano que no se movió un ápice.

Las puertas del metro se abrieron justo en ese momento. Los delincuentes huyeron despavoridos entre la multitud. El los dedos rotos también, un poco más lento que sus compañeros, gritando de dolor.

Los viajeros empezaron a aplaudir a Superman y Clark se sintió cohibido por primera vez entre los vítores. Era como la primera vez que se mostró al mundo. Se sintió desnudo sin su uniforme, como si hubieran descubierto las entrañas más ocultas de su ser.

La sensación le incomodó enormemente y optó por salir también del metro aunque no fuera su parada. Cuando el vagón empezó a tomar velocidad escuchó al chico afroamericano darle las gracias y a la niña rubia pecosa preguntar ¿Qué hago con tus gafas? Segundos más tarde,  el metro se adentró en el túnel de la estación prosiguiendo su marcha ante el estallido de aplausos en honor del héroe de América, probablemente, del mundo entero.

Clark sintió la necesidad de salir bajo tierra. Nunca le había gustado estar encerrado sin la compañía de la luz natural del Sol. Subió apresuradamente las escaleras abarrotadas de gente y llegó a la superficie intentando no golpear a nadie en su desesperada huída.  Al salir a la calle, tomó aliento y de un salto se plantó en la azotea del Planet.

Al estar solo se sintió aliviado. Se dejó caer al suelo y se abrazó las piernas hundiendo la cabeza entre ellas. Escuchó las piezas sueltas del ordenador dentro de su bolsa golpear de nuevo contra el suelo.

¡Genial Clark! – se lamentó – Te has cubierto de gloria.

La calma duró poco. Escuchó las hélices de un helicóptero acercándose al helipuerto del Planet. Clark supuso que era de algunas de las compañías que cubren los reportajes del Planet.  Se levantó dispuesto a irse cuando  algo le llamó la atención en el aparato. En uno de los laterales ponía WAYNE TECH.

Sonrió como un niño.

Bruce esperó a que le abrieran la puerta del helicóptero y bajó de él con una elegancia impecable. El traje simplemente le quedaba ... Clark no tenía palabras para describirlo y eso que era periodista.

Bruce miró a su alrededor y no se sorprendió al verlo detrás de una de las claraboyas del edificio, tras un muro de hormigón, asomando la cabeza tímidamente.

Se abrochó los dos botones de la chaqueta mientras avanzaba en posición al kriptoniano. Al verlo, éste se abalanzó sobre su salvador como si fuera un salvavidas en medio de la tormenta. Bruce lo apartó rápidamente y escudriñó el lugar.

- No hay nadie – le dijo Clark mientras le agarraba por el cuello y le atraía hacia sí para poder besarle.

El murciélago volviço a apartarlo más enérgicamente 

– En público no ¡Nunca! – le recriminó visiblemente cabreado. - Toma – Dijo Bruce mientras le extendía un estuche pequeño y negro.

Clark lo cogió por inercia sintiéndose algo contrariado. Se había quedado helado ante la reacción del millonario. No se esperaba esa aspereza por parte de él. No después de lo de ayer y de la cercanía que le mostró.

Al ver la palidez en el rostro del kriptoniano, Bruce se apresuró a decir – Dick está en el helicóptero.

Clark se relajó un poco al pensar que el hijo adoptivo de Wayne era la razón de su brusquedad. No lo conocía personalmente pero había escuchado a Bruce hablar un par de veces con él por teléfono y sabía de su existencia por alguna conversación en la que Diana lo ha nombrado de soslayo.

Clark abrió el estuche sin más y vio unas gafas. No eran tan grandes como las anteriores ni eran del mismo estilo. Si las había comprado Bruce así que serían el último grito en moda. No conocía la marca pero no estaba en posición de andarse con exigencias. Lo importante era que sabía que Zatanna las habría hechizado para que al llevarlas, nadie pudiera reconocerlo. 

- Veo que estás a pleno rendimiento – constató Bruce– Tu hazaña tiene más de dos millones de visitas youtube.

- ¡¡¿Qué?!! – exclamó Clark

Bruce sacó del bolsillo de su abrigo el móvil de ultimísima generación y le mostró el video donde se veía claramente todo lo sucedido en el metro.

Resultó que la niña que aguantaba las gafas, tenía una madre que  lo había grabado todo y lo había subido a Youtube.

Clark volvió a caer derrotado al suelo llevándose las manos a la cabeza 

- ¿Qué voy a hacer, Bruce?

- ¿Qué esperabas? – preguntó Bruce – ¿Que unas simples gafas y una gorra le ocultarían tu identidad al mundo?

- Me pareció una buena idea – dijo resignado asintiendo con la cabeza.

- Intenté llamarte para decirte que te las llevaría a tu casa.

- Sí ... bueno ... es que mi móvil se rompió ... otra vez...

- Venga, levántate – Le agarró por el brazo para incorporarlo – Quñitate la sudadera y ponte las gafas.

- ¿Aquí? – preguntó Clark entre sorprendido y entusiasmado.

- No seas ridículo, Kent. Es para que no aparezcas en la redacción con la misma ropa que llevaba Superman puesta en el metro.

Clark observó como Bruce se quitaba el abrigo, la chaqueta, la corbata, y empezaba a desabotonarse la camisa color gris plomo que llevaba puesta, casi del mismo color que sus ojos.

El superhombre se quedó absorto ante esa imagen tan sensual.

- Espabílate – Le replicó - ¿Quieres que me congele?

Clark se quitó rápidamente la sudadera y se la dio a Bruce para que se la pusiera.

- Me vendrá pequeña - Se abotonó la camisa de Bruce abrumado por la situación y se puso las gafas.

- No te vendrá tan pequeña, maldito arrogante. Tampoco eres mucho más grande que yo – Dijo molesto el millonario - Te ves realmente bien – afirmó Bruce mientras recorría con la mirada el cuerpo de Superman – Casi me arrepiento de haberte comprado esas gafas. Te quedan mucho mejor que las anteriores.

Clark no pudo reprimirse y se lanzó sobre el murciélago pero volvió a ser rechazado enérgicamente. 

- Tengo una reunión de negocios en cinco minutos, Clark – se quejó el murciélago ante la mirada molesta de su amante - ¿Qué? ¿Pensabas que había venido hasta Metropolis sólo por ti? – preguntó sarcásticamente.

Clark se quedó perplejo sopesando si era verdad o no lo que acababa de preguntarle. Sabía que Bruce era un hombre muy ocupado pero realmente pensaba en la posibilidad de que se hubiera tomado la molestia de llevarle las gafas hasta su lugar de trabajo.

- Bueno, es lo menos que podías hacer ya que fuiste tú quien me las rompió.

- Touché - respondió el multimillonario alejándose. 

Irresistiblemente inalcanzable.

Clark pensó que cada vez que avanzaba un paso con ese hombre retrocedía dos al poco tiempo y eso le causa una gran inseguridad.

Cuando el ruido de las hélices se perdió en la distancia, las voces de la redacción llegaron a los oídos de Clark. Parecía un hervidero.

Perry y Lois estaban como locos con la noticia del metro. Por primera vez había un video y un montón de fotos de las cámaras de seguridad del metro, de Superman sin su uniforme. Clark entró en la redacción suplicando que sus nuevas gafas mágicas funcionasen.

Por un momento pensó que no, pues todo el mundo se giró para observarlo.

- ¡Joder, Clark! – exclamó Jimmy – ¿Has estado haciendo pesas?

El kriptoniano sonrió nervioso sin saber dónde meterse. Era consciente que la camisa de Bruce le venía un poco estrecha y marcaba todos los músculos de su cuerpo, habidos y por haber.

- Clark ¡tenemos que hablar! – Ordenó Lois tajante con cara de pocos amigos aunque su semblante cambió al ver el aspecto extrañamente seductor de su compañero. ¿Qué se había hecho? ¿Se había cambiado el pelo? ¿Y esa camisa? No parecía en absoluto del estilo de Clark. Es más, Clark no tenía ningún estilo al que parecerse.

- Ponte a la cola – Replicó Perry medio tosiendo – Lane, Kent - A mi despacho.

La secretaria de Perry, Marilyn, se comía con la mirada a Clark al abrirle la puerta mientras no dejaba de sonreírle.

- Hola, Clark – le saludó agitando la mano nerviosa y poniendo su mejor pose.

Clark entró al despacho de Perry  sorprendido de que Marilyn supiera su nombre. Nunca lo había saludado en los cinco años que llevaba trabajando en el Planet ¿Serán las gafas nuevas? Bueno, al menos no lo podían con Superman, pensaba mientras trataba de estirarse la camisa para que no le viniera tan apretada.

- Lane, Kent – Ordenó White – Quiero entrevistas a todas las personas que estaban en ese maldito vagón. Quiero que vayáis a los hospitales y a todas las comisarias a ver si dais con los delincuentes que molestaban al crío. Quiero saber dónde se subió Superman, dónde se bajó, qué hizo y qué dijo. Lo quiero saber todo, y lo ¡QUIERO PARA AYER!

Perry salió del despacho mucho más nervioso que de costumbre.

- ¡Corben! – Gritó a uno de los editores – Titular: Superman entre nosotros y  debajo en letras más pequeñas. Su identidad secreta, descubierta. – Perry estaba entusiasmado y Clark trataba de tragarse el nudo de su estómago.

- Perry, debería mirarse esa tos – le replicó el reportero – Mi tío tenía una tos parecida y al final resultó que tenía ...

- Me importa bien poco tu tío, Kent – Le interrumpió, White – Te pago para que escribas artículos, no para que me hables de tus familiares campestres – Al instante Clark cerró la boca.

- Tú conmigo, Samllville– Le amenazó Lane haciendo un gesto para que le siguiera.


LOIS

Lois metió a Clark en el servicio de hombres prácticamente empujándolo y cerró la puerta tras de sí.

- ¿Pero qué coño estás haciendo tú con Bru..?

- Hay gente en el lavabo Lois – Le dijo Clark apuntando a la segunda puerta

- ¿Cómo, cómo demonios lo sabes? – preguntó molesta

Adam salió del urinario sorprendido. Todavía tenía marcas de la varicela en su rostro.

- Éste es el baño de caballeros, Lane - Se atrevió a replicar.

- No me vengas con éstas, Adam- Amenazó la reportera- Tengo pendiente un tacón que clavarte en el ojo por tener que ir al museo a cubrirte.

 Adam se fue sin entender nada en absoluto, pero sabía que cuando Lois se ponía así, más valía no provocarla 

-¿Ya puedo continuar? – Preguntó sarcásticamente a su amigo– Pues como iba diciendo ¿Qué coño haces tú con Bruce Wayne? Pero es que ¿Te has vuelto loco? ¿Pero tú sabes lo gilipollas que es ese tío? – Le gritó llevándose las manos a la cabeza.

- ¿Has acabado? – preguntó Clark imperturbable

- Ni de coña, Smallville– Dijo Lois – A Wayne no le importa nadie, Clark, sólo él mismo. Jugará contigo un rato hasta que se harte y te cambie por otro ¿Por qué no puedes darte cuenta?

- Mi vida privada es asunto mío, Lois – sentenció secamente Clark.

- No digas que no te lo advertí – Hizo una pausa intentando tranquilizarse – Vamos a conseguir esas entrevistas antes de que a Perry le dé un infarto.



BRUCE

Bruce se encontraba en el interior del helicóptero 

– Trevor, necesito tu camisa.

– Por supuesto señor Wayne - Al instante, el piloto puso el automático y se quitó la chaqueta. Empezó a desatarse los botones y la corbata. 

Dick observó a Bruce visiblemente extrañado  ¿Pero por qué llevaba puesta una sudadera roja? 

- ¿No te va el rollo sport? - Se atrevió a decirle sonriendo.

Bruce siguió mirando detenidamente unos papeles mientras se abrochaba la camisa blanca de Trevor, haciendo caso omiso de la burla del menor. Los leyó y se los pasó a Dick que hizo lo mismo, pero más lentamente.

- ¿Qué opinas? – le preguntó al chico de 17 años.

- Pues que me sorprende que ahora te relaciones tanto con la prensa. – Le contestó a sabiendas que Bruce no se refería a eso – Oh ... vamos Bruce ... llevo semanas espiando a ese tío con el satélite y aún no me has dicho lo que estamos buscando pero te puedo asegurar que no es trigo limpio.

- ¿Qué has encontrado? – preguntó curioso por saber lo que Grayson había descubierto.

- Su partida de nacimiento es falsa. De hecho es la peor falsificación de la historia. Su expediente médico está en blanco al igual que el de vacunación y ...

- No sigas por ahí – dijo el millonario muy serio.

- ¿Qué? – Le preguntó indignado el muchacho – Pero si fuiste tú el que me dijiste que ...

- Te he dicho que no sigas por ahí – Le amenazó atravesándolo con la mirada – Te dije que le vigilaras, no que le investigaras – Bruce trató de tranquilizarse sin saber por qué de repente se ha alterado tanto. Respiró profundo y prosiguió más calmado – Él es de los buenos.

Dick se calló al oír tal afirmación aunque Bruce sabía que el joven era demasiado perseverante y no se iba a contentar con eso.

- Dick, te prohíbo que indagues sobre Clark Kent ¿Entendido? – El joven afirmó sutilmente con la cabeza – El objetivo de tu trabajo es su protección. Limítate sólo a observar por si alguien lo está vigilando.

- ¿Aparte de nosotros? – preguntó con una sonrisa cínica en los labios.

***

Trevor aterrizó el helicóptero en lo alto de la LEX CORP y Wayne salió del mismo de un salto, llevando una cartera en el brazo. Grayson se dispuso a hacer lo mismo pero el mayor negó con la cabeza.

- Tú te vuelves a casa – le ordenó gritando por encima del sonido ensordecedor de las hélices.

- ¿Qué? –Preguntó indignado – pero me dijiste que podría estar en la reunión con Luthor. 

Bruce le hizo una señal a Trevor para que se despegara antes que el chico se quitara el cinturón y se tirara desde el aire. De hecho, era muy capaz de hacerlo y aterrizar de pie como si nada pero debía escarmentarlo con el tema de Clark Kent y esa era su manera de hacérselo saber. 

Bruce avanzó con paso seguro hasta la puerta de entrada situada en la azotea donde le esperaba unos de los hombres de Lex. Se dieron un breve apretón de manos y se adentraron en el edificio – El señor Luthor le espera en su despacho señor Wayne – dijo escuetamente.

- Discúlpeme un momento – dijo el millonario mientras se alejaba del hombre – Tengo que hacer una llamada urgente – Sacó el móvil de su bolsillo – Alfred.

- ¿Sí señor Wayne? – respondió el mayordomo al primer tono

- Necesito que distorsiones la grabación de las cámaras de seguridad del metro de la línea ocho, desde las siete de la mañana hasta las 10 , también distorsiona el video de youtube donde se ve a Clark esta mañana. Intenta que no se le pueda reconocer la cara, ni a él, ni a ninguno de los pasajeros.

- ¿Algo más señor?

- Consígueme una partida de nacimiento para Clark Kent, pasaporte, huellas, carnet de conducir y certificados médicos y de vacunación.

- ¿Algo más señor Wayne?

- No Alfred, es todo. Gracias. No me esperéis para cenar.

- Nuca lo hago señor.

- Ahhh, Alfred, una última cosa – pareció recordar Wayne en el último momento – Envíale un móvil nuevo al señor Kent.

- ¿Le pongo un localizador y un seguimiento de escuchas?

Se hizo un breve silencio.

- Sí, Alfred, procedimiento estándar.


El despacho de Alexander Luthor era una inmensa aberración en lo que a tamaño se refiere. Bruce no conocía a nadie tan orgulloso de tener un ego tan grande y Luthor no escatimaba en disimulos pues su fortuna casi rivalizaba con la de los Wayne, aunque no así la reputación.

Bruce no soportaba a Luthor aunque intentaba disimularlo sin demasiado éxito para bien del personaje de negocios al que interpretaba. Lex era extremadamente inteligente y aunque no era un sádico perturbado al estilo Gotham estaba obsesionado con acabar con Superman. Ése era su único propósito en la vida y la motivación de amasar una enorme fortuna.  Sería un necio si lo subestimara.

- Señor Wayne – Pronunció Lex desde detrás de su mesa sin mirarlo a los ojos – Le diría que es un placer verlo pero no me gusta mentir sin necesidad, así que sólo le preguntaré por qué ha venido hoy a molestarme con su presencia – Preguntó, ahora sí, clavando sus oscuros ojos verdes en los grises de Wayne.

El multimillonario se sentó en una de las dos sillas que estaban ante la mesa de Lex sin mostrar intimidación ninguna.

- Yo también me alegro de verte, Alexandre – le saludó con una sonrisa falsa sabiendo lo mucho que le molesta a Luthor que lo llamaran por su nombre completo - Alexandre, quiero tener acceso a todos los proyectos de biotecnología y desarrollo de la LEX CORP - Directo a la yugular.

- Y dime, Wayne – pronunció arrastrando las palabras con desdén – ¿Por qué debería complacerte?

- Porque tengo el cincuenta y uno por ciento de las acciones de ese departamento – Le dijo desafiante mientras le tiraba la documentación a la mesa.

Lex sonríe sin intención de coger los papeles. Su cuerpo delgado y su rostro anguloso le erizarían el vello a cualquiera. Pero no es su cuerpo lo que asustaba a los hombres cuando veían a Luthor.

Era su mirada.

La mirada de un depredador acompañado de su falta de escrúpulos para pisotear a quien fuera con tal de conseguir su propósito.

– Mercy le enviará la documentación a Lucius. ¿Alguna cosa más?

- A decir verdad sí, Alexandre – pronunció el multimillonario mientras se acomodaba en su silla- Quiero kriptonita.

Lex abrió los ojos del todo por primera vez y observó divertido al playboy de Gotham – Para qué querría alguien como tú kriptonita – preguntó sin tapujos.

- Una filial de Wayne Tech está haciendo ciertas actividades en Oriente Medio y digamos que debo tomar precauciones por si alguien inesperado se presenta. No quiero que no me arruine el negocio.

Luthor puso cara de póker y apretó un botón de su escritorio 

– Mercy, acompañe al señor Wayne a la salida – le dijo a su secretaria particular – Esta reunión ha concluido.

- Oh vamos,  Alexandre – se levantó Wayne de su asiento – la gente como nosotros tenemos que estar unidos para ...

- Bruce Wayne – Ssurró apretando la mandíbula – Tú y yo , jamás estaremos unidos en nada, porque no nos parecemos en nada – dio un golpe en la mesa con la mano abierta – Los dos sabemos que ni yo estoy tan cuerdo como parece ni tú tan loco como te esfuerzas en aparentar, así que no hagas que pierda la poca paciencia que estoy teniendo cotigo.

Tess Mercy irrumpió en el despacho con la mano en una semiautomática que no se esforzaba en ocultar.

- No te molestes Luthor, ya conozco la salida - Dijo levantándose - Espero la documentación.


****

Horas más tarde, en la batcueva, Bruce Wayne llevaba puesto el traje de Batman. Observaba satisfecho la documentación que le pidió a Alfred. Su móvil vibraba sobre la tabla de cristal de análisis balístico, lo cogió con desgana y abrió el whatsapp.

Hola B, soy yo.

No tenías por qué comprarme un móvil. Igualmente te lo agradezco.

Bruce volvió a dejar el móvil donde estaba y siguió mirando en la pantalla el mapa del alcantarillado de Gotham. Últimamente habían desaparecido varios sin techo que utilizaban las cloacas para resguardarse del frío invernal de Gotham. Nadie los echaba de menos. Nadie denunciaba esas desapariciones. A nadie le importanban.

A nadie, excepto a Batman.

El móvil volvió a vibrar.

¿Estás libre esta noche? ¿Sigues en Metropolis?

Bruce se exasperó y tiró el móvil sobre la mesa pero volvió a vibrar. Juró que no volvería a cogerlo. Necesitaba estar concentrado en su trabajo. Era lo que de verdad importaba en esos momentos.

El teléfono volvió a vibrar. Lo cogió furioso por no poder controlarse a no hacerlo.

Si quieres, puedo ir yo a verte. En tres minutos estoy ahí.

No me molestes más. Estoy ocupado. – Escribió el héroe de Gotham y después apagó su móvil. Sabía que era  la única manera de seguir con lo que estaba haciendo.

Bruce volvió a fijar la vista en las cámaras de los túneles que puso la semana anterior. Estaba cansado. Apenas había dormido los dos últimos días y tampoco es que hubiera comido demasiado.

Hasta ahora no había nada fuera de lo normal. En las cámaras aparecían lo que era de esperar:  putas, maleantes, indigentes y ratas que se paseaban a sus anchas por las mismas.

Un reflejo borroso en el agua sacó a Bruce de su letargo. 

Se levantó de la silla para fijar mejor la vista.  Había algo en la cámara del túnel de la treinta y dos, algo grande, muy grande, que se movía demasiado rápido.

Tiró hacia atrás la reproducción. Apenas era un borrón. Un enorme borrón verde de unos dos metros y medio de altura.

Ninguna rata es tan grande, ni siquiera en Gotham – pensó Bruce mientras entraba en su batmovil y salía a toda velocidad de la cueva.


CONTINUARÁ ...

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