Capitulo 12: Revelaciones (Primera parte)

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CAPITULO 12

Revelaciones (Primera parte)

BRUCE

Ocho días después seguían sin saber nada el uno del otro.

La vida de Clark Kent en la redacción era un verdadero desastre. Desconocía por qué, pero Morgan Edge sólo hacía que complicarle la existencia al periodista y a parte de degradarlo con la transcripción de los resultados deportivos, lo había puesto a redactar las necrológicas.

La madre de Clark había tenido que aportar una suma importante de dinero al banco, ya que había rehipotecado la granja para hacer frente a los costes de los estudios de su hijo y le vencían ese mes.

Kent, como el buen hijo que era, había colaborado con todos los ahorros que tenía y ahora apenas le llegaba para pagar el alquiler. Incluso había pensado en empeñar el carísimo móvil que Bruce le regaló, pero sabía que no podría pagarse otro y su madre se ponía nerviosa si no hablaban cada dos o tres días.

La mujer no tenía por qué pagar sus malas decisiones.

Lois y Jimmy también notaron tenso al reportero e hicieron varios intentos de acercamiento a los que Clark respondió alejándose aún más. Jimmy lo achacó a la degradación de funciones de Clark en la redacción y Lois culpó a Wayne.

Ninguno de los dos iba desencaminado.

Las apariciones de Superman se redujeron al mínimo imprescindible. El kriptoniano no quería ponerse la capa, pero tampoco iba a dejar que nadie corriese peligro si él podía hacer algo al respecto. Tan sólo actuaba y se marchaba sin hacer ningún comentario a la prensa, sin dar tiempo a que le hicieran fotos.

Las pesadillas y la falta de apetito estaban empezando a hacer mella en el reportero que pasaba más tiempo en su fortaleza del ártico que en Metropolis.

Ocho días después, la voz grave de Batman sonó por el intercomunicador y le pidió a todos que fueran a la Atalaya por un nivel de amenaza cinco.

Superman fue el último en llegar.

Le había llevado largo tiempo decidir si acudir o no a aquella llamada que le había encogido de nuevo el corazón, pero con toda la racionalidad de la que era posible, se armó de valor y entró en el gran salón de la Atalaya.

Todos le saludaron. Flash, Linterna verde, Wonder woman, y Cyborg. Todos menos él, que ni siquiera se dignó a mirarle y prosiguió con sus explicaciones.

- Las cajas madres de Apocalipsis deben ser neutralizadas exactamente al mismo tiempo – Señalaba Batman, ya vestido con su traje. 

Parecía estar a pleno rendimiento.

En un mapa holográfico que se levantaba sobre la mesa, podían verse tres puntos marcados en rojo por diferentes partes del globo.

- Disponen de un dispositivo que las haría detonar si se detecta manipulación en alguna de ellas – prosiguió sin que Superman se atreviera a mirarle a la cara – Flash y Linterna, vosotros desactivareis la de Umec – dijo señalando un punto de Oriente Medio – Wonder Woman y Cyborg, la de Roma – hizo una breve pausa – Superman y yo la de Central City.

- Yo debería ir a la de Umec – apuntó Superman lo más profesional de lo que fue capaz – Es la zona más conflictiva de las tres.

- No – contestó escuetamente Batman – Para los activistas de Oriente no dejas de ser un símbolo americano y no arriesgaré a comprometer la supuesta imparcialidad del gobierno de los estados Unidos dejando que te vean allí.

- ¿Crees que no puedo desactivar la caja madre sin que me vean? - No quería compartir ni un minuto más de lo necesario con el murciélago como compañero.

- Es sólo una medida de precaución – Le dijo molestándose por tener que dar tantas explicaciones. – Por la información que he conseguido las cajas estarán fuertemente custodiadas por ...

- ¿Dónde has conseguido esta información sobre Apocalipsis? – volvió a arremeter el super hombre, interrumpiéndolo de nuevo.

Batman perdió la paciencia. Cerró los puños con fuerza mientras Barry y Hall se apartaban un poco de la mesa holográfica. Recordaron que ésta solía ser víctima de la ira del murciélago.

Al fin y al cabo, él había pagado todo eso y podía hacer con el material lo que le viniera en gana.

- ¿Qué importancia tiene eso ahora, "Superman"? – le preguntó mirándole directamente a los ojos.

- Para mí la tiene, "Batman" – dijo el kriptoniano apoyando los nudillos sobre el holograma, aceptando el desafío. Sus rostros quedaron uno a escasos centímetros del otro.

Ahora fueron Cyborg y Diana los que dieron un paso atrás intentado mantenerse al margen de la escena. La tensión podía cortarse con un cuchillo entre los dos Titanes.

- ¿Le has pegado una paliza a alguien para que hablara? ¿O quizás te has acost ...

- ¡Basta! – gritó Batman dando un fuerte golpe sobre la mesa – ¡Ven conmigo, ahora mismo! – ordenó saliendo de la sala.

Barry y Hall estaban flipando por la conversación ¿Pero qué bicho le había picado a Clark para provocar a Batman de esa manera? Normalmente el kriptoniano no es que fuera el miembro más alegre del equipo, pero siempre solía mantenerse sereno, incluso en las situaciones más tensas. ¿Y Batman? Nunca lo habían visto perder el control de esa manera.

Por todos era sabido que entre esos dos saltaban chispas de vez en cuando pero últimamente eso ya se estaba saliendo de madre.

Diana y Víctor se miraron con cara de circunstancias sabiendo que lo que fuera que les pasara, toda la liga se resentiría por ello.

Cuando Superman entró en los aposentos de la Atalaya de Batman, éste dio un portazo, cerrando la puerta tras de sí.

- ¿Pero qué cojones te crees que estás haciendo, Clark? – le preguntó furioso - ¿Qué si le he pegado una paliza a alguien? ¿Y eres tú quien me recrimina eso? – explotó haciendo alusión al día que Clark se vistió con su traje y dejó a aquellos maleantes inconscientes.

- ¿Quizás te hayas acostado con algún confidente, entonces? – se mostró pasivo el kriptoniano.

Bruce no aguantó más y abofeteó a Clark en la cara.

Un bofetón que le hubiera desencajado la mandíbula a cualquier humano.

Incluso el kriptoniano llegó a notar un leve contacto sobre su mejilla.

- ¡Maldito seas, Clark! – Bufó Bruce quitándose la máscara para poder aguantarle la mirada – SÍ, me he acostado con muchos hombres y mujeres – gritó encolerizado – Con tantos, que ni siquiera me acuerdo de la mitad de ellos, pero eso es algo que tú ya sabías. Yo no te he engañado ¡Y SÍ!, me he acostado con Catwoman, muchas veces también ...

- No sigas – bramó Superman apretando tanto los puños que empezó a clavarse las uñas sobre las palmas de sus manos, imaginándose a la mujer gato retozando con Batman.

- ¡No! Tú me vas a escuchar a mí– chilló Bruce mientras lo empotraba contra una de las paredes de su habitación – Oh sí, he tenido sexo salvaje con esa mujer y hace cuatro semanas nos encontramos por casualidad en uno de los tejados de Gotham y ella me besó y yo le devolví el beso. – Estaba tan cerca de Clark que este podía respirar el aliento de Bruce mientras escupía sus argumentos - Estaba dispuesto a volver a acostarme con ella pero ... no pude – Tragó saliva buscando las palabras adecuadas – Simplemente, no pude. Porque desde aquel primer beso que nos dimos ... no he podido dejar de pensar en ti ... y solo en ti. Pero luego tú me montas la escena con todos los miembros de la Liga mirando, sin darme la opción tan siquiera de explicarme.– Batman seguía respirando entrecortadamente –  Me recriminas que no confío en nadie cuando eres realmente tú el que no confía en mí por tu falta de ...

Antes que acabara la frase Superman ya estaba devorando los labios ajenos. Batman se retorció ante ese contacto. Estaba demasiado furioso y descontrolado e intentó apartarse con toda la fuerza de la que era capaz, pero Clark lo volteó siendo el murciélago el que quedó aprisionado contra la pared.

- No funcionará – Le dijo Bruce tomando aire mientras Clark empezaba a quitarle la capa.

- Sí ... sí lo hará – susurró mientras le besaba la piel desnuda del cuello.

Batman se rindió a sus deseos más oscuros dejando de lado la absoluta lógica que lo caracterizaba cuando ejercía sus funciones de héroe y abrazó al kriptoniano por el cuello fuertemente, anulando la distancia que los separaba.

Superman lo cogió por los muslos y lo levantó del suelo mientras le quitaba la parte de arriba del traje que ya le iba resultando cada vez más fácil de extraer.

- No tenemos tiempo – consiguió pronunciar Bruce entre gemidos.

- Seré rápido – dijo entrecortadamente Clark que también se había quitado la parte de arriba y la capa - Seré muy rápido.

Lo alzó y lo llevó hasta la enorme cama de Bruce donde cayó encima de él, sin dejar de engullir su boca que ya sabía como la suya propia después del roce incesante de sus lenguas.

- Tienes que aprender a confiar en mí– le dijo como pudo el murciélago.

- Lo haré - Violentamente, le arrancó el cinturón y le quitó el pantalón a Batman, se bajó un poco el suyo y lo envistió sin preparación previa alguna.

- Y aprender a darme mi espacio - Bruce se llevó los brazos a la boca para no gritar de doloroso placer al sentir el enorme miembro de su amante dentro.

- No volveré a agobiarte - Clark se detuvo unos instantes para que se acostumbrara y suavemente pero sin dilación empezó a embestirlo con más brusquedad, cosa que no importó al murciélago que imploraba por más y más.

- Tenemos que volver con los demás – consiguió articular mientras el kriptoniano arremetía una y otra vez alzando con una mano una de las piernas de Bruce para profundizar más en la penetración. Mientras, con la otra le masturbaba el miembro para el goce de su amante.

- Ya casi estoy – musitó Clark divertido al ver que Batman había escogido un momento como ése para decidir sincerarse.

Bruce quería sentirlo dentro suyo, lo necesitaba después de la larga ausencia. Sus manos recorrían la ancha espalda del kriptoniano mientras clavaba sus dedos sobre ella. A Clark eso le gustaba.

Todos los poros de su piel demandaban el roce de sus cuerpos perlados por el sudor, hasta que entre un sinfín de jadeos silenciosos tuvieron el orgasmo al unísono.

El superhombre se dejó caer exhausto boca abajo al otro lado del cuerpo de Bruce y pasó su musculoso brazo por el pecho del murciélago, tapándolo parcialmente.

Los dos se habían liberado tanto física como mentalmente y yacían en la cama, pero la calma duró poco para Batman que, aún tambaleándose, se quitó ese pesado brazo de encima y se levantó con intención de volver a ponerse el traje.

Instantes después, Superman volvió a tirarlo sobre la cama sin dificultad y empezó a besarlo de nuevo sonriendo.

- Apártate de mi, kriptoniano – le ordenó molesto el murciélago en total inferioridad.

- Nunca – le dijo muy serio – Nunca más me apartaré de ti.

- No sabes en qué te estás metiendo –pensó Bruce para sí.

Clark alzó una de sus manos y acarició el sensual rostro de su amante, ahora con un leve rubor después de haber hecho el amor tan intensamente y sonrió como si observara la más hermosa maravilla del mundo.

El sexo no había sido tierno.

No había sido romántico.

Había sido simplemente lo que necesitaban el uno del otro.

***

Treinta y cinco minutos después, cinco minutos de discusión, veinte de sexo y diez de volver a ponerse los trajes, Batman y Superman entraron de nuevo en el salón central de la Atalaya.

Hall le estaba explicando a Barry su última conquista, una supermodelo italiana que había conocido en una convención de pilotos. Diana estaba desesperada por entrar en acción y Cyborg estaba conectado a los sistemas de telecomunicaciones de Wayne Tech captando la radiación que emitían las cajas madre – Supongo que lo sabes Batman, pero se ha perdido la señal de uno de tus satélites.

- No me lo recuerdes – susurró asintiendo con la cabeza, para que solo Superman lo oyera – Me debes doscientos millones de dólares.

Batman volvió a encender la pantalla holográfica y terminó de dar todas las explicaciones necesarias para llevar a cabo la misión.

- ¿Alguna duda? – preguntó el murciélago a los asistentes, fijando la mirada en Superman.

- Ninguna – expuso el hombre de acero inamovible. Si Bruce quería que quedara claro quién mandaba no iba a ser él el que volviera a cuestionarlo. Al menos, no delante de los otros miembros de la JLA.

- ¡Fuerza y honor! – clamó Wonder Woman como antes de cada batalla, alzando su puño, a lo que Hall se abalanzó sobre ella en gesto claro de darle un abrazo a la amazona. Ésta desenvainó la espada en menos de un parpadeo y la estocó contra el cuello del Linterna.

- Ni lo sueñes, Jordan – amenazó la súper mujer – antes de guardar la espada y salir del lugar seguida de Cyborg.

- Tío ¿pero en qué estás pensando? – le preguntó Barry a su amigo – Algún día te va a meter esa espada que siempre lleva por el culo.

-  ¿De qué hablas? Está loca por mí ... - Sonrió Hal entre dientes antes de salir de la Atalaya.



CLARK

Cuatro horas después Wayne descansaba sobre sus sábanas de seda en su habitación de la mansión. Estaba semidormido de lado y un enorme brazo le estaba acariciando su abdomen. Se entretenía en cada hendidura como si estuviera contando sus definidas abdominales.

- Duérmete ya, Clark – dijo molesto el dueño de la casa.

- Sabía que estabas despierto – le dijo obligándolo a girarse mientras echaba todo su peso encima del murciélago. Empezó a besarlo de nuevo.

- ¿No te cansas nunca? –interrogó dándose cuenta de lo estúpido de su pregunta – ¿A qué temperatura estás? – se incomodó Bruce por tanta cercanía.

Clark apartó las sábanas y descubrió el cuerpo desnudo de su amante. Ya casi estaba recuperado de sus heridas.

- A unos cuarenta y dos grados – sonrió – pero cuando estoy contigo seguro que estoy a más.

La sensualidad de su cuerpo trabajado, el rostro perfecto, duro y sexy a la vez y no pudo evitar empezar a besarle de nuevo el cuello, sabiendo por sus constantes que esto le excitaba enormemente.

- Son las seis de la mañana, Kent ¿Es que hoy no tienes que ir a trabajar? – le preguntó Wayne sin resistirse demasiado.

- No me lo recuerdes – suspiró dejándose caer en el otro lado de la cama – Me voy a duchar y luego desayunaremos juntos.

Bruce vio como Clark se alejaba con su cuerpo totalmente desnudo.

Ninguna imperfección manchaba esa piel de acero inexpugnable que nació a millones de años luz. Ninguna secuela de las innumerables batallas de las que ha salido victorioso mientras que a suya estaba surcada por los más dolorosos recuerdos. 

El reportero sabía que le estaba mirando y se pavoneó, entreteniéndose innecesariamente antes de cruzar la puerta del gran baño. El murciélago le tiró un cojín que impactó sobre su nuca. –¡Auch! – se quejó Superman.

Bruce sonrió ahora que nadie podía verle. Cómo si le hubiera dolido ... - pensó, y cayó dormido profundamente, agotado por tanta actividad.

Al entrar de nuevo a la habitación, Clark ya sabía por los latidos pausados y relajados de su amante, que tendría que desayunar solo.

No había traído más ropa que la de Superman, así que bajó así vestido por los pasillos hasta la cocina de servicio donde no esperaba encontrarse con nadie.

- Buenos días, Superman – le saludó Alfred con cortesía.

- Buenos días – contestó algo incómodo el kriptoniano.

- ¿Un té?

- No, gracias Alfred ... mejor un café ... con leche ... pero no tiene que tomarse la molestia, ya lo hago yo ...

- No es molestia, Superman. Siéntese, yo se lo preparo.

- Gracias, Alfred – le dijo el kriptoniano – Pero puedes llamarme ...

- ¡Señor, Dick! – se apresuró a saludar el mayordomo al adolescente que bajaba por las escaleras con pinta de no haberse lavado la cara en días.

- ¡Superman! - Exclamó el joven Grayson frotándose los ojos sin poder acabar de creérselo.

- Hola, Dick – saludó nervioso el kriptoniano al ver al hijo adoptivo de ¿Su amante?

- ¡Joder, tío! No me lo puedo creer ¡Superman en mi cocina!

- ¡Esa boca! – le recriminó Pennyworth

- Es un honor conocerle al fin, señor Superman – le dijo estrechándole la mano con fingidos modales sólo para contentar a Alfred – la última vez que nos vimos ... no tuve la oportunidad de agradecerle lo que hizo por el viejo – expuso refiriéndose al fatídico día en que Clark lo sacó de las alcantarillas - ¿Qué te trae por aquí? – le preguntó despreocupado.

Superman se puso blanco y sus manos empezaron a sudar. ¿Qué podía decirle? ¿ Que ha hecho el amor con su padre? ¡Cuatro veces esa misma noche!

- Superman ha venido para intentar poner de nuevo en órbita el satélite de Wayne Tech – contestó raudo Alfred, sacando a Superman del apuro – Y necesitaba saber las coordenadas para su ubicación.

- ¡Claro, tío! Eso es genial – dijo sonriendo el joven – Poder ir al espacio ... Pero si estás esperando al viejo, tiene pinta que va a tardar en despertarse porque he oído como ha estado toda la noche follando con alguna de esas tías con las que ...

- ¡Dick! – le sobresaltó Alfred encolerizado.

- Lo siento, Alfred – acabó diciendo el joven sin comprender a qué tanto escándalo. La vida sexual de Bruce era box populi.

- No pasa nada – Dijo Superman – Todos conocemos la merecida reputación de Bruce – Un placer haberte conocido, joven Wayne – se despidió antes de salir volando por la ventana. Dejó su café a medias, muerto de la vergüenza.



MARTHA

Once días después, Clark estaba en la cocina de la granja en Smallville sacando el pavo del horno con las manos desnudas.

- ¿Por qué no me dijiste que al final tu novio no iba a venir hoy? – Preguntó algo molesta su madre – Hubiera comprado uno más pequeño. Nos sobrará mucha comida.

- Ya me la llevaré en un tuper mamá y no lo llames novio.

- ¿Y cómo debo llamarlo? – preguntó alterada su madre - ¿Os acostáis, no?

- ¡Mamá! – exclama Clark incómodo por hablar de eso con su madre.

- ¿Qué? – preguntó Martha – Soy una madre moderna y tú tienes 30 años, eres joven, guapo. Lo entiendo.

Clark salió de la cocina con los platos en la mano intentando desviar la conversación hacia terreno menos embarazoso. Mientras ponía la mesa pensaba en su relación con Bruce. Desde entones se habían visto un par de veces más, pero se escribían mensajes cada día. La agenda de Batman era difícil de cuadrar con la de Superman y la de Bruce con la de Clark Kent ya ni te digo.

Debido al trabajo, sólo podían verse a partir de las seis de la tarde, que era cuando Clark finalizaba su jornada laboral, pero Bruce, que dormía siempre durante la mañana, tenía las tardes ocupadas gestionando sus multinacionales y por las noches se le acumulaban las investigaciones pendientes. Entre su búsqueda de Killer Crock y de los asesinos de los testigos protegidos del juicio contra Falcone ya era un milagro que Bruce tuviera tiempo para dormir.

Clark había decidido dejarlo trabajar, no en vano era el mejor detective del mundo, y darle el espacio que le había prometido, así que no habían vuelto a hablar de pasar juntos el día de Acción de Gracias, con lo cual Clark dio por segura su ausencia.

Cuando la mesa estaba lista, Clark puso atención a una noticia que estaban dando en la tele. Ciudad Juarez se estaba inundando por las lluvias torrenciales y se temía que si el río Bravo se desbordaba las víctimas humanas serian inevitables.

- Mamá – me tengo que ir – le dijo a su madre mientras ésta empezó a mirar también la televisión.

- Claro cariño, vete. Haz lo que mejor sabes hacer.

- Intentaré estar aquí lo antes posible – le dijo después de besarla en la frente.

Media hora después el timbre de la granja sonó en la cocina y a Martha le extrañó que Clark no entrara sin más.

Abrió la puerta y sus ojos se abrieron como platos al ver al mismísimo Bruce Wayne plantado en su puerta con una botella de vino en la mano.

Permaneció allí parada lo que a Bruce le pareció una eternidad. No sabía dónde meterse y empezó a sentirse realmente incómodo.

- Señora Kent ... soy ... Bruce Wayne ... – balbuceó nervioso extendiéndole la mano a la anciana que no quiso estrechársela, más por sorpresa que por falta de modales.

- Ya sé quién es usted, señor Wayne – dijo muy seria mientras observaba con desconfianza el deportivo amarillo aparcado al lado del granero.

- ¿Está Clark? – preguntó nervioso el multimillonario.

- No. No está.

Genial – pensó Bruce .Sabía que no tenía que venir.

- ¿Sabe si tardará mucho?

- No. No lo sé – La mujer cerró un poco el ojo derecho, escudriñando la figura de Wayne pero era bastante obvio – ¿Es usted el novio de mi hijo? – preguntó a bocajarro.

A Bruce se les escapó una risa nerviosa y casi se le cae la botella de vino al suelo pero aquella mujer permanecía imperturbable esperando su respuesta y no se iba a dar por vencida antes de obtenerla.

- Supongo ... que sí – acabó admitiendo, maldiciendo al kriptoniano por dejarlo solo ante el peligro – Mmnn – murmuró – Yo ... esperaré en el coche ... no se preocupe – dijo mientras observaba a la impasible mujer.

Conociendo al bueno de Clark, Bruce se esperaba a una afable ancianita de cabellos plateados pero ¿En qué estaba pensando? ¿Qué podía esperar? Todos conocían su reputación en el país. Él mismo se había encargado de ello con todos esos escándalos sobre alcohol, drogas, sexo y perversiones varias.

Pues resulta que ahora el hijo de esa mujer, su único hijo, el último hijo de un planeta extinto por el que tanto había luchado en inculcarle férreos valores morales, se estaba tirado al jodido Bruce Wayne.

Cuando Bruce se dio la vuelta para dirigirse al coche empezó a llover copiosamente.

- ¡Oiga! – le gritó la anciana – entre en la casa si no quiere coger un resfriado – No creo que Clark tarde mucho en llegar. Pero deje la botella en ese coche suyo, a Clark no le gusta el vino.

Bruce estaba seguro de que la mujer le dijo lo de la botella para asegurarse de que se empapara  ya que había aparcado el coche a cierta distancia de la casa, para que no se viera des de la carretera. Le dio el placer de saber que se había salido con la suya.

Bruce entró en la casa de Clark cauteloso sacudiéndose el pelo mojado que le caía sobre el rostro.

Era acogedora, de colores cálidos, con las paredes llenas de fotos y recuerdos en las estanterías. La chimenea estaba encendida, cosa que agradeció ya que se había quedado helado en su "profunda" conversación con la madre de Clark. Instintivamente alzó las manos buscando el calor del fuego. Estaba calado hasta los huesos.

- ¿Quiere tomar algo? – le preguntó Martha por mera cortesía.

- No gracias. Estoy bien – dijo mientras se sentaba en una silla de madera para no mojar el sofá.

Después solo hubo silencio.

Un incómodo silencio sepulcral.

Batman prefirió estar atado de pies y manos ante el Joker que pasar un solo segundo más con su "suegra"

- ¡Mamá! – dijo Clark colándose por la cocina con su traje de Superman totalmente empapado por la lluvia - ¡Ya estoy en casa! – De pronto, sintió dos latidos diferentes, diferentes pero de sobras conocidos y familiares para él -¡Bruce! – exclamó entrando en el comedor.

Le dio un fuerte abrazo al murciélago que se había puesto en pie 

- Clark – le reprochó su madre gravemente – Suéltalo – dijo con mirada desdeñosa – le vas a empapar ese carísimo traje al señor Wayne.

- ¡Estás helado! - El kriptoniano miró a su madre con sorpresa.

Desapareció ante la vista de los dos, moviéndose demasiado de prisa para el ojo humano y volvió a aparecer con una toalla seca y caliente. Empezó a frotarle el cabello a Bruce.

- Bruce, qué sorpresa, no te esperaba. Voy a cambiarme y ahora mismo bajo – Dijo sonriendo de oreja a oreja.

- No me digas – murmuró Wayne claramente molesto por la situación.

- Ven a mi habitación, te dejaré algo de ropa seca - Le agarró la mano y prácticamente tiró de él para que subiera las escaleras.

Clark tardó menos de medio minuto en ducharse y ponerse unos vaqueros y una camiseta de manga corta de color azul. Esperó a que Wayne se vistiera con unos pantalones y una camisa de cuadros rojos.

- ¿Bajamos? – preguntó el kriptoniano.

- No creo que sea buena idea – le miró suplicante por primera vez – Tu madre me odia.

- ¡No digas tonterías! – exclamó mientras lo cogía de la mano y lo obligaba a bajar las escaleras hasta el comedor - ¿Empezamos a comer? – preguntó a su madre.

- Claro, hijo – le dijo la mujer dulcemente des de la cocina – ¿Me puedes ayudar a llevar el pavo?

Clark se dirigió a la cocina y cuando estuvieron solos,  su madre le aporreó en la cabeza con el rodillo de amasar los pasteles

– ¡Y no finjas que te ha dolido, Clark Joseph Kent! Pero ¿Cómo se te ocurre hijo? Contarle tu secreto a Bruce Wayne, pero ... - se atragantó con las palabras intentando sin éxito que su indeseado invitado no la oyera - ¿Te has vuelto loco?

- Mamá, tranquilízate – suplicó Clark sintiendo cómo aumentaban las pulsaciones de Bruce que seguía sentado a la mesa escuchando la conversación.

- ¿Qué me tranquilice? – exageró la mujer - ¿Cuando tengo a ese hombre sentado en el comedor? Mira – prosiguió – Sé que lo tuvo que pasar muy mal con lo de sus padres y no le deseo eso a nadie, pero lo que ha hecho después con su vida es ... ¡Deleznable!

- Mamá, no puedo creer que trates así a mi invitado.

- Pero es que no te das cuenta de que puede que te esté utilizando, de que seas tan solo otro escándalo en una portada de revista del corazón, de que ...

- Mamá, baja la voz ahora mismo o nos iremos y pasarás toda las navidades sola – la madre de Clark se sorprendió por la amenaza de su hijo.

"Maravilloso" pensó Bruce sintiéndose culpable. No sólo hacía perder el control a Superman y ponía su vida patas arriba, sino que ahora también se entrometía en su hasta entones idílica relación con su madre

- ¿Confías en mí? - le preguntó Clark a su madre sin obtener respuesta - ¿Confías en mí?

- ¿Tú le quieres? – preguntó en voz baja su madre para que esa conversación se mantuviera entre los dos.

- Eso creo.

- De acuerdo hijo. Con eso me basta - Martaha tuvo que rendirse al buen criterio salvando su secreto que su hijo había demostrado a lo largo de los años.

Clark cogió el pavo y lo puso sobre la mesa.

Al kriptoniano se le encogió el corazón cuando vio la cara de Wayne que permanecía serio con la mirada clavada en el mantel bordado a mano. El murciélago esperó hasta que los dos se sentaran también a la mesa y lo soltó sin preámbulos.

- Toda esa reputación de la que usted ha oído hablar es una fachada que debo mantener para salvaguardar mi otra identidad.

La mujer le miró sin entender, al igual que Clark.

- Señora Kent ... Yo soy Batman.

Clark se atragantó con el vaso de agua y empezó a toser. Era la primera vez en su vida que le pasaba y no sabía cómo reaccionar. ¿En serio Bruce Wayne le acababa de soltar a su madre que él era Batman?

- Hijo ... – le sonrió Martha a Bruce mientras le cogía cariñosamente de la mano – Puedes llamarme Martha.



CONTINUARÁ ...

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