Capitulo 23: Tiempo juntos

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CAPITULO 23

Tiempo juntos

CLARK

Dos meses más tarde

- ¡Llego tarde! – Clark se levantó de la cama a velocidad sobrehumana mientras el cuerpo de Bruce se estremecía a su lado por haberlo destapado.

El murciélago refunfuñó entre sueños y volvió a cubrirse con las sábanas mientras que el kriptoniano, que ya se había vestido, le plantaba un beso en la mejilla.

- ¿Qué soy yo? ¿Un niño pequeño? – Se quejó, y lo agarró de la nuca para atraerlo hacia sí y darle el mejor y más largo beso de Buenos días que jamás nadie le había dado a Clark.

- Bruceee, voy a llegar tarde – murmuró al separarse un poco de él – Perry me va a matar - volvió a decirle entre besos - ¿No puedes esperar hasta esta tarde?

- No – Dijo Wayne sugerentemente, mientras le desabrochaba la camisa.

Una hora más tarde, el reportero aterrizó en la red de alcantarillado de Metrópolis y se metió en las cloacas para salir por uno de los túneles del metro y colarse por una de las puertas de servicio que daban una estación cercana al Planet.

Todo esto lo hacía para contentar a su novio, que pensaba que toda precaución era poca y que no debía descuidar la seguridad de su doble identidad.

Por culpa, o gracias a, la paranoia de Batman, perdía más de siete minutos en hacer este recorrido todos los días.

Las apariciones de Superman se habían vuelto más rápidas y cuidadosas. Ahora Clark estudiaba el entorno, tal y como Bruce le había dicho, buscando si la situación de emergencia había sido creada por el gobierno, para tratar de atraparle.

Con todos sus supersentidos, el kriptoniano resultaba difícil de engañar. Eso tranquilizaba a su compañero, con el cual prácticamente pasaba casi todo su tiempo libre, cuando las múltiples investigaciones de Batman no interferían.

Clark casi estaba celoso de esa baticomputadora en la que se pasaba horas sentado. Algún día la freiría con su visión de calor y le diría que había sido una subida de tensión.

¿A quién quería engañar? Bruce se daría cuenta nada más verlo.

Se juntaba que Clark mentía pesimamente, y que el murciélago tenía una extraña habilidad para detectar a leguas si alguien no decía la verdad.

No en vano, se había entrenado interrogando a prácticamente todos los delincuentes de Gotham.

El romperles algún hueso, también les ayudaba a mostrarse colaboradores.

El kriptoniano se sentía cada vez más cómodo en su relación con Bruce, que había conseguido relajarse un poco, aunque tan solo unos pocos sabían de su relación. Por supuesto, ni la Liga, a excepción de Diana, ni Dick lo sabían, así que eso reducía las ocasiones en las que se daban muestras de afecto.

Clark suponía que se darían cuenta tarde o temprano, que era inevitable, puesto que él era completamente transparente y siempre pensaba que si alguien se fijaba lo suficiente, se lo notaría, ya que no podía dejar de lanzarle miraditas de soslayo a su murciélago, sonriéndole bobalicón.

Al entrar en la redacción saludó a Lois con la mano, que le hizo un gesto para que fuera hacia su dirección.



- Le he dicho a Perry que estás con la noticia de la revuelta estudiantil – Le dijo por lo bajo – Toma, esta es toda la documentación que he conseguido – le mostró unos papeles.

Pobre Lois, seguro que pensaba que Superman había estado salvando algunas vidas o evitando alguna catástrofe natural, en vez de estar retozando en la cama con su amante, el caballero oscuro de Gotham.

- ¿Qué? – Preguntó Lois indignada ante la pasividad del reportero.

- Gracias Lois, no sé qué haría sin ti – dijo sentándose sobre su mesa.

- Buscarte otro trabajo Smallville, porque Perry te hubiera puesto de patitas en la calle haría ya mucho tiempo.

Lois.

Lois era maravillosa.

Se había convertido en su mejor amiga, en su confidente. Ahora ya no tenía necesidad de ocultarle nada, y eso había sido como una liberación.

Para sorpresa suya, la periodista jamás sacó a relucir el tema del beso, aquel fatídico día del arresto de Clark, y él se lo había agradecido sinceramente, pues no sabría cómo afrontarlo. No sabía si lo recordaba o no, ya que había bebido mucho, y prefirió no indagar. Así que las cosas siguieron como antes, pero todavía mejor.

Al menos eso era lo que el kriptoniano pensaba.

- Te debo una – dijo Clark

- ¿Sólo una? He perdido la cuenta.

- Bueno, la del helicóptero vale por diez, y la del avión cuando viajabas a Ciudad Central, y la de aquellos terroristas en Umec, y la de ...

- Vale, vale – Se irritó Lois al escuchar todas las veces que Superman le había salvado la vida. ¿Cómo lo hacía la gente que no tenía cerca un superhéroe, para seguir viva?

- CK, tengo alguna foto de las manifestaciones estudiantiles de esta mañana ante el congreso. ¿Cual ponemos? – preguntó Jimmy. Clark escogió tres y las guardó dentro de la carpeta que le había dado Lane – Eh, esta noche tomamos algo en el Jousy's. Invito yo, que es Saint Patrick.

Cualquier excusa era buena para que el Irlandés tomara unos tragos con sus amigos. A Clark le encantaba hacerlo, casi se había convertido en una rutina de los viernes, aunque a Bruce no le gustara demasiado.

Sobre todo si salía con Lois.

Desde que le dijo que ella sabía su secreto, todavía era peor. Se puso hecho un basilisco y estuvo más de tres días sin hablarle.

Ahora resultaba que Clark Kent, su amigo del alma, y Superman, su amor platónico inalcanzable, eran la misma persona.

- ¡Es perfecto! – Se había limitado a decirle en tono sarcástico el murciélago.

- Tendrás que aceptarlo – le había dicho él – A mí tampoco me gusta que salgas cada noche a jugarte la vida y me aguanto.

- ¿Qué tendrá que ver una cosa con otra? – Preguntó irritado el murciélago mientras no paraba de moverse nervioso por el salón de su mansión.

- Es mi vida. Son mis amigos y mi trabajo.

Después de varios minutos de silencio sepulcral, en que Superman sabía, que su novio sopesaba sus opciones, volvió a hablar.

- Toleraré que vayas a trabajar al Planet y que ella esté allí, pero no quiero que la veas fuera de horas laborales – Dijo señalándolo con el dedo.

- ¿Tolerarás? Eso me ha sonado a amenaza – rió entre dientes Superman sin tomarlo en serio.

- ¿Me quieres poner a prueba?

De acuerdo, eso sí que había sonado a amenaza.

Estaba furioso.

Más le valía no cabrearlo más, si no quería despertarse con una roca de kriptonita atada al cuello.

No volvieron a hablar del tema de Lois.

Aquel beso fue como si nunca hubiera existido.

Ya en el Joucy's, Lois se levantó para pedirse otra cerveza. El sitio estaba abarrotado de paisanos de Olsen que celebraban su fiesta nacional poniéndose ciegos de alcohol, cantando y vitoreando con extraño acento irlandés.

- ¿Os traigo algo más? – preguntó la periodista. Clark negó con la cabeza y miró el reloj, Jimmy le pidió otra coronitas.

- Tío, me alegra ver que Lois lo lleve también – dijo el fotógrafo mientras ésta se alejaba y volvía a golpear las bolas del billar sin conseguir meter ninguna – Se nota que dejar al tipejo ese es lo mejor que ha hecho en la vida – Se llevó las manos a la cabeza - ¡Lo que hubiera dado por estar ahí cuando le pegaste esa paliza a aquellos marines?

- Yo no le he pegado una paliza a nadie – replicó Clark.

- Bueno, pues eso no es lo que dice Marilyn – el reportero sonrió – ¡La tienes loca! Lo sabes ¿No?

- Sí, algo he notado.

- ¿Algo? Joder tío, como se ponga una falda más corta va a parecer que sólo lleva un cinturón – Los dos rieron a carcajadas recordando la insistencia de la secretaria de Perry, que casi podría considerarse acoso sexual – Todo se acabaría si le dijeras que te gustan los tíos.

- A mí no me gustan los tíos. Sólo me gusta UN tío – Recalcó poniendo un dedo en alto de su mano.

- ¡Un tío al que te estás tirando! Por cierto ¿Cuándo nos lo vas a presentar?

- Yo ya lo conozco – Dijo Lois, que ya estaba de vuelta de la barra, sujetando el palo de billar.

- ¡¿Cómo?! – Jimmy no podía creer lo que acaba de oír - ¡Ella lo conoce y yo no!

Clark miró a Lois reprendiéndola por su afirmación, pero la mujer, lejos de amedrentarse, le dio un golpe de cadera para apartarlo y tener un mejor ángulo de tirada. Golpeó con firmeza la bola blanca y metió la bola negra en la banda contraria.

- ¡He ganado! – Exclamó mientras levantaba el puño en señal de victoria - ¿Echamos otra?

- Yo tengo que irme – se excusó Clark volviendo a mirar el reloj.

- ¿Jimmy?

- Yo sí, me quedo un rato más contigo preciosa – le dijo a su compañera arrebatándole el taco – Y tú ... te doy hasta la semana que viene para que me presentes a tu hombre misterioso o lo averiguaré por mi cuenta. ¡Al fin y al cabo, trabajo en un diario!

Cuando Clark ya había salido del garito, pudo escuchar la conversación que mantenían sus dos compañeros.

- Oye, vengaaa, dime quién es – Le suplicaba Jimmy a la reportera.

- No pienso compartir esa información.

- Al menos dame una pista ¿Qué tiene él que yo no tenga?

- No te imaginas lo larguísima que sería la lista si contestara esa pregunta.

El kriptoniano se puso su traje rojiazul sabiendo que Lois le guardaría el secreto y sobrevoló su ciudad en calma.

Metropolis tenía bastante actividad durante la noche del fin de semana, pero la policía hacía bien su trabajo y Clark no se metía en los asuntos que podían solventar los humanos por ellos mismos.

Hacía ya mucho, que tomó la decisión de no inmiscuirse en los actos de los hombres, o lo temerían más de lo que algunos ya lo hacían. Eso tranquilizaba a la mayoría de gobiernos, pero por supuesto, todavía recelaban sobre su origen extraterrestre y el excesivo poder concentrado en un solo ser. Así que Superman intentó "bajar su perfil" como Bruce lo llamaba, utilizando la fuerza mínima imprescindible.

Había limitado el uso de su visión de calor, de su aliento gélido y del uso desmesurado de la fuerza que simplemente, se había vuelto más proporcional y más controlada.

Todo con tal de inspirar más confianza.

Todo para parecer más "normal" y menos un Dios de poder casi ilimitado.

Clark no se metía en las guerras de los hombres, aunque éstas fueran crueles y le partieran el alma, pero sí que ayudaba a que el material humanitario llegara a su destino, o a que las armas de destrucción masiva se perdieran en una extraña ventisca por el desierto.

Las de ambos bandos.

Su ciudad estaba a salvo, así que decidió darle una sorpresa a Bruce e ir a la mansión por si ya había vuelto de patrullar.

No estaba en la batcueva.

No estaba en la mansión.

Clark se llenó aquella enorme bañera que Bruce tenía en la habitación, y aunque no le molestaba el agua fría, la colmó de agua caliente por si el dueño de la casa volvía pronto.

Dejó su ropa doblada sobre el sofá y se sumergió en el agua, dejando que todos sus músculos se relajaran, después de aquel duro día de trabajo.

Pensó en decirle a Jimmy la verdad sobre quién era, pensó en hablar con Lois sobre lo del beso, pensó en hablar con Bruce sobre eso, aunque no le cabía la más mínima duda de que él ya lo sabía.

Hacía tiempo.

Pensó en Leocadio, en el gobierno, en Lex, en toda la gente que no había podido salvar. Se estremeció y se quedó dormido, debajo del agua.

Escuchó a Bruce entrar en la habitación murmurando algo para sí. Se quitó la ropa tirándola de cualquier manera sobre el suelo y poco después metió un pie en la bañera.

Clark asomó la cabeza por encima del agua y le sonrió, aunque su semblante se tornó serio cuando le vio un enorme hematoma a la altura del omoplato izquierdo.

- Está fría – se quejó abriendo el grifo del agua caliente.

Clark encendió sus ojos y proyectó su visión de calor sobre el agua, durante varios segundos.

- Ya está. Treintaiocho grados, como a ti te gusta – sonrió complacido pensando que pronto disfrutaría de aquel cuerpo escultural.

- Arrogante – Dijo cerrando el grifo y entró en la bañera tumbándose entre las piernas del kriptoniano, de tal manera que apoyaba la totalidad de su espalda sobre el pecho de acero.

- ¿Mala noche? – preguntó Clark, sin querer preguntar directamente por el morado, pero masajeando con sus dedos la piel magullada.

- Improductiva, diría yo.

- ¿Por?

- Me he pasado tres días y tres noches siguiendo al condenado del detective Arnold Flass y no hay nada que lo relacione con los asesinatos de Falcone – hizo una pausa para acomodarse sobre el kriptoniano – Me quedo sin pistas. Me costó dos años encerrar a ese capo de la mafia en Belle Reeve y saldrá en dos meses si nadie testifica contra él.

- Bueno, al menos los dos testigos que quedan están a salvo – Continuó masajeándole el pecho plagado de cicatrices – Gordon sabe hacer bien su trabajo. Es un buen hombre.

- Sí. Lo es. Pero el fiscal lo está apretando. Casi todo el caso se basaba en las declaraciones de los testigos.

- ¿Dent?

- Si.

- ¿No es tu amigo? Podrías hablar con él. No sería el primer favor que te hace.

- Si dependiera de él, Carmine Falcone se pudriría en la cárcel por el resto de sus días, pero no es tan fácil.

El kriptoniano cogió una esponja natural que tenía preparada y le echó un poco de jabón por encima. Empezó a frotar la espalda del murciélago que se alejó un poco para facilitarle la tarea.

Hoy estaba muy hablador y no lo iba a desaprovechar.

- Mañana he quedado con los chicos en Coast City, en un bar que conoce Hal, para ir a tomar algo. Hace tiempo que nos vemos.

- Por suerte – Afirmó el murciélago.

Clark no sabía si se refería a suerte porque no había habido ninguna catástrofe planetaria que los obligara a reunirse, o suerte por no haber tenido que soportar la compañía de la liga.

Seguramente ambas.

- ¿Te quieres venir? – preguntó sabiendo la respuesta.

El murciélago ni siquiera se digno a contestar y se limitó a abrazarse las rodillas mientras la espuma recorría su espalda, dejándose acariciar.

- Bruce, nunca salimos a ningún sitio. Mi piel ya está más pálida que la tuya.

- No digas tonterías, te puedes ir volando a tostarte ante el Sol cuando quieras.

- Podrías socializar de vez en cuando. Son nuestros amigos – Se quejó el kriptoniano.

- El hecho de que trabajemos juntos por obligación no significa que sean mis amigos.

- Oh, vamos Bruce ¿No te cae bien Diana?

- Sí – Dijo sincero.

- ¿Cyborg?

- Hace bien su trabajo.

- ¿Hal?

- Ni lo menciones – Bruce nunca jamás olvidaba y el Linterna ya se la había jugado en demasiadas ocasiones.

- ¿Barry?

- Ha sido un estúpido por dejar a Iris embarazada.

- ¿Por qué dices eso? – se indignó el kriptoniano que estaba feliz por su amigo.

- ¿Formar una familia? ¿En este mundo en el que vivimos? ¿Con nuestro trabajo? Ha sido un inconsciente.

- ¿Tú no quieres formar una familia?

El murciélago se levantó y sin siquiera enjuagarse salió de la bañera para sorpresa de su amante, dejando todo el suelo lleno de espuma. Cogió una toalla y empezó a secarse con ella rápidamente.

- ¿No quieres formar una familia? – Insistió el kriptoniano.

A Bruce ya le extrañó que Clark no hubiera sacado antes el tema. Sabía que el cabezota de su compañero no lo iba a dejar tan fácilmente.

- No pienso hablar de eso contigo. Ahora no.

- ¿Cúando? – Dijo con voz penetrante poniéndose de pie también, intimidándolo sin pretenderlo.

- Ahora no.

Clark lo agarró por la mano, cuando éste pasaba por su lado para salir de la estancia y le hizo frenar en seco.

- Suéltame – Le amenazó con la mirada.

- ¿Cuándo? – volvió a insistir.

- ¡He dicho que me sueltes!

Clark cedió al instante al saber que se había excedido y dejó que se fuera, recibiendo un fuerte manotazo cuando le liberó la muñeca a Bruce.

- Vete de mi casa – Dijo el murciélago dando un portazo que resonó en toda la mansión.

El kriptoniano salió del baño entonando el Mea Culpa, pues le había presionado demasiado. Al fin y al cabo, Bruce ni siquiera le había mostrado ninguna muestra de afecto más allá de la intimidad, y él ya le estaba hablando de formar una familia.

Colarse por la ventana de la habitación de Bruce no era como tener una llave de la mansión, pero no cedería ante el enfado del murciélago, que siempre sacaba las cosas de quicio.

Antes lo habría hecho, se hubiera marchado y él lo hubiera ignorado durante días, castigándolo.

Ya llevaban algún tiempo juntos y el kriptoniano había aprendido a manejar su más que difícil carácter. Poco a poco Batman resultó ser, como expresarlo... predecible.

- Tendrás que echarme, viejo gruñón – le dijo sonriente tumbándose sobre la cama, arriesgándose a tragarse toda la kriptonita que Bruce tenía escondida.

Bruce le miró irascible, pero al ver al kriptoniano, totalmente desnudo y más que dispuesto, sobre sus sábanas, su semblante se suavizó y con sinuosos pasos se acercó a él lentamente, provocándole.

- ¿Viejo? – dijo Bruce sin ser realmente una pregunta.

- ¡O sea que aceptas que eres un gruñón! – carcajeó Clark – No te preocupes, estás muy bien para tener treintaiocho – dijo Clark mientras el murciélago se sentaba sobre él, abriendo las piernas y dejando que el miembro semi rígido de Clark rozara sus glúteos.

- Tengo treintainueve.

- ¿Treintainueve? – Clark se incorporó un poco - ¿Desde cuándo?

- Desde ayer.

- ¿Ayer fue tu cumpleaños? ¿Por qué no me lo dijiste? –se lamentó el kriptoniano – ¡Pasamos juntos toda la tarde!

- Sabes que no me gustan las fiestas – Miró a Clark que se había quedado un poco triste. Le agarró la cara con las manos y le besó en los labios. Un beso corto y suave – El de ayer fue un buen cumpleaños, el mejor desde que cumplí los ocho.

Clark sonrió satisfecho con la respuesta de su amante, que cada vez compartía más cosas con él y lo abrazó, girándolo sobre la cama, tumbándose sobre él. Fundiendo sus cuerpos tan solo en uno, colmándolo de besos y de tiernas caricias.


BRUCE

Bruce se revolvía entre sus sábanas sin poder dormir.

Clark se había marchado pronto, no quería volver a llegar tarde al Planet, y cuando se iba, el frío se apoderaba del cuerpo del murciélago.

Había fingido estar profundamente dormido, sólo para ver si Clark se daba cuenta de que no lo estaba, sólo para dejar que lo mirara como cada mañana hacía, sólo para que le diera un casto beso en la frente a modo de tierna despedida.



Se había acostumbrado tanto a tenerle cerca que se sentía abrumado por su presencia, y deseoso de estar con él cuando se encontraba lejos.

Con la salida de los primeros rayos de Sol, Bruce salió al jardín y cortó algunas rosas blancas para llevarlas al mausoleo de sus padres, situado a unos cientos de metros del edificio principal, en medio de una zona arbolada donde la luz entraba tímidamente entre las altísimas ramas de los sauces.

Dejó las flores sobre la tumba de su madre.

Quería explicarle que había encontrado a alguien especial. Alguien que le entendía y compartía con él más que cualquier otro ser humano.

Tan difícil era su carácter que tuvo que ir a buscarlo más allá de las estrellas.

A Bruce siempre le maravilló la inmensidad del universo cuando miraba a través de su telescopio en las noches despejadas de Gotham.

Y ahora yacía cada noche con un ser que provenía de otra galaxia.

Parecía que el destino los hubiera unido, pero Bruce tenía la firme convicción de que cada hombre se labra su propio futuro.

Tenía muchas cosas que decirle a su madre, sin embargo, no pronunció una sola palabra, pues sus ojos se desviaron a la lápida de al lado, perfectamente tallada en mármol blanco.

Thomas Wayne

Amado padre y esposo

Bruce inspiró con fuerza apretando los puños, y pensó en Leocadio, y en su hiriente secreto.

Ni en la tumba, su malnacido padre, le dejaba vivir en paz.

***

Comió con Dick en la cocina de servicio y tuvo una pequeña charla con el chico. Últimamente hablaban más a menudo, seguramente Clark tenía algo que ver. Bueno, más bien Superman porque el chico sólo sentía admiración por su héroe, mientras que desconfiaba del reportero.

Cuando el kriptoniano venía a la mansión, desaparecía en cuanto el joven entraba en escena. No le resultaba difícil hacerlo con esa super velocidad suya, pero Bruce sabía que era cuestión de tiempo que Dick descubriera que el hombre de acero y él tenían algo más que una relación "laboral".

Le diría la verdad.

Algún día.

Pero no hoy.

Hoy se había dedicado a interesarse por lo que el muchacho, que pronto cumpliría la mayoría de edad, quería hacer con su futuro.

En innumerables ocasiones, el multimillonario le había ofrecido un cargo de renombre en alguna de sus compañías, pero el chico lo rechazó, todas las veces. – No me interesa tu dinero – Le había dicho.

Era un buen muchacho y se estaba convirtiendo en un buen hombre.

Parece que tenía sus dudas sobre continuar sus estudios en la universidad y se mostraba interesado por ser policía. Bruce supuso que era lo más parecido a patrullar las calles con él, petición que siempre le había negado.

No arriesgaría la vida del chico. Era su responsabilidad.

En cualquier caso, el murciélago respetaría cualquiera que fuera su decisión y así se lo había hecho saber.

***

En cuanto entró en el local en Coast City se arrepintió de haber bajado de su coche, pero ya era tarde, algunas mujeres y hombres de la larga cola que se había formado en el acceso a la discoteca de moda del momento, le señalaban con el dedo gritando.

- ¡Ohhhh. Es Bruce Wayne! ¡Bruce Wayne! ¡No me lo puedo creer!

Como siempre hacía cuando interpretaba su papel, le lanzó las llaves del flamante deportivo a uno de los porteros que no perdió la oportunidad de estrecharle la mano y abrirle la cuerda de la entrada VIP del local.

- ¡Es más guapo en persona que en las fotos!

Bruce vestía un zapatos negros, un pantalón gris plomo, y una chaqueta fino de color azul que se adaptaba perfectamente a su cuerpo, marcando su prominente musculatura. Una camisa tejana acaba de rematar un look que resultaba de lo más sexy y atractivo. Todo ello unido a su manera de caminar, tan seguro de sí mismo, a su barba de varios días y a su mirada felina, hacía que todos los ojos se posaran en él a medida que avanzaba entre la multitud.

- ¡Es más alto de lo que parece! ¡Has visto cómo marca los pectorales!

La discoteca estaba abarrotada de gente. Unos bailaban en la pista de baile al ritmo de la música ensordecedora mientras que otros se agolpaban en las diferentes barras, tratando de pagar por su ración de alcohol.

¿En qué demonios estaba pensando al ir allí? – se preguntó cuando vio a sus compañeros de la liga charlar animadamente en una de las mesas.

- ¡Bruce Wayne! ¡No me jodas! – exclamó Jordan molesto.

El murciélago le lanzó una de sus miradas fulminantes, cuando Diana, intentando apaciguar la tensa situación, se levantó para darle dos besos.

- Cuanto me alegro que hayas decidido venir – Le dijo la amazona, que estaba simplemente ... espectacular, con un vestido corto y ceñido rojo rubí, descubierto de un hombro, y su larga melena recogida en una trenza ladeada.

- Bruce – le saludaron estrechándole la mano, Arthur y Barry.

El murciélago buscó con la mirada a Steve Trevor, el enlace militar de la liga con el gobierno, sin encontrarlo. Evidentemente, Waller debía saber que Batman estaba interesado en sus "operaciones ocultas" con Leocadio y Tinyenko, y su relación aún no probada con Luthor, así que éste no se había dejado ver.

Bruce sintió una leve decepción, pues si hubiera estado allí, le hubiera hecho hablar ... a cualquier precio, aunque se repetía a sí mismo, que ese no era el motivo principal para estar allí.

Mientras, Clark estaba atónito, mirándole con la boca abierta ¿Qué es lo que hacía ese embobado? ¡Reacciona! – pensó Bruce cuando le alargó la mano.

- Encantado – Dijo el kriptoniano sintiéndose estúpido al instante – O sea ... que ... encantado de que hayas venido, Bruce – Titubeó al decir su nombre.

El multimillonario se sentó al lado de Diana que le había hecho sitio, echándose un poco a un lado, quedando sentado entre la amazona y Clark. Sus muslos se rozaban por debajo de la mesa y ninguno de los dos hizo nada para evitar el contacto.


- Estás preciosa, princesa – Le susurró al oído mientras ella sonreía, ante la atenta mirada del kriptoniano.

Uno de los camareros les puso en la mesa un par de botellas de champagne del caro, en unas cubiteras y empezó a servírselo en unas delicadas copas.

- No hemos pedido nada de esto – Dijo Hal, que no estaba dispuesto a pagarlo.

- Cortesía de la casa, para el señor Wayne – se limitó a decirle el camarero.

Bruce detestaba al linterna y sonrió al verlo hundido en su propia estupidez. Le dejó al camarero doscientos dólares de propina.

Alardeaba, sí, de tener dinero, pero ¿Alardea un águila de su fabuloso plumaje delante de los pequeños gorriones?

No.

Simplemente es así.

Bruce nació en una familia rica y poderosa, la más acaudalada de Gotham, y muy probablemente del país.

Creció rodeado de lujos y muy probablemente terminaría muerto en alguna alcantarilla de Gotham ... pero eso ya era otra historia.

La historia de Batman.

- Va a ser una larga noche – sentenció Arthur bebiéndose toda su copa de un trago.

- ¿Cómo está Iris? – le preguntó Wayne a Barry.

- Oh, pues ... gorda ... está casi de seis meses. El otro día se le antojó sushi y tuve que ir a Osaka a buscárselo, y no me refiero a que el restaurante se llamara así, sino que estaba allí, en Japón – Suspiró – Menos mal que se come frío.

- No te quejes, no creo que tardaras más de cinco minutos en ir i volver – replicó Jordan.

- ¡Cuatro! – dijo el hombre más rápido del mundo orgulloso de sí mismo – Tengo que reconocer que estoy un poco acojonado con eso de ser padre.

- Lo harás muy bien – Dijo Clark.

- Por cierto – apuntó el linterna - ¿Y tú Big boy? ¿Te vas a atrever ya con Lois? Me han dicho que ha cortado con su novio.

- Nooo – levantó las manos el kriptoniano sintiendo como los músculos de Bruce se tensaban al escuchar el nombre de su compañera – Lois y yo somos solo amigos.

- Sí claro, una amiga de la que llevas años enamorado.

- No es cierto – zanjó Clark el asunto – Entre Lois nunca ha habido ni habrá nada – Le puso una mano a Bruce encima del muslo, que éste se apresuró a retirar, pensando cuánto le gustaría romperle esa dentadura perfecta al policía estelar.

- ¿Por qué no? Ella es perfecta para ti – Continuó Flash – Es guapa ...

- ¡Tiene un culo espectacular! – le interrumpió Hal – Yo me la tiraría, si no estuviera enamorada del hombre de acero yo ...

- Bruce – Se metió Diana en la coversación – Me encanta esta canción – Sonaba Lost in You de LP - ¿Me acompañas a la pista de baile? No quiero bailar sola – le dijo ya poniéndose de pie.

El murciélago agradeció la interrupción voluntaria de la amazona en la conversación y le ofreció la mano, para agarrarla después de la cintura, llevándola así hasta la pista de baile, siendo el foco de todas las miradas, tanto de hombres como de mujeres.

- En serio ¿Diana también? Pero ¿Qué le ven las tías? – se exasperó Jordan.

- Es joven, guapo, poderoso y más rico de lo que gente como nosotros puede imaginar – Señaló Barry – Juega en otra liga Hal.

Los cinco hombres se quedaron observando cómo sus dos compañeros bailaban en medio de un corro de gente que se había formado alrededor de ellos, para darles espacio.

- ¡Será alguna super modelo! – decían ellos

- ¡Quién fuera ella para estar en los brazos de Wayne! – soñaban ellas

- ¡Oh, no! Encima sabe bailar – se lamentó el Linterna bebiéndose todo el champagne de su copa .

- Mañana estarás en todas las portadas de la prensa rosa – le dijo Bruce al oído de la amazona mientras la estrechaba entre sus brazos y la guiaba en un baile lento y sensual.

- Sabes que estoy acostumbrada a ser el foco de atención – Dijo sin que le importara realmente que media discoteca les estuviera haciendo fotos con sus móviles - ¿Cómo te va con Clark?

- No creo que este sea el mejor momento para hablar de eso – Se quejó apartando suavemente su trenza hacia un lado mientras sus labios prácticamente rozaban el cuello de la amazona. Sabía que el kriptoniano estaba escuchando.

- Yo creo que es el momento preciso – sonrió ella.

- Clark ya sabe lo que siento por él.

- Saberlo no es lo mismo que escucharlo , y no es que tú seas ... como lo diría ... demasiado expresivo con tus sentimientos.

- Nos va bien – Se atrevió a decirle él haciéndola rodar quedando la espalda de la princesa contra su pecho, mientras le estrechaba la cintura – Nos va muy bien.

- Entonces esto ¿Es solo un intento de ponerlo celoso?

- Diana – susurró – a ti no te gustan los hombres – sentenció.

- ¿Clark lo sabe? Porque me está mirando como si me quisiera enviar al Reino de Hades

Bruce miró a su novio que acababa de poner una cara de lo más extraña - ¿No lo sabías? – preguntó Bruce en voz baja desde el otro extremo de la pista sin dar crédito a que el kriptoniano no se hubiera percatado antes.

Clark negó con la cabeza.

- Te espero en la barra, voy a pedirme algo – Dijo mientras besaba la mano de la princesa a modo de despedida, cuando la canción acabó.

- Clark ... si no me gustaran sólo las mujeres, ya le habría echado mi lazo a Bruce Wayne – Dijo la amazona dirigiéndose de nuevo hacia la mesa donde discutían sus compañeros de la liga.

Era curioso que hablaran entre ellos en voz baja, sabiendo que la distancia y el elevado volumen de la música no impedirían que Clark les escuchara.

- ¿Tú qué opinas? – preguntó Hal

- ¿De qué? – Preguntó Clark que estaba demasiado distraído vigilando a como su amante se abría paso entre la gente, sin apenas rozarlos.

- De que Bruce sea tan arrogante y presumido, es decir – Se explicaba el linterna – Si no fuera por su dinero ¿qué tendría, aparte de mal genio? Nada.

Clark se quedó mirando a Jordan y aunque no fuera su intención, supuso que sus ojos se iluminaron con ese tono rojizo que precedía a la explosión calorífica de su visión, ya que los otros miembros de la liga se callaron al instante y sintió todos los latidos acelerándose.

- Bruce ha hecho más por el grupo de lo que tú jamás harás Jordan – Dijo levantándose para ir hasta la barra donde le esperaba el murciélago.

- ¿Pero qué coño le pasa a ése? – Preguntó Hal sorprendido – ¿Desde cuándo lo defiende? ¡Pero si antes no se soportaban!

Clark se abrió paso entre la gente tratando de ser delicado, para no parecer una apisonadora. No estaba acostumbrado a estar entre tanta gente, y sentirse en un sitio cerrado, con su superoido haciendo horas extras por el volumen de la música, no le ayudaba a relajarse en absoluto.

Bruce tuvo que girarse y empezar a hablarle para que la gente que le rodeaba en la barra le dejara acercarse a él, pues todos pretendían tener un pedazo del multimillonario de moda.

- ¿Qué quieres tomar? – le preguntó el murciélago que ya tenía a una camarera dedicada en exclusividad a sus peticiones.

- Así que ¿Estamos bien?- Le susurró al oído sonriéndole, para encontrarse con sus ojos del color de la tormenta.

- Me ha gustado mucho tu artículo sobre la revuelta estudiantil, ha sido ... clarificador.

- ¿Estamos bien? – Insistió feliz

- Espiar es de mala educación – El murciélago buscó la entrepierna del kriptoniano con su cadera y se frotó levemente con ella – Estamos muy bien.

La música dejó de retumbar en la cabeza de Clark, los comentarios de las personas que allí se encontraban dejaron de escucharse y un implacable silencio lo consumió todo, excepto la respiración pausada de Bruce.

Clark acercó su rostro peligrosamente al de su amante. Sabía que no era el lugar, ni el momento, pero ante su mera presencia, no podía negar la evidencia. Se sentía atraído por aquel hombre, de una manera que escapa a su comprensión.

Bruce se desvió en el último momento, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad y le dio un sorbo a su Glenfiddich con hielo, saboreando sus labios con la lengua en un gesto sensual que sacó de sus casillas al kriptoniano.

- Salgamos de aquí – Le suplicó Clark.

El murciélago dejó su whiskey sobre la barra, y un billete de los gordos, y lo siguió hacia la puerta de servicio, que Clark no tardó en abrir con un leve empuje, aunque estuviera cerrada con llave.

En cuanto la puerta se cerró tras de ellos, el cuerpo del kriptoniano ya estaba totalmente pegado al del murciélago y sus bocas se fundían en una sola.

El teléfono de Bruce vibró.

- No contestes – Dijo Clark sin apenas soltar sus labios de su amante.

- ¿Sí? ¿Víctor? – Preguntó Bruce alzando la voz a Cyborg, pues la música de la discoteca resonaba por aquel pasillo de servicio del local. Se tapó el otro oído con la mano.

- ¿Puedes localizar a Clark?

- Si – Evidentemente no le dijo que lo tenía justo encima de él y que ya le estaba escuchando.

- Han ingresado a su madre en el Hospital de Kansas City. Está muy grave.

El murciélago observó tan solo un momento al kriptoniano, que ya no era más que un borrón en su retina.

CONTINUARÁ ...

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