Capitulo 24: Truco o trato

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CAPITULO 24

Truco o trato

BRUCE WAYNE

- ¡Alfred, necesito un helicóptero ahora! - Le gritó a su mayordomo por teléfono, al salir de la discoteca.

- Espere un minuto - se apresuró a decir, mientras Bruce le soltaba una mirada asesina al portero por no tener su coche esperándolo en la puerta.

Le arrebató las llaves de las manos y se metió en su deportivo descapotable saltando sobre el asiento del conductor, sin detenerse a abrir la pueta. El motor rugió ante la mirada atónita de los espectadores hasta que dobló la esquina quebrantando todos los límites de velocidad.

- ¡Así son los ricos! - Se dijeron los porteros - ¡Excéntrico!

- Encima del Hilton, señor, es el más cercano a su posición - Dijo Alfred mientras Bruce hacía un cambio de sentido en plena octava avenida, haciendo que los demás coches tuvieran que frenar para evitar colisionar entre sí.

Bruce dejó el lamborghini e en la puerta del Hotel y le lanzó las llaves a uno de los conserjes.

- Buenas noches señor Wayne - se apresuró a decir éste - ¿La habitación de siempre?

Pero Bruce no contestó, se dedicó a aporrear todos los ascensores del vestíbulo mientras algunos de los clientes lo miraban incrédulos. Cuando el primer elevador llegó, se metió dentro como una exhalación y apretó el botón del ático, sin dejar que nadie más entrara en él.

Eran las ventajas de ser Bruce Wayne. Podía hacer lo que le viniera en gana sin que su reputación se resintiera por ello, ya que raramente podría ir a peor.

Ya en la azotea, el helicóptero esperaba con el rotor encendido y las hélices en marcha. Bruce entró en el asiento del copiloto, se abrochó el cinturón y se puso los cascos.

- Al hospital Central de Kansas City - le dijo al piloto que ya había comenzado las maniobras de despegue - De prisa.

- Cómo ordene señor Wayne.

En apenas una hora, aterrizaron sobre el helipuerto del Hospital de Kansas y ante la mirada estupefacta del piloto, el multimillonario se lanzó sobre el suelo cuando aún quedaban cuatro metros para alcanzarlo.

Por un momento, éste pensó que estaba loco pero al verlo correr tan airoso en dirección a la puerta de la azotea, tan solo pensó que debía practicar algún deporte de riesgo y que estaba alardeando de ello. - De nada, señor Wayne - Dijo para sí mientras tomaba tierra.

Bruce preguntó en admisiones de urgencias de aquel pequeño hospital por la señora Kent.

- En quirófano de la UCI, cuarta planta - le dijo la enfermera extrañada ya que aquel hombre tan atractivo le sonaba algo familiar.

Wayne subió las escaleras de cuatro en cuatro hasta que llegó al pasillo de la cuarta planta y lo vio plantado ante aquellas dos puertas de color gris con cristales blancos opacos donde se leía "No pasar. Sólo personal médico autorizado"

Clark tenía la mirada perdida y las pupilas dilatadas, atravesando con su mirada las paredes, escuchando cómo los cirujanos luchaban por salvar la vida de su madre. Apretaba los puños y la mandíbula y movía los ojos a medida que éstos seguían a uno u a otro médico.

Tenía el rostro desencajado.

Bruce se acercó por detrás y le cogió de la mano.

- He venido lo antes posible - le dijo el murciélago.

Clark se giró para mirarle, con los ojos vidriosos por el llanto contenido.

- Ha perdido mucha sangre - le dijo el kriptoniano con voz temblorosa - Lleva demasiado tiempo ... sin respirar ... - Apenas podía pronunciar las palabras que se atoraban en su garganta - La están operando, pero los médicos dicen que es ... demasiado mayor para que ...

- Tu madre es fuerte Clark - Le interrumpió sosteniéndole el rostro con las manos - Ella luchará por salir adelante. Ya lo verás.

El kriptoniano apartó la vista y se tapó el rostro con las manos. Bruce le abrazó con fuerza en un vano intento por consolarle. Notó cómo el kriptoniano dejaba caer todo su peso sobre él. Sintió el ligero temblor en sus hombros.

Pocas veces había visto el miedo en los ojos de Clark, y ésta era una de ellas.

Estaba aterrado.

- Sentémonos Clark - Dijo tirando levemente de su brazo, pensando que le ayudaría el hecho de apartar la mirada del quirófano.

El kriptoniano permaneció sentado, al lado de Bruce, en aquella incómoda silla de plástico, en aquel pasillo de aire cargado y aroma a desinfectante, a la luz de un fluorescente que zumbaba y parpadeaba. Con la mirada fija en el suelo, y las manos entrelazadas en señal de súplica.

Los Dioses también suplican.



¡Qué poco entendía Clark sobre la fragilidad humana! Qué difícil se le hacía el comprender que la biología de los terrícolas era simplemente imperfecta y que en cualquier momento podía fallar fatalmente.

La vida en La Tierra era efímera. Eso es lo que la hacía tan valiosa.

Lo había visto con su padre, cuando cayó desplomado en la entrada de la granja y ahora le estaba pasando justamente lo mismo con la única familia que le quedaba.

Él, que podía hacer tantas cosas increíbles, se sentía consumido por la impotencia.

¿De qué servían sus poderes ahora?

Bruce miró su reloj. Llevaban esperando más de dos horas cuando apareció el coronel Steve Trevor por el pasillo, vestido de civil.

Sin duda, ya se habían enterado.

- Voy a buscar un café. ¿Quieres algo? - preguntó Bruce ya de pie. Clark no hizo ningún gesto. Estaba absorto en sus pensamientos y en la conversación que tenían los cirujanos en el quirófano - Enseguida vuelvo - le dijo apoyando la mano sobre su hombro en señal de consuelo.

Bruce se dirigió rápidamente hacia la posición de Steve, y cuando estuvo a su altura, lo agarró por el cuello más rápido de lo que el coronel pudo discernir. Le pegó una patada a una puerta que estaba a su lado, que resultó ser el cuarto de la limpieza y lo metió dentro estampándolo contra la pared.

- Tienes mucha cara dejándote caer por aquí - Le dijo el murciélago, apretando con una inmovilización la tráquea del marine.

- ¿Pero qué ...? - Se revolvió Steve intentando zafarse del agarre, sin conseguirlo.

Bruce le rompió la nariz de un codazo y ésta empezó a sangrarle.

- No quiero volverte a ver ni a ti, ni a nadie de tu gobierno, cerca de Clark o de ningún otro miembro de la liga - Le dijo a un palmo de la cara mientras al marine le costaba seguir consciente por la falta de oxígeno - Y dile a Waller, que sé que está trabajando con Leocadio y con Luthor, y que cuando salga del agujero donde se ha ido a esconder, la encontraré, y se lo haré pagar.

- No tengo idea de lo que estás hablando - le dijo cuando finalmente Bruce lo liberó de su agarre.

- Fuera de mi vista - Le dijo el murciélago apretando los dientes.

- Pero Bruce ...

Bruce le asestó otro puñetazo al marine que aunque puso su brazo pegado al cuerpo consiguió impactarle en el bazo, dejándolo sin respiración de nuevo.

Al coronel no se le ocurrió volver a abrir la boca, ya que el murciélago no se estaba conteniendo. Tampoco inició una batalla que sabía que no podía ganar. Abrió la puerta del cuartucho y se fue por donde había venido.

- Oh Dios - dijo una enfermera al verlo - ¿Necesita ayuda? - El coronel negó con la cabeza, apretándose el puente de la nariz para intentar cortar la hemorragia, y desapareció por la escalera de servicio dejando un rastro de gotas de sangre tras de sí - Las Urgencias están en la planta baja - Le gritó la enfermera.

Bruce intentó serenarse.

Le había declarado la guerra abiertamente al gobierno de los EEUU, al desvincular a la liga del único enlace que los políticos les habían impuesto y al que habían tolerado los últimos cuatro años.

Pero también le había servido para colocarle un dispositivo de seguimiento a Trevor bajo la solapa de la chaqueta.

Bruce volvió a sentarse junto al kriptoniano, que no se había movido. Ni siquiera había notado su ausencia.

- Están aplicándole el desfibrilador - Le dijo Clark agarrando fuertemente la silla, que crujió a punto de romperse - Ya llevan demasiadas descargas ... Ya no ... escucho su corazón.

Bruce no pudo hacer otra cosa que pasarle el brazo por la espalda y atraerlo hacia sí, para tratar de consolarlo.

Sabía lo mucho que la madre de Clark significaba para él.

Era mucho más que una madre. Era su nexo de unión con La Tierra. Su referente. Su única familia, aquella que lo anclaba a su humanidad.

El amor que se procesaban era algo difícil de entender para el caballero oscuro, pues carecía de referentes.

El kriptoniano se puso en pie mirando de nuevo hacia aquellas puertas grises que escondían el trágico final que estaba por venir.

Clark cayó de rodillas sobre el suelo, al sentir que su mundo se derrumbaba. Al escuchar cómo los médicos la desconectaban de los monitores, deteniendo el pitido continuo de la ausencia de latidos.

Al ver cómo le quitaban las numerosas vías que tenía clavadas por todo el cuerpo.

Al ver como su brazo caía inerte sobre la camilla.

Al ver sus enmarañados cabellos blancos teñidos de rojo.

Al ver aquellos ojos azules que tantas veces había admirado, ahora sin brillo. Sin vida.

Al ver cómo le cubrían su rostro con una sábana blanca.

- Ha muerto - Dijo Clark entre sollozos.

Bruce se levantó y le abrazó todo lo fuerte que pudo.

- Lo siento mucho Clark - Le acarició el pelo con los dedos, mientras que el kriptoniano hundía el rostro sobre su hombro, que Bruce sintió humedecerse por las lágrimas derramadas.

Recordó su propia pérdida tantos años atrás, en aquel oscuro callejón de Gotham.

Recordó el grito de su padre al escuchar el estruendo del arma de fuego y la bala atravesándole el corazón.

Revivió la mirada de desesperación y tristeza de su madre al mirarle mientras otra bala le atravesaba el pulmón.

Recordó cómo su madre, pronunció su nombre varias veces antes de ahogarse en su propia sangre en una rápida pero amarga agonía.

"Bruce, lo siento" - Le había dicho con su último aliento.

Recordó la mirada de culpabilidad suplicando perdón por no haber hecho nada.

Recordó el odio que oscureció su alma en ese preciso instante y que no le había abandonado por el resto de su vida.



Las puertas se abrieron y aparecieron dos de los médicos que habían intentado durante varias horas mantener a Martha con vida.

- ¿Es usted el hijo de la señora Kent? - preguntó una de ellas.

Bruce incorporó al kriptoniano sobre una de las sillas de aquel angustioso pasillo y ante la afectación de Clark optó por levantarse para saludar a las doctoras con la mano, intentando recuperarse del shock de sus propios recuerdos.

- Soy un amigo de la familia - Les dijo - Y él es Clark Kent, el hijo de Martha.

- Señor Kent - empezó a hablar la doctora más mayor, dirigiéndose a Clark aunque éste no levantaba la mirada del suelo - Su madre ha tenido un infarto de miocardio, aparte cuando perdió el conocimiento, se dio un golpe al caer al suelo y perdió mucha sangre. - Prosiguió - Hemos hecho todo lo que hemos podido, pero su ha fallecido.

- Gracias doctora - se apresuró a decir Bruce, ya que no hacían falta más detalles de lo sucedido, pues el kriptoniano lo había escuchado todo.

- Tendrá que firmar unos papeles para el seguro - Ahora la doctora joven sí se dirigía a Wayne.

- Descuide doctora. Denos un momento.

- ¿Puedo verla? - preguntó Clark con voz temblorosa, alzando la vista, mostrando cómo las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Se le partía el corazón al verlo así ... tan vulnerable ... tan humano ... tan consumido por la pérdida.

- Sí, por supuesto, cuando pueda entrar, alguien vendrá a buscarlo y podrá despedirse.

Las dos mujeres se alejaron por el pasillo comentando qué demonios hacía el multimillonario de Gotham en un hospital de Kansas City, junto a una pobre anciana muerta de Smallville.

Diana, Barry, Jordan y Arthur aparecieron al fondo del pasillo, y se detuvieron a unos diez metros de donde se encontraban.

Bruce se levantó y se dirigió hasta ellos.

- Ha muerto - Les dijo aunque viendo el estado en el que estaba Clark ya podían imaginarlo.

A Barry se le llenaron los ojos de lágrimas y se abrazó a Hal, buscando algo de consuelo, ya que hacía años que conocían a la entrañable anciana.

Los demás no la habían tratado, más allá de las pocas anécdotas que el Kriptoniano explicaba sobre su infancia, pero sentían la pérdida por Clark.

Sabían que estaban muy unidos.

- Parece que ha sido un infarto. Ahora pasará a despedirse, si queréis ... podéis acompañarlo.

Los miembros de la liga cabizbajos, comenzaron a caminar hacia Clark sin saber muy bien qué palabras escoger para consolar lo imposible, excepto Barry, al que Bruce agarró por el brazo.

Se dirigieron hasta el vestíbulo, lo bastante alejados de los demás.

- Quiero que le hagas la autopsia a Martha.

- ¿Qué? ¡Estás loco! - Exclamó Barry

- Tenemos que descartar cualquier hipótesis - El murciélago estaba seguro que en el estado de shock en el que se encontraba el kriptoniano, no estaría escuchando esta conversación.

- Pero ¿Qué hipótesis? - se extrañó Barry como si su compañero estuviera más paranoico de lo normal.

- Tengo mis motivos para pedírtelo.

- ¡No! No pienso abrir a la madre de Clark en canal a menos que me justifiques por qué debería hacerlo - El velocista hablaba muy en serio.

Bruce se lo pensó dos veces antes de hablar pero entendió que era comprensible que tuviera que darle alguna clase de explicación a su compañero.

- Superman ha estado en el punto de mira del gobierno desde hace meses. Tengo pruebas que relacionan a Waller con la LexCorp, y con la fabricación de armas letales de kriptonita. Armas que ya fueron probadas con Clark en una ocasión en la que estuvieron a punto de matarlo.

- ¿Qué? - Dijo Barry sin poder creérselo - ¿Y ahora me lo dices? ¡Joder!

- No es momento para hablar más de esto, pero necesito que le hagas la autopsia a Martha. Busca patógenos, neurotoxinas ... lo que sea.

- Y cómo demonios voy a conseguir el permiso. Kansas está fuera de mi jurisdiscción - Le dijo el policía forense - ¡Y no soy médico!

- Yo lo arreglaré todo para que tengas acceso al cuerpo. Manda las muestras a Víctor. Hará los análisis desde la Atalaya. Ya está al corriente.

- Maldita sea Bruce ¡Deberíais habérmelo dicho antes! - replicó de nuevo. Ahora no sabría cómo mirarle a su hijo a la cara.

***

Bruce llevó a Clark en un coche alquilado, desde el hospital de Kansas hasta la granja de Smallville.

Le había sugerido quedarse en un hotel, pero el kriptoniano se había negado. La granja será siempre mi hogar, le había dicho con tristeza mientras miraba por la ventanilla entreabierta del vehículo, dejando que el aire otoñal acariciara su pelo azabache.

Llegaron a las once de la mañana. El murciélago le pidió que se quedara en el interior del coche un momento. Clark sabía perfectamente el por qué y aceptó con un leve movimiento de cabeza.

Bruce limpió la cocina, que todavía tenía un enorme charco de sangre en el suelo. También había agujas y demás material sanitario que los paramédicos habían utilizado en su primera asistencia a la anciana. Lo metió todo en una bolsa, para analizarlo después, y se fue en busca de Clark.

Le abrió la puerta y el kriptoniano entró en su casa, sintiéndose por primera vez como un extraño, sabiendo que no volvería a escuchar la voz de su madre entre aquellas paredes que encerraban tantos recuerdos.

Suspiró y empezó a temblar parado en la entrada.

- Si quieres podemos ir a otro sitio - Dijo el murciélago.

Clark negó con la cabeza y atravesó el comedor hasta la escalera. Subió a la planta de arriba sin atreverse a mirar más que al suelo, y se dejó caer sobre su pequeña cama en su habitación, acurrucándose sobre sí mismo.

Bruce se quitó los zapatos y se tumbó a su lado.

Clark se abrazó fuertemente a él.

- Gracias por estar aquí - le dijo el kriptoniano.

***

Bruce no durmió en toda la mañana, y durante mucho tiempo el kriptoniano tampoco lo hizo. Permanecieron en silencio, sin dejar de abrazarse, durante horas.

No había nada que el murciélago pudiera decir que consolara a Clark, eso lo sabía por propia experiencia, así que estar allí, con él, era lo más que podía hacer.

Alfred ya se estaba encargando de manejar todo el tema del funeral y del entierro, que sería a la mañana siguiente. Bruce había comprado las deudas de la granja y había pagado los gastos médicos y de herencia que pudiera acarrear el fallecimiento de la señora Kent, así que al menos Clark no debía preocuparse por eso.

- ¿Quieres comer algo? - preguntó Bruce pasadas las cinco de la tarde. Ya empezaba a oscurecer en las vastas praderas de trigo de Smallville.

Clark negó con la cabeza.

- Yo bajaré a hacerme algo - Le dio un beso en los labios y volvió a acariciarle el pelo. El kriptoniano asintió.

Bruce cogió su móvil y bajó las escaleras. Había escuchado que había vibrado varias veces pero había preferido no cogerlo en presencia de Clark.

Nueve llamadas perdidas. Una de Alfred, una de Diana y siete de Barry.

Mala señal.

El velocista le había enviado el resultado de la autopsia. Estaba listo antes de lo que Bruce había previsto.

Abrió el archivo y sus peores sospechas se confirmaron:

Altos niveles de neurotoxinas, tales como plomo, etanol, glutamato y algunas más con las que Bruce estaba lamentablemente familiarizado.

¡No puede ser! - Se dijo para sí mismo llevándose las manos a la cabeza - ¡No puede ser!

Siguió leyendo : Herida en la cabeza por golpe contundente, incompatible con caída accidental de la fallecida.

Entró en la cocina hecho un manojo de nervios y empezó a rebuscar por todos los rincones, a observar cada detalle.

¡Algo se le había pasado por alto!

¡Joder Bruce! - repetía en su cabeza una y otra vez buscando en todos los armarios de la cocina.

¡No puede ser! ¡Es imposible! ¡Imposible!

Abrió el armario donde Martha guardaba los vasos y el resto de la vajilla y lo vio.

En ese momento, dejó de respirar y palideció al instante. Con la mano temblorosa agarró la taza favorita de Martha, esa que no había podido negarse a firmar. Tenía algo más escrito en letras rojas, grabadas con sangre:

"Por tu culpa"

Las pupilas del murciélago se encogieron haciéndose prácticamente inexistentes, su cuerpo se estremeció y perdió todo tono muscular. El nudo en la boca del diafragma prácticamente no le dejaba respirar y soltó la taza haciéndose mil pedazos al chocar contra el suelo.

- Bruce ¿Estás bien? - le preguntó Clark desde la entrada de la cocina - He sentido cómo se aceleraban tus constantes.

- Estoy bien - se apresuró a decir el murciélago - Es sólo que he roto la taza de tu madre. Lo siento mucho Clark.

- No importa. Es tan solo una taza - se mostró algo escéptico de que una simple pieza de vajilla provocara esa reacción en su compañero.

- Ya, es que era ... su favorita - Dijo intentándose tranquilizar sin conseguirlo.

- No te preocupes, yo lo recogeré.

- ¡NO! - le gritó exaltado - Yo lo haré.

Bruce se apresuró a coger la escoba y el recogedor y tirarlo todo a la basura. Por suerte, el kriptoniano volvió a subir las escaleras.

- Voy a ducharme - le dijo.

- Ahhh, Clark ... tengo que ... tengo que irme.

- ¿A dónde?

- Tengo unos asuntos relacionados con el funeral de tu madre que debo atender - Mintió mucho peor de lo que acostumbraba a hacer.

- ¿Tiene que ser ahora?

Bruce sabía que Clark no le perdonaría que lo abandonara en ese momento pero no podía quedarse allí. Tenía que comprobarlo. Tenía que seguir diciéndose a sí mismo que no era posible.

- Sí, lo siento. Lo siento mucho Clark, pero no puedo esperar - Le dio un beso en los labios que Clark no correspondió - Llamaré a Diana para que esté contigo. Llegará en un momento.

- ¿Cuánto tardarás? - Le preguntó sospechando que la huída del murciélago no tenía nada que ver con lo que les estaba contando, ya que jamás había visto a Bruce en ese estado de ... pánico.

- No lo sé - dijo antes de cerrar la puerta.

***

Cuatro horas más tarde en Gotham

- Esto no es el procedimiento habitual Batman - le reprochó Gordon mientras recorrían la galería de máxima seguridad del pabellón D de Arkham.


- Me trae sin cuidado el procedimiento - Dijo el murciélago parándose ante la celda y mirando por la pequeña ventanilla llena de barrotes - Abran la puerta - Les dijo a los guardias que lo miraban atónitos.

- Pero señor, no podemos - le dijo uno de ellos - Es un preso de categoría A y el Alcaide no ha autori...

- ¡QUE ABRAN LA PUTA PUERTA! - Gritó Batman enloquecido, para sorpresa del comisionado y de los agentes.

Dos de ellos sacaron sus tarjetas de seguridad al unísono y a la vez que las pasaban por las placas de seguridad situadas a ambos lados de la puerta, llamaron a su torre de control dando el cifrado clave que autorizaba la apertura.

La celda se abrió.

- Ves, todo correcto Batman - dijo suspirando el James Gordon, aliviado de que el murciélago se equivocase por primera vez.

Pero Batman, lejos de contentarse entró en la mugrienta y húmeda celda, agarró de la camisa naranja a aquel desgraciado de pelo verde y tez blanca que le daba la espalda y lo volteó para darse cuenta de que no era él al que deseaba encontrarse.

- ¡Joder! - Maldijo Gordon llevándose las manos a la cabeza - ¡Éste no es él!

Batman estampó aquel pobre desgraciado y lo golpeó tan fuerte en la cara, que la sangre salpicó a varios de los guardias que se encontraban en el lugar.

- ¡DIME DÓNDE ESTÁ! - Volvió a golpearle fuera de si - ¿DÓNDE ESTÁ EL VERDADERO JOKER?

Flashback (treinta minutos antes de la muerte)

Martha se encontraba haciendo su delicioso pastel de manzana, que ya estaba casi listo. Le molestó que su vecina, la señora Lang se hubiera adelantado a su cita para jugar al Mus, pues no podría terminar de ver el programa del corazón al que se había vuelto asidua desde que su hijo salía con el multimillonario de Gotham. Ya se sabe, por si su yerno, como a ella le gustaba llamarle en la intimidad, salía por la tele.

- ¡Ya voy! - Dijo abriendo la puerta, que nunca cerraba con llave.

Martha supo de quién se trataba en cuanto sus ojos se toparon con los del demonio de cabellos verdes y piel pálida como la cera.

Jamás podría olvidar esa sonrisa sádica y macabra aunque sólo la hubiera visto alguna vez en las noticias.


Lo supo en el mismo instante en el que el demonio soltó la primera de sus risotadas.

- Susto o muerte señora Kent.

Lo supo.

Supo que iba a morir en sus manos y mientras seguía oyendo las carcajadas del demonio sosteniendo un martillo, su último pensamiento fue para su hijo, sintiéndose culpable por dejarle solo en este mundo.



CONTINUARÁ ...

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