Capitulo 26: Consecuencias

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CAPITULO 26

Consecuencias

BRUCE

La doctora Thompkins salió de la sala médica con el cuerpo y la mente agotados después de horas de arduo trabajo en los que consiguió estabilizar el cuerpo del kriptoniano.

Aunque todos los miembros de la Liga estaban en la Atalaya, sólo Batman y Wonder Woman se habían quedado a escuchar el diagnóstico de la mujer.

Leslie, se quitó los guantes ensangrentados y los tiró con cansancio a una papelera que había en el pasillo.

Su rostro estaba devastado.

Habló todo lo profesional de lo que fue capaz, aunque sus más de treinta años en Urgencias del Hospital Gotham General no le habían servido de mucho en aquella ocasión.

Nunca había visto nada igual.

- Tiene cinco costillas rotas, también el fémur derecho, cúbito y radio izquierdos, pómulo – Suspiró para seguir con lo peor – Le han seccionado, o mejor dicho arrancado, los dedos anular y meñique de la mano derecha, anular y meñique del pie izquierdo, así como todas las uñas, y ... el ojo izquierdo. – Diana escuchaba negando con la cabeza - Por no hablar de que el cuarenta por ciento de su cuerpo está lleno de laceraciones y quemaduras químicas de tercer grado, así como cicatrices hechas con armas cortantes y de fuego – Alzó la vista para mirar por primera a Bruce, que llevaba puesto su traje de murciélago, pero sin máscara - Le he puesto una solución salina para hidratarlo, pero creo que está en coma – La doctora puso la mano sobre el hombro de Bruce - No sé nada de la biología kriptoniana, pero desde luego, que respire, aunque sólo sea un par de veces cada hora, ya es un milagro.

Diana lo miraba a través del cristal, apoyando sus manos sobre la fría superficie, observando a su amigo intubado sobre la camilla, con la mitad del cuerpo vendado y la otra mutilado. La rabia y la tristeza la consumieron como nunca mientras sus ojos se humedecían. Apretó los puños y la mandíbula con fuerza, hasta que la sangre resbaló por sus dedos.

- Ya tengo los análisis – Continuó la doctora – Le han estado inyectando kriptonita de manera habitual en su cuerpo, pero también heroína y otros opiáceos, lo que me hace pensar que desarrollará un síndrome de abstinencia. Si es así, suminístrale la metadona. Te lo he dejado todo preparado y escrito – Hizo otra pausa y habló en voz más baja – No lo expongas al Sol, he cogido algunas muestras de tejido, y sus células no han aguantado la radiación solar. No sé si es por el sobreesfuerzo de mantenerlo con vida, pero ... si se recupera, tendrá que ser como lo hace cualquier humano. Luchando.



La doctora buscó directamente los ojos de Bruce, que hasta entonces había rehusado el contacto visual para mirar los informes médicos.

- Bruce, ya sabes que nunca he aprobado tus métodos, pero por Dios que espero que encuentres al que le ha hecho esto y se lo hagas pagar – Respiró profundo intentando serenarse - Él salvó a mi sobrina y a sus dos hijos de morir ahogados con el Katrina. No se merecía esto... No se lo merecía – Repitió mientras se iba caminando por el largo pasillo de la Atalaya, negando con la cabeza.

- La acompaño – Dijo la Amazona lamentando dejar a Batman solo. No había abierto la boca desde que había aparecido con Clark entre sus brazos. A los demás no les había extrañado demasiado el comportamiento del murciélago, pues siempre había sido un hombre reservado y de pocas palabras, pero Diana sabía bien lo afectado que estaba.

Lo notaba en el ligero temblor de sus labios. Sabía que el peso del mundo caía sobre el alma de su amigo.

Bruce tomó el pomo de la puerta, y se quedó allí parado por un tiempo, debatiéndose entre si entrar en la sala médica, o no, y así conseguir el valor suficiente para encarar lo que consideraba el más terrible de sus fracasos.

No se escuchaba nada más que el pitido de los monitores médicos, demasiado pausados como para pertenecer a un humano. Apenas Cinco pulsaciones por minuto, apenas dos respiraciones cada hora, temperatura de veinte grados ... Bruce acercó una silla a la camilla y se sentó junto a él. Parecía dormido, pero no lo estaba. Su cuerpo había colapsado ante lo que fuera que había sufrido durante esos dos meses y había entrado en shock.

La paz que parecía invadir su rostro lisiado era sólo una macabra mentira que escondía todo el sufrimiento padecido durante su cautiverio.

Bruce le cogió la mano medio vendada, la agarró con ambas manos y frotó sus dedos instintivamente para darle calor.

Estaba helado.

Su piel no se sentía como su piel.

La desesperación del murciélago era palpable, pero ahora no pensaba en venganza, sólo pensaba en el hombre que se debatía entre la cida y la muerte y en la culpa. Debía centrarse en cómo podía ayudarle. No podía derrumbarse. No podía mostrar que empezaba a sentir que se rompía por dentro.

Un leve temblor en la mano de Clark sacó a Bruce de su letargo.

El monitor pareció volverse loco, y los pitidos fuertes y seguidos inundaron la sala médica.

Clark empezó a convulsionar violentamente y sus extremidades se agarrotaron con fuerza mientras habría el único ojo que le quedaba.

Batman llevó su mano a la frente del kriptoniano intentando que fijara su mirada perdida en él. Todo su cuerpo se retorcía de dolor, como así lo revelaba la expresión de su rostro. Pánico.

El kriptoniano se arrancó con su mano izquierda el tubo que se le introducía en la tráquea, y que le ayudaba a respirar.

Con su único ojo, clavó su mirada verde esmeralda en aquellos ojos grises que lo observaban impotentes, consumidos por la incertidumbre.

Clark le agarró por el cuello y empezó a apretar intentando incorporarse sin llegar a conseguirlo.

Batman se deshizo de la mano que lo apresaba. No tenía la fuerza de un súper hombre, ni siquiera se acercaba, pero el dolor que le había provocado esa reacción era el peor que había padecido en mucho tiempo.

- Clark, soy yo – le dijo en un susurro.

Superman agarró una bandeja plateada con instrumental quirúrgico que tenía a mano y la estampó contra la cara del murciélago, que no hizo nada por evitarlo.

Batman sintió que su ojo se teñía de sangre y escuchó a la Amazona gritar como si estuviera muy lejos, cuando realmente se encontraba a su lado.

- Barry ¡Saca a Bruce de aquí! – Ordenó Wonder Woman al velocista.

Superman intentó golpear a la mujer, pero ésta paró su ataque cerrando sus dedos en torno a la mano del kriptoniano, y girándosela provocando que sus articulaciones crujieran.

Clark lanzó un grito y se retorció de dolor.

- Diana ¡NO! – Gritó Bruce desesperado, zafándose del abrazo de Barry - ¡No le hagas daño!

Pero ya era tarde. La mujer había lanzado al kriptoniano contra el cristal. Seguramente se contuvo, seguramente pensó que el Kriptoniano conservaría algo más de su antigua fuerza, pero no era así. Salió despedido como el muñeco roto que era y al impactar contra la ventana se quedó en el suelo, hecho un ovillo, agarrándose las piernas con los brazos y ocultando su rostro entre ellos. Estaba temblando, completamente desnudo y sus brazos sangraban ya que se había arrancado las vías y los electrodos que lo conectaban a los monitores, que ahora emitían un pitido incesante. Balbuceaba sonidos ininteligibles.

Casi parecía una súplica.

Bruce se aproximó a él despacio, con el rostro ensangrentado, hablándole para no atemorizarlo más de lo que ya estaba, mientras hacía gestos a Diana y a Barry para que no se acercaran.

- Clark, soy yo, Bruce – No obtenía ninguna respuesta por parte del kriptoniano – Clark, estás en la Atalaya. Estás a salvo en la enfermería... Clark mírame por favor – Acabó suplicando con desesperación con la voz quebrada.

Pero el alienígena seguía abrazado sobre sí mismo, sin levantar la mirada y susurrando palabras sin sentido. Los allí presentes dudaron si quiera que estuviera en condiciones de escuchar a nadie. Parecía totalmente ido.

- ¡Pínchale! – Ordenó la Amazona que había saltado sobre él, agarrándole las manos, ahora con mayor suavidad para no hacerle daño innecesariamente.

Flash cogió la jeringuilla y se la inyectó directamente en la yugular.

El kriptoniano se desplomó sobre el suelo al instante.

- Tenemos que atarlo – Dijo Barry – Por su propia seguridad y la nuestra.

Diana lo tomó en brazos y lo dejó de nuevo sobre la camilla, mirándolo con la desesperanza impregnada en sus hermosos ojos celestes. Barry lo ató de manos y pies a la camilla que estaba anclada al suelo, observando laceraciones antiguas en muñecas y tobillos. No volvió a intubarlo, pero sí le puso de nuevo las dos vías que le suministraban el suero y los calmantes, de los cuales aumentó la dosis.

- Vaya mierda – Susurró Barry para sí mismo, odiándose por lo que estaban obligados a hacer. Clark era su amigo, y ahora, después de todo lo que había sufrido, volvían a encadenarlo ellos mismos.

- Bruce ¿Estás bien? – Le preguntó la Amazona intentado tocarle la herida del rostro con la mano.

El murciélago ­evitó el contacto de la mujer y se limitó a girarle la cara, mientras él mismo cogía unas gasas y se las llevaba a la sien.

- ¿Puedes quedarte con él esta noche? – le pidió a la mujer.

- Claro. El tiempo que necesites. Bruce – le llamó cuando éste ya salía de la estancia – No hace falta que te recuerde que nada de eso es culpa tuya. Esto ha pasado porque él es quien es. No tiene nada que ver contigo.

Pero Batman ya se había ido.

Sentía que si se hubiera quedado, no hubiera podido contener las lágrimas.



DICK

Esa misma noche Dick bajó las escaleras de la Batcueva esperando encontrar a Bruce allí.

Alfred y él le habían visto entrar con el batmobil por el acceso del lago, y no había subido a la mansión, así que debía estar abajo. Lo encontró delante de la enorme pantalla del ordenador, donde últimamente las horas que pasaba allí se habían vuelto días, y los días, semanas enteras.

- Bruce – le llamó el chico intentando sonar natural – Alfred te ha preparado el desayuno.

Grayson se extrañó que la pantalla del ordenador estuviera apagada. Bruce jamás apagaba ese ordenador. Con pasos ágiles se plantó rápidamente hasta la posición donde se encontraba su padre adoptivo, aunque jamás le había llamado así.

- Bruce ¡Estás herido! – Dijo mirándole al rostro, viendo el corte sobre su ceja derecha – Espera, buscaré algo para curártelo.

El chico salió de la sala médica con aguja, hilo, gasas y antiséptico. Se colocó los guantes, y ante el mutismo y la mirada perdida del murciélago, empezó a limpiarle la herida.

El estado de ánimo del caballero oscuro no había pasado desapercibido ni para él, ni para Alfred.

Ya lo habían visto otras veces decaído, u obsesionado. Pero esta vez era distinto.

La búsqueda de Superman lo había consumido de tal manera, que ahora tan sólo parecía una sombra de lo que había llegado a ser, un vestigio del justiciero de Gotham, que apenas abandonaba su guarida.

- No te preocupes – le dijo el chico tratando de animarle – Te pondrás bien, aunque ésta sí que te dejará cicatriz visible – ¿No llevabas la máscara puesta? – Bruce negó imperceptiblemente con la cabeza mientras el chico empezaba a coserle – Intentaré no estropearte tu bonita cara – Bromeó.

Dick estaba concentrado en atravesar la piel del murciélago causándole el menor daño posible. Los puntos eran casi profesionales. No era la primera vez que le cosía, aunque rara vez lo herían en el rostro, y eso era una responsabilidad añadida.

Cuando dio el último punto, pensó decirle que no le había quedado tan mal. Y que una vez cicatrizado, prácticamente no se le notaría la marca, pero sus palabras quedaron ahogadas en su garganta al ver una solitaria lágrima resbalar por la mejilla de Batman.

- Bruce – susurró entristezido - ¿Qué ha pasado? – temió preguntar, pues nunca había visto a su padre llorar. De hecho dudaba que alguna vez lo hubiera hecho, pues Alfred en una ocasión le dijo que no derramó ninguna lágrima ni siquiera en el entierro de sus padres.

Batman no contestó. Tan sólo abrazó al chico, que estaba de pie ante él. Aquel niño que se estaba convirtiendo en un hombre, era lo mejor que había hecho en la vida. Era lo único bueno que realmente tenía, aparte de Clark.

Dick se quitó los guantes rápidamente y le devolvió el abrazo, pasando sus dedos por el cabello castaño oscuro.



Permanecieron así inmóviles, durante varios minutos, aunque Dick podría haber aguantado horas, pero llegado el momento, Bruce se apartó, suspirando, tratando por todos los medios de serenarse, evitando cruzar su mirada con la del joven.

Grayson no sabía qué hacer ni qué decir, pero sabía que Bruce había tocado fondo. Aquel hombre que guardaba todos los problemas del mundo para sí mismo, y lo que es peor, que se consideraba responsable de ellos, ya no había podido aguantar más su coraza de inhumana insensibilidad.

- Bruce, si necesitas hablar ... de lo que sea ... sabes que puedes contar conmigo – Le dijo mientras apoyaba una mano sobre su hombro. – Al chico también le costó articular las palabras, con su voz quebrada por el dolor de verle así.

El murciélago agarró la mano del chico.

- Lo sé. Gracias Dick – Hizo una pausa para conectar de nuevo la pantalla del ordenador – Dile a Alfred que prepare mis maletas. Me voy de viaje mañana por la mañana.

El chico sabía que era inútil preguntarle, pues si hubiera querido, Bruce ya le habría dicho el destino de su viaje.

- ¿Estarás fuera mucho tiempo?

- Me temo que sí.

- Vale, Bruce. Cuídate mucho. Ya nos veremos.

- Dick – le llamó cuando éste ya estaba en el ascensor – Le encontré – Las pupilas del joven Grayson se dilataron a sobremanera. Así que era eso. Bruce había encontrado a Superman, después de tantos meses buscándole. El joven temió preguntar entendiendo el motivo del estado emocional de su viejo – Está – Dudó - ... vivo.

- Se lo diré a Alfred– Dijo el chico antes que las puertas automáticas se cerraran. Realmente no entendía lo que pasaba, y la desolación en los ojos de su padre lo habían dejado claramente afectado.

Al fin había encontrado al kriptoniano, así que esperaba que su estado de ánimo fuera mejor, pero había dudado al decir que estaba ... vivo, y eso sólo significaba que seguro que estaba herido ... en el mejor de los casos.

Nunca antes había visto a Bruce tan vulnerable, y eso había hecho que se le humedecieran los ojos hasta el punto de derramar también lágrimas en la soledad de aquellas paredes de metal, que lo elevaban hasta le ascensor.



ÓLIVER

Felicity golpeaba las teclas del ordenador con una velocidad pasmosa, buscando pistas y cotejando datos para el último de los casos de Arrow, cuando sintió una presencia detrás de ella.

Al principio pensó que sería Diggle, puesto que acababa de hablar con Oliver y éste estaba en la otra punta de la Star City, pero pronto se dio cuenta que quien fuera que hubiera entrado, no era ninguno de sus compañeros.

Llevó su mano temblorosa lentamente debajo de la mesa donde tenía una pistola escondida cuando le escuchó hablar.

- No he venido a hacerle daño señorita Smoak. Estoy buscando a Oliver.

¡Genial! Quien fuera, ya sabía de su identidad y de la identidad de Arrow, y era lo bastante listo como para colarse en su guarida, cosa que ella siempre había pensado que era totalmente imposible, hasta ahora.

Felicity se giró, apuntando a la figura oscura que se alzaba ante ella cuando se dio cuenta de quién era.

La figura del murciélago era imponente. Prácticamente dos metros de músculos y de alta tecnología, coronados con esa máscara que le ocultaba el rostro y esa capa oscura que ondeaba sobre el suelo como si estuviera viva.

Parecía el mismísimo Diablo que había venido a reclamar su alma, y el rostro de la mujer palideció al instante.

La pistola se escurrió de entre sus dedos provocando un ruido sordo al chocar contra el suelo.

Él la cogió, sin inmutarse, le quitó el cargador y el cartucho de la recámara y la volvió a dejar sobre la mesa donde trabajaba la mujer.

- Ayyy, por Dios – Felicy se llevó las manos a la boca sin acabar de creérselo – Es usted ... es usted ... ¡Batman!

El murciélago se llevó una mano a su guante izquierdo que era un alarde de tecnología, apreciado por pocos, como la mujer que tenía enfrente. Apretó un par de botones.

- Soy yo – Hizo una pausa – Voy a poner el manos libres para que te escuche la señorita Smoak.

- Te esperaba mañana – Dijo Oliver, mientras Felicity se relajaba sobre su cómoda silla, al escuchar su voz.

- He llegado antes de tiempo.

- ¡Está aquí Batman! – Gritó la informática como para acabar de creérselo - ¿Por qué nunca me has dicho que conocías a Batman? Te hubiera pedido un autógrafo ... o algo – Susurró más para sí misma.

- Felicity, tranquilízate – le dijo el arquero un poco nervioso – Batman es un invitado. En cinco minutos estoy ahí – Dijo antes de colgar la comunicación.

Felicity observó minuciosamente al murciélago sin atreverse a mirarlo directamente a los ojos.

- Ese traje que llevas ... es ... es una pasada – le dijo como el que admira una hermosa obra de arte – ¿Kevlar reforzado con titanio? – preguntó curiosa - ¿Cómo has solucionado la rigidez del escudo balístico?

No obtuvo respuesta.

- ¡No hablas mucho, eh! Yo sí. No puedo callarme, sobre todo cuando estoy nerviosa – Se levantó de la silla calculando la increíble envergadura del murciélago – ¿Y qué te trae por Star City? ¿Cuánto mides? – Se cayó al ver la impasibilidad de Batman – Es que ... estoy muy nerviosa. Ese traje acojona bastante ¿Cuánto pesa?

Cuando ya no sabía qué decir y en un periodo de tiempo que le pareció interminable, vio a su jefe bajar las escaleras de la nave industrial, y fue de las veces que más se alegró de tenerlo delante.


Batman y Arrow se saludaron con un fuerte apretón de manos.

- Siento meterte en esto Oliver.

- Tú has harías lo mismo por mi – Le dijo el arquero – Está todo preparado, abajo, tal y como me dijiste. Puedes entrar el camión por la nave contigua. Desactivaré la seguridad.

Batman se esfumó entre las sombras como un espectro y Felicity se quedó boquiabierta – Camión ¿Qué camión?

Oliver abrió las puertas del tráiler y se subió de un salto para ayudar a Batman a bajarlo.

Al verlo, su corazón se encogió.

Él mismo había sufrido torturas durante meses pero eso que le habían hecho al alienígena era simplemente, una salvajada. No se explicaba cómo podía seguir vivo.

- ¿Puede oírnos? – Preguntó el arquero observando el cuerpo inconsciente del kriptoniano.

- No estoy seguro. Creo que no.

- ¿Cuánto lleva así?

- Tres semanas.

Batman deslizó la camilla por la rampa y junto con Oliver llevaron a Superman y todos los aparatos a los que estaba conectado a través de la nave industrial hasta una puerta metálica. Para abrirla, Oliver acercó el rostro sobre una pequeña caja que estaba situada en uno de los extremos y exhaló sobre el dispositivo, que emitió un pitido antes de desactivar el bloqueo de la puerta de seguridad.

Su interior era una gran sala diáfana, y en el centro de ésta, albergaba lo que podía considerarse una gran habitación acristalada que parecía un pequeño hospital, con todo tipo de aparatos médicos que servirían para tener controlado al alienígena.

Oliver volvió a exhalar sobre la puerta de cristal y ésta se abrió.

El arquero se tomaba muy en serio la seguridad del lugar, y más sabiendo como sabía, quienes eran las personas, por así llamarlas, que le habían hecho eso al kriptoniano.

Entre los dos, cambiaron a Superman de la camilla a una gran cama de hospital situada en el centro de la habitación acristalada. Oliver se sorprendió por lo poco que pesaba el kriptoniano, era prácticamente la mitad de lo que recordaba cuando lo conoció por primera vez. Le costaba reconocerlo.

- Gracias Oliver – Dijo Bruce tapando con las sábanas el frío cuerpo del alienígena.

- ¿Alguien sabe dónde estás?

- No.

- Bien – dijo palmeándole el hombro – Te traeré algo de cena.



***


Oliver bajó como todas las noches hasta el sótano de su guarida, donde había improvisado el pequeño hospital de campaña, a petición de Bruce.

Sabía que era peligroso tener al kriptoniano allí, en Star City, pero no pudo negarse.

Nunca había podido negarse a ninguno de los designios del murciélago. Quizás ese había sido el problema en su relación.

Queen se repetía a sí mismo que había superado su ruptura con Bruce, pero era perfectamente consciente que sólo trataba de engañarse a sí mismo, pues estaba desesperadamente enamorado de aquel hombre desde que se conocieron, con apenas diez años edad.

Bruce Wayne, era el amor de su vida, pero sus sentimientos no eran recíprocos, y el multimillonario de Gotham así se lo había hecho saber en varias ocasiones. Para no hacerse más daño, dejaron su amistad de lado, y en los últimos cinco años apenas se habían visto un par de veces.

El rubio de ojos verdes pensaba que la distancia le ayudaría a olvidar, y en parte así había sido, pero tenerlo allí, tan cerca, había abierto todas las viejas heridas de su corazón.

- Te he traído la cena – Le dijo, dejando una bolsa con unas letras chinas sobre la mesa de la gran sala.

Bruce salió de la sala acristalada, con un viejo chándal gris con capucha y descalzo. Siempre le gustó sentir el frío suelo bajo las plantas de los pies.

- Huele bien - el murciélago abrió la bolsa y sacó una pequeña caja de fideos. Se sentó en un destartalado sofá que le había traído Oliver y con gracilidad, empezó a comérselos con los palillos.

Desde allí, observaba a Superman, a través de las paredes de cristal.


***


El arquero había visto cómo Bruce no se despegaba del lado del kriptoniano. A menudo se quedaba dormido cogiéndole la mano, no demasiado tiempo. Apenas una o dos horas. Era todo lo que dormía su amigo en aquella silla de plástico. Por eso le había traído un viejo sofá de su inmensa casa, pues Oliver también formaba parte de la élite millonaria de la ciudad, aunque no podía compararse con la fortuna de los Wayne.

Observaba cómo lo limpiaba todos los días, con agua, jabón y una esponja, frotando el magullado cuerpo, que poco a poco sanaba sus cicatrices. Supervisaba y cambiaba el suero y las vías médicas y le ponía crema en las yagas que se le hacían en la piel por permanecer demasiado tiempo tumbado en la misma posición.

Al contrario de lo que le pareció al principio, Bruce estaba cansado, ojeroso y más pálido de lo habitual, pero parecía guardar una extraña calma. Quizás era porque se dedicaba en cuerpo y alma al cuidado del alienígena, quizás era porque por primera vez en su vida era sincero consigo mismo y con sus sentimientos hacía otra persona.

El arquero, vestido todavía con su uniforme de justiciero, pero sin la máscara, se sentó al lado del murciélago, abriendo otra de las cajas de comida.

- ¿Sin cambios? – preguntó el rubio.

Bruce negó con la cabeza.

- ¿Cuánto tiempo vas a estar aquí encerrado? Llevas semanas sin salir.

- El que sea necesario – Dijo dándole un sorbo a su cerveza.

- Estás hecho un desastre.

Bruce le miró alzando una de sus cejas, mientras Oliver se estiró en el sofá, dejando caer sus piernas sobre las del murciélago, que se incomodó un poco por el contacto.

- Al menos podrías ducharte. Arriba tengo un baño completo, por favor, utilízalo – Vio la duda en los ojos del moreno – Yo me quedaré aquí. No te preocupes.



FELICITY

Bruce titubeó algo más pero finalmente decidió hacerle caso al arquero y subió las escaleras hasta el piso superior donde Felicity seguía aporreando las teclas del ordenador, tarareando una canción pop de los años noventa.

- Voy a ducharme – Dijo Bruce, que se había puesto una toalla de baño a modo de capucha para ocultar su rostro y que no lo reconociera.

A la informática casi le da un infarto, pues se había convertido en una costumbre para Wayne el no hacer ruido. Y por experiencia, Felicity sabía que las personas que no hacen ruido son peligrosas. Era sigiloso como un gato. Debería llamarse "Catman" pero suponía que las orejas de gato no acojonaban tanto como el traje de murciélago.

- Vale, Batman, dúchate. Si necesitas ayuda, llámame – Dijo dándose cuenta de que eso había sonado mejor en su cabeza – Osea que, si necesitas jabón o algo ... o ... ya me callo – Y siguió moviendo el ratón de su ordenador sin rumbo fijo.

Bruce bajó de nuevo las escaleras, tan solo con unos pantalones negros y una camiseta de tirantes. Felicity lo miró de reojo cuando salía del baño. ¡Espiando a Batman! Se dijo a sí misma con una sonrisilla en el rostro. Parecía estar de lo mas macizo, pero la sonrisa se esfumó cuando vio los brazos magullados, plagados de cicatrices. Probablemente el cuerpo estaría incluso peor, aunque así, con esa ropa,.

Recordó las heridas de guerra de Oliver, que en más de una ocasión había tenido que coser. Es el precio que hay que pagar por salir a salvar la ciudad cada noche – pensó melancólica.



OLIVER

El murciélago se sentó de nuevo en el sofá junto al arquero, que observaba inquieto hacia el cristal.

- ¿Qué pasa?

- Me ha parecido que se movía – Dijo dudoso el arquero

Bruce salió corriendo como una exhalación y entró en la sala médica, observando los monitores, que no daban señal de cambio. Le tomó fuertemente una de las manos.

- Clark – Le llamó, como tantas otras veces, tragando saliva – Clark.

El kriptoniano movió levemente uno de sus dedos y eso esperanzó y aterró al murciélago a partes iguales.

Oliver, que había entrado detrás de Wayne, ya sabía lo que tenía que hacer y cogió una flecha cargada de kriptonita dispuesto a lanzárselo ante el más mínimo vestigio de violencia por parte del alienígena.



- Clark – Volvió a llamarle el murciélago, acariciándole el rostro.

De manera lenta, el kriptoniano, abrió el ojo derecho, y le miró, mientras todos los monitores médicos se volvían locos.

- ... Bruce ...– Susurró el kriptoniano.



CONTINUARÁ ...

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