Capitulo 29: Lo que la verdad esconde

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CAPITULO 29

Lo que la verdad esconde


KAL-EL

El kriptoniano deambulaba por las calles de Star City.

Simplemente quería estar solo.

Lo necesitaba como el aire que respiraba.

Alzó la vista y miró al cielo, dejándose acariciar por la helada brisa nocturna.

No se acostumbraba al frío.

Todo ese mar de sensaciones nuevas le abrumaban.

La luna brillaba solitaria, casi llena, impregnando la noche de un aura místico.

Cómo le habría gustado alzar el vuelo y dejarse llevar por la corriente de aire, danzando entre las nubes como antes ...

Hubiera llegado hasta el gran satélite y hubiera posado sus pies en él.

A Clark le gustaba mirar la Tierra desde fuera del orbe. Eso le colmaba de una extraña paz interior, pues aunque siempre quiso ser uno de ellos, nunca se había sentido así.

Hasta ahora.

Aunque siempre prefirió el Sol, Clark se sentía extrañamente atraído por esa Luna que brillaba solitaria.

La veía como algo inalcanzable. Contemplándola desde lejos como el resto de los mortales.

Eso era él. Simplemente uno más.

Había añorado en sus días de Superman sentir hambre, y frío como el resto de los mortales, pero ahora que la necesidad sacudía su cuerpo y su alma ... tan solo quería alejarse de ellos.

De los humanos.

Clark era consciente que algo en él había cambiado.

Puede que por fuera pareciera un hombre común, castigado por la mala vida o por algún accidente que se había ensañado con su cuerpo, pero por dentro su cerebro procesaba la información que Kripton había acumulado de los mundos que había sometido durante miles de años.

Sabía cosas que antes no podía ni intentar adivinar.

Amanda Waller, después de probar todas las alternativas posibles, había pretendido volcar todos los datos protegidos de la nave en su huésped nativo, para después obligarle a revelar los secretos del Universo conocido, pues no había duda que la tecnología y el armamento de esa nave estaban a años luz de los de La Tierra.

Su misión original se había instaurado en su mente y también cómo llevarla a cabo. Las imágenes eran tan claras que el kriptoniano apenas las distinguía de sus recuerdos reales.

Insensata.

No sabía lo que había hecho.

Demasiados datos, demasiado rápido. Se agolpaban en la mente del kriptoniano como agujas clavándose en su cerebro.

El dolor de cabeza era casi insoportable.

La lucha interna del Kriptoniano también.

Pero Clark había padecido peores sufrimientos ... su mente volvió a aquella mugrienta celda putrefacta. Volvió a ver su tez pálida, su pelo verde.

Escuchó la risa macabra mientras gritaba cómo había asesinado a su madre ... lentamente, torturándole con todo lujo de detalles.

Flashback

Los días pasaron sin nada ni nadie que los atajara. Clark seguía encadenado rezando al Gran Rao para que cada vez que se abriera la puerta de la celda, no fuera él quien entrara, sino aquellos científicos que le inyectaban las substancias por la vena.

Las venas de sus brazos eran difíciles de encontrar, así que le pinchaban directamente sobre la yugular.

El efecto era incluso más rápido y el estado de semiinconsciencia en el que le dejaban le otorgaba una pequeña tregua al kriptoniano.

No tardó mucho en aparecer.



- ¡Qué Sups! ¿Ya te han dado tu chute de herokriptonita esta mañana? – Pero su risa se ahogó al ver que el alienígena apenas reaccionaba.

Tinyenko empujó a dos hombres japoneses al interior de la maloliente celda.

- Sí, ya sé que no son los que salvaste del tsunami – Hizo un mohín con su pérfida sonrisa – Pero no íbamos a perder el tiempo viajando hasta Japón para traerlos ¿Verdad? – Se rió mientras los hombres lo miraban presa del pánico, envueltos en lágrimas.– Espero que lo comprendas . Tengo que ajustarme al presupuesto del gobierno.

Le atestó un duro golpe en el estómago con la pata de cabra que llevaba en la mano y su rostro se enfureció al no obtener respuesta por parte del kriptoniano.

- ¿Qué te pasa? – Volvió a golpearle sobre la rotula, escuchándose el único ruido de las cadenas al sacudirse el cuerpo de Superman que caía a peso muerto - ¿Cómo voy a trabajar en este estado? – Le gritó encolerizado - ¡DESPIERTA MALDITO ALIENÍGENA! – Volvió a golpearle – Escoge a uno de los dos.

Pero Superman no se movía. La voz del payaso era como un susurro de ultratumba que salía del Infierno lejano en el que se hallaba.

El Joker sacó un arma semiautomática de su bolsillo y le disparó a la cabeza a uno de los hombres.

- Va! Ni siquiera eran japoneses ... No he podido engañarte – Le dijo sujetándole la cara, agarrándolo fuertemente por el pelo – Pero sé de otro que sí lo hizo ... - Su sonrisa macabra volvió a verse sobre la tez pálida – Batman – Se llenó de dicha al pronunciar su nombre –¿Batman te dijo que fue un infarto? ¿Una hemorragia cerebral? No es difícil de creer, a los viejos les suele pasar ...

Los ojos del kriptoniano se alzaron hacia él.

- Veo que he captado tu atención. Bien bien bien – Dijo para sí – Porque esto lo tienes que disfrutar ... Al igual que lo disfrutó tu madre cuando abrió la puerta de la granja y me vio allí plantado – Las carcajadas sonaron por todas las instalaciones – ¡La muy estúpida pensaba que era su vecina! – Ahora su voz se había vuelto escalofriante – Todavía recuerdo el pánico en sus ojos cuando me suplicaba que acabara pronto con su vida ... pero cómo podría acortar mi diversión ... Fue delicioso – Se relamió – Como su pastel de manzana acabado de hornear ...

Clark se revolvió como una fiera acabada de apresar, intentando liberarse de las cadenas. Sacó fuerzas de flaqueza de donde pensaba que ya no quedaba nada y estas crujieron sin llegar a romperse.

- ¡TE MATARÉ HIJO DE PUTA! - Gritó desesperado. Impotente.

- No tienes lo que hay que tener – Le dijo desafiante El Joker desde la puerta – Te lo mereces por haber pretendido hacerlo feliz – Sentenció antes de cerrarla, sacando al hombre asiático que quedaba con vida de la celda, y dejando el cadáver del otro en su interior.

- ¡JURO QUE TE MATARÉ!

Ahora eran los gritos del kriptoniano los que se dejaron oír por toda la instalación gubernamental.



Fin del flashback

Su pobre madre ... Martha...

Ni siquiera fue a su funeral. Ni siquiera pudo despedirse.

No le llevó flores a la tumba.

Apenas pudo llorar su pérdida.

No le mintió diciéndole que el dolor pasaría ... que todo iba a salir bien ... porque ese mundo en el que se encontraba era un mundo de miseria.

De mentiras.

Su pobre madre ... Martha...

Mamá.

Sintió un nudo en la boca del estómago, mientras una lágrima caía por su rostro, sorprendido por su propia fragilidad.

Estaba solo en este planeta.

El último hijo de Kriptón.

Sacó del bolsillo de su pantalón, el móvil de Felicity destrozado por sus propias manos y pensó en él.

Bruce.

Su pobre madre ... Martha.

El Joker ...




BRUCE

Cuando Bruce llegó a las instalaciones del arquero, se puso furioso.

Realmente furioso.

Pocas veces Oliver lo había visto perder los estribos de esa manera, pero cuando se trataba del kriptoniano, no lo reconocía.

Le recriminaba haberlo dejado solo con la mujer, y ahora no estaban allí ninguno de los dos, y para colmo, el móvil de Felicity no emitía señal.

- Yo pensaba que él estaba aquí por propia voluntad –le dijo su amigo.

- ¡Y lo está! – le respondió Bruce enfadado más consigo mismo que con el arquero – ¿Pero tú tenías que haberlo vigilado! – Le recriminó.

- No puedes encerrarlo por siempre. Esto tarde o temprano, tenía que pasar. Si quiere alejarse de tu lado, tendrás que aceptarlo – Le dijo sabiendo que esas palabras herirían al hombre que amaba.

- ¿Cuál es la última posición del localizador del teléfono de Felicity? – Le había cogido por la pechera para preguntárselo, cuando el arquero se deshizo de su agarre, con una inmovilización de codo, que Batman esquivó con un intento de proyección al suelo del que se había convertido en su oponente.

- ¿Quieres pelear? ¿Es esto lo que necesitas?

Bruce se separó del rubio, aún agitado por el leve resquicio de combate, pero es que , toda esta situación le estaba pasando factura, y su válvula de escape, Batman, llevaba encerrado dentro de su alter ego demasiado tiempo.

- No eres rival para mí – Le dijo al arquero.

A veces Bruce se preguntaba cuál de sus dos identidades era la verdadera. A veces se perdía entre la oscuridad del murciélago y la opulencia del multimillonario, sin ser ninguno de los dos en realidad.

A veces Bruce se perdía de sí mismo.

Como ahora.

- La última posición ha sido hace dos horas y cuarenta minutos en el Centro Comercial West Park.

En cuanto el murciélago lo escuchó, cogió un casco integral de color negro y se subió a una de las motos Ducati que tenía el arquero aparcadas en el lugar.

En menos de diez minutos, un impecablemente trajeado Bruce Wayne bajó de la moto, estacionándola encima de la acera de mala manera. Salió disparado hasta la planta de arriba que es donde el teléfono de Felicity emitió por última vez.

El murciélago estaba completamente alerta. Su corazón bombeaba con fuerza. Nadie lo seguía, pero actuaba como si lo hicieran.

Bruce buscó con la mirada por todos lados pero no lo encontró.

Aquello era una terraza al aire libre poco transitada. Apenas algunos fumadores se atrevían a salir al no resistir la tentación de encenderse un pitillo. Eran las once de la noche y el aliento cálido del murciélago se hacía visible en la oscuridad helada de Star City, rota por los carteles publicitarios luminosos.

El móvil de Bruce vibró en el bolsillo derecho de su abrigo.

- Felicity ha regresado – Dijo el arquero con resignación – Pasaron la tarde en ese centro comercial y todo fue bien, pero cuando ella subió al coche, Clark le dijo que le apetecía estar solo – Hizo una pausa a la espera de la reprimenda que le esperaba – Ella se bajó para buscarlo pero no lo ...

Bruce colgó la llamada y apretó fuertemente la barandilla de la terraza entre sus manos. Su cuerpo ardía y dejándose llevar apretó tanto su móvil que la pantalla de éste se resquebrajó por la mitad.

Fiel reflejo de lo que sucedía en el interior de su alma.

Intentó serenarse rindiéndose a lo inevitable.

Oliver tenía razón, si Clark quería alejarse, debía dejarlo marchar. Pero al pensar esto, una punzada atravesó su corazón.

La vida del kriptoniano había sido un infierno desde que se conocieron. Él también se decía una y otra vez que no era culpa suya, al igual que se lo habían dicho los miembros de la liga, pero entonces ¿Por qué se sentía como si el peso del mundo cayera sobre él?

En el fondo sabía que nada de eso hubiera pasado si no hubieran intimado, si no se hubiera dejado llevar por sus sentimientos.

Ahora Clark estaba destrozado por dentro y por fuera y rehuía todo contacto con él. El kriptoniano apenas había entablado conversación y cuando lo hacía era para reprocharle algo de lo que seguramente estaba en todo el derecho de hacer.

Ver su cuerpo mutilado de esa manera le hacía pensar en cómo le hicieron esas heridas. La imaginación del murciélago volaba hasta las más oscuras perversiones que sólo un hombre que ha pasado por lo que él había vivido, podía llegar a vislumbrar.

Se reía por dentro al pensar que le llamaban "El Detective"

Buscó a Amanda Waller desde el mismo momento de la desaparición de Superman, pero nada. Parecía que ni siquiera sus propios compañeros de ARGUS sabían dónde estaba, y si lo sabían, aguantaron mejor que nadie las palizas y los huesos rotos que Batman les propinó durante meses. Buscando respuestas, sin encontrarlas.

A Lupe Leocadio se la había tragado la tierra. Nunca más se la volvió a ver en la comisaría de Metropolis ni en ninguna otra. Oficialmente, la habían trasladado a la Europol en Bruselas. Envió allí a Wonder Woman, pero no consiguió encontrarla, ni a nadie que supiera de su paradero.

Lex se escondía a plena vista.

Ese hombre era listo y precavido, con todos los medios que le daba el dinero y su mente privilegiada a disposición de su genialidad retorcida. Parecía ir siempre un paso por delante de Batman. Si quería atraparlo, necesitaba pruebas, un plan elaborado, y su mente durante esos meses no podía urdir nada más alejado de unas cuantas horas en el tiempo.

Tiempo que se le agotó cuando encontró a Clark, al que se dedicó enteramente.

Casi mató a Tinyenko.




Los policías de Coast City lo habían encontrado agonizando en los muelles, con quemaduras de tercer grado por toda la cara. Medio desangrado, se lo llevaron a la penitenciaría de Golden Gate para curarlo.

Cuando pensaba en la dolorosa agonía que debía que estar pasando, el murciélago no pudo evitar alegrarse de no haberlo matado entonces.

Pero por encima de todo, deseó acabar con el Joker.

Sabía de la identidad secreta de Clark, y eso confirmaba sus sospechas de que también sabía desde hacía tiempo quién era él realmente.

Nunca se había aprovechado de esa información hasta el momento en que entró en la granja Kent, para matar a ...

Recordó a su propia madre al compartir el nombre con la anciana de cabellos plateados.

Martha.

Era de las pocas cosas que tenían en común.

Martha Kent habría hecho lo que fuera para proteger a su hijo de cualquier peligro.

La suya no hizo nada por protegerlo de su propio padre.

Lo sabía ... y no hizo nada.

Un escalofrío recorrió la columna de Bruce mientras sus cabellos ondeaban con el viento.

Aquel niño de apenas ocho años no derramó ni una sola lágrima en aquel oscuro callejón. Todos dijeron que estaba en estado de shock pero la cruda realidad era que no sentía su pérdida.


No sentía nada.

Eso acabó por desgarrar su frágil psique mientras un joven policía novato llamado James Gordon le susurraba que el dolor pasaría ...

Otra mentira.

Encontró al Joker en los bajos fondos de Central City.

Quiso borrarle esa sonrisa de la cara a base de golpes.

Casi lo logró.

Parecía que el payaso estaba esperándolo.

Apenas se defendió.

El muy sádico disfrutaba con cada crujir de sus propios huesos, con cada herida, con cada gota de sangre que se derramaba en los nudillos del murciélago.

- ¡VAS A MORIR HOY, PUTO ENFERMO! – Le había gritado Batman mientras seguía asestándole un golpe tras otro hasta desfigurarle aún más el rostro - ¡PAGARÁS POR LO QUE LE HICISTE A MARTHA!

Bruce todavía dudaba sobre si finalmente hubiera sido capaz de hacerlo.

Si se hubiera dejado llevar por la rabia que lo consumía hasta acabar con su vida...

Nunca sabría la respuesta.

Barry se presentó para detenerlo y golpearlo con la cruda realidad.

Le abrazó por la espalda inmovilizándole.

- ¡TÚ NO ERES UN ASESINO BRUCE! – Le gritó una y otra vez hasta que el murciélago salió de su catarsis. - ¡TÚ NO ERES UN ASESINO!

El bueno de Barry ...

Pensó que habiéndolo dejado en coma, y encerrado de nuevo en Belle Reve se sentiría mejor.

Pero no fue así.

Miró al horizonte admirando las vistas de la ciudad iluminada.

La Luna casi llena, brillaba en la fría noche despejada de invierno.

Respiró su aroma.

Siempre le había gustado la oscuridad.

Se había acostumbrado a ella, dejándose envolver por la seguridad que le brindaba.

Debía acostumbrarse también a estar sin Clark.

La opresión en su pecho de nuevo.

No iba a volver.

Lo había perdido.

Quizás para siempre.

De pronto su corazón se congeló al ser rodeado por unos brazos fuertes que lo atraparon con fuerza desde su espalda.

Sintió el cálido aliento de Clark exhalando sobre su cuello, suavemente, recordando aquella anhelada sensación de proximidad.

Escuchó la voz suave de antaño, fuerte pero amigable.

- Estoy aquí – le dijo hundiendo aún más el rostro sobre su hombro.

Bruce no podía creerlo. Se volteó para mirarlo.

Sus labios temblaban de impotencia y por la inesperada situación.

El kriptoniano elevó su mano hasta la mejilla del murciélago para acariciarla y poder observar aquellos ojos grises que lo miraban nostálgicos.

Acercó sus labios a los del otro y lo besó.

Bruce perdió todo contacto con la realidad. El mundo dejó de existir en ese preciso instante ... en ese preciso lugar ... Tan sólo estaban ellos dos.

Sus lenguas se acariciaron suavemente embriagándose con el sabor del otro. El murciélago llevó una de sus manos a la nuca de Clark para atraerlo aún más hacia sí.

El beso sabía diferente.

Su piel fría sobresaltó al murciélago, que rápidamente se quitó el abrigo para ponérselo encima de los hombros.

- Estás helado – Le dijo acariciándole el rostro con ambas manos y sonriendo levemente.

- Tengo frío – Dijo el alienígena temblando.

Bruce no quiso volver a la nave industrial donde Oliver tenía su guarida así que reservó una habitación en un hotel cercano al centro comercial, mientras le agarraba por la cintura y trataba de pegarse a su cuerpo, para darle calor.

No era de extremo lujo, pero sería suficiente para que Clark se diera una ducha de agua caliente.

Al entrar en la estancia, Clark dejó la puerta entreabierta del baño.

El murciélago no quería estropear el lento avance del kriptoniano, y decidió darle espacio, así que le esperó sentado sobre la cama, aún cuando todos los impulsos de su cuerpo querían seguir abrazándole, sintiéndolo sobre su piel.

Su aroma.

Se aflojó la corbata, se quitó los zapatos y los calcetines y se desabrochó los tres primeros botones de la camisa.

Miró hacia la posición de Clark y pudo observar a través de la puerta entreabierta cómo éste se desvestía, lentamente.

Se retiró cuidadosamente la sudadera y las camiseta de algodón de manga corta que llevaba por dentro. Se miró al espejo del baño como si no se reconociera.

En el sótano de Queen no habían espejos.

Era la primera vez que veía su reflejo desde que pasó todo.

El kriptoniano observó su mano mutilada, moviendo temblorosamente los dedos que le quedaban. Se llevó la mano izquierda al rostro, resiguiendo las cicatrices que veía en su reflejo, en su ceja, en la barbilla, en el pómulo ... tocó el parche que le tapaba el ojo que ya no tenía.

Apenas se reconocía.

Era como estar mirando a un extraño, a través de aquel iris de chocante color verde, que no era el suyo.

Desvió la vista hacia el suelo. Solo por un instante, para seguir con su propio examen.

Se quitó los pantalones y se giró para ver su espalda reflejada en el espejo. Sabía que durante días, el payaso se había mofado de los cortes que le había hecho en ese lugar.

Volvió a escuchar sus risas – ¡Ya no podrás ir a la playa Sups! – Le había dicho con el cuchillo en la mano, teñido de sangre.

Las cicatrices formaban palabras.

El kriptoniano las leyó: "PUTO ALIENÍGENA"

Bruce miraba la escena paralizado sin saber qué hacer o qué decir. Dudaba de si acercarse o no. Cuando tomó la decisión de encaminarse hasta el lavabo, Clark cerró la puerta de golpe.

El murciélago se convenció a sí mismo que fuera lo que fuera lo que le estuviera pasando, quería pasarlo solo.

Escuchó el agua correr durante largo tiempo, hasta que el kriptoniano salió del baño con el albornoz puesto, y el pelo mojado y alborotado.

Las gotas de agua resbalaban por su rostro ¿O eran lágrimas?

Bruce pensó que, pese a todo, seguía siendo perfecto. Se puso de pie y se miraron directamente a los ojos, buscando esa complicidad de antaño.

El murciélago avanzó lentamente hasta su posición y le besó en los labios con determinación. Un breve y casto beso, que esperaba que le fuera negado, pero no fue así.

Clark no movió su cuerpo pero se dejó hacer sin oponer resistencia.

Bruce lo atrajo hacia sí, agarrándole por el cinturón del albornoz para anular la distancia que los separaba y devoró sus labios con más pasión. El kriptoniano poco a poco fue correspondiéndole con un leve movimiento de su lengua, mezclando los sabores de ambos dentro de su boca, fusionándose en un cálido y sensual beso.

Las manos del murciélago se deslizaron sobre el cuello de Clark, anhelando el roce de su piel y su aroma. Bajaron por su pecho, descubriendo poco a poco esa prenda que cubría el cuerpo desnudo y húmedo del kriptoniano.

Desvió sus labios de la boca del otro sólo para acariciarle el lóbulo de la oreja con la lengua, para después seguir acariciándole el cuello, dándole pequeños besos. Clark echó la cabeza para atrás en un claro gesto para facilitarle el acceso.

Ya no había marcha atrás.

Bruce estaba totalmente empalmado y su cuerpo excitado hasta un punto que le costaba soportar. Con un hábil gesto, desató el cinturón del albornoz y éste se abrió para mostrarle el cuerpo desnudo que tanto había anhelado.

La piel en otro tiempo inmaculada y tersa, estaba cubierta de cicatrices, al igual que la de él. Empezó a acariciarlas con sus dedos, deslizándose a través de los músculos del torso del kriptoniano, deleitándose ante las nuevas reacciones de su amante y lamiéndolas suavemente, en toda su extensión, para acabar chupándole uno de los pezones erectos ...

Dándole tiempo a acostumbrarse.

Clark no movía los brazos. Todo se sentía tan diferente.

El roce de los labios ajenos sobre su piel le provocaba escalofríos. Por primera vez, notaba los dedos de Bruce cálidos y suaves.

Todo se intensificaba en su mente y se multiplicaba, como si llegara hasta lo más profundo de su ser con sus caricias.

Era como si lo tocaran por primera vez.

El murciélago deslizó el albornoz hacia abajo, sobre sus hombros, sin dejar de besarle en los labios y acariciarle con sus manos, hasta que éste cayó al suelo, mostrando el cuerpo del kriptoniano en su totalidad, que temblaba levemente.

Se apartó ligeramente al sentirse tan expuesto, momento en el que Bruce aprovechó para quitarse la camisa, desabrochándose los botones, para rápidamente agarrarlo por la cintura de nuevo y atraerlo hacia sí. Sintiendo ambos torsos desnudos.

- No te avergüences Clark – Le dijo en un susurro acercándose al oído – Ambos tenemos nuestras cicatrices.

El kriptoniano volvió a dejarse hacer, y Bruce lo condujo poco a poco hasta la cama, donde lo tumbó sobre ella, para gradualmente dejarse caer encima, aguantando su peso con sus propios brazos para no aprisionar al cuerpo que tenía debajo.

Lo abrazó sintiendo toda la extensión de la piel alienígena, frotándose, disfrutando como nunca del contacto físico de ambos.

El corazón de Clark estaba a punto de estallar, los jadeos de Bruce que seguía restregándose contra su cuerpo, empezaron a agobiarle.

Cruzó los brazos sobre su rostro, tratando de no recordar las imágenes que volvían para torturarle.

Recordó la sonrisa macabra. Haber estado tendido a cuatro patas sobre aquella celda mugrienta mientras sus rodillas rotas se clavaban en su interior mientras Tinyenko le envestía una y otra vez.

Sin piedad.

Hasta que la sangre empezó a deslizarse cayendo entre sus nalgas.


- ¡NOOOO! – Gritó zafándose del cuerpo de Bruce, exhalando violentamente – ... No .. No puedo ... – Dijo poniéndose de pie impulsivamente, mirando al suelo, rehuyendo todo contacto visual con él.

El murciélago también se alzó y se dirigió hasta el kriptoniano, que dio un paso atrás, pero esta vez, Bruce no se detuvo.

Lo abrazó con fuerza, estrechándolo contra sí. Al principio el kriptoniano se revolvió, como si le quemara el contacto con la piel ajena, pero Bruce sabía que si lo dejaba ir en ese estado, jamás volvería, y lo apretó más fuerte.

- Estoy aquí ... contigo – Le susurró para tranquilizarlo – No estás solo – Notó como la tensión en los músculos de Clark volvía a su estado normal, al igual que su respiración. Hundió su rostro sobre el hombro de Bruce devolviéndole el abrazo – No estás solo – Volvió a repetir consolándole, acariciándole su hermoso pelo ondulado del color de la noche.

Esa noche durmió por primera envuelto en la calidez de los brazos de su caballero oscuro.

A veces, lo más importante no son los secretos que se ocultan a los seres queridos, si no, el por qué los mismos - Pensó Kal-El.


CONTINUARÁ ...

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