CAPITULO 3: La Cita

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CAPITULO 3

La cita

CLARK

El molesto ruido del despertador del móvil sacó a Clark de su letargo. Le dio al botón de apagado y se dispuso a seguir durmiendo un poco más.

Ayer cuando llegó a casa estaba cansado. Le costó dormirse tal y como habitualmente venía sucediéndole desde que Batman le dio aquel primer beso, después del combate contra Metalo.

Aquel beso lo había cambiado todo.

Estaba mentalmente agotado.

Bruce jugaba con él, lo manipulaba a su antojo y él, muy a su pesar, caía en su trampa. Una y otra vez.

Pues eso se había acabado, se dijo a sí mismo Clark con autodeterminación. No iba a ir a su mansión esta noche. No había nada más que pensar.

Excepto en Lois.

Las palabras del murciélago resonaban en su conciencia:

"¿Vas a dejar que se quede sin trabajo sólo porque eres demasiado orgulloso para cenar conmigo?"

Bruce haría lo que fuera y pisotearía a quien fuera sólo por conseguir el último trofeo que del cual se había encaprichado. Quizás Batman no lo haría, pero Bruce Wayne sí.

¿Se estaba volviendo loco?

Bruce y Batman eran la misma persona.

Clark.

- Clark ¿Estás ahí?

Clark se levantó de un respingo, haciendo que los pocos libros que estaban en la estantería de su habitación y el único cuadro que colgaba de la pared, cayeran al suelo por la fuerte sacudida de aire.

Se entristeció y corrió a coger del suelo el marco con la foto de su padre. El cristal estaba hecho añicos.

- ¿Clark?

Clark estaba flipando ¿Era la voz de Jimmy? Qué hacía Jimmy en su cuarto?

Lo buscó en vano y entonces miró de nuevo el teléfono que estaba activado en modo llamada entrante.

- Sí, Jimmy, estoy aquí – respondió apresuradamente- poniéndose el teléfono sobre el oído

- Tío, llegas tarde. Llegas muuuu tarde – le dijo haciendo énfasis en el "muuuu" – Cómo no llegues a la rueda de prensa de los laboristas Jimmy te va a matar, o peor. ¡Te va a despedir!

- Estoy a punto de llegar – mintió Clark mientras entraba en el baño a toda velocidad y se sacaba la poca ropa con la que dormía, sin intentar romper nada más – ¡Cinco minutos!

- Ahh, Clark ¿Te has enterado de lo de Lois?

Clark frenó en seco - Sí, ya me he enterado ... - Dijo con voz apesadumbrada

- Bueno tío, tampoco te lo tomes así. Cualquier día de estos te suben el sueldo a ti también.

- ¿Cómo? – preguntó extrañado

- ¡Que le han subido el sueldo Kent! Y también el cargo: de ayudante de editor jefe. Si hubieras llegado a tu hora – le dijo con retintín - te habrías enterado. Imagínate cómo está de contenta. Si antes ya no había quien le replicara nada, ahora va a ser mucho peor.

Clark se tomó unos segundos para procesar la información. ¿Subida de sueldo? ¿Lois su jefa? ¿Bruce su amante?

La vida iba demasiado deprisa para un granjero de Kansas como él. Por cierto. De prisa. Tenía que llegar deprisa a la rueda de prensa o Perry le colgaría y si no, Lois lo haría.

Todo esto le estaba agobiando.

Clark llegó al exterior de la sala de prensa y le enseñó al policía su acreditación como reportero mientras todavía se abrochaba los botones de su camisa.


A Clark le gustaba viajar en metro, leyendo la edición matinal del Planet, pero evidentemente hoy tenía que llegar volando.

Literalmente.

El aire rozándole la cara le despejó un poco. ¿Así que Bruce no solo no había readmitido a Lois, sino que le había subido el sueldo y el cargo?

Lo del sueldo había estado bien , pensó Clark. Lo del ascenso ... ya veríamos.

Jimmy le hizo un gesto con la mano para que se apresurara a sentarse en la sala. Clark avanzó entre las sillas haciendo que los demás corresponsales tuvieran que levantarse, ya que por su envergadura, no había otra solución.

Jimmy había conseguido la segunda fila.

Clark se sentó a su lado – Un sitio estupendo – Le dijo a Jimmy que le sonrió.

- Sí, sobre todo por quien tenemos detrás – rió maliciosamente el fotógrafo -

Ahí estaba Leonard, del GothamGazette, que maldecía a Clark por lo bajo, ya que con su metro noventa y ocho de altura, sólo le vería los pelos a los candidatos.

Y eso, si llevaban tupé.

- ¡Que se joda! - acabó diciendo Jimmy antes que la rueda de prensa diera comienzo.

***

- Bueno Clark ¿Cómo va lo tuyo con ese tío? – le preguntó Jimmy, sacándose un café de la máquina ya en la redacción.

- ¡Qué! – Exclamó Clark molesto – ¡No te lo conté para que lo fueras diciendo por ahí como si nada!

- ¿Contarle qué? - preguntó Lois que mientras entraba en la sala de descanso del Planet.

Clark no dijo nada. Estaba totalmente quieto como una estatua y tenía cara de circunstancias.

- ¿Ya le has soltado lo de Wayne? – interrogó Lois con mirada fulminante al reportero

- No. No he dicho nada – respondió muy secamente Kent.

- Mejor – dijo aún más seca Lois – Ese imbécil de Wayne no se merece ni que pronunciemos su nombre – y se fue por donde había entrado - Ah, Kent ¿ has enviado ya el artículo sobre la rueda de prensa? – y sin dejar que abriera la boca continuó – Pues ¿A qué estás esperando?

- ¡La que nos ha caído! – resopló Jimmy con resignación.


***


Clark acabó el trabajo pasadas las diez de la noche. Miró el reloj en su mano izquierda una y otra vez.

Los minutos iban pasando...

No tenía sentido presentarse en la mansión Wayne para que readmitieran a Lois, puesto que Lois estaba otra vez en nómina.

Bruce no era tan malo después de todo.

¿Debería ir a darle las gracias? Sólo para ser educado – pensó.

¡Aggghh! ¿A quien quería engañar? Se moría de ganas de volver a verle.


***


Picó suavemente la puerta. Armándose de valor para no destrozarla ya que los nervios lo estaban consumiendo.

Eran ya las once y media de la noche. Ni siquiera había pasado por su apartamento. Se lamentó por llevar la misma ropa de trabajo todo el día ante la posibilidad, deseada pero remota, de que Bruce se la quitara.

La imagen de Wayne desabrochándole lentamente la camisa se le cruzó en su mente arrollando toda la serenidad que tanto tiempo le había costado conseguir.

- Llegas tarde – dijo Bruce algo indignado

- Da gracias a que he venido – aclaró Clark arrepintiéndose al segundo de la aspereza en su tono. Wayne lo sacaba de sus casillas – No tenías que haber hecho de lo de Lois.

- ¿Subirle el sueldo? – preguntó burlón.

- No. Ya sabes a qué me refiero. Deja de meterte en mi vida privada.

- Es ... divertido – contestó Bruce dibujando una finísima sonrisa con sus labios.

- ¿Es divertido jugar con los sentimientos de la gente aprovechándote de tu posición?

- ¿De quién estamos hablando, de Lois, o de ti? – interrogó Bruce ahora más serio - ¿Debía dejar que me avasallara con esas preguntas delante de todos mis amigos?

- ¡Tú no tienes amigos! – Soltó el kriptoniano recalcando cada palabra - Te mereces esas preguntas y más. Preguntas que por otra parte tampoco negaste.

Bruce se quedó helado antes las palabras del reportero. Clark observó la mandíbula tensarse, sus músculos contraerse y un leve temblor en el ojo derecho del murciélago.

Ése era el temblor que acompañaba a Batman antes de cada batalla. Antes de entrar en acción.

Entonces Clark recordó las experiencias vividas y lo injusto de sus palabras.

Llevaban cuatro años luchando codo con codo en la JLA. Savage, ,Mongul, Metallo y muchos más que jamás podría olvidar.

Recordó que aquel hombre era Batman, aunque pareciera otra persona cuando se quitaba la máscara y que le había confiado su vida en infinidad de ocasiones, siendo nunca decepcionado por él.

Superman no tenía conflicto con Clark Kent, era fácil serlo. Se sentían como la misma persona, pero no era fácil ser Batman, y tampoco lo era ser Bruce Wayne cuando odias la reputación que te labras para mantener a tu verdadero yo a salvo.

El kriptoniano relajó las manos, que antes tenía cerradas como puños.

- Lo siento – Dijo arrepentido – Lo siento Bruce.

Bruce le miró con seriedad.

- ¿De verdad piensas que soy capaz de desmantelar a todos los traficantes de armas de Gotham para luego vendérselas al mejor postor? ¿De verdad piensas eso de mi, Clark?

Clark sólo negó con la cabeza, arrepintiéndose de sus palabras.

- Está bien – prosiguió Bruce  – ¿Tienes hambre? – preguntó dando un giro de trescientos sesenta grados a la conversación.

Clark asintió sonriendo.


Clark estaba sentado en el asiento de atrás junto con Bruce. Llevaban largo rato sin mirarse y sin dirigirse la palabra.

Era un coche grande y negro, ni siquiera conocía de qué marca. De lo que estaba seguro era de que era muy caro.

- Trevor, déjanos aquí mismo – le dijo al chófer – Ya te llamaré si te necesito más adelante.

El auto les había dejado en un barrio de los bajos fondos de Gotham. Clark bajó del coche con dificultad. Sería muy caro, pero tenía las puertas muy pequeñas. Al menos para alguien tan grande como él.

No sabía exactamente dónde estaban, pero había maleantes, traficantes, putas y chaperos por doquier.

En cada esquina que doblaban podían ver un pase de drogas o de algo peor.

No se escondían.

Bruce llevaba puesto unos vaqueros gastados, una camiseta negra con letras estampadas de Metálica y una chupa de cuero negra. Llevaba el pelo alborotado y una muñequera negra en la mano izquierda.

A Clark casi le da un infarto al verlo así cuando se metió en el coche.

Jamás había visto a Bruce vestir informal. O iba de murciélago o iba con trajes a medida que costaban más de lo que Clark ganaba en un año.

Le gustaba ese nuevo estilo de ropa. Le hacía parecer sexy y más "normal".

Sin embargo, Clark parecía lo que era, un reportero mal pagado con pantalones de vestir baratos y camisa de cuadros de franela.

Casi prefirió entrar en el bar con el traje de Superman puesto, hubiera pasado más desapercibido y él odiaba ser el centro de atención.

El lugar era pequeño y estaba plagado de diminutas mesas con pequeños taburetes. Clark pensó que no cabría sentado en uno de ellos. La música estaba demasiado alta para él y olía a alcohol, a fritura, a perfume barato y a pólvora.

Además estaba abarrotado de gente de la peor calaña de la ciudad con más índice de criminalidad de todo el hemisferio norte.

- ¿Tienes hambre Clark? – le preguntó mientras Bruce tiraba de su brazo para hacerlo pasar entre la gente. Clark no estaba escuchando.

Él no solía entrar en garitos como éste. El excesivo ruido afectaba a su audición, los olores, la música ... le provocaron dolor de cabeza e inconscientemente se llevó una mano a la sien. Casi se sintió mareado, como cuando era más joven, como cuando aún no controlaba sus poderes.

- Clark ... – Le dijo suavemente Buce poniéndole una mano sobre la mejilla. Ese contacto lo devolvió a la realidad.

Superman focalizó su mente en los ojos azul oscuro de Bruce y respiró profundamente.

- Concéntrate en mí – Le susurró cada vez más bajo – Sólo en mi.

Clark apoyó su mejilla en la cálida mano de Bruce y disfrutó de ese contacto suave y sincero.  Cerró los ojos un instante. Por primera vez en muchos días se sintió tranquilo y relajado.

- ¿Quieres que busquemos otro sitio más tranquilo? –Preguntó, Bruce

- No – Negó con la cabeza, algo más calmado maravillándose de lo bien que lo conocía ese hombre. Era al primero y el único que al no tenía que mentir y eso acabó por serenarlo por completo.

Bruce se sentó en la única mesa que quedaba libre en la esquina, así que Clark se sentó justo a su lado, por falta de espacio y no enfrente de él.

Sus piernas se rozaron por la proximidad y ni él ni el murciélago las retiraron.

- Esto es un antro, pero hacen los mejores burritos de todo Gotham. Ya verás, te va a encantar. ¿Cuántos de pido? – preguntó Bruce

- Pues ... no sé – dudó Clark. Su madre siempre decía que comía demasiado para parecer normal – Seis o siete – le contestó agradeciendo no tener que fingir "ser normal" con Bruce. 

- Clark, te hablo bajo porque sé que me escuchas, pero yo a ti no, con esta música no.

- ¡Seis o siete! – gritó Clark esta vez sonriendo.

Bruce se levantó rozando aún más la pierna al kriptoniano, apoyándose en su muslo con la mano. Clark no sabía si lo hacía adrede o no pero no iba a quejarse por ese evidente juego de seducción. El contacto de Bruce le hacía sudar como nuca lo había hecho. Cada vez que lo tocaba, le recorría un escalofrío por la espalda que le erizaba todo lo el vello del cuerpo.

Miraba los hombros anchos y el culo de Bruce mientras éste se alejaba sorteando el concurrido lugar, marcándose a través de los vaqueros gastados.

Clark se mordió el labio ¡Cómo estaba Bruce!

Siempre había sabido pensado que el murciélago era atractivo pero es que ahora simplemente no podía dejar de mirarlo.

A Clark le subieron los colores. Sabía que se había puesto como un tomate así que decidió quitarse la camisa de franela que ya empezaba a estar empapada en sudor.

Debajo llevaba una apretada camiseta negra de manga larga.

Clark no tenía ropa de manga corta ya que así no podía ocultar el traje de Superman debajo.


BRUCE

- ¡Nueve burritos! – le gritó Bruce a una camarera que estaba en la barra y que tenía más bigote que Alfred.

- ¡Nueve! – exclamó la camarera con acento español - ¿Cuántos sois?

- Dos – contestó alegre señalando a Clark

- ¡Ah! Ya lo entiendo señor, debe de costar mucho alimentar a alguien tan grandote como ése.

Bruce regresó sonriente con su bandeja de nueve burritos y sus dos cervezas mexicanas, mientras miraba a Clark sin su horrenda camisa de franela.

Lo observó con esa camiseta negra, que seguramente era la talla más grande que hacían pero que se pegaba a los músculos del kriptoniano como si fuera una segunda piel.

¡Qué bien le sentaba el negro! – pensó - ¿Dónde esconderá la capa?

El multimillonario que en estos momentos podría pasar por un hombre de unos treinta y tantos años, de lo más normal en cuanto a cuenta bancaria se refiere, pero extremadamente atractivo, se sentó otra vez junto a Clark y volvió a rozarle la pierna.

Repartió los burritos.

Dos para él y siete para Superman. Le puso una de las cervezas – Sí, ya sé que no bebes alcohol, pero como tampoco te va a afectar, pues disfruta – dijo avanzándose a la réplica del kriptoniano – Además, esto no se puede tomar con coca cola. – siguió dándole un bocado enorme a uno de los burritos.

Ni Clark ni Bruce dejaron de sonreír en toda la noche.

Se rieron de todo un poco. Comentaron cuando Barry perdió los pantalones en una misión del pacífico y Diana lo tapó con su escudo antes de amenazar en cortársela con su espada, o cuando Linterna ... bueno, de Hal se mofaron bastante. Incluso recordaron alguna anécdota con Cyborg o con el prácticamente desaparecido Aquaman, que últimamente pasaba más tiempo debajo que encima del agua.

Toda la conversación transcurrió amenamente, sin amenazas, sin reproches y sin el habitual proceder de Batman de marcar continuamente las reglas del juego.

Hacía años que Clark no se lo pasaba tan bien y no se sentía tan cómodo. Quizás desde alguna de las salidas que hizo con Pete mientras estudiaban en la universidad.

Cuando acabaron los burritos, Bruce ya llevaba cuatro cervezas pero si estaba afectado por el alcohol, desde luego, no se le notaba.

Salieron del local, que ya empezaba a desalojarse, ante la mirada amenazante del dueño y su escopeta de cañón recortado que guardaba bajo la barra, que sólo Superman podía ver, y de la que Batman no tenía ninguna duda de su existencia.

Así era su ciudad.

Salvaje y peligrosa.

Cada ciudad se merece al héroe que tiene - Pensó Clark

El kriptoniano seguía a Bruce, que se paseaba como pez en el agua por los oscuros y solitarios callejones. En uno de ellos el murciélago volvió a notar la envestida y el golpe sordo de su espalda contra la pared de cemento de uno de los edificios.

Desde luego el alienígena no se andaba con sutilezas y le estaba cogiendo el gusto a estamparlo contra su cuerpo.

- Me vuelves loco – susurró Clark con respiración entrecortada y empezó a besarlo de nuevo, sujetándolo con una mano por la nuca y con la otra acercándolo para sí por la cintura.

Bruce explotó respondiendo a una lujuria que había ido creciendo a medida que avanzaba la noche. Metió su lengua en la boca del kriptoniano rozando sus dientes, sus labios. Su propio sabor se mezcló en su boca con el del hombre de acero. Sin duda sabía diferente a cualquier otro beso que hubiera dado.

Sin duda era diferente de cualquier otro al que hubiera besado porque Clark era diferente a todo.

El reportero tiró hacia atrás la cabeza de Bruce para descubrir su cuello y empezó a besarlo, a succionarlo y reprimió las ganas de morderlo cuando Bruce emitió un gemido de placer.

Oía el latir acelerado del corazón de Bruce, casi podía escuchar el aire entrando y saliendo por los pulmones que agitaban el trabajado pecho del murciélago de Gotham.

Bajó la mano que tenía en la cintura de bruce hasta el culo terso y musculoso y empezó a sobarlo con todo el frenesí del que era capaz sin romper ese frágil cuerpo que tenía aprisionado entre sus brazos.

- ¡Clark! – dijo Bruce alzando la voz y deteniendo sus manos.

Pero Superman no estaba dispuesto a soltar a su presa. Por nada en el mundo lo haría. ¡Esta vez no! - pensó

- ¡Clark, para!– volvió a insistir Bruce -No estamos solos.

Clark agudizó su oído y lo desfocalizó de las palpitaciones del murciélago, escuchó cuatro corazones más. Varones todos ellos.

Olían a testosterona, a adrenalina y a drogas sintéticas.

- Vaya – dijo el más gallito de ellos – Dos maricones morreándose en nuestro callejón

Superman apartó las manos del cuerpo de Bruce furioso por deshacer ese contacto tan íntimo y las puso una a cada lado del cuerpo de Bruce, que quedó arrinconado contra la pared. Protegiéndolo con su cuerpo. Impedía que aquellos maleantes le vieran la cara al murciélago.

Bruce no sabía si era para que no reconocieran a príncipe de Gotham o lo hacía para proteger a su presa, pero lo cierto es que debía salir de entre sus brazos antes de que uno de los malnacidos les golpeara con la barra de hierro que llevaba en la mano.

Aunque Bruce sabía que no podía escapar de aquel abrazo a menos que Clark lo quisiera liberar.

Estaba claro que no quería.

La barra de hierro impactó contra la nuca de Kent haciendo un ruido estrepitoso. Era como si hubiera golpeado un tanque.

La vibración se trasmitió hasta las manos y los brazos del atacante que no pudo soportar el dolor mientras observaba como aquel enorme hombre de cabello negro y ondulado permanecía sin moverse un milímetro.

Imperturbable.

La barra cayó al suelo.

Bruce notó que Superman temblaba.

Miró hacia su rostro y vio que apretaba la mandíbula. Las venas de su cuello se marcaban con la tensión de su musculatura y notó de nuevo aquel aumento de temperatura. El aire volvió a oler a algo que no sabía descifrar pero que le recordó a cuando Metalo los sepultó bajo los escombros.

Clark giró su cuello hacia los agresores.

Lentamente.

Sus ojos incandescentes teñían el lugar de rojo intenso, dispuestos a abrir fuego.

Bruce se asustó y cuando notó todavía más aumento de temperatura le agarró la cara con las manos – ¡Clark, mírame! – le chilló intentando desviar su atención – ¡Mírame! – volvió a decirle presionando sus mejillas tanto como le era posible.

El hombre de acero parpadeó. Varias veces y sus iris volvieron a su tono azul turquesa habitual. La temperatura de su rostro descendió al menos diez grados.

Bruce suspiró aliviado.

Los maleantes habían salido corriendo despavoridos.

Sólo alcanzaba ya a ver uno que se había tropezado varias veces con las bolsas de basura que se agolpaban frente a los edificios. 

El murciélago agarró la barra del suelo y se la lanzó a su propietario a las piernas. Probablemente un par de huesos rotos.

Se había orinado encima del miedo.

El resto huyó como alma que lleva el demonio.

Precisamente eso es lo que debieron pensar de Clark.

Que era el demonio que venía a buscarlos por los pecados cometidos.

Clark volvió en sí entre las manos de Wayne.

- ¿Estás bien? – se preocupó Bruce.

Y antes que pudiera darse cuenta de lo que pasaba, Clark lo había levantado del suelo y estaban sobrevolando Gotham desde las alturas.

Qué diferente se veía Gotham desde el cielo – pensó Bruce acurrucándose entre los brazos de Clark.

Qué diferente la visión que tenían Superman y Batman de la realidad. Uno mirando las calles desde arriba, como un Dios en el cielo, sin la que porquería lo pudiera tan solo rozar y Batman, refregándose entre la mierda con la escoria de las alcantarillas.

- ¿Dónde vamos? – Preguntó Bruce escondiendo la cara entre el pecho de Superman para poder respirar.

- A tu casa - respondió Clark seriamente – No nos volverán a interrumpir.


CONTINUARÁ ...

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