CAPITULO 5: Sé cómo te sientes

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CAPITULO 5

Sé como te sientes


LOIS

-¿Aqué viene esa Clark? – preguntó Lois - ¿Otra noche sin dormir?– preguntó mientras arrugaba la nariz - Oye ... ¿no hueles a quemado?

Clark no dijo nada y siguió mirando la pantalla de su ordenador tecleando más despacio de lo que estaba acostumbrado.

Antes de venir al trabajo había apagado un fuego originado en la séptima avenida , en la planta número treintaisiete del emblemático hotel Metrópolis Majestic. Había salvado de morir quemados o aplastados, a tres bomberos, dos niños, una anciana y cinco gatos, que habían sido sorprendidos por las llamas.

Sí. Cinco gatos.

-¡Lois! ¡Clark! A mi despacho – gritó Perry desde la otra punta de la redacción

Los dos reporteros se dirigieron apresurados hasta allí con diversos papeles en sus manos.

Lois empezó a explicarle su artículo sobre el blanqueo de dinero de una operación financiera de cierto alto cargo del gobierno, confirmado por fuentes de la fiscalía. Perry sonrió sabiendo que sólo Lois podía sonsacarle al fiscal del distrito una confidencia así.

- ¿Y tú Kent, qué tienes para mi?

- El incendio del hotel Majestic ha sido provocado jefe, está todo aquí – dijo Clark enseñándole el artículo que acababa de escribir

- ¿Provocado? ¿Quién lo dice?

- Fuentes policiales – dijo Clark

- ¿Confirmadas?

- Totalmente.

- Me vale, Kent – sonrió mientras le daba una calada a ese puro de vapor de agua - Blanqueo, portada y páginas 3 y 4. Incendio página 5.

De repente sonó el teléfono del despacho de Perry.

Era una llamada de un confidente que tenía en la comisaria once.

El redactor jefe asentía con la cabeza y solo respondió – Ahora te mando dos reporteros

Bueno jefe, si no me necesita tengo otro artículo que ... - dijo Clark mientras se dirigía a la puerta con prisa por irse. Evidentemente, Clark había escuchado la conversación telefónica con su súper oido.

- ¿Qué pasa, Perry? – preguntó Lois

- Dos cosas. La primera es a ver si duermes un poco, chico de granja, que pareces un panda con esas ojeras y la segunda es que hay un atraco con rehenes en la sede del banco central de Metrópolis. Os quiero allí antes que los del Metropolitan Gazette

- ¡Al fin algo de acción! – Se emocionó Lois cerrando los puños en señal de victoria – Jimmy, coge tu cámara que nos vamos - dijo mientras salía pitando hacia los ascensores.


Genial, pensó Clark. Ahora tendría que inventarse alguna excusa para desaparecer como Clark Kent y poder presentarse allí como Superman.

Al kriptoniano no le gustaba mentir y mucho menos a Lois.

Además, él nunca tenía ojeras ¿O sí?

Mientras esperaban a que Jimmy cogiera las cámaras, escucharon al redactor jefe estornudando en su despacho.

Perry era alérgico a los gatos.

Al llegar al lugar, la periodista se escabulló entre los mirones y consiguió cruzar la línea policial. Sacó su grabadora ante el primer oficial de policía que se topó.

- ¿Podria decirme cuantos rehenes hay dentro?

- Sin comentarios

- ¿Cuáles son las peticiones de los atracadores?

- Sin comentarios y no puede estar aquí, señorita.

Lois buscó entre la maraña de policías uniformados y vio al detective Grant, con el cual, Clark sospechaba que habían tenido algún tipo de relación amorosa en el pasado.

- Detective Grant – Clark estaba a más de treinta metros de distancia y aún así oyó a Lois muy melosa – ¿Podría decirme cuantos rehenes hay en el interior?

- No puedo hacer declaraciones señorita Lane – dijo Grant devolviéndole la sonrisa – pero yo diría que entre 15 y 20.

- ¿Cuántos atracadores son?

- Creemos que son cinco hombres, armados son subfusiles AK 47.

- ¿Qué es lo que quieren?

- De momento no han pedido nada pero esto ya lo han pasado a los negociadores de los SWAT, así que poca información más voy a tener.

Lois volvió buscó a Jimmy entre los periodistas que se agolpaban tras la línea de perímetro policial y solo vio a Jimmy ¿Dónde se había metido Clark?

Superman se posó al lado de Lois sin hacer el menor ruid aunque su llegada no fue una sorpresa para los policías ya que la prensa había empezado a apuntar con sus cámaras y flashes al cielo y eso sólo significaba una cosa en Metropolis.

Que él estaba cerca.

- Hola Superman ... cuanto tiempo sin ... vernos – balbuceó Lois.

La elocuencia de la periodista desaparecía ante el hombre de acero. Lois perdía los vientos por Superman desde el primer momento en que lo vio y Clark, extrañamente, estaba un poco celoso por ello.

Celoso de Superman.

Era todo un poco confuso.

Superman no le respondió y se dirigió con paso firme hasta la furgoneta de mando de los SWAT, donde sabía que se encontraba el jefe del dispositivo.

O jefa.

- Superman – dijo con aparente agrado el detective Grant – Ésta es la teniente Leocadio, la nueva jefa de la UCS. Ella está al mando.

La teniente Leocadio era una mujer de unos cuarenta años. De uno setentaicinco de altura, muy morena, con el pelo rizado recogido en una trenza, ojos negros y cara de pocos amigos. Aún con su uniforme de SWAT puesto y el chaleco antibalas, podía notarse que estaba en perfecta forma física.



- Encantado de conocerla – Dijo Superman mientras le alargaba la mano para estrechársela

La teniente lo miró fijamente, alzando la vista, con cara de desprecio. - Por lo que a mí respecta eres tan solo un civil así que ya puedes mantenerte detrás de la línea policial.

Superman se extrañó por la reacción de la mujer pero su expresión permaneció impasible.

- Estoy aquí para ayudar – Dijo Superman calmadamente.

- No queremos tu ayuda ni la necesitamos – dijo Leocadio alzando la voz mientras los medios y todos los policías allí presentes palpaban la tensión – Tengo todo perfectamente controlado así que MANTENTE AL OTRO LADO DE LA LÍNEA POLICIAL – Señaló con el dedo de forma violenta.

Superman se dio cuenta que todos los estaban mirando.

No quería ni se podía permitir enfrentarse a un miembro de las fuerzas del orden y menos con toda la prensa filmando la situación, pero tampoco iba a obedecer la orden de Leocadio al pie de la letra.

- Esperaré arriba, sólo por si acaso – dijo y mientras salía volando pudo escuchar como la teniente le decía a uno de sus subordinados :

- ¡Puto Alien! Que se vuelva a su jodido planeta. Basura espacial.

Lo que siguió a continuación fue lo de esperar. Un dispositivo policial formado por varios equipos de SWAT. Los uniformados mantenían a los civiles tras la línea policial, sonido de sirenas de ambulancia por doquier, bomberos activados como prevención y demás. Francotiradores apostados en los edificios colindantes, un helicóptero de los SWAT y otro de la prensa, sobrevolando la escena. Demasiado ruido para que Superman pudiera aislar lo que pasaba dentro del banco y más cuando su atención se centraba en las duras palabras de Leocadio.

Después de más de dos horas, el negociador consiguió que soltaran a los rehenes sin aparentes demandas.

"Demasiado fácil"– Pensó Superman.

Se abrieron las puertas y los desgraciados que estaban en el banco en el momento del atraco y los trabajadores bajaron la escalera de la sede central con las manos en alto.

Todo parecía que iba según lo previsto pero entonces, dos coches aparcados justo en la entrada del banco hicieron explosión.

La onda expansiva fue tal que los cristales de todo el edificio y de los vehículos policiales estallaron al unísono.

Lois cayó al suelo presa de la conmoción.

Cuando consiguió abrir los ojos, se llevó las manos a los oídos que le pitaban como si le fueran a reventar. Le costaba respirar.

Observó a los dos vehículos saltando por los aires a más de veinte metros de altura. Vio tan sólo un reflejo azul y rojo y uno de los coches detenerse en el aire y caer suavemente sobre el suelo. Superman lo había cogido a tiempo impidiendo que aplastara a los civiles que miraban la escena curiosos.



El otro coche iba a caer directo sobre la furgoneta de mando al lado de donde ella estaba.

Lois se daba cuenta de ello e intentó moverse pero sus piernas no le respondían.  Algo le tiró por el brazo arrancándola de aquel lugar justo antes de que el coche cayera sobre su cabeza.

- ¿Superman? - No, había sido Leocadio.

- ¿Pero qué coño está haciendo aquí? – gritó furiosa la teniente – Lárguese detrás de la línea policial – Y se fue corriendo arma en mano hacia el origen de la explosión y desapareció entre la nube de polvo y escombros.

Lois huyó, tropezando varias veces, aturdida aún por la explosión ¿Dónde estaban Clark y Jimmy? Se llevó las manos a la cabeza. No conseguía verlos entre tanta gente corriendo y gritando aterrorizada.

- ¡Lois! – gritó Jimmy mientras la abrazaba - ¿Estás bien?

- Yo sí ... pero ¿dónde está Clark?

Los dos siguieron buscando sin obtener resultados.

Después de una hora, Clark apareció cubierto de polvo. Estaban atendiendo a Lois en el interior una ambulancia.

- ¿Cómo estás? – Preguntó Clark claramente preocupado

- Estoy bien. Cinco o seis puntos como mucho – dijo señalando un corte que ya habían curado justo al lado de la ceja – Además con el pelo suelto no se me va a ver ... demasiado. ¿Y tu, dónde te habías metido?

- Cuando explotaron las bombas todo el mundo salió corriendo y yo caí al suelo ...

- Dime al menos que tienes la noticia.

- La tengo.

- Bien, Smallville. No esperaba menos de ti – dijo Lois disgustada mientras se tocaba el apósito que le acababan de colocar.

Cuando llegaron al despacho de Perry, el redactor jefe miró la herida de Lois sin sorpresa.

- ¿Qué te ha pasado? – le preguntó indignado - ¿Es que quieres arruinar al seguro médico? ¡Si me suben la prima, te lo descontaré de tu sueldo!

- Venga ya, jefe – bufó – tenemos la noticia y con esa tos que tienes al único que van a subir la prima es a ti – sonrió Lois burlona.

- Mira a tu compañero, Lois, siempre me trae la noticia, sin necesidad de salir herido – Le reprochó a la reportera mirando a Kent.

Ciertamente, Clark siempre salía airoso de las situaciones más inverosímiles.


CLARK

A las 21:30 Clark tomó el metro que le llevaba hasta su casa.

Había acabado muy tarde redactando el artículo sobre los rehenes y el del Majestic.

Estaba realmente cansado. Para colmo había huelga de transporte público en Metropolis y el metro había tardado como media hora en llegar.

El vagón estaba a reventar de gente.

Clark hubiera preferido ir volando a casa pero Jimmy había insistido en ir con él en metro hasta la mitad de trayecto ya que había conocido a no sé qué chica que vivía en no sé qué sitio y le pillaba de camino.

Clark no le estaba prestando mucha atención.

Su mente estaba en otro sitio.

Clark tuvo que escuchar la palabra que más lo sacaba de sus casillas y proveniente de un jefe de policía. – Puto Alien – le había llamado . Estaba furioso consigo mismo, por haberse ido cuando la teniente así lo ordenó. Si se hubiera quedado más cerca, si no hubiera observado todo desde el aire, en la distancia, quizás habría llegado más rápido y hubiera podido salvar a esa rehén.

Superman había detenido el coche sobre el aire y había evitado que mucha gente quedara sepultada debajo. Había salvado a 15 de los 16 rehenes y había impedido que tres de los cinco atracadores, escaparan. Otro cayó muerto a manos de un disparo de Leocadio y el último había conseguido huir. No habían conseguido robar nada.

Tenía 52 años y se llamaba Sarah.

El hombre de acero suspiró derrotado, ensimismado en sus pensamientos, pensando qué podría haber hecho para salvarla. Apretó los puños con fuerza sabiendo que en parte era su culpa. Podría haber sido más rápido agarrando el coche en el aire, podía haber llegado antes de que uno de los delincuentes le disparara a Sarah en la cabeza.

Estaba muerta porque él no había hecho lo que se suponía que tenía que hacer.

Además, al toser Perry en su despacho, Clark había hecho uso de su visión de rayos X que no era tan divertida como la gente pensaba.

La visión del Kriptoniano era parecida a lo que se puede ver en una resonancia magnética pero en colores. Clark diferenciaba venas, arterias, músculos y huesos. Diferentes densidades pero en contra de lo que la gente pensaba, no podía simplemente desnudar a una persona con su visión y verle la ropa interior.

No resultaba agradable y Clark lo evitaba siempre que podía pero con el redactor jefe del Planet, había mirado tan sólo un segundo involuntario y había visto las manchas en sus pulmones.

Perry White tenía cáncer y él ni siquiera lo sabía.

Quería contárselo a alguien, quizás a su madre, pero no quería preocuparla. Inevitablemente pensó en Bruce.

"Lárgate" – le dijo la última vez que se vieron – Ya has hecho lo que habías venidoa hacer - Y de eso habían pasado 11 días y siete horas.

Había tenido la mejor cita de su vida, el mejor polvo de su vida, y su amante, nada menos que Batman le había despedido con ese simple – Lárgate – que taladraba su cabeza sin poder evitarlo. Todos los días a todas horas desde aquel entonces.

¿Había sido otra más de sus conquistas?

Siempre pensó que toda la mala prensa que él mismo se creaba era una mentira, pero ¿ Y si todos esos escarceos eran ciertos?

Eso significaría que tan sólo había sido sexo para él. Una noche más. Un nombre más a olvidar. Un último adiós.

Se resistía a sentirse utilizado de esa manera.

Él no era así.

- Oye tío me bajo en ésta – le dijo Jimmy mientras se abría paso entre la gente, intentando que lo dejaran pasar.

- Nos vemos mañana – Dijo automáticamente el reportero sin ser consciente de que Jimmy todavía seguía en el metro con él.


Clark subía cabizbajo las escaleras de su bloque. Vivía en un sexto sin ascensor que era lo más que se podía permitir con le sueldo de reportero.

Hacía horas que no comía pero tenía tal nudo en el estómago que sabía que no podría digerir nada.

- Hola, Clark – susurró seriamente una voz más que conocida en la puerta de su apartamento.

Clark alzó la vista y vió a Bruce Wayne apoyado en el marco de la puerta. Vestía como el perfecto hombre de negocios que era. Un traje color azul oscuro, con una camisa y chaleco del mismo color, una corbata un tono más claro y un abrigo largo negro. Incluso alguien como Clark se daba cuenta de que ese traje estaba hecho a medida y valía más de lo que él ganaba en un año como reportero.

El multimillonario de Gotham, le atravesaba la mirada con esos ojos azul grisáceo que le hacían perder la cordura.

Era simplemente perfecto y aparecía siempre en el momento preciso, al igual que Batman salvándo la situación en las batallas de la JLA.

Lo último que esperaba encontrar en este espantoso día era a Bruce Wayne esperándole en la puerta de su casa pero allí estaba.

Superman avanzó abatido hasta quedar expuesto ante Bruce, con los ojos brillantes humedecidos por la rabia y el dolor.

Sin mirarlo, apoyó la cabeza sobre el hombro de Bruce, derrotado, y éste no se lo pensó dos veces. Le rodeó con sus brazos dejando que hundiera el rostro en su pecho, acariciando su pelo negro ondulado.

Olía a humo y a pólvora – pensó Bruce.

Permanecieron así todo el tiempo que el hombre de acero necesitó para recuperarse, en mitad de la escalera. En medio del rellano. Por suerte, ningún vecino perturbó la intimidad de ese momento.

La vida privada de Clark no le interesaba a nadie pero la de Bruce Wayne ya era otro cantar. Todo el mundo conocía a Bruce Wayne, tanto en Gotham como en Metropolis y sus excesos personales eran la portada de muchas de las revistas de sociedad de ambas ciudades.

Clark se separó un poco del pecho de Bruce y le dejó ver su rostro roto por la impotencia.

Bruce metió la mano en uno de los bolsillos del kriptoniano y sacó las llaves del piso. Se distanció un poco para poder abrir la puerta y le agarró la mano, haciéndolo pasar.


BRUCE

Clark se desplomó sobre el viejo sofá.

Se llevó las manos al rostro, ocultándose la cara. Era curioso que siempre hiciera lo mismo cuando las emociones lo abrumaban. Era como si se avergonzara o tratara de controlarlas. 

Bruce se sentó a su lado y le puso una mano sobre el muslo.

-No podías haber hecho nada, Clark – Le dijo – El informe policial y el del forense coinciden que la dispararon a la misma vez que detonaban las bombas – Le miró y le acarició el pelo suavemente con los dedos – Ni siquiera tú puedes estar en dos lugares al mismo tiempo.

Clark soltó su rostro y le abrazó dejándose caer. Apoyó la cabeza sobre las piernas de Bruce mientras éste seguía acariciándole el cabello.

-Sé cómo te sientes – Le susurró mientras seguía jugando con sus suaves rizos– Sé cómo te sientes ... Ahora intenta descansar.

***

Clark se despertó en su cama, vestido tan solo con la ropa interior y tapado por una sábana. La claridad del día se colaba por su ventana. Se sorprendió a sí mismo por haber conseguido dormir hasta la mañana.

Escuchó a alguien hablar en el salón. Era Bruce.

Se sobresaltó aún más por el hecho de que siguiera allí. Tuvo que agudizar su oído para definitivamente discernir que no eran imaginaciones o deseos suyos.

- Compra cuando bajen al 2,1 por ciento, no antes Lucius – hizo una pausa - No ... seguro que bajaran ... los chinos no se arriesgaran a ... Tengo que colgar – dijo Bruce cuando vio a Clark aparecer por la puerta del salón-comedor-cocina - ¿Cómo te encuentras? – preguntó mientras se quitaba el manos libres de la oreja.

- Estoy bien – contestó el kriptoniano inmensamente sorprendido - ¿Estás aquí?

Bruce asintió a tal obviedad

-¿Y estás cocinando?

- Sí. Huevos y bacon. Tampoco es que hubiera mucho que escoger en tu nevera ¿No te gusta la comida terrícola? – preguntó sonriendo en un evidente intento de animarle.

Clark observó a Bruce.

Se había quitado ese carísimo traje que llevaba y se había puesto su ropa. Unos pantalones de chándal azul marino y una camiseta gris claro de cuando él iba a la universidad de Kansas. Tenía el pelo despeinado y barba de dos días.

Clark ya le tenía mucho aprecio a esa camiseta por eso la conservaba. A partir de ese momento supo que ya jamás la lavaría.

Bruce estaba terriblemente sexy, pensó Clark, sin todo ese uniforme coraza que llevaba cuando era Batman, sin esa envoltura de seda y satén de cuando era el multimillonario hijo pródigo de Gotham. Ahora tan sólo era Bruce y estaba en su cocina, vestido con su ropa de algodón barato y cocinándole algo para desayunar.

La vista del kriptoniano no se apartaba de la forma en la que los pantalones se ajustaban sobre sus glúteos. Quizás tan solo por un segundo se detuvo sobre el reloj de pared que le había regalado su madre para uno de sus cumpleañ ...

- ¡Las nueve! – exclamó Clark al ver la hora – Llego tarde a trabajar ¡Llego muy tarde! - se llevó las manos a la cabeza.

- No te preocupes –dijo Bruce sin darse la vuelta mientras seguía cocinando – Ayer por la noche le envié un whatsapp a Lane diciéndole que no te encontrabas bien y que te tomarías el día libre. Por cierto, ¿de qué año es tu móvil? – Preguntó como si estuviera realmente molesto, mientras le daba la vuelta al bacon.

Clark avanzó hasta él y le rodeó por detrás con sus brazos. El murciélago se sobresaltó. Aún no se acostumbraba a la velocidad sobrehumana del Kryptoniano.

Clark cerró el gas sin separar su pecho desnudo de la espalda de Bruce.

- De repente, tengo mucha hambre – le dijo sobre el oído, mientras el vello de la nuca de Bruce se erizaba por completo – Tengo hambre de ti.

Bruce dejó las pinzas de la cocina y Clark le agarró el rostro por la mandíbula suavemente haciéndolo girar. Le besó con un casto beso primero. Apenas un roce con los labios, para después introducir su lengua en la boca de Bruce, sin prisa.

Después recorrió el largo de su cuello con sus labios.

Bruce se apoyó en el mármol de la cocina con ambas manos para no caer. El kriptoniano se le echaba sobre su espalda como una lapa. Volvía a notar el calor abrasador ante el contacto del pecho desnudo de Superman.

Resultaba arrollador.

Bruce lanzó un gemido cuando Clark metió las manos sobre el pantalón de chándal que llevaba puesto. No llevaba ropa interior y esto excitó aún más al hombre de acero que agarró su miembro con facilidad.

Empezó a masajearlo lentamente al principio. Sólo al principio, mientras que con la otra mano sobaba esos glúteos tersos y duros como piedras.

Bruce estaba totalmente empalmado y respiraba entrecortadamente por la excitación. Se giró para besar a Clark apasionadamente sabiendo que a Clark le gustaba.

El kriptoniano cesó de masturbar a Bruce para quitarle la camiseta y el pantalón. Cogió su culo y lo sentó sobre el mármol sin esfuerzo alguno, abriéndole las piernas y colocándose entre ellas. Se quitó el bóxer que llevaba puesto antes de que Bruce pudiera quejarse por todavía llevarlo puesto y siguió besándolo y masajeándole la polla, con esa enorme mano de acero que tenía.

Clark fue directo a los pezones de Bruce, torturándolos con su lengua, succionándolos y mordiéndolos. Justo en la medida exacta entre el placer y el dolor.

Bruce jadeaba mientras le agarraba con fuerza del cabello.

Era la segunda vez que follaban pero Superman ya tenía la experiencia de la primera vez y sabía qué hacer y hasta donde podía llegar. Jugaba con ventaja, al ser capaz de percibir los cambios en su ritmo cardíaco que denotaban qué le gustaba y que no, con ese super oído odioso que tenía.

¡Qué injusto! – Pensó - Para Superman.

Le encantaba el pelo ondulado y negro de Clark y siguió tirando con fuerza de él, disfrutando en la manera en la que sus dedos desaparecían sobre su cabeza.

Clark bajó hasta las caderas para chupar cada centímetro de ellas y metió sus dedos en su boca, lamiéndolos ante la mirada deseosa de Bruce. Cuando el murciélago se dio cuenta se los arrancó para meterlos en la suya. Sabía lo que pretendía hacer. 

Clark gimió notando la saliva caliente de Bruce sobre sus dedos, y dejó que el murciélago los chupara a su antojo, disfrutando del momento. Se imaginaba que lo que estaba chupando era su pene totalmente empalmado.

La intención de Clark era haber preparado a Bruce un poco más, haberle introducido un dedo. Luego dos. Quizás tres ... no estaba seguro. Pero la realidad es que el hombre de acero no podía esperar más.

La lujuria se apoderaba de él cuando notaba el cuerpo de Bruce desnudo entre sus brazos.

Su aroma, el calor de su piel, el latido irregular de su corazón.

Clark embistió a Bruce allí, sobre el mármol de su humilde cocina. Una y otra vez. Bruce lanzó un grito de dolor, pero se agarró a él haciéndole ver al Kriptoniano que no se detuviera.

Y no se detuvo.

Bruce perdió la noción del tiempo.

Su vista estaba nublada por el placer y el ansia por tener dentro a Superman pesaba más que el dolor que sentía entre las piernas.

No podía creer que siendo solo la segunda vez se hubieran corrido juntos. Eso sólo pasaba en las películas y en las novelas para adolescentes.

Clark estaba abrazado a Bruce sin apenas dejarle respirar.

Era abrumador pero eso angustiaba un poco a Bruce. Se dio cuenta y le dio un poco de margen, apenas unos centímetros.

Clark estaba sonriendo. Esta vez había sido más gentil.

Le besó en los labios.

Un tierno beso.

- Ahora voy a comerme los huevos – le dijo sonriendo pícaramente al murciélago – Pero sin el bacon.

¡Dios! – Pensó Bruce – El granjero de Kansas aprendía rápido.


CONTINUARÁ ...


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