Llego a mi nueva casa. Espera, ahí también te odian ¿Pensaste en desmayarte?

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Me despertó un golpe. Era Cam. Estaba de cuclillas en la cabecera de mi litera con una capa atada al cuello. Estaba jugando a los superhéroes con Adeline Manson. Ella lucía un antifaz en la cara y cargaba un arma en la mano pero una de verdad.

—Voy a hacerte un agujero en la cara ¡Ja, ja! —gritó perforándome los oídos con su voz de niña.

Cam rio, largó un chillido sin muchas diferencias con la voz de Adel y con agilidad trepó a la litera de Sobe, que estaba vacía, lo supe porque nadie lo tiró por los aires bramando: «¡Déjame dormir!» Le arrebaté el arma a la niña que me vadeó sin muchos problemas como una soldadito y se trepó con elasticidad a la litera superior para cargar contra Cam.

—¡Ya saben las reglas! —dije—. Sin armas cargadas en la habitación.

Me desplomé en mi litera y abracé la almohada escuchando los sonidos de un videojuego. Abrí los ojos y vi a los hermanos gemelos Perce y Travis Bramson jugando al Grand Theft Auto mientras Sobe, recostado en un sillón puff devoraba papas fritas y aseguraba que Travis no lo lograría y que derrotaría a Perce en el GTA. El colchón de arriba comenzaba a sacudirse mientras Cam y Adel jugaban a las luchas.

Miré fuera de la ventana. El sol de un amanecer comenzaba a despuntar por encima de los árboles tropicales y la selva. El cielo continuaba violeta. Los rugidos de los animales se oían con el ajetreado inicio de actividades de la isla.

Así eran las cosas en el Triángulo. Todos despertaban antes que el sol, yo estaba acostumbrándome a ese lugar. Acababa de llegar hace dos semanas, después de enterarme que mi vida como Jonás Brown había terminado y había tenido un solemne funeral en el gimnasio de un colegio secundario, subí al barco y me dirigí al Triángulo.

Habíamos llegado antes que todas las patrullas de búsqueda, incluso después de dos semanas ninguna había pisado la isla. Pero sí se contactaron y dieron a entender que después de unos encontronazos con La Sociedad, donde por suerte no había habido pérdidas, llegarían más tarde. Pensar en La Sociedad me daba nauseas, cada vez que lo hacía mi estómago decía «Haré que te arrepientas de comer eso último»

Sacudí mi cabeza, hice a un lado las sábanas y me dirigí al mini refrigerador que tenía a un lado de la cama, el que también usábamos como mesita de noche. Agarré una lata de soda, la abrí mientras Travis Bramson tiraba airado el mando al suelo y le cedía su silla a Sobe. Miré encima de mi mesilla de noche donde había un calendario colgado. Ese era un día especial, era jueves y por la noche llegarían todas las patrullas de búsqueda que habían ido a contactarse con los sanctus.

Todos se habían reunido en una base oculta y pequeña, flotando en el mar del Caribe. Las bases ocultas eran plataformas petroleras abandonadas, distribuidas por todo el mundo que nosotros comprábamos de incógnito a un precio bajísimo. Adán por suerte había ido a recogerlos en un crucero del Triángulo, esa era la razón por la que no teníamos interrogatorio esa mañana.

Desde hace dos semanas habíamos tenido interrogatorios todas las mañanas y tardes de cada día. En las investigaciones que nos hacían, solían estar todos los guardianes, algunos profesores y sólo en una ocasión nos interrogó el Consejo: un grupo de tipos extraños de otro mundo, que estaba al tanto de la isla, o trotadores con mucho poder que no vivían en el Triángulo y solo venían en urgencias. Dante se quiso morir en todas las ocasiones aunque estaba tan nervioso que creo que no se la pusieron tan difícil.

El Consejo tenía mucho poder y utilizaban a su favor a un espíritu raro llamado Lusom que descubría la verdad y la mentira con tan sólo mirarte. Nos interrogaron por separado. A Lusom no se le podía ocultar ningún secreto, así que en parte fue bueno y en parte malo. El lado positivo es que descubrió que Albert no era un espía y le permitieron echar una mano al Triángulo, sin ser un preso. Le hicieron llenar un formulario para enlistarse al cuerpo de marines de la isla, él ayudaría como practicante en las clases de náutica.

Albert había estado más que nervioso la primera vez que tuvimos que pasar al interrogatorio. Nos dejaron aguardando en una sala de espera y él se hiperventilaba y decía que quería volver al barco cada vez que pensaba en ello. Tuvimos que explicarle que no era gran cosa, sólo un poquito de nervios, hablar claro, contestar la verdad y todo pasaría. Obviamente que Dante no formó parte del grupo de apoyo moral.

El lado negativo es que tuvimos que desembuchar todo. Lusom sabría que mentiríamos si lo hacíamos. No nos ocultamos nada, ni el hecho que Izaro era una mercenaria contratada por Cornelius Litwin, un tipo que nos quería capturar y que no sabíamos bien por qué. También les dije de la remera que habíamos encontrado en una habitación de huéspedes y las cartas que mencionaban nuestro nombre. Todo lo que habíamos planeado. Cómo habíamos puesto en contra a los colonizadores de Babilon, para que se pelearan y desconfiaran entre ellos. La manera en que nos habíamos encargado de destruir el bosque con el veneno y cómo hicimos para ir rompiendo las defensas que vigilaban el campamento.

Les conté de Finca y la religión que adoraba a Gartet.

Mi turno de hablar llegó después de Dante, que se había desmayado de los nervios en pleno interrogatorio y Chia y Aurora tuvieron que traerle un baso de agua y abanicarle la cara con una revista. Creí que también iba a desmayarme y de hecho rogué hacerlo porque nunca me había resultado tan difícil pero en ese momento no paso nada. El único que se la llevó fácil fue Cam, Adán le tenía simpatía a Cameron porque era amigo de su papá que había sido atrapado por La Sociedad. Como honor a su amigo sólo lo interrogó diez minutos por única vez, le dio una palmadita y dijo que se anduviera con más cuidado.

El Consejo no me quería y tenían sus razones. Las reuniones del Consejo eran algo así como confidenciales, top secret, más inaccesibles que el área 51 y yo me había colado a una de ellas hace un año. Además, la biblioteca donde se reunían estaba prohibida. Eso tampoco me había importado hace un año. Puede ser que por esa razón hicieron el interrogatorio en la lavandería. No querían que volviera a entrar en su lugar de élite.

Había sido muy raro.

El espíritu Lusom emergió sobre una pila maloliente de calzones. Él era como la luz y la oscuridad mezclada con forma de humano, no muy atractivo si me lo preguntas, pero aterrador. Emergió de la nada y me escudriñó debajo de su ropa de luz blanca. Recuerdo que sudaba tanto que tuve que secar mis manos en la remera.

Resignado hablé de todo. Le conté hasta lo que sucedió con mi casa y cómo La Sociedad nos quería a Sobe y a mí para frenar la guerra y luego exterminar a todos los trotadores de la faz de todos los mundos. Ellos sabían que tenía poderes extraños, incluso sospechaba que Losum conocía los límites de mis poderes y de qué era capaz pero no me lo dijo. Hace un año habían dicho que yo no tendría que enterarme jamás que era especial. Obviamente como había espiado era reunión me enteré. Así que si ese grupo de ancianos sabía lo que era no me lo dirían como castigo.

Como era de esperarse me preguntaron qué había averiguado. Le dije para mis hermanos me había dado sólo un nombre Dracma, una fecha y unas palabras clave. No tocaron el tema de si me dejarían ir a buscarlos o no, de todos modos faltaba para eso. También les dije que pregunté dónde se hallaba el libro de Solutio y si Gartet tenía una debilidad pero en ambos casos me contestó que vaya al Triangulo y lo sabría.

Llevaba dos semanas y no había sabido nada del libro ni de la debilidad de Gartet.

También le conté la teología de Babilon y cómo Gartet solía tener un maestro que iba en su contra. Ellos no me dijeron si conocían al maestro, yo por mi parte les relaté cómo había creído que el Creador tenía un ejército y batallaba anónimamente; pero el sanctus me había dicho que no contara con eso que el trotador se hallaba escondido. También conté, que según la historia mitológica del lugar, Gartet tenía una mancha en la cara o algo y que uno de sus hijos también la tendría y que ese sería la ruina. Les conté todo, tanto que mi interrogatorio y el de Sobe duró un día.

Nos dieron un veredicto y dijeron que si salía una vez más del Triangulo sin permiso entonces mi castigo sería mucho peor que unas semanas de interrogatorios. El castigo fue tres meses en detención. Aunque Adán no había aflojado la mano, continuaba interrogándonos y haciéndonos rememorar la peor semana de mi vida sólo para fastidiarnos. Pero no ese día porque se había ido a buscar a las otras patrullas.

Terminé mi lata de refresco y me di una ducha mientras escuchaba como el de la habitación contigua ponía música a todo volumen, era un mix de música latina. En la recamara vecina había dos chicas Cerras, todo el pasillo era de Cerras. Esa era la orden del Triángulo por si Sobe inventaba un portal mientras estaba aburrido (había pasado una vez) o por si yo hacía de las mías (no había pasado nunca). Me vestí con el uniforme del Triángulo, fui a desayunar mientras Chia regañaba a un Abridor, Julián Juárez o como lo llamábamos J.J, que estaba caminando en ropa interior por los pasillos.

—¡A mí también me molesta! ¡Pero no me ves desnuda por los pasillos!

—Tristemente no —respondió él y se entregó a los gritos furiosos de ella mientras lo enviaba a su habitación por unos pantalones y luego a detención.

La detención allí era participar en tareas como trabajar en la lavandería o fregar trastos, así se mantenía el lugar porque de otro modo veinte adultos no podrían cargar con decenas de críos revoltosos. Desayuné con Dante y Berenice, ellos se fueron a su turno de limpiar los establos mientras Miles regresaba de asear la cocina (nos habían dado mucha detención). Se sentó con su bandeja frente a mí y rezongó.

—Vengo de limpiar en otro mundo para limpiar en este —y atacó sus wafles. Todas las mañanas se quejaba de aquello.

No había muchas personas en el Triángulo, los pocos que tenían una vida normal estaban en el cole, en sus casas. Antes de que empezaran mis clases de arquería, donde tenía que practicar mucho, me dirigí a la enfermería. Relevé a Walton, él había dormido allí, lo noté por sus ojeras y por el charco de baba que había dejado en la camilla contigua a la de Petra. Ella no había despertado desde que se desmayó en Canadá al salir del portal. No sabía por qué llevaba tanto tiempo inconsciente, la enfermera había dicho que estaba recuperando energías, esas cosas pasaban cuando abusabas de las artes extrañas.

Pero ya llevaba más de dos semanas dormida, quería que despertara. Lo último que había dicho, mientras estábamos arrojados en la nieve era algo como que se hubiese quemado por mí, lo cual no tenía mucho sentido.

Deseaba preguntarle qué significaba. Walton se desperezó, se colocó su chaqueta que le quedaba ceñida por los músculos, me deseó buenos días y se fue arrastrando los pies hasta la cafetería.

Me senté al lado de Petra. Hace un mes yo había despertado en esa camilla, sentía que había pasado una vida de eso. Tomé su mano y acaricié con mi pulgar su muñeca. Deseé que me escuchara.

—No tuve mucho tiempo para hablar contigo cuando te vi —susurré—. Peleamos mucho, no importa, te perdono por ser molesta —reí de mi propia broma—. Espero que cuando despiertes decidas quedarte un tiempo en el Triángulo. Yo no iré a otro lado —admití encogiéndome de hombros—. No me iré a ningún lado.

Se lo había dicho numerosas veces en el barco. Ella se había negado a dejarme cuando la casa se caía a pedazos y el fuego se alzaba. Yo tampoco la dejaría. Había tenido mucho tiempo para pensar en al barco. Después de enterarme que estaba perdido me había sentido un poco derrumbado.

Había pasado toda una noche en la cubierta, sentado en el extremo de la proa, viendo el agua romper contra el casco del submarino, la luna derramando su luz sobre la marea y las estrellas salpicando el cielo de colores plateados.

Sobe, Walton, Miles y el resto de la unidad trató de levantarme el ánimo. Les había contado todo. Absolutamente todo, me rodearon y mientras observaba el mar les dije que Gartet también me buscaba y se había metido en mis sueños al igual que en los de Sobe, que tenía poderes extraños, que La Sociedad también nos quería para matarlos a todos. Les dije que les había mentido por mucho tiempo y la única respuesta que tuve fue de Dagna.

—Ya lo sabíamos —su cabello era azotado por el viento, me observó con compasión—. Lo sospechábamos Jonás, siempre lo hicimos.

—No... no dijeron nada.

—Necesitabas espacio —agregó Miles aferrados de la baranda de la borda.

—Lamento mentirles.

Cam había negado con la cabeza y Dante había respondido:

—Era tu verdad Jo, no estamos molesto porque hayas preferido atesorarla.

Pensé en ello y me sentí aliviado, desconcertado y aturdido. Había estado más de dos años tratando de protegerme y protegerlos, creyendo que podía ocultar la verdad y apartar el peligro pero nunca había protegido a nadie. Ni a mi familia ni a mis amigos.

Había enterrado el rostro en mis manos mientras oía el ruido del agua. Sobe lo entendió antes que el resto, él había perdido tantas personas como yo. Se levantó y se llevó a mis amigos. Pero aun así los sentía en la cabina de mandos, mirándome detrás del espejo.

Había pensado en la pena del rey, en cómo sus ojos se tornaron acuosos al mencionar al hermano que había perdido. Dijo que nadie en la tierra, ni en el cielo, ni en las profundidades oscuras de los bastos mares, sentiría su pena; pero se equivocaba, yo sentía su desgracia triplicada y había estado en su propia casa. Había perdido definitivamente a mis hermanos y no tenía ninguna pista de ellos salvo el nombre de Dracma.

Hace un año jamás hubiera pensado que los perdería, era una posibilidad que nunca se cruzó en mi cabeza. Para mí, los hermanos debían estar siempre contigo, eran como los amigos que te cedía el mundo sin tener que buscarlos. Las historias como el rey al escucharlas me dejaban pensando cómo era posible que personas que se querían puedan estar separadas, no me parecían justas. Nunca creí que yo viviría una de esas historias.

Siempre había visto a mis hermanos como el futuro porque era algo que siempre iba a tener, no importa lo que hicieran, no importa lo que hicieras, no podían separarte de tu futuro, sea malo o bueno siempre lo tendrías. No sólo los veía como el futuro porque pensé que ellos estarían en el, los veía de esa manera porque creí que nunca los perdería.

Pero como me enseñaron los bosques de Babilon todo puede cambiar muy rápido, el tiempo es relativo. Para alguien feliz los días pueden durar una hora y para alguien que agoniza, con una flecha en la garganta y los huesos de las costillas rotos hace días, un minuto podía perdurar tanto como mil años. Eso había querido decir el rey a que éramos dioses con el tiempo. Ahora lo entendía.

Y ahora yo estaba viviendo eternidades a cada segundo y en cada vida me sentía solo.   

Después de vigilar a Petra mis amigos me buscaron para la clase de tiro. Dante estaba leyendo un libro sobre la invención del arco, Miles estiraba los músculos de sus dedos preparándose para «Aplastar a todos» y Walton le impartía lecciones a Cam y le recordaba que podía dominar cualquier deporte que fuera si lo quería de corazón. Mientras tanto Cam practicaba con un arco invisible y flechas que no existían. Sobe alardeaba que sus habilidades físicas eran demasiados diestras para ser medidas con un simple arco.

—Para lo único que tienes habilidad —le reprochó Dagna— es para ser sarcástico y tirar malos chistes.

—Si hubiera clases de eso en el Triángulo, querida Dagna, yo daría la clase.

Reí y me uní al grupo mientras Cam se disculpaba conmigo por dispararme una flecha invisible y darme en el corazón. No pude evitar una sonrisa y pensar que dolía y el tiempo era lento. Mi futuro tardaría en llegar si es que lo seguía teniendo y el tiempo se estiraría tanto como el crecimiento de un bosque. Pero podía vivir miles de eternidades si era con ellos.  

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