Capítulo 36: Tu capacidad de repeler

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    Todo Argus hablaba sobre lo que había sucedido con la clase B2 y sobre la proeza de Shinryu en medio de la lucha contra el hada y su capacidad para guiar al curso más desunido de la escuela. La incredulidad era una reina en medio de sus discusiones.

    La profesora Midna también era nombrada de boca en boca, principalmente por haber hecho algo que nadie pudo prever. La situación les hacía recordar lo que Kiran hizo en su momento, con la batalla de Hasan, pero ahora todo era muy distinto, ya que era un hecho histórico que marcaba los libros de Sydon.

    Los alumnos más influyentes, aquellos con apellidos importantes y un poder considerable, los mismos que habían ordenado marginar a Shinryu, parecían contraerse preocupados y heridos, porque caían los argumentos que los enaltecía como seres pensantes y de increíble liderazgo. Habían insistido tanto en que Shinryu era un peligro para la reputación de la escuela. ¿Qué podían decir ahora? 

    Resentidos, escupían venenosas opiniones contra la profesora Midna: «¡Es igual que Kiran, no piensa en el prestigio de la escuela, solo le preocupa cómo nos desenvolvemos los estudiantes cuando ese es asunto nuestro!». «¡Le tiene estima al nugot y eso desequilibra el trato equitativo entre los estudiantes!»

    Sin embargo, el auge que causaban sus palabras hallaba menos peso y sentido entre muchos alumnos. Además, se había confirmado de manera ya irrefutable que Kyogan defendía a Shinryu, situación que desataba una tormenta rugiente. Shinryu se ganaba un respeto muy inusual al haber obtenido el favor del oscuro.

    Kyogan, al oír las habladurías, construía sus defensas de manera distinta, manteniendo a la bestia reprimida, pero sin sofocarla por completo, como si se revistiera con un temple robusto, recordándose que debía mantener un mínimo de control y que la oscuridad era una venganza que no advertía.

    Abandonó la primera clase sin decir una sola palabra. Shinryu seguía mirándolo con un aguijón en el pecho; quería hablarle, pero algo le decía que no lo interrumpiera en este momento. ¿Qué podía hacer, entonces? Quedaba muy poco tiempo para la invocación del zein, así que planeó investigar un poco más sobre zeins con forma de zorro. 

    Sin embargo, algo lo interrumpió de lleno, Redric, quien le sonrió con un pulgar en alto para después acercarse a Casian y Kael. Sin previo aviso, los reunió sobre los hombros, los saludó con muchas ganas y después se dirigió a Shinryu con ellos.

    —¿Qué tal, Shinryu? —saludó enérgicamente—. ¿Pudiste dormir anoche después de tanta acción? —Rio.

    Shinryu asintió, mudo, irradiando una sonrisa cohibida. Redric se veía muy contento, mientras miraba a Casian y a Kael.

    —Hey, Shinryu, te quería agradecer por otra cosa también, porque gracias a ti descubrí que los manás de estos dos se pueden tocar con el mío. ¡¿No es genial tenerse confianza mutua?! Podrían resultar muchas cosas buenas a partir de ahora. Yo ya tengo mi grupo de caza, pero cuando estemos en esta clase y algún profe nos tire alguna tarea nos podríamos reunir, así, de una. Los que tenemos la tendencia en la fuerza encajamos súper bien con los protectores.

    »Cuando tú tengas maná podrás hacer un montón de cosas con nosotros, ¿no te parece genial? Sea cual sea tu tendencia, estoy seguro de que serás un gran aporte.

    Shinryu se mantuvo sin palabras, creyendo que la escena había sido arrancada de una realidad que solo sus más fantásticos anhelos podían producir. 

    Redric, sin esperar aprobaciones, tomó asiento en un pupitre, sobre la mesa, manteniendo una sonrisa en la que no había ambivalencias, demostrando ser un chico de emociones simples pero muy genuinas. 

    Y entonces empezó una charla. Casio y Kael, siguiendo a Redric, se acomodaron a los costados del pupitre mientras observaban a Shinryu como si fuese una novedad despejada. Ambos tenían demasiadas dudas acumuladas respecto a él, aunque era extraño expresarlas recién ahora, después de tanto tiempo.

    Redric, sin embargo, preguntaba lo que quería saber de manera bastante directa, pero sin tocar algo demasiado delicado. Aunque en un principio quiso saber cómo Shinryu tuvo el coraje de lanzarse al campo de batalla, se vio más interesado en saber cómo había sido su vida sin maná. ¿Cómo hacía para realizar ciertas tareas cotidianas? Sin maná no podía visitar ciertas zonas del planeta, ¿o sí?

    Con palabras entrecortadas y sonrisas que fluían y se borraban constantemente, Shinryu respondía. Era, por supuesto, una situación tan maravillosa que podía compararse con una lluvia cayendo sobre un desierto que nunca tuvo respiro del sol. ¿A quién le podría agradecer?, se preguntaba. Primero a Midna, sin duda alguna; sentía que jamás se olvidaría de ella y lo que hizo por él.

    El momento se complicó cuando los chicos le preguntaron por qué Trinity no pudo curarlo, sin embargo, Redric prefirió quitarle importancia al asunto al verlo tan angustiado. Además, le preocupaba invocar a Kyogan si es que llegaba a poner en aprietos a Shinryu. No le tenía miedo al peor alumno de Argus, pero tampoco quería lidiar con ese tipo.

    —Pero si es muy complicado el asunto no tienes por qué decirlo, compañero. O sea... cuando las cosas son enredadas no hay que seguir indagando, ¿o sí? Complejo equivale a dejar de lado, digo yo.

    —Sí, no tienes por qué hablar de ello si no deseas —le apoyó Casian con una sonrisa educada—. Considero que un asunto de salud es algo privado, así que no tienes la obligación de andar exponiéndolo.

    —¡Eh, sí, sí, no tienes por qué! —añadió Kael. Era de esos chicos que siempre buscaba la manera de no quedarse atrás—. Y sí, Casian tiene razón.

    El corazón de Shinryu experimentaba un terremoto.

    —Pero sí te digo algo, Shinryu —empezó Redric con una sonrisa convencida, con la que ofrecía un futuro esperanzador—, tu situación es muy similar a la del señor Dyan. ¡Imagínate, compañero! Nuestro grandioso líder se tardó en despertar su maná porque se dice que tenía una potencia innata enorme. ¡Y mira lo fuerte que es ahora! ¡¿Qué serás tú, entonces, un chico con el nivel de un zein zaga?!

    Casian y Kael lo miraron desconcertados.

    —¡Hey, no me miren como si estuviera exagerando! ¡Digo la pura verdad, algo súper secreto esconde la condición de Shinryu! Y sé que no soy el único que lo piensa, lo que pasa es que nadie más lo dice porque los malparidos influyentes lo han prohibido y porque muy en el fondo esconden una envidia súper podrida. ¡Pero a mí ya todo me da igual a estas alturas! Lo admito abiertamente, ¿y qué?

    Después de un momento, Casian sonrió.

    —También creo lo mismo, en cierto modo —acordó con un semblante educado, como un viejo sabio atrapado en el cuerpo de un adolescente.

    —¡Así es, Casian, compañero! —Redric sonrió dándole unos imprudentes y poderosos palmazos en el hombro.

    —Es evidente que hay un motivo especial detrás del bloqueo de Shinryu —añadió Casian después de frotarse el hombro—. No sabría decir cuál es, claro está. Pero reconozco que también he pensado que podría deberse a una potencia innata.

    —Eh... sí, yo también creo algo... similar —añadió Kael—. Pero si Shinryu se está tardando más de lo que se tardó Dyan en despertar su maná, ¿entonces qué significa?

    —Compañero, no te compliques —respondió Redric—. Es porque tal vez Shinryu guarda más potencia innata que el mismísimo Dyan.

    —¡¿Será?! —preguntó con su boca abierta—. ¡Pero si Dyan está por compararse con un zein zaga! ¡¿Entonces qué le queda a Shinryu?! ¿Será más fuerte que él?

    Redric se largó a reír.

    —¿Sí ves? Por eso te digo que más te vale tenerle hasta respeto, porque, quién sabe, ¡a lo mejor Shinryu dominará el mundo cuando tenga maná! —bromeó.

    Kael miró a Shinryu y parpadeó, atolondrado, incapaz de concebir la idea tan alucinante que mencionaba Redric. ¿Sería posible algo así?

    Shinryu estaba estupefacto, con la misma pregunta generando una explosión en su mente. 

    —Yo, eh-eh, no, digo, no, es que-es que yo no sabría, ¡pero no, yo no soy así!

    Redric abrió un poco los ojos, dándose cuenta de que el chico era hasta tierno. Ante esto, Shinryu se puso rojo.

    —Tranquilo, Shinryu, sin morirse.

    —Disculpa, ¡es que yo...!

    El profesor Zimmer los interrumpió al aparecer en el salón de súbito para informarles que no habría clases durante el resto del día. ¿El motivo? Se llevaría a cabo una ceremonia en honor a los tres dioses divinos, donde los alumnos debían presentarse usando el uniforme de Argus. Hacía falta un par de horas, pero les convenía prepararse desde ya.

    El anuncio tomó por sorpresa a Redric, Casian y Kael, pues sabían que este tipo de ceremonias tenían fechas establecidas. ¿A qué se debía este imprevisto?

    Casian y Kael decidieron ir por sus uniformes, así que se despidieron; solo Redric se quedó en el salón de clases junto a Shinryu. ¿La razón? Quería decirle algo más, pero le costaba encontrar la manera de hacerlo.

    —Shinryu, compañero, una pregunta.

    —Dime, Redric.

    —¿Tu nombre tiene algún significado? Es que jamás había escuchado un nombre así y tan largo. ¿Suena muy entrometido de mi parte, compañero, si te pregunto si eres extranjero?

    Shinryu no había esperado una pregunta así, pero no tardó en comprender la curiosidad de Redric. Era cierto: su nombre no se encontraba en ninguna otra parte del imperio de Sydon. Akari Yaid Izari Belga Raid Shinryu. Además, no constaba de ningún apellido, todos eran nombres.

    ¿Por qué su madre le había llamado así y por qué su padre había permitido que lo mantuviera? Eran incógnitas que hacía tiempo no las reconsideraba.

    —No, Redric, yo nací en Sydon, en Netravän.

    —Oh..., ¡la gran cuidad de la innovación y tecnología! ¡Vaya, mira tú! Dale, dale.

­    —Sí. —Sonrió con la mirada escondida.

    —¡Bueno, compañero, yo aprovecharé para estar un rato con mi grupo de caza antes de ir a la ceremonia! ¡Nos vemos por ahí!

    «Gracias», era la palabra que emergía del corazón de Shinryu, como si quisiera brotar de un volcán contenido. Redric era la segunda persona a la que más agradecimiento le debía. Por siempre tendría en cuenta lo que había hecho por él.

    De camino a su dormitorio, reflexionaba en todo lo acontecido mientras las miradas de las personas se posaban sobre él. Avanzaba con cierta rigidez, tratando de asimilar la situación y de mantener la cautela necesaria. Sabía que aún había alumnos que no lo aceptaban, pero había muchos otros mirándolo, incluso, de buena manera, como si fuese un compañero más, uno raro, eso sí.

    En el cuarto, Shinryu simplemente se desmoronó sobre su cama como si hubiera nadado un largo tiempo por el océano y al fin pudiese dejarse caer sobre la orilla del mar. Sonrió, rio y nuevamente algunas lágrimas cayeron por su rostro mientras observaba al techo con más agradecimiento que otra cosa, pareciendo que en él hallaba la mirada de su diosa Loíza, afable y alegre por el cambio merecido que estaba experimentando. 

    Se mantuvo así por un tiempo, hasta que sintió la necesidad de mirar el velador a un costado de su cama y tomar la carta que un día le habían entregado, cuando Regan aún lo acosaba. No sabía por qué la había guardado, y menos entendía por qué a veces sentía una necesidad tan fuerte de leerla, como si esas palabras pudiesen satisfacer un vacío que reclamaba ser resuelto:

     ¿Tanto te andan molestando, manito?, porque entre alumnos se sabe casi todo. Oye, si es así no deberías ocultarlo tanto...

    Manito sin maná, hay muchos que estamos en contra de los que hacen acoso escolar. Si necesitas ayuda puede que te la dé. Y si de verdad eres buena gente y no finges serlo, y me caes bien, te puedo llevar con una amiga a la que le gustan un poco... un poco harto los peluches. Ella te los puede reparar. Y tranquilo, que tener peluches no te hace menos masculino, macho. ¡Los hombres también podemos jugar con cosas adorables!

    Dale, entonces, si quieres hablar, ubícame mañana a las siete hora sol en la sala de descanso de la torre águila. Estoy formando un grupo que está en contra de cualquier porquería llamada acoso. ¡Seremos la bomba, manito!

    ¿No debería sencillamente dejar esa carta en el pasado? ¿Para qué guardarla? Sí... aún deseaba encontrar a esos compañeros que estaban en contra del acoso escolar, pero la necesidad ya no era vital. 

    Cuando había tenido tiempo libre, se había dirigido a la torre águila con la esperanza suficiente para ver si veía a la persona detrás de esas palabras, pero nunca halló a nadie.

    Pensando en esto, se dispuso a colocarse el uniforme escolar e ir a la biblioteca para leer las cartas de los dioses divinos, sus instructivos para la humanidad. Algo le decía que en ellas podía encontrar una pista para la mayoría de sus dudas.

    Sin embargo, lo que ocurrió a continuación fue demasiado anómalo, un quiebre absoluto en la realidad, disolviendo cualquier plan y vestigio de tranquilidad.

    Shinryu sintió una presencia abominable colándose en su habitación, invisible pero tan real y densa como la propia gravedad, oprimiendo el aire como si el espacio mismo se contorsionara bajo su peso. El miedo cobró forma, apretando su pecho y ahogando cada aliento. 

    Luego, de cada rincón emergió una legión de ojos invisibles que provenía de esa misma criatura, miradas que no podía ver pero que sentía al igual que cuchillas rozando su piel, cada una cargada de una malevolencia tan antigua que parecía haber existido mucho antes de que él naciera. Los ojos destilaban un odio viscoso, un veneno que se impregnaba en cada molécula de aire.

    Y no eran solo ojos... había bocas y siluetas borrosas de lenguas colgantes que se deslizaban con avidez, relamiendo las sombras.

    Shinryu jadeaba, pero el oxígeno no llegaba a sus pulmones, hasta que se paralizó en un sudor helado cuando sintió cómo esa presencia se acercaba. Su mente gritaba, pero su voz permanecía muda, atrapada.

    Pero entonces, algo cambió. Dentro de él un programa oculto cobró vida, irradiando una fuerza que el ser abominable detectó. Sus múltiples bocas y ojos se retorcieron en convulsiones espasmódicas, como si el propio Shinryu emanara una esencia tan densa que empapaba la habitación, haciendo retroceder la criatura con una sensación de desesperación, como si de la nada misma se hubiese hallado atada durante siglos y ahora anhelara libertad con la más pronta urgencia.

    La habitación se estremeció con el caos de su huida, una estampida de formas espectrales que se arrojaban de regreso hacia la oscuridad. Aceleraba más y más, buscando la salvación que Shinryu le había arrebatado.

    Shinryu se quedó en silencio, con una mirada perdida, y repentinamente débil. Aquella extraña habilidad había dejado su mente al igual que un lienzo en blanco. Los pensamientos y las intenciones previas a este momento habían sido barridos. ¿Qué había estado... haciendo? Se había recostado en la cama, disfrutando de los cambios que se desataban, ¿luego...? 

    ¿Por qué se sentía desgastado? ¿Acaso era su débil esencia haciéndose notar una vez más, demostrándole que ni siquiera era capaz de sobrellevar el flujo de emociones de este día? 

    «No, ¡no, yo no soy así de débil! ¡Basta!»

    Le parecía sentir una necesidad de ir a la biblioteca; no entendía muy bien el porqué. De todos modos, prefirió correr hacia el comedor, pues su cuerpo clamaba por nutrientes perdidos.


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