Capítulo 29: Engañados por el cliché.

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Evelyn.

Un fin de semana me pidió que lo acompañara a una fiesta.

Creí que sería como en los libros, donde el chico se aparta y se besa con otras chicas mientras que la "novia actuada" permanece con un jugo sentada afuera. Luego alguien trata de conquistar a la chica abandonada y el badboy llega para golpearlo, entonces la chica defiende al otro y sucede una gran pelea que separa por días a los protagonistas. Él admite que fue una puesta o le dice que se enamoró, y ella a ambas excusas se hace la digna y desaparece con lágrimas.

Pero eso nunca sucedió.

—¿Por qué no me enteré de esta fiesta sí es para celebrar nuestro esfuerzo antes de la obra? —Traté de no mostrarme muy sorprendida ante la enorme casa de quien era dueña la perfecta ex-novia rubia de estereotipo tonto de Val y las luces que brotaban de todas las ventanas.

—Este año tienes la fachada de nerd y te separaron de la clase F, supongo que es normal que no te hayan invitado —explicó él, encogiéndose de hombros con una media sonrisa.

Adelante, hijo de tu... sigue burlándote de mis calificaciones.

Las puertas delanteras estaban abiertas, mostrando el ambiente ruidoso de adentro. Val le dio unos billetes a quien fumaba en un banco a lado junto a una planta, dándole señales para que pudiera entrar.

—Tienes una buena hoy, Dicks —rió el chico mirándome de reojo, dándole una calada a su porro.

—¿Te parece? —No sonó como pregunta, pero tampoco como respuesta sarcástica. Me asustó la forma en que lo miró, así que no dije más y entré por mi cuenta.

Que miedo, ¿y sí me mata?

Al adentrarme al lugar, pude sentir la mirada cortante de la anfitriona rubia con coleta y un lindo color de ojos azules que bajaba las escaleras. Me miró sonriendo levemente, dando la última pisada para llegar a la planta baja con sus tacones amarillos.

—Hola, protagonista —habló, saludándome con cordialidad—. Disfruta la fiesta. Hay alcohol en la cocina.

¿No me vas a amenazar? ¿Decirme qué me aleje de Val?

Creo que yo era la única paranoica con los clichés, estaba olvidando que la vida real es común, llena de hipocresía, y sí los escritores no estaban cerca entonces todo funcionaría normal. Sí, en el mundo había muchas zorras, como la chica de la esquina que trataba de pegarse a un jugador aunque él le gritaba en voz alta que se alejara porque tenía novia, pero ella seguía insistiendo tratando de montarlo. Sin embargo, algunas veces te salvabas de esas.

Di vueltas en el lugar por haber perdido a Val. Recorrí la sala principal, saludé a algunas personas de forma breve pero continué buscando un lugar donde encajar. Usualmente asistía a fiestas y terminaba con algún pie roto o haciendo retos locos con alguien, pero mi tiempo con personas diferentes había cambiado. Las fiestas de los ayudantes literarios eran tranquilas a comparación de estas, casi nadie hablaba de manera informal y Ethan siempre corregía cualquier actitud infantil mía.

Me abruma a veces.

—¡Evelincita, nu ti veo disde moñana! —Una chica me sorprendió por atrás con un abrazo. Tenía tiempo sin sentir tanta conexión.

—Get, nos vimos ayer —reí, notando su ebriedad subida a sus cachetes. Su cabello corto hacía ver su rostro más redondo de lo normal.

Trastabilló arrastrándome hasta chocar con la entrada de la cocina, justo a lado de las escaleras que conectaban el sótano con la planta alta. Traté de mantenerla estable, hasta que el expulsado Tam apareció sosteniéndola por atrás.

—Oh, Eve. Déjala a mí, la tendré lejos de esos mamados a los que les di la planta mágica —explicó él, dando unos ligeros golpes en mi hombro.

—No sé porque lo que me acabas de decir me da cero confianza —hablé moviendo la boca lento, señalándole con el dedo índice—. Pero quién no arriesga no gana. Volviendo a la vaina, ¿qué hay de beber?

Mi curiosidad por la cocina crecía. A comparación de los alrededores, era el único lugar con luz anaranjada y nos luces rojas y verdes acompañadas de la penumbra. Lucía un tanto más calmada, chicos dentro sirviendo vasos antes de salir a las áreas abiertas para jugar ping pong o cosas así.

—Esh alho malviví... —no entendí ni verga de lo que me dijo Get.

—Lo preparó la blanca de la que nunca recuerdo su nombre pero es su fiesta. Sabe a uva.

Fue la única repuesta de Tam suficiente para que tuviera curiosidad. Serví en un vaso menos de la mitad solo para probar el sabor y darme una idea del contenido. Era dulce y refrescante. Serví unos más, cada vez aumentando la cantidad en sobremanera. Cuando comenzó a hacer más ruido en la cocina me percaté de que la conversación que llevaba con una chica más estúpida que yo y su novio no era una conversación, más bien éramos tres borrachos con las mejillas coloradas, buen humor y ojos dando vueltas.

—Y el zapato dijo: Hola. —Expresó la chica con un tono agudo, haciendo que el chico a su lado riera exageradamente.

—Ja, y yo lo besé, JAJA.

Los tres reíamos como tontos, pero no sabíamos de qué. De repente sus caras dejaron de ser sus caras y solo veía hermosas fresas moradas sabor piel... y entonces la vida da giros tan drásticos que me estaba besando con una chica con aliento a uva y su novio solo reía como tonto golpeando el desayunador.

Y sí, las cosas nunca salen como esperas, pues justo cuando te distraes es como decía Kei, la vida te agarra por detrás y te mete algo en el culo. En mi caso, la distorsión de las cosas me entregó vomito pasando por mi boca acompañando de alimentos radiactivos. El desmayo se convertía en una probabilidad segura al igual que otra pierna rota.

Alguien apartó a la chica, devolviéndola a su novio para que terminara de vomitar lejos de mí. Mi poca cordura se disipaba, mi coordinación era terrible. Fui tambaleando por varios lugares, incluso pasé por escaleras. Mi cabeza chocó contra una puerta y luego fui introducida a un baño en donde ni siquiera pude ver mi reflejo pues fui directo al retrete.

—Más, rompe tu récord —oí la voz detrás de mí mientras sostenía mi cabello para que yo pudiera expulsar a los demonios con mal olor de mi estómago.

Mis arcadas duraron un rato. Me acomodó en el tapete del baño, contra la pared. Extendió su mano para darme una botella de agua y unas galletas de mantequilla con arándanos. Aún con la ebriedad, pude darme cuenta de que él ni había estado bebiendo o siquiera dentro del lugar por buen rato. Parecía distante a la zona.

—Estás bien feo, ¿por qué todas te quieren? —Pregunté de manera imprudente, tratando de no balbucear.

—Se trata de actitud —su leve sonrisa apareció mientras se acercaba a mi rostro para reír tontamente.

—Vaya actitud de mierda.

—Eres un tanto agresiva. —Volvió a reír, dejando caer el peso de su cabeza contra la pared. Extendió sus piernas, igual que yo, chocando la altura de nuestras rodillas.

—Igual que una fiera del norte, rawrrrr. —Mostré mis dedos fingiendo tener garras, haciendo ruidos extraños, pero él no rió hasta que vio mi rostro al borde del colapso.

—¡Vale, sí das risa! —trató de evitar reír de más al notar que yo tampoco reía por mí mal chiste y mi aparente tristeza al oler el vomito cerca de mi rostro—. No apestas tanto como para tirarte al mar o para que el escritor te diga que apestas, así que no te sientas mal.

Olí mi blusa blanca, distinguiendo dos colores diferentes de vomito. Estaba entrando en un colapso, no sabía si llorar o reír por la situación, pero él dijo que el de la chica olía a zapato y yo reí fuertemente. Él no estaba ebrio, pero de todas formas me acompañó en las risas. No entendía a Val Dicks, no entendía nada de él y quizás por eso él parecía entenderme.

—Estoy feliz de la obra —destaqué, haciendo que callara de repente—. Quiero que actuemos juntos y terminemos este libro. Y tal vez cuando todo acabe, poder seguir siendo amigos... para siempre, cucarapollas.

—Eso suena bien para mí, Clarkratita.

—Es una promesa. —Él no estaba seguro, pero elevó su meñique ladeando su sonrisa y lo cruzó conmigo.

"Un aplauso a la clase F y B por sus actuaciones", clamó el profesor con peluquín desde su megáfono, paseándose con orgullo frente al director sentado en primera fila para mostrarle lo que se puede hacer con unos cuantos inteligentes y unos ridículos. Pero solo unos saben que la verdadera razón de nuestra victoria es ese chico de abrigo con cola de pingüino a mi lado que sonríe con emoción ante las luces, mirando a Matt con ternura. Porque aunque Dave se jactaba de quererlo románticamente, era todo lo contrario, más bien un niño infantil apegado a su padre.

Matt estaba al fondo entre el público, mirando a Ethan con sorpresa. Relajé mi respiración, pero no podía evitar esa sonrisa que te entrecierra los ojos, los nervios combinados con la euforia y el sudor en mi frente, esperando que ambos me vieran. Cuando se percataron de la situación comenzaron a aplaudir, al igual que Mía, Demian aún amargado, Kei, Silver, Erick y Percy.

Supongo que su cliché de la nerd se convirtió en una chica común enamorada.

—¡Con la frente en alto! —Grité, llevando la mano en algo junto a la de Get con imagen de monja y Dave. Él lucía tan feliz, disfrutando la oportunidad de por primera vez asistir a un instituto, pues falleció joven por una enfermedad inmunitaria.

Giré a mis alrededores, mirando los espacios fríos y oscuros y algunos asientos vacíos. La multitud aplaudía mientras hacíamos nuestra reverencia, pero yo no dejaba de buscar.

¿Por qué no estás aquí?

Días después, recibí la llamada de Ethan, logrando que la sangre me hirviera y las ganas de rajar a alguien despertaran.

~•~•~•~

Ethan.

—¿Cuál es el plan? —Interrogó Erick tratando de colgarse a mi espalda aun sentado a mi lado en la fuguneta.

—Partirle su madre —explicó Evelyn tronando sus dedos, al otro extremo. Sus ojos daban más miedo que los de Matt enojado.

—Vamos a presentarnos unas horas antes de su fiesta de publicación y discutirlo. —Interrumpió Matt de copiloto, sin apartar la vista de las calles iluminadas, los edificios altos y modernos con luces llamativas con anuncios por las fechas a pesar de que el atardecer aún no llegaba y las sombras no cubrían los alrededores.

Estábamos en las zonas vecinas de los escritores, entre ellos el escritor Daniel de la editorial Agujero Negro. Matt planeaba hablar con él igual que Yurisa, quien venia al volante sumida en silencio y masticaba chicle con brutalidad. Su ayudante con buena altura solo se mantenía con una sonrisa y los ojos cerrados frente a mí, evitando el contacto.

Percy, Kei y Silver estaban en las oficinas, tratando de buscar con el editor y un hombre del departamento de leyes para ver que solución podíamos tener ante todo esto. A mi lado solo estaba Erick con un bate, Dave tragando dulces para calmar sus nervios, un Demian silencioso, y Evelyn preparando golpes asesinos contra la ventana a lado del rostro del ayudante.

—No me va a matar otra vez, ¿cierto? —Por su tono parecía hablarme a mí, pero sus ojos no me miraban de los nervios. No supe que responderle.

—Sí no te mueves todo estará bien. Te acostumbras rápido. —Respondí al ver los ojos de Evelyn tornarse blancos por el enojo.

La usaron sin permiso.

El viaje no fue tan largo como esperábamos, aún había mucha luz, la energía de la noticia todavía estaba presente en cada uno. La escritora Koba buscó un estacionamiento cercano y antes de entrar a las oficinas correspondientes de la editorial para Daniel paramos a comprar refresco y Hot Dogs porque los dos actores se estaban muriendo de hambre.

En la entrada Erick y Dave hablaron incoherencias con la recepcionista hasta que ella mencionó el evento de la publicación en el piso 11, tiara finalizar Erick comenzó a fumar en la sala de espera para que el oficial le sacara con la regla de fumar en espacios abiertos.

Matt y Yurisa aprovecharon el corto vistazo como escritores invitados y sus ayudantes —nosotros— gracias a la preocupación que había con los que vandalizaban el lugar. La espera en el elevador de Demian, Evelyn, el ayudante de Koba y los escritores era tensa, silenciosa, a excepción de la música ambiental.

—No, no, no sabe como me voy a divertir rompiéndole el orto. ¿Cómo pudieron ser amigos de alguien como él? —Traté de detener a Evelyn, pero Matt extendió su brazo para decirme que estaba bien. Antes de hablar miró a Yurisa con cariño.

—Los tres teníamos el sueño de ser escritores. La primera en crecer fue Yurisa, escribiendo temas LGBT+ que fueron una explosión de talento y popularidad. Más tarde, fui yo, con mis comedias llenas de humor negro hasta tomar un estilo más duro. Pero él... —Matt lo pensaba mucho, así que cortó las partes esenciales de su historia, una de ellas cuando el llamado Daniel ofendió su trabajo y lo llamó mediocre sin talento mientras vertía café en un manuscrito viejo—, había comenzado antes que nosotros. Siempre se esforzaba, quería lo mejor para todos. Pero cuando nosotros crecimos y sus historias con toques surrealistas y tramas oscuras no daban resultado decidió que quienes escribían los géneros que manejamos nosotros son basura. Porque él escribe cosas buenas pero el público prefiere lecturas ligeras y estúpidas solo por moda.

—El esteotipo de vato ardido con la vida porque no le mamaron sus historias, vaya. —Esa fue la conclusión de Evelyn, haciendo que resoplara y Demian pareciera reír un poco.

Tiempo sin ver esa sonrisa, pervertido.

—Se dice "estereotipo". —Le corregí.

—Se dice comemierda. —Su humor estaba peor que otras veces, así que ahora yo fui quien calló.

Yurisa y Matt rieron por nuestra actitud, e incluso el chico alto parecía sonreír sinceramente ahora. Las puertas de abrieron, dando paso a todas nuestras emociones frente al salón donde aún corrían personas preparando las mesas y en el centro un chico que aunque tenía la misma edad que Matt fruncía más el ceño, tenía las cejas bajas, y aparentaba 7 años más.

¿Está orgulloso?... Copió un cliché solo por una infantilidad que le costará una buena inversión.

—¡Daniel, cuanto tiempo sin vernos hijo de perra! —El saludo poco convencional de Yurisa haciendo su entrada mientras retiraba sus lentes oscuros nos dejó impresionados, pero su ayudante le siguió como un perro fiel sin apartar su sonrisa acompañada de los ojos cerrados.

—Yui quería demasiado a Dani. Me sorprende que mantenga la compostura... —murmuró Matt mirándolos con distancia. Traté de hablarle, pero estaba perdido en sus pensamientos. Ni siquiera Evelyn sabía que decirle, solo esperaba ella al otro extremo de él con ojos de deseo.

—Tiempo sin vernos, Koba. Has crecido como escritora, eres parte del círculo oficial de mejores escritores del género BL con contenido erótico, te has de sentir orgullosa. Estoy feliz por ti, de todo corazón, pequeña. —La forma en que dijo todo eso sin extender la mano, cruzado de brazos y con la mirada sobre el hombro demostraba su poca felicidad y la hipocresía más distinguible que las nubes del cielo.

—Ahora me siento orgullosa, Daniel, de que mis números fácilmente cuadripliquen los tuyos —le devolvió con una sonrisa, retíranos sus lentes para dárselos a su ayudante.

El chico dio un paso adelante, dando señal con los ojos vislumbrando detrás a Matt. Aunque le temblaban las manos, Matthew caminó hasta estar cerca de él, mirándole con ojos fríos.

—Vamos, Matt, rómpele el... —Callé a Evelyn para que pudiéramos acércanos con cautela. Demian permaneció en la puerta del elevador.

Nos mantuvimos a espaldas de Matt y Yurisa, junto a su ayudante, sin que nos importara que él viera a Evelyn y sus distinguibles ojos morados. Mantenía una sonrisa amarga, y el silencio crecía como olas silenciosas pero abrumadoras, profundas.

—No he venido a discutir, Clinton. Tan solo quiero que lleguemos a un acuerdo con esa historia que al parecer tanto disfrutas —permaneció en estado sereno, hablando con firmeza. Una mujer que parecía ser una secretaría se detuvo al escuchar de lo que trataba, pero siguió de largo callando, dirigiéndose a la salida—. Dime qué deseas de mí, pero devuélveme ese trabajo que a mis protagonistas tanto les ha costado. Han puesto el toque original que tanto le faltaba a ese cliché, y no quiero perderlo. Tú lo comprendes, ¿no? La sensación de tener memorias lúcidas escritas por ti mismo en un papel que solo te pertenece a ti legal y emocionalmente.

—Las personas no valoran esas memorias, Matthew —la sonrisa escalofriante que ponía ya la había visto en otra parte, pero no podía recordarlo. También su forma de hablar, todo era parecido—. Y mucho menos esa mujer a la que llamas amiga. Es... un poco baja y despreciable con lo que escribe.

—¿Qué estás diciendo? —El ayudante de Yurisa parecía molesto, pero trató de mantener la voz con su paz gracias a la imperturbabilidad dd Koba.

¿Odia a las mujeres?

Volteé a ver a Demian. Continuaba mirando el cielo despejado por los ventanales, centrándose en el ave parada en los claves, sin mirarla realmente. Volví la vista a Evelyn, quien miraba con extrañes a Daniel.

¿Ves lo mismo que yo, amazacotada?

La mujer de cabello agarrado y traje volvió a entrar al salón, dándole señales a las acomodadoras para que dejaran. Entró acompañada de otro chico con sonrisa apagada, que tenía el cabello alborotado cubriendo sus ojos y los párpados caídos. Él se posó a lado de Daniel, y entre sus manos un bloque de papeles.

Hizo una reverencia, sin hablar.

—Él es... —ni siquiera le dirigió una sonrisa, solo trató de rebuscar en sus recuerdos—...él es él. Mi único ayudante, pero es un multiusos. Calidad antes que cantidad, ¿no?

¿Por qué siento que volvió a decir algo ofensivo?

—Tú lo has dicho, Daniel. Así que sigo sin ver una razón para que desees tanto una historia "de mierda". —La respuesta de Matt evitó que Koba lanzara veneno con su lengua o Evelyn gritara.

Me sorprendía que Evelyn aún se mantenía en control. Demián me hizo ojos para que mirara el reloj, dándome a entender que estábamos perdiendo el tiempo y él ya está cansado de eso. Apenas eran las 5, pero todos teníamos en los ojos esa mirada de hastío e impotencia.

—Algunos escritores pueden darle calidad a esa mierda, Matty. Solo tienes que aprender como hacerlo. ¿No te parece que lo hemos logrado con esfuerzo y dedicación, eh? —Rió de nuevo con frustración, dándole un golpe con el codo a su ayudante.

¿Volvió a ofendernos?

—Sí... con mucho esfuerzo... —El chico parecía obligarse a responder, pero siguió asintiendo con la cola entre las patas y una sonrisa amplia.

—¿Dónde está...? El otro tipo. —Interrumpió las palabras en la lengua de Yurisa, Daniel, hablándole a su secretaria. La mujercita corrió de nuevo afuera, pero parece que solo necesitó el pasillo para volver.

Eran zapatos cafés, un traje acompañado de una sudadera, y una apariencia demacrada. Sus ojos eran aún más caídos que los del ayudante, y su boca parecía temblarle. Lucía como yo, los días que pasé encerrado aceptando mi muerte y la traición de las dos personas a quien consideré parte de mi vida. Val, estaba al borde del colapso con una mirada enfermiza y los tobillos sin poder mantenerse de pie.

Evelyn dio un paso adelante, dejando que viera sus mejillas siendo cubiertas por sus manos. Estaba sorprendida y aterrada de esa apariencia. La apariencia que había visto en mí, y por palabras de Matt, que también había visto en su padre después del funeral de su madre.

Val seguía de largo pero el chico con los bloques de papel lo detuvo y lo paró a un lado de Daniel.

—Él es mi narrador Val... —extendió su mano para que lo viéramos, pero también pensó con una sonrisa incrédula lo que nosotros pensábamos—. Solo Val. El tercero de unos cuantos que ya no están por aquí.

Él trató de elevar la cabeza, desviando los ojos al ver la dureza en Matt. Me miró unos segundos, pero también apartó los ojos en vergüenza, hasta que ellos chocaron vista con Evelyn. Se contrajo unos momentos y apretó con más fuerza sus dientes, bajando la cabeza mientras temblaba de los hombros.

No había sido una casualidad nada, ni siquiera esa historia. Daniel tenía razón, nosotros no habíamos puesto empeño en un inicio para esto, y la idea de este cliché ni siquiera había llegado de Matt, fue una esperanza más que lo había estado persiguiendo después de ver tantas publicaciones famosas de libros juveniles en internet que quiso seguirla. Evelyn lo dijo, que cuando Demian cruzó la calle siguiendo a Val no fue el mismo.

Aquel protagonista que confundió a Percy no tenía porque haber estado ese día. El libro que llegó a la editorial para Mía. Y aquella noche en el bosque, Val siempre estuve presente. Aterrándome sin siquiera notarlo.

—Sí pasas algo por alto, no verás cuando te devore —susurró Daniel, portando en su semblante aquella sonrisa escalofriante que copiaba Val aún con su imagen de carrito asustado.

Retrocedí, sacudiendo la cabeza para no sentir el tormento. La iluminación parecía crecer y los sonidos chillantes también. Demian por fin se acercó, mostrando preocupación en sus ojos ante mi estado, pero me reincorporé haciéndole señas para que no se acercara más.

Sí vienes querrás matar a alguien.

Evelyn siguió dando pasos hasta estar cerca de Val, pero no le dijo nada. Estaba extrañamente callada, mirando con seriedad al escritor ruin de cabello corto y a su ayudante. Apretó los puños, llevando uno más alto que su pendiente azul.

Me miró con enojo cuando la detuve, negando con la barbilla para que no lanzara el golpe. Sí hacía algo en ese momento nos íbamos a meter en grandes problemas, pero la responsabilidad recaería en el escritor y la escritora que nos trajeron hasta aquí.

—Yo no puedo dejar que... —Su mirada se quebró, Evelyn lloraba en silencio sin bajar la mano—. Míralo... mira... ¿es culpable? ¿Debo odiarlo?

Decía eso hablando de Val. El narrador no emitía palabra alguna, solo sonidos. Como sí no pudiera hablar por cuenta propia u oponerse. Sabía lo que era eso, lo conocía mejor que nadie. El miedo de desaparecer cuando el otro lo desee, solo porque él tiene la pluma. Pero Matt siempre ha sido diferente.

Sí, Matty, siempre has sido diferente.

—ALÉJATE DE MIS AYUDANTES, ENFERMO DE MIERDA.

Y con esas palabras todo se fue directo al basurero, pues fueron acompañadas de un golpe en la nariz que tumbó al escritor Daniel como bola de boliche en una piscina. Matt golpeó una y otra vez, hasta ver sangrar su ojo y mejilla. Había aprendido a defenderse después de asistir a bares peligrosos donde quien sea se le arrimaba, ahora desahogaba toda su furia y sus deseos de morirse y atentar contra su propia vida con el hombre que nos dio el infierno más largo.

—PISALE LA VERGA. —Evelyn caminó levantando su falda larga para darle con sus tennis.

—¡Y que no pueda usarla! —Prosiguió Yurisa.

El ayudante y el narrador abandonaron el lugar, siguiendo a la secretaría que iba por ayuda pero seguramente tardaría pues esos guardias lidiaban con unos maniáticos amantes del desastre. Demian solo reía en una esquina, mirando todo el desastre.

La fiesta tendrá que retardarse.

—Sí... rómpanle... eso... —opinó el ayudante de Koba.

—Y TE VOY A ROMPER EL MALDITO ORTO —continuó pegando gritos Matt hasta desgarrar su garganta, haciendo que los guardias hicieran presencia y nos tomaran a todos.

~•~•~•~

Dejamos con la ropa destrozada el lugar, dirigiéndonos decaídos al estacionamiento. En el camino Demian aceleró el paso con los demás y Evelyn. Ella lucía peor que nosotros, pateando piedras invisibles hasta lastimarse el dedo meñique. Matt quedó atrás caminando a mi lado.

—Ya es tarde. —Habló, parándose a mirar su silueta por el atardecer frente a una caseta telefónica.

Levanté la vista para observar los colores rojizos en el cielo y las nubes oscuras y anaranjadas formando una vista de acuarelas expresivas. Sonreí, agradecido por poder mirar ese cielo una vez más.

—Sí, ya es tarde. La historia no llegó a ninguna parte.

—No sé hacer ahora...

—¡Podemos hacer otro asqueroso desastre litera...!

Me callé inmediatamente al oír sus sollozos. Posé los ojos en los suyos, derramaba lágrimas pesadas y su boca rechinaba los dientes como un niño. Los anteojos volvían a llegarle al tabique.

Perdón, usas esas resbalosas cosas gracias a que yo te lastimé.

—Míralos, vuelven a casa sin nada... y ahora no sé cómo acabarlo. No sé cómo terminar esto si ni siquiera sabía cómo comenzarlo. ¿Qué puedo hacer si no era lo que yo quería? —su pregunta era teórica, y por la falta de respuesta continuó llorando y pateando la caseta mientras su sombra se engrandecía—. Todo por dinero...

Puse mis manos sobre su espalda, metí mi pierna entre la suya para que parara el terrible ruido que llamaba la atención a los alrededores. El oficial que se acercaba mantuvo distancia al ver que yo lo había detenido.

—Empecemos otra historia, Matty. Estamos comenzando. Pero Evelyn merece un final, ¿no te parece? —Susurré, tratando de darle ánimos para por lo menos no se martirizara y tuviera ganas de intentar otro suicidio.

Giró, pero en vez de verme a mí limpió sus lágrimas con rapidez cuando distinguió la figura detrás de mí. Volteé de igual de manera, viendo a contra luz el ayudante multiusos del escritor Clinton.

—Mi nombre es Nión, ayudante temporal de Daniel Clinton. Escritor Matthew Davis, tengo un favor que pedirle.

•••••••••••••••••••

Chale, chale. A este punto tampoco tengo mucho que decir, solo que los cabos han sido atados y que LOS AMOOOOOOOOOOOO. *Corre por la acera* <3

~MMIvens.

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