Capítulo 3. Christian

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Ana debe percibir la tensión entre nosotros porque permanece en silencio mientras conduzco como un loco por las calles de Seattle.

Entro en el garaje de Escala y apago el motor, solo entonces giro para mirar a mi acompañante.

—Bienvenida a mi casa.

Sus finas cejas se fruncen.

—¿Vives aquí?

¿A dónde pensó que la llevaría? ¿A Portland? Bajo del auto y lo rodeo para abrir su puerta, la ayudo a bajar porque ella sigue mirando con curiosidad el estacionamiento.

—Ven.

Tomo su mano y la llevo al ascensor, presionando el botón del ático y poniendo la clave mientras ella mira con atención todo lo que la rodea. La señora Jones está en su descanso, así que estamos completamente solos.

Suelto su mano cuando la puerta se abre y la observo curiosear por los ventanales de la sala, sus dedos recorren incluso la fina madera de mi piano.

—¿Una bebida? —ofrezco.

Sé que bebió champán y yo whisky, pero creo que necesitamos algo más para relajarnos. Tal vez algo de vino para soltar un poco la lengua.

—Agua por favor.

Supongo que no está interesada. De todas formas sirvo dos copas y las llevo a la sala, deteniéndome a su lado para mirarla. Satisface su curiosidad a tiempo para mirarme.

—¿De qué querías hablar?

Pongo la copa en su mano.

—Bebe.

Si ella ha bebido, estará más accesible y dispuesta a hablar, menos cautela entre nosotros.

—Qué mandón eres. —se queja, pero se lleva la copa a los labios para beber un sorbo.

Hay tantas cosas que quiero saber, como ¿Por qué carajos se fue hace dos años? ¿Por qué está con Elliot? ¿Cómo se conocieron? Y sobre todo, ¿Por qué carajos no puedo dejar de pensar en ti?

Voy con la mas segura.

—Así que tu padre tiene una empresa. No lo sabía.

Ella sonríe y toma otro sorbo antes de responder.

—No preguntaste. Aunque si lo recuerdo bien, tampoco hablamos mucho.

—Lo sé. —el recuerdo de su cuerpo cálido junto al mío me provoca un escalofrío.

Ana camina un poco más, alejándose de mi hacia la sala y balanceando la copa ahora vacía en sus dedos.

—A decir verdad, el negocio de papá prosperó con mayor rapidez en el último año, después de que Elliot nos contratara para decorar una casa en Portland.

Jodido Elliot.

—¿Trabajas con tu padre?

Sus delicados hombros suben y bajan con un rápido movimiento.

—A tiempo parcial y después de terminar la universidad.

Otra cosa que tampoco me molesté en preguntar. Ignorantemente creí que la chica estaría en la habitación de hotel cuando regresara de correr y podríamos platicar un poco, después de todo, me dió su virginidad.

Le debía ser amable con ella.

Mis cejas se arrugan ante la imagen de mi puto hermano tocándola y cogiéndola. Dios sabe que ese imbécil se acuesta con todo lo que tenga tetas.

—Yo... —intento hablar a través de la neblina de mis recuerdos—. Esperaba charlar contigo comando regresara de mi ejercicio. No te encontré.

Algo en su expresión cambia y me mira con el ceño fruncido.

—Me dijeron que te fuiste, así que lo hice. —deja la copa sobre la mesa y se dirige a la salida—. Ahora, si me disculpas, quiero ir a casa.

La detengo por el brazo antes de que pueda alejarse de mí, porque necesito más. Al menos más que palabras. Los dedos me pican por saber si su piel es aún suave, o si se teñiría de rojo de vergüenza cuando la desnude.

—Un momento.

Mi mano libre sube para acariciar su mejilla, recorriendo el borde de su delicada mandíbula y hacia sus labios. Sus ojos brillantes siguen el movimiento.

—¿Sabes? No me complace saber que mi hermano te ha tocado. Ese imbécil siempre quiere lo que yo poseo.

De nuevo ese gesto de cejas arrugadas.

—No me posees.

Lo hice. Fui el primero. Y lo único en lo que puedo pensar desde que la vi es que mi jodido hermano la tiene.

Sé que las palabras no van a disuadirla, pero se lo mostraré porque su cuerpo reacciona conmigo, la forma en que me mira, como su cuerpo se arquea hacia mi.

Quiere que la toque, que la haga sentir de nuevo como solo yo puedo. Elliot no se compara.

Ella no me detiene cuando me inclino y beso la comisura de sus labios. El gesto es leve, igual que la presión es solo un toque. Su respiración queda atrapada dentro de sus pulmones a la espectativa.

Muevo la mano hacia su nuca para sujetar delicadamente su cabeza y está vez voy por el beso, muerdo su labio para obligarla a abrir esa preciosa boca y saquearla. Otro gemido bajo.

Su cuerpo envuelto en ese traje sastre de color blanco se pega a mi, la mano que sostiene su brazo se desliza lentamente hasta su cadera.

—Así es, nena. ¿Me recuerdas?

Otro pequeño jadeo antes de deslizar mi lengua dentro de su boca. Sus manos se presionan en mi pecho pero no intenta apartarse, solo están ahí. Me tenso por unos segundos esperando que los fantasmas del pasado aparezcan, pero Ana gime y mi mente vuelve a ella.

Ambas manos sobre su cadera mientras el beso se vuelve más intenso, caluroso. Sonidos húmedos saliendo de nosotros. Es la prometida de mi hermano, carajo. No debería estar haciendo esto.

Mis manos se mueven un poco más hacia la curva de su culo y eso la hace reaccionar de su neblina lujuriosa.

—Espera, no. —ahora si me empuja con fuerza—. Esto es un error.

Toma el bolso que descartó en el sofá y me mira mientras camina al ascensor.

—Tienes toda la maldita razón, fue un error que te enredaras con Elliot.

Sus ojos se entrecierran, el enojo cambiando su expresión.

—Es mi prometido, te agradecería que me trataras con el respeto que tu futura cuñada se merece.

Es una puta burla, nadie en su sano juicio se casaría con Elliot sabiendo el historial de mujeres que lleva a cuestas. Es más fácil obtener una ITS que la lealtad de mi hermano. A menos que ella lo sepa.

¿Será posible esto?

Ana entra al ascensor y presiona el botón del garaje. Yo solo observo, con mis pensamientos yendo de un lado a otro pero tranquilo porque sé que Jason está abajo, esperando a verla salir sana y salva.

Pero esta vez, no la dejaré irse así como así, porque nadie deja a Christian Grey.

Dos veces.

.
.
.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro