Capítulo 6

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La magia era real y Xin no podía negarlo. Por más que lo intentara, no podía. Sin embargo, por extraño que pudiera sonar, tampoco podía negar que aquel hecho no le sorprendía tanto como quizás esperaba que así fuera. Muy en el fondo, Xin ya sabía que había algo sobrenatural en su vida desde el accidente, desde que los sueños con Arash habían comenzado.

La última vez que Xin vio a su padre, lo había visto con el pecho hundido por el volante, la boca y los ojos llenos de sangre y a punto de apagarse para siempre, llenos de miedo y confusión. Era la imagen recurrente de sus pesadillas, y ya que Xin la recordaba con tanta claridad, también recordaba los ojos dorados que brillaban en medio de las tinieblas, y a los que había pedido ayuda antes de desmayarse.

Eran unos ojos dorados aterradoramente tranquilos que brillaban como luciérnagas en medio de la muerte; ahora que Xin reflexionaba sobre ello, esos ojos dorados le recordaron a los de la diosa del último sueño con Arash... Sandaramet.

—No creo que sea la mejor comida de tu vida, pero es mejor tener el estómago lleno que vacío.

La voz de Amir sacó a Xin de sus cavilaciones. Luego de poner un plato de comida en sus manos, se sentó a su lado.

—Gracias —contestó Xin por inercia, aun abstraído.

—No te preocupes —contestó Amir mientras sus ojos pasaban del café al gris en un instante mientras encendía la fogata frente a ellos—. Pero igual me debes cinco dólares.

Xin lo miró con cara de enfado dispuesto a protestar, pero el bandido se le adelantó y no lo dejó hablar:

—Es un chiste. Sabes lo que eso significa, ¿o es que acaso no existe el sentido del humor en China?

—Ese tipo de preguntas son bastante ofensivas...

—¿Cuáles? —contestó Amir provocador—. Preguntas tipo, ¿son todos los chinos igual de estirados que tú? ¿Te refieres a ese tipo de preguntas?

—Sí, exactamente a esas me refiero —protestó Xin—. Y ya deja de llamarme chino. No me gusta.

—Pero si eres chino, no veo por qué tanto escándalo.

—No, no lo soy, soy de Hong Kong...

—Agh, papas, patatas —dijo Amir acercándose más a Xin quien se alejó por instinto—. Mmmm, veo que será difícil robarte un beso...

—Si puedes leerme la mente en serio, entonces sabes que tengo novio —contestó Xin a la defensiva.

Amir solo se alejó mientras se encogía de hombros.

—Yo nunca he sido celoso, y no tengo problema con compartir —dijo sin más—. Si no me crees, pregúntale a Ava por allá...

El ladrón dijo aquello con una sonrisa descarada. Ava solo le sacó el dedo medio como respuesta.

—Y por cierto, no puedo leer la mente —continuó Amir—. Mi magia tiene que ver más con los elementos, por si no lo has notado ya.

—Pero antes dijiste que...

—Te mentí —lo interrumpió Amir llevándose un trozo de pan sin levadura a la boca para luego hablar con la boca llena.

—Entonces... ¿cómo supiste mi nombre?

—Teníamos tú billetera, genio.

Xin no pudo evitar sentirse algo tonto.

—Ok, sí —admitió—. Pero... y lo de Arash. ¿Cómo supiste lo de Arash?

—Eso fue cosa de ella —dijo Amir volviendo a señalar a Ava con uno de sus dedos.

Ella estaba jugando con los niños en medio del desierto en el que habían acampado luego de salir del túnel subterráneo

—Ava puede captar recuerdos recientes de las personas y compartirlos con otros —explicó Amir—. Por eso estaba tan nerviosa cuando te vio llegar conmigo a la guarida, porque pensó que eras un mago trabajando para los gusanos, pero yo sabía que ese no era el caso.

Xin se le quedó viendo fijamente.

—No sé si darte las gracias o sentirme violado por lo que hicieron.

—Y es precisamente por eso que sabía que no podías ser uno de los perros de los gusanos —se rió Amir—. Se te ve en los ojos que eres un buen...

—Si dices, niño, te prometo que te voy a golpear.

—Sujeto. Eres un buen sujeto, y en parte ahora me siento algo mal por haberte robado la billetera.

—Pero dijiste que había sido Ava.

—¿Ah sí? Entonces olvida lo que te acabo de decir.

—Eres...

—Guapo, irresistible, un sueño húmedo de carne y hueso —dijo Amir mientras se levantaba la camisa y dejaba al descubierto unos abdominales bronceados y cubiertos de un delicado vello oscuro.

—Eres un cerdo, eso es lo que eres —protestó Xin acalorado.

—Y es precisamente por eso que te gusto, ¿no?

—No digas estupideces, Amir. A quién podría gustarle un cabeza hueca como tú —lo reprendió Ava.

La chica se había acercado hasta ellos con un mapa en la mano

—Lamento mucho todo el malentendido de antes, pero como sea, toca la hora de continuar nuestro camino. Y disculpa al imbécil de Amir, ¿si? A veces las neuronas no le dan para mucho, pero es buena gente...

—Para eso estás tú aquí, mujer, para cuidarme —exclamó Amir para luego guiñar irreverente un ojo a Ava—. ¿Qué haces con ese mapa?

—Es para Xin, metiche —dijo ella—. Es mi manera de disculparme.

Los ojos de Ava eran casi verdes, y con el brillo de la fogata se veían realmente afligidos. Xin le sonrió un poco, y asintió para que ella supiera que aceptaba sus disculpas.

—Si lo dices de esa forma, nos haces quedar como malas personas —se quejó Amir pero Ava solo lo ignoró.

—Por lo que pude ver en tus recuerdos, el espíritu que te está llamando es el espíritu de Arash el Arquero, una leyenda local, y según las leyendas, su cuerpo desapareció después de disparar una flecha sagrada con la que desterró a un demonio y puso fin a una guerra antigua. La cosa es que dicen que la flecha cayó aquí, en el Amu Daria...

Ava señaló un sinuoso río en el mapa.

—Allí es a donde debes ir, o por lo menos, eso creo —concluyó la chica.

Xin vio con atención el río en el mapa y el nombre resonó en su cabeza.

«Amu Daria...»

—Creo que tienes razón, puedo... puedo sentir que esa es la dirección de alguna forma. Pero el río es muy largo... ¿Cómo sabré a qué punto ir?

—Y ese no es el único problema, mira, el Amu Daria queda aquí, y nosotros estamos aquí —intervino Amir señalando la distancia entre ambos puntos en el mapa—. Por tierra sería un viaje de un mes, quince días con prisa, y eso sin contar que el Amu Daria sigue siendo terreno de los gusanos blancos, por lo que acercarse es prácticamente caminar directo a la boca del lobo. Lo que alguien sensato podría llamar una locura...

—Y aun así tengo que ir allí —admitió Xin—. Es cierto, Arash me está llamando. Y yo debo saber por qué, y aun si quisiera, no es como si simplemente pudiera dejar de soñar con él y sus recuerdos. Por alguna razón estoy sintiendo esto ahora, y necesito saber el porqué.

—Pero... ¿qué pasa si te atrapan los gusanos? —inquirió Ava preocupada.

—No lo sé —admitió Xin encogiéndose de hombros—. Pero esta es la razón por la que vine a Irán en primer lugar. No sé quienes son, pero tal vez si hablo con ellos y...

—¿Y les explicas la situación? —lo interrumpió Amir con violencia en la voz—. Hay que ver que hay gente imbécil, de verdad...

—No puedes, Xin —intervino Ava poniéndose de pie—. Si los gusanos blancos te atrapan y descubren que tienes magia, y sobre todo, que tienes una conexión con un espíritu tan antiguo y poderoso como el de Arash el arquero, te van a encerrar en uno de sus laboratorios... Y nunca vas a poder escapar de allí con vida.

—¿De qué...? ¿De qué están hablando? ¿Cómo pueden estar tan seguros de eso?

—Porque así murieron nuestros padres —lo interrumpió Ava antes de ponerse en pie—. Todos ellos, los de cada uno de nosotros. O quiera Allah que estén muertos, Insha'Allah...

—Insha'Allah —repitió Amir con seriedad.

Xin quedó de piedra al escuchar aquello. No pudo evitar sentirse fatal al descubrir la razón por la que sus acompañantes huían de aquellos a quienes llamaban "gusanos blancos". Y, por alguna razón, tras reflexionar un poco la emoción que despertó en él, su propio padre viajó de regreso hasta sus recuerdos... Y su pecho dolió.

—Yo... lo siento mucho, Ava, pero... igual tengo que llegar ahí.

—Creo que tengo una idea —intervino de pronto Amir con mucha seriedad—. Creo que de hecho puede haber una forma en la que podrías llegar hasta el Amu Daria sano y salvo. O bueno, quizá no tan sano, pero aun así con mejores probabilidades a que si te enfrentaras con los gusanos blancos...

—¿De qué estás hablando ahora, Amir? —preguntó Ava molesta.

—Del Airyanəm Vaejah, mujer —dijo él sonriendo—. Corasmia, para ser más exacto...

—¿El qué? —preguntó Xin sin entender nada.

—El Airianem Vaeyah, la tierra mítica de nuestros ancestros —repitió Amir tomando el mapa y buscando algo en él—. Aquí, estamos a las afueras del desierto de Kavir, y si recuerdo bien, en medio del pantano de sal, hay una entrada...

—¿Una entrada? ¿Pero a dónde? No estoy entendiendo nada.

—El Airianem Vaeyah es una dimensión paralela en donde viven los espíritus de nuestros ancestros, y a la que solo se puede acceder desde ciertos portales naturales, a menos que seas un mago lo suficientemente poderoso como para abrir uno por ti mismo —explicó Ava con rapidez—. Si cruzaras la Tierra desde ella, igual estarías viajando por la superficie de nuestra dimensión, pero desde otro punto. Sin embargo, lo que el genio de Amir está olvidando mencionar, es que del otro lado también hay criaturas salvajes muy peligrosas, y además, los gusanos también han colocado puestos de avanzada por el camino...

—Cierto, pero no son ni remotamente tan fuertes como los de este lado, y si se tiene cuidado, se podrían burlar con facilidad —refutó Amir—. Eso sin mencionar que la magia del Airianem Vaeyah es mucho más fuerte, y eso me daría la ventaja.

—¿Vas a ir conmigo? —preguntó Xin sorprendido.

—Pero por supuesto que voy contigo —contestó Amir con arrogancia—. No me perdería por nada del mundo conocer al poderoso Arash, aparte del dinero que me vas a dar al final por ser tu escolta y guardaespaldas...

—¡¿Me vas a cobrar?! ¡¿En serio?! —inquirió Xin escandalizado.

—Obvio —dijo Amir sonriendo con malicia mientras le daba un beso en la mejilla de improviso—. Y no soy nada barato, guapo.

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