Capítulo 22

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– ¿Y bien? –. Gruñó sacudiendo la cola impaciente.

El guerrero fantasmal agachó las orejas con misterio.
– ¿Crees que dos muertes fueron accidentales? –.

No comprendió sus palabras en absoluto. Su mente estaba centrada en las muertes de los dos hermanos, hijos de Colmillo de Tejón.

– ¿A qué te refieres? –. Espetó con desconfianza.

Tanto entrenamiento en el Bosque Oscuro lo había mantenido cegado, sin darse cuenta de que no podía fiarse de Paso de Alce al completo.

– Te tengo una adivinanza –. Ronroneó el guerrero oscuro. – Ay, me encantan las enigmas, y supongo que no debe ser muy difícil adivinar –.

Una enigma, no sonaba a la clase de juego estúpido que jugaban los cachorros en la maternidad.
Aquél comunicado podría revelar algo que lo haría ver las cosas distintas…

Con una sacudida malhumorada de la cola asintió en dirección al guerrero.
– Adelante –.

Paso de Alce sacudió las orejas con diversión. – Ummm… hielo y un río es todo lo que diré… –. Dijo con una sonrisa maquiavélica.

Su corazón dió vuelco al recordar la muerte de Nutria y Tormenta.
Hielo… Río… todo encajaba a la perfección.

– ¿Qué sabes acerca de sus muertes? –. Gruñó.

– Esa estúpida gata rojiza te volvió loco y te segó… merecía morir… –. Ronroneó Paso de Alce con malicia.

La rabia lo encendió al escuchar las palabras del guerrero. Había tocado una parte sensible dentro de él, algo que aún le dolía pero que por encima lo desgarraba y cegaba en oscuridad.

– ¡¿Qué sabes?! –. Volvió a repetir esta vez con una furia descontrolada.

– Esa gata te hizo sufrir… ni siquiera sé porque te preocu…

No acabó la frase cuando él saltó derribandolo y amenazandolo con una zarpa, le importaba poco lo que le ocurriese.

– Vale, vale, te lo diré, pero sueltame… –. Gruñó el guerrero gris cuando él comenzó a ejercer presión sobre el cuello de éste.

Él aflojó la presión con desgane. Había olvidado lo fuerte que era.

– ¡Dilo ya! –. Bufó impaciente.

Paso de Alce intentó incorporarse pero él lo volvió a inmovilizar.

– No te soltaré hasta que me lo digas –. Le espetó. – No soy idiota, si te suelto me atacarás o te marcharás –.

– Vale, te lo diré… La muerte de Nutria y Tormenta no fue un accidente… todo fue un plan… –.

– ¡¿Qué?! –. No pudo contener un gruñido de sorpresa. – ¿Quién lo hizo? –. Gruñó rabioso.

– Pelaje Rayado… pudo haberlas ayudado… pero no lo hizo y las dejó morir… contempló sus muertes sin hacer nada… sabía que ellas te cegaban… así que se deshizo de ambas… –. Susurró Paso de Alce.

La desesperación aceleró su corazón y una furia tan fuerte como las mandíbulas de un zorro lo desbocó.
Soltó a Paso de Alce y dió media vuelta bajando de la roca donde se encontraba.

Su deseo agudo de venganza bloqueo sus pensamientos y el pequeño hilo de la cordura se rompió.

Una marea roja de sangre escarlata golpeó su visión cegandolo e instandolo a matar. Su locura estalló tan pronto como cruzó el campamento.

Aquella noche se encargaría de asesinar a ese maldito traidor. Le importaba poco que aquel gato hubiese sido su mentor. Lo había engañado y metido en aquello, ahora él sería su destino final.

Barra Florecida apareció por la entrada sobresaltada ante su aparición.

Sin embargo la guerrera no dijo nada en absoluto y con un inclinamiento de cabeza siguió su camino.

Salió al oscuro bosque con la cabeza a estallar. Sus emociones estaban revueltas y apenas podía pensar con claridad las cosas.

Su único objetivo en ese momento era hacerle pagar al gato que le había arrebatado lo que más amaba…




•          •          •

La luna había quedado tapada por espesas nubes que se acumulaban en el cielo negro.

Una espesa niebla cubría todo el bosque y su camino, haciéndolo parecer más terrorífico.

Un poco de niebla no lo detendría, y continuó avanzando decidido por el territorio del Clan Oscuro. No se había dado a la tarea de revisarlo por completo, pero al menos sabía como llegar al territorio del Clan del Sol.

Se detuvo frente a un charco de agua. Al acercarse se inclinó para beber un poco, pero lo que vió lo dejó paralizado.

En el reflejo se distinguía su silueta, pero por encima de todo eso, se encontraba alguien que ni él mismo reconocía.

Sus ojos estaban rojizos y apenas se alcanzaba a ver el toque amarillo que tenía.

Golpeó el agua con la zarpa rompiendo el contacto visual con aquél reflejo engañoso.

Continuó su camino intentando no acercarse al agua o cualquier cosa que se reflejase. El aspecto que había obtenido al mirar su reflejo lo había sorprendido y horrorizado.

No había pensado en que tal vez fuese broma de Espejo de Cristal. El joven guerrero tenía habilidades con los reflejos y el agua, así que no lo sorprendía que tal vez hubiese sido él. Pero aún así, no muy confiado, se mantuvo apartado de cualquier charco o estanque a lo largo de su camino.

Llegó al límite entre el territorio del Clan Oscuro y el del Clan del Sol.

Un enorme árbol conocido como "El Roble Mayor" se alzó ante él.

Era un árbol enorme que marcaba fronteras entre ambos clanes.

Las copas y ramas de este, sobresalían gruesas y anchas. Era enorme y según las historias de los veteranos, se obtenía una perfecta vista del amanecer y el anochecer desde ahí.
Por no mencionar la patética y estúpida historia de amor sobre Garra y Vuelo. Dos gatos que se habían enamorado y habían fijado el árbol como punto de encuentro.

El amor es estúpido, pensó con asco.
Todo en el amor acababa mal y te decepcionaba grandemente. Y no lo decía solamente porque estuviese molesto, lo decía por suma experiencia, porque había sentido el dolor de perder a la gata que lo amaba, porque nada acabó bien…

– El amor no es para mí –. Gruñó en voz baja. – Jamás volveré a confiar en el amor… –.

Apartó aquellos pensamientos tontos y cruzó la frontera del Clan del Sol.

Se centró en rastrear el breve aroma de algún gato. Deseaba que en aquél instante, Pelaje Rayado saliese del campamento por alguna razón.

Siguió avanzando entre la maleza con todos los sentidos alerta.
La rabia que había sentido había disminuido, tranquilizandolo de nuevo.

La niebla había comenzado a desaparecer pero aún así el bosque se veía fantasmal.

Un crujido de una rama y un gruñido de desaprobación brotó de entre unos arbustos más allá.

Tensando los músculos con ansiedad se agachó adoptando la postura del cazador. Sus nervios bullían a la espera de que aquél gato fuese quien quería y a quien necesitaba.

Con una cola más de distancia de entre los arbustos, se asomó sobre la frondosa mata. La felicidad estalló sobre él al ver que el gato era Pelaje Rayado.

El guerrero marrón de franjas grises, estaba sentado tranquilamente observando el ratón que tenía entre sus garras.

Parecía no haber reparado en él, pues no emitió ningún sonido ni movimiento cuando él apretó el arbusto hacia abajo.

No quería sorprenderlo, así que salió caminando tranquilamente de entre los arbustos.

Pelaje Rayado se quedó atónito al verlo. – Acecho de Ratón, ¿Pero qué haces aquí? –.

– Me alegra volver a verte – Ronroneó.
– Vengo a cobrar una deuda pendiente… –. Repuso con frialdad.

– ¿Una deuda? –. Pelaje Rayado parecía confundido.

– Mmm si… te refrescaré la memoria.
Un río, dos gatas ahogándose… y un traidor que no hizo nada por ayudarlas –. Gruñó mordaz.

– No recuerdo nada de eso… ¿Por qué me lo dices a mí? –. Gruñó intentando sonar convincente, pero por encima sus ojos brillaban con temor.

– Todo me lo contó Paso de Alce, así que no seas mentiroso, ¡¿Por qué lo hiciste?! –. Sus ojos brillaron con rabia.

– Todo… todo… fueron órdenes de Salpicadura Dorada… ella… ella me dijo que… que las llevase al río… ella… movió las hierbas más lejos… crecían al borde del primer pasadero… –. Al guerrero le temblaba la voz con miedo.

Su rabia creció más al imaginar a su propia madre moviendo las hierbas y su mirada llena de hostilidad.

Se sintió mareado al comprender que Salpicadura Dorada lo había llevado a todo aquello… había hecho que su propio hijo se internase en un mundo de oscuridad. Y no le sorprendía que se hubiese marchado un día antes de su exilio.

– Eso no tiene excusas. Si no hubieras estado dentro de esto, ni siquiera lo hubieses hecho. Pero traicionaste al Clan, a mí y a ti mismo… y mereces morir –. Gruñó amenazadoramente.

– ¡Ja! ¿Tu me matarás? No lo creo Acecho de Ratón. Yo fuí tu mentor ¡Yo! Conozco cada una de las técnicas que te enseñé, y tengo mucha más experiencia que tú –. Sus ojos relampaguearon con cinismo.

Que estúpido e ingenuo era aquél gato.

– ¿Piensas que te sabes todos los trucos? ¿Que fuera de los que te sabes, no hay más? Que ingenuo eres idiota. Todo truco tiene miles de trucos más atrás, y yo, me he encargado de descubrirlos con ayuda de mi Clan –. Bufó.

– ¿Tu Clan? ¿Es que acaso ya atacaste al Clan del Páramo? –. Ronroneó burlón.

– El Clan Oscuro ahora me pertenece. Colmillo de Tejón está muerto, no hay nada más… gracias a los gatos del poblado mi clan creció y ahora la venganza llegará… –. Ronroneó.

Los ojos de Pelaje Rayado se ensancharon de miedo. Intentó correr hacia el bosque que tenía detrás, pero él fue más veloz y le lanzó un zarpazo con sus afiladas garras.

El guerrero cayó hacia atrás rodando y golpeándose contra un árbol.

Sin esperar saltó sobre éste clavándole las garras sin piedad. La sangre de Pelaje Rayado había comenzado a manchar el suelo y su propio pelaje blanco.

Pelaje Rayado se zafó y le dió una dentellada desgarrando su hocico. El dolor le resultó agudo, pero a la vez lo hizo estallar en furia.

Pudo quitarse a Pelaje Rayado de encima con una nueva estrategia única e inigualable que únicamente conocía el Clan Oscuro, su clan.

Lo inmovilizó mientras éste luchaba por derribarlo, pero no lo consiguió.

Con las fauces manchadas de sangre se le acercó a Pelaje Rayado y le susurró:

– Destrozaste lo que más amaba, y ahora pagarás… –.

Comenzó a desgarrar el estómago del guerrero con crueldad. Quería que aquella fuese una muerte dolorosa. Algo que lo haría sufrir y arrepentirse por lo que había hecho.

El gato solamente soltaba aullidos de dolor y pavor. Arrancaba trozos de hierba y tierra con las garras, en su agonía y desesperación.

Lo soltó por fin al ver a su enemigo y antiguo mentor inerte. Aún respiraba pero tenía los ojos entrecerrados.

Mientras tanto en el claro todos los rincones estaban manchados de sangre. Él mismo estaba lleno de la espesa sangre de éste.

Se relamió las fauces saboreando la sangre de Pelaje Rayado, su primera venganza se había consumado.

Lo miró fijamente decidido a dejarlo ahí, moriría lentamente. Él no tendría que matarlo personalmente, moriría por su cuenta, y al igual que Nutria y Tormenta, él no recibiría ayuda…

Con un último vistazo a su antiguo mentor. Lo dejó.

No se molestó si quiera en lavarse la sangre. Ahora era libre, no tendría porqué dar explicaciones de lo ocurrido.

Dejando el rastro de sangre de su enemigo, se adentró en las profundidades del bosque hasta que la oscuridad lo engulló…

Continuará…

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