Reseña #11: El Lancasteriano (Wolfgang)

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Autor: Olivoverso

Reseñador: Wolfgang (HelmholtzYWolfgang)

Partes reseñadas: 10

Las botas del orejudo de vez en cuando empujaban algún casquillo usado, provocando que el metal rodara y chocara contra otros, que se podían ver por docenas, tirados en el suelo. La muerte avanzaba flotando a su lado y ambos intentaban buscar, con la mirada, alguna señal de vida, o al menos de algún ser ectoplásmico entre las oficinas vacías y los campos de entrenamiento. Pero no tuvieron ningún éxito, era como si aquél templo a la guerra hubiese sido olvidado incluso por las almas ancladas a la ciudad.

—¿¡Hola!? —gritó Wolfgang, pero su voz solo se perdió entre la soledad y la inmensidad—. Pues parece que no hay nadie, mana —concluyó, deteniéndose en la puerta de un almacén.

»Y como diría mi viejo: El que se lo encuentra...

Metió la mano al interior de su gabardina y de ella sacó un revólver, muy parecido a un Colt Peacemaker de los que se solían usar en el Viejo Oeste, pero modificado por él mismo (con ayuda de Helmholtz): no disparaba balas convencionales, pues el tambor del arma había sido suplantado por un mini reactor nuclear electromagnético y era capaz de lanzar rayos gamma de diversas intensidades.

Apuntó el arma al candado que mantenía cerradas las puertas y jaló del gatillo: un fugaz y potente rayo luminoso atravesó el metal, desintegrándolo al momento. Luego empujó la puerta y entró con las narices por delante, olfateando.

—Raciones militares caducadas... —Suspiró, algo decepcionado, parado frente a un estante con mochilas y varias bolsas de comida—. Peor es nada.

Entonces tomó una mochila, le sacudió el polvo y en ella metió varias bolsas, excepto una, la cual abrió. Él y la muerte se sentaron sobre unas antiguas cajas de munición, mientras esperaban que las raciones estuvieran listas. Sin embargo, los sensibles oídos de Wolfgang lograron captar un sonido lejano, parecido a un lamento, que provenía de una caserna al otro lado del campo de entrenamiento.

—¡Eh, eh! ¿Escuchas? —dijo Wolfgang, levantándose—. Parece que no todos los fantasmas se fueron... —agregó, recogió su comida y salió del almacén, con la muerte siguiéndolo de cerca.

Pronto llegaron al edificio, la mitad del techo estaba completamente destruida y el olor de la húmedad, junto al lamento, salían como un vaho por las puertas entreabiertas. El orejudo las terminó de abrir y pudo ver varias literas, colchones roídos y uniformes militares tirados por todo el lugar, pero centró su atención en el fondo del edificio, pues ahí estaba el origen del lamento: un fantasma se encontraba llorando, sentado sobre una de las camas.

Wolfgang miró a la muerte, sin saber muy bien qué hacer, pues no estaba seguro de cómo reconfortar a un fantasma, pero la huesuda solo avanzó, decidida. Sin embargo, el fantasma (que tenía la apariencia inequívoca de un soldado raso) al ver a la muerte, se levantó de un salto y se desvaneció de pronto.

—Te estás volviendo lenta, amiga —dijo el orejudo, mientras se sentaba sobre el destartalado catre.

A su lado encontró un conjunto de hojas ya tintadas de amarillo debido al tiempo, parecía un manuscrito olvidado: se trataba del objeto por el cuál la pobre alma de aquel soldado se mantenía atada al campo militar.

—¡Uy, premio doble! —Expresó triunfante Wolfgang, mientras dejaba a un lado su comida caduca y tomaba el montón de hojas entre sus manos.

»El Lancasteriano... ¿Pero qué clase de referencia pedagógica es esta, Huesos?

Intrigado e interesado, comenzó a hojear las páginas, leyéndolas con avidez, una tras otra las continuaba cambiando, provocando que estas liberaran un olor similar al de los papiros guardados.

Poco a poco, la luz que entraba por la puerta y por algunas ventanillas en el interior del almacén, comenzó a menguar, dejando el sonido de la noche y el polvo de la soledad apoderarse del sitio donde se encontraba nuestro orejudo. Él cerró el manuscrito luego de haber leído varios de los primeros capítulos, soltó un suspiro, dejó los papeles a un lado y se levantó del catre, con un sentimiento agridulce naciéndole en el corazón.

Entonces caminó sin decir nada, salió del almacén y comenzó a vagar por el sitio, llegando hasta la zona de aeropuertos, ahí se quedó, soltó un pesado suspiro y volteó a mirar a su compañera, quien lo había seguido y también lo miraba, expectante.

—Es una buena historia, Huesos. Tiene geniales toques de fantasía, también un trasfondo bélico bastante interesante. Al inicio se muestra una oda a la guerra, que sirve como un genial recurso expositivo y además, te logra sumergir en un ambiente solemne.

»La verdadera historia inicia cuando el autor nos plantea la llegada de un titán espacial, que cae cerca de una tribu oriunda de Australia. La conmoción alerta a toda la población, pues no solo se trata de un gigante metálico que cayó del cielo, la tribu le atribuye el grado de leyenda al suceso: su héroe profetizado había llegado.

El orejudo se sacudió la gabardina, se sentó en el suelo, tomó un puñado de piedrecillas y comenzó a lanzarlas una a una contra algunos helicópteros y aviones pequeños: el sonido hueco del metal siendo impactado por la roca, se perdía entre la desolación.

—Para este punto, la historia nos muestra a Nadjela, la hija del líder de la tribu, un tal Neddin. Él no quiere que ningún miembro de la aldea se acerque al gigante, pues, hasta donde leí y aunque no se revela el motivo exacto, se vuelve evidente que tiene motivos ocultos para mantener a su población lejos de aquél extraño e intergaláctico ser.

»Sin embargo, nuestra joven princesa, decidida a salvar a su pueblo (porque sí, Huesos, esa pequeña y alejada tribu se encuentra al borde de un colapso en todo sentido, pues la comida escasea y el agua también), en una incursión nocturna y, acompañada de una de las mujeres destinadas a la servidumbre de la realeza, emprende su camino hacia el lugar donde se encuentra el gigante.

La muerte, como ya es costumbre, tomó lugar al lado de Wolfgang: se sentó y la capucha se alzó, revelando sus pies blancos y huesudos.

—Como te imaginarás, pasa lo que tiene que pasar, Nadjela llega hasta donde el gigante, curiosa. Comienza a subir por el metálico armatoste y este se enciende cuando parece interactuar con una joya mística que posee la joven, propulsándose hacia el cielo y llevándose a la princesa con él.

»Luego de acá, nos muestran parte de las turbias intenciones del líder Naddin, quien luego de enterarse de lo sucedido con su hija y el gigante estelar, interroga a Majani (la chica que acompañó a la princesa). Con la más sanguinaria e hijueputa de las actitudes, la mata y manda a uno de sus mejores guerreros en búsqueda de su hija. ¿Con qué intenciones? Yo creo que para matarla también, pero de eso no se revela demasiado.

La parca mira a Wolfgang, llevándose las manos a la capucha, sorprendida: ni ella se atrevería a tanto.

—Luego de esto no pasa gran cosa relevante para la trama general, pero sí para todos aquellos chimososos y amantes de las relaciones «casi algo». Solo se revela que el titán cósmico es en realidad un traje al estilo Iron Man llamado «North Star» y su tripulante es un ser que, para Nadjela, no será fácil descifrar: Chester Lancaster.

»Hay varios capítulos (o fragmentos de capítulo) de ellos conociéndose. Pues luego de que su armatoste galáctico se apagara de nuevo, ambos caen en una cueva. Chester sale de su nave y, junto a Nadjela, emprenden su camino de regreso a casa, caminando entre las dunas del desierto. Permanecen algunos días en un oasis, donde profundizan sus pláticas y poco a poco van conociéndose y entendiendo la realidad del otro...

Wolfgang soltó un suspiro, y detuvo su ataque de piedras hacia las aeronaves militares. La huesuda lo miró, hasta ella notaba que, la actitud que de pronto había tomado su compañero, era extraña. Quiso colocar una de sus esqueléticas manos sobre el hombro del orejudo, pero este, alarmado, le dijo:

—Recuerda lo que pasa cuando me tocas, Huesos, no te preocupes, estoy bien. —Volvió a soltar un suspiro, esta vez más desganado—. Es una excelente historia, los personajes están bien construidos y sus interacciones se sienten muy naturales, aunque en lo poco que leí, el autor sólo nos ha dejado conocer a profundidad el vínculo que se da entre Nadjela y Chester, sus interacciones son divertidas, dinámicas, se nota que fueron construidos para congeniar y liarla juntos. La idea de una guerra santa y las conspiraciones de Naddin, sirven como cohesión para el trasfondo de los personajes principales.

»Las descripciones de los escenarios y la construcción de mundo no están para nada mal, mezcla muy bien elementos existentes con ficticios, quizá lo único que habría que corregir es la ortografía (en contadas palabras) y el uso de los tiempos, pues en varios verbos el autor hace conjugaciones erróneas, que si bien no se sienten tanto al momento de la lectura, a veces llegan a ser algo cantosas. Eso se mejora fácilmente con unas buenas leídas, pero...

La muerte, confundida, guardó su mano entre sus mantos y volvió a observar a Wolfgang.

—No puedo evitar pensar en esa pobre alma, ¿cuántas noches le habrá tomado escribir esa obra? Depositó todos sus sueños en ella, mientras permanecía enjaulado en esta zona dedicada a la guerra. La educación en las instituciones militares siempre ha sido una mierda llena de abusos y despersonalización, buscan destruir el corazón de los soldados y, con ello, crear seres sin respeto ni amor propio, mentes vacías, llenadas con mensajes de destrucción que los orientan hacia un único propósito: exterminar, exterminar al otro, exterminarse entre ellos.

»¿Y todo para qué, Huesos? ¿Para que un puñado de hombres corruptos y despreciables sigan manteniendo sus tronos en las nubes de sus propios egos? Y sin embargo, aún entre ese nivel de porquería, este muchacho, Jesús, pudo escribir algo hermoso. Quizá como una forma de evadir el mundo en el que se vio obligado a vivir, quizá como una forma de conservar aquello que tanto miedo le daba perder: su humanidad...

Wolfgang soltó otro suspiro y miró hacia el horizonte: el sol ya había concluído su puesta y las sombras metálicas de las aeronaves se mostraban como centinelas inútiles de una ideología perdida. El orejudo se levantó y se sacudió el polvo, volvió al almacén donde había encontrado el manuscrito: ahí seguía junto al fantasma que nuevamente había aparecido. Se acercó a paso lento, buscando no asustarlo y tomó las amarillentas hojas entre sus manos, el fantasma lo miró asustado pero Wolfgang, sonriendo, le dijo:

—Te prometo que cuidaré bien de tus memorias, ya no tienes motivos para atormentarte. Tus ideas serán a prueba de balas y me encargaré de que sean escuchadas hasta en los rincones más alejados del universo.

La muerte también se acercó, pero el fantasma no huyó, recibió su dulce toque y se desvaneció entre los rayos de luna que se colaban por el techo. Wolfgang hizo una reverencia en señal de respeto y caminó fuera de aquél lugar.

El silencio se instauró entre ambos compañeros, se alejaban lentamente, dejando atrás las instalaciones militares, hasta que, a la distancia, ambos pudieron ver un enorme incendio que estaba envolviendo y consumiendo a la ciudad.

—Es tremebundo lo que pueden hacer un par de fogatas, ¿no crees, Huesos?

El espectro asintió, mientras miraba las gigantescas llamas alzarse incluso por encima de los rascacielos.

—Pero estoy seguro que aún nos da tiempo de rescatar otra historia, así que, ¿pa' dónde, parquita?

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