26. EL CALOR DEL FUEGO

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Steph me despertó escurriendo su camiseta mojada de agua salada en mi cara. Todavía me dolía la cabeza y me costaba abrir los ojos del todo. La noche anterior hacía estragos en mi cuerpo.

Vamozs, Carlota —decía Jude zarandeándome—. Llevas todou el día dormida.

Meca, déjameee... —rogué—. Me duele mucho la cabeza...

—Lo pasasteis bien anoche, ¿no? —dijo Javier cachondeándose.

—Calla, ho... —supliqué sujetándome la sien.

—¡La muchacha! Nou puede salir de casa... —bromeó Jude.

—¡No haberme llevado! —dije entrando en el juego.

—Tómate esto, anda.

Steph me tendió una especie de termo con salmorejo y, después, me hizo beber una botella de agua de golpe y porrazo. Ah, y me obligó a taparme la cabeza con un sombrero de paja espantoso. Al principio me dolía la tripa, pero después de un buen rato agradecí su insistencia. El sombrero me quitaba gran parte del sol. Por eso, la cabeza dejó de dolerme tanto. El salmorejo y el agua habían repuesto toda la energía que había desparramado en la CAP 3000 y estaba lista para dormir la última siesta y continuar disfrutando del verano.

—Ya voy... Ya voy. Se me está pasando... Gracias, muchachos.

Cerré los ojos y cuando me volví a despertar, Javier y Jude hablaban sobre no sé qué fiesta en la playa:

—¡La fiesta de la playa! —exclamó Javier con una emoción desbordante.

—¿Qué fiezsta de la playa?

—¡La fiesta de la playa es un clásico! Empezó como hace dos veranos de forma improvisada. Un grupo de americanos que vinieron desde Ibiza. ¡Cómo os gusta liarla! —se burló Javier —. Nada... Volvían a casa después de un verano en la isla y decidieron venir a Benidorm. Eran unos buenos lunáticos. Así que aparcaron, bajaron a la playa y encendieron una hoguera en la Cala del Mal Pas. Total, que ahí se pusieron a dar un concierto en la arena. Uno llevaba hasta una flauta rara de esas...

—¿Una flauta rara? —pregunté con una expresión de no estar comprendiendo de lo que hablaba.

—Sí, como esa que toca el de Jehtro Tull —determinó—. Bueno, la cosa es que poco a poco se fue uniendo gente y desembocó en fiesta. Un montón de gente bailando y gozando en una hoguera gigante. Había de todo: suecos, alemanes, americanos, no sé... Nos lo contó un amigo que vive en París. Así que cuando Steph y yo decidimos venir este verano, queríamos ver si este año se repetiría, y parece que así es. ¡Somos unos suertudos! —voceó zarandeando a su novio.

—Os apuntáis, ¿no? —Sonreía de oreja a oreja. Iba a ser imposible negarse.

—¿Otra fiesta? —me quejé—. Estoy agotada...

—¡Te juro que te va a encantar, Carlota! —afirmó Javier—. Andaaa, vengaaa —suplicó.

—¿Una fiesta? ¿Yo? ¡Pues claro, ho! —dije con ironía dejándome caer de nuevo sobre la arena de la playa, absolutamente extasiada.

—Pobre Carlota... De fieszta en fiesta, ¿eh? ¡Quién te lou iba a decir! —exclamó Jude con guasa revolviéndome el pelo.

—Mira cómo me río —dije con retintín.

En realidad quería ir a esa fiesta. El problema era que, a pesar de intentar levantarme con todas mis fuerzas, me costaba horrores. Horas después, cuando volvía a estar fresca y lista, no me arrepentí de haber aceptado la invitación. Al anochecer, Steph y Javier nos esperaban en la puerta de nuestro hotel, listos para ir a la fiesta en la playa. Cuando llegamos se habían congregado una decena de personas, algunas caras me sonaban del día anterior. Una ardiente hoguera se alzaba, algunos tocaban música y otros preparaban lugares para repartir bebida y comida.

Me pareció el plan perfecto. Tenía su dosis de diversión, pero parecía un lugar mucho más tranquilo y relajado que la discoteca. Nos acercamos a las bebidas y cogimos una cerveza para cada uno. Después, nos acercamos a la hoguera y nos sentamos a escuchar el chisporroteo del fuego y la agradable música de fondo. La gente iba y venía, todos hablaban con todos sin importar la edad, la nacionalidad o si se conocían o no entre sí.

—Se comenta que habrá un festival este verano. Un tal Michael Lang está organizando algo grande, ¿tocaréis en directo? —Un chico se había acercado a Jude. Se notaba que conocía bien el ambiente musical del momento en U.S.A.

Con franqueza: Jude en ciertos hábitats no pasaba desapercibida. Así como en la playa o por la mañana paseando por el centro casi nadie la reconocía o si lo hacían pensaban que quizá era una muchacha con cierto parecido a una famosa cantante, en la CAP 3000 y en aquella fiesta en la playa, era imposible que se escondiera. Casi todos escuchaban Not Fooled habitualmente, incluso muchos habían visto al grupo actuar en directo.

Puezs, creo que nou. No... —dijo—. Estamos con nuevous canciones.

—¡Dicen que será la hostia! Creo que ya tienen confirmados a The Who y a los Jefferson Airplane.

—Oh, me encanta Grace Slick. Esz una tía muy cool. La conocsí hace un par de añous en el estudio de radiou pirata de Andrew Loog Oldham.

Había escuchado a Jude hablar infinidad de veces de su vida antes de conocerme. Ella misma no tenía ningún reparo en contarme personalmente un montón de aventuras y cuando la conocí, bueno, ya sabía que era Jude Lawson. Al tenerla tan cerca, a veces lo olvidaba. Ella ya formaba parte de mi vida y, sin embargo, en aquel momento, mientras aquel desconocido hablaba con ella con total normalidad, preguntándole sobre si viajaría a Estados Unidos a tocar en un festival, fue como si de pronto la mirase y viese en ella una parte desconocida.

Fui realmente consciente de que su vida pasada no habían sido historias ni aventuras, habían sido reales. Conocía a Grace de los Jefferson, tocaba en importantes festivales e iba a fiestas de personas como Los Retro Zorros. Yo, en cambio, estaba viviendo las últimas semanas como un paréntesis. Un sueño del que en algún momento me despertaría. Ella no, seguiría con su sueño hasta el final de sus días. Pocas veces había pensado qué ocurriría al final del verano. La primera fue la noche del festival con Julio y Jacinto. La segunda fue aquella noche. ¿Jude tendría que volver a casa?, ¿se quedaría en Madrid?, ¿volaría a Inglaterra o se marcharía tan lejos que los días borrarían mi rostro de su memoria?, ¿nos escribiríamos acaso?, ¿me llamaría desde algún recóndito lugar del planeta?

—¿En serio? Eso es guay, tía.

Buenou, sí. Szupongo...

—Danny y yo iremos. Ojalá nos veamos allí.

—Tenemos grabacsión de nuevo single, como te digo. Entonces, no creou que podamos estar en América. Solo eso... Voy a por una birra, ¿quierezs? —preguntó mirándome.

Con su mirada capté que Jude quería moverse y alejarse un poco.

—Sí, claro. Te acompaño.

Alcanzamos dos cervezas y nos acercamos a la orilla. Lejos de la gente, las olas pasaron a escucharse más. Las dos nos descalzamos y paseamos mientras nos mojábamos los pies.

—¿Te acuerdas cuandou te hablé de algunas de las fiestazs en las que estuve en L.A. hacse un par de añous?

—Sí.

—¡Estou se parecse bastante!

—Me lo estoy pasando genial —dije mirándole a los ojos. A esos profundos ojos que en aquel instante parecían tristes.

—Me alegrou. Sabía que te iba a gusztar.

—¿No te estás divirtiendo?

—Sí. Es imposible pasarlou mal con un ambiente azsí. La guitarra, el mar, la hoguera...

—La cerveza, que es una parte importante del trato, yo... que también estoy aquí —bromeé.

—Brindemos por eszo.

—Chin chin —dije levantando el botellín. Sin embargo, noté que Jude no estaba diciendo toda la verdad. Su mirada estaba apagada. Nunca había visto su mirada carente de luz.

—Joder... Pero me había acostumbradou un poco a ser... normal —declaró con algo de rabia en sus palabras—. No sé...

—Ya. No tiene que ser fácil, ¿no?

—Carlota... Lo mejor de esta fiesta es estar aquí contigo

La miré de soslayo con una mezcla de vergüenza y amor. Me había sonrojado, seguro.

—No sé qué decir... —Mentí.

Pero sí sabía qué decirle. Quería decirle que la quería de verdad. Que era la persona que más me había gustado a lo largo y ancho del planeta, que su mirada provocaba tsunamis en mi estómago y que cuando se acercaba y me rozaba la mano, una magia oculta usurpaba mi deseo de otra cosa que no fuera ella. Dos días habían sido los que Jude había manifestado en voz alta su supuesto amor hacia mí. Y siempre, sabiendo que lo que yo experimentaba por ella era titánico. No había sido justa. No había sido sincera. No había expresado mi verdad. En lugar de eso, volví a dejar que el miedo ganase la batalla. Cambié de tema:

—¿Por qué no tocas algo? Así nos olvidamos un poco.

Okay... Dame un momentou.

Jude salió corriendo hacia Steph y Javier, que charlaban muy empalagosamente con otro muchacho. Sin moverme de la orilla vi cómo le pedía prestada la guitarra al chico que tocaba en ese momento Here Comes The Sun. La cogió y salió corriendo de nuevo hacia mí. Se sentó en la arena mojada.

—Siéntate aquí —me pidió señalando la arena bañada por el agua salada.

Me senté frente a ella. Comenzó a tocar unos acordes muy suaves y su voz comenzó a brotar de una forma muy diferente a cuando cantaba con Not Fooled. Una voz igual de rota pero mucho más cercana. Su verdadera alma se veía emerger con su voz. Durante los minutos que la canción duró, no pude quitar mis ojos de su boca y sus manos y, nerviosa, me mordía las uñas.

—¡Qué bonita! Aunque no... No he entendido una sola palabra.

—¿Quierezs que te la explique? —preguntó muy dulce dejando la guitarra a un lado.

—Por supuesto. Me... me encantaría entenderla.

—Bueno... La letra cuenta la historia de una chica que lo tenía todou, pero que a pesar de estar roudeada siempre de gente importante y de todou lo que quisziera: comida, dinero, casas..., en realidad le faltaba algo. Algo importante. —Puso su mano sobre la mía y enterró ambas en la arena—. Alguien que la mirase comou realmente era... Que la admirasze, pero que no solo viese su nombre, ni su talento, sino que atravesase szu piel para tocar su alma. Alguien cuya mirada fuese el fuegou de esa hoguera de ahí, que oliese a casa entre tantous viajes. Alguien cuya inoucencia y ganas de vivir le devolvieran las szuyas propias.

—Vaya... —Suspiré.

—Sí, vaya —respondió ella resoplando

Entendí completamente por qué había estado melancólica esa noche y por qué yo disfrutaba de cada segundo, y ella, aunque estuviera agradecida, no estaba siendo capaz de soñar del todo en un lugar donde no fuera Jude, sino Jude Lawson, con nombre y apellido, y título de rockstar: Jude Lawson.

—Jude, sabes que eres muy importante para mí, ¿verdad? —Moví mi mano y acaricié la suya llena de arena mojada—. Ya te lo dije cuando me fui de casa, pero...


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro