2. Emociones.

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—Eres Emma, ¿cierto? —me mira de soslayo antes de centrar su atención en la carretera.

—Eh… sí, así es —digo tímidamente.

—Bonito nombre —sonríe sin mirarme.

—Gracias —Tú eres más bonito, un papacito, un caramelito muy apetecible, quise decirle, pero me contuve. Es la primera vez que hablamos y estamos tan cerca, no quiero asustarlo.

Siento el sonrojo subir por mi cuello hasta acumularse en mis mejillas por el rumbo que habían tomado mis pensamientos. Porque, ¡por el amor de Dios! Jamás creí recibir un halago de Matthew Coleman. Y que sucediera en éste preciso momento, me hace sentir cómo si flotase en una nube. Y la verdad es que quisiera decirle muchas cosas, pero termino diciendo nada.

—Tú eres Matthew, ¿cierto? —trato de sonar cómo si realmente no estuviera segura de que ese es su nombre y no fuera una acosadora lunática que se la pasa mirándolo cuando él no se da cuenta.

—Sí, ese es mi nombre —responde muy animado. Me da una mirada rápida y logró captar algo en su mirada, pero no estoy muy segura de qué en realidad.

Después de eso, el resto del camino a casa, es en absoluto silencio. Él no dice más nada y obviamente yo, no tengo ni la más mínima idea de qué decir o, la intención de romperlo.

Sólo le doy unas cuantas indicaciones para llegar a mi hogar, dulce hogar, y después de unos minutos, él estaciona su auto frente a mi casa. Y… en éste momento, no sé que hacer con exactitud, nunca nadie me había traído a casa, a excepción del chófer de Camile, así que no soy experta en éste tipo de situaciones —y en ninguna en realidad— así que, tomo un poco de valor y me giro hacia el asiento del conductor; para ese momento, él ya está mirándome, aún así trato de mantener mis nervios a raya. Así que con gran esfuerzo, le dedico una sonrisa tímida y él me devuelve el gesto.

—Gracias por traerme —digo en un susurro.

—No te preocupes —dice—. Me agradó haber pasado un buen rato contigo.

—Oh, bueno… emm… —balbuceo de forma nerviosa—. Gracias de nuevo. Debo irme.

—Ah, claro… espera —no me da tiempo a decir más nada y baja del auto. Lo miro confundida, pero luego entiendo lo que hará.

Él rodea el auto y se acerca a la puerta de copiloto, y la abre para mí. Bajo del auto y le dedico una sonrisa genuina y él no demora en devolverme el gesto.

—Gracias, has sido muy amable —digo.

—No hay de qué —dice sonriendo. Agrega—. Ha sido un placer.

Le sonrío de nuevo y le dedico un asentimiento. Y sin más, me dirijo hacia la entrada de mi casa.

Antes de entrar le doy una última mirada por encima de mi hombro, sólo para encontrarlo en el mismo lugar pero con la mirada fija en mí. Y dedicándole una última sonrisa, entro a casa. Sólo se demora unos segundos más antes de escuchar el auto marcharse.

Una vez dentro de la comodidad de mi hogar, suelto todo el aire que no sabía que retenía, y ahora, puedo respirar tranquilamente.

Hecho un vistazo rápido al lugar y encuentro a Lily sentada en el sofá de la sala mirándome y con una sonrisa pícara estampada en el rostro.

—¿Y ese quién es? —cuestiona sin borrar la sonrisa y alzando las cejas una y otra vez de forma sugestiva.

Siento el sonrojo calentando mis mejillas y mis ojos se abren desmesuradamente. Ella se hecha a reír.

—No sé de qué hablas. —me hago la desentendida. Ella chasquea la lengua.

—Hablo del chico guapo que estaba dentro del auto que acabas de bajar. — suelta sin rodeos.

Por todos los cielos. A veces, hasta mi hermana menor habla con más cinismo que yo.

—Es sólo un amigo. —digo tratando de sonar tranquila, aunque en realidad no estoy muy segura si se le podría llamar así después de sólo haber hablado una vez. Sacudo la cabeza ahuyentando mis pensamientos, al tiempo que me hecho a andar en dirección al pasillo que da a la cocina.

—¡MAMÁ, A EMMA LA TRAJO UN CHICO! —la escucho canturrear a gritos para luego echarse a reír como una lunática.

Ruedo los ojos e ignoro sus risas y gritos.

Llego a la cocina y encuentro a mi madre moviendo algo en la cacerola que está sobre la estufa. Al percatarse de mi presencia, me encara con una sonrisa estampada en el rostro y yo no dudo en devolvérsela. Llego hasta donde se encuentra y deposito un beso en su mejilla en saludo, gesto que ella me devuelve.

—¿Qué tal estuvo la escuela hoy? —cuestiona al tiempo que me siento en uno de los banquillos altos de la barra de la cocina.

—Bastante bien, ya sabes…—respondo encogiéndome  de hombros para restarle importancia. Aunque sé que esa es una gran mentira. Pero no quiero recordar lo sucedido con Chloe, y ella no tiene porqué saberlo—. Como siempre.

—Pues esta es la primera vez que te trae un chico a casa —replica. Pero qué directa—. Así que, no como siempre. —concluye de forma tranquila.

Me llevo ambas manos al rostro para evitar que ella se dé cuenta de lo roja que me he puesto por su comentario.

Aunque ella lo ha dicho con tanta normalidad, como si eso no fuese algo extraño tratándose de mí, pero sé con seguridad que por dentro está mucho más emocionada que yo, sin embargo, es muy buena ocultando sus emociones. Eso es algo que siempre he admirado de ella y que para mi desgracia, no pude heredar.

—Es un chico del colegio, me abordó con su auto unas cuadras antes de llegar a casa, se ofreció a traerme, y acepté. Es todo. —explico con simpleza apenas descubriendo mi boca de mis manos para poder hablar. Aún no quiero que vea el resto de mi rostro, sé que me he convertido en un jitomate. Sé que esa es su manera tan rara de pedir explicaciones cuando algo no está claro para ella y le intriga demasiado.

—No deberías subirte al auto de un desconocido. —me reprende.

—Él no es un desconocido mamá —digo. Ruedo los ojos, y añado—. Lo veo todos los días en la escuela, y además, ha sido muy amable conmigo.

—No todo el que es amable tiene buenas intenciones, cariño. —replica, sin apartar la vista de los vegetales que ha empezado a cortar.

Algo dentro de mi se remueve al escuchar las palabras de mi madre. Un sonido sordo hace eco en mi interior como si quisiera advertir algo, y en imaginar que todo ha sido sólo una tetra de Matthew para hacerme daño. Quizá a petición de Chloe, o qué sé yo.

La simple idea me causa náuseas. Provoca que cientos de emociones se arremolinen dentro de mí, ninguna es buena, y todas desatan un caos total. Haciendo añicos todo a su paso.

—¿Tú crees que él quiera hacerme daño? —cuestiono con voz trémula.

Mi madre deja de cortar los vegetales y levanta la mirada para enfocarme.

Quizá mira el miedo y la aflicción en mi rostro porque me regala una sonrisa tranquilizadora al tiempo que habla de nuevo.

—No conozco al chico, así que no podría asegurarlo. —responde con simpleza. Añade—. Pero eso no significa que debas bajar la guardia. Todos van a herirte en algún momento, en algunas ocasiones no será adrede, sin embargo, debes estar preparada en todo tiempo, ya sea para recibir el golpe, o para esquivarlo. Porque cuando éste llega estando desprevenida, es cuando se vuelve aún más doloroso.

Sus palabras me hacen sentir una inquietud que no podría explicar con exactitud. Mis emociones ya se encuentran a flor de piel, por esa razón es que no logro descifrar si este sentir es sólo por todo lo que ha ocurrido durante el día, o porque tal vez, algo dentro de mí quiere advertirme un suceso en el futuro.

—Gracias mamá —la sinceridad está plasmada en mi voz—. No sé que haría sin ti.

—Muchos desastres sin lugar a duda —dice sonriendo. Río ante su comentario pero sé que tiene mucha razón.

Hay muchas razones por las que siempre he de admirar a mi madre, una de ellas, es la gran sabiduría que posee. No conozco mucho de su pasado, sólo sé que ella y mis abuelos vivían en un pueblo no muy alejado de aquí llamado Greendale; quedó huérfana poco después de haber cumplido sus 18 años, y debido a ello es que conoció a John Wagner, quién unos años después se convirtió en mi padre, y por el que decidieron venir a Red Blast gracias a una propuesta de trabajo.

El punto es, que ella obtuvo su sabiduría sólo con los años y la experiencia. No hubo nadie quien la encaminará por la vida, ya que sus padres la habían dejado a muy corta edad. Y lo digo porque es casi la edad que yo tengo, y no quisiera ni imaginar qué sería de mí si mis padres me faltaran.

Quizá perdería el rumbo y no sería capaz de llegar a mi destino.

¿Cuál es mi destino? Esa es una gran pregunta para la que aún no tengo una respuesta.

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Nota de la Autora: ¡Hola, hola!
¿Qué tal les va?

Bueno chicxs, aquí está el segundo capítulo de la historia. Sé que me he ausentado mucho tiempo y que descuide a "EL ÚLTIMO DÍA", y en serio lo siento :'(

Pero bueno...

Ya está aquí y trataré de actualizar más rápido. Aunque ya dependerá de ustedes 😉

El siguiente capítulo ya lo tengo listo, pero en ésta ocasión vengo con un reto :3

Esto consiste en que, si la historia en serio les está gustando y desean tener pronto el próximo capítulo, entonces deberán votar en la historia :v

Empezaremos de a poco; la historia debe llegar al menos a 100 votos para que yo pueda saber que en serio les gusta y sentirme motivada para actualizar de boletazo (esto en México, significa "muy, pero muy rápido). Así que, estrellas a la obra chicxs 💫

Sin más por el momento, me despido.

Les mando muchos besos y abrazos a la distancia. Los quiero❤

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