4. Inconciencia

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Salgo del pasillo y guío mis piernas hasta el comienzo de las escaleras que dan al segundo piso de la mansión que es el lugar en el que vi a Camile por última vez.

Camino apresuradamente, sin embargo, el tumulto de chicos y chicas que se encuentran dentro de la casa me impiden avanzar tanto como me gustaría. Con todo y eso, a lo lejos puedo mirar la melena pelirroja de mi amiga e inconscientemente un suspiro de alivio brota de mis labios.

Me apresuro a llegar aún más rápido a ella y cuando por fin estoy a un paso de ella, le propinó un fuerte manotazo en el brazo. Y ahora tengo dos muy buenas razones para golpearla. La primera, porque me abandonó desde hace más de una hora en este lugar. La segunda (y la que más peso tiene), es porque me prometió que no se acercaría al cretino ése, Marco Morris. y en éste preciso momento es con quien se encuentra en una conversación al parecer muy emocionante porque la chica no deja de sonreír, hasta que siente mi agresión en su brazo. En realidad, está a segundos de que se le caiga la baba, por suerte, he llagado yo para evitarlo.

-¡Oye! -exclama, sobándose su brazo-. ¿Qué sucede contigo?

-¡No! ¿Qué sucede contigo? Me dejaste aquí sola desde hace más de una hora, Camile -le reclamo. No quería reflejar del todo mi enojo, pero he fallado en el intento, y ella lo ha notado.

Su cara lo dice.

-Lo lamento Emma, me entretuve por ahí sin darme cuenta del tiempo que transcurrió, y cuando me percaté de ello, decidí regresar, pero tú ya no estabas en donde te había dejado. -se disculpa. En su mirada hay un deje de culpabilidad y arrepentimiento.

-Hola, Emma... -escucho la irritante voz de Marco-. Me da gusto verte de nuevo. -dice con una sonrisa en los labios, pero me rehúso a dirigirle la mirada. Es inútil las veces que intente ser amable con él, simplemente no me agrada.

Sé que el chico está tratando de aligerar el ambiente, pero lo que él no sabe, es que lo ha empeorado todo. Así que, continuo con la mirada fija en mi amiga, antes de seguir reprochándole su abandono.

­­­-Oh, vaya. Y por no haberme encontrado ahí, ni siquiera te molestaste en buscarme. Gracias mejor amiga, en serio eres increíble. -digo con ironía. Ignorando por completo el saludo del cínico que se encuentra a nuestro lado.

-No Emmy, sino que, supuse que habías ido por algo de beber. Y estaba segura de que regresarías de nuevo aquí. -¡rayos! Odio que me conozca tan bien.

-Eso no justifica el que me hayas dejado sola desde que pusimos un pie en esta tonta fiesta -intento de nuevo, buscando un motivo más para reclamarle, intentado disipar esta sensación que me recorre el cuerpo, sin estar del todo segura de, si solo se trata del enojo por dejarme sola en la fiesta, o si se trata de algo más. Y acercándome más a ella, murmuro-. A la que me obligaste a venir.

Estando cerca, su brazo rosa mi vestido a la altura de mi pecho y entonces me mira con el ceño fruncido. Baja su mirada hacia el escote del vestido.

-¿Qué sucedió contigo? -cuestiona-. Tu ropa esta mojada. Y hueles a limonada. -dice divertida, olfateando en mi dirección. Olvidando por un momento el reclamo que acabo de hacerle.

Y entonces, vi la oportunidad perfecta para salir de una vez por todas de esta fiesta.

-Oh, bueno... resulta que, al salir de la cocina, un chico se estampo conmigo y provocó que mi vaso de limonada recién salida del refrigerador, callera sobre mí. -explico con una mueca de desagrado en el rostro.

Mi amiga me mira fijamente por unos segundos, hasta que, sin contenerse más, suelta una carcajada que me hace fulminarla con la mirada, porque, de igual forma, escucha la tonta risa de Marco, y sinceramente, no le encuentro lo gracioso a la situación.

-Ay, Emma... -dice entre risas-. ¿Qué voy a hacer contigo, amiga?

-Llevarme a casa sería una buena idea. -le hago saber, con una sonrisita dibujada en los labios.

-¿Estas intentando chantajearme? -cuestiona la pelirroja, con una ceja elevada.

-¿En serio quieres que me quede en este lugar con olor a limonada, el vestido empapado y el cuerpo pegajoso?

-Pues, yo no veo cuál sería el problema -dice inocentemente.

Su comentario, aunque parece ser broma, me hace poner mala cara. Eso la hace reír de nuevo.

-Necesito limpiar este desastre que traigo encima, Camile. -digo, rodando los ojos en el proceso.

-Bien, bien... -dice, con rendición-. Dame un momento y nos vamos, ¿de acuerdo?

Abro la boca para responder, pero entonces, una sensación extraña me recorre el cuerpo entero. Y de nuevo, el sentimiento de que alguien está mirándome me obliga a recorrer la vista por el lugar, pero una vez más, no encuentro a nadie. Sin embargo, al dar una segunda repasada al lugar, por una milésima de segundo, me parece ver un rostro lejanamente familiar que me hace volver la mirada rápidamente a ese mismo, pero ya no hay nada, y ha sido tan efímero, que me pregunto si realmente sucedió, o si solo ha sido mi mente jugando conmigo.

-¡Tierra llamando a Emma! -escucho decir a Camile, en voz bastante alta, considerando que ha logrado escucharse por encima del escándalo de la fiesta. No entiendo como los vecinos aún no han llamado a la policía por el ruido extremadamente alto que hay a causa del volumen excesivo de la música. Dirijo mi atención nuevamente a la pelirroja que tengo junto a mí, con su mano pasando de arriba hacia abajo por el frente de mi cara y con expresión confundida. -. ¿Te encuentras bien?

-Eh, si... yo solo... creí ver a alguien -dije, agitando las manos, restándole importancia al asunto.

-¿A Chloe? Porque parece que viste al mismísimo Satanás. -y Camile hace un gesto de susto bastante exagerado. Eso me hace reír.

-Entonces... -comienzo a decir, para cambiar de tema y dejar a un lado mi momento de consternación-... ¿podemos irnos ya?

Camile me mira con los ojos entrecerrados, como quien busca alguna pista para declararte culpable de algún crimen. Por lo tanto, yo solo le sostengo la mirada, tratando de verme de lo más inocente posible, como quien no tiene ni idea de lo que sucede a su alrededor (aunque no estoy muy lejos de la realidad).

Después de unos largos minutos, que para mí es como si hubiesen sido una eternidad, Camile habla.

-Está bien, tú ganas... -dice con fastidio, rodando los ojos en el proceso. Y eso me hace regalarle una inmensa sonrisa-. Deja de sonreír así, o se te partirá la cara en dos.

Suelto una carcajada.

-Muy bien, entonces, vámonos.

Cuando creo que ya todo está solucionado, escucho de nuevo la voz de Marco, a quien ya había olvidado que se encontraba presente. Rayos.

-Yo puedo llevarlas si...

-No es necesario -me apresuro a interrumpirlo, dirigiéndole por primera vez la palabra.

-Gracias Marco, es muy amable de tu parte, pero Emma y yo hemos venido en mi auto.

-Oh, entiendo. -dice, pero yo no le presto mucha atención-. En ese caso, las acompaño hasta tu auto.

Eso me hizo girar la cabeza tan rápidamente en su dirección, que sentí que me rompería el cuello. Para entonces, Marco ya tenía su mirada puesta en mí, expectante ante mi reacción. Creo que por fin se ha dado cuenta de que su presencia no es de mi agrado. Definitivamente no quería tenerlo cerca, pero lo soportaría un momento más, sólo por mi amiga.

Así que, rendida, acepté sin muchos ánimos.

-Andando, antes de que me arrepienta.

Giro sobre mis talones y empiezo a caminar nuevamente, entre la masa de jóvenes bailando por todo el lugar, en busca de la salida. No necesito voltear para saber que Camile y Marco vienen detrás de mí, así que, sólo me concentro en encontrar la puerta principal de esta enorme mansión.

Cuando por fin logro estar fuera, mis oídos casi suspiran de alivio al llegar a un encantador silencio. Y es en ese momento que entiendo porque la policía aún no había invadido la propiedad; es impresionante la manera en la que todo el bullicio se concentra solo en el interior de la casa, así como también me causa curiosidad el saber cuál es el motivo de ello.

Sólo pasa alrededor de un minuto antes de ver salir a Camile y su acompañante. Sé que ambos están sumergidos en una conversación, porque no reparan en mi presencia y continúan su camino. Tampoco es cómo si yo quisiera involucrarme en su charla, así que agradezco internamente que estén lo bastante sumergidos en el tema y que se hayan olvidado por un momento de mí.

Sin prisas, empiezo a caminar detrás de ellos con tranquilidad.

Todo parece ir en orden...

Hasta que, de nuevo, esa sensación de estar siendo observada me embarga de nuevo.

Sin perder tiempo, ni preocuparme por disimular, giro mi cabeza, recorriendo con la mirada todo mi alrededor en busca de algo, o alguien, sin tener éxito, pero la sensación permanece ahí. Mis ojos sólo se encuentran con el hermoso jardín de la mansión y los pequeños rincones de oscuridad en donde los enormes faroles no logran expandir su luz.

De un momento a otro, mi vista se torna borrosa y un mareo me asalta, provocando que pierda el equilibrio. Me desvanezco, y espero el momento en el que mi cuerpo tocará el pavimento, pero en su lugar, siento unos brazos enroscarse en mi cintura antes de caer en la inconsciencia.


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¡Hola! Bien, solo diré que lamento mucho la demora de actualización, últimamente mi salud no me favorece mucho, sin embargo, aquí les dejo el capítulo 4 de esta increíble historia. Espero puedan seguirme en esta aventura y puedan demostrarme su apoyo en la historia.

Y pues, nada. Sólo me resta decir, ¡que lo disfruten!

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