Recuerdos💥

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Los cantos gregorianos, era lo que se escuchaba retumbando en la iglesia, cantos líricos en latín, hacían un eco en cada pasillo gracias a la voz de la coral, las campanas los acompañaba anunciando la hora de comenzar la misa y todos se levantaron.

En el asiento delantero se observaba una pequeña que balanceaba entretenida los pies, con un abrigo verde esmeralda y grandes rizos negros peinados con laca para controlarlos, esperaba que terminara la aburrida misa para salir huyendo a quitarse el incómodo vestido e ir a dormir y ver caricaturas en la televisión.

— Levántate Eleine, está entrando el padre — la llamó el hombre mayor a su lado, mientras le daba golpecitos en el hombro a la niña para llamar su atención, esta se levantó y arrugó el rostro fastidiada.

— Abuelito, no me siento bien...— se quejó llevándose las manos al estomago mientras hacía puchero.

— Otra vez no hagas tus "pequeñas actuaciones" que no te saldrás de la misa, mas bien quédate en silencio, pequeña revoltosa — le murmuró y ella sintió el regaño en su tono de voz por mas bajo que esta fuera, frunciendo los labios molesta y decepcionada por su plan sin funcionar.

La entrada del sacerdote por el pasillo amplio central de la iglesia, con su cortejo eclesiástico llegaron al altar y empezaron el rito de la misa. Eleine reconoció al chico que estaba a un lado con el incienso, de unos 13 o 14 vestido de blanco, era el muchacho que siempre estaba por las calles cercanas al Hotel junto a sus dos hermanas y su madre. La pequeña le sonrió y agitó la mano entusiasmada llamando la atención del muchacho y éste la ignoró y continuó sus obligaciones para contribuir con el progreso de la misa.

El discurso casi en un latín mezclado con rumano y una voz que adormecía a mas de uno. Para la niña, era lo mas insoportable que escuchaba, no entendía como todos estaban tan inmersos en ella, y aunque la mayoría eran ancianas que usaban velos sobre sus cabezas. Cuando tomó la catequesis solo habían algunos niños que eran del viejo continente y la mayoría iba por el plato de sopa caliente que servían antes de clases y después. Eleine, no entendía por que su abuelo iba a un lugar como ese, no era nada comparado con el majestuoso Hotel donde vivían, un hombre que no dejaba de salir sin sus gemelos de diamante.

La realidad era distinta a como ella se imaginaba, el viejo Andreas Ravin estaba ligado a esa congregación que a pesar de estar alejada del mundo glamoroso del Hotel Ravin, había sido de mucha ayuda cuando éste era un joven emprendedor que junto a su padre manejaban con esfuerzo un hotel familiar, en aquel barrio había conocido a la madre de sus dos hermosas hijas, que aún recordaba como esa joven estudiante de medicina de enormes ojos verdes y sonrisa amplía. Bajando su mirada vio el reflejo de su antiguo amor en la sonrisa de la niña y a quién trataba de criar cómo podía ya que ni sus padres querían hacerse cargo de ella.

Siempre al salir con la niña iban de paseo, era el tiempo que podía dedicarle y le gustaba ya que sus hijas jamás fueron tan empáticas como la pequeña, a pesar de la cara larga que tenía, con la misa finalizada , la tomó de la mano y a pesar que se seguía quejando se dirigieron a la salida.

— ¿Quieres un emparedado? Preguntó con cariño y la niña asintió.

— ¡Sin pepinillos!

Sonriendo la llevo al negocio que siempre frecuentaban, en la entrada del la avenida 12 estaban pasando lo que quedaba de la mañana. Mientras la gente se reunía en la entrada de algunos negocios de hortalizas o tintorerías.

la pequeña y con su abuelo comían aquella mezcla de bologna con salsas en un pan fresco, mientras la niña le lanzaba algunos restos a las palomas, el hombre suspiró por lo que le diría a la pequeña.

— Hoy iras con tu padre, recuerda comportarte bien y tratarlo de forma educada — le aconsejó el señor Ravin ya que conocía el carácter de ella, y la niña lo miró irritado.

— ¡No quiero! Papá es malo, él no me quiere — se quejó colocando su voz mas aguda y haciendo puchero.

— ¿Acaso te toca en algún lugar que no debe? Si es así debes decírmelo ya sabes lo que te enseñamos — respondió preocupado, la pequeña era bastante inteligente y en su colegio ya habían tenido esa clase por lo que ella sabía de lo que su padre hablaba.

Eleine negó y sonrió con tristeza.

— Ni me toca un cabello, ni mucho menos me mira, allí ni existo... En casa solo estoy con los que limpian... Y ellos no me hablan. Papi llega siempre con mujeres y me ignora siempre, a veces llega con un hombre que dice ser... mmmm Creo que era ... ¿Contador? y son amigos... él es bonito, mas bonito que papi— aseguró la niña mientras le quitaba las alcaparras y las lanzaba a las palomas que se acercaban a ella.

— Al menos se debió embarazar de algo mejor— se quejó para si mismo y miró a la niña continuar comiendo desanimada—, Vamos que tu padre debe estar esperándote—

Tomando a la niña del brazo está se apartó con agresividad.

— ¡No quiero ir! ¡ Me quiero quedar contigo! ¿Por qué te quieres deshacer de mi tú también? ¿ Es por que soy mala? — se señalo la niña ofendida y con los ojos llenos de lagrimas.

— No es eso Eleine, vamos a casa. No hagas otra escena de estas, la gente nos esta mirando...—

— ¡No quiero!— le gritó la pequeña y corriendo se fue huyendo de su abuelo entre las calles llenas de gente dejándolo alli sorprendido.

Eleine se sentía inservible, ni sus padres la querían y ella lo sabía. Apenas con casi 9 años se dio cuenta que su padre solo le preguntaba cosas relacionadas al dinero de su madre y no era para defender al diablo, pero la divorciada solo estaba de fiesta en la ciudad disfrutando su supuesta "solteria" y el único que estaba al tanto de ella era su abuelo, pero él tenía muchas obligaciones y muy poco compartían, corriendo entre las calles para huir de nuevo como siempre lo hacía cada semana, se encontró con algo que no esperaba.

— Caracolis ¿Dónde estoy? Se preguntó mirando a su alrededor, aquella avenida era bastante grande y muy parecidas en sus calles laterales, caminando buscando el camino se encontró al final de un largo callejón.

— ¿Qué hace una niña fina en este barrio? Preguntó una voz detrás de ella.

Temerosa, al girarse y retrocediendo se encontró con un grupo de chicos, liderado por lo que era un adolescente de unos 15 y a su lado estaba dos niños que se veían un poco mayor que ella, ella se quedo callada asustada por la apariencia de los muchachos.

—Te estamos hablando, mimada. ¡Responde! —

Eleine sentía como su estómago se contraía, retrocediendo temblando éstos se acercaron más.

— Deja a la niña, ella es mí problema — los brabucones se giraron y a Eleine se le iluminó la mirada, frente a ellos estaba el monaguillo de la iglesia, ya sin su traje vestido de camisa marrón y el pelo aun peinado de lado miró a la pequeña con una mueca en su rostro de fastidio.

Cómo en una broma del destinó, otra vez se habian cruzado, Eleine siempre se encontraba al muchacho de camino a clases o cuando salían de la iglesia, a pesar de la gran diferencia de edad entre ellos para la mimada niña aquel joven era bonito y para ella era como un lindo rostro

— ¿No escucharon? ¿O desean que le diga al jefe lo que hacen en su territorio y cuelgue a sus padres junto a ustedes en los postes? — les amenazó y los mas pequeños salieron corriendo dejando al mas grande frente a él, mirándolo desafiándolo sonrió de mala gana enseñando una fea sonrisa sin un diente delantero.

— No creas que te salvas monje — escupió a un lado y se fue molesto. La pequeña sonrió a su salvador.

— ¿Otra vez, Eleine? ¿A dónde querías irte? — le preguntó tomándola del cuello del abrigo antes que se escapará.

— No quiero ir con papi, él es malo y no me quiere— chillo haciendo puchero — Haz que no me viste,o mejor... me quiero quedar contigo, llévame a tu casa— insistió emocionada, para el muchacho estar media hora con la enérgica y molesta niña ya era suficiente que imaginarla como su hermana menor.

— ¿Hacemos algo? después que vayas con tu padre. Vamos, luego me visitas y juegas con mis hermanas; tu nonno debe estar preocupado— le insistió arrastrándola mientras ella se sujetaba de su brazo.

— ¡No quiero ir! me dijiste que tenías que regresar a Italia, llévame contigo yo tengo dinero ahorrado, prometo no comer mucho y tu mamá puede ser mi mamá.

— Eleine, eso se llama secuestro ya eres grande y lo sabes, deja de ser tan malcriada y vamos al hotel... te prometo que te vas a divertir.— trató de convencerla con dulzura, la niña se detuvo frente a él y este la miró sorprendido ya que se había quedado en silencio. El rostro de la pequeña se contrajo y una expresión de dolor fue visible.

— ¿Qué tienes?

Llevándose las manos a la boca las arcadas fueron tan rápidas que al muchacho no le dio tiempo de apartarse. Una mezcla de emparedado aun sin digerir y mezcla viscosa, asqueado se miro la pierna y los zapatos.

— Lo siento, yo le dije a mi abuelito que no me sentía bien... yo lo pagare..— dijo tratando de limpiarlo y éste la apartó con asco.

— Vamos a mi casa y después te llevo, ni creas que voy a ir cubierto de... — se paralizó antes de insultar y apretando los labios— al menos no ensuciaste el traje— suspiro examinando la túnica blanca con la que asintió al servicio eclesiástico, aquél traje enganchado y con un plástico protector que llevaba en su hombro.

Tratando de controlarse fue con la niña al pequeño apartamento donde vivía con su madre, para él al menos podía llegar rápido debido a que vivía cerca. Corriendo a cambiarse, llegaron al pequeño edificio clásico de 4 pisos, bajando al sótano, en aquél pequeño espacio con una sala de 2 m² , solo habían dos habitaciones dormían repartidos en estas las dos hermanas pequeñas del muchacho, las dos tías, su madre y él.

Luego de ella ir al baño a lavarse el rostro. Observando toda la decoración sencilla, y en la biblioteca llena de libros en rumano e italiano, se sentó a jugar con las muñecas de las hermanas del muchacho, al salir ya cambiado de ropa se detuvo a hablar por teléfono y la llevo de regreso al Hotel. Ya en varias calles mientras ella hablaba de cualquier cosa, el muchacho respiraba tratándose de mantener calmado y no dejar a la insoportable niña en una esquina sola.

— ¡Aquí estoy! — señaló Eleine corriendo para acercarse a una vendedora de flores ambulante.

— Es la pequeña solecito ¿Cómo estas pequeña?,— saludo la mujer y la niña se acercó a abrazarla, la mujer era bastante joven y de rostro alargado, —¿ otra vez se metió en problemas? Le pregunto al joven y ella sonrió.

— Está molesto conmigo, ignórale ¿puede darme unas margaritas?. — preguntó la pequeña extendiendo varios billetes a la señora.

— Esto es mucho niña, unas flores no cuestan todo esto y en el Hotel también hay flores —

— No quiero las del hotel, quiero estas... y el dinero es porque quiero que me haga una Corona de flores, por favor.—dijo con ternura

— Eleine tienes que ir al hotel, no te vas a quedar aquí como una ...— la llamó el muchacho.

— Déjala un rato yo le hare una hermosa corona a la niña y luego regresara ¿No es así, Eleine? Hijo, recuerda que aun es una niña, no es un perro que ordenas con esa frialdad — dijo la señora mientras tejía las flores de colores y varias margaritas juntas— ¿verdad que mi hijo es bastante amargado? — preguntó riéndose y Eleine asintió sonriendo— No se parece a su padre, aunque... si se parecen si lo veo bien— bromeó y en el tiempo que estaban alli le contaba como correteaba las praderas italianas, aquella joven mujer había emigrado de Italia e incluso siendo hija de Rumanos conservaba los rasgos perfilados y las cejas negras, luego de ese rato la madre del muchacho había terminado una hermosa y delicada corona.

— ¡Me encanta! — exclamó la niña colocándosela y girando en el mismo lugar—¿Me veo bonita no?—Le preguntó al muchacho y este negó rotundamente.

— Vamos que te esperan — dijo tomándola del brazo para llevarla al Hotel, ella se despidió de la señora y dando saltos en cada pisada emocionada por aquel cintillo de flores.

En la entrada del Hotel, se tropezaron con un hombre de unos 30 años, con un sobretodo negro perfectamente planchado y con su mirada fría observó a la niña y arrugó el rostro, apartándose ya que sabía que el drama se avecinaba.

— Eleine, te estoy esperando desde hace mas de 30 minutos ¿Lo que estabas haciendo era colgándote basura del cabello? ¿No te basta con tener ese horrible cabello te pones flores como si fueras una hippie? — le reclamó arrojando la corona al piso y tomándola del brazo con fuerza.

— ¡mi corona!— Se quejó la niña mientras la llevaba casi arrastrándola.

El muchacho tomó las flores y las trato de arreglar, ya que algunas habian perdido los pétalos por la caída. Observando como la niña forcejeaba con su padre mientras este la regañaba hasta alejarse.

— Ni los ricos eran felices por sus padres— reflexionó el muchacho.

☆☆☆☆

........

Al despertarme me encontraba ya en mi cama y abrigada, al parecer había dormido lo suficiente para sentirme mejor, aunque con una resaca por tequila, me levanté y observé el armario abierto.

¿ Alguien se había robado algo? Rápidamente corrí y vi que todo estaba igual: todo desordenado.

Respiré aliviada... pero mas aliviada me sentía por mi ropa, llevándome las manos a la cadera me di cuenta que no tenía mi falda. Buscándola la encontré enrollada en mi cintura ¿ Intentaron abusarme? Pero... seguía con mi ropa interior.

¿Anoche que había ocurrido? mirándome incómoda y me inspeccione a fondo mi cuerpo tocándome...

No, no.

— Nada pasó— suspiré y fui al baño mientras me sacaba la ropa interior de las nalgas y me rascaba la barriga.

— ¡Soy un desastre! —

Examinándome, sentí el Fuerte olor a vomito, me desvestí y me fui a la ducha y entre en la tina y mire los productos.

— ¿Alguien vino conmigo?

Viendo como el jabón estaba después de la crema de depilar... Y yo recordaba que ese no era el orden, hundiéndome la tina para aclarar mi mente la imagen del señor Elliot se vino a mi mente.

— ¡Mierda! Yo vomité al señor Elliot... y lo peor... dos veces— grite saliendo del agua.

Yo tomé mi toalla por si aún seguía en el departamento, corriendo a la cocina miré la cafetera llena fria y unas pastillas contra la resaca en la mesa con una nota.

"Tome prestado algo de tu closet.. deja de tomar.

¡Paga la maldita cuota del ascensor! pd: lava la ropa que tienes mas ropa sucia que limpia".

Yo deje la nota a un lado, recordaba que él me había cargado, me quitó los zapatos y trato de cubrirme. Con la dignidad en el piso sabía que el estricto Dominic me iba a odiar por vomitarlo dos veces encima. Pero por su nota... no lo parecía.

¿Tomaría algo prestado de mi closet para poder irse? Me sonreí por imaginar a Dominic usando alguna se mis minifaldas o un top, luego de calentar el café y tomarme la pastilla, vi que él había tomado una camisa vieja de George y un sobretodo de un ex anterior, era obvio que lo haría ya que el maldito era casi de la altura de Dominic.

¿Por qué tenía que arruinar todo?

Él me odiaba y haber tenido que cargarme y haberlo vomitado no era algo que fuera muy " seductor" de mi parte para cambiar la impresión que tenía de mi.

Mientras servía las mesas con torpeza, la hora se acabó y volví a casa para lavar la ropa.

Al menos tenía que hacerle caso, al menos tenía que empezar a cambiar mi vida:

Dejaría de tomar,

Limpiaría mi casa,

Y lavar mi ropa. Esto sería la meta a corto plazo y mas rápida de cumplir. 

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