CAPÍTULO 12: Bajo tierra

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—¿Dónde vamos? —Star se llevó las manos a la cintura demandando información, pues Ben había salido del laboratorio sin mediar palabra alguna.

—Ya lo verás... ¿Alguna vez te han dicho que eres una cotilla? —se burló este continuando su camino.

—Maldito Ben, siempre igual... —masculló ella entre dientes—. Cotilla yo... cotilla dice, será que no tengo ni idea de qué está pasando... Anda ya...

—Te estoooy escuchandooo —bromeó el chico carcajeándose.

Ben frenó en seco justo en la mitad de la diminuta y cochambrosa habitación del cuartel, esa en la que Star había dormido, provocando que la muchacha chocase contra su espalda. Esta tenía la sensación de que cada día el cuarto iba menguando, pero supo desde el primer momento que se trataba de la angustia que le provocaba tener que permanecer encerrada tanto tiempo, y sobre todo, era la ansiedad de no tener ni la menor pista de cómo iba a ser su vida a partir de entonces. Hacía solo unas semanas era una chica más, quizá no demasiado normal, pero al menos tenía sus pequeñas cosas y una amiga. Una amiga que ahora, casi con toda seguridad, estaba muerta.

—¡¡Ay!! —se quejó el garante al chocar Star bruscamente contra su trasera.

—¡Ay, tú! —protestó ella—. ¿Por qué te paras aquí?

Ben no respondió. Se limitó a escudriñar el centro del oscuro dormitorio con atención. Tras unos minutos, se dobló para empujar la camilla militar. La apartó ligeramente, empujó con el pie unos cables y se arrodilló para palpar el polvoriento suelo, reflexionando.

—¡Bingo! Aquí está... ¡Venga, ayúdame!

—¿Ayudarte a qué? Si no me cuentas nada... ¡Vaya garante de mis narices! —exclamó Star sacándole la lengua.

—A tirar de esto, «renacida»... 

Sus manos aferraban una palanca de metal que, al parecer, había estado escondida allí todo el tiempo. Al tirar de ella para desencajarla, Ben había conseguido ponerse rojo como un tomate. Se recolocó las gafas de ver y le miró, rogándole ayuda. Ella se agachó, resignada, y con solo un tironcito leve del picaporte, una trampilla se abrió de sopetón ante sus ojos.

—Es que me sudan las manos... —se excusó el muchacho.

—Ya, claro...

El gato humano accedió al umbral con sumo cuidado, se volteó y comenzó a descender por unas escaleras de metal sujetas a una húmeda y desigual pared de piedra. Cuando bajó lo suficiente, Star repitió sus pasos, deslizándose por la férrea escalinata hasta el final. De un saltito, pisó territorio húmedo y un pequeño charco salpicó sus zapatillas al posarse. Las fosas nasales de la muchacha se inundaron de un hedor extraño; una mezcla de olor a moho, azufre, almizcle y ciruela que se instaló permanentemente en su hocico.

Observó aquel lugar oscuro y algo sucio, y el frío le llegó hasta los huesos. Sin duda era una tubería, un túnel antiguo que funcionaba como pasadizo. Un camino abandonado a ninguna parte. Al menos, a ninguna parte accesible para quien no conociera el secreto.

Juntos recorrieron un kilómetro bajo tierra, apoyándose el uno en el otro. En el exterior, probablemente las vidas de los habitantes de Sceneville seguirían su curso. Quizá Nahama y Hanson Moon la estuvieran buscando. Cabía la posibilidad de que las muertes de aquellos inocentes hubiesen despertado algo en el interior de sus progenitores. Podría ser que su madre se sintiese culpable por haberle enviado a aquella casa. Ahora bien, todo eran conjeturas, porque la realidad era que hasta donde ella sabía, nadie la estaba buscando.

—La verdad, es que siempre he querido utilizar esto, pero... —dijo Ben encogiéndose de hombros.

—¡¿Me estás diciendo que todo este tiempo hemos tenido debajo ES-TO y que hemos estado atrapados en dos metros cuadrados como imbéciles?! —berreó la chica—. ¡Te voy a matar Ben!

Sus ojos recorrieron el espacio con inquieta curiosidad. Frente a ella se prolongaba una superficie rectangular cercada por unos arcos de ladrillo gris inmensos. En uno de los laterales, se abría una hendidura que escondía una seductora piscina perfectamente iluminada. El brillante estanque destacaba en mitad de todo aquel entorno envuelto en una sombra azulada y verdosa. Los techos eran altos y justo en medio se extendía, todavía más hacia el cielo, una grieta recubierta de material acolchado. No se veía el final. Star pensó que debían encontrarse muy cerca de Sceneville central, donde una estructura saliente no destacase frente al resto de rascacielos. También había un gimnasio, un pequeño ring de entrenamiento y una acogedora sala con paredes de cristal que le llamaba especialmente la atención.

—Confirmo. Bueno... tampoco sabía si me podía fiar de ti —Ben frunció el ceño bromeando.

—Tonto. —Ella le empujó tan fuerte que este cayó al suelo, y sin saber cómo, de pronto ambos se encontraban corriendo y bailando a lo largo y ancho del espacio, conquistando el nuevo territorio.

Era la primera vez que Star se sentía de aquella forma. Quizá las últimas noches habían sido difíciles pero, tampoco antes de su renacimiento, había conseguido experimentar algo parecido. La libertad le acariciaba la piel. Había cerrado los ojos y se dejaba llevar por un saxofón imaginario, una guitarra y un bajo invisibles, una batería rítmica y un teclado electrónico. Se movía como se movería el mar en calma: natural, líquido y armonioso.

Se había subido a un diván dejándose elevar por una energía material que surgía desde el núcleo de su cuerpo, justo encima del ombligo y debajo de las costillas. Desde ahí arriba, veía a Ben agachándose y rozando el suelo con el dorso de las manos, y después, le observaba girar y girar sobre sí mismo. Colgaron el lastre que les había acechado desde muy cerca y consumieron la última hora del día riéndose de la vida, tumbados en el suelo sobre un montón de cojines blanditos de la sala de cristal.

—¿Para qué es esta sala, Ben? —preguntó Star alargando el brazo para colocarlo sobre el estómago del chico, mientras este acariciaba su pelo blanco.

—Para algo muy guay... ¿quieres probar?

—¡Claro! —respondió entusiasmada.

—Vale... pero primero tienes que aprender otras cosas...

—¿Podemos empezar ya?

—¿Ya? ¿No estás cansada?

—Un poco sí... —bostezó ella.

—Duerme, «renacida». Podemos empezar mañana.

—No me llames «renacida» —Star cerró los ojos y se dejó ir lejos, a un mundo onírico donde Ben y ella escuchaban música de verdad y jugaban al Arkanoid o al Metal Gear, sin tener que preocuparse por Entherius raros ni por el desgraciado de Matt Eville.

Cuando despertó, Ben ya había hecho café y preparado el desayuno, y en esos instantes, estiraba sus patitas felinas color oro y se dirigía a cumplir su primera misión de la mañana: cazar una mosca.

—¡Qué sueeeeño, Ben! —El gato giró la cabeza para ver cómo Star se desperezaba—. Eres un garante precioso y suave —dijo cogiéndolo en brazos y acariciándole el peludo lomo. El minino saltó de sus brazos, y en el camino, volvió a cobrar su forma humana. Se recolocó las gafas y se despeinó el pelo que Star le había dejado liso con sus caricias. 

—Como me acaricies así... me vuelvo a quedar dormido... —confesó mientras abría la boca en un bostezo—. Venga, vamos... empezamos por aquí...

Ben le explicó que tanto su Entherius como su Gravithus eran poderes extraordinarios y muy peculiares, y que ambos le ayudarían a proyectar sus nuevas capacidades. A veces lo harían de forma similar, pero la mayoría de la veces, al ser energías enfrentadas, de forma muy diferente.

Potenciar el Entherius podía ser peligroso, pues se trataba de un poder oscuro, a veces misterioso, con interminables incógnitas que jamás se habían llegado a resolver. Por este motivo, Ben insistió en que debían concentrarse en alcanzar un nivel medio de Gravithus que le permitiese terminar con el caos que Matt Eville estaba propagando en Sceneville. El garante volvió a nombrar el Elmahi. Aquel que alcanzara el nivel máximo de sabiduría y control de su poder, alcanzaría el Elmahi, pero para ello hacían falta años de práctica y un talento innato, que Star todavía no sabía si poseía. Aquel estado era peligroso, pues podía suponer el fin del orden establecido hasta el momento. 

Ben también le hizo entrenar su cuerpo muy intensamente en el cuadrilátero y en la piscina: «Debes conocer tu nuevo templo. Aceptarlo. Y después, deberás saber cómo hacerlo funcionar sin que tus dotes enérgicas interfieran. El agua te ayudará a moverte más conscientemente. Confía en mí». Se le hizo tremendamente extraño, al principio se sintió como un pato muy torpe, en cuanto intentaba saltar o hacer una pirueta en el agua, se tropezaba con sus propios pies o incluso con los propios muslos, que eran al menos cinco veces más grandes que los anteriores. Cuando esto ocurría, se dejaba tragar por el agua. Cerrar los ojos bajo la piscina le ayudaba a liberar la mente.

—Llevamos tres días así... —se quejó Star—. ¡Esto no son poderes, ni son nada!

—¿Cómo que no? —refunfuñó Ben mientras salía de la piscina para secarse el pelo—. ¿Acaso crees que todo el mundo puede partir esa piedra como lo has hecho tú? —determinó señalando un muro que lucía muchos orificios. Marcas de las manos de Star. 

—No... pero... —la chica se tapó la nariz con las manos y volvió a hundirse bajo el líquido frío y en calma.

—Star... —le llamó Ben—. Staaar... —Pero la chica no salió del agua—. ¡Vale! ¡Tú ganas! Sal del agua: ¡a la sala de cristal!

Salió de golpe de la piscina salpicando todo a su alrededor. Se moría de ganas por saber cómo funcionaban esas supuestas capacidades mentales que habían puesto su existencia patas arriba. Pero, sobre todo, por encima de todas las cosas, quería saber qué le había pasado a Claire de una vez por todas. 

—Siéntate en el suelo y cierra los ojos —ordenó Ben—. Así nooo... Así. —el chico se acercó a Star y empujó su espalda hacia delante para guiarla a una postura más elevada—. Bien... Ahora, respira profundo... —continuó este mientras le rodeaba caminando—. Si consigues relajarte, encontrarás el Gravithus dentro de ti. Es... como una sensación de calor, como si tuvieras una hoguera encendida cerca de tu corazón. —hizo una pausa y dejó que la chica respirase en silencio—. ¿Lo encuentras?

Star se esforzó por concentrarse. En ocasiones, le asaltaban pensamientos destructivos. Eran tales las ganas que tenía de controlar su poder, que no lograba dejar vía libre para que saliera.

—Un minuto —dijo.

—No te preocupes. Solo respira... relájate... piensa en un lugar tranquilo...

—¡Lo tengo! —exclamó ella—. Mierda, ¡ya no! —se lamentó abriendo sus ojos azul eléctrico casi blanco, que brillaban aún más de lo habitual.

—No te exaltes... Las primeras veces, es muy importante mantener la concentración. Vuelve a cerrar los ojos y vuelve a respirar... —Ben no había dejado de dar vueltas alrededor de la chica, como generando un lugar seguro, un espacio de calma. Cuando lo tengas... no hables. Intenta extender la hoguera al resto de tus extremidades. Eso es, poco a poco.

Ahí estaba: justo debajo de su corazón y sobre su ombligo, una llama que prendía, una llama de color azul radiante. A su lado, algo más luchaba por resurgir, algo más oscuro, pero era una puerta que de momento no quería abrir. Se concentró en mantener la calma y en extender la llama. Llegó hasta su garganta y notó cómo la boca se le calentaba. Los hombros, los brazos...  y después la llama bajó hasta los dedos de sus pies. La sensación era como cuando a uno se le duermen las piernas, pero a Star ese hormigueo le llenaba cada centímetro de la piel y le subía la temperatura corporal. Este estado le hacía dejar el miedo atrás, borrar la ansiedad que siempre le había generado el mundo. El eco de su interior dejaba de existir porque no había espacio para él dentro de su cuerpo. 

—Si has llegado a ese punto, Star, simplemente dibuja en tu cabeza esta sala. Justo frente a ti hay un jarrón verde. Piensa en él y dirige esa llama hacia el jarrón para moverlo. 

El cuerpo de Star no emitió síntoma de poder alguno, pero ella, dentro de sí, veía cómo la hoguera azul se iba expandiendo poco a poco en forma de rayo eléctrico. Cuando más pensaba en el jarrón: su forma, su color, su material... más cerca estaba de tocarlo. Hasta que al final, la vasija se movió y cayó al suelo haciéndose mil pedazos, provocando un sonido fuerte que sacó le sacó de su trance. 

—Ay Ben, lo siento... Me lo he cargado... —se disculpó llevándose las manos a los ojos.

—No pasa nada... ¡¡Lo has movido!!

—¿Lo he movido? Claro... Lo he movido... ¡Lo he movido, Ben! —Star no pudo contener su dicha, así que, se levantó y abrazó con fuerza a Ben, levantándolo del suelo sin querer.

—¡Hala! Estás fuerte...

—¿Seguimos? —quiso averiguar ella.

—Venga...

En los siguientes seis días rompieron varios jarrones, una televisión, tres o cuatro probetas, una lámpara que colgaba del techo... y Star casi ahoga a su gato en el agua al meterlo en la piscina con la mente y tardar casi un minuto entero en sacarlo. Aunque al final, consiguió manejar bastante bien aquello de mover las cosas con la mente e incluso logró moverse a sí misma elevándose en el aire. 

Al tercer día ya controlaba con soltura su cuerpo flotando unos centímetros sobre el suelo mientras emitía destellos eléctricos. Sobre las nueve de la noche del noveno día bajo tierra, después de haberse relamido comiendo un pad thai delicioso que Ben había conseguido en una incursión encubierta a la ciudad, en su forma gatuna, Star pidió poner a prueba su último objetivo: focalizar las voces que llevaba escuchando desde el primer día. Limpiar el ruido para entender en qué pensaban las personas que sintonizaban con ella a una gran distancia, lejos de ella.

—Espera...

—¿Lo tienes? —insistió Ben.

—Shhh... un segundo, pesado... —rogó Star.

La muchacha cerró los ojos, como Ben le había enseñado, intentando no hacer ningún esfuerzo que perturbase su calma interior. Dejó que el relámpago azul se extendiera incendiando cada célula de su templo. Subió la potencia invisible levantando los brazos, logrando que la materia atravesara las paredes del cuartel. Por un momento se mareó y descontroló, pero de pronto...

—Lo escucho... Ben, escucho la voz de ese maldit... 

—¿Has ido a por Matt Eville? Te dije que buscaras a alguien... normal. —Ben se incorporó nervioso y emprendió un camino sin rumbo, frotándose las palmas de las manos.

—Lo escucho... Lo estoy oyendo pensar... 

—Vale... —Ben se sentó de nuevo e intentó mantenerse sereno para no desconcentrar a la chica—. A ver, ¿en qué piensa? —preguntó resoplando.

—Ha sido él Ben. Él ha matado a Claire...  

Un túnel de sustancia tormentosa surgió del cielo y se prolongó. Repentinamente Star, sin abrir los ojos, notó su cuerpo fluir, como aquella vez que Claire le obligó a montarse en la montaña rusa más alta y rauda del parque de atracciones del lago de Sceneville. Corría sin mover los pies a una velocidad imposible de medir, como la velocidad de la luz.

—¡Un momento! Espera... ¡Lo veo! ¡Puedo ver dónde está!

—¿¡En serio!? ¡Qué pasada! Y yo tengo que conformarme con ser un garante...

—Shhh, no me hagas reír que lo pierdo...

—¿Dónde está? ¿Qué ves?

—Veo... es como una carretera grande...

—Una carretera grande... Mmm. —el chico pensó en alto durante un buen rato hasta que ella le interrumpió.

—No... es... ¡Es un parking!

—¿Un parking de coches? Qué raro...

—Pero hay... hay mucha gente... Está como en un alto, en un tejado... —la chica describió aquello que con sus ojos cerrados veía—. Veo... ¡Una pantalla enorme! Están proyectando esa peli de vampiros... ¡Jóvenes Ocultos!

—Eso no es un parking «renacida»... Eso es...

—¡¡El autocine Paradise Castle!! —dijeron ambos a la vez.

Star Moon abrió los ojos deslumbrando por un momento a su peludo garante, que la observaba por encima de los anteojos cuadrados absolutamente alucinado. Se sentía algo cansada, su camiseta estaba completamente empapada por el sudor y le dolían las palmas de las manos donde conseguía concentrar la mayor parte de su poder, y Ben se había alisado completamente el pelo de los nervios, destrozando su pelo pincho característico.

—¿Estás preparada? —preguntó este asintiendo una sola vez.

—Creo que sí...

—Vale... Tenemos que desatomizarnos. Para eso, tienes que dejar que salga tu Entherius. Pero Star, cuando lleguemos tienes que empujarlo rápido hacia abajo y dejar salir el Gravithus...

—¿Y cómo hago eso? Llevamos días practicando todo lo demás... No sé si voy a poder...

—Vas a poder. Estoy seguro. Tienes que enfadarte mucho. Piensa en todo lo malo que te ha pasado últimamente... Piensa en tus padres... 

—¿En serio?

—En serio. Recuerda: cuando lleguemos, tienes que empujarlo rápido hacia abajo y dejar salir el Gravithus, sino..

—Si no... estamos perdidos.

—Eso es —Ben se arremolinó sobre sí mismo y tomó su forma de gato. Pegó un saltito y se posó en los brazos de Star.



¡Capítulo 12! Esto se pone interesante 🙃 Ya solo nos quedan dos capítulos para terminar la historia de mi querida Star, que me ha dado mucho todas estas semanas. 🦋

¿Qué os está pareciendo? ¿Estáis preparadxs para el reencuentro de Matt y Star? 

Os dejo un temazo de la película que proyectan en el Paradise Castle: Jóvenes Ocultos 🧛 

https://youtu.be/RSEXbgYUanY


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