CAPÍTULO 18: LA INCREÍBLE SMOKY

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—¿Está lista? —preguntó Terry. Escuchaba sus pasos retumbar en las baldosas frías de la ruinosa nave que había alquilado para ensayar con la banda. Aunque aquel día estábamos solo los de casa. Este caminaba hacia un lado y hacia otro, nervioso. Y Terry no solía ponerse nervioso. De hecho, intimidaba la capacidad con la que ejercía afirmaciones categóricas, como si su palabra dictase la propia ley. Que él estuviera de los nervios, me crispaba los míos propios.

—No seas impaciente, hombretón —contestó Sasha.

—Cierre los ojos, señor Perry —añadió Hugh—. Ya casi está.

Lory no paraba de manosearme, ajustándome cada retal de tela suelta, mientras me ponía y me quitaba chaquetas de terciopelo. Discutía con Hugh sobre cuánto apretar la parte delantera del vestido, porque eso influiría en mi respiración a la hora de cantar.

—¿Podemos entrar ya? Terry me está poniendo de los nervios.

—Caseeey —reprendió Martha, tirándole de la camiseta.

—No te preocupes, Martha, si el chico tiene razón. Mirad —advirtió bufando—. Voy a entrar y punto.

La puerta se cerró con un golpe seco, y seguido, percibí el carraspeo grave que solía preceder al tufo de los puros de Terry. Al segundo, tenía a Casey delante de mí, jadeando, pues había cruzado la sala a todo correr.

—¡Osti...! —exclamó asombrado, justo antes de que Lory le interrumpiera.

—Esa boca, Casey.

—Quiero decir: ¡caramba!

—Ni se te ocurra reírte —amenacé con mala leche, tratando de intimidarlo.

—Ni de broma, ¡estás increíble!

—¿De verdad? —Noté mis mejillas encenderse de pronto. Si no paraba aquella situación iba a explotar. Me esforcé para que no se notara, mirando hacia otro lado. Pero es que nunca nadie me había dicho, de verdad, con aquella sinceridad y con aquella insolencia tan típica de Casey, que estuviera increíble. Nadie.

—Shhh —chistó Sasha al caer en la cuenta de mi cara.

—¡Ya está! —anunció Lory con dos fuertes palmadas.

—No, espera, espera —pidió Hugh, mirando a un lado y al otro—. Falta Martha.

—No. Estoy aquí.

—¡Mamáaaa! —gritó Casey, casi desgañitándose—. ¡Mamá, ven de una vez! ¡Tienes que ver esto!

Lory, Hugh y Sasha, se apartaron dejándome al descubierto. Al otro lado de la estancia, Martha y Terry me miraban en silencio. Casi pude percibir a cámara lenta cómo las cejas de Terry se levantaron en señal de felicidad. Martha miró a Terry y este le devolvió la mirada.

—Dios mío, es... —dijo Martha.

—Oh, joder, ¡ya vale! —determinó Terry cerrando los ojos. Me miró detenidamente, de arriba a abajo, gruñendo—. Algo falla.

—¿Los zapatos? —se apresuró Lory, preocupada y ansiosa—. ¿La chaqueta?

—No, no... —contestó Terry pensativo.

—¿El pelo? —apuntó entonces, Casey.

—¡Pero tú no decías que estaba increíble!

—Y lo estás. A mí me gusta tu pelo... De hecho, me encaaaanta tu pelo. Pero conozco a este viejo demasiado.

—¡Casey! —reprendió Martha de nuevo.

—¡Eso es! Está demasiado despeinada. Tenemos que cortar esa melena libertaria que lleva. ¡Esto es Estados Unidos, joder! —Hizo un aspaviento, levantando los brazos.

Lory cogió unas tijeras que guardaba en el bolsillo trasero, e hizo varios cortes, dejando mi larga melena, que me había acompañado durante los años más duros de mi vida, por encima de los hombros. Entonces, a Terry se le iluminó la cara.

—Hija, —manifestó, con un ligero cabeceo—. Olvídate de tu vulgar nombre, porque a partir de ahora todo el mundo sabrá quién es, —y en ese instante, levantó con dificultad, a causa de la chaqueta de traje, demasiado apretada, sus dos voluminosos brazos e hizo un aspaviento—. ¡LA GRAN! ¡LA MARAVILLOSA! ¡LA INCREÍBLE! ¡SMOOOKY!

***

Aquellas últimas palabras se quedaron clavadas en mi cabeza. Grabadas con fuego y sangre. Lo más interesante, y eso es algo que me echo en cara después de todos estos años, es que ni siquiera me impactó porque Terry dijera que mi nombre fuese vulgar. En aquel entonces, seguía creyendo de mí misma que era una simple y burda rata callejera. Alguien que rezaba a la suerte y daba las gracias, a cada segundo, por aquella oportunidad que le había dado la vida, como si hubiera sido un regalo divino dirigido a otra persona, y lo hubiera recogido yo en su lugar. Como si se lo hubiera robado.

Fue imposible olvidar aquellas palabras, por un motivo mucho menos doloroso, y es que fueron las que escuché cada noche durante el siguiente año y medio. Terry había organizado una gira. Él solía decir que era una pequeña gira para ver qué tal me iba. No obstante, a mí me parecía lo más emocionante que me había ocurrido jamás.

Justo antes de pisar la madera del escenario, de percibir el olor de las cortinas aterciopeladas y añejas, y el calor de la gente que esperaba con los ojos llenos de emoción, escuchaba: «¡LA GRAN! ¡LA MARAVILLOSA! ¡LA INCREÍBLE! ¡SMOOOKY!», en las más diversas tonalidades y timbres de voz.

—Tengo una sorpresa para ti. —Martha abrió la puerta del camerino, asomando la cabeza.

—¿Ahora? —gimoteé—. Me tiemblan hasta los pelos de la lengua, Martha. ¿Puede venir Casey, por favor? Déjale que venga, andaaa —supliqué.

—Ya sabes que Casey no puede estar aquí, cariño. Pero creo que la sorpresa te gustará. ¡De verdad!

—Está bieeen —refunfuñé, torciendo la nariz.

—¡No sabía yo que te iba a dar taaaanta pereza ver a tu viejo amigo Charlie! —Giré la cabeza de pronto, buscando aquella voz. Y ahí estaba él: Charlie. No había cambiado casi nada: el mismo rostro arrugado y el mismo bigote frondoso. Eso sí, se le veía mucho más delgado y débil.

—Charlieee —grité poniéndome de pie.

Me lancé a sus brazos sin pensarlo. Sin caer en la cuenta de que jamás, en el tiempo que viví con él, me había atrevido a hacerlo por muchas ganas que tuviera. Él se sorprendió tanto que noté un pequeño salto hacia atrás, algo instintivo. Después, sus delgados, pero acogedores brazos me apretaron contra su pecho. De pronto, me sentí como en casa.

—Así que me has echado de menos —sostuvo él, con una leve sonrisa.

Entonces, caí en la cuenta de que acababa de abrazarle. Me aparté un paso y carraspeé tendiéndole la mano, cortésmente. Él soltó una carcajada, pegó un golpe seco en mi mano y después tiró de ella para volver a recogerme entre sus brazos—. Yo también te he echado de menos, chica.

—Smoky, estamos en cinco, ¿vale? —Uno de los chicos del equipo entró por la puerta para avisarme. Ya casi nadie me llamaba Ally, casi todos me llamaban Smoky—. Perdón, no quería interrumpir.

—Está bien.

—Así que Smoky, ¿eh? Bueno... —resopló Charlie—. Ha sido breve pero emocionante. —Aflojó sus brazos y acarició mi mejilla con cariño—. Te dejo entonces, Smoky...

—¡No, por favor! Antes de salir tengo que tocar una canción para calentar. ¿Quieres quedarte? Por favor, quédate.

—Está bien.

Me acerqué al armario donde guardaba mis cosas y saqué mi vieja guitarra. Lo hice a posta. Quería contarle a Charlie todo lo que no me había dado tiempo a contarle aquel día en Loch Lloyd.

—¿Y esa guitarra? ¡No será...! —exclamó agarrando el mástil. La examinó cómo solía examinar los vinilos de Elvis.

—Se la quité al viejo Larry —confesé, ofreciéndosela—. Quise decírtelo, pero no me dio tiempo.

—Ya... —suspiró él.

—¿Está muy enfadado?

—¿Enfadado? ¿Larry? ¡Ni de broma! No hace más que decirle a todo el mundo que le robaste la guitarra de Elvis, y que ahora su fantasma te ha poseído o algo así.

—¡Pero si Elvis sigue vivo!

—Ya lo sé, pero ya conoces a Larry —sonrió—. Le gusta dar emoción a sus historias.

Estando allí sentados, el uno frente al otro, nos inundó una ola de gritos y aplausos. La sala parecía llena al otro lado de la puerta. A través del umbral, pude ver a Terry saludando a todo el mundo, como si aquel lugar le perteneciera. Así era Terry Perry. Charlie me devolvió la guitarra, y la hice sonar despacio. No canté, me daba vergüenza hacerlo delante de él.

—¿Lista? —quiso saber, cuando rasgué las últimas notas.

—Lista.

Salí por la puerta, dejando a Charlie atrás. Martha me abrazó por el camino. Al pisar el escenario pude estimar a unas cien personas, la mayoría muchachos y muchachas de mi edad. De entre toda esa gente, busqué un rostro. Solo uno: uno cubierto de pelo blanco y despeinado que estuviera dedicándose a revolucionar el lugar. No lo vi. Sin embargo, sí pude ver a Charlie salir de entre bastidores. Se colocó a un lado, casi en primera fila. Fue a él a quien dediqué aquel concierto.

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https://youtu.be/-ex6VeQ_dRg

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