II. Aguardiente

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Las luces neones y música ruidosa se percibían desde lejos en esa noche de bahía tropical. Aunque estaban literalmente al lado de la playa, la fiesta no se haría en esta. Tenían una cabaña toda para ellos, con varias habitaciones y puro alcohol. El evento estaba repleto de gente de todas las escuelas en la ciudad.

Se supone que iba a ser una fiesta "romántica" o eso era lo que decía la invitación, pero las letras de las canciones solo invitaban a lo que venía después de la etapa de romance, o antes.

La verdad la dinámica del amor era un poco confusa estos días.

De igual forma, los parlantes zumbaban ritmos reguetoneros y de perreo, de los que se entonan al principio de una rumba,

pa' que se prenda.

Pablo González había llegado perfumado y bien peinado, como lo había premeditado en práctica. Con una camisa de patrones abierta, se podía ver parte de su pecho, el cual estaba adornado por las cadenas de oro que colgaban de su cuello. El equipo de baloncesto entró a la cabaña, mientras "La Groupie" retumbaba y hacía que las peladas bailaran.

Oscar venía sin gel en el pelo, su aspecto era más bien relajado, vestido con una camisilla de Kobe Bryant color morado y una bermuda. Muy casual, ya que estaba en su ambiente. Entrar ahí era como caminar por su casa.

Alexis y Rodrigo también iban informales, pero no al extremo. Ellos perderían la compostura pronto, pero todavía no.

Y por último, Alan, con su camisa abotonada y energía seria. Al llegar se sentó con sus amigos de otro liceo. Tenía su gente, aunque no hablara mucho. Se planteó no pensar en Pablo ni en Oscar en toda la fiesta.

Iría Dios a saber con qué locuras iban a salir.

El olor que se percibía era una combinación de frutilla de vape con tabaco y guaro. Los rostros de las personas no se veían entre tanta oscuridad. Solo se apreciaba el humo blanco que brotaba de sus bocas, y eso que solo había comenzado la fiesta.

Alexis a los minutos de entrar ya estaba con un vape en la mano.

 
—Oigan, ey, ¿quién quiere? Este sabe a sandía.

Pablo le lanzó una mirada desdeñosa. —Alexis, porfavor, ¿fumando vape? El vape lo dejé yo en décimo, ponte serio mano.

A lo que se refería era que el vape era demasiado kinder para él. Pablo quería intensidad, sin importar en qué momento de la fiesta. Estaba dispuesto a tomar media botella de aguardiente si se lo ofrecían.

Alexis no le prestó atención. —No me voy a pear al principio de una fiesta. Cógela suave mano, lo más calmado al inicio.

Pablo intentó cogerla suave, pero no eran las doce y él ya se había tomado una botella entera de aguardiente y varias latas de Smirnoff. El ambiente se prestaba para ello, y sus amigos de fiesta hacían rondas con un aguardiente en la mano, solo tomaba un ademán de que abriera la boca para que tomara un chorrito de aguardiente, y Pablo obedecía cada vez. ¿Cómo se iba a negar? Además, le gustaba la éxtasis que traía hacer las cosas sin freno. Así era él.

A medida que pasaban las horas, los chicos se fueron esparciendo. En todo rinconcito que había en la cabaña se podían encontrar parejitas en sus momentos sabrosos, sin duda San Valentín había hecho su trabajo con eficiencia.

Después de una ronda de juego de shots, era difícil para Pablo mantenerse en pie. En aquel momento de la fiesta se le acercaron unos amigos que no estaban en el equipo de básquet, y su cercanía se daba más que todo por el desorden en conjunto que hacían en el colegio. Un chico de ojos negros y pelo casi rubio, llamado Tomás, alias "el mono", se le acercó, saludándolo con un pequeño abrazo.

—Bro, no te había visto, estábamos haciendo un juego de quien se tomara cuatro shots más rápido después de darse dos vueltas ganaba—hablaba arrastrado y su aliento olía a puro aguardiente.

—Hey mono, me hubieras invitado.

—Estamos allá en grupo—le indicó con un la mano a que se fuera con ellos—si quieres te nos unes, alguien trajo mari.

¿Mari? ¿Mari de marihuana? Pablo intentó pensar con su mente nublada por la bulla y el alcohol. Sí, había dicho que el vape era kinder y todo, pero hasta trabarse y eso no había llegado. Nunca había sido del tipo de fumar, ni siquiera cigarrillos normales. 

—Tomás, bro, es que yo no he fumado.—Pablo movió su dedo índice en frente de los ojos del rubio, indicando un no. Su tono de voz era más ligero y sus palabras alargadas, efectos de la cantidad de alcohol que había consumido.

—No la has probado. Aún.—respondió.

Tomás le ofreció una mirada de "no te preocupes" mientras sonreía por su inocencia, y lo guió hacia el grupo. Ambos se sentaron en el círculo que tenían formado algunas personas que se veían mil veces más expertas que Pablo. No le agradaba sentirse intimidado por la gente, entonces puso su mayor cara de confianza y saludó a todo el mundo. 

Todos en la ronda la fumaban con despreocupación, y Pablo pensó que al final no le ofrecerían nada porque habían pasado diez minutos y él seguía observando. El oxígeno empezaba a oler distinto, a una fragancia que calaba en sus pulmones y que despertó su curiosidad. Tomás a su lado prendió un encendedor y con experticia su porro también.  Todos en el círculo fumaban, menos él, y cuando su amigo le pasó uno de esos cigarros gruesos, aquellos ojos no despegaban su vista de él. Una chica con maquillaje cargado y su pelo negro en una trenza le tocó el brazo cariñosamente. Era amiga de Tomás. Pablo la percibió apacible y relajada, igual que los demás, mientras él estaba hecho un desorden con su pierna temblando y las dudas que le atacaban la cabeza. 

—Dale una probadita, te va a gustar.—Le aseguró la morena, con su mano todavía en su piel. 

Pablo notó vagamente a las personas susurrándose,  los ojos de Tomás que lo atravesaban, y la expectativa de esos desconocidos que había saludado. Tenía que fumarlo. Se lo debía a Tomás por presentarle una nueva experiencia, por ayudarlo a conocer personas nuevas. Y así se mentalizó. Con el encendedor del rubio prendió el porro, e imitó a la gente de alrededor. Pasaba por su esófago y sus pulmones como aire de hielo, algo que nunca había degustado antes, pero que lo cautivó.  Tomás al ver que hizo otra repetición le palmeó la espalda con orgullo. 

—¿Viste? Es la verga.—le dijo con entusiasmo. Los demás asintieron, y Pablo supo que no los había decepcionado. 

En aquella madrugada de rumba se había convertido en la cereza de su pastel. Al cabo media hora soltaba frases sin sentido y se reía por ellas. Tomás se había esfumado, igual que la chica con cabello trenzado. Al ver su falta de compañía, un desconocido le dejó un cigarro en su bolsillo, con un número de contacto si es que deseaba más.

Para muchos podía ser una escena donde un joven se hundía en abismos vacíos, pero para Pablo era como zambullirse en una conciencia imperturbable, donde podía ser quien quisiera. Una conciencia donde no le temblaba la pierna, no tenía que ser ruidoso para interactuar, no tenía que hacer mayor esfuerzo. Esto era distinto. Lo hacía sentir distinto. 

Después de una hora, vio una figura que parecía de chica acercarse. Valentina Ovalle caminaba hacia él con coquetería y se sentó a su lado. No pudo leer sus intenciones porque lo hipnotizaban otras cosas, entre esas el sonido distorsionado de la música, y lo extrañas y grandes que se veían sus manos. Ella estaba tomada, pero no tanto, y pudo percatarse del estado de Pablo de inmediato.

Aún cuando estaba desorientado y desinteresado en hablar, a ella le parecía demasiado atractivo. Especialmente con su camiseta desabotonada y el gel que ya no le recogía todo el pelo, permitiendo que varios mechones cayeran sobre su cara.

Igual nadie se lo tenía que recordar. Pablo sabía que era un papucho. 

—Pablo, ¿qué pasó mi amor?— él parpadeó dos veces ante ese apodo. ¿Quién le andaba diciendo dizque mi amor?

—¿Me recuerdas quién eres?— soltó con un tono rasposo y bajo.

Valentina se sintió sorprendida, al parecer ella no comprendía que estaba más borracho y trabado que el tío de los cumpleaños. Aún así decidió seguir hablándole, a ver si se acordaba que siempre terminaban juntos en las fiestas. Algo que para ella era obra del destino.

—Pablito— le pasó un brazo por la espalda, en ademán de abrazo—soy yo, Valen, la de siempre.

Ella le sonrió. Pablo veía los alrededores borrosos y llenos de destellos aleatorios que parecían ángeles, pero solo eran las luces.

—Ah, Valen.

Sonó más bien desinteresado. Había pasado algunas noches con ella en fiestas anteriores. Sí era un polvo y ya, pero le había contado una o dos cosas sobre su vida en alguna pea emocional. Y pues, él era bueno besando y todo lo demás.

Se notaba que ella se había encariñado. Pablo rió por lo bajo al pensar tal cosa.

No obstante, para ella fue buena señal.

—¿Y esa risita bonita?— La pelinegra preguntó, quería sacarle más palabras— .¿Me extrañaste?

En ese punto de la noche Pablo recordó que no había tenido contacto con ninguna pelada. Ni un perreito, ni un besito ni nada. Pensó que un pico no le dolería ni a él ni a ella, entonces se lo pidió.

—Hmm. No quiero hablar. ¿Por qué no me das un beso mejor?

A Valentina se le iluminaron los ojos, se acercó más bien acelerada a besarlo. Estaba tragada por él, y con esperanza anhelaba que el próximo día se acordara de sus momentos juntos, y que pudieran conocerse un poco más. 

Para él, ese beso fue como los otros miles que había dado. Con sabor a arroz sin sazón, plano como una página sin escribir. No era culpa de ella, eso de que no prendía ni una velita dentro de él. Después de unos segundos ella se separó para hablarle.

—Pablito no puedes tomar tanto— reprochó porque reconoció el sabor del aguardiente en su boca, y quién sabe qué más—en serio me preocupa.

Pablo no tenía la condición ni disposición para escuchar reclamos. Y ahí mismo en el sillón, en la mitad de la intemperie, el alero borracho y cansado se sumió en el sueño que su cuerpo tanto anhelaba.

¿Se hubiera quedado despierto si ella no hubiera hablado? Puede ser.

Valentina por su lado, vio aquello como oportunidad para cuidar de él. Pablo la había hechizado desde primaria, pero él nunca se había interesado en ella. Siempre estaba ocupado con el deporte y andando siempre con sus amigos, pero ahora era distinto. Estaba emocionada porque ahora podía pasar con él su noche.

—Me lo estoy ganando— dijo para sí misma al cargar a un hombre más pesado que ella hacía uno de los cuartos en la cabaña. Consideró en todo el camino que podía tener talento para alzar pesas, y se lo agradeció a su membresía del gimnasio. Al llegar, casi se tropezó con la lámpara al costado de la puerta. La cama era lo suficientemente grande para dos.

Lo acomodó bien y antes de dormirse a su lado, cogió el iPhone de Pablo. El Face ID funcionó aún con sus ojos cerrados. Procedió a entrar a WhatsApp.

—No me tiene agregada—se rascó el mentón mientras añadía su número como : Valen 💝.

Después de ello, sonrió satisfecha al apagar el teléfono. «Un paso pequeño puede mover montañas», se había dicho a sí misma antes de quedarse dormida.

Nota del autor:

El vicio es malo, espero que lo sepan.

Cuando lo tenía en borradores, pensé en poner "La Groupie" como música pero después me di cuenta que estaría promocionando eso tan explícito y dije: ey como así💀💀🤨🤨

Igual, si quieres ponerla, ponla. Así suena este capítulo. Yo hasta la escuché para meterme en el ambiente de ellos. Las cosas que uno hace por sus personajes.😅 (Y eso que yo soy la del salón que rara vez avistan en fiestas)

Y bueno, esto apenas empieza 🤗🤗

Me sentí inspirada a las 11pm para escribir 👍👍 (a mimir)

Definiciones
peladas: muchachas.
pearse: emborracharse.
Dizque: presuntamente; al parecer.
Pea: borrachera.
Pico: beso.
Traga: crush.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro