XI. Cartas

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El día después tuvo otra visita inmediata, Pablo no había ni despegado los ojos de las lagañas cuando Oscar ya se encontraba en su sala de espera, con unos globos y cartas en la mano. Si no fuera por la mirada asesina de la recepcionista cuando entró con un Bosé que estallaba de música, todavía la estaría reproduciendo.

—¿Adivina quiénes te escribieron estas cartas? —las esparció por la mesita de noche—todos los del curso, sí.

A Pablo se le salió una pequeña risa melancólica. Era su primera visita del día y ya le venían con regalos y cartas y cuanta vaina. Podía decir que se sentía algo halagado. Pero no estaba muy seguro si las personas sabrían por qué entró al hospital en primer lugar.

Pues, el chisme en una región latinoamericana se precipitaba como dinamita, y mucho más si hablábamos de su escuela. En el liceo mayor solo bastaba que lo supiera una persona para que lo anduvieran anunciando casi en la radio.

—Oye Oscar, ¿y la gente sabe? —cuestionó mientras sacaba una lima para pulir sus uñas. Estaría listo para pelearse con cualquiera si le decían algo, pero la verdad no estaba en sus planes más deseados. El castaño quería dejar el capítulo del hospital y toda la locura atrás, aunque realmente no sabía cómo.

—Nah, la gente sabe que estabas de fiesta y que te pegaste tremenda pea—atropelló las palabras con una voz animosa—y que después tuviste mala suerte y terminaste con neumonía. Grave, mano.

—No me lo recuerdes—Pablo se revisó la uña para cerciorarse de que hubiera quedado bien limada, y después siguió su manicura con el otro dedo—estoy tan libre que averigüé qué hacían en el coliseo romano como por allá varios años después de Cristo.

—¿De verdad? Ey alguien, agárreme porque hoy llueve—Oscar no estaba internado ni nada, pero Pablo sospechó si debería estarlo, pues, no todos se tambalean hacia atrás confiando que alguien los va a sostener cuando no hay nadie visible cerca. Pablo lo miró extrañado, pero solo siguió hablando sobre la antigua Roma.

—Mano, se ponían a pelear con animales salvajes y los mataban, que gente loca, y se llegaban como cincuenta mil personas al coliseo. Además, ¡las entradas eran gratis! Y donde lo vi, lo cuentan así todo bacano. ¡Montan tremando espectáculo y en serio te sientes como un guerrero romano teletransportado!

—Nos cambiaron a Pablo—los ojos de Oscar estaban bien abiertos, y después como si se hubiera acordado de algo, asintió—estamos dando presentaciones libres en historia, podrías hablar sobre eso cuando vuelvas. ¿Cuánto tiempo te queda?

—Como cuatro días por ahí—respondió Pablo y después se acordó de Isaac—oye, y ese milagro que Isaac no está contigo.

—Tú tienes al man en la mala Pablo—Oscar negó con la cabeza—dijo que no iba a venir porque sabe que no son los más cercanos ustedes dos, pero igual te escribió una carta. Cogimos la clase de la profe de español, ella nos dejó solos y yo aproveché. La gente en el curso anda diciendo que el salón está muy callado ahora que no estás. Para algunos será algo bueno, supongo.

Pablo alzó los hombros. A veces se hacía el indiferente de esa forma, pero por dentro le brotaba cierto interés por saber qué le habían escrito exactamente, o si en alguna carta leería algo que no esperaba.

—Eso da igual—espetó González, aunque realmente no le daba tan igual—¿quieres escuchar sobre cómo trataban a los prisioneros en el coliseo este? Los vestían de Ícaro y todo, básicamente eran la burla del barrio. Debería contarte el mito de Ícaro.

—Ay no Pablo, guárdate esas nerdadas para otro momento—Oscar se paseaba por el cuarto de Pablo, aunque como visitante solo le era permitido quedarse sentado en el mini sofá y tener mínimo contacto con la camilla—mejor dime si has hecho algo más vacilao'.

Le desilusionó un poco, porque sí quería relatarle el cuento de Ícaro y otros más que estuvo leyendo.  Él se imaginaba que era historia básica, y podría llegar a ser obvio, pero el tema nunca le había interesado antes.

Simplemente figuró que le contaría a Alan, quien tenía muchas mejores habilidades de escucha que Oscar.

—Mira tú que sí—Pablo abrió su teléfono y reprodujo una canción con un beat de reguetón pronunciado—es alguito que grabé.

Lo que procedió fue un verso de la voz de Pablo forzada, en ocasiones se parecía a un chillido, y llena de auto tune.

Oscar empezó a mover su cabeza con el ritmo y a hacer un bailecito con sus rodillas. La voz estaba sobre-saturada de sonidos robóticos, pero el lema de Oscar era "disfrutar toda la música".

—Mano esto está buenísimo—opinó mientras seguía bailando—hagámonos un collab, si no te dedicas al básquet mira si te metes al mundo de la música.

Pablo consideró su idea, aunque lo que había grabado lo había hecho por diversión y por desocupe.

Ni había tocado un instrumento en su vida, bueno, aparte de cuando neció con el acordeón de un compañero, y la profe de músca le había pedido tocar un sol y él le respondió que no podía tocar el sol, sin saber que era una nota musical.

Nunca se vería a sí mismo como músico, igual.

—Ey gracias, pelao—cerró la aplicación y su canción dejó de entonarse—. Ahora que lo mencionas, hablemos del equipo de básquet. ¿Cómo les está yendo con la preparación para los Supérate?

Oscar le contestó, pero no entró en mucho detalle, solamente dijo que estaban trabajando arduamente por las tardes en ello. Al final Pablo no preguntó si iban a poner a Isaac de alero, pues era lo más lógico, aunque una parte de su ego no quisiera aceptarlo.

Y cuando el moreno se marchó, Pablo se apresuró a leer todas las cartas y la cartelera que le decoraron como curso. Las letras más visibles estaban repintadas con marcador, y probablemente le pidieron a la que tuviera la letra más bonita que lo rotulara. En el centro estaba la focalización, la cual decía:

"¡Recupérate pronto Pablo!"

Alrededor todos en el curso habían firmado, como si fuera una petición, como si lo extrañaran a él y a su bulla, y entonces sus manos viajaron hacia todas las cartillas de colores, algunas con dibujos de balones de básquet y otras más simples. Pablo mentiría si dijera que las revisó con calma y detenimiento, pues realmente quería leer los mensajes que le habían dejado. Leyó la de Isaac, la cual era sencilla y sin colores, con las letras escritas con lapicero negro.

"Hola Pablo. Sé que no somos los más cercanos, y no sé si quieras una carta escrita por mi. Pero, mejórate y ven a entrenar pronto.

-Isaac"

Pablo estaba indignadísimo. No solamente se había gastado medía carta diciendo lo que ya se sabe (que no son muy amigos). Si no que las últimas frases eran literalmente una orden. "Ven a entrenar". Era obvio que lo haría, y no porque ese se lo había pedido, sino porque él era también parte del equipo.

Una voz en su cabeza le sugirió que tal vez solo por el hecho de que era Isaac le molestaba. Y en una milésima de medida, podría estar siendo duro con él.

Entonces lo consideró un rato, y sí, fue decente que Isaac se hubiera tomado el tiempo de dedicarle unas palabras al menos. Lo había hecho terrible, pero la intención es lo que cuenta, entonces decidió no ponerle mucha tiza.

Justo cuando seguía leyendo las demás cartas una voz aguda invadió el ambiente.

—¡Pabliii! — Valentina exclamó mientras sostenía cajas de medicamentos en las manos—. ¿Cómo estás? Te traje los fármacos que te mandó el doctor, pero no te preocupes por los horarios o las especificaciones, porque tengo todo anotado.

Habló corriendo encima de cada frase, Pablo lo entendió como un murmuro, solo ciertas palabras. Escuchó "fármaco" y lo último "tengo todo anotado".

La verdad no sabía cómo reaccionar ante el chorro de atención que recibía por parte de ella. Estaba pendiente de su recuperación desde que lo había visitado. Y pues, no negaría que sentir que a alguien le importaba le dio un alivio en el pecho, algo que hacía que se inflara.

—No voy a acordarme de tomar dos cosos de esos al día y a distintas horas—se quejó Pablo.

—¡Hasta eso lo pensé! —Valentina fue rápida en responder, a veces se le hacía muy entusiasmada al castaño—voy a recordártelo, todas las veces. Tú descuida, que aquí está Valen.

Ella posó una mano en su cadera mientras le ofrecía una sonrisa. Poder pasar tiempo con él y servirle de ayuda en su vida le había puesto otra ocupación. Y además, una que disfrutaba, pues así él no se alejaría de ella y la encontraría útil. Así Pablo la conservaría, así la mantendría cerca en su día a día.

Se quedó hasta que explicó suficiente todos los horarios de fármacos y lo que podían hacer por su cuerpo. Le prometió escribirle un mensaje o llamarle como recordatorio. Valentina consideró que sería una buena novia. En su mente todo estaba arreglado con flores blancas superpuestas en lo alto, con ellos dos en el medio, y él queriéndola.

Voy a ser la noticia del momento cuando consiga que el chico que no quería compromisos finalmente me diga "te quiero".

Y en algún momento, ese día le llegaría. Y aquello, para ella, sería suficiente. Sería más que suficiente.

Nota de autor:

Isaac el más cariñoso 🤗🤗🤗 JAJJAA

Uufff ahora los sentimientos de la Valentina se están profundizando, veremos como se transforma todo este arroz con mango😝

Actualización corta porque ajá. Quiero sacar ya a Pablito González del hospital🙈

Bueno, hasta la próxima. Gracias por leer💛

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