CAPÍTULO 20: MI HISTORIA

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Los ojos y los rostros se volvieron hacia mí, y guiándome por ellos, como por un hilo mágico, entré en la habitación.6


Tomé un suspiro y cerré el libro. Vaya, este es el final más abierto que he leído en mi vida, pensé, Aunque fácilmente puedes intuir lo que sucedió después, Emily. Esta historia está basada en la vida de Sylvia, así que al final probablemente Esther volvió a caer bajo la campana de cristal y se suicidó, metiendo su cabeza en un horno.

Empezaron a rotar cientos de palabras en mi cabeza sobre la novela, así que decidí ir hacia mi laptop y empezar a escribir todo lo que se me venía a la mente. Después de dos horas, tenía cinco páginas escritas. Algo había cambiado en mí.

De pequeña me dedicaba a inventar historias y obligaba a mis hermanas a participar en mis representaciones literarias. Ja, siempre fui muy imaginativa, por eso deseaba ser escritora. Sabía que era una locura, sin embargo, había leído mucho y consideraba que tenía la disciplina para hacerlo.

Estuve sentada a mi escritorio por un rato cuando se me vino a la cabeza una historia, un poco parecida a la mía, pero no era del todo sobre mí: Una chica que había decidido relatar su propia vida para descubrir por qué quería matarse. Habría de todo: Cómo se conocieron sus padres, su relación con sus abuelos, cómo sus hermanas se fueron distanciando una de la otra, sus amigos perdidos, romance y mucho dolor. Siempre le había atraído la oscuridad, no obstante, hasta años después se dio cuenta de que era su esclava. Estaba enferma, como la mayoría de la gente, y no lo sabía. Todo se había desvanecido de un día para el otro y ahora lo único que deseaba era arrancarse la vida. Las palabras comenzaron a brotar en mi mente como frutos vastos, por lo que decidí comenzar a escribir sin saber muy bien en qué parte de la historia entrarían estas líneas:


Al principio no sabía cómo había llegado aquí. De repente desperté y ya estaba en este oscuro cuarto, atrapada, muriendo. Las personas me veían, tú me veías, y yo aparentaba estar completa, radiante, perfecta; pero la verdad es que mi interior se encontraba descompuesto. Lo único que había podido sentir plenamente, durante todo este tiempo, era a la podredumbre comiéndose mi espíritu. Tenía mucho miedo de vivir... y mucha culpa por no haber vivido.

No vayas, tú no perteneces ahí, aparecía esta voz y me aplastaba para que no asistiera. ¿Por qué no fuiste? ¿Por qué todo tiene que ser tan formal cuando se trata de ti? Esta es la razón por la que has perdido a tantas personas y te ha dolido como el infierno mismo. ¿Por qué no puedes ser una simple adolescente?, me decía la otra cuando la oportunidad de acudir había pasado. Y así es cómo el miedo y la culpa jugaban conmigo, hasta aniquilarme y dejarme confundida en el frío del aislamiento.

Los años transcurrían y yo me seguía sintiendo como la misma pobre chica aterrada por la idea de vivir. Cada día era una pesadilla, y me llenaba de pánico saber que llegaría el siguiente y tendría que levantarme y hacer lo mismo de siempre. Ahí fue cuando comencé a pensar que la vida no era para cualquiera, tal vez yo nunca había pertenecido aquí.


Miré hacia el reloj. Tenía que hacer la merienda, así que apagué mi computadora y me fui a la cocina. 

Por otro lado, déjenme decirles que mi vida iba bien: Jack y Lorraine ya se entendían un poco más, sus discusiones habían disminuido; Jane y Jennifer continuaban con el violín y el ballet; mis amigos, Peter y yo habíamos recuperado nuestra relación de antes... Así que todo se encontraba en su sitio.

Hice la comida, puse la mesa y llamé a mi padre para que se viniera a sentar. Mis hermanas habían salido con sus amigas, por lo tanto, sólo comeríamos él y yo.

—Se ve que te quedó delicioso, hija —comentó mientras tomaba su lugar.

Estuvimos un rato en silencio. Sólo se escuchaba el sonido de los cubiertos chocar contra los platos.

—¿Papá, te he dicho lo que quiero estudiar? —rompí la paz.

—No, ¿qué deseas estudiar?

—Literatura y Letras Inglesas.

Sus ojos se abrieron mucho. No me gustaba lo que venía.

—Hija, está bien que sigas tus sueños, pero no creo que esa sea una buena elección... Necesitas que tus escritos sean famosos para que se puedan vender.

Sabía muy bien que probablemente no tendría oportunidad, no obstante, también existía una mínima posibilidad de que mis obras tuvieran éxito. Además, escribir era lo único que en serio me llenaba.

—Es mi decisión, papá.

—Está bien, la acepto —dijo rudamente—. Aunque no creo que puedas llegar a tu meta con las distracciones que tienes.

—¿Distracciones...? —pregunté, arrugando el ceño.

Sospeché qué era lo que quería decir con distracciones. Existía algo que él siempre había considerado como una distracción; más bien, no era algo, era alguien. Bajé la mirada y fruncí los labios. No quería volver a discutir el tema de siempre con él. 

—Tu novio sólo sirve para distraerte. Junto a él, olvidas cuál es tu objetivo.

—¡Oh, por favor, papá!, tanto él como a mí nos va bien en el colegio. ¡Peter no es ningún distractor! —intenté no alzar la voz.

—Él aún no ha demostrado ser un distractor en tus estudios, pero más adelante... —hizo una pausa— ¡Ay, por favor, hija, no quiero que te rompa el corazón!

—Eso no va a suceder.

—Pues viste cómo te fue hace dos años...

—¡Eso fue porque me mudé a otro continente!, ¡él no tuvo la culpa! —esta vez sí aumenté el tono.

Era increíble lo que me estaba diciendo.

—Escucha, hace tiempo que quería hablar contigo sobre esto y lo haré ahora, no me dejas opción.

Lo vi con brutalidad. De repente estar ahí se me hizo de lo más desagradable.

—Los novios sólo sirven para distraerte de tu objetivo, que es...

—Ser profesionista —contesté monótonamente.

—Exacto, ser profesionista; y él sólo hará que te desvíes del camino.

—Papá, rompiéndome el corazón no hará que me desvíe del camino.

—No exactamente eso, te puede embarazar...

—¡No, detente ahí! —interrumpí inmediatamente a Jack— Sé poner límites, papá.

—¡Ay, hija, por favor!, ¡ahora no me digas que quieres permanecer virgen para siempre!

—Papá, ¡alto!

Esta conversación definitivamente se había salido del tema inicial. Tenía que frenarlo antes de que llegara al extremo.

—En cualquier momento puede suceder...

Aunque no terminó la oración, lo había dicho todo. Mi memoria se remontó a aquel día en el sillón. Estuvimos a punto... Si él no hubiera llamado, lo habríamos hecho...; no me cabía ni la menor duda. Sentí que las mejillas se me incendiaron y rogué porque mi padre no lo notara.

—Hija, confío en ti y sé que eres lo suficientemente responsable para no embarazarte a esta edad, pero de un corazón roto no se libra nadie.

—Un corazón roto no hará que abandone todo —le afirmé más calmada.

—Claro que sí, un rompimiento puede causar que no te concentres por sentir tanta tristeza.

—Papá, eso no va a suceder...

—Sí ocurrirá, hija; conozco a los de su clase...

Esta vez realmente me hizo enojar, ¡¿qué clase?! Mi novio no era un maldito patán.

—Olvídalo, tengo cosas qué hacer —concluí molesta.

Después levanté mis platos y me fui a la cocina. Coloqué mis trastes en el lavavajillas y tomé un sorbo de agua. Por alguna razón, que yo desconocía, Jack tenía el presentimiento de que Peter iba a romperme el corazón.


6 Plath, S. (2012). Capítulo veinte. En La campana de cristal (p. 383). Edhasa.

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