CAPÍTULO 7: UNA PROBADA DE GLORIA

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—Jóvenes, diré cómo quedaron los papeles de la obra —anunció la profesora.

Los empezó a nombrar de los menores a los principales. No puse atención porque seguía pensando en la confesión de Peter. Ya habían pasado más de doce horas y aún el recuerdo de ese pequeño instante me hacía sonreír. Sin embargo, después me dije que esto estaba mal, no permitía que me concentrara adecuadamente; me obligué a volver a la realidad.

—... Dayron será Capuleto, padre de Julieta. Christopher, Montesco, padre de Romeo. Hayley será Lady Montesco, madre de Romeo; y Jade será Lady Capuleto, madre de Julieta.

Se veía que los cuatro estaban conformes con sus papeles. Jones prosiguió:

—Y nuestros protagonistas serán: Alison como Julieta y Peter como Romeo.

—¡Sí! Les presento a la nueva Julieta —presumió Alison.

—Oye, ¿y te va a gustar besar a Peter en la obra? —le preguntó Evelyn altaneramente.

—¡¿Qué?! —se quejó Peter.

—¡Nadie habló nunca sobre un beso! —reclamó Alison.

—Pues en la obra se tendrán que besar —concluyó Dylan con tono burlón.

Dylan y Evelyn eran muy parecidos: Siempre disfrutaban de las desgracias de la gente que no les agradaba.

—¿Eso es cierto? —Alison le preguntó angustiosamente a la profesora.

—Absolutamente cierto —contestó ella.

No podía creer lo que estaba escuchando. Es verdad que en la obra hay besos, pero nunca creí que Jones lo fuera aprobar. Traté de no ponerme celosa, ¿por qué tendría que estarlo?, él y yo no éramos nada. No obstante, una sensación de cólera y un raro vacío en el pecho me invadieron. No me gustaba sentirme así, de alguna manera extraña, me deprimía.

Sonó la campana. Recogí mis libros y salí al corredor. Estaba acomodando los cuadernos justo cuando Edwin azotó sus manos contra el casillero para llamar mi atención. Di un salto.

—¿Qué te sucede? —exclamé alterada— ¿Acaso este es otro de tus dones? —pregunté con ironía.

—Jaja, muy graciosa... —dijo, entrecerrando los ojos— Sólo venía a preguntarte sobre esta tarde, ¿estás libre?

—Con toda la tarea que tenemos que hacer: no, no estoy ocupada —contesté con sarcasmo e hice una sonrisa de lado.

—Si quieres te ayudo a terminar tus deberes —sugirió como si nada.

—Mmm, está bien. ¿Pero qué tenías en mente?

—Estaba pensando en invitarte a mi casa para regalarte algunos libros.

La idea era tentadora, sin embargo, tenía muchas cosas qué hacer.

—Suena bien, pero debo realizar unos pendientes. Supongo que tú también tienes tarea, ¿no?

—No, he estado adelantando bastante en los días pasados. Pero si quieres, dejamos lo de los libros para otra ocasión y te ayudo hoy.

—¿Seguro?

—Sí. Siempre estoy solo en las tardes, así que no me molestará hacerte compañía.

Nos sonreímos amigablemente.

—¿Nos vemos en la biblioteca a las cuatro?

Yo asentí con la cabeza y él se retiró por el pasillo. Edwin y yo nos habíamos vuelto muy cercanos. Me encantaba estar con él por nuestras largas charlas y, de cierto modo, era divertido. Además, me entendía a la perfección. Debo admitir que no me sorprendió en lo absoluto que nos lleváramos tan bien en tan poco tiempo, ya que, desde que nos conocimos, habíamos sentido esa conexión que yo definía como hermandad. Él era hijo único y sus padres eran periodistas, por lo que casi siempre estaba solo en casa; por eso insistía tanto en hacer algo más por las tardes.

Aunque en aquel momento sólo podía asegurar que mi amigo era Edwin, también me juntaba con Evelyn, Dylan, Jade y, por supuesto, Peter. Sin embargo, no me gustaba definir a Peter como mi amigo; no se sentía bien llamarlo así. En fin, me fui al comedor y me senté con las chicas.

—Emily, el viernes Evelyn y yo iremos a la cafetería, que está a unas cuantas calles de aquí, ¿quieres venir? —me ofreció la pelirroja.

—Claro, me encantaría —respondí con una sonrisa.

Esa fue la primera ocasión en que tuve tantos planes sociales, era gracioso y triste a la vez.

Después llegaron los chicos. Edwin felicitó a Jade por su papel de Lady Capuleto y empezamos a platicar sobre la obra. No obstante, algo me sorprendió demasiado: Peter no habló en todo el almuerzo y ni siquiera me dirigió una mirada. Eso sí fue raro. Luego del descanso, Jade le pidió a Dylan que hablara con él para saber qué le ocurría, pero después no nos pudo explicar por el horario de clases. El estado de ánimo de Peter me preocupó porque, aunque era difícil admitirlo, él sí me importaba mucho.

Ese mismo día, en la tarde, estaba sentada en la esquina de la biblioteca, escribiendo un ensayo de Historia sobre los celtas britanos. Vi de reojo cuando Edwin se sentó frente a mí. Dio unos golpecitos con sus dedos en la mesa y después se aclaró la garganta.

—Y bien, ¿qué haces?

—Mi ensayo de Historia —respondí sin mirarlo, concentrada en las palabras que planteaba en el papel.

Cuando dejaban estos trabajos, me surgían momentos esenciales de inspiración, que tenía que aprovechar o los vocablos exactos huían de mi mente. Una vez que empezaba, no me detenía hasta acabar.

—¿Sobre qué? —preguntó, alzando el cuello para ver mejor lo que decía la hoja.

—Britanos.

—Oh, bien. ¿En qué parte vas?

—Estoy justo cuando los romanos dejaron su dominio en Gran Bretaña.

—¿Y cuándo terminarás de escribir?

—Hasta que los sajones expulsen a los celtas de la isla.

Él esperó en silencio hasta que logré acabar mi trabajo. En mi cabeza realmente se lo agradecía.

—Listo —concluí, mirando el texto, y después lo guardé en una carpeta que fue a parar directo a mi mochila.

Sentí una pizca de satisfacción y orgullo.

—Qué bien. Bueno, ¿qué más te falta? —preguntó Edwin con un toque de euforia en su voz.

—Hmm, me falta el ensayo de Jones sobre alguna emoción. Es increíble que tengamos la obra encima y todavía nos quiere hacer escribir ensayos, qué molesto —exclamé, quejándome—. En fin, ¿tú ya lo tienes?

—Sí —respondió con algo de nerviosismo y asintió la cabeza.

—¿Qué emoción elegiste?

—Amor.

—Guau, ¿en serio? ¿Puedo verlo? —pedí. Él sacó el manuscrito de su carpeta— Debo admitir que pensaba que habías elegido algo así como ira, pero me impresionas...

No terminé la oración porque empecé a leer su tarea. Ahí fue cuando descubrí que Edwin era un verdadero genio con las palabras. Su redacción era perfecta; los vocablos que utilizaba, sofisticados; pero lo más grandioso de todo era el don que tenía para describir las sensaciones. Juro que su ensayo auténticamente me convenció de que alguna vez había estado enamorado.

—Edwin, tienes un gran talento —logré decir a pesar de mi estupefacción.

Le devolví la hoja aún con un cierto brillo en mis ojos.

—Gracias.

Lo analicé mientras guardaba su trabajo en la mochila. Estaba ansiosa de realizar mis preguntas.

—Y bien, ¿quién es?, ¿de quién estás enamorado? —cuestioné con gran entusiasmo.

Él lanzó una carcajada.

—No te lo diré —contestó entre risas.

Sentí una fugaz decepción.

—Eso no es justo, tú sabes lo de Peter —repliqué.

—Eso lo sé porque lo deduje, no porque tú me lo hayas dicho —contraatacó—. Además, si pusieras un poco más de atención, créeme que ya conocerías la respuesta que tanto te intriga —concluyó, sonriendo engreídamente.

Le dirigí una mirada asesina, aunque después me dije que él tenía razón. Debía observar más sus movimientos y, en menos de lo que esperaba, ya tendría todo resuelto. Realmente me asombraba que Edwin estuviera enamorado. Sus palabras eran demasiado profundas para que estuvieran dedicadas a cualquiera, más bien, iban dirigidas para alguien que en serio había logrado robarle el corazón. Estaba concretando el tema en mi cabeza cuando Peter apareció en mis pensamientos.

—Oye, por cierto, ¿Dylan te dijo por qué Peter estaba molesto hoy? —pregunté de la nada.

—Sí, estaba molesto porque en la obra tendrá que besar a Alison.

Al parecer a él le afectó más que a mí.

—Pero sólo es un beso, no le va a quitar nada.

—Claro que sí. Lo están forzando a dar un beso por primera vez con alguien que verdaderamente detesta.

—Pero Peter ya tuvo su primer beso, ¿no?

Edwin negó con la cabeza. Me estaba confundiendo, era imposible que Peter Bennet todavía no hubiera besado a alguien.

—Bennet podrá ser deseado por muchas chicas de la escuela, pero aún no ha dado su primer beso.

—Pero sí ha tenido novia, ¿verdad?

—Sí; su exnovia es Alison, pero nunca se besaron.

—¡¿Alison?!

Ante esta situación no supe qué pensar. Simplemente lo estaba procesando.

—Empezaron a ser novios a finales del primer año de secundaria y terminaron a mediados del segundo. Eran una pareja realmente famosa en el colegio.

—¿Y por qué terminaron?

—No lo sé.

Después de su respuesta se cerró la conversación, aunque claro, mi cabeza se llenó de puras dudas.


—Muy bien, todos prepárense. Empezamos el ensayo en cinco minutos —avisó Jones.

Entonces me fui tras bambalinas para revisar que todo estuviera en orden para la práctica.

—¿Quieres que te ayude? —dijo una voz a mis espaldas.

Volteé hacia atrás, sabiendo perfectamente a quién me encontraría.

—Ah, por fin me hablas —señalé.

Peter se acercó más a mí. Instintivamente quise retroceder, sin embargo, no lo hice. Creí que se me haría incómodo estar a poca distancia de él, pero en realidad me gustó.

—Lo siento. En serio, lo siento. ¿Estoy perdonado?

—Creo que necesito tiempo para considerarlo. Hmm..., déjame ver... —dije bromeando.

—¡Emily!

—¡Claro que sí! —contesté con una sonrisa.

Nunca me molestó que no me hablara, sabía que necesitaba tiempo para pensar. Después él también me sonrió.

—Jóvenes, vengan, vamos a empezar —oí a la profesora.

Sin hacerle mucho caso a lo que acababa de anunciar, nos acercamos el uno al otro, de modo que nuestros cuerpos se rozaron. Una extraña sensación eléctrica apareció por primera vez en mi cuerpo. Nos miramos a los ojos. Posteriormente, le acaricié el cabello, diciendo:

—Ve al escenario, Romeo. Te están esperando.

—Claro.

Me besó la mejilla y se marchó. No pude evitar sonreír, ruborizándome al instante. Sentí un cosquilleo y mis manos comenzaron a temblar. Me invadió una hermosa sensación en el alma que no supe cómo describir. Fue asombroso.


Al terminar las clases me reuní con Jade en la entrada de la escuela. No vi a Evelyn por ninguna parte, pero mi amiga pelirroja me informó que Palmer se nos uniría después; así que nos adelantamos hacia la cafetería, que estaba a unas cuantas manzanas del colegio. Era una gran diferencia el ambiente del exterior con el del interior. Afuera había una fuerte ventisca, que te alzaba los cabellos y te ponía los pelos de punta; adentro era un lugar acogedor y cálido, que desprendía un aroma a té caliente y deliciosos postres. Jade pidió un té negro al igual que yo. Tomamos asiento a una mesa que daba hacia la calle.

—Bien, Emily, ¿qué te pareció el ensayo de hoy? —preguntó ella, rompiendo el amigable silencio.

—Bastante bien —respondí cortantemente—. Todos actúan bien —concluí para no ser descortés.

—Sí..., aunque creo que Alison es la gran estrella. Puede ser que sea detestable, pero es muy buena actriz —admitió Jade.

—Lo sé —fue lo único que dije para esconder esa pequeña oleada de celos que me invadió.

—¿Qué tal Producción?, ¿te gusta estar ahí?

La verdad estaba bastante cansada. Jones era muy exigente; pero ya qué me quedaba, tenía que cumplir con esa tarea.

—No, es horrible. Me arrepiento de no haberme opuesto cuando la profesora me eligió. Definitivamente es mejor ser actriz que producción.

—Supuse que me dirías eso, Edwin se quejó también —comentó con gentileza.

Hice a un lado mis rutinarios lamentos para ponerle atención a algo que no había notado hasta ese momento. Realicé una teoría.

—Te llevas muy bien con Edwin, ¿verdad? —pregunté, casi riéndome por mi triunfo.

—Sí. Al principio era muy tímido, pero ahora se le salen las palabras casi sin dificultad.

Sonreí ante mi victoria. Estaba a punto de abrir la boca, pero la entrada de Evelyn a la cafetería me detuvo.

—Hola —saludó mientras se sentaba con nosotras—. Siento llegar tarde, es que me quedé castigada junto con Dylan.

—¿Qué hicieron ahora? —quise saber, tratando de mantenerme seria.

Jade sí lanzó una carcajada.

—Es lo que no sé —respondió, quitándose la sudadera.

—¿No pedirás nada? —le cuestionó Jade.

—No, estoy tan molesta, que no me dan ganas de tomar algo.

—¿Por qué?

—Porque cuando estábamos en la oficina del director Morrison, él hablaba con un tipo llamado Jimmy sobre su gran futuro —por sus expresiones supe que la situación realmente le irritaba—. Dijo que nuestra generación era extremadamente talentosa, aunque había pequeñas excepciones —brumó.

—Adivino, usó como referencia a Dylan y a ti cuando dijo pequeñas excepciones —supuse con algo de enfado.

—¡Sí! ¡¿Qué le pasa?!, sólo tengo quince años y ese nefasto piensa que ya puede predecir mi destino —su rostro estaba lleno de ira.

Yo también me enojé. La gente suele pensar que, sólo por conocer una mínima parte de ti, ya tiene la capacidad de determinar tus límites. Eso es completamente enfermizo y molesto.

—Tendrás que demostrarle que se equivoca —afirmé con una mirada impenetrable.

Ella sonrió convincentemente.

En un par de horas platicamos sobre temas profundos, pero también superficiales. Fue muy divertido, ya que cada conversación se volvía un debate que se disipaba con el silencio antes de que una verdadera discusión diera inicio.

Eran las seis y yo ya regresaba a mi casa. Sin razón aparente, miré hacia la izquierda, dándome cuenta de que del otro lado de la calle estaba Peter. Las mariposas en el estómago empezaron a revolotear y mi corazón bombeó con más fuerza. Él no se percató de mi presencia porque estaba con los auriculares.

Comencé a caminar más rápido, pero no supe si lo hice para alejarme de él sin que lo notara, o para que se diera cuenta de que yo estaba ahí. Me encontraba a punto de caer en la decepción cuando lo escuché gritar mi nombre. Lo volteé a ver, fingiendo sorpresa. Él cruzó la avenida hasta llegar conmigo.

—Hola —dijo, colocándose a mi lado.

Una sensación, que yo identifiqué como ansiedad, empezó a atacarme.

—Hola —respondí—. ¿Apenas regresas de la escuela?

—Sí, estaba adelantando algunas tareas.

—¿En una tarde de viernes?

—Sí. Iba a salir con Dylan, pero lo castigaron —concluyó como si fuera algo rutinario de decir.

—Sí, me enteré por Evelyn.

—Ah, cierto, hoy fue tu viernes social —comentó con un tono algo burlón.

—Yo diría que mi semana social: El martes fui con Edwin, y hoy, con las chicas —añadí divertidamente, casi sin creérmelo.

Paramos el paso porque ya habíamos llegado al umbral de mi casa.

—Guau, creo que ya es tiempo de que tú y yo salgamos.

Mi corazón se detuvo.

—¿Qué?

—Sí... ¿Quieres salir conmigo? —habló con algo de timidez, me pareció verdaderamente tierno.

Su pregunta me puso eufórica, causando que mis manos sudaran repentinamente. No pude evitar sonreír.

—Sí.

Él también sonrió sinceramente.

—¿Te parece si salimos hoy? Podría pasar por ti a las ocho y vamos a caminar al parque de la otra calle, o lo que tú quieras.

—Está bien —contesté, tratando de no ruborizarme.

Sonrió convincentemente y se despidió para después alejarse por el camino.

—¿Es una cita? —pregunté, alzando la voz.

En ese instante, me arrepentí. Ahora sí las mejillas se me incendiaron y mi corazón dio un vuelco. A Peter no le molestó en lo absoluto, ya que volteó a verme con algo de admiración y dulzura. Nuestros ojos se miraron intensamente.

—Supongo que sí —respondió.


Entré y cerré la puerta.

—¡Por fin llegaste!, ¿dónde estabas? —alegó Miranda.

—Te dije que iba a salir con Jade y Evelyn, que iba a ir...

—Ah sí, pues no importa. Ahora lo esencial es que te vayas a vestir con la ropa que escogí para ti —me interrumpió.

—¿Y para qué es esa ropa? —pregunté totalmente confundida, frunciendo el ceño.

—¡Ay, cariño!, ¿no recuerdas que te dije que hoy iban a venir los compañeros del trabajo de tu padre?

—No, no recuerdo porque nunca me lo dijiste —reclamé.

—Ah, no... Pues ahora te lo digo: Ve a tu habitación a cambiarte —respondió, señalando las escaleras.

—¡Pero hoy no puedo!

—¿Por qué no?

Obviamente no le iba a decir que tenía una cita.

—Es que estoy muy cansada, quiero dormir —mentí.

—¡Emily!, ¡no me importa!, ¡porque, aunque te estés muriendo, estarás en esa cena!

—Pero es que en serio me...

—¡Basta! ¡Vete arriba! —me ordenó, volviendo a indicar los escalones.

—Pero...

—¡Arriba!

Sinceramente ya no quería oírla gritar —su voz era frustrante—, así que obedecí. El vestido que me puse para la cena era rojo oscuro con un lazo en la cintura de color escarlata, y tenía unas piedrecitas negras que adornaban la prenda. Miranda me amarró el cabello y me puso una flor alrededor. Me sentía como una muñeca, como un objeto. ¡Detestaba tantas formalidades!

En el momento que dieron las siete no sabía lo que iba a hacer. Tenía que idear un plan para poder salir. Cuando bajé al comedor, la cena ya estaba lista. Miranda y mi padre terminaban de poner la mesa, Lorraine le arreglaba el cierre del vestido a Jane, y Jennifer se miraba en el espejo mientras se ponía labial. Tal vez si le decía a mi hermana mayor, ella me podría ayudar.

—Lorraine, ¿puedo hablarte un segundo? —le pregunté.

—Claro que sí —contestó, subiéndole el cierre al vestido de Jane.

Después caminó hacia mí y yo la jalé de la mano para que me siguiera. Subimos las escaleras y nos fuimos frente a la puerta de mi habitación. Ya cuando me aseguré de que nadie nos escuchaba, susurré:

—En una hora tendré que salir, por lo que necesito que me ayudes a escapar.

—¿A dónde vas a ir?

—No es nada importante.

—Emily, ¡dime!

—Tengo una cita con Peter...

Sin poder evitarlo, ella gritó:

—¡Una cita!

—Shhh... —le rogué que se callara. Después volví a decirle entre murmullos— ¿Me vas a ayudar?

—Claro que sí. Hermanita, por fin veo que te interesa algo más que esos aburridos libros que tanto lees —lanzó unas risitas.

Le dirigí una mirada asesina.

—Sin comentarios, por favor.

—Está bien.

—¡Oigan, vengan!; ¡ya llegaron! —nos llamó Jane.

—¿Entonces, qué hacemos? —pregunté angustiada.

—Déjamelo a mí. Tú quédate aquí arriba y alístate, yo te diré cuándo ya puedas bajar.

Me asustó el hecho de no ir a la cena, sin embargo, decidí confiar en Lorraine. 

No pude irme a mi cuarto sin antes escuchar la mentira que mi hermana les dijo a todos sobre mi situación. Emily no se siente bien, les informó, Está mareada y tiene náuseas. Me temo que no podrá bajar. Jack y Miranda no protestaron más. Verdaderamente me sorprendí. 

Posteriormente me fui a mi recámara, me quité el vestido y el peinado para sustituirlos con ropa más cómoda y mi típica coleta de caballo. Después salí de mi habitación e hice un ruido discreto para indicarle a Lorraine que estaba lista. Ella tiró su tenedor al suelo y se retiró de la mesa, excusándose con que iría por otro a la cocina. Yo disfrutaba de la escena desde las escaleras.

Luego mi hermana me hizo una señal para que bajara y saliera de la casa sigilosamente. Le hice caso a su indicación y me dirigí al lugar.

—Gracias, muchas gracias.

—Sí, sí. Ahora vete y diviértete —dijo sin ponerle mucha atención a mi comentario.

Sonreí y después de salir, oí cómo cerraba la puerta detrás de mí.

—¿Acaso te escapaste? —preguntó Peter al verme tan sigilosa— De verdad, Emily, eres un caso perdido —bromeó después de que hice mi sonrisa pícara.

—Ja, ahora imagínate que mi padre se enterara de que el motivo por el que me escapé fue para reunirme con un familiar de Nicolle: Me mataría —le respondí.

—¿Por qué dices eso?

—A él no le gusta que mi hermana sea amiga de tu prima. ¿Así que en serio crees que le agradaría la idea de que yo salga con otro familiar de los Fellon?

—Buen punto —hizo una pausa, supuse que estaba pensando—; y admito que Nicolle a veces tiene sus momentos de locura.

—Creo que tienes razón; antes de conocerla, mi hermana era normal —él no pudo evitar reírse ni yo tampoco—. Y dime, ¿qué vamos a hacer?

—Podríamos ir a caminar al parque, como te había dicho antes.

—Claro, vamos.

Al principio estaba un poco intranquila, pero cuando las cosas empezaron a fluir naturalmente, todo se puso en paz. Las charlas fueron acerca de la escuela, sobre anécdotas o la familia. No sé de dónde salieron tantos temas de conversación, sólo pasó. Hubo un instante donde me preocupé por el tiempo, pero después simplemente me desconecté para estar con él. Así que cuando llegué a mi casa a hurtadillas, porque todo el mundo dormía, no me importó.

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