CAPÍTULO 24. GRACE

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(Horas antes)

—Gracie, necesitas descansar.

—Estoy bien.

Termino de ajustarme el cabello en una trenza y alisar el suéter de color pastel. Es una mañana fresca y normalmente estaría en cama todo el día, pero tengo algo qué hacer.

—No creo que Daniel sea una buena opción —Keren insiste—. ¿No preferirías conocer a otro muchacho?

—No.

No puedo verla porque está de pie detrás de mí, pero escucho el resoplido. Eso me hace sonreír porque ella hace mucho eso cuando algo no le gusta, y creo que de ahí viene su molestia por Daniel.

—Solo digo que te des la oportunidad de conocer a más personas, ¿Quién sabe? Podrías encontrar a alguien mejor.

Tal vez. Pero no quiero a alguien mejor, quiero a Daniel.

—¿A qué se debe toda esta insistencia? ¿Acaso hay algo de él que yo necesite saber?

Giro las ruedas de la silla para enfrentarla, así que veo a la señora Ramos ponerse rígida al instante, pero disimula rápidamente con una mueca. ¿Cree que no escuché sus discusiones con Daniel?

Si hay algo que debería saber, este es su momento. Yo confíe en ella para la misión más importante de mi vida.

—Si, Gracie, sí. Necesitas saber algunas cosas de Daniel que seguramente debí decir al inicio, pero intentaba protegerte.

—¿De qué? —no es común en mi perder la paciencia, pero toda esta situación se siente extraña.

—De que quisieran chantajearte con el bebé para acceder a tu fortuna, que te manipularan cuando eres tú quien necesita atención.

—Soy una mujer adulta, —le recuerdo. Al menos legalmente—. Puedo tomar mis propias decisiones, querida Keren.

Ella baja la mirada y sé que se siente culpable por mi situación. Keren es como otra madre para mí, así que cuando mamá murió, ella tomó el papel completamente.

—Te agradezco todo lo que haces por mí, tú y Joel son como familia. Pero tengo qué crecer y vivir mi vida.

Y conseguir mi propia familia.

No pienso ceder en esto, así que mejor me lo dice o lo descubriré yo misma. La miró fijamente y espero. La adoro, es una maravillosa persona, pero aún necesito respuestas.

Vuelve a resoplar, ahora más bajito y asiente.

—Daniel es un chico de la calle... —comienza. Eso lo sé, me lo dijo al inicio—. Que se dedica a la prostitución.

¿Qué?

Me toma un momento procesarlo. Creo que de cierta manera es factible porque necesitaba mantenerse a sí mismo y es un chico muy atractivo, seguro recibió muchísimas propuestas.

Ese conocimiento hace que algo pesado se instale en mi estómago, no sé si es decepción o algo más. De cualquier forma, no tengo motivos para juzgarlo.

—Además... —Keren continúa—. Es adicto o algo así, sus brazos tenían muchas lesiones de jeringas.

Dios mío.

Cierro los ojos con fuerza y un recuerdo de él viene a mi mente. Estaba acostado en la cama, cubierto en sudor por la fiebre y creí que estaba enfermo. Acaricié sus rizos cobrizos con mis dedos hasta que despertó y sus ojos grises me quitaron el aliento como cada vez que me miraba.

Que tonta soy.

Y me enamoré de él.

Pensar en él ahora me duele. ¿Qué estará haciendo? ¿Estará bien? ¿Habrá vuelto a su antiguo modo de sustento? ¿Estará de vuelta en las drogas?

Me cuesta tanto pensar que podría estar sufriendo justo ahora, y eso solo reafirma mi decisión de que tiene que ser él.

No quiero a otro.

Empujo la silla fuera de la habitación, haciendo que Keren se aparte y luego me siga. Permanece en silencio cuando me detengo al borde de la escalera a qué Joel venga por mí.

—Lo llamaré. —dice y baja, apartando la silla del piso inferior.

Ramos atraviesa la puerta principal y la deja abierta, así que cuando me carga en sus brazos, me lleva directamente al auto en la entrada y me coloca en el asiento trasero. Debido a mis limitaciones, una silla de ruedas está siempre en el maletero del auto.

Veo a Keren negar con la cabeza hacia Joel, luego ambos suben al auto conmigo. Como Keren es la que sabe dónde encontrarlo, es la que dirige el camino desde el asiento del copiloto.

Nos dirigimos a una zona de la ciudad en la que nunca he estado. Los edificios descuidados, las casas maltratadas y las personas en el exterior no lucen amables, podría decir que observan nuestro auto con desconfianza.

Cuando pasamos por una calle concurrida cerca de una farmacia, Keren le pide a Joel que pare y mira a ambos lados. Supongo que no encuentra lo que buscaba, porque le pide que pare un momento.

La vemos bajar del auto para hablar con un hombre, luego él señala hacia las calles traseras a lo que parece ser una vieja zona industrial. Sube de nuevo y señala en la misma dirección.

—Es por ahí, en un edificio viejo y al parecer con montones de adolescentes problemáticos.

¿Montones?

No parecen ser muchos cuando estacionamos afuera de una bodega maltrecha y quemada. Keren es la primera en bajar, con Joel a punto de seguirla cuando estiro mi mano sobre su hombro.

—Ayúdame a bajar, por favor.

A diferencia de su esposa, Joel Ramos toma la silla del maletero y la acomoda antes de ponerme en ella. Cierra el auto y camina delante de nosotras hasta la puerta más grande.

—Yo debería entrar solo —dice.

—Preferiría que siguiéramos juntos —pide Keren—. Este lugar me la escalofríos.

La puerta ni siquiera está trabada con seguro.

Es una bodega enorme con mantas y colchones en un extremo, y sillones rasgados en el otro. Un chico con la mirada perdida es el único que parece consciente, ya que las tres chicas y dos chicos acurrucados en el piso frío no se mueven.

—¿Qué quieren? —gruñe—. ¡Este lugar es mío!

Joel revisa rápidamente al grupo en el piso, luego levanta un pulgar. Al menos respiran.

—No queremos tu hogar, buscamos a Daniel —responde Keren.

El chico lo conoce porque se ríe.

—¿Eres una de sus putas? Yo también te puedo ayudar con eso —su mano viaja hacia su entrepierna y agarra su miembro sobre la tela del pantalón—. El pobre bastardo está noqueado allá atrás, no se le pararía ni aunque le dieras la mamada de su vida.

No solo Joel, también Keren se dirigen hacia el chico delirante y sé que esto está yendo en un rumbo completamente diferente.

—¿Por acá? —señalo un pasillo al fondo—. ¿Daniel está de este lado?

Empujo la silla lo más rápido que puedo por ahí, haciendo que Keren casi corra detrás de mí. La única puerta en el pasillo está cerrada, pero Keren empuja con fuerza para destrabarla.

Yahí, sentado en un colchón en el piso, con la cabeza inclinada sobre su hombroy los brazos magullados está el chico que no puedo sacar de mi mente.

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