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— ¿Estás bien? — Cuestionó Hanna mientras entraba a la sala, lugar donde Jason permanecía observando la chimenea consumir sus propias llamas con una botella en mano . La muchacha entró al lugar con su típica pijama de shorts, se abrazaba a ella misma y con el corazón en la mano, llegó a sentarse junto a él.

— Pensé que tenía que hacerte todo un show para que me perdonarás — respondió él sin mirarla. Todos sus pensamientos e ideas únicamente estaban centradas en la conversación del Joker y el Espantapájaros, conversación que definitivamente no compartiría con nadie. Las opciones que tenía estaban algo reducidas, no podía mover un dedo ni dar pasos en falso hasta saber qué era lo que harían, no podía meter a su familia porque corría mucho riesgo y, aunque no quisiera aceptarlo, quería desquitarse con el Joker.

— Si estar a las tres de la mañana, solo, con una botella y sin hacer tú típico relajo no es hacer un teatro, no sé qué sea — negó con la cabeza sin molestarse en hacer un intento de acercarse —. Tenemos muy poco de conocernos pero hemos pasado juntos el tiempo suficiente como para que pueda decir que te conozco y sé que tienes algo.

El sonido del fuego consumió el silencio que se había formado. Jay soltó un suspiro y se recostó por completo en el sofá oscuro.

— Solo estoy pensando un poco — murmuró agarrándose el puente de la nariz con algo de frustración.

— ¿Qué piensas? — Cuestionó apoyando su rostro en su palma, miró a Todd y él le regresó la mirada, sus ojos se mantuvieron quietos por unos segundos, intercambiando una clase de brillo especial, una mirada que ninguno de los dos le daba a una persona cualquiera.

— Que a veces hago estupideces por la gente que quiero y ellos no se dan cuenta.

Hanna sintió un pinchazo.

— La mayoría de la veces movemos mar y tierra por las personas que amamos y ellos no se dan cuenta. 

— ¿Hacerlo es malo?

— No lo creo — la castaña negó con la cabeza y de un momento a otro, Jason se recostó en sus piernas y dejó la botella de lado —. Creo que con que tú sepas que lo haces por ellos, por amor, basta.

— Pero si a sabiendas de lo que haces por ellos no lo aprecian, ¿De qué sirve hacerlo si no se enteran?

— Pues es un arma de doble filo, Jay — respondido acariciando su cabello —. Ama a las personas, has todo por ellas y si se les ocurre la gran idea de no apreciar lo que haces por ellas, cuando te pierdan se darán cuenta del error, ellos serán los malos, los que sufran y tú podrás irte tranquilo, sabiendo que diste cada centímetro de ti y la persona estúpida te dejó ir.

— ¿Y si soy yo el que los deja sin querer? — Cuestionó mirando el techo, la idea de hacer un sacrificio si era necesario seguía rondando por su mente. Queriendo o no, eso se había convertido en otra opción.

— Piensa si estás haciendo lo correcto.

Y la única manera de que Jason lograra conciliar el sueño esa noche, fue recostado en las piernas de Hanna.


— Me dejaste — acusó Damian por la mañana —. No dormiste en el cuarto.

Ambos hermanos estaban en la cocina desayunando, Hanna tenía que irse temprano para los ensayos e intentaba meterse cuchara tras cucharada.

— Perdón — se disculpó mientras una gota de leche escurría por sus labios —, Jason necesitaba hablar.

— Pensé que estaban peleados — se cruzó de brazos —, me gustaba cuando estaban peleados.

Hanna terminó su cereal en tiempo récord y dejó el plato en el fregadero.

— A veces es mejor dejar las peleas de lado para ayudar a las personas — ella sonrió y se acercó a su hermano —. Vamos, pequeño, no te enojes, sabes perfectamente que tú siempre serás el ser humano más importante en mi vida.

— Tus acciones me dicen lo contrario — murmuró dándole la espalda. De verdad parecía indignado.

— Estaré todo el tiempo cuando me necesites, lo prometo, pero también necesito estar de vez en cuando para los demás.

— Solamente te perdono si le puedo dar un puñetazo en la cara a Todd por hacerte enojar.

— Permiso concedido — sonrió y salió en busca de sus cosas.

Después de ir por su mochila, despedirse de todos los integrantes de la mansión y acariciar al pequeño gatito Pennyworth, salió por la puerta principal y se subió a la limusina.

— Buenos días, señorita Wayne — saludó Alfred con una hermosa sonrisa — ¿Cómo amaneció?

Comenzaron a avanzar.

— Bastante bien, Alfred, creo que tal vez las cosas ya se calmaron un poco.

— ¿Ya arregló las cosas con el amo Todd? — preguntó deteniéndose en un semáforo y arreglando el espejo retrovisor.

— Pues creo que sí — respondió ella encogiéndose de hombros ligeramente —, ayer fue todo super extraño... Él, él estaba distante, sin esperar el momento adecuado para soltar algún insulto inteligente o dar una respuesta tonta, solo parecía querer oír algo... Sin contar que estaba muy pensativo. 

— El amo Todd puede ser bastante extraño en algunas ocasiones — murmuró Alfred como si aquello se tratara más de un consejo —, normalmente sus emociones las demuestra poniendo un escudo que es fácil de romper. Si está enojado, desaparece, si está triste, bebe y parece estar enojado, si quiere pensar las cosas, hace un silencio completo y se vuelve la persona más seria del universo. Jason Todd es como un libro abierto, un libro que está en latín.

Hanna rió ante el comentario.

— No hace falta rectificar algo tan cierto — agarró sus cosas y se colocó la mochila sobre los hombros. Faltaban tres cuadras —. ¿Sabes? Siento que todo está volviendo a acomodarse en su lugar, como si después de la alta marea que la llegada de Jason trajo, los problemas que hubo y todo lo que pasó en tan poco tiempo, las cosas se restablecieran y se calmaran.

El mayordomo asintió.

— Estoy feliz de que vuelva a sentirse tranquila.

Y tras esa pequeña revelación hubo un silencio cómodo, una cuadra antes de llegar, Alfred volvió a detenerse en otro semáforo y cuando éste le dió luz verde para avanzar, lo hizo como el chófer experto que era.

Una sacudida hacia la derecha hizo que Hanna volteara a su izquierda en el momento perfecto para ver una camioneta negra y blindada acelerar hacia ellos, embestirlos con fuerza y sacar volando la limusina hacia un lado.

El automóvil se volcó, dando vueltas y haciendo que la chica no tuviera tiempo de gritar, estaba conmocionada, envuelta en una oleada de pánico y terror mientras que sus ojos captaban en cámara lenta cómo los vidrios de la ventana se hacían añicos y se incrustaban en su rostro, costado izquierdo y brazos.

Cuando todo dejó de dar vueltas, ambos se encontraban de cabeza.

— ¿Alfred? — cuestionó Wayne bastante aturdida, con el corazón acelerado y sintiendo que en cualquier momento se desvanecería en la profundidad de la oscuridad — ¿Alfred? ¿Estás bien?

El hombre no respondió.

Y a pesar de quedar alarmada por el posible estado crítico de su mayordomo, su vista se nublo por completo, sus sentidos parecían estar durmiendo, incluso dejó de oír las sirenas, la gente gritando horrorizada y el sonido bastante lejano de una ambulancia.

¿Una ambulancia? ¿Cuánto tiempo llevaban allí volcados?

Lo último que logró ver a medias fue a alguien acercándose hacia su ventanilla destrozada, unos zapatos muy bien lustrados con un pequeño signo de pregunta en la suela.

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