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Hanna, completamente extrañada, descubrió que se encontraba entre las sábanas de la cama de Jason, con su olor abrumador acabando con sus fosas nasales poco a poco. Batiendo interiormente en si debía levantarse o no, se talló los ojos y se sentó para observar se alrededor con mayor claridad.

Habían pasado dos meses desde aquel incidente que había tenido a unas cuadras, afortunadamente, ahora casi todo parecía encontrarse en calma. Alfred estaba en casa, la obra marchaba a la perfección, casi llegando a la fecha de estreno, sus entrenamientos cada vez se volvían más fluidos, fáciles pero difíciles al mismo tiempo, Damian empezaba a tener confianza en Jason y todos parecían entrar en calor, acostumbradose a una rutina de paz y odio.

Lo último que recordaba de anoche es que habían revisado planos una y otra vez, e un intento de encontrar un buen plan para acabar con todo aquello que el Joker y el Espantapájaros parecían estar planeado con ayuda de muchos criminales. Jason le narró sin perder detalle alguno, todo lo que había escuchado en las últimas juntas que habían tenido en la misma cabaña dónde les encontró la primera vez y, ese día, habría una de las últimas antes de que ejecutaran el plan.

El tiempo se acababa y lo peor de todo era que no tenían idea de qué hacer.

Algo irritada por aquel embrollo, decidió que lo mejor era evitar todo aquello por un rato.

Decidida a levantarse, dió un salto fuera de la cama y se encontró en la agradable sorpresa de que seguía con su pijama puesta, fue al baño, se cepilló los dientes y se miró al espejo para decidir si bajaba con los chicos con el nido de pájaros que tenía en la cabeza.

— A la mierda — terminó por decir después de cinco minutos viéndose —. En la mansión Wayne bajaba así, aquí no hay mucha diferencia.

Y a base de pequeños saltitos, fue hacia la cocina, dónde, segundos antes de entrar, se detuvo estrepitosamente al escuchar la pelea de Roy y Jason. Ya los conocía bien así que sabía que sí era algo que le iba a preocupar, no le dirían nada y por ello se atrevió a escuchar.

— ¡ No puedes hacer esto solo! — le gritó en susurros a Jason — ¿Acaso te crees un dios o algo así? ¡Jason! ¡No tienes poderes ni inmortalidad, lo que estás haciendo por tu familia es digno de honrar pero no servirá de nada si mueres!

— Ya estuve muerto — fue lo único que dijo —. No le tengo miedo a nada.

— ¿Ni siquiera a dejarla sola?

Sonó el horrible golpe de un par de manos golpear la mesa de madera pulida. Hanna se sobresaltó.

— No la metas en esto, Roy — advirtió —. No a ella.

— Sabes bien que es por lo único que sigues metido en esto, Jason — empezó el pelirrojo —. No volverías a los brazos de Bruce ni dejarías que te ayudara así como así, te quedaste allí por ella, ayudaste a Bruce a entrenarla solo porque era a ella, aceptaste que la Batfamily intentara intervenir en tu misión solo para poder estar con ella. Si al final de todo mueres, ¿Qué sentido tendría lo que hiciste?

Jason permaneció callado por un momento.

— Con eso demuestras que me conoces malditamente bien, pelirrojo — se escuchó un suspiro, como si la discusión se hubiese tornado algo triste —. Ahora, a base de eso, respóndeme algo.

— ¿Qué cosa?

— ¿Ella realmente merece algo como yo? — Susurró.

Hanna sintió que su corazón se desmoronaba con aquello, era más que obvio que hablaban de ella. Su mente se abrumó y un enorme tornado de preguntas creció y creció dentro de su cerebro. De un momento a otro, un par de lágrimas silenciosas comenzaron a escaparse de sus ojos grises.

— Piénsalo. Tengo problemas, más de los que me gustarían, soy una mierda con la mayoría de todos, la muerte y la desgracia para mí siempre ha estado a la vuelta de la esquina y, ¡Demonios! Roy, ella es hija de Bruce, el hombre que nunca me vengó del todo, aún es algo que no puedo superar por completo. No puedo estar con ella.  Además, puede que muera en aquella misión y tal vez sea lo mejor para todos.

Ya no aguantaba escuchar aquello.

Con el corazón el la boca, Hanna salió de su escondite y se enfrentó a ellos. Roy la ubicó rápidamente detrás de Todd y abrió los ojos de par en par al ver su pequeño y hermoso rostro lleno de lágrimas, con los cachetes inflados y una expresión de furia infinita.

El antihéroe se dió la vuelta y su corazón dejó de latir por un segundo.

— H-Hanna...

Una bofetada adornó su rostro en cuanto acabó de pronunciar esa simple palabra. El sonido hizo eco en la cabaña.

— ¡ No vuelvas a decir algo como eso en tu puta existencia! — Gritó dejando escapar todo lo que había acumulado — ¡Si nadie dice eso de ti, ¿Cómo es posible que te estés dando tan poco valor tú mismo?!

— Sabes que es cierto — se defendió intentando ocultar la molestia y sorpresa en su voz.

— ¡Claro que no lo es! ¡No seas un idiota y deja que te ayudemos, Jason! No puedes hacer esto solo, nadie podría.

La castaña intentó tomarlo de la mano para demostrarle su apoyo, sin embargo, él se apartó y le dió la espalda.

— Claro que puedo hacerlo solo, es más, sin tu ayuda, todo esto hubiera sido más fácil, estorbo. ¿Por qué no vuelves a tu vida de colegiala y dejas los asuntos de los mayores en paz? Podrías meter más la pata.

— ¿Más? — cuestionó con un hilo de voz, intento que todo dentro de ella no se quebrara ante esas palabras. ¿Por qué lo había dicho?

— Sí — murmuró atreviéndose a encararla —. Tal vez si no hubieras llegado con tu estúpida sonrisa y positivismo, tal vez si no me hubieras dado la mano cuando nadie más en esa estúpida mansión lo había hecho, tal vez si no me hubieras enamorado... Tal vez si no existieras, el hecho de morir por Gotham no me resultarían tan difícil.

Todo el mundo quedó en silencio por al menos, cinco minutos.

— De ahora en adelante, me será un placer no existir para ti, Jason — murmuró sin atreverse a mirarlos por última vez.

Y con los pies arrastrando, con un millón de lágrimas de cocodrilo corriendo por sus mejillas y con la mirada perdida, salió de la cabaña dispuesta a caminar unos cuantos kilómetros para volver a casa por su cuenta. No le importó escuchar los gritos desesperados de Roy porque volviese.

— ¿Por qué, Jason? ¿Por qué lo hiciste? — le preguntó su mejor amigo mientras lo obligaba a sentarse en el sillón. El azabache estaba shockeado —. Cabrón, hasta a mí me dolió.

— Pensé que si me odiaba, todo se volvería un poco más fácil.

— Aún puedes arrepentirte, ir por ella.

— No Roy, es mi decisión — susurró elevando la vista — y se supone que cuando tomas una decisión, no debes arrepentirte de ella.

— Sabes que terminarás por ir con ella de rodillas.

— Lo sé, viejo, lo sé.

— Jason... — le llamó.

— ¿Sí? — su voz sonaba apagada, vacía.

— Al menos dime que te vas a despedir de ella antes de la última junta.

— Es el día de su obra, estará ocupada.

— Estás apegado a la idea de que ese día probablemente vas a morir, al menos deberías decirle adiós.

— No prometo nada...

Y pensar que las cosas habían estado a la perfección hace unos días atrás...




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