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Aplausos, aplausos y más aplausos llenaban los oídos de Hanna, Axel e Nirvanna, quiénes se encontraban en el escenario dando por terminada la obra.  Mientras sus amigos sonreían de oreja a oreja, los ojos de la castaña buscaron con algo de anhelo el cuerpo imaginario de Jason, matandose ante la idea de que él debería estar allí, entre el público, con los puños apretados y una enorme mueca en el rostro al ver la escena final, donde el lobo besa a Caperucita como si no hubiese un mañana. Entonces, ella levantaría los hombros y le lanzaría una sonrisa llena de inocencia y algo de burla, queriendo hacer notar que no tenía la culpa del guión, llegarían a casa probablemente a pelear pero luego todo se arreglaría y por fin las cosas quedarían claras, por fin podrían continuar con los entrenamientos, corriendo entre techos, peleando cuerpo a cuerpo, desayunando con su familia...

Y la realidad la golpeó con una palanca.

Él no estaba allí, entre la seguridad y calidad del público, él estaba entre la maleza de los árboles, arriesgando su vida.

Su corazón se aceleró con precipitación pero intentó recomponerse al instante.

Él volvería.

Él debía volver.

Él le prometió volver.

— ¡Espero que la obra les gustara, público querido! — chilló la chica con emoción, llena de regocijo al ver que su obra había causado las reacciones que esperaba. El sonido de su voz hizo que Hanna regresara a la realidad por completo, centrándose en las palabras de su amiga para alejarlo de su mente — . Como saben, la obra tuvo la finalidad de recaudar fondos para los horfanatos de Gotham, lugares que han tenido un enorme índice de crecimiento en los últimos años. Los factores son demasiados como para nombrarlos, incluso diría que me comprometo si digo algo, sin embargo, la buena noticia es que ¡Superamos la cantidad inicial! Todo gracias al señor Bruce Wayne.

Los reflectores cayeron sobre su padre y allí fue cuando Hanna decidió desconectarse por completo, el discurso que venía casi se lo sabía de memoria y no tenía humor para oírlo.

Cuando todo el alboroto terminó, volvió a su camerino para cambiarse y justo cuando la puerta se abrió un poco, el ramo de rosas apareció frente a ella, recordándole una vez más a Todd.

Soltó un gruñido y pasó rápido, dando un portazo, evitando a toda costa posar su vista en el color escarlata de aquellas plantas.

— ¡Ya deja de meterte en mi cabeza! — Gritó sin importarle si la escuchaban — ¡No quiero saber nada de ti hasta que vuelvas sano y salvo!

Y con un montón de lágrimas corriendo sin pudor por sus mejillas, se cambió.

— ¿Estás bien? — Cuestionó Tim una vez que Dick comenzó a regañar a Damian por su comportamiento dentro de la limusina, iba aprovechar la oportunidad para centrar su atención en su mejor amiga ya que al parecer fué el único en percatarse de su estado.

Ella lo miró y después de unos segundos interminables, asintió.

— ¿Segura? — preguntó sin estar para nada convencido.

— El reflector casi me deja ciega — rió sin ganas, excusando sus ojos ligeramente rojos.

La palabra mentira retumbó en su cabeza como un martillo cuando extendió las comisuras de sus labios hacia las orillas del su rostro, sonriendo.

— Hum... Puedo revisarte llegando a casa, si quieres — definitivamente la desconfianza que tenía de aquellas palabras era palpable en el ambiente que habían creado.

Ella negó, intentando parecer normal.

— Solo llegaré a darme un buen baño, estoy cansada — hizo la cabeza hacia atrás y cerró los ojos; al menos eso era cierto.

— Podría prepararte chocolate caliente para sentarnos frente a la chimenea — Tim sonrió y miró por la ventana las gotas de lluvia que empezaban a chorrear, anunciando la inminente llegada de una posible tormenta. No tenía idea de lo que Hanna le escondía, no era de las que se la pasaban mintiendo y por ello mismo, decidió no indagar en el tema hasta que ella abriera la boca, seguramente era algo serio.

Lo único que le quedaba por hacer era hacerla sonreír.

— Claro — intentó sonreír pero le salió una mueca —, como el los viejos tiempos.

— Igual que en los viejos tiempos — asintió, pasando sus manos por detrás de la nuca en una pose relajada.

Y todo el trayecto continuó en silencio.


La castaña bajó los escalones de la mansión con su pijama de siempre y una toalla pequeña en los hombros, esperando el momento ideal para terminar de secar su cabello.

Tenía puestos unos audífonos que no ultizaba desde hace mucho, para ser exactos, desde que había descubierto que a pesar de amar la música, solo los ultizaba cuando necesitaba tener su mente distraía, feliz, danzando al compás de los ritmos.

Entró a la cocina tarareando y moviendo sus pies con mucho ritmo, miró por la ventana las enormes gotas que escurrían en manera desigual y una vez que el olor a tierra mojada se impregnó ligeramente en sus fosas nasales, suspiró volteado a ver a su mejor amigo con dos tazas de chocolate humehante en las manos.

— Llegas justo a tiempo — canturreó feliz, agitando un poco el líquido frente a sus narices.

— Te vas a quemar, tonto — lo regañó juguetona, tomando su taza en un movimiento rápido antes de que tirara el chocolate.

— My Lady — la llamó haciendo una reverencia — ¿Me concedería el honor de acompañarme hasta la chimenea?

Hanna puso una mano en su pecho, alagada.

— Será todo un placer.

Y tomando el guante de Tim, ambos fueron hasta la sala con todo el intento de elegancia que pudieron.

Frente al fuego, Damian permanencia observando el danzar de las llamas, Bruce cuidaba de Alfred, quién tenía una manta en las piernas y estaba sentando muy apenas el el sofá, como una vez aquel mayordomo cuidó de él y Richard se limitaba a cerrar los ojos para oír la lluvia golpear el suelo.

Hanna sonrió, hace mucho que no hacían una reunión así.

— ¿Necesitas algo más? — Preguntó Bruce realmente preocupado, cosa que sus hijos veían pocas veces.

— Muchísimas gracias, amo pero ya estoy bien.

Llena de ternura, Hanna y Tim se sentaron en el piso junto a él más pequeño de todos. La castaña miró de reojo a su hermano por unos segundos y, al ver la forma en que giraba el líquido dentro de la taza, cuestionó:

— ¿Por qué no te lo tomas?

— Quiero pensar que Timothy lo envenenó — murmuró sin despegar la vista de allí.

— ¿Por qué haría algo así? — sorprendido, el chico de cabello largo se enderezó.

— Porque yo lo haría — y siguió en su tarea.

— Y por eso no dejamos entrar a Damian a la cocina — rodó los ojos divertido.

— ¡Ey! ¡Estoy trabajando en eso! — chilló Dick uniéndose a la conversación.

— O la explota o nos deja en el hospital por intoxicación, Richard — le recordó Hanna burlona, mirando a su hermano —. No quieras arreglar lo que no tiene arreglo.

— No es que no tenga arreglo — se excusó el ojiverde —, simplemente no quiero hacerlo bien. Tenemos a Alfred, ¿Para qué me querrían a mí junto a él fuego?

— Definitivamente es una mala combinación, Damian, aléjate treinta centímetros de la chimenea antes de que explotes la mansión — exageró Drake, abriendo los ojos y esperando una paliza por tan mal chiste. 

— Ay, por todos los gatos — rodó los ojos —, creo que lograste lo imposible.

— ¿Hacerte reír? — inquirió, haciéndose el idiota.

— Sí — concluyó sarcástico.

Hanna simplemente negó con la cabeza y decidió encender la televisión ya que sabía a la perfección que de allí en más todo el mundo permanecería en silencio, disfrutando de la compañía de todos pero sin atreverse a mencionarlo.

Justamente la pantalla se encendió en las noticias de Gotham y antes de cambiar el número, cierta noticia atrajo su atención.

Se reporta un pequeño incendio forestal a las afueras de Gotham. El fuego logró arrasar con gran territorio protegido por industrias Wayne antes de que los bomberos lograran apaciguar las llamas y se especula que el incendio comenzó en una cabaña...

— ¿Pero qué carajo? — Gruñó Hanna, ganándose la atención de los dos chicos que estaban con ella; los demás parecieron ignorar sus palabras.

— ¿Cómo es posible que algo lograra quemarse con está lluvia? — Cuestionó Tim, estupefacto.

— Y cientos de metros... — completó el menor.

— ¡SHHH! ¡Callen y escuchen! — los regañó la castaña, intentando poner atención en las imágenes que les pasaban en pantalla.

A pesar de la lluvia torrencial y las enormes mangueras que intentan apagar el fuego, éste no cede con velocidad y nuestros científicos están buscando la razón; aún no hay resultados.

Mientras el equipo de búsqueda intentaba dar con pistas de quién podría iniciar un fuego de tal magnitud, se reportaron alrededor de diez personas heridas y para la sorpresa de toda la comisaría, se trata de nada más ni nada menos que los criminales que han hecho de Gotham un lugar lleno de inseguridad. Llenos de quemaduras de segundo grado, estos personajes serán llevados a urgencias y serán interrogados.

Hanna apagó el televisor sin previo aviso y pegó un salto hacia arriba, gritando con euforia y alegría.

— ¡Carajo! — chilló Tim de un pequeño sobresalto que acabó con su café en el suelo — ¿Qué sucede?

Damian sonrió. Sabía que aquello significaban buenas noticias.

— ¡LO LOGRO! — gritó alzando los puños al aire — ¡ESTÁ VIVO!

Y la familia nunca supo por qué tanto alboroto.

No hasta dos días después, cuando los problemas de verdad comenzaron...




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