Capítulo 22: A través del laberinto

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

 «Pero Benjamín..., a ver, un momento, solo un momento...», pensó antes de dar un paso más y dejarse caer al precipicio de emociones que lo esperaba por el simple hecho de ver a David dispuesto a hablar. Hizo un ejercicio de respiración profunda y pausada, hasta finalizar con una pared rígida sobre su vientre, un dique improvisado, donde un nerviosismo electrizante reclamaba su salida.

¿De qué quería hablar David? La esperanza daba un salto aún más alto, acercándose al cielo de la alegría, al suponer que las opciones oscuras eran muy pocas, ya que, después de tanto tiempo, sería extraño que solo le hablara para decirle algo malo o para terminarle dos veces, ¿cierto...?

¿Cierto?

«Ay, no». Suspiró acelerado, sintiendo una inyección de inseguridad que lo obligó a caminar de allá hacia acá por el departamento. Finalmente protestó al sentirse saturado por el hervidero mental, preguntándose por qué chucha le costaba tanto controlarse en estos casos y tenía que sobre pensar tanto.

La situación, más bien, era «más o menos simple», concluyó: debía prepararse para un gran abanico de posibilidades, pues también era probable que David le estuviera hablando solo por lo que sucedió con Alessandri.

¿Cierto...?

«¡Ay!»

Cuando estuvo a punto de teclear un mensaje, cerró los ojos y esperó un considerable momento, como si se mentalizara para una carrera mientras yacía sentado arriba de un sillón aterciopelado. No supo por qué de pronto recordó a la abuela, su rostro y esencia cristalina, su esfuerzo por ayudarlo a respetar los buenos caminos. Pero tenía cierta lógica, ya que llevaba dos meses desde que la cercanía con ella se había restaurado. Habían orado bastantes veces, pues ella era fiel a tal costumbre y pedía su compañía. En una ocasión, a través de sus ojos y palabras indirectas, Benjamín había palpado su deseo de que no se perdiera en las oscuridades de este mundo, en sus pecados, como el homosexualismo...

Tenía la certeza de que Esperanza no sabía nada sobre su orientación sexual aún, eso era cierto, sin embargo, había sucedido algo en el pasado lejano, cuando Benjamín tenía tan solo dieciséis años, situación que le hizo pensar a Esperanza que el diablo estaba detrás de él, buscando contagiarlo con semejante aberración, pero por fortuna se disipó a costa de muchas oraciones.

No entendía por qué sentía en este preciso instante que Esperanza se alzaba como una barrera muda y casi etérea. Benjamín se sintió decaído, luchando sin rumbo, gateando en el suelo.

Hasta que David insistió:

Benja...?

¿De qué te gustaría hablar, David?

Pero quieres...?

Sí, claro... solo que no sé de qué te gustaría hablar.

Pues... para aclarar las cosas, si quieres.

Sí... claro.

Un silencio se posó entre ambos aún a través de la distancia cibernética, hasta que David comenzó a escribir y a borrar mensajes constantemente.

Primero quería pedirte disculpas.

Al ver esas palabras, el corazón de Benjamín se contrajo de un solo golpe con una mezcla de dolor e ilusión, aunque la inquietud primaba al no saber qué le deparaba la vida, al no saber si tenía permiso de disfrutar otra porción del cielo o si volvería a cruzarse con un páramo de los infiernos.

Es que... hablé con mi primo y sé que se anduvo metido por alla en tu uni.

Quería disculparme por él porque mi primo es un poco... weón y aveces demasiado desubicado.

Se pone muy tonto aveces.

Y es algo bruto para decir las cosas.

En serio disculpa.

Leyó los mensajes con detención, hasta que respondió:

Está bien David, no pasa nada.

Un alivio visitó a David, allá, en la oscuridad secreta donde vivía, mientras yacía acostado de frente sobre su cama y la pantalla de su celular iluminaba su rostro.

No sé si te dijo algo... malo?, o fue pesado?

No, no, para nada.

Seguro...? Si quieres me puedes decir, no pasara nada malo, no es que le vaya a decir algo o alguna cosa.

Es que enserio se pone un poco weoncito a veces, un poco intenso y pregunta cosas.

Discúlpalo, por favor.

Sí, David, no pasa nada, tranquilo.

A Benjamín le alegraba que al menos le preocupara cómo estaba y la situación.

Solo hablamos un rato, a decir verdad.

Ya, entiendo.

Un segundo silencio se interpuso entre ambos, donde solo un racimo de espinas, localizados en sus pechos, susurraba, pero aquel que había en David era mucho más enmarañado, grueso y doloroso. El chico buscaba palabras con las que continuar la conversación como si tuviese que encontrarlas debajo de las rocas, mientras Benjamín pensaba, pensaba y miraba el celular bajo sus ojos. Era como si ambos estuvieran en una cita con la cabeza gacha, hasta que Benjamín colocó un incentivo:

Quieres... decirme algo más? O sea... o solo eso quieres aclarar?

Pues solo eso... en realidad.

Esas palabras conjuraron un latigazo que cayó sobre Benjamín. Se cubrió el rostro con ambas manos, sintiendo todo comprimido dentro de él, cada fragmento de su corazón conformado por una piel frágil, otra pieza desmoronarse.

Desde ese momento no viajó nada más a través de ese chat, era una laguna de dolores y ambigüedades, de palabras reprimidas, de complicaciones mudas. De pronto Benjamín frunció el ceño y observó con unos ojos que lucían más huraños, como los de un hombre entrado en años sintiendo incluso un agudo y penetrante susurro de decepción. ¿Solo para esto le había hablado David?

Una pregunta que había ocultado bajo tierra empezaba a brotar. ¿Dónde estaba ese chico maravilloso que conoció en el restaurante? Sí, desde ese momento venía demostrando muchísima reserva, pero esta había escalado a niveles impresionantes. ¿Dónde estaba ese chico que...?

«No», negó Benjamín, deteniendo el auge de estas dudas desubicadas, pues sabía que ese hombre tan tierno y especial aún estaba allí, solo que más escondido que antes.

—«Eh, bene, es que a David le cuesta decir las cosas a veces, ¿sabes? Te lo cuento»—. Las palabras de Alessandri regresaban, ayudando a dar un soplo de claridad a esta nube de polvos.

«Tiene algo así como un laberinto interno...», pensó Benjamín, imaginando a David. Esta conclusión, aunque a estas alturas muy lógica, costaba hallar instalación en él, porque Benjamín ocultaba una idea que le aseguraba que las reservas de David no se debían a problemas de él, sino suyos, por no cumplir las expectativas de David, quizás por no ser lo suficientemente atractivo, aunque él haya dicho que sí.

Aquellos temores, aquella visión oscura de sí mismo, siempre querían alzarse como las respuestas ante tantas interrogantes en la vida de Benjamín.

Si David no se abría era porque él fallaba en crear un puente hacia su corazón.

Él, él y solo él era el problema.

Pero ahora, ante la vista de los hechos, su visión se aclaraba, aunque un poco a las malas, y con ayuda de esa parte lumínica de su ser que le hacía ver lo incorrecta y hasta tontas que eran estas ideas.

Inhaló profundo y liberó un suspiro demasiado largo, resultado de unos cuantos engranajes que se reacomodaban en su alma. Se sintió abruptamente fatigado, así que se preparó su famoso café, mientras un sangrado interno aún lo acompañaba.

A ratos volvía a revisar el celular, hallando a David conectado y desconectado a cada momento. Algo alrededor de ellos seguía decayendo, un jardín de flores que se deshidrataban, cada vez más privadas del sol, pero aún había una esperanza latiendo.

Benjamín se retiró a su cama con una cueva en el pecho, mientras su cabeza seguía trabajando demasiado, preguntándose si debía buscar la manera de ayudar a David a abrirse a través de algún otro mensaje, pero al mismo tiempo sentía que era rogar donde, quizás, nunca hubo un afecto correspondido. Esta idea era un tridente apuntándolo. Se acurrucaba en las sábanas buscado protegerse de él.

Pero finalmente, tras dar mil vueltas, una pizquita de rabia le ayudó a potenciar una valentía y a decidir algo.

—«Tienes que expresarte, Benjamín» —le había dicho Natalia Donoso tantas, pero tantas veces, que aún al día de hoy preguntaba de dónde había sacado tanta paciencia con él—. Sé, Benjamín, estoy absolutamente convencida, de que tienes muchas cosas que decir y aportar, pero tú mismo te atas, y en determinadas ocasiones solo dejas que las cosas avancen por sí mismas, esperando que se solucionen solas.

»Yo sé de dónde viene esto. Intentaste ayudar a mamá, a papá, a solucionar sus diferencias y el estado mental de Yolanda, pero te agotaste en el camino y ella te enseñó a permanecer callado, te obligó.

»Mi pequeño, sé que es arduo, pero tenemos que trabajar para romper la barrera que ella levantó en ti.

Con los ojos cristalizados, recordaba cuánto había llorado junto a Natalia, e incluso se había abrazado con ella en más de una ocasión, mientras trabajaban para demoler lo que Yolanda había construido. Había que admitir que el resultado, quizás, nunca logró ser completo, pero tampoco había que negar que hubo un significativo avance, avance que se opacó por las malas situaciones presentes.

«Gracias, Natalia», susurró su corazón, aunque escondiendo la mirada de ella, antes de actuar.

—Ahí va...

Las lágrimas empezaron a caer mientras que, con sumo esfuerzo, tecleaba mensajes. La noche ya abrazaba su habitación.

Solo esto me dirás... David?

Sabes?, a mí tampoco me es fácil expresarme a veces, te lo confieso...

Le estoy dando muchas vueltas a esto, me daba un poco de vergüenza admitirlo, no sé, supongo que es algo de orgullo, o quizás porque me da la sensación de que solo te estoy molestando y te ando insistiendo. Y tú sabes, al menos de lo que alcanzaste a conocerme, que respeto siempre tu espacio, que no me gusta acosar así a nadie, molestar...

O dime... dime por favor si te invadí alguna vez.

De hecho, desde que nos conocimos por chat el año pasado, he sido lo más respetuoso contigo.

Pero voy a ser sincero ahora, no porque quiera discutir o porque quiera hacerte sentir mal o algo, pero siento que ya es demasiado... A veces me dejas en ascuas, no me dices nada, y admito que ya me duele, que me dejas la cabeza dando mil vueltas.

Tomó asiento en su cama con los sistemas cada más acelerados. Veía el mensaje y recordaba todas aquellas veces que Natalia le hizo escribir sus sentimientos en papel.

Este era él... una persona expresiva y directa. Sin embargo, volver a creerlo conllevaba una sacudida. Tuvo que ponerse de pie, cerrar los ojos y reordenarse. Al abrirlos vio el celular y no había ningún mensaje de David.

Y a veces, David, cuando te regreso a ver, solo encuentro tu silencio, lo que ya siento como total indiferencia. ¿Y sabes? Sí, me duele...

Lloró a cántaros, pero en silencio, logrando apenas ver a través de aquel aguacero, consciente de que estaba construyendo otro tipo de despedida, de que esta sería, muy probablemente, la última vez que hablaría con este chico. Antes, al menos, sacaría las espinas sin importar si se humillaba.

Me has hecho concluir que simplemente no te intereso, de hecho, te lo dije, te dije que aunque me doliera deseaba que encontraras esa persona que sí cumpliera tus expectativas. Por qué...? porque no has querido decir nada, porque solo me toca creas ideas, y más ideas.

David al fin se puso a escribir, la respuesta que entregó lo atajó en el aire.

No sigas Benja.... Yo, más que nadie en este mundo, sé que soy un maldito cacho.

Lo que vio fue tan irreal que incluso se asustó. ¿David se estaba refiriendo a sí mismo como un maldito... problema? ¿Problema...? Su lado razonable no se espantaba ante la idea, pero su corazón, que se había hecho una imagen tan distinta, pegaba un respingo.

Hubo un silencio, un momento incluso de suspenso, hasta que David comenzó a escribir:

Sé que solo hago sentir mal, sé que te habrás comido la cabeza por mi culpa quizás cuántas veces.

Pero aunque no lo creas no me das igual, más bien al contrario.

Disculpa si te hice creer que no me interesas, o que solo quise mandar todo a la chucha y ya, tampoco te culpo, pero yo tengo que lidiar con mis problemas, con mis weas y porquerías.

Me hacías sentir bien por eso mismo, porque me hacías olvidar mis cuestiones.

Si me fui así, si corté así las cosas, no es por ser un... maldito miserable, o un hdp contigo tan mala clase, es porque no me gusta discutir, me caga hacerlo, me carga, y no quería imaginarme peleando contigo, enserio que no.

Y porque yo y solo yo debo lidiar con mis problemas, porque no tengo porque andarselos tirando a otro, y menos en una persona como tu, tranquila, tan de casa.

Pasó un minuto donde Benjamín no era capaz de reaccionar, de cerrar la boca. David añadió, intentando corregir con una especie de firma:

Disculpa los garabatos porque sé que no te gustan, pero en el chat a veces se me salen y escribí rápido.

Benjamín cayó sentado sobre la cama. De pronto formó una pequeña sonrisa adolorida. Era como ser trasportado de un mundo a otro en un solo segundo, sin hallarse mínimamente preparado, hasta que empezó a releer las respuestas y poco a poco concretó las suyas. Antes, sin embargo, tuvo el impulso de decir: «gracias». ¿Debía? Algo le decía que no, pero simplemente no lo contuvo.

Gracias...

David escribió algo, pero no lo envió, entonces Benjamín continuó:

Por decirme esto...

Y no te preocupes por algo tan... tonto, como escribir bien, y menos por un chat.

Al rato, David dijo:

Ya...

Benjamín, por su parte, sentía que mil palabras se enredaban en sus labios.

David, entonces... problemas...?

O sea, perdón, no te estoy preguntando por ellos, y jamás te exigiría que hables al respecto si no quieres. Tú sabes cuánto respeto eso.

Te respeto a ti.

Pero dime realmente, por eso me dejaste de lado?

Se masajeó los ojos con brusquedad.

Perdón, es que estoy procesando, y no sé cómo preguntar.

David, a mí tampoco me gusta discutir, pelear en ningún sentido. Cómo te demuestro esto? Es que de verdad es así. O no lo has notado desde que nos conocimos en persona?

Pero por favor, discutir es distinto a hablar, y esto último es lo que sí quiero.

Aunque tampoco te estoy diciendo que me voy a poner a indagar en tu vida personal.

David etiquetó la primera pregunta: «¿Realmente, por eso me dejaste de lado?», para responderla:

Sé que esta suena como la excusa más... barata y vieja de la historia, pero tú no eres el problema aquí, soy yo.

Solo te puedo decir que... tengo mis asuntos, mis... dudas, unos cuantos líos.

Pero personales conmigo, no contigo.

Tú... no tienes nada malo, Benja...

Allá, en su cuarto oscuro, David se sonaba una vez más la nariz y, con una mano temblorosa, se limpiaba las lágrimas que se resbalaban por su piel, luego fruncía su mano, reflejo de un calor interno, una rabia, una impotencia, un desprecio ante su actitud, porque no le gustaba llorar: lo asociaba con debilidad, con perder la armadura e incluso la dignidad, el control de su fuerza. Un boxeador no lloraba y mucho menos él.

Qué problema tendrías tú?

Eres lo más tranquilo que he conocido, yo creo que nunca. Eres tierno, amable conmigo y demasiado, pero demasiado comprensivo cuando a veces ni lo merezco.

Benjamín refutó:

Sí te lo mereces...

Un gemido arrancó de los labios de David, y la vulnerabilidad se hizo visible en sus ojos, que seguían buscando en este mundo cantidades exorbitantes de comprensión, una dosis tan alta que, por supuesto, era de lo más difícil de hallar en personas comunes. Preguntó con cautela, por una necesidad no pensada, pero por sobre todo por una manía de poner a prueba:

Ya..., y por qué...?

Benjamín comenzó a tirar a un lado lo que le quedaba de orgullo.

Porque eres lo mejor que he conocido... en tanto, tanto tiempo.

No sabes aún cuánto me alegra haberte encontrado....?

Me sentía tan hundido, solo... decepcionado de todo, más allá de lo que siquiera logras imaginar, hasta que di contigo.

No entiendo aún cómo pude haber hallado algo tan precioso en un chat así.

Sabes...?, en ese chat solo hallaba tristeza, dolor, muchas veces lo cerraba llorando.

Tú creíste que a veces andaba ahí, ¿como un... pillín buscando hombres, pasándola bien? En realidad, nunca fue así, muchas veces entraba solo para perturbarme, para encontrar solo cosas turbias.

Benjamín decidió añadir en un mensaje más humano, bajándose un poco más de ese pedestal opulento, la silla de príncipe:

"Weas" muy turbias.

David abrió los ojos al ver ese «weas», palabra visible a través de su paño cristalino.

Pero seguía entrando, porque te confieso que en persona me cuesta abrirme con las personas, soy un poco... "burbuja".

Empezaba a darse cuenta de que eran similares en muchas cosas, aunque sus almas tuvieran tonalidades muy distintas, además, David no consideraba vivir en una burbuja, más bien en una cárcel...

En el chat, supongo yo... que se me hace más factible, porque primero tienes que conocerte un poco con la gente antes de llegar a encontrarse con ella, quizás así me siento un poco más seguro.

Tú, David, me hacías sentir más seguro en ese aspecto por encima de cualquiera. No estabas ahí, avasallándome con cosas, digamos, tan directas, como sí lo hacen otros.

Me hacías sentir tranquilo, a la expectativa.

Aunque sí me hacías sentir triste a veces, porque sentía que pasabas un poco de mí y que no te llamaba la atención.

Perdón, Benja... pero es que yo soy así... y centrado en mis cosas.

Y un día te conté que tampoco entraba al chat buscando algo específico. Cómo decirlo? Pasaba días sin entrar, a veces sin esperar nada.

Eso lo entiendo...

David se acomodó en su cama, tomando asiento, y dijo con sinceridad:

Pero obviamente no me arrepiento de haberte conocido para nada.

Es como... encontrar oro sin quererlo?

Benjamín corrió al baño a mojarse el rostro, necesitando aclarar esos ojos que oscilaban entre la incredulidad y la conmoción.

Y así los chicos continuaron hablando por mucho tiempo más. En ocasiones la charla se detenía o frenaba, pero entre ambos, gracias a la principal intercesión de Benjamín, hacían a un lado las dificultades que nacían a través de los tópicos más difíciles de tratar. Sin esperarlo, la noche se trasformaba en un momento de confesión y descubrimiento, porque ciertamente les hacía falta conocer muchas más capas del otro, incluso por parte de David, quien, en su rincón apartado, sufría prejuicios, pero no le gustaba exponerlos por variados motivos, entre ellos porque sentía que eran una forma de atacar y generar discusión.

Abrían más la puerta y decían lo que sentían por el otro, a ratos volvían a llorar. David dijo:

Siempre me meto mucho en lo mío, pero... cómo decirlo? Igual quería que compartieras mis cosas, mis sueños, y eso.

David.

Sí?

Yo sí quiero compartir esos sueños... más de lo que te he dado a entender.

Hubo un vacío, una barrera silenciosa que le impidió a David responder con algo más apropiado o bello, Benjamín recordó que David le había terminado por una razón, así trajo a colación el problema principal:

David.

Perdón, es que tengo algo dándome vueltas en el pecho. Verás, sí hablé con tu primo, pero no me malentiendas, de verdad no me agredió ni nada, ni me dijo cosas bruscas, es que sí me dijo algo que me dejó... bien sorprendido.

Hubo silencio. David quería repentinamente arrinconarse, esconderse de una piedra que había lanzado sin querer a través de una mano ajena. No le gustaba sentirse así... delatado, algo que comparaba con ser secuestrado y expuesto a mitad de una calle con mucho tránsito, pero debía aguantar de algún modo.

Benjamín dio varias vueltas hasta que finalmente preguntó:

Tú pensabas que estaba con Ricardo...?

David no pudo responder, fue un momento incluso de pánico.

David...?

¿Te gustaría hablar al respecto? Repito, no expongo esto para discutir, solo para aclarar. ¿Te parece bien?

Benjamín volvía a sentirse nervioso gracias a su falta de respuestas.

Porque yo no estoy con Ricardo ni con nadie...

Estoy solo hace años...

Y pues...

De verdad no tengo nada con él, ni tampoco siento algo...

Es que pues... él tiene su novia.

David escribió algo al fin:

No tienes que explicarme, si tu dices que no es así, entonces no es así.

Disculpa otra vez por las cosas que te dijo mi primo, pero él no habla por mí.

Entiendo, lo sé

En realidad, Benjamín no comprendía del todo, estaba seguro de que aún había algo que aclarar, pero ¿por qué David se cerraba? Sabía que probablemente no debía insistir, pero temía que este polvo quedara entremedio y volviese a provocar un quiebre tan doloroso.

Pero de todos modos me puedes decir cualquier cosa, David, en serio. Te prometo que no me lo tomaré a mal.

Por favor, solo comunícate conmigo, ¿sí?

Comprendo que pude haberte dado una impresión de algo, y puede que yo tenga totalmente la culpa.

Solo te pido que no dejemos algo sin aclarar, algo en el aire, y que me des la oportunidad de explicarme.

Por favor.

Y, aunque sea un tema quizás... no sé, un poco fome de tratar, creo que es necesario despejarlo. Permíteme eso, ¿sí?

Benjamín sentía que era uno de aquellos momentos donde debía conducir a David con mucha paciencia hacia una salida a través de ese laberinto que él formaba. Era una tarea ardua que conllevaba bastante energía, hasta que David simplemente sonrió incrédulo, pues jamás había encontrado a alguien que le hablara así, y no podía negarse más a esas palabras educadas, por lo que respondió, aunque acalorado y con los dedos descoordinados.

Es que... a veces puedo ser un poco malpensado, creo, por eso digo que es más cuestión mía.

Pero ya, osea pos, te noté, cómo decirlo?, un poquito nervioso cuando yo aparecí ahí en la playa, un poco más.

No sé, me dio la impresión de que no querías que yo apareciera. Y pues ya, sí, me sentí un poco mal.

Pero como te digo, esta wea es más mía, a veces veo cuestiones donde no las hay.

(Perdón por lo de "wea", se me salió)

Fue como si una porción del cielo se estremeciera en el espacio de Benjamín al encontrar esas estrellas que tanto se le habían escondido entre las nubes. Así procedió a confesarle a David algo que ni siquiera había mencionado antes, no hasta ahora: su homosexualismo no era público y por eso entró en cierto estado de pánico al no saber cómo reaccionarían los chicos del gimnasio en aquella escena de la playa.

La revelación cayó de forma totalmente inesperada en David, quien, por su parte —y no sabía por qué—, ni siquiera le preocupaba lo que los demás pensaran de su sexualidad. Para él, el homosexualismo o cualquier otra orientación eran algo totalmente humano, natural. Sí, había gente que no entendía el asunto y lo criticaba, pero no tenía contacto alguno con ellos, como si fueran unos indígenas en un continente perdido, donde ni existía una vía de comunicación. David solo vivía su vida según lo que a él le gustaba.

Esto último Benjamín lo sabía, ya que David se lo había dicho antes de conocerse en persona. 

Benjamín debía exponer una segunda confesión: había conocido a un par de chicos a los que no les gustaba conocer a otro que aún estuviera «encerrado en el clóset», querían algo libre, sin el estrés de andar escondiéndose. Había sido rechazado un par de veces gracias a esto, así que no lo quiso confesar más.

Pero también había otra razón: él sí estaba caminando hacia esa vida libre, pero a veces sí lo asaltaba un temor pasado, mas estaba decidido a borrarlo.

David escribió:

Oh... ya entiendo.

Lo pensó un momento y añadió:

Entonces me engañaste?

Benjamín, quien no veía su rostro, se aterró enseguida, y comenzó a explicar que «No, no», y a repetir las explicaciones previas, girando alrededor ellas varias veces. David disfrutó un poco de esta reacción, naciendo en él un vil deseo de torturarlo y jugar un rato. Recordaba cuando Benjamín expuso esos discursos tiernos que ni él entendía. Recordaba cómo no había aguantado el anhelo de cerrarle esa boquita con besos...

De todos modos, te pido perdón 😔 Ahora me doy cuenta de no debí haberte ocultado algo así.

Está bien, no pasa nah, solo tengo que acostumbrarme?

¿A qué te refieres?

Si pos... osea porque nunca había salido con alguien que no fuera abiertamente gay, si te soy sincero.

En serio...?

Pero...! cómo decirlo? Tampoco es para preocuparse tanto. Es que, pff, tampoco es que sea la gran cosa. Entiendes? No pasa nada, tranquilo.

Y gracias a estas aclaraciones, David no se dio cuenta cuando un par de demonios que habían estado perturbándolo, se retiraron derrotados.

Continuaron hablando durante toda la noche, cada palabra construía una reconciliación y regeneraba flores. David volvía a disfrutar de vez en cuando con negarle información cuando se daba la oportunidad de abrirse. Aunque Benjamín enviaba emoticones tristes y palabras respetuosas, sintió, de alguna forma, que había más juego en la atmósfera.

La charla se concentró en decir lo que sentían por el otro, lo que les provocaba la compañía mutua.

Aunque la noche ya era muy profunda, David seguía muy despierto. En ese espacio virtual volvía a sentirse muy cómodo, pero ahora más comprendido y anhelado. Además, de algún modo, había logrado silenciar una vez más sus tormentos, como cuando apenas había conocido al bebé.

Por cierto, estoy trabajando otra vez 👉👈

Benjamín pegó un salto el living de su departamento, donde había encendido una música delicada y los susurros de la noche entraban por las ventanas. Aunque le hubiese encantado saber esto antes, la felicidad traspasó su alma como si hubiese sido una flecha de cupido.

¡¿En serio?! ¡¿Dónde?! De guardia???

Sip...

En el terminal de buses.

Se fascinó aún más al saber que el lugar no estaba demasiado lejos del departamento. Felicitó a David con todo, todo su corazón, menguando, sin darse cuenta, ese monstruo que le hacía creer que los demás se burlaban de todo lo que hacía.

Finalizaron la charla a las 6:00am, con el sol amenazando por salir pronto. El despeje era palpable, el alivio y la alegría. David hizo una última pregunta:

A ti no te molesta que yo sea boxeador?

¿Qué? ¡Por supuesto que no!, David...

De verdad?

No, claro que no.

Te admito que todavía no sé nada al respecto, pero respeto demasiado tu pasión, y todo lo que trasmites de ella me ha llegado, tu forma de soñar es preciosa, y anhelo con el alma que cumplas tus metas.

Te lo juro.

Créeme, por favor.

Sí, está bien, te creo...

Se despidieron deseando un muy buen descanso, David diciéndole que se cuidara.

Benjamín acobijó el celular en su pecho, como si así pudiera abrazar al chico y el momento. Aún sentía que soñaba, pero se percató de que aún no habían aclarado varias cosas. ¿Volvían a salir? ¿Tenía una oportunidad seria con David? ¿Cuáles eran esos problemas que tenía?, problemas que había desviado de la conversación...

Fuese como fuese, no tardó en darle un nuevo orden a su corazón. La vida lo había abofeteado, y él había aprendido la lección. Había guardado el anhelo por dos chicos, porque Ricardo había sembrado una luz demasiado potente con el encuentro, pero ahora... era erradicada.

Benjamín estaba incluso dispuesto a abandonar el gimnasio para siempre. 

Solo supo, antes de cerrar los ojos, que lucharía, así tuviese que cargar aún más paciencia en su espalda, hasta estar al lado del verdadero.

Diccionario:

Fome: Aburrido.

Cacho: Un problemita demasiado molesto, como una espina en el pie.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro