Capítulo 3

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Esos acontecimientos inesperados que llegaban para causar emociones positivas, no eran algo con lo que Taehyung tuviese mucha experiencia. Sí, había sido sorprendido incontables veces a lo largo de su vida, pero aquellas eran del tipo de sorpresa que ponían a las personas entre la vida y la muerte. No eran momentos muy gratos que quisiera repetir continuamente. Ahora, la sorpresa que recibió esa noche por parte de aquel desconocido en el Magic Shop, era algo muy sencillo y apetitoso para procesar.

Él ciertamente no sabía qué hacer con ese momento con exactitud, mas se estaba dejando llevar. Sintió que le devolvía el beso antes de que realmente pudiera evitarlo, respondiendo más por instinto que por una elección consciente y cuerda. ¿Qué se suponía que debía hacer? Era tan difícil decidir y le importó tan poco cuando probó el coñac, las naranjas y algo más que era indescriptible, pero mucho más embriagador.

Dedos ocupados encontraron los botones de la chaqueta de su traje, vagaron hacia arriba y tiraron hasta que la prenda se deslizó de sus hombros. Los dientes le arañaron el labio inferior, ya fuera en un pedido o una demanda, aunque más probable es que fuese lo último. Sus brazos apenas habían despegado la chaqueta antes de que su chaleco recibiera el mismo tratamiento y fuera desechado en alguna parte que poco interesaba. Era imposible que realmente le importara el destino de su ropa cuando las mismas manos que se encargaron de despojarlas estaban tirando de su corbata, desabrochando los botones de la parte superior de su camisa y... Un momento.

— Guau, okey. — Le tomó toda la fuerza a Taehyung romper el beso, sus labios seguían siendo procurados por los ajenos que no se deban por vencidos tan fácilmente. — No voy a negar que todo esto es sin duda muy agradable... — Reprimió un gemido cuando los dientes del pelinegro encontraron el lóbulo de su oreja. — Pero, — suspiró — pero también pareces muy, muy borracho.

La boca del hermoso extraño estaba ocupada, pero hizo un sonido que pudo sentir más de lo que escuchar. Sonaba como un: ¿Y qué? ¿Eso qué importa?

— Bueno, yo solo... No puedo estar seguro de si esto es algo que realmente quieres, cuánto de este proviene de tu consciencia y cuánto del alcohol. — Manifestó finalmente sus dudas.

El hombre finalmente levantó la cabeza, alejándose lo suficiente, no más que la distancia de un brazo para evaluar a Taehyung. Apenas había luz en la cabina telefónica, sólo el débil resplandor de la barra se filtraba a través del cristal de la puerta. Le era difícil distinguir la expresión del pelinegro desconocido.

— ¿Qué sucede?

— Oh, solo estoy esperando el momento en que me digas, explícitamente, que no te gusta esto. — Ante esto, el peligrís tragó saliva, con un poco de dificultad.

— No puedo hacer o mejor dicho, no puedo decir eso.

— Así que te gusta esto. — Pese a no ser visible, el pelinegro sonrió algo victorioso.

— Eso no es- — Taehyung quería sacudirlo para ver si eso le ayudaba a hacer entender su punto. Y... ¿Cuándo había movido sus manos a la cintura de aquel extraño? Porque ahí era donde estaban descansando y todavía no sentía la urgencia de retirarlas. — Escucha, si no estuvieras tan completa y obviamente ebrio, ni siquiera estaríamos teniendo esta conversación. Por una razón u otra, ya hubiésemos avanzado mucho más. — Mostró una sonrisa suave y empalagosa que a menudo había funcionado en situaciones similares en el pasado. — Ven a buscarme de nuevo cuando estés sobrio, estaré más que feliz de continuar en ese momento si todavía estás interesado.

Con una risa cansada que sonó casi como una corta exhalación, el hombre contrario bajó la mirada, observando los zapatos de Taehyung mientras negaba con la cabeza.

— Mañana es demasiada impredecible. Todo aquello que quede en el futuro es un riesgo demasiado grande por el que no estoy dispuesto a apostar. — Su voz tembló por un momento, como si ya estuviera de luto. — ¿Qué pasa si uno de nosotros no lo logra?

— ¿Qué?

Cuando los ojos del hombre se encontraron de nuevo con los de Taehyung, estaban centelleando. Con sus palmas recorrió el pecho del peligrís, lentamente, pasando los pulgares por el elástico de sus tirantes, sacándolos perezosamente de sus hombros. Frente a esto, Taehyung empezó a protestar, pero el pelinegro lo empujó con más insistencia contra la pared, colocando una rodilla entre sus piernas.

— Oh... — No hubo más palabra por parte del detective.

— ¿Y si el mundo arde esta noche? — Esos labios pecaminosos se acercaron peligrosamente a los contrarios, absorbiendo los ruidos apagados y desesperados que Taehyung trató en vano de suprimir. — ¿Qué pasa si la policía finalmente encuentra este lugar y hace llover balas sobre todos nosotros? ¿Qué pasaría si resbalo en el hielo, me golpeo la cabeza en la acera y me olvido de ti? Eso sería una tragedia, ¿no lo crees? — Taehyung apenas escuchó la mitad de sus palabras.

— Sería una tragedia, sí.

— Entonces deberíamos celebrar mientras tengamos motivos para hacerlo. Mientras podamos hacerlo.

Y así, el detective estaba siendo besado de nuevo, cualquier protesta que pudiera haber tenido fue consumida y tragada. No es que realmente tuviera una queja, las palabras simplemente no eran posibles de formular en este momento, los pensamientos tampoco lo eran. Aunque hubo un momento de claridad cuando sintió que los botones se desabrochaban y su corbata se aflojó lo suficiente como para abrir el cuello de su camisa. Esa lucidez llegó con un pánico momentáneo, su garganta había quedado expuesta y esto le hizo los ojos, tratando de descifrar la expresión de quien lo acompañaba.

Seguramente podría notarlo, ¿verdad? ¿Había suficiente luz ahí? ¿Podría verlo? ¿Reconocía siquiera lo que estaba mirando? Muchas preguntas corrieron por su mente, pero tras parpadear un par de veces, el pelinegro llevó sus manos a los lados del rostro de Taehyung y lo besó de nuevo.

Había algo más suave en la forma en que el extraño lo besaba ahora, no vacilante sino ferviente, como si de repente se hubiera dado cuenta de que Taehyung estaba hecho de vidrio. Sintió un breve destello de amargura ante ese pensamiento, pero fue ahuyentado por una necesidad mucho más urgente. Taehyung finalmente permitió que sus manos vagaran, rozando sus nudillos contra el material increíblemente suave del chaleco del hombre, pasando sus dedos por ese cabello perfectamente arreglado. Mordisqueaba el labio inferior del hombre, disfrutando del gemido bajo que obtuvo como recompensa.

El tiempo debió seguir pasando, pero si lo hizo fue únicamente fuera de la cabina telefónica, intrascendente para ellos. El detective era consciente de eso, al igual que era consciente de que no eran las únicas personas en ese bar clandestino y que, tarde o temprano, alguien los vería.

Después de todo, lo que estaban haciendo no era muy legal y mucho menos moral. Aunque no estaban en una temporada de cacería intensa porque la policía tenía otras prioridades en el momento, seguía siendo ilegal que dos hombres estuvieran juntos, mucho peor públicamente. ¿Pero importaba en esos momentos? En esa era obsesionada con la reforma moral, la ilegalidad emanaba de cada rincón de ese lugar, comenzando por el alcohol y los juegos de azar prohibidos para todos, pero legales para unos pocos en ciertos casinos exclusivos.

Demonios, alguien muy bien podría haberlos visto ya. No creía que alguien se arriesgase a llamar a la policía a un lugar como ese, pero seguía siendo un riesgo. Sin embargo, no le importaba, ni eso ni nada. Porque ese hermoso extraño había deslizado una mano por el interior de sus pantalones y envuelto una mano alrededor de su pene, volviéndolo completamente loco.

— Está bien, de acuerdo. — Taehyung tenía la cara enterrada en el hueco del cuello del hombre, sofocando los vergonzosos ruidos que salían de la garganta con cada sacudida. Se aferró a ese elegante chaleco como si su vida dependiera de ello. — Así, — murmuró en el cabello de Taehyung, animándolo. — Eres impresionante, Dios. — El peligrís no confiaba en sí mismo para formar palabras.

Había estado moviendo las caderas, perdido en el vaivén de sus movimientos, no se había percatado de lo cerca que se encontraba de ese borde peligroso. No se dio cuenta de eso hasta que escuchó el golpe abrupto en la puerta de la cabina telefónica y aquel orgasmo que parecía tan próximo se esfumó sin decir hacia dónde.

El pelinegro se detuvo inmediatamente, retiró las manos en un abrir y cerrar de ojos, dejando a Taehyung algo más que frustrado, confundido. Le pareció oír la voz de Hoseok diciendo algo sobre que odiaba interrumpir la fiesta, pero algunos clientes que pagaban habían comenzado a armar un escándalo.

— ¿Les importaría llevar esto a otra parte? — Cuando sus ojos se enfocaron, finalmente divisó al pelirrojo.

Bueno, realmente debería haberlo visto venir.

— Está ese hotel de lujo, no muy lejos de aquí — continuaba hablando Hoseok. — Está a solo un par de cuadras de aquí, no es barato, pero no hacen preguntas y aquí tu amigo parece que podría permitírselo sin problema.

— Estoy familiarizado con el sitio. — El desconocido ya se había puesto la chaqueta del traje y estaba en proceso de enderezar su corbata. — Disculpas por cualquier inconveniente que hayamos causado, señor. No volverá a suceder.

Taehyung no vio la cara o el número de los billetes que el hombre sacó de su bolsillo y presionó en la mano del pelirrojo. Pero fue suficiente para que los ojos de Hoseok se abrieran de par en par. Afortunadamente, cuando su amigo se giró para mirarlo, Taehyung acababa de terminar de abotonarse los pantalones, todavía congelándose un poco bajo la intensa y curiosa mirada.

— Ah... Um-

— ¿Por qué sigues aquí? — Hoseok siseó a modo de reprimenda. — ¿Estás loco? ¡Ve tras él!

Taehyung asintió rápidamente, girándose a ponerse el chaleco y agarrando el resto de su ropa antes de salir corriendo. Fue una lucha monumental vestirse, al menos hasta quedar medio decente, mientras se movía entre las mesas y los demás clientes en varios estados de embriaguez. Acababa de ponerse el abrigo cuando encontró la salida. Una brisa fría inmediatamente lo castigó por su arrogancia, obligándolo a abrocharse el abrigo hasta el final.

¿No era una locura que todavía no supiera el nombre de ese sujeto después de todo lo que habían hecho? El extraño más hermoso que jamás había visto estaba apoyado en una farola, con un cigarrillo encendido en la mano. Solo ahora recordaba las palabras exactas de Hoseok sobre ese hotel, percatándose de que probablemente estaba hablando del Géminis, el mismo hotel donde Jo Jaeyoon había sido asesinado. Tal vez realmente era un mundo pequeño, después de todo.

— ¿Bien? ¿Hacia dónde ahora? — Le hubiera encantado borrar con un beso esa sonrisa que obtuvo en respuesta.

— Mira quién está tan interesado de repente. — Se burlaba el pelinegro.

Cierto, él estaba interesado ahora, pero no había sido quien inició todo, arrastrándolos a ambos a esa cabina telefónica para comenzar algo tan imprudente que incluso logró escandalizar a Hoseok y, conociéndolo, ese era un listón alto para superar, había muy poco que escandalizaba a ese pelirrojo. Pero tenía un punto.

— Tal vez estamos haciendo todo esto mal. Vamos a empezar de nuevo. — Caminó hacia la farola, haciendo crujir la nieve bajo sus zapatos con cada paso. Extendió una mano. — Soy Taehyung. ¿Y tú eres?

El desconocido dio una larga y perezosa calada a su cigarrillo, siendo observado por el detective que estudiaba la manera en la cual el humo salía de sus labios, curvándose y girando con gracia en el aire hasta desvanecerse en el cielo.

— Yo lo que estoy es congelado y reevaluando algunas de las decisiones que tomé esta noche, me encuentro mucho más sobrio.

Ah, ahora finalmente estaba empezando a tener sentido toda esa situación.

— Supongo que el frío te ha espabilado. — Mencionó Taehyung con una sonrisa.

— No me des esa mirada.

— ¿Cuál mirada?

— Como si estuvieras herido por la pérdida de algo que ni siquiera fue prometido. — El peligrís ni siquiera supo qué decir a eso. Oh, si ese desconocido tan solo supiera.

— No tengo mucha fe en las promesas.

— Esa es una política sabia, las promesas se rompen, los juramentos se quiebran.

En un movimiento parsimonioso y elegante se apartó de la farola para dirigirse hacia donde estaba parado Taehyung, con un andar que logró que los ojos del detective se fijaran en sus caderas y estrecha cintura. Con firmeza agarró la parte posterior de la cabeza de Taehyung con su mano libre, tiró de él para darle un beso lento y lánguido que de alguna manera sabía a despedida. Luego, se apartó, forzando su cigarrillo entre los labios ajenos mientras levantaba su barbilla.

— No me sigas, — susurró dándole una última caricia — tengo un arma.

Los ojos de Taehyung se llenaron de lágrimas cuando tosió una vez, enviando una nube de humo mucho menos elegante al aire. El extraño más hermoso se rio, trazando la línea de la mandíbula de su mandíbula con sus labios antes de alejarse sin mirar atrás. Demasiado pronto, el peligrís lo perdió de vista entre la niebla y la nieve.

+++

El día de Navidad vino y se fue de la misma manera que el pasado año y el anterior a ese. Taehyung se despertó justo antes del mediodía y Yeontan estaba parado con sus patas delanteras sobre el borde de su cama, gimiendo para que lo dejaran salir. Lo llevó a caminar alrededor de la manzana, dejándolo oler todo y saltar en los montículos de nieve que se habían acumulado por la tormenta. Revisó su buzón cuando se dirigían de regreso a casa, no encontró una postal o un sobre con una dirección de remitente en alguna tierra exótica y lejana, se preguntaba por qué una parte de él todavía se sentía decepcionado.

Hoseok llegó una hora antes de su turno en el bar, dejando una botella de ginebra con una tarjeta de cumpleaños y una cinta atada al cuello, porque él era un regalo del cielo. Debido al agitado ambiente que tendría el último día del año, no podría celebrar su cumpleaños, por lo que decidió pasar unos días antes para entregarle sus regalos. Le dijo que no tenía idea de quién era el hombre misterioso de la noche anterior; era la primera vez que el pelirrojo lo veía en el bar clandestino y estaba seguro porque nunca olvidaba una cara.

Era extraño.

Ese misterioso desconocido estuvo ocupando la mayor parte de sus pensamientos durante el día después de Navidad. Fue a trabajar como de costumbre, pero terminó telefoneando toda la mañana, releyendo las mismas primeras diez páginas del archivo de Jo Jaeyoon que Yoongi preparó. Estaba retrasando lo inevitable. Justo después del almuerzo, Namjoon asomó la cabeza en su oficina, recordándole de nuevo la terapia.

— Tienes que hacerlo antes de que termine el año. — Espetó con seriedad. — Más importante aún, hazlo antes de que esos buitres de reporteros desentierren lo que te sucedió y cuestionen tu competencia para ser el investigador principal del caso JJ. — Ante esto, el menor entrecerró los ojos.

— Pensé que habías dicho que te encargarías de eso por mí. — Evidenciando su disconformidad, su jefe también fruncía el ceño.

— Digamos que el momento fue un poco desafortunado.

Taehyung esperó a soltar la sarta de maldiciones que tenía en la lengua hasta que estuvo seguro de que su jefe estaba fuera del alcance del oído.

La tarde fue más o menos lo mismo. Se las arregló para llegar al final de la cartilla de Min, pero los resultados aún no eran concluyentes. Aunque se postuló en una plataforma que claramente se oponía al crimen organizado, ni una sola vez a lo largo de toda su carrera, Jaeyoon mencionó explícitamente a La Cosa Nostra. Ninguno de los asociados conocidos del hombre se registró como enemigo confirmado de la facción. Llamó a Jimin para preguntar si habían tenido algún avance con la evidencia física, pero por supuesto estas cosas tomaban tiempo y con las vacaciones en puerta, él sabía que todo tardaba el triple.

Con un suspiro de resignación momentánea se puso el abrigo y salió del edificio. Necesitaba pensar, preferiblemente no en ese hermoso extraño del Magic Shop por solo unos minutos. No tuvo éxito, no realmente. Cuando regresó a la agencia, Namjoon estaba parado en la puerta de su oficina, bloqueando su entrada.

— Te pagaré. — A esas alturas, Taehyung quería patalear como un niño pequeño.

— ¿Ahora qué?

— Ve a ver a ese terapeuta y te daré una bonificación. Algo tan simple como eso. — El mayor debió haber visto algo en la expresión del rostro de Tehyung, porque dejó escapar un suspiro de exasperación, ambos parecían haber estado compitiendo todo el día por ver quién suspiraba más. — Lo obtendrás a fines del próximo año, suponiendo que pases el escrutinio. Si logras que firme tu caso y testifique, por escrito, que ese trauma no te rompió, que realmente estás actuando y tomando decisiones en tu sano juicio, te pagaré por ello.

— Obviamente, tu oferta asume que todavía estaré vivo a fines del próximo año, — murmuró en voz baja.

— ¿Ves? Esa expresión tuya, — espetó señalando todo su cuerpo — es exactamente por eso que necesitas hacer esto. Por el amor de Dios, Taehyung. Yo quie-

— Bien. — Interrumpiéndolo, Taehyung finalmente aceptó. — Yo iré mañana. ¿Contento? ¿Puedes por favor dejarme entrar a mi oficina ahora?

Si pensaba que su mañana había sido improductiva, ahora era aún peor. Sacó la tarjeta de presentación que Namjoon le había dado el día anterior, mirando las palabras hasta que se convirtieron en letras individuales, contemplándola un poco más hasta que incluso esas comenzaron a perder todo significado. 'Clínica Psicoanalítica', increíble. Casi deseó no haber sabido cómo desmenuzar esas palabras hasta llegar sus lexemas, porque no saber lo que significaban hubiera sido infinitamente mejor que saber y verse obligado a enfrentar todo lo que implicaban.

Se tragó otra maldición floreciente con un poco de dificultad. Maldecía una y otra vez, pero cada vez con menos fuerza y exasperación. Decidido, se puso de pie de un salto, agarrando su abrigo. Necesitaba salir que salir de nuevo, no podía respirar ahí.

— ¿Saliendo temprano hoy? — Yeosang apareció desde detrás de un archivador en el piso principal.

— Voy a entrevistar a una persona de interés, — mintió. En verdad se encontraba de camino a casa. — ¡Te veré mañana!

Pasó el resto de la tarde jugando a las escondidas con Yeontan en la nieve. Corría detrás de su mascota y luego invertían los papeles. Un cicló extenso que terminó con ambos extenuados.

+++

Trasladarse por Leus durante la hora pico era un infierno especial que Taehyung no le desearía a nadie. Según sus recuerdos, tres años atrás la situación no había sido tan caótica. Luego fueron y abrieron túneles, crearon nuevos puentes y desde entonces se sentía como si ese lugar siempre fuera un desastre congestionado.

No fue difícil encontrar la clínica una vez que giró en la calle derecha una vez que descendió del tranvía. El número de la unidad se mostraba en una placa dorada junto a la puerta principal y destacaba contra la fachada de ladrillo del edificio de dos pisos. Taehyung se quedó afuera hasta exactamente las seis menos cinco, momento en el que dio una última calada, aplastó el cigarrillo con los pies y entró en el edificio.

— Buenas tardes, señor. — Una recepcionista bonita y sonriente lo saludó cuando cruzó la puerta. — ¿Tiene una cita? — Casi quería mentir para huir de allí, mas se limitó a asentir.

— Sí, en cinco minutos en realidad.

— Con el Dr. Cho Jongho, ¿no es así? — Preguntaba la mujer, hojeando una pequeña pila de papeles en un archivero.

— Ah, no. — Empezó a buscar en sus bolsillos la tarjeta de visita, sin encontrar el nombre. — Era con otra persona, creo que...

— No importa, me parece que lo encontré. Señor Kim Taehyung, ¿verdad? — Cuando él asintió, ella sonrió aliviada. — Uf, pensé que había estropeado el papeleo por un momento. Por favor tome asiento.

De alguna manera, sentarse solo lo puso aún más inquieto. Al final no tuvo que esperar demasiado. Exactamente, a las seis en punto, escuchó que se abría una puerta desde algún lugar más adentro del edificio. Un hombre fornido que lucía un traje gris y un bigote tupido entró en la sala de espera. Sus ojos se encontraron por un momento y Taehyung comenzó a preguntarse si ese era su doctor.

No, eso no habría tenido sentido, ese hombre lucía demasiado occidental para el nombre que había leído en la tarjeta. Bien, podría estar siendo un poco prejuicioso, pero instintivamente por su mente pasó que no se trataban de la misma persona.

— ¿Señor Kim? — Llamó la recepcionista. — Segunda puerta a su izquierda.

Mientras avanzaba por el corto pasillo que conducía a la sala de espera, Taehyung repasó el plan en su cabeza por última vez. Al final del día, todo lo que tenía que hacer era convencer a este médico de que estaba cuerdo, que no había sido traumatizado por lo que le sucedió y que ciertamente no estaba basando ninguna de sus decisiones en este trauma inexistente. Manteniendo la calma, se aseguraba de que no lo arrinconaran y si añadiera una pizca de encanto agradable, estaría bien, no tenía dudas sobre ello.

Encontró la puerta que estaba buscando rápidamente. Tras golpear tres veces la madera, se encontró con un sordo desde el interior que le avisaba que estaba abierto. Entraba y salía, no tenía ciencia, estaría bien, eso se decía mientras su mano se cerraba sobre el picaporte y abría la puerta.

La vida y sus jugarretas tenían una forma extraña de meterse con la gente. Definitivamente, no lo estaría, el universo pareció responder a sus plegarias, cuando se encontró mirando al extraño más hermoso que jamás había visto, es que estaba dejando de ser un completo desconocido. En un rápido movimiento inspeccionó la tarjeta que tenía en su mano y luego lo observó a él.

— ¿Doctor Jeon?

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