31 | the would've

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng










TREINTA Y UNO
el habría







No recuerdo cómo he llegado a esta situación. Sentada en una silla alta junto al mapa de Panem. Con Peeta a mi lado y Snow enfrente. Vestida con un hermosísimo vestido dorado, lo más bonito que recuerdo haber visto en mucho tiempo. Y sintiéndome como en una nube.

Sé que todo esto está mal. Que no es como deberían ir las cosas. Algo me dice que huya. Pero, simplemente, me quedo inmóvil. Aguardando, mientras los oídos me zumban con fuerza y todo el lugar me da vueltas. Vagamente, advierto que es un plató de televisión. Estamos siendo grabados. Hay monitores frente a nosotros, me veo en ellos. Pero ¿realmente soy esa?

«Llevo peluca». Han ocultado mi cabeza rapada con una peluca tan real que, si no supiera lo que me hicieron, diría que es mi pelo de verdad. Uno de los rizos me cae por la cara y, con mano temblorosa, lo aparto. Parece auténtico. Como si todo lo sucedido no fuera una pesadilla. Pero mi rostro deja claro las torturas que he experimentado. Lo han intentado ocultar con maquillaje, pero salta a la vista. Mis brazos y mi clavícula quedan a la vista, tan huesudos que me asusto. Bajo la mirada a las piernas y me arrepiento de haberlo hecho. Jamás he estado tan delgada; ni siquiera la desnutrición y el hambre en el 11 me habían hecho tener aquel aspecto. Parezco consumida.

Apenas me entero de lo que dice Peeta. Me siento perdida, y no logro pensar en nada con claridad. Jadeo. Trato de recordar lo que ha sucedido antes de acabar en aquella situación. Peeta cogiéndome del brazo, asustado. No sé por qué. No recuerdo el motivo, pero sé que algo malo va a suceder. Algo terrible.

Peeta deja de hablar bruscamente y sigo su mirada hasta el monitor.

—Katniss —susurro.

La grabación se interrumpe de golpe, pero la he visto. Estaba allí. Apenas he sido capaz de distinguir lo que hacía, pero la he reconocido. Katniss Everdeen en carne y hueso, en la pantalla. Probablemente, no solo en la de aquel plató, sino en la de todo el Capitolio. Puede que todo Panem.

Peeta intenta seguir con su discurso, pero entonces en el monitor aparece Finnick. Hablando de Rue. El corazón me da un vuelco. Es él, no el de las pesadillas que he tenido aquí, no el de las ilusiones, no el de las pantallas. Es el Finnick que he conocido durante años, con sus ojos verde mar mirándome directamente a través de la pantalla, al tiempo que nombra a Rue, aquella niña que tanto amé y perdí.

Me pongo de pie de golpe, tirando mi silla, pero no hago nada más. Snow me lanza una mirada, y los agentes se preparan para derribarme si es necesario.
Las imágenes de los rebeldes aparecen una tras otra, a pesar de que los técnicos del Capitolio deben estar tratando de evitarlo. Sé quién está detrás de esto. Solo Beetee puede ser capaz de algo así.

A mi alrededor, todos en plató comienzan a hablar. Todo es un completo caos. Cada vez que Finnick aparece en la pantalla, hablando de algún tributo o vencedor muerto, noto una punzada en el corazón. Peeta me agarra de la muñeca con fuerza, pero no hago nada más que quedarme de pie en silencio.

Peeta aumenta la presión a cada imagen de Finnick que aparece. Mi cabeza es un caos. Estoy mareada. Pero sigo inmóvil, contemplándole. Escuchándole. «Snow no puede quitarme esto. No puede quitarme a él.» Está vivo y a salvo. Está bien, Snow no le hará daño en el 13. No sé el tiempo transcurrido desde la última vez que le vi. Le echo de menos, aunque eso no me impide pensar en tantas veces que un falso Finnick me ha dejado morir ahogada. Todas las veces que le he visto matando en pantalla. Tantas otras en las que ha dado final a mi vida, aunque no fuera real. Pero aquel no podía ser mi Finnick. Lo sé, a pesar de todo.

«Van a atacar el 13. Van a matarlos a todos.»

El pensamiento, el recuerdo, aparece tan súbitamente que me asusta. Suelto un jadeo y me vuelvo hacia Peeta, con los ojos muy abiertos. Él me lo ha dicho antes. Él sabe lo que va a suceder. Van a morir. Finnick, Katniss, Dae, Beetee, Haymitch y todos los que estén en el 13. Snow va a matarlos.

El monitor se apaga de golpe y la imagen de Dae que había en él desaparece. Snow se pone frente a la cámara diciendo que, sin duda, los rebeldes intentan evitar que todos conozcan la información que los incrimina, pero que la verdad y la justicia prevalecerán. La emisión se restablecerá cuando restauren la seguridad. Nos pregunta a Peeta y a mí si hay algo que tengamos que decir sobre Katniss Everdeen y Finnick Odair.

Les tiene miedo. Lo leo en su rostro. No sé qué ha sucedido en el tiempo que llevamos aquí, pero sé que ambos son peligrosos. Katniss es el Sinsajo. Ya la llamaban así antes del Vasallaje. ¿Qué habrá podido hacer ahora, en el 13? ¿Supondrá una amenaza auténtica para Snow? Quiero pensar que sí.

Luego está Finnick. Finnick, ingenioso como siempre, que pedía secretos como cobro por su compañía. Que debe saber mucho más de lo que Snow desearía. Que, tal vez, puede acabar con él únicamente compartiendo la mitad de la información que conoce. Claro que Finnick es peligroso, en manos del 13. Por eso, Snow va a acabar con ellos.

Es Peeta quien toma la palabra.

—Katniss..., ¿cómo crees que acabará esto? —dice, y se ve que le cuesta hablar—. ¿Qué quedará? Nadie está a salvo, ni en el Capitolio ni en los distritos.

La cámara me apunta directamente. Inspiro con fuerza. Sé que lo que voy a hacer podría costarme la vida. Pero la vida que llevo como prisionera del Capitolio tampoco es una vida. Miro a los ojos a Snow y sé que sabe lo que pienso hacer, lo veo en sus ojos. Abre la boca para frenarme, pero miro directamente a la cámara que hay frente a mí.

—Finnick..., Finnick..., Finn, yo... —susurro, pero algo me impide hablar. Jadeo, como si me faltara el aire. No sé qué es, pero no puedo seguir. Necesito la ayuda de Peeta. Se la pido tomándole de la mano.

—Katniss. Tú... en el 13... —A él también le castigarán. Está tan aterrado como yo. Pero habla igualmente—. ¡Mañana estarás muerta!

Tiro la cámara cuando un agente nos derriba a Peeta y a mí. Chillo de dolor. Me golpeo contra el suelo con fuerza y siento la sangre en mi boca. Escupo, repugnada ante su sabor metálico. Alguien me inmoviliza y vuelvo a gritar. Todo me da vueltas. No soy capaz de reconocer a nadie de quienes me rodean. No veo a Peeta. No veo a Snow.

—¡Finnick! —chillo, desesperada. Quiero que me escuche. Quiero que sepa que pienso en él. Quiero que sobreviva—. ¡Finnick, tienes que...!

Me propinan una patada en la boca que me hace callar. Escupo más sangre. Unos brazos me levantan y me dejo arrastrar lejos del plató, preguntándome qué me espera ahora. Puede que intenten una nueva tortura. Advierto que he perdido la peluca en algún momento. Mi vestido debe estar manchado de sangre, puede que roto. Deseo que lo hayan grabado. Deseo que Snow esté muerto, aunque no dudo que pronto seré yo la que pida eso para mí misma.

—No eres más que un quebradero de cabeza, ¿sabes?

Y, de pronto, está ahí, caminando junto al agente que me lleva en brazos. Pese al caos que se ha desatado en el plató, parece hacer salido indemne. Se alisa la chaqueta con tranquilidad.

—Usted... Usted... —balbuceo con dificultad, en parte por el dolor que siento al hablar, en parte porque ni siquiera sé qué decir. Snow suspira. Una jeringuilla se introduce en mi brazo. Ni siquiera sé qué me inyectan. La mujer de bata blanca se marcha al instante, dejándome contemplando fijamente el punto en el que me ha pinchado. A saber qué suero será en esta ocasión, porque me queda claro que no es un sedante.

—Tan decidida a salvar a Finnick Odair como siempre, ¿no?

Se me escapa una carcajada, pese a que no sé cómo soy capaz de reír.

—Ya dije en la arena que me sacrificaría con tal de que él saliera con vida de ella. Seguiría haciéndolo ahora. No es como si el trato que he recibido aquí me hiciera desear mantenerme con vida, después de todo. —Añado, simplemente porque necesito hacerlo—: Es usted repugnante.

Snow rio incluso con más fuerza que yo.

—Fascinante. Mi Noena me dijo en una ocasión algo así, ¿sabes? Me miraba de un modo parecido al que tú haces ahora.

—¿Y qué hizo? —jadeo. Sus ojos de serpiente se entrecierran—. ¿Qué le hizo a Noena?

—No la maté. Grave error —admite, con tal calma que me hiela la sangre—. Debería haberlo hecho y vivir simplemente con la memoria que tuve de ella hasta el momento. Pero no lo hice y ella huyó de mí. Se marchó al 11, formó una familia. Me dijeron que fue feliz. Y eso me llevó hasta ti. —Su macabra sonrisa me da escalofríos. Ahora entiendo por qué le recuerdo tanto a Noena—. Tuvo una hija que terminó enamorándose de un vencedor. Un grave error, pero esta vez no era mío. Y luego...

Es un enfermo. Lo tengo claro. Siempre he sabido que Snow era cruel, pero nunca llegué a pensar que estuviera también loco. Porque debe estarlo, sin duda. Odio el modo en que me mira. Me da náuseas.

—Está enfermo —suelto, sin importarme las consecuencias. No pueden ser peores que las que habrá por lo sucedido en el plató—. No es más que un loco y enfermo. ¿Cómo una persona llega a convertirse en un ser tan despreciable?

Su satisfacción me confirma lo que acabo de decir. Snow perdió la cabeza hace mucho. Quién sabe si fue con Noena. Siento un escalofrío cuando el agente, que ha permanecido en silencio todo el camino en silencio, se introduce en un ascensor conmigo y Snow. Las puertas se cierran.

El disparo me hace chillar. Caigo al suelo, junto con el cadáver de aquel hombre al que Snow acaba de volarle los sesos. La bilis me sube por la garganta, pero soy capaz de apartarle y ponerme a gatas antes de vomitar sobre el suelo. He visto muertes repugnantes en la arena y decenas de ejecuciones en el 11. Pero nunca he vivido algo así tan de cerca. Me mancho el vestido lleno de sangre, así como el uniforme blanco del fallecido agente y los zapatos de Snow. Éste se guarda el arma con tranquilidad.

—¿P-p-por qu...? —No me siento capaz de hablar. Tomo aire con dificultad. Él posa su mirada impasible en mí.

—No es prudente que se sepa nada de Noena —explica con calma, al tiempo que me toma del brazo y me hace ponerme en pie. Mi bíceps, por donde me sujeta, está manchado de sangre. Probablemente, todo en mi lo esté. Me siento sucia como pocas veces antes—. Así lleva sucediendo años.

—U-usted no t-ten...

—Ya no importa, Leilani. Está muerto. —Siento deseos de vomitar de nuevo. Deseo poder hacerlo sobre él. Será tan repugnante en el exterior como resulta ser por dentro—. Nada de lo que digas o hagas cambiará eso. Del mismo modo en que el numerito que Peeta Mellark y tú habéis formado en televisión no impedirá que ataquemos el 13.

—Pero no morirán —respondo, tratando de estar segura de ello—. No podrás matarlos, de modo que has perdido esta vez. Ni Katniss ni Finnick morirán, nadie de los demás lo hará.

—No necesito que estén muertos para que no me supongan una molestia, Leilani, aunque parece que aún no lo comprendas —me dice Snow, despectivo. Me arrastra fuera del ascensor en cuanto las puertas se abren, dejando atrás el cadáver del agente—. ¿Por qué, si no, aún os tengo aquí al señor Mellark y a ti aquí? Me seréis especialmente útiles ahora, después de lo que acabáis de organizar en directo. Apuesto a que tanto la señorita Everdeen como el señor Odair estarán volviéndose locos tratando de descubrir lo que ha sucedido con vosotros.

—No lo entiendo.

—¿Qué no entiendes, Leilani? —pregunta el presidente, como si yo fuera una niña pequeña y él mi maestro. Imaginarme en aquella situación me produce aún más repulsión.

—¿Qué motivación tiene para esto, más allá del poder? ¿Por qué someter a toda una nación a este sufrimiento, asesinar a tantos niños? ¿Por qué?

Me dirige una mirada larga. Aguardo. Pero él no responde. Es entonces cuando advierto que estamos en la planta del Distrito 4. Y comprendo lo que hago aquí.

—Date una ducha, Leilani —me ordena.

Tomo aire lentamente.

—No, por favor —susurro, sin fuerzas para resistirme. Solo para rogar. Solo Snow me humilla hasta tal punto. Jamás antes me había sentido tan diminuta como en los últimos tiempos en el Capitolio.

—Haz lo que se te ordena, Leilani.

Agacho la cabeza. Siento deseos de llorar, pero me trago mis lágrimas.

—¿No debería vigilar el ataque al 13 en lugar de estar aquí, conmigo?

—Las órdenes están dadas. Ya se ha dado inicio. Solo queda esperar.

—Sabe que no los matará.

—No, pero los debilitaré, con suerte. Ya tengo un regalo para la señorita Everdeen y otro para el señor Odair preparado para después.

Su tono acaramelado no me gusta. Trago saliva.

—¿Qué son? —Quiero saberlo, pese a temer la respuesta.

Los ojos de serpiente de Snow se entrecierran. Se toma unos segundos para decidir si hacérmelo saber o no. Finalmente, inclina una sola vez la cabeza.

—He enviado una maravillosas rosas de mi invernadero personal a la señorita Everdeen. Se siente tan unida a ellas como tú misma, Leilani.

Las tripas se me revuelven. No solo es repugnante, también es perverso. Ya lo sabía, pero aún así. Va a hacer lo imposible por debilitar a Katniss, como está haciendo conmigo. Pero ella no es prescindible, si mis suposiciones están en lo correcto. Todo esto, la rebelión, el 13, inició con el Sinsajo. La necesitan. Si Snow puede con ella, si Peeta y aquellas rosas suponen demasiado para la del 12...

—¿Y para Finnick? —pregunto, con labios temblorosos. La sonrisa de Snow se amplía.

—Una cinta de vídeo para que tenga por seguro que estás bien.

Pero hay algo detrás de eso. Lo tengo claro. ¿Qué vídeo habrá podido enviar? ¿Una de mis torturas? ¿Yo gritando en mi habitación, llorando, pidiendo que me mataran? ¿O...?

Lo sé por el modo en el sonríe, por como sus dedos se aprietan en torno a mi brazo. Ha enviado una grabación de lo que sucede cuando me trae a la planta del Distrito 4. Mi respiración se vuelve irregular. No sabía que lo grababa. Debería haber supuesto que sí. La idea me da ganas de gritar y llorar. Pero eso no es lo peor.

Lo peor es que Finnick va a ver eso.

—Es usted repugnante —digo, con voz temblorosa. Hago lo posible por contener los sollozos. Snow sonríe.

—Ve a ducharte, Leilani.

Mi escasa voluntad ya no puede seguir combatiendo al suero. Mis piernas me levantan y, lentamente, me dirijo al baño.












feliz nochebuena y navidad a quien lo celebre!!! siento estar diciéndolo con este capítulo 🥲 juro que de este acto no queda nada (2 caps más de hecho), luego tendremos a una leilani más feliz

ale.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro