Capítulo 17

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Patrick Freedman un coleccionista de armas de primera categoría.

Callie Morgan, la primera en cargar su propia muerte.

—Callie, ¿estás ahí?

Chris preguntó al mismo tiempo en el cual tocaba la puerta un tanto preocupado. John no se separó de la madera, es más, se apegó más a ella con un rostro retador.

—¿Callie? ¿Por qué cerraste con llave? ¿Estás bien?

Me acerqué hacia la puerta para girar de la manilla, pero él bajó mi brazo en un gesto repentino. Con un ceño enojado traté de correrlo, sin embargo, más se aferraba a no querer abrirle la puerta a su hermano. En pocas palabras, comenzamos una disputa y un forcejeo infantil.

—¡Quítate!

Todo eso terminó con él sujetándome de las muñecas.

Me retó con la mirada.

Y yo hice lo mismo.

—Joder, ya —bufó en voz baja. Me soltó y abrió la puerta, aburrido.

—Tenemos un problema. —Chris entró a la oficina y cerró la puerta rápidamente.

—¿Qué pasó ahora? —pregunté, ya con lástima.

—Vamos directo al grano. —Se impacientó John de manos en los bolsillos—: Apuesto a que Deni viene directo a nosotros, ¿no?

—¡¿VIENE HASTA ACÁ?! Oh, dios... ¡Nos va a matar a todos! —grité—. ¡DEBEMOS IRNOS!... ¡PERO DEL PAÍS!

—Joder, ¿quieres calmarte? —exclamó John.

—¡CÓMO QUIERES QUE ME CALME! ¡OH, DIOS MIO!

—Aún no estoy seguro... Solo me envió un emoji de un auto y un cuchillo...

—Mira, Chrispy —retomó John de la manera más calmada posible—, podría aceptarte que robes las armas para después venderlas, pero si malgastas el dinero yo mismo te saco de la banda, de seguro y no lo dudaré un puto segundo.

—¿Crees que puedes darme órdenes?

—Sí.

—¡Estamos en un puto problema, John! ¡Saldremos todos muertos si no lo resolvemos! Te recuerdo que en la banda no hay líderes. No te creas uno.

—¡No me lo creo, lo soy!

—Joder, podrías bajarle a tu complejo de superioridad y afrontar esto, al menos.

—Mira, no sé qué clase de jueguito tienes, pero si no hubiera estado yo, probablemente la banda se mandaría al carajo. De nada, imbécil.

Chris lo empujó.

Y John se lo devolvió.

Y Chris lo volvió a empujar, haciendo que la espalda de John retumbara en una estantería llena de libros. Se Anuncia un Asesinato de Agatha Christie, cayó hacia el suelo.

Y así John volvió a empujarlo con más fuerza, arrojando a su hermano al suelo. Chris se paró rápidamente con un cabello arremolinado y una corbata por el hombro.

Yo solo alternaba la vista en ambos y ya estaba comenzando a marearme.

—¿Es que no entiendes? ¡Deni está cobrando el dinero que le pedimos prestado! —continuaba empujándolo—. ¡Vender estas malditas armas son la única solución para que no nos corten la yugular a ambos! Me dio un plazo de esta noche para devolverles el dinero, si no lo hacemos, ¡nos va a meter las deudas por el culo!

Fuck... —gruñó John con un tono de voz que parecía no tener solución—. Podríamos vender la montaña de hierba que tienes en tu habitación, a ver si así dejas de malgastar el dinero de la maldita banda, ¿eh?

Voló otro empujón.

Para ser sincera, no quería jugar a creerme la chica que pararía una pelea de dos músicos altos y atractivos. Estaba ocupada rezando todo lo que no recé en diez años.

De un momento a otro, el teléfono de Chris sonó y él contestó en altavoz mirando a John con un rostro asesino. Se remojó los labios y resopló:

—Dime, Alex.

—¿Por qué Deni está acá en la fiesta?

Oh, Son of a biscuit eater... —regañó John marcando el mismo acento que su hermano—. Pensaba una muerte más entretenida, pero moriré con ustedes. Pero bueno, ni modo. Dame un beso de despedida.

John me tomó del cuello delicadamente.

—¡John!

—Lo siento, me prende el peligro. —Me guiñó el ojo, listo para fastidiarme.

—¡Deja ya de hacer bromas!

Chris rodó los ojos.

—Sigo acá en el teléfono...

—Alex, que no te vea. Ven hasta la oficina. Necesitamos armar un plan.

(**)

Creo que esta parte de la historia es algo irónica y fácil de explicar. Cuando fuimos con Chris hacia el sótano, distinguí una estantería pegada a la muralla de madera que cargaba múltiples armas de todo tipo. Escruté todas esas cabezas de venados acopladas en la pared como sinónimo de triunfo. Además de eso, conservaba pieles de animales y poseía punteros de infrarrojo para moldar una puntería perfecta y letal.

Noté un deje de incomodidad en el rostro de Chris cuando me vio observar el lugar. Se notaba inquieto, como yo. La verdad es que nadie está preparado para ver los fetiches de un cazador furtivo con dinero y muy poca moral. Menos cuando esa persona es tu papá. Comprendía su inquietud.

Chris se quedó un momento dubitativo; después comenzó a acercarse a la armería con cierto preámbulo. Comenzó a buscar algún arma que pudiera valer algo del dinero que intentábamos compensar en ese entonces.

—Rápido, silly boy... —exclamó John en el altavoz del celular—. Lo estoy viendo por la ventana. Nos está buscando. Escoge rápido.

Comencé a desesperarme. Por el teléfono había comenzado a surgir una pelea interminable que estaba llena de alegatos y desacuerdos entre ambos hermanos. Esos hombres ya estaban cerca y la disputa no finalizaba. Verborreicos y enfadados, no hacían más que dificultar las cosas. Quizá yo podía... ¿hacer algo?

—Yo iré a entregarle el arma. Él no me conoce, no me hará daño.

—¿Qué? ¡Claro que no! —objetó Alex con preocupación.

—Pero... ¿De casualidad tu idiotez es espontánea o estás entrenada? —escupió John, sin vacilación.

—Es una pésima idea, Callie —añadió Chris, regalándome una mirada difícil de interpretar—. Ellos son peligrosos, traficantes; no le hablan a cualquier persona ni tampoco hacen trato con alguien que no conocen. Te interrogarán y te identificarán...

Al oír sus respuestas, comencé a pensar que realmente era demasiado impulsiva. Nada me importaba, si me nacía hacer algo, simplemente lo hacía.

—¿Tienen alguna idea mejor?

Al notar el fúnebre silencio de todos, incluido Chris que solo se resignaba a rascarse la nuca con malogro, me aseguré en convencerlos de que yo lo haría, sí, yo cargaría esa arma; el arma que Chris desplazaría hacia mis manos de manera ralentizada.

Una Glock 17.

Sí, el arma que cargó la persona que me mató aquella noche.

Relámpagos, lágrimas y destellos bañados en sangre.

Bien, esta parte se resume en que guardé el arma en mi bolso y me fui de mano de un audífono sobre mi oreja hacia el patio. Sentía los murmullos y peleas de los hermanos mientras que yo solo intentaba caminar normal, como un día normal, en un matrimonio normal (ya que si me ponía a pensar que estaba en la boda de un alcohólico misógino con hijos drogadictos y que yo estaba cargando un arma que se la entregaría a un narcotraficante, probablemente mis piernas se hubieran doblado con cada paso que daba).

—A tu derecha y ve con cuidado —susurró Alex.

Yo sabía que me estaban mirando desde la ventana los tres, por si me pasaba algo.

Entonces lo vi. Estaba sentado en una silla de mimbre, de piernas cruzadas y con un celular en uno de sus oídos. El tipo era reacio, moreno, con una cabellera rasurada y pulcra. Tenía puestos unos lentes de sol bastante pequeños en su cabeza y que me resultaban intimidantes. Lucía como si hubiera salido de una reunión de sicariatos, básicamente.

—Acércate y dile que vienes por parte de los Freedman —comunicó Chris.

—Es obvio, ¿no? —ironizó John—. ¿De quién más va a ser? ¿De la Reina Elizabeth?

—Ya cállense los dos —susurró Alex—, que me ponen ansioso.

Me acerqué al sujeto tratando de parecer normal, pero tenía unas pequeñas vocecillas por el auricular que me desconcentraban y que no eran provenientes de mi mente.

—Hola —lo saludé y le sonreí.

Él se paró rápidamente, ceñudo.

—¿Quién eres?

—Soy... su hija. —Al ver su rostro fantasmal por mi broma, me limité a ser más clara—. Es... broma.

Joder, ponte seria.

Ojeé su gabardina castaña y aprecié unas pequeñas salpicaduras rojas.

Abrí la boca de la impresión.

—Pero... ¿qué mierda haces? —susurró John.

—¿Me estás tomando el pelo? —inquirió el tal Deni.

—Lo haría si usted tuviera pelo, señor.

¡Callie!

¿Qué? Es gracioso, ¿vale?

Sentí una risita en el auricular proveniente de Alex, pero rápidamente fue silenciada porque sentí un: ¡Auch!

—Estás encubriendo a los Freedman, ¿verdad?

Bien, ya había entrado en confianza. Durante unos segundos creí tener el control. ¿Qué más daba si ya estaba ahí? Había estado en situaciones peores.

—De hecho, sí —respondí tratando de sonar firme—. En nombre de ellos vengo a saldar sus deudas. Lo ideal es que no se monte un espectáculo en la casa de un reconocido político que podría meterlo en la cárcel, ¿no? —Me tomé una pausa para persuadirlo mejor—. ¿Qué pasa si en este momento le hago entrega de un arma que cuesta el doble de lo que mis intrépidos amigos le deben?

Se quedó pensando unos segundos con las cejas entornadas.

—¿Qué arma? —cuestionó interesado, pero distante.

—Una Glock 17.

Para mí sorpresa, él desplazó su gabardina hacia atrás, dejando al descubierto parte de un arma que se albergaba en su regazo. Usó ese sutil y modesto método para demostrarme que él tenía el control.

—¿Cómo sé que no me mientes?

—¿Quiere ver el arma? —cuestioné dando una mirada furtiva a mi alrededor, lo cual él siguió mi gesto algo desconfiado.

—No.

—Le aseguro que no le estoy mintiendo.

Le estreché el bolso y él la arrebató de mis manos de una manera algo agresiva. Me transmitió básicamente de todo con la rudeza de aquel semblante. Desde: "no te metas conmigo". A un: "prepárate para morir".

—Necesito dejarte algo en claro —se acercó y susurró en mi oído—: Si mientes no dudaré en dispararte con esta misma arma en la frente sin dudarlo un puto segundo. ¿Oíste? Porque te perseguiré hasta el último día de tu insignificante vida —advirtió colocando su mano en un auricular—. Vámonos chicos.

De manera sofocada, exhalé con severidad al verlo marcharse.

—Callie, ¿no? —oí a la madre de los Freedman y me sacó de mi ensimismamiento de inmediato—. ¿Estás bien? Te veo algo pálida. ¿Quieres un té?

—Hola... Eeeh... —Hice una pausa esperando a que me dijera su nombre.

—Clara, Clara Freedman.

—Un gusto nuevamente, Clara —sonreí, aún nerviosa—. Gracias por invitarme a esta fiesta. Es muy... acogedora.

—Hola, mamá. ¿Te buscaste a alguien nuevo para intimidar? —Apareció John tomándome sutilmente del hombro.

Al mirar por encima de este mismo, me percaté de que Chris y Alex también se habían aproximado. El rubio abrazó a la señora Freedman de la cintura, como un niño pequeño y se acurrucó en ella. Clara no se resistió a tal gesto, sino que comenzó a sobarle la cabellera.

—No la estoy intimidando, Johnny. Solo me pone contenta tenerte aquí y que tengas a una novia tan linda.

—¿Novia? —preguntamos con Chris al unísono.

Miré a John confundida y él respondió con una amplia sonrisa que decía entre susurros: «sígueme el juego y somos todos felices».

—Una disculpa Clara por lo que pasó ese día —lamenté a la misma vez que trataba de quitar su nervuda mano de mi hombro—. Le prometo que no volverá a suceder. No fue mi intención tener problemas con su esposo.

—¿Qué pasó ese día? —preguntó Chris confundido—. Está bien, ya me perdí.

—No, no te molestes —respondió Clara ignorando al pelinegro—. Mi esposo puede ser un poco agresivo a veces, pero no es así siempre.

—¡No se preocupe! Para que se quede tranquila, le quería comentar que desde que soy novia de Johnsito él ya no se desnuda por la carretera gritando como si se hubiera escapado de un psiquiátrico. Es un gran avance.

Él se atoró.

—Pero ¡qué graciosa! —exclamó él soltando una risa falsa y rodeando su brazo en mi cuello, presionando un poco—. ¿Ya le ves el sentido del humor? Es una genia! Pff... Desnudo por la carretera.... Adoro su imaginación.

Besé su cálida mejilla y él entornó los ojos.

Para la incertidumbre de todos, Patrick llegó a donde estábamos.

—¡Clara!, ¡te dije que vinieras para tomarnos las fotos! ¡Y ustedes también, joder! ¡No se queden ahí como pasmarotes! ¡Rápido! —gruñó tomando a Chris del brazo y jalándolo hacia él para que avanzara. Mamá lo siguió y yo avancé desde atrás junto con John.

—¿Qué se supone que haces? —susurré entre dientes.

—Mamá cree que estamos juntos. Le caes bien, relájate. —John colocó una mano en mi hombro para después centrarse en susurrarme al oído con cierta confidencialidad—. Solo finge que tienes algo conmigo.

Él había apretado con más fuerza mi hombro y su aliento resopló en mi oreja. Me dio una punzada tan fuerte en el vientre que parece que mi cara no pudo disimular.

—¿Quieres fingir esto? Está bien, seamos "novios". —lo recalqué y pellizqué su trasero.

John expresó un pequeño salto de sorpresa.

Me reí, pero al ver que todos los que iban adelante quedaron con el entrecejo confundido, John sonrió, apretó mi cuello con la mano que hace instantes estaba en mi hombro y me dio un fogoso y fugaz beso en la mejilla.

—Joder, te detesto —susurré rodando los ojos.

—No tienes ni puta idea que yo más a ti. Ahora sigue el juego.

...Y siguiendo la historia de Patrick, ya sabemos que era un famosísimo político involucrado nuevamente en campañas electorales. Así que apenas nos acercamos un poco más a la terraza, nos vimos acorralados frente a múltiples cámaras que centelleaban luces plateadas, las cuales querían a toda costa una foto de él y de su atractiva y mencionada familia. Los periodistas se aglutinaban como moscas merodeando un trozo de carne. Claro, que lo que yo no sabía era que ahí había una modesta chiquilla que había investigado cosas de mí desde que comencé mi camino como cantante. ¿De dónde sacaba información? Este... ¿cómo te explico?

¡Flash! ¡Sonríe!

Señor Freedman: ¿Acaso usted es un cazador furtivo de animales en peligro de extinción? ¿Afectará algo así en su campaña electoral?

Señor Freedman: ¿Nos puede hablar sobre sus planes a futuro?

El fulgor de las cámaras me estaban comenzando a fastidiar. Ya anticipaba que todos los periodistas se acercarían a nosotros y que los hijos de papi Patrick serían los perfectos blancos para destruir. Pero qué va, todo está ya lo suficientemente destruido en su familia, ¿no? 

Los reporteros se ubicaban frente a la alberca y los invitados de alto nivel posaban a centímetros de esta. Básicamente, toda mi gente a mi alrededor daba el toque preciso de la distinción; el toque que avisaba que los Freedman tenían poder e influencias por todos lados. Claro que, si nos colocamos a pensar, sus hijos ya le habían arruinado toda esa intachable reputación, ya que para ellos toda esa parafernalia resultaba ser banal e hipócrita. Desde que nuestra banda comenzó a surgir, sus votos decayeron.

Porque, en serio, ser padre de hijos del Rock and Roll no era bien visto entre grupos más conservadores.

Entonces comenzó la guerra de preguntas:

—¿A qué aspiran tus hijos a futuro, Patrick?

—La verdad es que John quiere ser un gran médico. De pequeño mostró su enorme fascinación por la ciencia. De seguro que cumplirá todas sus metas. Siempre tendrá mi apoyo. Chris es lo contrario, ama defender al resto, odia las injusticias sociales y es soñador. Siempre ha aspirado a ser un gran abogado.

Los únicos sueños que aspiraba Chris ingresaban por su nariz. Ups.

—¿Es verdad John lo que dice tu padre? ¿Qué campo de la medicina es la que más te gusta?

—Oh, esa es una pregunta muy interesante porque nunca suelo responderla. Siguiente.

—Chris, ¿cómo te ves dentro de diez años?

—Muerto.

—¿Esa es tu novia, John? ¿La chica de la banda?

—¿Acaso no es encantadora?

—Alex, ¿tú no tienes novia?

—No. Nadie me soporta.

Y después llegaron otras preguntas como:

—¿Qué se siente que su padre los apoye constantemente?

—¿Cuánto a influido Patrick en los sueños de sus hijos?

—¡Clara se ve una mujer muy feliz! ¿Cómo ha sido para ti ser la esposa de este maravilloso hombre?

Resoplé y me froté los ojos de tantas luces. Fue en aquel entonces cuando una alta y cautivadora periodista se fijó en mí. Por su rostro lleno de malicia supe que iba con su segunda. Existía algo en ella que me hacía querer arrancar; había ese detalle que la distinguía de los demás, que la hacía resaltar como abeja reina. Tenía miedo cuando tales palabras salieron de su boca:

—Callie Morgan, ¿no? ¿Qué piensa esta familia sobre tu problema con las drogas? ¿entrarás a rehabilitación algún día? Es más: ¿Cómo maneja la banda tu complicada situación?

Entonces mi corazón comenzó a avisarme que estaba en peligro, que había alguien malo a mi alrededor..., que existía la posibilidad de que yo estaba confiando demasiado rápido en las personas que me rodeaban.

¿Cómo se enteró que yo tenía esa clase de problema?

Había alguien que sabía, pero me costaba creerlo.

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