Capítulo 18

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¿TODO LO QUE TUVE QUE PA$AR FUE POR DINERO?

Mientras estuve viva, sí.

Pero la fatídica noche de mi muerte..., no. 

Me quedé mirando a la periodista durante unos eternos segundos a la vez que mis manos se helaron como una cubeta de hielo. Percibí en aquel entonces que todo el mundo me observaba en silencio, como si fuera una vil y sucia criminal. Los destellos violentos de las cámaras me golpeaban con brusquedad y yo no hacía nada más que quedarme en blanco sin saber qué hacer. Me sentí tan vulnerada que un nudo se formó en mi garganta y presionó mi pecho con angustia. El tema de las drogas siempre me hizo sentir como si fuera una imbécil.

Vertiginosamente, los hermanos lograron salvarme de mi encierro. John me cubrió con su espalda y Chris apartó a la muchacha. Patrick, por otro lado, me miró de reojo y siguió respondiendo las demás preguntas.

—Deja de ser malintencionada, Leah —se pronunció Chris tratando de tapar la cámara. El señor Freedman no podía contestar tranquilo sabiendo que había un pequeño desorden por nuestro lado.

—¿Es verdad eso, Callie? ¿Tienes problemas con las drogas? —preguntó Clara, preocupada.

—Leah, créeme que aguantar tus estupideces no está en mis planes de hoy —añadió John en un intento por alejar al camarógrafo.

Por más que traté de reprimir el llanto, una lágrima martirizada se escurrió por mis mejillas.

Chris colocó una mano en mi espalda y me alejó de toda esa gente para llevarme hacia un lugar aislado y cubierto de azaleas azules. John, por otro lado, trató de hablar con ella, aunque más que dialogar, hacía gestos irónicos y molestos chasqueando la lengua, desafiándola. Gesticulaba absurdez en casi todo lo que ella decía.

Por mi parte, no paraba de temblar. ¿De dónde había sacado esa información? Creo que daba igual al fin y al cabo, porque ya me habían humillado lo suficiente.

—¿Cómo es que...? —traté de preguntar, acongojada—. ¿Cómo lo sabe? ¡¿Quién es ella?!

—Ella es Leah, ha sido seguidora de la banda desde su época universitaria. Ahora que está titulada, siempre busca hacernos entrevistas y todo ese tipo de cosas. No le hagas caso, es un poquito obsesiva —explicó—. De hecho, tiene mucho dinero, tanto así que le pagó a alguien para sacar información de nosotros una vez.

—Joder... ¡¿Quién le contó?! —inhalé tratando de que mi pecho no se sintiera como un alfiler rozando un globo. Sentía que me estaba ahogando bruscamente, pero trataba de fingirlo tensando la mandíbula y colocando rígidos mis labios.

—Entonces... lo que dijo, ¿es verdad?

Asentí y me eché a llorar.

—Si lo supo es porque alguien le dijo, ¿no? Me resulta algo extraño. Pero, ¿desde cuándo tú...?

—¿Acaso importa? —rebatí, sollozante—. ¡Solo sé que tengo mucha vergüenza!

Cubrí mi rostro con mis manos y traté de calmarme, pero no pude. Me avergonzaba admitir ese problema. 

Percibí cómo Chris tomaba de mi cabello y deslizaba su mano hacia abajo, lenta y delicadamente. 

—Perdón, perdón —exhalé, tratando de que no se resbalara ninguna otra lágrima de mis ojos—. Necesito..., solo necesito alejarme de aquí.

—Hey, no... —se pronunció con una voz suave— Espera.

Chris tomó de mi muñeca, me atrajo hacia él y me abrazó.

Continué el llanto irreprimible, pero ahora sobre su cuerpo. Puedo comentarles que fue un momento tan genuino y cálido que era de esperarse que no tendría intenciones de dejar de llorar. Sus brazos reposaban en mis hombros y su barbilla en mi cabello. Fue increíblemente reconfortante saber que alguien te entendía, que podía leer tu mente, que podía saber lo que te estaba pasando. No había sentido un abrazo tan significativo desde que mi padre murió; después de eso, solo sentí soledad, vacío y una agonía que me terminaba consumiendo lentamente, como lo estaban haciendo conmigo las drogas. Tal vez solo me hacía falta una muestra de cariño. 

Por otro lado, no hacía falta ser un genio para darse cuenta de que Chris también tenía mi mismo problema y que estaba día tras día tratando de superarlo. Solo una persona completamente rota por ese motivo, conoce a otra igual de rota.

Crash...

—Joder... Creo que en estos momentos necesito un maldito consejo —traté de anegarme al llanto para expresarlo en una pequeña risita patética.

—¿Quieres un consejo?  No me lo pidas a mí. Yo estoy vivo de milagro.

Con los ojos aguados me separé automáticamente de él para mirarlo y así esbozar una sonrisita un poco más aliviada. Limpié mis pómulos con la manga de mi chaqueta y me alegré que pudiera haberme hecho sentir mejor.

Inhalé de manera un poco superficial y traté de calmarme.

—Está bien, está bien... Quizá pueda darte un consejo después de todo.

—¿Ah, sí? ¿Cuál?

—Que no te cierres a la posibilidad de ser tú misma. Eres mucho más de lo que ella dijo. Busca quién eres. Juega un día a ser invisible.

—¿Qué? ¿Y cómo se supone que se hace eso? —sonreí, tratando de entenderlo.

—Simplemente haz lo que quieras hacer como si nadie existiera. —Se encogió de hombros, tranquilo—. En verdad, todos somos invisibles de cierta manera.

—Entonces... ¿Qué me sugieres hacer?

(**)

Grave error. 

Después de esa reflexión tan filosóficamente fuera de lo común, comenzamos a cantar las canciones más grotescas de los Sex Pistols a todo volumen, ebrios, disfrutando de mucha hierba..., y en su habitación.

¡Dios salve a la reina!,
ella no es un ser humano,
¡y no hay futuro
en los sueños de Inglaterra!

Me encontraba saltando arriba de su cama mientras que él reposaba en el suelo tocando con una guitarra eléctrica desconectada del amplificador. Estaba despeinado y poseía un cigarrillo sin prender sobre sus labios.

—¡Rotten es un maldito genio! —grité—. ¡No se le entiende nada, pero tiene estilo!

—Cuando no hay futuro, ¡¿cómo puede haber pecado?! 

—¡Estás cantando horrible!

—¡Gracias!

—¿Sabes qué? Beberé en este momento por Sid y Nancy —ingerí la cerveza—. Por su trágica historia de amor.

—Pero Sid mató a Nancy... —contestó. Afirmó sus codos en la alfombra y se quedó dubitativo, con el cabello hecho un desastre.

—Lo hizo por amor, dicen.

—Joder, qué trágico final. —Pensó con un pequeño mohín de confirmación para luego tumbarse nuevamente en el suelo y fingir tocar la guitarra. El largo de su camisa blanca ya se había salido completamente de su pantalón.

—Aunque... —hice nuevamente hincapié en el tema— Dicen que, al fin y al cabo, Sid no la mató. ¿Quién habrá sido el asesino de Nancy?

—Sigo creyendo que fue Sid. Ya sabes... Quizá se colocaron a jugar con un cuchillo y él terminó por clavárselo sin darse cuenta. Estaban siempre colgados.

—Pero Nancy se fue a morir al baño y le quedaba la puerta más cerca como para pedir ayuda...

—Sí, pero estamos hablando de Nancy. Casi nunca estaba lúcida.

Me encogí de hombros e hice una mueca de aprobación. Era un gran punto.

Ella casi nunca estaba lúcida.

Yo tampoco lo estaba esa noche.

—¡Chris, abre la puerta!... ¡Y DE INMEDIATO! —bramó Patrick.

—Joder...  ¡YA VOY! ¡YA VOY! —exclamó tratando de guardar todas las latas de cerveza debajo de su recamara y abriendo la ventana para que saliera el olor a hierba.

Me bajé de la cama y me caí.

—Joder, Callie —rió de vuelta mientras me ayudaba a colocarme de pie.

—¡ABRAN- LA - PUERTA- AHORA!

—¡QUE YA VOY!

Logré estabilizarme y Chris se dignó a arreglarse la corbata y el cabello. Se miró al espejo y se frotó la cara. Quizá en su momento de locura creyó que los ojos rojos se le irían como una pluma en un día de viento. No señores. Lucía desorbitado. 

—¿Pasó algo? —cuestionó en el momento en el cual abrió la puerta.

Patrick no dudó ni un segundo en pasar como si fuera su territorio. Estaba furioso. Desenchufó el parlante que estaba al lado del desgobernado escritorio y le vi tropezar con unos cables.

—Abajo. Ahora.

—¡A la orden, señor! —burlé, haciendo un saludo militar. Chris me siguió el juego y comenzó a caminar como uno.

—Si ustedes hacen algo que me enfade, me van a encontrar, así que, por su bien, muéstrense decentes cuando lleguemos al salón. —Me miró—. Y tú no debiste haber venido, mocosa intrépida.

—Oye, no le hables así —regañó Chris—. Callie es parte de la banda y es genial. 

—Muy genial la chica que te anda metiendo en problemas... —ironizó para después girarse y dirigirse por el pasillo. Nos vimos obligados a seguirlo.

Con risotadas sin sentido nos desplazamos hasta llegar al salón de baile, donde habían mesas redondas por doquier, juegos de loza que costaban un ojo de la cara y cortinillas color crema que eran amarradas con borlas de oro. Era una decoración al más puro estilo del renacimiento. Anticuado y oscuro, el secreto perfecto para describir el carácter perturbado de Patrick.

Dentro de ese lugar y algo arrinconado, se encontraba John conversando, al parecer, con unos amigos. Estaba vestido de la misma manera que antes. Una de sus manos estaba en el bolsillo de su pantalón negro y la otra sostenía un vaso de plástico rojo. Apenas llegamos, agudizó la vista hacia nosotros. Sus ojos penetrantes analizaron la situación, observaron con cautela qué era lo que sucedía. Prontamente resopló y solo se limitó a agachar la cabeza al vernos. Comenzó a pellizcarse internamente su labio inferior con cierto recelo. O también percibí un deje de decepción.

Ya no habían periodistas. La fiesta comenzó a volverse más privada y polémica también.

—Atención, atención a todos aquí —vociferó Patrick arriba del escenario junto a Clara. Daba unos pequeños golpes al micrófono para lograr un buen sonido—. Como todos saben, mi querida esposa y yo estamos celebrando nuevamente por nuestra impecable campaña política. Por lo que los invito a cada uno de ustedes a disfrutar de este magnífico cóctel y, por supuesto, el que quiera bailar junto a nosotros, que lo haga.

Todos aplaudieron con sonrisas alegres y románticas. De seguro no tenían idea del trato de él hacia su mujer. Si tan solo se enteraran... ¿Cómo bajarían sus votos? 

Me quedé pensando en algo... 

Pero comenzó a sonar: Thinking Out Loud de Ed Sheeran.

—Callie... —me habló Chris rascándose la nuca con cierta timidez.

—¿Dime?

—¿Tú... bailarías conmigo?

Él lo preguntó de una manera tan respetuosa y sublime que me hizo sonreír y acercar automáticamente mi cuerpo hacia él.

Cuando comenzamos a bailar, su mano giró mi cuerpo y tomó mi cintura. Nuestras sonrisas se expandieron de oreja a oreja y nuestros pasos se marcaban al mismo ritmo, conectándose entre sí. 

No recuerdo exactamente cuantas copas de champaña bebimos mientras los garzones pasaban con las bandejas plateadas, así que estábamos lo suficientemente ebrios bailando el vals. Por un momento cerré los ojos cuando reposé mi rostro en su hombro. Su semblante se acercó aún más a mí y su mano que estaba en mi cintura subió un poco hasta mi espalda, acorralándola suavemente.

Admito que fue algo reconfortante para los dos y no supe si él lo sentía de la misma manera. Para ser clara, era confuso, pero genuino. Aun así, y en ese preciso momento, lo vi como un amigo que necesitaba. ¿Acaso Chris también lo veía de esa forma?

¿Posiblemente aquella sonrisa blanca marfil y esa encantadora personalidad tuvo repercusión aquella noche?

—¿Interrumpo algo? —nos sorprendió Javiera carraspeando su garganta y regalándonos una sonrisa cerrada, pero juguetona. 

¿Eran celos? Me acordé de que estaba enamorada de él. 

—¿Javiera? Creí que no vendrías... —supuso Chris mientras dimos un paso atrás para despegarnos—. ¿Cómo te fue en la academia de artes?

—¡Quedé! —gritó abrazándolo—. ¡Dios, estoy tan feliz que... aaaah! ¡Me han aceptado al fin! ¡Es que yo sabía que mercurio retrógrado no me las iba a ganar!

Ella daba unos pequeños saltitos mientras rodeaba el cuello del pelinegro. Segundos después dirigió la vista hacia mí y me abrazó, comentando lo contenta que se sentía por haber ingresado a esa universidad. A la universidad donde tiempo después me enteraría que había alguien clave para entender lo que me pasaba.

Era como si todo estuviera conectado. 

—Oye, Callie... ¿Te molesta si me lo robo un poco? —Me hizo un gesto de esos que se hacen las amigas para poder ligar. 

—No, no —titubeé—. Los... los dejo bailar. Diviértanse, ¿sí? 

Chris me regaló una pequeña sonrisa y se despeinó su cabello. Me limité a no mirar para atrás y a dirigirme hasta uno de los taburetes del bar. Quería vino o lo que fuera para emborracharme. 

—Yo te hubiera invitado a bailar, pero lo encuentro patético —confesó John afirmando sus codos en el mesón.

Contraje el rostro. ¿Él a mí? 

—De todas maneras, no tengo intenciones de seguir en esa pista —le hice saber alzando la mano para que me trajeran una copa de vino—. Me duele la cabeza.

—¿Ah, sí? ¿Por qué te duele la cabeza, Callie? —Ladeó su cuerpo hacia mí, acercándose un poco para que lo escuchara mejor—. ¿Porque hiciste el ridículo con mi hermano para hacer enfadar a mi padre?

—¿Pero por qué carajos te importa tanto él? 

—Problema mío, ¿no? —Tras mirarme durante unos segundos con su rostro rígido y consumido por cierta cólera, continuó expresándose—. Además, estamos fingiendo ser novios y bailas con Chris. 

Lo dijo como si estuviera cómicamente molesto. 

—¿Estás celoso? 

—Define celos. 

—Escucha, no voy a perder el tiempo en esta conversación absurda, ¿eh? 

 —¡Es que solo provocas que mi padre se enfurezca! ¿Tienes una jodida idea de lo que eso significa? 

—¡No me importa tu padre, John! ¡No me importa si defiendes a un sujeto que golpea a su mujer y después le sonríe al mundo como si nada! —susurré. 

—Estás siendo jodidamente injusta. No sabes por lo que nosotros pasamos. 

—Me da igual.

Sin siquiera pensarlo, se separó del mesón y pasó por mi lado para después marcharse. Lo seguí con la vista. ¿Era esa acaso una advertencia? Lo haya sido o no, me dio la impresión de que meterse con los Freedman implicaba mucho más que los atractivos y misteriosos hermanos.

Volví a centrar mi mirada al escenario y pasó lo que más temí, lo que más me erizó la piel en años: Patrick Freedman.

Su mano deslizándose por su cuello como si fuera un cuchillo.

Era un vil gesto de que me cortaría la cabeza.



DICEN QUE LA MAYORÍA DE LOS CRÍMENES SON DE ORIGEN PASIONAL.

¿ALGUIEN NO PUDO MANEJAR SU DESESPERACIÓN AQUELLA NOCHE?

Parque astronómico.

Detective Gastrell y Sofia Rymer.

—Bueno, el vino a las tres... hasta acá. Estuvo tirado en el pasto un buen rato, hasta que después se marchó. Espere, creo que tengo por aquí un boleto: 3:45 llegó hasta acá el señor Freedman. Si quiere puedo enseñarle las cámaras.

—Por favor. 

—¿Venía muy seguido John hasta acá? —inquirió Gastrell.

—Sí, venía bien seguido con la muchacha. Se querían mucho. Lástima lo que sucedió.

—¿Con la muchacha?

—Sí, con la chica que falleció. De hecho, estaban tan enamorados que un día que había mucha gente, John le compró los boletos a cada uno de ellos para quedarse a solas con ella. Eran bastante locos la verdad... Bueno, como todos los enamorados. Disfrutaba mucho viéndolos a ambos como se querían. Me hacía recordar a mi esposa. Ay, que en paz descanse.

—Así que muy enamorados, ¿eh?

—No creo que John haya asesinado a esa muchachita.

—Salvo que él la haya encontrado con su hermano aquella noche —pensé y miré a Gastrell asintiendo con mi rostro—. Gracias por la cooperación, Mr. Hamlet.

Nos fuimos completamente derrotados desde el parque astronómico. John y Callie fueron, según el guardia, amantes. No dudaría en pensar que bajo un ambiente de drogas e inestabilidad mental podía resultar en un fatal desenlace.

¿O había otro motivo?

—¡Mi practicante favorita! —comentó Gastrell pasándome una tazón con chocolate caliente—. Antes de crear la escena del crimen en tu cabecilla tienes que saber dos cosas: debemos entrevistar a alguien y luego ir a inspeccionar su casa. Pero primero, prepárate, porque la persona que viene no es una chiquilla muy fácil de tratar.

Entrevista a Meredith Koch. 

—No hablaré sin un abogado.

—Meredith, colabora. Todos sabíamos que ustedes nunca se llevaron bien.

Ella exhaló con cierto nerviosismo.

—Esa noche, en el QueenRoll, Callie estaba fuera de control. Comenzó a espetarme un par de cosas e iniciamos una pelea.

—Alex Brown te vio salir a la calle. ¿Estabas dispuesta a seguirla?

—Sí, lo estaba.

—¿Por qué? 

—La detestaba. 

—Descríbeme lo que pasó esa noche, Meredith.

—Bueno, llegamos a medianoche, nuestra banda y los Feedback a celebrar a Sera, que era nuestra amiga en común. Lo admitiré, habían drogas, alcohol y bastantes líos amorosos. Esa noche vi a Chris y a Callie besuqueándose. No le presté importancia hasta que John salió de la fiesta furioso. Se había marchado.

—¿A qué hora fue eso?

—A las tres aproximadamente, no lo sé.

—¿Algo más que quieras comentarnos?

—Bueno, cuando John salió, ella lo siguió llorando. Apenas se podía mantener de pie y Chris se ofreció para llevarla hasta su casa.

—¿Quién crees que tuvo los suficientes motivos para convencer a dos personas para participar del crimen de Callie?

—¿Acaso no es sumar dos más dos?

—Necesito que seas más específica.

—No lo sé, dicen que la mayoría de los crímenes son de origen pasional... O de una persona que busca salvarse el trasero aprovechándose de los secretos de otra.

—¿Dices que hay alguien que oculta un secreto? Pero si es así... ¿Por qué matar a Callie sería su salida? 

Lastimosamente, ella solo se encogió de hombros y se limitó a guardar silencio de una manera desafiante y burlesca. 


Notita: Creo que no tardaré mucho en subir el libro completo. 

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