Capítulo 4

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Déjame encontrarte en el infierno, tal como me lo dijiste aquella noche, Freedman.

La noche de mi muerte.

Así que John Freedman llamó a su chofer para que fuera a dejarme a casa. 

Lo peor de eso era que era mi mejor alternativa. La de irme en un autobús lleno de borrachos o caminar sola hasta casa no resultaba muy prometedor. Pero tampoco confiaba en Freedman en absoluto. 

Tras una lucha interna me subí en la parte de atrás del auto y este me llevó hacia Penny Lane. 

—¿Por qué John quiso llevarme? —pregunté de casualidad y aproveché de mirar el auto. Nunca había andado en algo tan lujoso. Me hubiera impresionado más si aquel señor me hubiera servido una copa de champaña, así como en las limosinas. Qué genial. 

—Porque dijo que usted estaba sola en medio de la noche y que sería riesgoso irse sola a casa. 

—Mmm.... Entiendo. No sabía que los Mellizos tuvieran tanto dinero como para contratar a un chofer. 

—Soy el chofer de su padre. ¿No conoce usted a Patrick Freedman? —Le di una mirada de que ni idea en ese entonces—. ¿El ministro de relaciones exteriores...? 

Patrick... 

—¿El arma está a su nombre? 

—Sí, Callie. Pero debemos hacer esto. 

—No tengo televisor —contesté, siendo sincera—. No me entero mucho de lo que pasa ni tampoco me interesa. 

—Oh... Bueno, emmm... ¿Ha vivido siempre en Penny Lane? —preguntó el hombre doblando hacia la derecha. Le incomodaba el silencio absoluto.

—Hace poco. Antes vivía en un psiquiátrico. Me internaron por agredir a mi abuela.

Vale, era mentira, pero quería que se asustara. 

Aquel sujeto me miró por el espejo retrovisor, alucinado. 

Le sonreí. 

—Bien, ¿por aquí la dejo o...? 

—Por aquí, gracias. Y dígale a John Freedman que gracias por el gesto. Espero no volver a encontrármelo nunca más. 

—Oh, ¿bueno...? Le diré eso entonces. Adiós, jovencita. 

—Adiós, Peter. 

—Pero me llamo James. 

—Oh, bueno, adiós, James. —Cerré la puerta del coche, extrañada. Creí que todos los choferes se llamaban Peter.

Antes de entrar a casa mi celular vibró.

Derek: Callie, querida, pese a todo lo que pasó, fue un gran show. Si quieres seguir en la banda te estaremos esperando en la autopista mañana las diez de la noche. Dulces sueños, honey

Tic tac, tic tac. 

(**) 

—Tú no irás a ninguna parte. —Apareció mi hermano Marcos afirmándose en el marco de la puerta. 

Su voz sonaba imponente, pero a la vez repulsiva. Hacer de hermano mayor y jefe de familia no era una tarea fácil, más aún cuando se tomaba muy en serio su papel.

Habíamos estado arrancando de orfanato en orfanato después de que nuestros padres fallecieran en un accidente automovilístico. Desde los catorce años que evitábamos a los trabajadores sociales para que no nos sometieran en el infierno de los hogares de menores. Al menos Marcos en ese entonces había conseguido un empleo y pudo arrendar la casa en la cual vivíamos. Y vaya que se había conseguido un "buen trabajo".

—Sí iré. Estoy cantando en una banda —le conté—. Y si gano dinero..., adivina: podremos pagar el arriendo de la casa, al fin.

—¡Qué milagro! Al fin te dignarás a aportar con algo. Un gran avance. Tardaste siglos, pero gracias. 

—Así es, así que debo irme con mi nueva banda. 

—Entonces voy contigo.

Salir con mi hermano no era mi copa de té, pero no tenía opción. Resoplé y lo miré algo resignada. Era consciente de que Marcos era como una especie de chico solitario el cual había que sacarlo a pasear de vez en cuando para que tomara aire.

Y ahí estábamos caminando bajo el halo lunar, saliendo de mi barrio que emanaba un olor a hierba barata y a desagües mal instalados —eso acompañado con todos los muchachos drogadictos que marcaban presencia en una esquina, esperando el momento perfecto para asaltar a alguien y así poder cambiar una lujosa cartera por alguna jeringa con heroína. 

Poco a poco avanzamos hacia donde Derek nos dijo. La verdad no tenía idea de qué se trataba, pero intrusa se nace, no se hace.

Apenas llegué, recibí demasiados estímulos visuales: escuché risas, vi fogatas, grupos tocando algún instrumento, muchachos con buena pinta, motocicletas, tambores y muchos vasos rojos de plástico con gente ebria y mucha marihuana.

Era un sitio de carreras clandestinas. 

Las personas se ubicaban dentro de la misma acera. Todos parecían eufóricos, amistosos y me daba la vaga impresión de que era gente que no estaba haciendo nada de lo que la ley dictaba. Que chicos tan malos... Me agrada.

—¡Lleve sus palomitas! ¡Jugos de naranja por 5 libras! ¡Queda poco, queda poco! ¡No olviden apostar!

—¿Me compras unas palomitas? —le pregunté a Marcos, ya estando cerca del carro.

—Claro, te olvidas de que yo cago el dinero.

Rodé los ojos y seguí caminando un poco más rápido que mi hermano, quien parecía observar todo como si tuviera una especie de rayos X que aniquilaba a cualquiera.

Frené la marcha cuando vi que John Freedman se acercó al carro para comprar una bolsa. No me esperaba verlo en ese sitio. Lo peor es que no parecía analítico ni cizañero como siempre. Lucía... ¿simpático? 

Cuando me vio, eché a la borda mis palabras. Había rodado los ojos. 

—Ah, tú de nuevo. 

—No sabía que ibas a estar aquí —dije con la necesidad de aclarar las cosas. 

—Yo sí sabía que vendrías —respondió con una sonrisa torcida. 

Acaso lo sabía todo o qué. 

—¿Y cómo lo sabías, Akinator

—Porque Derek y Oliver están acá. Así que supuse que te involucraron en sus asuntos turbulentos. —Se encogió de hombros y comenzó a avanzar. Lo seguí. 

—¿Asuntos turbulentos? 

—Sí... escabrosos y terroríficos —fingió un escalofrío.

—¿Qué sabes de ellos? 

—Uf, lo correcto sería preguntar qué no sé .

Rodé los ojos. Supuse que de nuevo me estaba molestando con ese tonito irónico. 

Me dedicó una sonrisa ladina, llena de carisma y de burla a la vez; tanto así que un hoyuelo malicioso salió de su pálido rostro. 

—Ese sujeto que viene atrás de nosotros.... ¿Quién es? ¿Tu novio? —preguntó haciendo referencia a Marcos. 

—No seas odioso, John. —Apareció Chris y se posicionó al lado de su hermano, también de manos en los bolsillos y con la capucha puesta.

Los había mirado de soslayo y eso fue suficiente para que se sintiera como un cortocircuito en mi estómago. Ellos eran del mismo tamaño y tenían un aspecto más o menos rudo. Ambos, como mellizos, vestían similar: con sudaderas holgadas y jeans negros, bien presentables y pulcros. Lo que acontecía a su tan mencionada y solicitada apariencia..., digamos que siempre tenían su cabello algo despeinado y daban en el clavo con un buen perfume.

Pero, querido lector ¿Te cuento algo? Esto no se trata de un triángulo amoroso.

No me di ni cuenta cuando los tres ya caminábamos al mismo ritmo.

—Creí que este lugar era más... rudo —comenté—. ¿Apuestan cantando canciones de cuna o qué?

John soltó una pequeña risita, curvando sus labios, pero muy pequeña, casi imperceptible.

—No haremos una serenata de medianoche si es lo que piensas —habló el pelinegro—. Por cierto, soy Chris. —Se presentó ladeando su rostro hacia mí y haciendo un pequeño saludo militar.

—Yo soy...

—No hace falta que te presentes, te conozco. Eres la chica que nos robó el show de anoche... La que se cayó ese día por la ventana, ¿no?

Abrí mis ojos como platos. Fue como si hubieran revelado mi secreto más oscuro. Sentía que mi piel se volvía colorada y que la vergüenza comenzaba a subir desde mis pies hasta mis pómulos. ¿Cómo es que me vio ese día? Joder, es que la cabeza la tenía donde deberían estar mis pies.

—Es que no me dejaban pasar —me excusé tímidamente. 

—¿Quién? ¿El guardia? No te preocupes, él es así con todos. Es pesado.

—Ella no tenía ticket, lo cual no debió pasar. Pero como notarás, esta tipa está más loca que una cabra así que...

Chris codeó a John y él solo se encogió de hombros con un rostro de: ¿Qué? ¡Pero si es verdad!

Volví a darles una mirada furtiva antes de que dejáramos de caminar cerca de uno de los hastiales del túnel. Alex, Javiera y Marcos nos alcanzaron.

Alcancé a oír cierta conversación de Alex y Marcos... El rubio le insistía que jugaban de pequeños y Marcos solo lo recordó cuando este le mencionó aquella vez que se orinó en la alfombra jugando a las escondidas. Me daba la vaga impresión de que solo Alex lucía entusiasmado por el reencuentro que mi mismo hermano.

—¡Hola! Callie, ¿no? —me saludó una chica rubia de ojos dulces y juguetones— Soy Javiera... O solo Jota para mis amigos; aunque... tú puedes llamarme Jota si deseas.

La muchacha era bastante frenética, muy inquieta. De seguro un café bien cargado dentro del día no era suficiente para ella.

—Te vi cantar ayer —continuó afirmando su espalda en el concreto—, eres buena, me agradas.

—Muy emotivo momento —intervino John, comiendo sus palomitas—, casi te creo.

Javiera puso los ojos en blanco.

—¡La chica del bar! ¡Hola, Callie! —me saludó Alex con un beso en la mejilla.

Me alegré de que se hubiera acordado de mí, así que le devolví la sonrisa. De hecho, fue una sonrisa mutua bastante genuina, ya que Alex era un muchacho bastante dócil y humilde que, cuando lo veías, te producía bastante ternura. (Al menos a mí, porque Marcos lo miraba como una mangosta con diarrea).

Me percaté de que Derek y Oliver venían hacia nosotros... Y también venía una pelirroja con mucho estilo. Para ser sincera y para añadirle un toque dramático a mi historia, digamos que su entrada fue como una película de vaqueros del noroeste.

Querido lector: Shh... un potencial peligro se aproxima.

Las manecillas del reloj cada vez toman más velocidad. Tic- tac-tic-tac...

Ellos venían caminando hacia nosotros. Toda la simpatía y el desenfreno que se estaba viviendo terminó por transformarse en ecos lejanos. El aire se volvió espeso, la rivalidad no paraba de manifestarse en el ambiente y todos parecían haberlo notado. Lo supe por los murmullos; porque las personas comenzaron a colocarse de pie para... ¿apostar? 

—Yo hoy apuesto por Derek! —escuché decir a uno.

—¡Alex es mucho mejor!... Y también bastante guapo.

—Lindsy, cariño, no puedes apostar dinero solo porque encuentras guapo a un tipo...

¿En qué demonios me estaba metiendo?

Volviendo a tomar como ejemplo las películas del lejano oriente, todo se refugiaba en un silencio sepulcral. Si hubiera podido añadirle un detalle a la superproducción, le hubiera agregado una que otra planta rodadora para que se desplazara al ritmo del viento.

John me ofreció palomitas y yo accedí. Muy rivales y todo, pero tenía hambre.

—¿Alguien me puede explicar de qué trata este juego? —preguntó Marcos posicionándose al medio de ambos grupos, ceñudo—. O es solo una excusa para justificar su estúpida adicción al alcohol?

Yo me trasladé con la cabeza agacha para el otro bando.  Al fin y al cabo, pertenecía al otro lado. Del lado oscuro.

—No es "un juego " —aclaró Chris—. Esta gente está apostando dinero por las carreras en moto. Nosotros competimos por ese dinero y también por quién tocará esta semana en el Queen Roll. Quien gane, se llevará 300 libras...

Abrí mis ojos lo más que pude al enterarme de eso. Mi boca abierta y mi aspecto sorprendido no pasó en vano frente a los ojos de todos. Joder, ¡es que eran 300 libras!

Y yo necesitaba ese dinero.

—Bien, me voy a casa. No perderé tiempo de mi valioso sueño aquí —comentó Marcos—. Callie, llega temprano, ¿ok?

Bufé. 

—¡Qué duermas con los angelitos, Marcos! —le gritó la pelirroja que estaba con Derek. 

Acto seguido, la gente comenzó a aplaudir de manera frenética. Hacían sonar unas latas de dudosa procedencia como si fueran tambores. ¡Tantarantán! Luego un tipo recio, alto y musculoso, se situó bajo la bóveda del túnel para dar inicio a las instrucciones del juego. Comencé a dar pequeños saltos, ya que las personas que estaban delante de mí no me dejaban ver.

—¡HOY HAY COMPETENCIA! ¡DOS BANDAS RIVALES, HAGAN SUS APUESTAS!

—Que loco todo esto, ¿no? —le comenté de manera risueña a la pelirroja, buscando tema de conversación.

—¿Nos conocemos de algún lado? 

—¿No...? Supongo.

—Entonces, ¿por qué me hablas?

—¿Debo tener algún pase exclusivo para hablarte o algo?

Ella rodó sus ojos y comenzó a hablarle a Derek como si yo no existiera. Para mi buena suerte, Oliver me dijo que no le hiciera caso.

—¿Y quién es ella?

—Ella es Meredith, la ex vocalista de la banda. Se había salido porque estuvo bastante enferma de las cuerdas vocales —explicó. Al percatarse de que yo tenía un rostro de no parecer entender nada, siguió hablando—. Pero tranquila, ¿eh? que tú eres muchísimo mejor. Derek te quiere a ti en la banda, no a ella. 

—¿Y qué hace aquí entonces? 

—Bueno... digamos que quiere convencer a Derek para volver a cantar, por eso no le caes muy bien.

—¡UN MINUTO PARA ELEGIR COMPETIDOR! —continuó el sólido hombre bajo la bóveda, acompañado por dos sujetos que acomodaron dos motos a en cada hastial.

—¿Vas tú, Derek? —preguntó Oliver despeinándose su cabello azulado. 

Noté que tenía un ligero dolor en su muñeca izquierda; lo percibí porque se sobaba con su otra mano. Atisbé una expresión de no querer participar. 

Quizá era una señal...

—Supongo que sí. Nadie sabe manejar más que yo.

En ese momento me dije a mí misma que, si competía y ganaba, podía desplazar a esa pelirroja de la banda, y también de mi camino. 

Pero yo con suerte había montado un triciclo... 

—¡Yo sé! —solté impulsivamente. En el momento que supe que esas palabras habían salido de mi boca, me di cuenta de que era muy tarde para arrepentirse.

—¿De verdad sabes? —preguntó Derek.

—Pff... Estás hablando con una experta. No hay carrera que no gane.

Meredith volvió a rodar los ojos y se cruzó de brazos.

—¡QUE PASEN ADELANTE LOS RIVALES!

Me posicioné abajo del arco del túnel, temblorosa, tragando saliva de manera fuerte y sintiendo como mi corazón se endurecía y golpeaba con más fuerza. Y bueno, con seguridad puedo decir que ese desosiego se incrementó cuando vi a mi rival. ¡Redoble de tambores! giré mi cabeza y supe que estaba acabada.

Chris Freedman.

Se posicionó a unos metros de mí con su casco en mano. Lo observé durante unos segundos, desde su cabello negro arremolinado y refulgente, hasta su semblante misterioso e intrigante. Aunque también existía esa pequeña sonrisita bien formada. No hacía falta que hablara para darme cuenta de que estaba seguro de que iba a ganar. 

Y cuando pensé que no podía colocarme más nerviosa, me guiñó el ojo. 

—¡HAGAN SUS APUESTAS!

Bueno... y como decía mi abuela: come, bebe y sé feliz, pues el día de mañana moriremos. Aunque esa última frase lastimosamente va conmigo, en ese momento rogaba que Chris tuviera la dicha de la compasión.

—APUESTO $1 POR LA CHICA —rió un grupo.

Gracias, idiotas.

—¡YO LE TENGO FE A LA DE FLEQUILLOS! $60 LIBRAS.

—¡YO VOY POR EL CHICO GUAPO! ¡TE AMO, CHRIS!

Una vez que todos comenzaron a apostar, nos dieron la instrucción de subirnos a la moto. Yo no tenía casco, así que Alex y Javiera llegaron a entregarme uno. 

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? —preguntó el rubio colocándome este mismo.

—Nunca estuve más segura en mi puta vida —mentí, acomodando mis manos en el acelerador, con las manos rígidas y sudorosas.

—Oye, sé que no nos conocemos, pero no tienes que hacerlo, Chris es un experto —advirtió Javiera.

—Y yo también lo soy. —Me encogí de hombros.

Experta en hacer el ridículo.

Entonces la carrera estaba a punto de comenzar.

3... Mis ojos penetraron con su profunda mirada verde esmeralda.

2.... Mis manos prepararon el motor ¡Run run!

1... ¡Adelante!

La moto partió. Comencé a tambalearme de un lado a otro y mis brazos hacían el mayor esfuerzo para ir recta. Tragué saliva y me dije a mi misma en voz alta y gelatinosa que todo estaba bien. «vamos, quieta», «yo puedo, yo puedo», «¡¡Perdón Dios si me quedo dormida al rezar!!».

Chris tenía ventaja sobre mí, directo por el túnel, donde el viento me golpeaba el rostro, donde el asfalto parecía hielo escurridizo que en cualquier minuto me lanzaría al suelo. Comencé a acelerar un poco más ya teniendo algo de equilibrio. El pelinegro miró hacia atrás, provocando que perdiera un poco de estabilidad. Después de eso, simplemente siguió haciendo retumbar el motor. Llevaba ventaja, y se burlaba por aquello.

Mi cuerpo se ladeó un segundo al dar la vuelta, inclinándose mucho más hacia adelante para guardar firmeza. ¡Brum Brum!  Y entonces, aceleré, reproduciendo un sonido agudo del roce del asfalto contra el neumático, sacando chispas del suelo. Me mantuve recta y terminé por alcanzar al pelinegro. ¡Bam!

Mis ojos volvieron a penetrar con los de él.

—¿¿Cómo voy?? —grité queriendo saber su respuesta.

—¡Horrible es poco!

—¡Pero no fue impedimento para alcanzarte!

Negó con la cabeza y aceleró el doble.

Coloqué mis manos en los puños de la moto e hice unos movimientos para acelerar. En ese entonces habían dos caminos: Chris debía irse por su derecha y yo por la izquierda. Después de eso, volveríamos por donde entré por primera vez, donde todo el mundo nos estaría esperando y parece que con mi triunfo. Yes.

—¡Te veo del otro lado! —molesté.

—¡Si es que llegas!

Di esa vuelta. Me mentalicé que debía ganar, así que comencé a tomar más velocidad; más, más y cada vez más. «¡Dobla, joder!». «Vamos, que yo puedo». «Vamos, rápido...». Oh, Bloody Hell!

Mis ojos lloraban por el viento, pero no fue impedimento, porque volví a acelerar tan fuerte para conseguir llegar hasta el otro extremo. Fue ahí donde no vi a Chris dar la vuelta junto a mí, si no que yo llegué sola hacia el punto de partida, ganándome todos esos aplausos frenéticos de la gente que me esperaba. ¡Plas, plas! ¡Yuhu!

Segundos después, llegó Chris.

Aparqué justo donde estaba ese hombre recio y musculoso y me saqué el casco lo más rápido que pude, desesperada. Segundos después, Chris Freeman hizo lo mismo: aparcó y sacó su casco y me hizo una pequeña reverencia, como diciendo: «bien, ganaste». 

—¡La ganadora es... —gritó el sujeto levantando mi brazo cuando yo me bajé, sin embargo pareció quedarse en blanco— ¿Tú quién demonios eres?

—Callie, Callie Morgan.

—¡CALLIE MORGAN ES LA GANADORA DE HOY!

En ese momento 50% era ovación y el otro 50% era de abucheos provenientes de gente que perdió su dinero. ¡Buuu, plonker!

Después de no creer lo que había hecho, después de creer que estuve a punto de morir, después de que comenzara a ver a todo el mundo borroso y después de hiperventilar... Vomité.

Y todos hicieron una mueca de asco ¡Iugh!

—¿Estás bien? —Chris se acercó a mí cuando logré enderezarme y coger aire—. ¿Fue mucha adrenalina para ti? 

—No, ya va a pasar. Estoy... perfecta. 

—Nada está bien en este mundo si te pones a pensarlo. Estamos destinados a sufrir. 

Junté las cejas bastante confundida, pero a él le causó algo de gracia. 

—Solo... intentaba sacar tema de conversación. 

—Ah... —Moví la cabeza positivamente, a lo que él me observaba igual que su hermano, como si tuviera segundas intenciones. 

—Por cierto —continuó—¿Te quedarás a celebrar? Iremos a tocar algunas canciones al callejón. ¿Te apetece... ir? Irá tu banda. 

—¿No que eran rivales? 

—Solo en algunas ocasiones. 

—¡Felicidades! —exclamó Oliver levantándome de la cintura e interrumpiendo mi conversación con Chris.

Pude mirarle cuando Oliver apretaba mi torso. Comenzó a retroceder con un deje de resignación, sin perder la amabilidad. 

—Estuviste increíble. La verdad no te tenía nada de fe...

—Derek, no seas grosero —intervino Meredith—. La chica se esforzó... ¿Cuál era tu nombre? Siempre me suelo olvidar de cosas que no presto atención.

—Linda, no empieces.

—Es que la verdad ya ni siquiera interesa su nombre porque yo vuelvo a ser la vocalista de la banda, ¿no?

—¿Podríamos conversar como gente adulta? —sugirió Derek. 

—Mmm... no. De hecho me gustaría conversar a solas con... Callie. 

¿Por qué quería hacer eso? No nos conocíamos, ¿no?

La muchacha se cruzó de brazos, miró a su alrededor para asegurarse de que no hubiera nadie escuchando y se acercó un poco para dejarme algo en claro, algo que al principio... no entendí.

—Mira, estoy en la banda de hace mucho. No hagas esto más difícil. Abandona la banda, deja esto. 

—Abandónala tú. —Me encogí de hombros. La pelirroja era mucho más alta que yo, pero me tuve fe. 

—Es increíble esto. Yo sé cosas de ti. 

Fruncí el entrecejo de inmediato. ¿Sabía cosas de mí? Pero si yo no la conocía... ¿Acaso había alguna conexión con alguien que me hiciera llegar a Meredith?

—Oye, no sé qué cosas sabrás, pero no me estás agradando, en serio —le advertí, ocultando una pequeña punzada en mi estómago. 

—¿Crees que no sé lo del video? 

Admito que mi mente se quedó en blanco. ¿De qué demonios estaba hablando?

—¿Qué video? 

—De mi novio y... tú. 

No entendía nada. 

Sí, bueno; tiempo después me enteré.

Claramente ella sabía cosas.

Y yo debía armar el rompecabezas.

NOTA DE AUTORA:

No sé quién de todos es más raro y misterioso. 

¿Qué video? ¿Por qué la conoce? ¿Quién más se conoce con quien? :0 

Si te quedaste, gracias, Lía te lo agradece <3 trataré de subir el quinto capítulo lo más rápido posible. 

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