Capítulo 5

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HAY GENTE QUE SABE MÁS INFORMACIÓN DE LA QUE DEBERÍA SABER.

—Yo no tengo idea de nada, quizá te estás confundiendo... ¿Tienes alguna evidencia o algo? —pregunté—. ¿Qué video...?

Tenía miedo. La realidad era que estaba siendo completamente sincera en ese entonces, pero ella seguía hostigándome de manera bastante hostil. Mantenía una voz estridente, un semblante que carecía de empatía y que se mostraba desafiante, pero nerviosa.

—¡No me estoy confundiendo! —comenzó a alzar la voz—. En ese video sale... 

—¿Pasa algo?

Javiera apareció cruzándose de manos, a la defensiva. Tenía un leve mohín de desaprobación cuando miró a Meredith. Sin embargo, parecía que Meredith no tenía intenciones de irse, más bien, estaba completamente decidida a continuar su ataque.

—Mer, solo vete y deja de armar un espectáculo absurdo. Nadie te quiere aquí.

—Que conste que te lo advertí.

En honor a la verdad, aquellas palabras me revolvieron el estómago. No podía dejar de mirar a esa pelirroja y preguntarme mil veces y en un segundo qué era lo que sabía de mí..., pero por más que intentara descifrar el porqué me acusó de algo así, más sentía a mi piel erizarse y más ventaja le daba al temor...

Y aquí iba de nuevo la sensación de que algo andaba mal...

—Tranquila, ella siempre es así —explicó Javiera entrelazando su brazo con el mío y comenzamos a avanzar—. Es mi prima.

—¿Tu... prima? No se parecen en nada... Ella es...

—Lo sé, lo sé... Es difícil de sobrellevar. —Ella se acercó con cierta confidencialidad—. Yo la tengo amenazada. La encontré con el novio en el baño haciendo cosas que ya te imaginas, entonces le dije que le diría a mi tía si no hacia todo lo que le digo.

—Vaya que jugada te has puesto bajo la manga... —solté una risa floja—. Aprendiendo psicología oscura con Javiera Koch. Easy Peasy.

—Oye, tampoco es que yo sea una manipuladora de mierda si es lo que piensas, solo tengo algunos recursos con la gente manipuladora. 

Javiera era de esas chicas que gesticulaba todo con sus manos. Era despierta, alocada y apasionada. Para ella todo era color de rosas. Transmitía calma y me hacía creer que las cosas se resolvían de manera sencilla. Si bien era reconfortante, también podía ser como ponerse una soga en el cuello.

Sí, tienes que saber algo: no te metas con la gente que quiere.

...Porque de pronto ¡Ka-boom!  te aconsejo arrancar.

—Tú me caes bien —admití.

—¿Verdad que sí?

En ese momento me di cuenta de que, si bien no habían pasado ni dos días, me sentía mucho más cómoda con ellos que estando en la banda con el mismísimo Derek.

Pero... ya saben como terminó esta historia.

¿Realmente podía confiar en ellos?

—¿Desde hace cuánto conoces a la banda? —pregunté.

—De pequeños, la verdad —contó—. Conocí a los mellizos cuando me mudé cerca de su casa, a los diez. John y Chris vivían con su padre y bueno, mi madre era bastante amiga de él, así que yo solía ir a jugar a su casa y también íbamos juntos a la escuela.

—¿Tú sigues viviendo con tus padres?

—Sí. Mucha paciencia no me tienen, ¿eh? Quiero estudiar artes, pero me dijeron que no me pagarían la universidad si no sacaba el título de abogada y, linda, por supuesto que yo no iba a tomar ese camino, así que me gano el dinero como sea. Muy padres serán, pero no son dueños de tu vida. ¿No es así?

—No sé, no tengo padres —lamenté, pero después me di cuenta de que torné todo en algo incómodo.

—Bien, me ganaste... ¿Quieres hablar de eso?

—No la verdad es que no... No quiero aguarles la fiesta con la telenovela que me cargo.

Javiera asintió con una sonrisilla afable y solo se limitó a caminar junto a mí en silencio.

Habíamos trasladado la fiesta a un callejón desolado. Tenía un arco de ladrillos que nos cubría de la torrencial lluvia que existía en ese momento. Caía y caía tanta agua que resonaba fuertemente contra la acera agrietada. El fulgor de los relámpagos centellaba hacia adentro con la misma cadencia que el majestuoso e insolente sonido de los truenos. El lugar era húmedo y desprendía un hedor acre que te colaba las narices y ofendía al olfato. Siendo sincera, ya estaba medio acostumbrada a vagar por esos sitios. Marcos decía: si tuviéramos un título nobiliario sería ligado al porte de armas ilegales y al exceso de Yonkis que solo le temen a su madre. Así es la vida, confórmate, suspira y sírvete un té.

Nos sentamos en unos sofás viejos, desgastados y con olor a orines de gato. Las latas de cerveza resonaban con entusiasmo y el círculo de amistades se expandió en un redondel. Era un encuentro bastante amistoso teniendo en cuenta que hace dos días atrás se esparció más sangre que aplausos en el bar. Sí, bueno, la vida era irónica. 

O tal vez todas esas cabecitas maestras estaban planeando algo. 

Alex se tumbó en un colchón sobado hediondo y se durmió.

—Chris, ¿recuerdas cuando a esa estrella la llamamos Lennon? —comentó Javiera apuntando hacia el cielo y asomando su mejilla con la de él.

—A ver que si van a empezar con romanticismo barato me lanzo al contenedor que está ahí —soltó John que estaba sentado arriba de una caja frente a nosotros.

—Aguafiestas. Cuando te enamores, te verás igual de estúpido.

Él solo se limitó a chasquear la lengua mientras me dio una mirada que duró menos de un segundo.

Tenía ese aire burlón, impredecible y también curioso que hacía que ponerle la vista encima se convirtiera en una sensación adictiva. Él estaba con la espalda pegada a la pared y las rodillas casi chocando su pecho. Sus manos rodeaban sus piernas y su vista se centraba en la cajetilla de cigarrillos que sostenía.

—¿Están juntos? —Apunté hacia Javiera y Chris. 

—Estamos saliendo —dijo ella. 

Un trueno sacudió la zona y, en consecuencia, una lluvia copiosa se estrelló violentamente contra el suelo.

John me seguía analizando. 

—¡Yo no creo en el amor! —exclamó Oliver de sorpresa, queriendo hacer una especie de brindis—. Está demasiado sobrevalorado.

—¿Por qué no crees en el amor? —preguntó la rubia—. ¡Todos deberíamos creer en eso! ¡Es la fuerza que une al mundo! ¡Sin amor el ser humano sería un ser completamente despiadado!

—¡Porque no es real! —replicó Oliver— ¡Solo son conjuntos de reacciones químicas que te producen efectos similares a las drogas! Lo llamo ilusión.

—¡Mentiroso! —continuó alegando Javiera— ¡No seas hipócrita! Todos sabemos que te gusta alguien de aquí.

Todos nos quedamos en silencio. Incluso el otro grupo que fumaba marihuana cerca de nosotros se volteó, curioso.

Al menos se escuchó un ronquido de Alex.

—Bueno... ¡Salud por eso! —brindó Derek aferrándose a que podía romper el silencio—. Si alguien quiere hacerle honor a todas esas reacciones químicas, me ofrezco.

Puse los ojos en blanco.

Pese a que el debate estaba interesante, yo seguía bastante ensimismada por lo que había sucedido con la moto. Me di cuenta de que la impulsividad era tal vez uno de mis mayores defectos. Cada cosa que hacía, cada acto que cometía, tenía sus consecuencias y yo, claramente, no pensaba en ellas. Oh, mi querida yo, no debiste haber entrado jamás a ese bar.

Además, gané esa carrera. Qué pena, me dejaron ganar.

—Fue una buena carrera, lo admito —Chris ni siquiera me miró, solo lo dijo de la nada. 

Atisbé su expresión relajada. Mantenía una sonrisa torcida, un cabello negro despeinado y un misterio impenetrable. 

—¿Lo pensé o lo dije? —Me giré hacia él, preocupada.

—¿Cómo... Cómo es que tuviste las agallas para hacerlo? —preguntó esbozando una sonrisa dudosa—. Eres medio suicida.

Tal vez. 

—Digamos que necesitaba hacerlo. 

—¿Por el dinero? 

—¿Cómo sabes eso?

De pronto, tanto mi vista como la de él se enfocaron en el nuevo grupo que había llegado. Se sentaron junto a nosotros y comenzaron a soltar palabras y risas, interrumpiendo nuestra conversación.

—¡Chris! —Lo codeó Javiera—. Vamos a buscar la guitarra para tocar alguna canción.

Mientras se colocaba de pie y se retiraba con Javiera, lo acompañé con la mirada. 

De un momento a otro, Derek me jaló del brazo y me apartó del grupo. Si bien, no era un gesto agresivo, implicaba cierta dominación al apretarme con algo de fuerza, presionando las yemas de sus dedos contra mi piel.

—Necesito que me hagas un favor, hermosa.

Lo miré y alcé las cejas esperando a que me dijera qué se le había ocurrido.

—En este callejón hay muchas puertas, ¿verdad? —Me vi obligada a mirar a mi alrededor y asentir con la cabeza—. Los Freedman ensayan en una de estas bodegas. Es la del fondo, más allá de donde se fue a sentar John.

Lo miré. John de un salto se subió al contenedor y comenzó a hablar por teléfono. Despeinó su cabello y se puso a alegar con no sé quién. 

—Ya y... ¿por qué me lo dices? 

—Necesito que distraigas a John. Destrozaremos sus instrumentos.

—¿Qué? ¡Claro que no! ¿Estás demente?

—¡Shh...! —musitó algo enfadado— ¿Qué? ¿Creíste que somos amigos de ellos? Esto no ha terminado y si tú no lo distraes, estás fuera de esta banda. ¿Lo entiendes, bonita? 

—Pero... ¿qué piensas hacer? —susurré.

—Hacer pedazos la batería, cortar las cuerdas del bajo ¡Yo qué sé! ¿Eliminar a la competencia? ¿No te suena? Si ganamos ventaja, tenemos más chance de ganar más dinero... ¡Suma dos más dos, Callie!

¿Qué tan lejos podía llegar un ser humano para obtener dinero?

Te dará asco saberlo.

En ese momento me asusté y admito que me vi acorralada. Resoplé dándole a entender que lo que planeaba hacer era una solemne tontería. Sin embargo, mi palabra no valía mucho si quería permanecer en la banda.

El tiempo parecía avisarme de mi fatal desenlace. En ese entonces, el aguacero ya me estaba resultando algo apocalíptico.

Y cómo ya era de esperar, accedí, esperando a que Derek saliera hacia la lluvia y diera la vuelta para que John no lo viera pasar. La problemática del asunto era que John era muy inteligente.

En fin, volví a meterme en las narices del baterista, o sea, volví a meterme en problemas, o sea, me acerqué más a mi muerte.

John estaba sentado en el contenedor, tranquilo, concentrado. Daba la vida armando un cubo rubix que se había encontrado por ahí. Me acerqué algo vacilante, temiendo a que fuera a ignorarme por completo.

A medida que iba caminando, observé su semblante apaciguado, sus rulos casi rubios y rebeldes, sus ojos almendrados, su nariz celestial que resaltaba cuando le miraba el perfil y sus labios inquietos y prominentes. Tenía la leve sensación de que estaba fingiendo indiferencia cuando me acercaba.

—¿Lo puedo intentar? —pregunté, subiéndome de un salto hacia el contenedor y echando un vistazo rápido a mi izquierda, donde se suponía que Derek entraría.

Él me lo pasó con cierto hastío, sin siquiera mirarme.

Cuando comencé a armar los colores se dignó a fijar su vista en mí. Le eché un vistazo a su rostro y lo único que vi fue un semblante confundido. La verdad era que yo estaba haciendo mi mayor esfuerzo para armar un color... ¡Un color! ¿Cómo no iba a poder? 

—Así estás mal —dijo mirando mis técnicas—. Creo que lo único positivo que podría recalcar es que ya no puedes empeorar más.

—¿Tú crees?

—Esto —explicó, quitándomelo—, tiene piezas centrales que son fijas, jamás se mueven. Las otras, sin embargo, son las que se desplazan, ¿ves? —Me mostró, armando el color rojo de manera inmediata.

—¿Quién te enseñó? —Volví a mirar a Derek. Ya había logrado entrar por una de las puertas del callejón.

—¿Me estás buscando tema de conversación? —preguntó sin dejar de mirar el cubo.

—Tal vez. —Me encogí de hombros inocentemente.

Me regaló una sonrisa cerrada; agachó su cabeza y su semblante gesticuló unas muecas que podían interpretarse como que yo le provocaba algo de risa.

Sip, había sonreído.

—No soy un monstruo que te odia, Callie —comenzó a sincerarse, tratando de darme explicaciones con cierta serenidad—. Sé que te he fastidiado, pero no soy la horrible persona que tú piensas que soy. Sé la reputación que tengo y sé que mucha gente me respeta por lo mismo, pero créeme, me he esforzado un montón para sobrevivir... La banda que hemos formado es lo único que tenemos...

—¿Qué pasa si te digo que yo también quiero sobrevivir? A mí igual me gustaría formar una banda... Me gusta la música, John. 

—Quizá el problema es que te interpones en nuestro camino. —Se encogió de hombros.

...Y de pronto se sintió un sonido en cadena, como un efecto dominó. Si había oído bien, provenía de la sala de ensayo, donde Derek estaba destrozando los instrumentos.

—Yo no me interpongo, simplemente hago lo que me gusta hacer —repliqué, tratando de hacerme la ofendida para distraerlo. Mi mirada nerviosa y mis ojos asustados miraban hacia allá.

—Pasando a llevar al resto, claro.

—¡Ya te dije que necesitaba el dinero! Y tú lo arruinaste. 

—No lo arruiné, tú lo hiciste. Había un trato de bandas que tú rompiste. Además... ¿Por qué carajos estás tan a la defensiva? 

—¿Yo estoy a la defensiva? ¿Crees que estoy siendo molesta? 

Hazte la víctima, hazte la víctima... 

—No...,  mucho peor. Prefiero ver como crece el pasto antes de escucharte, de hecho.

Rodé los ojos. 

De un impulso él se bajó del contenedor. Miró hacia su izquierda y luego volvió a mirarme colocando las manos en los bolsillos de su pantalón, realmente inmutable, como si nada le perturbara. 

—Te ofrecí jugar para que ganaras el dinero y así nos dejaras en paz. Pero aquí estás, fastidiando. Mi noche estaba siendo plena imaginándome que no compartimos una tierra en común.

—Vale, que solo te estoy diciendo que yo igual necesito ganarme el dinero... —manifesté, también bajándome— Por si no lo sabes, vivir en...

—¿En qué?, ¿en los suburbios? Déjame adivinar, es jodidamente difícil y bla bla... —Comenzó a acercarse—. Déjame decirte que, si me interesara, pondría mejor cara. 

—¡A mí no me interesan tampoco tus problemas! —repliqué—. ¡Me da lo mismo que toques en una mierda de banda! Yo seguiré en la mía y ya.

—¡Pues genial! ¡Mientras estés de vocalista menos me debo preocupar! Gracias por hacerme el maldito favor.

—De nada. Sé que nos temen porque sabes que como vocalista puedo impulsar a la banda a algo más. —Me acerqué, desafiante, a lo que él me respondía acercándose de vuelta.

Me había puesto colorada, al igual que él con sus mejillas color carmesí. 

—¿Ah, sí?

—¡Claro!

—¿Segura?

—Ajá.

—Al menos yo no soy un mentiroso —soltó—. ¿Qué? ¿Crees que no sé que Derek está dónde ensayamos?

Mierda.

—¿Sabes que es lo peor? Que estaba siendo amable contigo —continuó—, pero por lo visto no puedo confiar. 

En ese momento estábamos a una distancia no tan prudente. Yo sentía que esa rivalidad iba a explotar en cualquier momento. 

¡Ka-Boom!

Ante de que pudiera reprocharle algo o justificar lo que consideré injustificable, Chris había llegado con cierta duda, pero John terminó por explicarle. Me sentía como la verdadera culpable. 

—Ahora sí que rompiste todos los códigos entre bandas, Caliope. —John mordió su labio inferior internamente, con furia—. Pero déjame decirte algo: no sabes en qué te estás metiendo. 

Y se marchó. 

Chris siguió a su hermano, pero antes se detuvo para regalarme una sonrisa confundida. Rascó su nuca como si tuviera nudos en sus pensamientos. Acto seguido, levantó su barbilla y me dijo:

—Tú eres similar a una protagonista de una peli de terror... Es increíble como buscas el peligro...

Y... este también se marchó. 

¿Y Alex? Alex seguía durmiendo.

Pese a las advertencias de John y, por supervivencia, me dije a mi misma que debía salir de ahí. Así que corrí tan rápido que lo primero que sentí fue aquella copiosa lluvia sobre mi espalda. Me topé con Javiera, empapada. Por su rostro, supuse que parecía no saber lo que sucedía. Ante mi mirada desesperada decidió entreabrir la boca y preguntar, pero yo no le di tiempo, solo salí a paso rápido, como si tuviera un petardo en el culo.

Corrí y corrí bajo la lluvia hasta que los perdí de vista.

Y así fue como no los vi más.

Vale, que es broma. Siguieron apareciendo. De alguna u otra manera volvía a ellos como si estuviéramos atados a un hilo rojo. 

En ese entonces con todo lo que me había pasado en un tiempo reducido, me aferré en descifrar la incógnita que borboteaba en mi cabeza. Una incógnita llamada: Meredith Koch.

La verdad es que la persona que acabó con mi vida dejó pistas... Y mientras te cuento esta historia, ya te di una referencia de dos personas que podrían estar conectadas.

¿De casualidad la detective ya encontró el acertijo? 7-08-D

Ahí dentro hay material que delata a mi asesino. Dejé una contraseña en un sitio bastante específico.

Además, hay más pistas dentro de la casa.



NOTA DE AUTORA:

Uuuh... ¿Tal vez D tiene mucho que ver? 

Si llegaste hasta aquí, gracias! Todo después se coloca bastante oscurito, no confies en ningún personaje. 

No olvides votar e interactuar! Gracias, los quiere, Lía. 

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