Capítulo 2

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El viaje transcurrió sin incidentes, aunque Snape, había estado preparado para los problemas si era interceptado por idiotas locales. Hizo buen tiempo y llegó justo después de la hora del almuerzo. La dirección era la de una pequeña cabaña, linda y de aspecto doméstico que poseía algo de toque femenino: se preguntaba si Potter, se había casado con esa chica Weasley al final. Parecía el tipo de cosa estúpida que ella haría con tal de atar al niño.

Componiéndose a sí mismo, tocó la puerta de color crema.

—¡Voy!— Gritó alguien desde lo más profundo de la casa.

No sonaba como el niño que recordaba, pero cuando se abrió la puerta un minuto después, de hecho resultó ser Potter. Snape, no había pensado en el paso del tiempo durante su sentencia, excepto en el sentido más vago e inmediato del día a día -hacerlo habría sido una autotortura inútil- y aunque no lo mostró en su rostro, se sorprendió al ver a Harry, claramente crecidito. En sus recuerdos, el niño era un adolescente, todavía un chiquillo. Viéndolo ahora, se dio cuenta de que el "niño" en realidad debe tener unos veinticinco años.

—¡Profesor!— Exclamó, Potter, sonriendo —¡Entre!.

Snape, negó con la cabeza pero entró —¿Todavía me llamas "Profesor"?.

—Es la costumbre— Potter, señaló en dirección a la sala de estar que Snape, podía ver a través de un arco a la izquierda —Siéntase, por favor. El té estará listo en un minuto.

—Y ahora estás sirviendo té a un criminal de guerra convicto— Murmuró Snape, con curiosidad, reprimiendo la punzada reflexiva que sintió cuando Potter, agitó su varita para levitar las cosas del té desde la cocina. Encontró una silla y se sentó con un leve suspiro de alivio. Su par de zapatos actuales, proporcionados hace tres años, estaban casi destrozados y la larga caminata había sido dolorosa, a pesar de que trató de permanecer en la hierba tanto como le fuera posible durante el camino.

Mirando a su alrededor, notó con aprobación que la sala de estar, principalmente en tonos de madera oscura, marfil y crema, no era ni lujosa ni afeminada. Tal vez no había una musaraña pelirroja rondando por allí después de todo. Se negó a pensar en la grama y las manchas de mugre que probablemente estaba dejando en la tapicería impecable. Además, el niño tenía una varita, fácilmente podría hacer un Scourgify si era necesario.

—Primero lo primero— Habló Potter y le entregó a Snape, un pergamino enrollado —Lea esto, luego hablaremos— Harry, se ocupó de verter el té y preparar galletas y sándwiches mientras su ex maestro escaneaba el pergamino.

Era el contrato de compra de Snape y establecía en términos inequívocos todas las reglas y responsabilidades de las partes involucradas.

Sin varita, sin magia, sin actividades ilegales o iría de vuelta a los corrales de esclavos. Obedecer todas las órdenes e instrucciones. Supervisión constante. Necesidades mínimas básicas que deben cumplirse. Bla, bla, bla. Por el resto de la sentencia, posteriormente será liberado. Su precio de compra: Cien mil galeones. ¡¿Cien mil galeones?!.

Snape, dio marcha atrás y repasó la línea nuevamente, una y otra vez hasta asegurarse de no haber leído mal. Tras corroborarlo, levantó la vista: Potter, todavía estaba preocupado por la comida, arreglando y reorganizando los platos y cuencos.

—¿Pagaste cien mil galeones por mí?".

Potter, se encogió de hombros, parecía ligeramente avergonzado.

Snape, se encontró sin palabras. Después de todos los años de controlar su lengua, finalmente podía darle rienda suelta, sin embargo, en ese instante, no supo qué decir. Antes de que se le ocurriera algo, el niño, no, el joven, habló.

—Primero déjame explicarle un par de cosas ahora que ha leído el contrato, después de eso aclararé cualquier duda que tenga. Adelante, coma mientras hablo.

El ex mortífago negó con la cabeza, todavía sin palabras y luego se atiborró pragmáticamente de los sándwiches. Lentamente, por supuesto, y tan cortésmente como pudo manejarlo, pero al final pulió el lote. Probablemente no era una buena idea: después de tanto tiempo con raciones de subsistencia, su estómago se había encogido y no estaba seguro de que su cuerpo pudiera digerir gran parte de la comida si era demasiada, pero no podía detenerse. Era comida. Y además, pensó perversamente de nuevo, Potter, tenía una varita.

—Lamento no haberte encontrado antes— Soltó el joven. Snape, con la boca llena, no tuvo la oportunidad de intervenir, pero sus ojos se abrieron con sorpresa —Probablemente no lo sabías, ya que pasaste directamente del combate a Azkaban, pero estuve en coma durante mucho tiempo después de la batalla final. Algún efecto secundario del último hechizo que usé en Voldemort. Los medimagos no estaban seguros de qué hacer al respecto, así que nadie se atrevió a intentar despertarme durante años. Me pusieron una especie de estúpido hechizo de preservación y me dejaron en una cama en San Mungo, durante unos tres años más o menos, creo.

Snape, se atragantó con su último bocado y alcanzó, tosiendo, el té.

Potter, sonrió con ironía, luciendo un poco apologético —Sí. Estuve roncando todo el tiempo en el que tú te estabas rompiendo la espalda cargando mierda. Cuando finalmente me despertaron, estaba un poco fuera de sí, por decir lo menos. Me tomó casi un año volver a la normalidad: tuve que recuperarme de la reacción violenta del hechizo y luego solo retomar las cosas cotidianas, poniéndome al día con todos los cambios y todas las noticias. No me enteré de lo que te había pasado hasta hace unos cinco o seis meses. ¡No podía creer lo que habían hecho!. Luego fui a buscarte a todas partes, nadie me decía dónde estabas, tal vez tenían miedo de que me enojara.

Los ojos verdes brillaron de furia por un momento y Snape de repente recordó que este era el niño que había matado al Señor Oscuro.

—Y luego te encontré ayer. Había tenido todos los papeles listos durante meses. Me puse en contacto con mi abogado y él movió todo, no discutieron demasiado porque pagué la suma completa por adelantado sin discutir.

—¡Tú!— Snape, jadeó —¡Fuiste la persona que me observó en el sitio de construcción ayer!— Harry, asintió.

—Sí. Lamento no haber dicho nada en ese momento, no quería llamar la atención sobre nosotros y no pude ir a buscarte hoy por la misma razón. Sería un poco arriesgado poner mi nombre en los periódicos así, pero esperaba que el personal del campo de trabajo no se diera cuenta si solo usaba mis iniciales. Si me hubiera presentado en persona, probablemente nos habrían mantenido allí durante años y luego todos los reporteros habrían aparecido. De esa manera, esperaba tener un poco de tranquilidad antes de que se enteraran y comenzaran a acosarme nuevamente.

Potter, hizo una mueca, poniendo los ojos en blanco ante la idiotez de la gente y Snape, se sorprendió a sí mismo medio sonriendo en respuesta en lugar de decir algo sobre los paparazzi.

—¿Lo sabes...?. ¿Sabes qué la profesora McGonagall...?.

—¿Está muerta?— Snape inquirió con voz ronca, su rostro palideció.

—Sí... Ella y yo éramos los únicos que sabíamos de ti y conmigo en coma, no había nadie que hablara por ti en tu juicio. Lo siento mucho...

El mago mayor se recostó en su silla y pasó su mano sobre su rostro. Cuando se dio cuenta de que estaba temblando, la bajó a su regazo. Los largos dedos, ahora bronceados y con uñas una vez cuadradas cavaron en su muslo.

—Me había preguntado... No me permití pensar en ello después de la sentencia. Hubiera sido inútil, pero... Bueno, ahora lo sé.

Potter asintió, todavía luciendo contrito —Te lo compensaré. Sacarte de los corrales fue solo un comienzo. Ahora comenzaré el papeleo para limpiar tu nombre— Snape volvió a negar con la cabeza. Era demasiado para absorber, después de todo este tiempo y Potter, parecía sentir eso. Él dijo: —Estoy seguro de que se quiere limpiar, descansar y todo eso. Si tiene alguna pregunta, no dude en hacerla ahora, o podemos continuar más tarde después de que haya descansado.

—Sí... Creo que me gustaría... Lavarme y acostarme un rato— Respondió Snape —Necesito un poco de tiempo para pensar en todo esto antes de empezar a hacer preguntas.

Potter, asintió —Así será entonces— Dijo, llevando a Snape, fuera de la sala de estar y por el pasillo central. Se detuvo en la segunda puerta a la derecha, abriéndola y entrando —Esta será su habitación mientras se quede conmigo. Hay algo de ropa en la cómoda y el armario, no estaba seguro de tu tamaño, así que tuve que adivinar, pero si algo no le queda bien, puedo encogerlo o agrandarlo para usted más tarde. Y también compraremos más, estos serán suficientes por ahora. El baño está aquí— Señaló otra puerta en el dormitorio de invitados —Tómese su tiempo, estaré en la casa todo el día, así que llámame cuando esté listo para hablar. Le mostraré el resto del lugar esta noche.

Antes de que se fuera, Snape, habló, sorprendiéndose —... Gracias.

Potter, negó con claro autodesprecio —Demasiado pronto y demasiado tarde para eso, profesor. No me lo agradezca. Todos deberían estar agradeciéndole, pero me aseguraré de que lo sepan antes de que termine el año— Asintió con la cabeza a Snape y se fue, cerrando la puerta en silencio detrás de él.

Snape, miró la cama y con un esfuerzo sobrehumano se obligó a sí mismo a no hundirse en ella. La puerta del baño estaba entreabierta y entró. Los estantes estaban llenos de artículos de tocador y había toallas limpias en el toallero junto a la bañera. No lloraría, no iba a llorar. Se quitó la camisa hecha jirones de los hombros y la arrojó al contenedor de basura debajo del fregadero. Lo mismo para los pantalones sucios, aunque primero sacó el pequeño trozo de pergamino doblado, colocándolo cuidadosamente a un lado en la encimera. No sabía por qué decidió conservarlo; nunca fue alguien con sentimentalismo.

Se duchó primero. Los esclavos no recibían baños ni duchas: los alineaban para ráfagas de agua rápidas cada dos días y solo porque sus arrendatarios se habían quejado del olor. Se metió bajo la corriente de agua lentamente, casi con reverencia. Cuando el agua caliente tocó su cuerpo, no pudo detenerse. Surgió un sollozo, luego otro y otro. Se cubrió los ojos con una mano y se apoyó contra la pared, ahogándose en cinco años de fealdad y desesperación, luego, lo dejó fluir todo por el desagüe con el agua arremolinándose para unirse al pasado silenciado.

Se acabó ahora, se dijo a sí mismo con firmeza. Se acabó.

Después de ducharse y lavar la suciedad física, con los ojos cerrados, se deslizó y se acostó en la tina, dejándose remojar en los aceites perfumados que había agregado al agua caliente. No se durmió, aunque había pensado que podría hacerlo, pero los fragmentos del contrato y otras cosas que Potter, había dicho fluyeron por su mente. Minerva estaba muerta. Ellos se habían llevado bien, a su manera y ahora estaba muerta. ¿Quién más?, se preguntó. ¿Quién quedó?.

El agua se estaba enfriando cuando se levantó y tomó una toalla. Otro lujo que no había visto en años. Fue un día de shocks. El suave algodón era calmante en su piel y casi se sentía febril. Era un sentimiento extraño y medio olvidado: no había estado enfermo en todo este tiempo, no se había permitido estarlo. En los corrales eso habría significado su muerte.

Cuando estuvo seco, colgó la toalla con cuidado en el riel, dirigiéndose desnudo al dormitorio. Casi lo logra, pero al final no pudo resistirse a mirarse en el espejo. Era malo, pero no tan malo como había temido. Aunque estaba famélico ya no era escuálido, ahora estaba mamado, músculos definidos estaban allí, cortesía de todos los días de trabajo pesado. Su cabello antes negro estaba atravesando una conversión al café, por supuesto, el tiempo en el sol lo había vuelto marrón, no oscuro; su palidez natural se desvaneció, su piel ahora estaba bronceada, casi aceituna. Las líneas de su rostro eran más pronunciadas y nuevas cicatrices de los años de lesiones mal curadas salpicaban el paisaje de su cuerpo. Los ojos, sin embargo, eran los que más habían cambiado.

Sus estudiantes los habían considerado feroces y penetrantes en el pasado. Ahora eran algo completamente diferente, algo mucho más allá de eso. De repente entendió el por qué se había ganado tal reputación en el campamento, la razón de que tan pocas personas pudieran encontrarse con su mirada directamente durante mucho tiempo. Sus ojos eran como los de un hombre moribundo, reflejaban todo el poder y la esencia de la vida concentrados y enfocados en una sola fuerza insoportable, un brillo antinatural que pocos podían enfrentar directamente.

Potter, lo había mirado a los ojos sin inmutarse, pensó de repente. Sintió un calor extraño que no comprendió. Se encaminó a la cómoda y encontró un par de pijamas. Se puso los pantalones y la camisa: eran de satén verde oscuro con bordados de color plateado, su pecho y vientre brillaban cálidamente de nuevo. El edredón de la cama era lo contrario, sábanas verdes con patrones de ondas color gris oscuro. Se deslizó debajo de la colcha y toqueteó el cobertor de olor limpio, empujando sus dedos hacia el colchón elástico. Había una almohada debajo de su cabeza, suave y mullida. Lo acarició suavemente, casi con amor; había olvidado como se sentían las almohadas.

Suspiró. Sus ojos se cerraron y sin siquiera darse cuenta de lo que había hecho, se durmió sin proponérselo.

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Harry, se asomó tranquilamente a la habitación de Snape, media hora después. El mago estaba tumbado de espaldas, muy erguido, como si estuviera siendo controlado incluso en sueños. Tenía la boca cerrada, su respiración era constante y uniforme, las líneas de su rostro se habían alisado y suavizado. Lucía cansado, incluso dormido, pero, al menos, se veía más joven y menos desgastado. La visión hizo que Harry se sintiera esperanzado. Revertirían todo lo que le habían hecho a Snape, ¡lo haría!. Se lo juró a sí mismo una vez más, como había estado haciendo cada noche y cada día durante el último medio año.

Cerró cuidadosamente la puerta y se alejó de puntillas. En su estudio, arrojó un puñado de pólvora a la chimenea y llamó a su abogado.

—Lo tengo— Informó, lacónico —Empiece ya el otro papeleo, por favor.

Su abogado, un hombre capaz y eficiente con el desafortunado y totalmente inmerecido nombre de Humbugge, asintió enérgicamente y cortó la conexión. Las cosas estaban ahora en marcha, o lo estarían pronto. Silbando en voz baja, Harry, se dirigió a la cocina y comenzó a preparar la cena.

(...)

Snape, no llegó a cenar. Durmió el resto del día y de la noche y no se despertó hasta que la brillante luz del sol cayó sobre su cara a través de la ventana abierta a la mañana siguiente. Harry, divertido y comprensivo, había apartado la porción de cena del mago mayor para guardarla en la despensa bajo un hechizo de conservación.

Cuando Snape, salió por fin de su habitación, estaba completamente vestido con camisa, pantalones y túnica, todo de color negro. Llevaba el pelo recogido con una cinta de seda negra que Harry, le había dejado encima de la cómoda y los pies enfundados incongruentemente con unas pantuflas rosadas que había encontrado junto al armario. Lo primero que había hecho al despertarse fue recuperar el trozo de pergamino con la dirección de Harry, de la encimera del baño y lo había metido en el cajón de su mesita de noche. No sabía por qué lo guardaba, pero iba a seguir siendo una de sus posesiones más preciadas durante el resto de su vida.

Encontró a su benefactor en la cocina preparando el desayuno.

—¡Oh, qué bien te quedan!. Opté por el color más obvio— Exclamó Harry, asintiendo a su traje y sonriendo —Más tarde podemos conseguirte ropa en otros colores si lo prefieres.

—Esto es perfectamente aceptable, gracias. No necesito más ropa— Respondió Snape, con sus modales torpes y un poco rígidos, como si no estuviera muy seguro de cómo comportarse con Harry, ahora.

—Como quieras— Dijo Harry, encogiéndose de hombros —Si cambias de opinión en algún momento, o si necesitas algo, dímelo. Por ahora, ¿qué tal suena tocino y huevos?.

—Suenan muy bien— Verbalizó Snape, un poco menos rígido —¿Puedo ayudar en algo?.

—Hmm, ya casi he terminado. Pero puedes poner la mesa si quieres. Todo está en los cajones y armarios de allí" Señaló Harry, con la barbilla.

(...)

Comieron casi en silencio, ambos con el hambre suficiente para hacer frente a la comida caliente. Al parecer, la indulgencia del día anterior no le había hecho ningún daño al estómago, así que Snape, se permitió comer todo lo que quiso. Afortunadamente, Potter, parecía estar preparado para el atracón. En la mesa había más que suficiente tortilla, huevo frito y tocino para satisfacer el apetito de Snape.

Levantó la vista y atrapó a Potter sonriéndole.

—¿Qué?.

—Nada, es que me hace gracia verte comer como un estudiante. Siempre solías picotear la comida.

Snape, enarcó una ceja —¿Me veías comer?.

Potter se puso ligeramente rosado —Me fijo en los detalles.

—Hmm— Ahorrándose cualquier otro comentario, Snape, volvió a centrarse en su taco.

—¿Té?— Preguntó Potter, cuando ambos se habían saciado, blandiendo la horripilante tetera rosa hacia Snape. Estaba decorada con uvas sobresalientes en un tono púrpura particularmente pútrido.

Estremeciéndose ante la visión, Snape respondió: —Sí, por favor— Cogiendo una rodaja de limón, añadió: —¿Es conveniente qué hablemos ahora o tienes que ir a trabajar?.

—Claro, podemos hablar ahora— Expuso, Potter —No tengo un trabajo, exactamente. Tengo mi propio negocio, más o menos, pero lo dirijo desde aquí, así que no necesito ir a ningún sitio a menos que tenga reuniones o algo así.

—¿Supongo qué no estás casado?— Cuestionó Snape, con delicadeza —Hasta ahora no he visto a nadie más que a ti en la casa.

Potter se rió como si hubiera dicho algo gracioso —Estuve comprometido, durante un minuto y medio. Compré esta casa de campo para que viviéramos después de la boda.

—¿Eh?— Soltó Snape, confundido.

—Sí, ella dijo que le gustaba este lugar, que era bonito. ¿Te acuerdas de Ginny?. ¿Ginny Weasley?.

¡Lo sabía! —Sí, me acuerdo de la señorita Weasley.

—Dijeron que ella me esperó todo el tiempo que estuve en coma. Estaba sentada junto a mi cama cuando me desperté. Qué podía haber hecho, ¿verdad? — Potter se rascó la cabeza, pareciendo al mismo tiempo impotente e ingenuo. Snape resopló y Potter sonrió —Así que le propuse matrimonio y ella aceptó, íbamos a casarnos muy rápido porque ella ya había esperado mucho, ya sabes. Sin embargo, me desperté una mañana, dos días antes de la boda y pensé: ¿Qué carajos estoy haciendo?.

Snape volvió a levantar la ceja.

—Le dije que no la amaba como merecía ser amada y toda esas babosadas. Cancelamos todo. Yo pagué la casa de campo, así que me quedé con ella y con esta tetera...— Harry ladeó la cabeza hacia la monstruosidad decorada con frutas —Por favor, no creas que es una muestra de mi gusto. Se la dejó para vengarse, creo. Pero funciona, así que nunca me molesté en conseguir otra— Los ojos verdes centellearon sin arrepentirse —¡Los Weasley estaban furiosos!. La única razón por la que sigo vivo es que apenas había salido del coma y el clan, aún enfadado, no se atrevió a volver a ponerme en uno. Curiosamente, Ginny lo superó bastante rápido, pero eso puede deberse a que se dio la vuelta y se casó con otra persona casi inmediatamente: ¿recuerdas a Justin Finch-Fletchley?. Sí, son muy felices juntos. Así que realmente todo fue para bien. En cualquier caso, han pasado años y Ron acaba de empezar a hablarme de nuevo. No estoy seguro de que Molly me perdone alguna vez.

—¿No hay nadie más?— Inquirió Snape, preguntándose la razón de que no podía cerrar la boca.

—No... Nadie de quien hablar— Musitó Potter, con las mejillas ligeramente rosadas de nuevo y continuó: —¿Y tú?— Ante la mirada incrédula de Snape, retrocedió, sonrojándose aún más —Lo siento, pregunta estúpida. Supongo que no hubo precisamente muchas oportunidades de nada en estos últimos cinco años...

—Oh, hubo oportunidades— Confesó Snape, reclamándose internamente por exponerse tanto —Pero no aproveché ninguna.

Observó las expresiones que se aparecieron en el rostro de Potter y vio el momento en que el chico recordó que los corrales estaban segregados por sexos.

Potter, le sorprendió preguntando: —¿Por qué no?.

—Hay muchas razones. Para empezar, nadie me llamó la atención. Quería mantener toda mi energía y atención centrada en la supervivencia. Y después de un tiempo en ese entorno, pierdes todo el interés por el sexo y cosas de esa naturaleza. Demasiado cansado, demasiado hambriento y demasiado herido para...— Se encogió de hombros.

—Lo siento mucho— Dijo Potter, con una expresión sincera y miserable —No tienes ni idea de cuanto lo lamento.

Snape volvió a encogerse de hombros —Lo hecho, hecho está. Se acabó, al menos ya estoy fuera de allí. Francamente, nunca creí que fuera a aguantar tanto tiempo. La mayoría de los otros esclavos murieron en su primer año.

—Sabía que sobrevivirías, viejo bastardo resistente— Expresó Potter, con los ojos encendidos de color verde.

—¿Viejo bastardo?. ¿Lo soy?— Cuestionó Snape, suavemente, sintiéndose extrañamente halagado.

—Bueno, tal vez no viejo— Sonrió Potter, eligiendo imprudentemente entre Escila sobre Caribdis.

—Lo suficientemente viejo como para ser tu padre— Declaró Snape, con un toque más ácido de lo que pretendía, pero el joven se limitó a reír y a decir.

—Pareces más joven cuando duermes, ¿lo sabías?.

—¿Me observaste dormido?— Indagó Snape, asombrado. Primero era escrutado comiendo, ahora durmiendo. ¿El chico iba a decir algo sobre sus hábitos de baño a continuación?.

—Oh... — Potter, se sonrojó de nuevo y explicó —Ayer pasé por tu habitación para asegurarme de que estabas bien. Pero estabas dormido, así que te dejé descansar. No me senté a mirarte ni nada por el estilo, si es lo que estás pensando.

—No lo estaba— Aclaró Snape, frunciendo el ceño y levantando la ceja al mismo tiempo. Tuvo la sensación de que un río invisible fluía bajo el sólido suelo, como si hubiera una corriente completamente diferente bajo sus palabras. Potter estaba diciendo algo y él no lo estaba escuchando.

Sentía que le faltaba algo, pero no sabía qué era. Había pasado demasiado tiempo, pensó Snape. Demasiado tiempo fuera de la compañía humana "normal". Si alguna vez tuvo un diccionario, probablemente ya estaba obsoleto y que además, le faltaban muchas páginas, pues la palabra normal poseía una definición errónea ahora. De repente, quiso su varita con una nitidez que se sintió como una puñalada en el corazón.

Legilimens, pensó con nostalgia. Legilimens.

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"Tomo el único deseo que uno realmente puede permitirse. Libertad, Alvah, libertad".

- De: "The Fountainhead", Ayn Rand -.

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